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Universidad Pedagógica Nacional

Departamento de Ciencias Sociales


Sistemas Espaciales de Colombia
Docente: Luis Felipe Castellanos
Presentado por

Diana Carolina Beltran Urrea. CC.1.015.458.757 de Bogotá/ Correo:dcbeltranu@upn.edu.co


Laura Vanessa Corredor Palacios. CC. 1.018.491.053/ Correo:lvcorredorp@upn.edu.co
Laura Sofía Hernández
Nazly Carolina Rivera Clavijo C.C 1.030.621.821 de Bogotá/Correo:ncriverac@upn.edu.co

LO EFÍMERO DE LA PROMESA EXTRACTIVISTA EN EL CARIBE COLOMBIANO: ENTRE LA


DICHA Y EL CAOS.

A la hora de hablar de extractivismo, es preciso remitirnos el marco contextual de la colonia, marco en el cual la
actividad extractiva toma pujanza a partir de la explotación de recursos naturales para su posterior exportación a
las metrópolis europeas; desde entonces el extractivismo ha estado íntimamente ligado a la historia de
Latinoamérica hasta nuestros días. Inicialmente, el término de extractivismo fue asociado con el calificativo de
“industria”, calificativo que fue y ha sido utilizado como excusa de las corporaciones y multinacionales bajo la
idea de que una “industria extractiva” impulsa el desarrollo, la calidad de vida, el aumento de empleabilidad y la
reducción de la pobreza, resultados que varían en la vida real pero que bajo esa idea han logrado instalarse en
América Latina.

Con el fin de mejorar la comprensión del tema, es clave definir ciertos aspectos y conceptos, por ejemplo es
importante resaltar que existen dos formas básicas en que se interactúa con el entorno, una primera forma en que
se realizan modificaciones sobre el ambiente sin implicar un movimiento o alteración del entorno ( recolectando
frutos, disfrutando el paisaje) y otra interacción donde ocurre extracción de recursos que implican mayores efectos
sobre el ambiente (deforestar selva para ganadería y minería a cielo abierto). Cuando ocurre una extracción, ésta
puede ocurrir de manera directa o indirecta; la primera cuando se toman recursos ambientales o poco modificados
y se usan directamente (como talar árboles para obtener madera) y de forma indirecta cuando existe una
transformación sustancial de la materia para luego obtener un producto distinto o más elaborado (convertir un
bosque selvático en un predio apto para el monocultivo). La primera precisión relevante al respecto tiene que ver
con lo que se entenderá como extractivismo en el siguiente escrito, teniendo en cuenta que es necesario distinguir
entre distintos modos de extracción de recursos naturales, ya que no todo tipo de actividad minera o explotación
de recursos naturales es considerada como extractivismo; ésto se puede llevar a consideración teniendo en cuenta
1. el volumen de recursos extraídos o la intensidad en la extracción, 2. el destino comercial del recurso y 3. la
participación estatal en el facilitamiento de estas actividades ya sea a partir de regulaciones legales o instituciones
de control.
Teniendo en cuenta estos factores es preciso saber que:

El Volumen . está siempre dado en una escala cuantitativa física ( Kg, Oz, Ton, etc) sin embargo cabe tener
presente que en la producción de determinado material no solo se debe tener en cuenta el producto bruto de mineral,
sino también es necesario tener en cuenta la cantidad de materia removida, de recursos hídricos utilizados y tierra
removida aunque estos últimos no sean directamente utilizados en el producto final, por lo tanto en las cifras de
producción se debe tener en cuenta la llamada “Mochila Ecológica” .

El Destino. evaluar el concepto del destino resulta igualmente importante para entender a lo que nos referiremos
aquí por extractivismo, ya que no es lo mismo el proceso y consumo comercial con fines locales o incluso con
fines de traslado y distribución nacional, que cuando nos referimos a la explotación de recursos naturales que, sin
ser procesados son enviados al exterior para suplir la demanda de otros países.Con base en lo anterior se presenta
la siguiente tabla donde se establece lo que consideremos como extracción y lo que consideraremos como
extractivismo.
Gudynas. E. (2015). En: Extractivismos. Ecología,
economía y política de un modo de entender el desarrollo y la naturaleza.

De acuerdo a lo anterior consideraremos aquí como extractivismo como un tipo de extracción de recursos
naturales, en gran volumen o alta intensidad y que están orientados esencialmente a la exportación como material
primas sin procesar o con un procesamiento mínimo. Dicha orientación exportadora es considerada extractivista
cuando se dedica al menos el 50% o más del recurso extraído y cabe resaltar que las etapas comprendidas en el
extractivismo incluyen las fases de exploración, descubrimiento y explotación, así como también las fases
posteriores de cierre y abandono de los sitios de apropiación; fases del proceso en las que la presencia Estatal o de
organizaciones del estado es prioritario, ya que de la aceptación y promoción del extractivismo por parte de los
gobiernos e instituciones depende la capacidad de desarrollar estos proyectos o negarlos.(Gudynas, 2015).

