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(South Korea)
15 de febrero 2022
Investigadora en formación
dolores.ordonez@edu.uah.es
Empezaremos entonces por preguntarnos ¿Cómo y por qué opera la acumulación por
desposesión?
Para entender cómo funciona el proceso de acumulación por desposesión, Harvey hace
referencia al germen de su teoría en la categoría de “acumulación originaria” de Karl
Marx al que lleva a un análisis del escenario económico global actual.
Harvey hace mención del papel desempeñado por los Estados liberales en la transición a
este modelo capitalista que describe Marx, en la que estos fueron a menudo los artífices
de la utilización de medidas drásticas “no solo para forzar la adopción de dispositivos
institucionales capitalistas, sino también para adquirir y privatizar determinados bienes
como cimiento original para la acumulación de capital” (Harvey, El Nuevo Imperialismo
2004, 82).
Así Harvey pone el acento sobre el rol fundamental del Estado con sus estructuras
institucionales y sobre todo sus “fuerzas policiales y el monopolio sobre los instrumentos
de violencia” (Harvey, El Nuevo Imperialismo 2004, 81) como condición fundamental
para garantizar la prosperidad y reproducción del capitalismo.
De esa definición de Marx, que describe el entorno del siglo XIX, Harvey rescata las
características centrales como: “la mercantilización y privatización de las tierras”, “la
expulsión por fuerza de las poblaciones campesinas”, “la supresión del acceso a bienes
comunales”, “la mercantilización de la fuerza de trabajo” (Harvey 2004) presentes en la
actual era del neoliberalismo, como punto de partida de su categoría de acumulación por
desposesión y plantea como una premisa adicional, el carácter inseparable entre las
nociones de espacio y de tiempo. En efecto, el capital, para sobrevivir requiere contemplar
esos dos elementos como interdependientes.
Así, por un lado, la continuidad del ciclo del capitalismo depende de su capacidad de
crear nuevas formas de perpetuarse y expandirse en el espacio geográfico. Por otro, como
característica inherente, el sistema neoliberal actual requiere, con la finalidad de obtener
mayores beneficios, acortar los tiempos y mover sus inversiones de la manera más rápida
posible.
Esas dos condiciones facilitadas hoy en día, por una parte, por los avances tecnológicos
y por otra, por las desregulaciones en el funcionamiento de los sistemas económicos,
muestran la estrecha y dialéctica relación entre el espacio y el tiempo y que “el capital
financiero siempre está buscando nuevas ventajas espaciales de la misma manera que lo
está haciendo con la temporalidad” (D. Harvey 2015, 67)
En esa medida, la acumulación por desposesión, a la vez que aprovecha las virtudes de
un sistema financiero que opera en segundos y sin interrupción, reorganiza también los
espacios de forma cada vez más apresurada, convirtiendo así sus formas de acción en más
voraces. Algunas prácticas como “el fraude”, “la especulación”, “los esquemas de Ponzi,
la destrucción estructurada de activos a través de la inflación, la liquidación de activos
mediante fusiones y adquisiciones (…) la desposesión de activos” son las estrategias y
modalidades más comunes dentro del actual sistema capitalista (D. Harvey, El
neoliberalismo como destrucción creativa 2019, 172).
La lógica del capitalismo en la era neoliberal agudiza constantemente, mediante la
dominación del espacio y del tiempo, la apropiación de más capital a través de la
liberalización del mercado, la reducción de las regulaciones estatales, la especulación
financiera, pero sobre todo utilizando la privatización de bienes y servicios públicos como
herramienta central para conquistar nuevos espacios geográficos.
Adicionalmente, otra característica esencial de esta nueva etapa de acumulación tiene que
ver con los rasgos particularmente violentos y corruptos que ha adoptado y que
prácticamente son inherentes a su éxito. Así, “la expropiación de poblaciones campesinas
o indígenas es otra forma de adquirir a precio muy bajo amplias extensiones de tierras,
cuyo control es indispensable para la puesta en marcha de –por ejemplo– megaproyectos
extractivos e industriales” (Sacher 2017, 93).
