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LA DILIGENCIA REQUERIDA

INTRODUCCIÓN:
Cuando Pablo necesitó enviar una gran ofrenda a los hermanos de Jerusalén, por
la situación de hambre que estaban padeciendo, escogió a tres varones, y entre
ellos a un hermano… cuya diligencia hemos comprobado varias veces en muchas
cosas…: La diligencia es la aliada del éxito.

Una historia cuenta de un hombre que era un obrero muy eficiente. Había trabajado
por muchos años para una gran compañía; y un día alcanzó la edad suficiente para
retirarse. El constructor, su patrón le pidió que hiciera una última cosa, éste sería ya
su último encargo.

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El obrero aceptó el trabajo, pero no lo hizo con todo corazón. Utilizó materiales de
mala calidad, la madera era mala y no le importaron los detalles por los que
normalmente se preocupaba cuando estaba interesado en el trabajo. Cuando la
casa estuvo terminada, su patrón lo llamó y le dijo: “Esta casa es tuya, aquí están
las llaves, es mi regalo para ti”.

El obrero se arrepintió inmediatamente de no haber usado los mejores materiales y


de no haber contratado los mejores trabajadores. Si solamente hubiera sabido que
la casa era para él….

Nosotros, como hijos de Dios, estamos construyendo nuestras casas espirituales.


¿Qué materiales usamos? ¿Qué tan diligentes somos en las cosas del Señor?
Seamos conscientes de la gracia del Señor. Recordemos este principio. Ninguno de
nosotros estará construyendo la casa para otra persona en la eternidad, es la
nuestra.

Pablo sigue hablando de nuestros deberes en el cuerpo de Cristo y después de


habernos exhortados acerca de amarnos unos a otros con amor fraternal, ahora nos
confronta para hacer realidad ese amor a través de nuestras acciones. Para ello lo
primero que menciona es la diligencia. ¿Por qué lo hace? Porque es la diligencia lo
que trae el crecimiento. Consideremos este deber cristiano.

I. ¿POR QUÉ LA PEREZA IMPIDE AL CREYENTE SER DILIGENTE?


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“En lo que requiere diligencia, no perezoso…”
1. Porque la pereza paraliza el trabajo (Pr. 2:9).
En los llamados “pecados capitales” la pereza aparece como uno de los más
nombrados. Son sus sinónimos: la desidia, la flojera, la negligencia, el desgano, el
desinterés, la holgazanería y la vagancia. Este mal del espíritu se ha calificado como
el pecado “metafísico” por la incapacidad que posee de una manera intrínseca para
aceptar y hacerse cargo de la vida misma.
Esto nos dice que la pereza es la gran enemiga del progreso, de las victorias y de
la consumación de las metas. Se ha dicho que el mundo es de los más audaces e
inteligentes, pero la verdad es que el mundo lo conquistan los hombres y mujeres
diligentes. La diligencia es enemiga de la pereza.

La pereza tiene como misión impedir que comiences y que termines lo


que consideras como mejor para tu vida.
?
¿Por qué sucede esto? Porque el perezoso de acuerdo al sabio ama la holgazanería
y es la persona que a lo mejor tiene alguna idea para hacer algo pero nunca
comienza y si comienza jamás termina. Es por eso que el sabio pregunta: “¿Hasta
cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?”.

2. Porque la pereza no le gusta correr riesgo (Pr. 20:4).


La pereza, siendo un estilo de vida para algunos, es una tentación para todos. Lo
que más desea el cuerpo es quedarse acostado, sentado y sin entrar en acción
hacia aquello que demanda sus deberes. El perezoso no piensa seriamente en lo
que Dios ha determinado.

La Biblia nos muestra a un Dios trabajador quien desde el principio le dijo al hombre
que labrara el huerto, de allí que la pereza se constituya en una falta seria. El sabio
pone el ejemplo de un simple e insignificante animalito como la hormiga. ¿Qué dice
de ella? “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio.”

Las hormigas no conocen la pereza, pero saben de qué se trata el trabajo sobre
todo el de preparar la comida en el verano para cuando llegue el invierno. La pereza
tiene su implicaciones en el avance del evangelio. ¿Cómo se ve esto?

Cuando no le damos importancia al llamado urgente de la salvación del perdido. Es


no tener motivación para hacer algo por esa persona que vive sin Cristo y es un
candidato para el infierno. Ciertamente tenemos que decir que la pereza espiritual
no corre el riesgo por la salvación de otros.