Este concepto de lo que consideramos como extractivismo está acompañado siempre de dos miradas, en primera
instancia una local, debido a que se enfoca a explotar los recursos naturales que hacen parte de los territorios en
que habitan las comunidades afectadas y se presentan ecosistemas alterados, con sus posibles repercusiones a la
vida social; por lo tanto el extractivismo se encuentra enraizado en territorios precisos; por otro lado, en un
segundo momento el extractivismo contiene una dimensión global que incluye intrínsecamente el destino
internacional de los recursos.

Por lo tanto el concepto de extractivismo que aquí se presenta no está relacionado directamente con la minería ni
la agricultura; del mismo modo, la denuncia de las actividades extractivas y sus consecuencias, no se encuentra en
contra de cualquier actividad agrícola o de minería a pequeña o mediana escala, sino una forma específica de llevar
a cabo estas actividades.

Como se ha mencionado el extractivismo constituye una forma especial de extracción de recursos naturales; con
el tiempo tanto el proceso extractivo como sus términos se han modificado de tal modo que se han acuñado
términos tales como la “Mega Minería” a cielo abierto, haciéndose necesario precisar lo que se entiende por
“Mega”; de tal modo que se alcanza la condición de Mega Minería cuando se remueven más de un millón de
toneladas de materia al año, incluyendo tanto el mineral como la “mochila ecológica” del mismo y donde se afectan
más de mil hectáreas de superficie. cabe resaltar que este estándar no es dado en índices económicos sino más bien
en términos ecológicos, dejando claro nuevamente que ciertos tipos de minería no son extractivismo. esto último
es importante y es determinado principalmente por el destino comercial del recurso, un ejemplo es el caso de cierta
minería que extrae arena, gravas y piedras, que aunque se extrae en grandes cantidades no tiene un destino
mayormente exterior sino que se dedica al consumo y transformación nacional. Sin embargo contrario a lo que se
podría pensar, hay tipos de extractivismo realizados de manera individual que en un primer momento no
representan extractivismos alguno según como lo presentamos en este escrito, sin embargo, cabe hacer la salvedad
de que la mayoría de las veces el producto de la actividad de cientos de pequeños mineros (que individualmente
no tienen un impacto significativo) es acopiado por grandes empresas nacionales quienes finalmente exportan en
masa el producto haciendo de esa actividad individual parte del extraccionismo.

Ahora con el fin de abordar las contribuciones a la temática del extractivismo desde la perspectiva geográfica se
pueden evidenciar desde tres tendencias principales: La geografía económica, la eco geografía y la economía
política. (Saurí Pujol, 2003). Sin embargo, hay otras perspectivas que trabajan también esta categoría como la
geografía ambiental o enfoques como la teoría de la dependencia y del sistema mundo.

A partir de lo anterior se analiza el extractivismo como uno de los fenómenos de la modernidad, ya que se concebía
al espacio de los “sujetos propietarios” y del “objeto poseído”. Esta concepción del espacio y de los sujetos
fundamenta la acción del extractivismo, según Machado Aráoz:

“El extractivismo es la práctica económico-política y cultural que “une” ambas zonas; el modo a
través del cual una se relaciona con la otra. Extractivismo es ese patrón de relacionamiento
instituido como pilar estructural del mundo moderno, como base fundamental de la geografía y la
“civilización” del capital, pues el capitalismo nace de y se expande con y a través del
extractivismo.”(Machado Aráoz, 2015).

Según esto, la modernidad y la relación sujeto – naturaleza que ha moldeado, está fundamentada en la dominación
por parte del ser humano de estos objetos que se encuentran en la naturaleza; actuando siempre dentro de la lógica
del capital e imponiendo en el espacio su geometría de poder basada en este modelo de acumulación.

No obstante, Marx en su primer tomo de El Capital, ya lo había expuesto enunciando que para esta acumulación
de capital es necesaria una geografía económica que permita la acumulación de los centros desarrollados hacia las
periferias subdesarrolladas (Machado Aráoz, 2015):

“El sistema colonial hizo madurar, como plantas de invernadero, el comercio y la navegación. “Las
sociedades Monopolia” constituían poderosas palancas de la concentración de capitales. La colonia
aseguraba a las manufacturas en ascenso un mercado donde colocar sus productos y una
acumulación potenciada por el monopolio del mercado. Los tesoros expoliados fuera de Europa
directamente por el saqueo, por la esclavización y las matanzas con rapiñas, refluían a la metrópoli
y se transformaban allí en capital”(Marx, 1976).