Es ahí donde el capital requiere reforzar su control absoluto de las dimensiones espacial
y temporal ya que esta sobreacumulación requiere buscar de forma inmediata y antes de
verse afectada por las crisis que genera, nuevos nichos de inversión, en nuevos espacios
geográficos, aplicando en ellos nuevos procesos de privatización que permitan la
inyección de los capitales sobreacumulados en nuevos contextos deprimidos y proveerles
de un “uso rentable” (Harvey 2004, 119). Así el ciclo se reproduce y perpetua, dejando a
su paso los estragos del despojo.
El problema de esta solución señala, es que suele ser pasajera, pues el fenómeno de
sobreacumulación de capital tenderá a repetirse en los “nuevos espacios dinámicos de
acumulación de capital” que a su vez deberán buscar nuevas soluciones espacio
temporales para absorber esos excedentes “mediante sus propias expansiones
geográficas” (Harvey, El Nuevo Imperialismo 2004, 100).
Harvey advertía en su análisis del año 2004, sobre las posibles consecuencias de estos
procesos repetitivos. En un primer escenario un tanto conservador, planteaba que los
flujos de capital se reorientan de forma sistemática para mantener una cierta estabilidad
del sistema capitalista global, aunque los espacios geográficos locales donde se genera
esa sobreacumulación sufren algunas consecuencias como “desindustrialización” o
“desvaloraciones parciales”, como tal ha sido el caso en las décadas de los 80 y 90 del
siglo XX (Harvey, El Nuevo Imperialismo 2004, 100).
Desde una mirada prospectiva, el autor sin embargo ya avanzaba la hipótesis de que China
sería el territorio predilecto para absorber los excesos de capital en la primera etapa del
siglo XXI. No se había equivocado, pues como lo vaticinó, China se convirtió en un actor
central en la absorción de capital iniciando enormes inversiones en las primeras décadas
de los 2000, como lo veremos en el caso particular de sus ingentes inversiones en mega
proyectos mineros en América del Sur.
Este nuevo momento para China es marcado por un nuevo lema Zou Chuqu, es decir
“volverse global” en el cual, el gigante asiático emprendió grandes inversiones a través
del mundo. Solo en América Latina, la inversión extranjera directa por parte de China
alcanzó el 11% de un total de 209 000 millones de dólares, entre 2005 y 2015 (Sacher
2017, 85).
Sin embargo, Harvey también preveía en este escenario que esta nueva configuración de
las hegemonías mundiales podía llevar a una “exacerbación de las competencias
internacionales, con múltiples centros dinámicos de acumulación de capital enfrentados
en la escena mundial, buscando cada uno de ellos su propia solución a los importantes
problemas de sobreacumulación” (Harvey, El Nuevo Imperialismo 2004, 102-103).
Dentro de esa previsión, mucho más pesimista, incluía “serias crisis de devaluación
localizada”, “pugnas entre Estados en forma de guerras comerciales y monetaria, con el
peligro siempre al acecho de confrontaciones militares” (Harvey, El Nuevo Imperialismo
2004, 103). Los hechos no lo dejaron mentir, y cada día a la luz de los acontecimientos
mundiales2, podemos notar la importancia de la conquista de territorios por parte de las
hegemonías que buscan reubicar constantemente sus capitales, a cualquier costo.
Tal como lo hemos expuesto anteriormente, y dicho de forma muy simple, ha quedado
patente que para que se inicie un proceso de acumulación por desposesión es porque
existe una sobreacumulación de capital, es decir un excedente de capital en algún lugar,
y que requiere ser invertido en otro, para no devaluarse.
Este programa económico que pretendía impulsar una ola de desarrollo se puso en marcha
alrededor del llamado Consenso de Washington cuya política, impulsada por el
economista estadounidense John Williamson, buscaba estabilizar a los países en crisis,
liberalizando su economía, incrementando la inversión de empresas transnacionales,
reduciendo a la vez el tamaño de sus aparatos estatales a través de agresivas olas de
privatización de bienes y medios públicos o comunitarios.
2Nos referimos entre otras cosas a la guerra comercial desatada entre Estados Unidos y China en el año
2018 bajo la presidencia de Donald Trump en la que impuso altos aranceles a las importaciones chinas
argumentando prácticas desleales de comercio por parte de China.
petróleo y los metales pasaron a grandes concesiones con capitales extranjeros, y los
recursos vitales como el agua dejaron de ser administrados por colectivos comunitarios.