3. Porque la pereza vive de la excusa (Pr. 26:16).


Mejor descripción no se pudo dar al perezoso. El asunto clave de este texto es que
el perezoso es “sabio en su propia opinión”. Tiene que ver con aquel que piensa
que todo lo sabe por un lado, pero también que frente a la posibilidad de hacer algo
que va más allá de lo que él es y que requiere de su dedicación, simplemente
presenta excusas.

Observe cómo el perezoso no admite consejos.


Él se cree autosuficiente para manejar su vida y con sus excusas simplemente no
cumple con sus más sagrados deberes. Hay una parábola que Jesús nos dejó
en Lucas 14:15-24 que explica exactamente la actitud del perezoso. Este ejemplo
comienza hablándonos de los hombres y mujeres bienaventurados que comerán
pan en el reino del Señor.
La narración nos habla de una gran cena que un hombre preparó con muchos
invitados. Pero, ¡sorpresa! a la hora de comenzar la fiesta y esperar que llegaran
todos los que estaban en la lista de los comensales, todos comenzaron a excusarse.
El perezoso se pierde de las bendiciones por sus excusas.

II. ¿CÓMO DEBIERA SER LA DILIGENCIA DEL CREYENTE?


“En lo que requiere diligencia… ferviente en espíritu…”
1. Ferviente en espíritu para avivar el alma (2 Tim. 1:6-7).
Definitivamente hay una diferencia entre en la forma como los creyentes del primer
siglo abrazaron el evangelio y cómo lo hacemos hoy. ¿Qué tal nos veríamos en
relación a la diligencia? Me gusta la oración “fervientes en espíritu”. ¿Qué le
sugiere? ¿Qué despierta en su vida?

Pablo sabía que si algo se pierde rápido es el fuego del Espíritu.


Y la razón es muy simple. Como es un fuego hay que mantenerlo avivado. De allí
que le recomienda a su muy amado discípulo que “avive el fuego del don de Dios
que está en ti”. Si le pide que lo avive es porque estaba apagado. Uno de los
mandamientos más olvidados en este tiempo es el que dice: “No apaguéis el
Espíritu”.

Se ha preguntado cómo uno puede apagar al Espíritu Santo, considerando que es


la tercera persona de la trinidad y que viven en nuestros corazones. Bueno, para
nuestra tristeza, la Biblia nos recuerda este mandamiento.

El llamado del texto con el que Pablo nos confronta hoy es a considerar la
importancia que tiene esto para mi propia vida. Debo revisar si tengo un espíritu
ferviente. ¿Qué es lo que produce más fervor en mi alma?

2. Ferviente en espíritu para avivar mi iglesia (1 Pe. 2:5).


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Yo no sé si usted alguna vez ha visto una piedra viva o una piedra que hable o que
sienta. Bueno, la verdad es que cuando una piedra le entra el fuego pareciera tener
vida. ¿ No es así? Pero por lo general para que eso ocurra las piedras deben estar
pegadas, unidas. Eso es la experiencia del cristiano.

Si algo tenía claro Pedro era el tema de la piedra. El Señor le había dicho que sobre
“esa roca”, su declaración en torno a Cristo el Hijo de Dios, edificaría su iglesia. Pero
también su propio nombre de “Pedro” significa pequeña roca. Así que Pedro cuando
nos dice que nosotros somos piedras vivas sabe de qué está hablando.

Cada creyente debe tener un espíritu ferviente cuando piensa en la vida


de su iglesia.
Por lo general hablamos que Dios nos dé un avivamiento, pero si yo entiendo bien
este asunto un avivamiento no es el resultado de un fuego externo sino de avivar
las brasas que ya están en mi corazón. Se ha preguntado por qué no tiene una
motivación para trabajar, adorar y servir en la iglesia del Señor.

3. Ferviente en espíritu para que otros crean (Hch. 17:16).


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Hermanos una señal que vivo con espíritu ferviente es cuando tengo una pasión por
compartir a Cristo con otros. Nada revelará más la presencia del Espíritu Santo que
cuando estoy con alguien y le hablo del amor de Cristo. Cuando buscamos un
modelo en la Biblia con un espíritu ardiente para hablar de Cristo tenemos que
hablar de Pablo.

La experiencia que tuvo en Atenas nos revela aquella pasión por las multitudes
como la tenía su Maestro el Señor Jesucristo. Nos dice el texto: “Mientras Pablo los
esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad
llena de ídolos”. Hubo algo que despertó en Pablo un espíritu ferviente y fue la
condición en la que vivía la ciudad.
La forma cómo los hombres se entregaban a sus dioses y a sus deidades y
desconocían “el Dios no conocido” provocó tal condición de su espíritu. Frente a eso
comenzó a traer el mensaje del Dios que él conocía y allí testificó de Cristo. Mis
amados no tenemos que ir a Atenas para darnos cuenta cuánta necesidad hay a
nuestro alrededor. Pidamos a Dios para que despierte ese espíritu en nosotros.