De igual manera el extractivismo abordado desde la perspectiva de la geografía económica, es producto del
colonialismo, ya que tuvo su origen en las ideas modernas de la explotación y dominación de la naturaleza por
parte del ser humano, y en base a esto se creó una civilización que fundamentó su desarrollo en la explotación para
la acumulación (Machado Aráoz, 2015).

Así mismo, desde la ecología política se han hecho numerosas investigaciones que han aportado a la temática del
extractivismo, este se toma en cuenta como algo que debe hacerse de manera sustentable y de las políticas que se
deben implementar para que la minería y el petróleo no causen un gran impacto ambiental. Además, la idea de
acumulación de capital y los sistemas productivos del capitalismo es rotundamente rechazada, ya que, según esta
corriente ideológica, las dinámicas capitalistas son las que más impacto producen en el medio ambiente.

igualmente esta corriente se caracteriza por estar ligada con la teoría crítica, es decir, reconoce que no se puede
separar la naturaleza de la producción del conocimiento ni de las relaciones sociales que allí confluyen. Está
fuertemente influenciada por el marxismo, y por lo tanto estudia el extractivismo en cuanto a las relaciones de
producción y consumo, y relaciones sociales de clase y propiedad; por lo tanto, se centra de la misma manera en
la producción capitalista de la naturaleza (Perrault, 2015).

La ecología política también tiene un compromiso ético y político con la justicia social, es decir, está generalmente
de parte de los explotados y ha llevado un seguimiento de las luchas sociales que se han realizado en contra de la
dinámica extractivista, la explotación y la marginalización de estos individuos.

Por ende el extractivismo está fundamentado en la teoría de la dependencia y la teoría del sistema mundo, con un
enfoque progresista vinculado a la explotación de recursos naturales, al colonialismo y al intercambio desigual
que generan una doble crisis en la actualidad, según Escobar:
“la crisis del modelo desarrollista neoliberal de las últimas tres décadas; y el fin de la hegemonía
del proyecto modernizador iniciado con la Conquista, es decir, la crisis del proyecto de traer la
modernidad al continente.”(Escobar, 2012).

Cabe destacar que esta doble crisis puede explicar las transformaciones socioeconómicas políticas y culturales
actuales en Latinoamérica, ya que evidencia que estos dos proyectos son complementarios, pero a la vez
contradictorios, lo que a su vez genera una encrucijada: Entre alternativas de desarrollo económico y social
fundado en elecciones predominantes a lo largo de la historia y definidos por las ideas dominantes de la
modernidad; o modelos diferentes a los occidentales que han sido impuestos que no tomen las ideas centralizadas
de desarrollo y progreso.

En efecto el extractivismo en la dimensión anteriormente mencionada, ha sido estudiada desde varias tendencias
al interior de la ciencia geográfica, y cuando se estudia respecto altema es fácil observar que compete más
específicamente a la Geografía económica y a la geografía ambiental, desde cuyas perspectivas se analizan los
alcances, impactos y consecuencias de extractivismo, tanto en términos económico-políticos, como en términos
socio- ambientales, analizando la relación existente entre los efectos ambientales generados por una actividad
económica extractiva y las repercusiones sociales a nivel nacional, regional y local que varían según la escala.
Estas dos ramas de la geografía respecto al extractivismo estudia la relación existente entre el ambiente y el
desarrollo así como entre conflictos ambientales y explotación de recursos naturales, para ello y hablando más
puntualmente desde la geografía ambiental, es necesario reconocer que el ambiente no se trata sólo de un lugar o
sitio específico donde se desarrolla la vida y las relaciones sociales, sino que por el contrario, el ambiente viene a
englobar a los seres vivos, comprende distintos elementos como el agua, el suelo, el aire, los animales y las
relaciones entre ellos; del mismo modo incluye elementos intangibles, por ejemplo la cultura; en ese sentido es la
competencia de esta geografía el análisis continuo de la interdependencia ambiente-desarrollo económico, los
efectos de la actividad económica sobre los biomas y los bioespacios, las políticas ambientales promovidas entre
los actores de poder involucrados, lo que da pie a la situación de violación y vulneración de los Derechos Humanos
que sufren las comunidades por efecto de la contaminación y devastación ambiental causado por el extractivismo
y que afecta directamente en la salud de las comunidades y la relación de las mismas con su medio ambiente y su
cotidianidad.