Este escenario de la década de los 70, quizás propicio o como lo interpreta Harvey,
propiciado por las potencias hegemónicas detentoras del capital, confirma que la
privatización de los medios públicos y el despojo de vastos espacios geográficos “ha
abierto igualmente vastas áreas en las que puede introducirse el capital sobreacumulado”
(Harvey 2004, 119) y así la desposesión y desmantelamiento de los servicios del Estado
se presentaron como condiciones sine qua non para que opere la acumulación por
desposesión.
En esta nueva etapa, se generó entonces una aún más férrea dependencia de los llamados
commodities, es decir de los productos primarios que no presentan ningún valor agregado
como son las materias primas naturales como el petróleo o los recursos mineros, así como
los productos agrícolas, que son utilizados en gran medida para la exportación (Svampa
2019) (Rey y Castillo 2008).
El neoextractivismo y su voracidad
Como hemos visto, el rol de los Estados en la organización del espacio está mediada por
intereses de orden económico. Así los corredores estratégicos de comercio y flujos de
mercados legales, muchas veces transnacionales, se acompañan de despojos de territorios
en forma violenta. Harvey recuerda que el Estado “interventor” superó al estado
“facilitador” de la teoría liberal. Así, no solamente el Estado facilita la entrega de
territorios a grandes concesiones privadas, sino que pone a disposición su aparato de
violencia legítima del Estado y se convierte en un instrumento funcional a la consecución
de los objetivos trazados por las empresas.
La problemática de la minería en el área andina en la dos últimas décadas ilustra bastante
bien lo antes descrito. En efecto, según el Observatorio de Conflictos Mineros que
investiga y registra todos los casos alrededor de esta problemática en toda América
Latina, podemos ubicar que solo en la región Andina se han verificado 133 concesiones
mineras3 en lo que se generan conflictos sociales y ambientales activos, de los 268
proyectos que están en marcha actualmente (Mapas Conflictos Mineros 2007). En la
mayoría de estos conflictos se involucran comunidades que resisten frente a los proyectos
mineros a gran escala por las graves afectaciones a las que ha sido sometidos.
En todo caso, lo que pretendemos es describir los rasgos comunes a todos los países que
conforman los Andes sin entrar en el detalle de sus especificidades particulares. Lo que
nos interesa particularmente es demostrar el carácter sistémico de este fenómeno y como
éste se circunscribe claramente en el engranaje de la categoría teórica de acumulación
por desposesión que hemos presentado. Si bien hemos separado estos efectos desde
distintas características, veremos cómo estas consecuencias están íntimamente
entrelazadas y configuran una amenaza integral.
3 Según la misma fuente, el detalle de estos casos de proyectos mineros que están actualmente en
conflicto es: 49 en Chile de un total de 112 proyectos, 10 en Bolivia de un total de 13 proyectos, 46 en
Perú de 86 proyectos, la totalidad de los 9 proyectos que están hoy en marcha en Ecuador, y 19 de los 48
proyectos que están iniciados en Colombia (Mapas Conflictos Mineros 2007).
Consecuencias medio ambientales y territoriales
Una de las modalidades extensivamente adoptadas en las etapa neo y pos neoliberales,
cuando se invierte en explotación minera para suplir al problema de sobreacumulación de
capital aprovechando marcos legales, “la corrupción de las clases políticas o señores de
la guerra nacionales y locales”, es la adquisición de activos mineros a precios muy bajos
“en forma de millones de hectáreas de concesiones, títulos de propiedad, o instalaciones
industriales existentes” (Sacher 2017, 196), o los llamados acaparamientos de territorio
que se configuran como una forma de cercamientos de territorios.
Estas zonas, que son concesionadas por parte de los Estados a empresas privadas, forman
territorios delimitados cuyo uso privilegiado es entregado a las empresas explotadoras,
implicando tanto despojo de tierras como “también de recursos como las aguas de
superficie y subterráneas” (Sacher 2017, 195).
Esta figura de plano entra en una clara contradicción con las nociones unitarias y de
soberanía que frecuentemente están recogidas en los instrumentos constitucionales de
todos los Estados liberales.
