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La lectura: La (mala) influencia y decadencia de

historias

Considerándome una lectora muy crítica, que busca continuamente los errores,
corrige una y otra vez la ideas ajenas y propias antes y después de leer y escribir, me
siento preparada para explayar en el siguiente ensayo por qué considero que la
actividad de leer ha decaído y ha sido víctima de los llamados vicios, los cuales se
siguen repitiendo hasta la fecha. Esto puede notarse en los escritos actuales y más
populares, en especial dentro del género Juvenil.

Personalmente, siempre pensé en la lectura como una vía de escape, el


descubrimiento de un mundo nuevo, con personajes queribles que se sienten reales,
que cometen miles de errores y tropiezan miles de veces en su camino por la vida. Si
quitamos a los personajes, lo que recuerdo con mayor claridad son los finales crudos,
donde un héroe no logra salvar a su amor, un enemigo no cambia sus ideales ni su
bando ni tiene miramientos a la hora de hacer daño. Recuerdo a personajes
importantes reprendiendo y culpando a los responsables de distintos desastres y la
existencia de consecuencias en base a las malas decisiones. Sin embargo, decía que
era eso, sólo una historia más.

Al hablar de una decadencia, no me refiero a que cada vez se lee menos, sino
que lo más leído y destacado resulta ser lo menos innovador dentro del mundo de la
Literatura. Hoy en día, los lectores parecen estancados en una zona de confort
respecto a sus lecturas habituales. ¿A qué me refiero con esto? Simple: no escucho a
demasiados jóvenes menores de 30 años decir que les fascina Don Quijote de la
Mancha, Hamlet o Romeo y Julieta, pero sí sigo escuchando a adolescentes y adultos
jóvenes hablar maravillas de historias de la popular plataforma Wattpad, un sitio
destino a lectores que no pueden comprarse tantos libros como querrían y a escritores
que buscan compartir con los demás su pasión. Aun así, no hay que olvidar que se
trata de una página de auto-publicación en la que libros no acaban en «Destacados»
por su calidad, sino, únicamente, por la cantidad de lecturas y votos que se consiguen.

María Teresa Andruetto dijo en su libro La lectura, otra revolución, en el


apartado “La Escuela”: “Ayudar a las nuevas generaciones a hacerse preguntas, a
escuchar y escucharse, para que puedan comprender quiénes son y apropiarse de
sus vidas”.
Supongo que no era de esperar que los encargados de una plataforma de
Internet decidieran sacar a la venta libros con una prosa mal ejecutada, cargada de
adjetivos y detalles innecesarios (la temida Prosa Purpura), errores ortográficos que
van más allá de confundirse un B y V o S y C, incoherencias en la narración y, lo que
considero muy alarmante, mensajes tóxicos y la romantización de temas como las
enfermedades mentales debido a la poca información que los escritores buscan antes
de lanzarse al agua y aventurarse en terrenos desconocidos por ellos. Para mí, la
lectura (o las palabras escritas, mejor dicho) tiene más poder e influencia de la que se
cree y muchos lectores que no tienen su sentido crítico desarrollado por completo,
caen fácilmente ante una problemática social mal desarrollada y utilizada de recurso
en un intento rápido y fácil de hacer parecer profunda una lectura.

Andruetto dijo: “Cuando leemos, enseñamos, escribimos o ayudamos a otro a


leer (…), las palabras nos vinculan al mismo tiempo a lo individual y a lo social,
porque la lectura es (…) un instrumento de intervención sobre el mundo que nos
permite pensar”.

Teniendo esto en cuenta, no se debería restar importancia a las


representaciones mal hechas.

Ahora bien. Teniendo en cuenta el mencionado mal trato de problemáticas


sociales, ¿puede decirse que la lectura ha decaído por completo, al punto de que no
se analiza ni un cuarto de una historia? No. ¿Por qué? Pese a que hay personas que
no comprenden la gravedad de presentar a un adicto como un chiste y una persona
que en la vida real sería muy difícil de manejar, o sin percatarse de que una relación
«romántica» donde no existe la comunicación y todos los problemas se resuelven
exclusivamente en escenas de sexo explicitas no es deseable, también existen
lectores cada vez más conscientes del daño que las palabras pueden generar.
Lamentablemente, esto no socava en su totalidad la influencia de los relatos, ya que,
si fuese así, habría más gente cuestionando estos contenidos y menos defendiéndolos
a capa y espada.

En su ensayo 5 ideas falsas sobre la cultura, Estaban Krotz explica la inventada


existencia de una jerarquía entre culturas. Aunque comparto que ninguna cultura es
mejor que otra, debo objetar que muchas historias populares de la actualidad que
llegan a los estantes a compartir lugar con autores como Stephen King o J. K. Rowling,
no necesariamente se convertirán en parte de la Cultura Literaria, porque no debemos
ignorar un hecho concreto: la popularidad no es sinónimo de calidad y talento. Y
alguien puede argumentar: “Para los gustos, hay colores”. Es cierto, totalmente, como
también es cierto que si a todos nos gustaran historias simples, llenas de clichés y
escaso desarrollo, hoy por hoy no tendríamos libros buenos.

Para concluir, me gustaría citar una vez más a Andruetto: “ Cada libro—
novela, cuento, poema— contiene, con mayor o menos felicidad, una lectura del
mundo”.

Da igual si tu autor favorito es Cervantes, García Márquez, Edgar Allan Poe o si


disfrutás de las historias modernas que son más sencillas. Lo importante es no dejar
de ser críticos con cada cosa que leemos y no sobrepasar los límites entre la ficción y
la realidad. Debemos generar consciencia acerca de los problemas que trae consigo
romantizar, aceptar y normalizar los errores, tanto de escritura como de contenido. De
esta manera, podremos conseguir que los jóvenes no sólo conserven su gusto por la
lectura, sino además, hacerlos reconocer cuándo se encuentran frente a un contexto e
historia cuestionable, tanto en estructura como en temática, y que sepan cómo
arreglarlo y explicar, objetivamente, por qué la cuestionan sin caer en el gusto
personal.

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