Por otro lado, la geografía económica permite analizar los distintos efectos producidos por el desarrollo de las
actividades económicas que giran alrededor de la explotación de recursos naturales no renovables, actividades que
a su vez responden a sistemas económicos cambiantes e imperantes; desde esta perspectiva es importante tener
presente que la diferencia entre conflicto ambiental y conflicto socioambiental es muy poca, ya que no existe
conflicto ambiental sin una dimensión social. Como se ha mencionado anteriormente el ambiente corresponde a
una compleja y variada red de relaciones bióticas, en las cuales las relaciones económicas transforman el ambiente
en función de negociaciones llevadas a cabo entre diversos actores sociales en distintos niveles de poder, donde
las comunidades afectadas son las muy comúnmente marginalizadas del proceso afectándolas las más de las veces.

La geografía económica también plantea dos posibles corrientes donde se analiza esa relación del ambiente y sus
efectos económicos; una primera que arguye que los recursos naturales son una barrera para el desarrollo regional,
pues genera dependencia económica; por otro lado una segunda postura que argumenta que los recursos naturales
pueden desarrollar el desarrollo regional. Ésta rama de la geografía a pesar de su enfoque interdisciplinar, ha
ignorado las relaciones económicas que transforman el ambiente en fusión de negociaciones económicas; no
obstante el medio ambiente se ha teniendo como un factor pasivo aunque condiciona la localización de varias
actividades económicas, los insumos para la producción de bienes y servicios; empero estás geografías tiene la
oportunidad de analizar profundamente el cúmulo de fenómenos del ambiente contemporáneo, de esa manera, es
preciso tener presente la necesidad de integrar la geografía económica a la hora de analizar las dinámicas en las
distintas escalas, cómo éstas afectan el ambiente de tal modo que se tenga presente las diversas formas en que lo
económico está incrustado en los espacios extra económicos o relacionados con el ambiente y como el carácter del
ambiente integrado en la actividad económica es importante para el funcionamiento óptimo funcionamiento de los
sistemas económicos y medios de vida que dependen de ellos. (Vargas, Y ; León, N. 2016)
Entonces, desde una lectura histórica es posible analizar que Colombia, ha tenido un desarrollo económico
dependiente de las dinámicas propias de los mercados internacionales, lo cual ha causado que su producción
responda inmediatamente y en gran medida a las necesidades de la demanda internacional más que a la demanda
interna, de este modo, Colombia contribuye ampliamente en la especialización de producción y exportación de
un producto o de un sector productivo, para que sea posible el mercado internacional, a la vez que aumenta la
competitividad de otros países, de tal manera que, visto desde una perspectiva de la economía mundo, Colombia
produce bienes primarios,o sea recursos naturales siendo parte de las economías periféricas, para la satisfacción
de los países de economías centro.

Lo anterior es demostrable a partir de un análisis histórico de esta actividad en el país, por ejemplo la explotación
de tabaco en el siglo XIX o el café en el siglo XX, productos que si bien denotan una relación de dependencia, no
se catalogan en el modelo extractivista actual, ya que este concepto surge con una nueva etapa del capitalismo, un
giro neoliberal que genera interiormente todo tipo de ordenamiento jurídico y políticas públicas con el fin de
adecuar el proceso a los intereses de las corporaciones transnacionales, que en adelante encontrarán un incentivo
para la explotación minera y petrolera transnacional. Este proceso profundizó la dependencia económica del país,
e impuso una subordinación respecto a lo que se debía producir y exportar, concentrándose Principalmente en el
sector primario.

Todo a lo anterior tendrá efectos cargados de diferentes elementos, como la pérdida de soberanía del país a través
de la importación de alimentos, la reprimarización de la economía,el libre flujo de capitales, la privatización de
empresas públicas y otros efectos que le permitieron al capital transnacional no sólo hacer presencia en el sector
minero energético, sino en diversas áreas de la economía. A la par, en 2002 gracias a la favorable tendencia
internacional se masifica la explotación minera y se logra consolidar una explotación hecha de manera integral y
el territorio tanto colombiano como latinoamericano empieza a verse como todo un complejo para la explotación,
más no para la conservación, produciendo procesos característicos de la actividad extractiva, como el despojo, el
ecocidio y la privatización de recursos, adecuando incluso la infraestructura del país para el mismo sistema de
saqueo.

Este último modelo fue consolidado bajo la figura de la seguridad democrática promulgada por el expresidente
Álvaro Uribe Vélez quién principalmente adecuo el país en función de Estas actividades adaptando Tanto las leyes
y el marco normativo del país, como actuando en lo concreto, reduciendo la influencia de grupos guerrilleros
armados, para hacer más seguro y promover la participación e inversión de empresas transnacionales, cuestión que
resultó contraproducente, teniendo en cuenta que estas acciones profundizaron el conflicto, generaron el auge
paramilitar y la violación masiva de los Derechos Humanos; parte del legado Uribe incluye la repartición de cerca
de 9000 títulos mineros, incluido en áreas protegidas, todo bajo la idea de la regalías como usufructo para el
beneficio del país.