Esta contradicción en el tratamiento del discurso territorial por parte de los Estados es
aún más cuestionable cuando están en juego recursos estratégicos de los países como el
agua que se reconoce como un bien de uso vital. El agua es en efecto uno de los elementos
más utilizados para la minería a gran escala y “l
procesos de concesión y puesta en marcha de proyectos mineros. Estas masacres son
además reforzadas por parte de los entes estatales que pregonan un discurso y una práctica
de criminalización de la protesta social, apelando a menudo a los instrumentos penales
para acallar y aplacar las iniciativas de resistencia y denuncia de los procesos de
concesiones mineras.
Como lo señala Svampa y que entra en íntima consonancia con las prácticas neoliberales
de mercantilización, no solo de la naturaleza sino también de los cuerpos de los seres
humanos, “la masculinización de los territorios y reforzamiento del patriarcado” son otras
de las consecuencias directas, pues la fuerte presencia de población masculina ligada al
trabajo de estos mega proyectos, va de la mano con el incremento de prostitución y trata
de personas (Svampa 2019, 77).
Los mecanismos adoptados por las empresas extractivas de minerales, con la consiguiente
complicidad del Estado y de sus fuerzas legítimas en aras de mantener y perpetuar la
acumulación del capital y el modelo neoliberal, han sido por decir lo menos violentos y
descarnados. Las consecuencias que hemos enumerado hasta ahora, y que no dan cuenta
de la extrema magnitud de lo que en realidad ocurre en los territorios, afecta de forma
profunda las formas de vida de comunidades enteras.
Sin afán de caer en generalizaciones, pues sería un grave error argumentativo, sin
embargo, en función del mapeo general de la región andina que ha permitido demostrar
el carácter sistemático de los atropellos vividos por muchas comunidades y la
conflictividad a la que lleva con la presencia de mega proyectos de explotación minera,
sí se ha podido determinar un patrón de conducta por parte de empresas concesionadas y
Estados, que responden a la lógica la acumulación por desposesión que hemos
desarrollado a lo largo de este trabajo.
Pero estos desarraigos territoriales toman dimensiones aún más intensas cuando “el
territorio o paisaje en el que han habitado no era percibido como un elemento estático, ni
explotable legítimamente, pues su daño también implicaba la ruptura del equilibrio que
garantiza la vida social en todos los niveles, también en el espiritual” (Vásquez, Leifse y
Delgado 2017), como es muchas veces el caso.
Consideraciones finales.
La acumulación por desposesión, como categoría analítica para entender de manera más
profunda la causa de estos nuevos ciclos de inversiones y decisiones geoestratégicas de
las potencias hegemónicas, nos dan herramientas importantes para diseñar escenarios
prospectivos y advertir, a la manera de Harvey, cuáles pueden ser los siguientes
movimientos del sistema capitalista global en el espacio geográfico.
Lo cierto es que la reproducción sin fin de estos ciclos de desposesión deja a su paso una
tragedia ambiental y humana cuyos estragos no se sobreponen a la velocidad que lo
requiere el capital. Algunos de los efectos se tornan irreversibles y llevan a la humanidad
hacía un camino sin retorno lleno de muerte y desolación.
Por tanto, cuando hablamos de una transición civilizatoria hacía una llamada “ecológica”
no podemos dejar de analizar los procesos de resistencia al neoextractivismo, que
proponen una alternativa al desarrollo voraz que implica la acumulación por desposesión
que en gran medida solo atrae más miseria, mas destrucción y mas desigualdad por medio
de la violencia.
Bibliografía
Benach, Núria, y Abel Albet. 2019. David Harvey. La lógica geográfica del
capitalismo. Barcelona: Icaria.
Harvey, Davis, entrevista de Abel Albet y Núria Benach. 2015. Espacio, Tiempo y
Capital. Una conversación con David Harvey (octubre).
Mapas Conflictos Mineros. 2007. Mapas Conflictos Mineros. marzo. Último acceso: 25
de Enero de 2022. https://mapa.conflictosmineros.net/.
Sacher, William. 2017. Ofensiva megaminera china en los Andes. Acumulación por
desposesión en el Ecuador de la Revolución Ciudadana. Quito : Abya Yala.
Vásquez, Luis Sánchez, Esben Leifse, y Ana Dolores Verdú Delgado. 2017. «Minería a
gran escala en Ecuador: Conflicto, resistencia y etnicidad.» AIBR. Revista de
Antropología Iberoamericana, vol. 12, núm. 2, mayo-agosto 169-192.