III. ¿CÓMO SE DA LA DILIGENCIA EN EL CREYENTE?


“En lo que requiere diligencia… sirviendo al Señor”.

1. En el servicio a través de las buenas obras (Ef. 2:10).


Mis amados una de las cosas que un creyente sabe es que no es salvo por las
obras, pero una de las cosas que más descuida es el no andar en esas buenas
obras. Las buenas obras es donde el creyente debe mostrar su servicio. Y esto no
se trata de hacer de vez en cuanto alguna buena obra sino vivir esto como parte de
su estilo de vida.

El sentido de este texto es mostrar al creyente que su salvación tiene una sola
expresión: hacer buenas obras. No podemos esperar encontrar buenas obras
provenientes de la naturaleza del hombre. Como el tema del texto es la diligencia,
la inferencia que sacamos es que el servicio que yo presto a mi Dios es el testimonio
visible que soy un hijo de Dios.

Ahora bien, y en este mismo sentido debo tener cuidado que las buenas obras que
haga deben glorificar a Dios no al que las hace. Esto ayuda a ver que el centro de
este pasaje no es el creyente sino Dios. Cuando sirvo a mi Señor de una manera
diligente, entusiasta y con prontitud, estoy honrando al Dios que hizo esas buenas
obra para andar en ellas. No podré decir que soy un creyente diligente sino estoy
viviendo en esas buenas obras.
2. “Servid a Jehová con alegría” (Sal. 100).
Es evidente que este es un gran mandamiento de la Biblia. Bien se puede decir que
mi actitud pronto descubre la clase de diligencia que revelo las cosas del Señor en
su servicio. Tengo muchas razones para servir al Señor con alegría.

Lo primero que me lleva a un servicio alegre es mi gratitud a Dios por mi salvación


a través de Cristo. Luego también mi servicio alegre a Dios lo atribuyo a sus
bendiciones que las compruebo todos los días. También le sirvo a Dios con alegría
porque estoy siendo ejemplo para otros, estoy siendo de testimonio para los que no
lo hacen de esa manera.

Pero es cierto que a veces hay situaciones particulares que me frenan para servir
al Señor con alegría. De repente hay actitudes en otros o en mí mismo que me roban
el gozo del servicio. Es esta la parte que más debo cuidar, la parte donde más voy
a necesitar la obra del Espíritu Santo para que mi gozo no se apague sino que se
mantenga ferviente.

Sobre este aspecto la palabra nos anima, diciendo: “Venid a mi todos los que estéis
cansados y cargados…”. Sabía usted que esta invitación no es solo para los
inconversos. En Cristo renovamos el gozo.
3. “Servíos los unos a los otros” (Gá. 5:13).
¿Sabía usted cuál es la traducción de esta oración en el original? Bueno esta
palabra nos viene del griego douleuo que significa ser esclavo. De esta manera
tenemos que decir que el servicio los unos a los otros en amor implica que somos
esclavos de otros por amor, someternos unos a otros y obedecernos unos a otros,
hacer lo que nos diga otra persona y hacerlo con amor.

Pero, ¿es esto lo que hacemos en la vida de la iglesia? Mostramos diligencia en


servirnos los unos a los otros en amor cuando consideramos a los demás como
superiores a nosotros mismos. ¡Eso es bastante difícil!

No siempre tenemos una actitud y una diligencia de siervos de los demás, mucho
menos que seamos esclavos. Pero, ¿hemos visto el testimonio de Cristo? ¿Por qué
cree usted que Cristo antes de morir le lavó los pies a sus discípulos?

Estas fueron sus palabras: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:15). Esto es el asunto más difícil en la vida
cristiana. Necesitamos ser como Cristo para descender y servir a otros. No es
humillarnos. Más bien esto levanta al creyente y lo hace feliz.
CONCLUSIÓN:
Déjeme darles finalmente tres textos que resumen todo lo que acá hemos dicho. Al
pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida se le dijo: “Por tanto, guárdate,
y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han
visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida: y enseñarlas has á tus
hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9).
El sabio Salomón hace esta reflexión sobre la diligencia: “El indolente no
chamuscará su caza: Mas el haber precioso del hombre es la diligencia” (Pr. 12:27).
Y Pablo le recomienda a su discípulo Timoteo lo siguiente: “Procura con diligencia
presentarte á Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que
traza bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). ¿Es usted un creyente diligente?
¿Tiene un espíritu ferviente?

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