El plan desarrollo de Juan Manuel Santos profundiza en ese modelo y definió lo que él mismo denominó como
las "locomotoras minero energéticas" que afianzaron la confianza inversionista, así como las estabilidad jurídica
de las empresas, cediendo a las mismas derechos de inversión que hoy en día tienen en jaque al país; posterior a
este afianzamiento y debido a al carácter especulativo de las materias primas, los precios de las mismas
descendieron abruptamente, generando un giro en la política económica del país, sin embargo negativo, ya que,
en vez de dar un tránsito hacia una economía no extractivista ni reprimarizada, se profundizó la explotación bajo
el argumento de que para llenar el hueco fiscal, causado por la caída de los precios, se debía realizar una
explotación más intensiva.( Guzman, 2017).

De tal manera, la concreción del proyecto extractivista (extracción y exportación hidrocarburífera y de minerales
a gran escala) en el territorio colombiano, representa como aquellos iniciales procesos de reorientación,
reconfiguración y escalonamiento productivo sustentados en un previo corpus epistemológico característico de las
consignas derivadas de las teorías económicas modernas del crecimiento son la vía de tránsito a unas complejas
dinámicas que redefinen y desdibujan principios de la relación trialéctica vitalicia para el desarrollo humano:
medio, sociedad y cultura. (Bayona, 2015; Cardoso 2016).
En ese orden de ideas, un análisis histórico de la proyección, inserción y simultánea participación de un débil y
marginado Caribe Colombiano en un modo de producción capitalista que comienza a considerar su revitalización
y fortalecimiento a partir de mecanismos de cooperación interestatal y superación de barreras espaciotemporales;
permite comprender en primer lugar que: Si bien hitos y a su vez coyunturas como masivos procesos de
industrialización a lo largo del globo, la crisis petrolera de 1973 y la necesidad de una constante expansión que
asegurara una acumulación universal, lograron dirigir la mirada a un norte colombiano carente de una cadena
logística productiva pero potencial en recursos y posteriormente consolidar una estructura económica que
dinamizará la recepción, acumulación y flujo de capitales en los departamentos de la Guajira, Cesar y Magdalena;
esto no implicó una coherencia con las necesidades de la multiplicidad de contextos locales.(Viloria de la
Hoz,1998; Bayona, 2015; Galvis, 2009).

Es verdad, que la flexibilización de los marcos jurídicos colombianos, negociaciones de los ministerios,
establecimiento de alianzas estratégicas que garantizaran renta-inversión y la concesión de diferentes nodos de
explotación a un vasto número de corporaciones multinacionales representaron un incremento en regalías,
abultamiento de cifras, mayor participación regional en el PIB, contribución realmente significativa en los ingresos
de la nación y satisfacción de necesidades básicas que en temporalidades previas no eran contempladas ni
respondidas. Sin embargo, al realizar un balance estadístico que engloba todos los rubros económicos sectoriales
del Caribe, es posible observar que los beneficios solo se materializaron en el marco de las relaciones productivo
extractivas y actividades como la agricultura, la industria y los servicios quedaron relegados en un segundo plano.
En síntesis, se ha desembocado en una consistente tendencia pereza fiscal, donde no se evidencian esfuerzos por
una diversificación de los mercados y prioridad por otros proyectos productivos que por supuesto diversifican las
oportunidades de desarrollo social democratizable. (Viloria de la Hoz, 1998; Bayona, 2015; Rudas, 2014).

Por supuesto, es menester mencionar que las tensiones presentadas anteriormente responden a específicas prácticas
de planificación, gestión y ejecución de entidades territoriales y marcos jurídicos institucionales que operan en
una propuesta de ordenamiento territorial descentralizadora dirigida particularmente en lograr una disminución
de cargas fiscales y burocráticas para el gobierno central. El principio de autonomía territorial, el cual implica la
determinación de campos de acción conforme unos intereses y necesidades específicas dadas por la conexión entre
cultura y prácticas derivadas de ellas, debe asumirse frente una malversación discursiva que respalda la
minimización de la intervención estatal, que posicionan a las estancias de gobernabilidad a la autosostenibilidad y
en consecuencia la autorización de incursiones corporativas como únicas alternativas de desarrollo en un sistema
de apoyo indiferente y desigual. Por consiguiente, la Región Caribe, en calidad de contenedora de materias primas
vitales para el nuevo salto hacia la infinita acumulación del modo de producción capitalista, se ha constituido a
partir de su potencial como un escenario en cual se sustituyó la gobernabilidad estatal por una gobernabilidad
corporativa transnacional ofertante de recursos pero a la vez condicionante de la complejidad territorial. (Cabello,
2013).

Así mismo, es propicio no olvidar que este escenario localizado en un contexto donde la apertura, la liberalización
de los mercados, la búsqueda de nuevas potencialidades de recursos, consecución las consignas corporativas de
rentabilidad y en consecuencia el desarrollo de una fuerte competitividad, han hecho de la constitución del
proyecto extractivo en el Caribe, un conjunto extenso de enclaves funcionales que han logrado irrumpir un
macrosistema territorial ¿A qué refiere esto? Como se mencionó anteriormente, el vasto Caribe marginado,
necesitado e ignorado por la acción estatal halla escenarios de oportunidad ante la oferta de expectantes agentes
que están en búsqueda de un emplazamiento adecuado para sus operaciones. De esa forma, si de un mapeo se
tratara, se multiplicaron de una manera vertiginosa una serie de territorialidades corporativas que hayan su
supervivencia en sus lógicas productivas y no en su ajeno alrededor disfuncional. Entonces, es en esa medida que
las premisas de un discurso desarrollista y de crecimiento que promueve la actividad extractiva como una actividad
pública y de interés social terminan mutando de manera contradictoria en focos de tensiones, conflictos y
discontinuidades. (Cardoso 2016; Rudas, 2014).

Estos disruptivos procesos que se desarrollan en el Caribe colombiano a raíz de la actividad extractiva en primer
lugar, representan una alteración al equilibrio ecosistémico, pues: la explotación de extensas áreas de litosfera que
desgasta la capa freática, el desperdicio de agua potable para el tratamiento de la producción que a su vez genera
escasez en la mayoría de los municipios de la alta, media Guajira, centro oriente del Cesar, la intervención del
bloque continental para el establecimiento de infraestructura para el transporte, embarque y distribución, el ascenso
de material carbónico que afecta la salud respiratoria y a la vez ha contribuido a una modificación genética de
cualquier especie viva, la desviación de cuencas hidrográficas que desequilibran sistemas de irrigamiento a valles
fértiles como la depresión momposina, ranchería, calenturitas etc.,y por consiguiente atenta contra la soberanía
alimentaria, la subsistencia de comunidades agrícolas e indígenas, acelera el avance de una desertificación del
Caribe y acaba con intercambios culturales y económicos. (Cardoso 2016, Rudas, 2014).

Como segundo componente de desequilibrio, la permanencia de altos índices de desigualdad social en los
municipios radica en el hecho de que la “pereza fiscal” (Viloria de la Hoz, 1998) ha dado más preponderancia a
reforzar una cadena logística acorde a las dinámicas del sector extractivo y no ha invertido constantemente en
proyectos de renovación al sistema de salud, mejoras en la educación y consolidación de clusters productivos;
dentro de este mismo ítem parece importante mencionar que a lo largo de la costa Caribe, esta ausencia de alianzas
entre sectores productivos primeramente ha desviado la formación y búsqueda de empleo en el sector extractivo
cuando este no ofrece muchas vacantes y por el contrario donde se concentra la mayor actividad laboral, la
agricultura, no hay una pertinente capacitación en estas áreas; además es tal el apego a llegada de las regalías que
ni siquiera se impulsa en gran medida la industria (Bayona, 2015).

Un tercer elemento, refiere a las dinámicas del capital humano que integran los proyectos de extractivos; la
promesa de empleo y desarrollo para todos a raíz de este nuevo modelo económico queda desdibujado ante un
decrecimiento de ofertas laborales en un sector ampliamente competitivo y a la vez sujeto a las bajas constantes
del mercado de los hidrocarburos, ha desembocado en la precarización laboral y en efecto el surgimiento de
plataformas sindicalistas que posteriormente en el marco de un conflicto de intereses han sido víctimas de
persecución, señalamiento, hostigamiento y asesinato sistemático, esta circunstancia en la que el estado parece
hacer caso omiso (Rudas, 2014).

Por último y quizá el más complejo de todos los pasivos ambientales de la Minería del Carbón y ferroníquel, son
las escisiones territoriales que ha producido la presencia de corporaciones transnacionales en Norte Colombiano;
el reasentamiento involuntario de la Nación Wayúu, desplazamientos perpetrados por grupos paramilitares
conjunto la financiación de las mismas empresas, manipulación a las comunidades para la cesión de predios (lazos
clientelares, amenazas y devaluación sistemática). (Rudas, 2018; Pulido, 2015).

Pese a que se evidencian las grandes deudas ambientales que deja el extractivismo y la desaceleración de un
mercado mundial de los minerales que en un futuro no muy lejano dejará como legado que los proyectos
extractivos no tuvieron viabilidad ni económica ni social; actualmente, otra cantidad de corporaciones que hacen
contrapartida competitiva al sector de los minerales, el sector petroquímico, es la continuidad a esta irrupción en
un sistema territorial. La explotación offshore (Costa afuera), la cual consiste en explotar recursos
hidrocarburíferos (como yacimientos de Gas Natural y petróleo en formación en las capas más profundas de la
corteza oceánica), ha tenido amplio apoyo y flexibilización de las autoridades competentes (Ministerio de Minas,
El Ejecutivo y Agencia Nacional de Minas). En los últimos años, han sido entregadas en concesión la plataforma
bloque tayrona, donde se tiene contemplado encontrar yacimientos de Gas Natural, el mar Caribe occidental donde
ya se encuentra bases de exploración en Atlántico y Magdalena.(Colombia Energía, 2014). Esta nueva fase de
extractivismo, que haya su vía a la legitimación en las mismas premisas de desarrollo, regalías, la ejecución de
minuciosos estudios técnicos y ambientales e incluso el establecimiento de programas de responsabilidad social;
no pueden dejar de lado ni invisibilizar las mismos efectos de la minería del carbón a gran escala: intervención de
fronteras que desestabilizan el suelo y por tanto la subsistencia, la instalación de una cadena logística que desplaza
comunidades y a sus prácticas y por sobre cualquier cosa se sigue ignorando cuál es la necesidad propiamente
dicha por la voz del Caribe.

Por consiguiente, quienes habitan territorios llenos de “riquezas naturales” especialmente atractivas para empresas
multinacionales dedicadas a la extracción de minerales, se han visto afectados por la apuesta del gobierno nacional
de optar por la minería como impulsor de desarrollo económico y han sufrido una clara y preocupante ruptura
cultural, social, ambiental y espacial. Tal es el caso de los habitantes de los departamentos de la Guajira y el César,
que por sus características físicas tienen una concentración de carbón térmico que es la segunda fuente de
producción energética más usada en el mundo, lo cual ha ocasionado que padezcan las consecuencias de la
explotación de carbón a cielo abierto aprobada hace más de 30 años en Colombia tras la apertura económica.

En el caso del Cesar, el principal departamento carbonífero del país, enfocaremos nuestra mirada en la compañía
privada de explotación y procesamiento de carbón Drummond Company, donde operan dos minas, la mina
Pribbenow más conocida como, la mina la loma que inicia explotación en 1986 con la primera concesión que
Drummond tuvo en Colombia, y la mina el descanso que inicia labores en 1997. La compañía cuenta con tres
proyectos más, Rincón Hondo, Similoa y Cerrolargo, los cuales se encuentran en proceso de lícitamente ambiental
actualmente.

Sin lugar a dudas la reconfiguración espacial de las áreas cercanas a las minas generó una nueva estructura
productiva basada netamente en la extracción del carbón. Y esto a su vez trajo una transformación del paisaje en
general, afectando de manera significativa los suelos y la vegetación por su modalidad de extracción la cual es a
cielo abierto, para poder trabajar este tipo de modalidad se requiere de la eliminación de cualquier área que
contenga bosque o alguna plantación, pues la superficie debe estar totalmente limpia.

Bernardo Pérez (2011) lleva a cabo una investigación sobre la captura de rentas en los llanos orientales, este
investigador pone en cuestión que se haya tratado el extractivismo como una categoría de aprovechamiento de los
recursos naturales como una estrategia del crecimiento económico, donde la inversión en estos proyectos es
mayoritariamente extranjera y no colombiano; se evidencia entonces que el discurso que predominante al hablar
del carbón térmico es el motor de crecimiento económico nacional que se estima, además de una apuesta hacia la
mitigación de la pobreza por medio de proyectos sociales. Pero en lugar de beneficios ha traído conflictos y la
“generación de grandes cantidades de residuos, la desaparición y contaminación de las aguas y del aire, la pérdida
del suelo y de la biodiversidad” (El Espectador.com, 2013, Párr. 5)

El municipio de Jagua de Ibirico por ejemplo, sufrió un cambio demográfico en el periodo que coincide con la
llegada de Drummond al departamento, entre 1980 y 1990, donde su población pasó de 8.000 habitante a cerca de
20.000 habitantes, y continúo teniendo una dinámica al alza, lo que ocasionó fuertes tensiones, pues el
abastecimiento de servicios básicos como el agua o la luz eran escasos, además las actividades agrícolas
disminuyeron de manera significativa por la nueva forma de producción, así pues los principales afectados fueron
los sectores de la agricultura, ganadería y pesca, además de estos tres pueblos: el Hatillo, Plan Bonito y Boquerón.
El territorio que contaba con yacimientos carboníferos se ha ido expandiendo, incluso con desvíos de cuerpos de
agua como en el caso de río San Antonio y el río Calenturitas, donde la comunidad estuvo en total desacuerdo sin
embargo, no fueron escuchados pues las implicaciones económicas que esto conllevaba son mucho más poderosas.

Además de la ola de pobreza desatada por estas dinámicas, se evidencia un desplazamiento “forzado” de las
comunidades aledañas a las minas, pues en el 2010 por medio de la resolución 970 emitida por el ministerio de
ambiente, se hizo responsable a las compañía Glencore, Drummond LTD y Colombian Natural Resources, de la
“reubicación” de seiscientas familias que convergen alrededor de estas, y serian asentadas y desplazadas a los
municipios del Paso y la Jagua pues los altos niveles de contaminación identificados estaban afectando su libre
derecho a un entorno sano; sin embargo, esta no fue la única razón que por la que se da este traslado, sino que
además las compañías buscaban expandir el territorio a explotar y esto no fue consultado con la comunidad.

A pesar de que la comunidad de Plan Bonito debió haber sido reasentada en septiembre de 2011, esto ocurrió solo
hasta el 2014, por otro lado, El Hatillo y Boquerón debieron ser reasentados en septiembre de 2012, incluso a la
fecha no se cuenta con un plan claro para esta trasposición, apenas en el 2015 la la Fundación Socya inicio una
caracterización del Hatillo, y según entrevista a Juan Esteban Gutiérrez Henao otorgada al periódico primera línea,
ya está en proceso de ejecución, y en el caso del Boquerón hasta ahora se retoma la caracterización.

En el caso de la Guajira, debemos detenernos en el complejo minero el Cerrejón, al cual se le otorga la concesión
de extracción en 1976 pero fue solo hasta 1984 que comienza la etapa de explotaciòn de carbòn, es necesario
aclarar que en 1976 el estado Colombiano tiene una participación del 50% en el proyecto, pero hacia el año 2000
el Estado vende este porcentaje y actualmente esta compañía pertenece a tres multinacionales, Glencore,
Bhpbilliton y Anglo American, provenientes de Suiza, Australia y Reino Unido respectivamente. Lo anterior es
menester mencionarlo en la medida en que la participación local es nula, y esto tiene relación con que la guajira
sea el segundo departamento más pobre en colombia a pesar de su gran ingreso en regalías anual.

Además esta mina ha desalojado a más de 35 comunidades entre, Wayuu, AfroWayuu y Afro pues en el marco de
proyectos de ampliación, el cerrejón desalojo a la comunidad Roche, una comunidad afrodescendiente que se
ubicaba en el municipio de Barrancas, la última familia perteneciente a este grupo fue desalojada el 25 de febrero
de 2016, fue un evento evidentemente violento, incluso contó con la presencia del ESMAD, como lo deja claro el
documento redactado por miembros que estuvieron presentes el dia desalojo, y vulnero los derechos humanos no
solo de la familia Ustate Fuentes si no de quienes les acompañaban. Pero los antecedentes de estos desalojos no
son recientes la primera comunidad desalojada fue la Manantial en 1985, y luego en 2001 de la comunidad afro
de Tabaco del municipio de Hatonuevo fueron obligados a abandonar su territorio aprox. Setecientos de sus
habitantes. Y es que es común que luego de los desalojos ya estén listas las retroexcavadoras para tumbar las casas
y dejar los terrenos habilitados para el uso de Carbones del cerrejón.

Finalmente como nos indica Fierro Morales en su estudio sobre las políticas mineras en Colombia menciona que
el “87% de los desplazamientos fueron causados en municipios aledaños a explotaciones mineras y 80% de las
violaciones a los Derechos Humanos en Colombia también se presentaron en zonas de municipios donde habría
explotación minera industrial de multinacionales” (Fierro Morales, 2012, p. 71).

Podemos concluir entonces que las operaciones para expandir las industrias carboníferas han movilizado a muchas
comunidades, contaminando sus aguas y agotando fuentes hídricas, además del desalojo de sus habitantes, lo cual
es un asunto eminentemente actual, proyectos como el desvío del río Ranchería, el desvío de la cuenca baja del
arroyo Bruno, el desalojo del Pueblo Indígena Wayuu del Rocío y otros están vigentes.

Éste sintético marco análitico como estrategia previa a la consecución de un ejercicio de observación a lo largo
del Caribe Colombiano, invita a cuestionarse lo siguiente ¿Cómo las reconfiguraciones espaciales que se
desarrollan a partir de la actividad extractivista sustituyen la identidad compleja territorial en los
departamentos de la Guajira y el Cesar?
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