Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Interior de una casa muy modesta, una mesita con un teléfono, dos mecedoras, el ambiente es
normal, casi rutinaria. Dos adultos mayores en una aparente calma, interrumpida solamente por
los avatares del tedio y la poca comunicación.
Peny: (contando trabajosamente con la punta de las agujas los puntos del tejido, sin mirar a
nadie). –diecisiete, dieciocho, diecinueve…
Antino: (por su lado sin oír a peny y ensimismado en su lectura. Su voz se sobrepone a la de ella). –
ocho, ocho a tres más cuatro a uno…
Antino: (monótono, imperturbable). Cinco a cuatro. Y son cuarenta y nueve puntos. Cuarenta y
nueve y cinco de…
Antino: (sarcástico). – yo estaba contando los puntos de la tabla de posiciones del futbol. ¿y tú?
Peny: (reconcentrada, más bien para sí). – imbécil (vuelve al silencio, contando)- treinta y dos.
Antino: (mas fuerte) – ocho, con dos empates son diez y un punto con los quince.
Antino: ¡once!
Peny: - podrida.
Antino: (lentamente, como analizando un problema serio, se vuelve a mirarla con atención). –
podrida… es posible. Quizás estés un poquito verdosa y blandita. Lo que no veo es por qué voy a
tener la culpa yo. La gente como tú se pudre sola.
Peny: (vuelve al tejido). –sigue así nada más. Un día te vas a arrepentir.
Antino: - ¿pero es que ni siquiera voy a poder leer el periódico tranquilo? ¿Te parece cómodo
estar sentado aquí? Si hablo, te hago perder los puntos del tejido. Si no hablo, soy un mueble o
una pared. ¿Y todo para qué? ¡Para que la señora teja esas inútiles bufandas para la beneficencia!
Peny: - pero si yo soy una cacatúa. Por lo menos hago algo para los otros y no pierdo mi tiempo
como lo pierdes tu conjunto de viejos verdes haciéndose los hombres de mundo en los
mostradores de las whiskerías para ver si enganchan a alguna de esas jovencitas desvergonzadas
que van a fumar y a hacerse las locas a la salida de las oficinas.
Antino: - los hombres van a la whiskería solo para hacer tiempo y retrasar el momento de llegar a
la casa y encontrarse con la vieja gorda en el hogar.
Peny: - callate viejo lechuzon. (Se vuelve y lo increpa) ¿O te crees que no se?
Peny: - todo. ¡Todo lo que haces y todo lo que dices en esa whiskería con una flaca despechugada
que usa pantalón con bragueta y no se pone corpiño!
Antino: -¡cerebros sucios! El tuyo y el de alguna de esas damas virtuosas. ¡Rancias, alcahuetas,
desocupadas!
Antino: (enfrentándola) - ¡bruja pegajosa! (queda un momento así, mirándolo, luego ella con un
bufido de resignación se pone a tejer) ¡Mejor teje!
Peny: Y tu mejor lee (quedan un rato en silencio ella tejiendo y el leyendo, ella comienza como
hablando para sí) – a tus años… como si tuvieras algún encanto para ofrecer a esas loquitas. ¿No
les da vergüenza hacer el ridículo? ¡Viejos verdes! Supongo que usan pantalones con braguetas
para no perder el tiempo. ¡Desvergonzadas! Yo, como mujer, te puedo asegurar que solo de
pensar en esa clase de pérdidas se me sube el asco a la garganta, porque me dan asco, ¿sabes?
Antino: (monótono) – A mí no. (Siguen en silencio como antes. El, lentamente separa el diario, lo
doble, extrae un paquete de cigarrillos, toma uno y lo cuelga de sus labios, maniobra buscando con
que encenderlo en sus bolsillos.)
Peny: (muy seca, sin mirarlo). – No fumes aquí, sabes que no puedo soportar tu maloliente
cigarrillo. Y además me llenas todo de ceniza. ¡Todo menos los ceniceros, por supuesto! Porque yo
soy la mujer y entonces tengo que hacerte de sirvienta y andar recogiendo todas las porquerías
desparramadas por ahí. (Definitiva) ¡A aquí no se fuma! ¡Si el señor quiere fumar se va a la cocina!
Antino: (va a revelarse. Después con un suspiro, se levanta, la mira con odio) - ¡mejor! Me voy a
fumar a la cocina y de paso no te veo (enciende el cigarrillo y arroja a propósito varias bocanadas
de humo en dirección a peny.) ¡Y ojala revientes! (mutis)
Peny: (resignada, suspirando con gran dignidad de dama herida, vuelve a su tejido. Cuenta puntos
con prolijidad) Catorce, quince, dieciséis…
Antino: (asoma la cara desde el lateral, maligno). – ¡treinta y cuatro, catorce, veinticinco,
cuatrocientos cuarenta y nueve, treinta, once…! (peny furiosa le arroja el tejido, las agujetas, el
ovillo de lana y todo lo que tiene a mano. Antino Mutis. Ella se levanta y recoge sus cosas. Vuelve a
sentarse. Se yergue como oyendo algo).
Peny: ¡Antino! ¿Qué estás buscando? (escucha) ¡ja! La botella de brandy no la vas a encontrar.
¡Puedes buscarla nada más! ¡La puse en el estante más alto y no te vas a animar a subir…! (sonríe
para sí)
Peny: Lo escondí. ¡ ¡ ¡Si quieres el brandy vas a tener que volverte alpinista ¡ ¡ ¡
Peny: - si quiere emborracharse valla a la whiskería con esas… (Suspira, vuelve a tejer. Una pausa,
de la cocina viene un ruido tremendo de caída que arrasa a su paso cacerolas, ollas, vasos, etc.)
¿Que te paso? (hay una sonrisa vengativa en ella.)
Antino: (entra doblado en dos, con huellas de gran dolor en el gesto. Se toma desesperadamente
la cintura con la mano.) Peny… ¡el hachazo!
Antino: ¡no! No me caí. ¡Es el hachazo de la bruja! ¿No sabes que me agarra de golpe en la
cintura? (Camina doblado.) ¡Me estire demasiado! ¡Seguramente es el ciático! (grito de dolor)
¡por algo lo llaman el hachazo de la bruja! (avanza y se apoya en el respaldo del sillón.) ¡Peny
tienes que hacerme un masaje! Ahí en el bolso está el frasquito…por favor, un frasquito que dice
“Pomada ALFA”. Es lo único que me alivia (Peny toma el bolso lo abre y regresa con el frasquito.)
Peny: (leyendo la etiqueta) POMADA ALFA tiene acción antiflogística, útil en la inflamación y dolor
de músculos, tendones, huesos, articulaciones y glándula mamaria. POMADA ALFA está indicada
en bovinos, equinos, ovinos, caprinos, porcinos, Perros y Gatos. Con una cantidad generosa de
POMADA ALFA® haga un masaje sobre las partes afectadas. ¿Y tu andas por ahí con este frasquito?
¿Para emergencias? ¿Para qué te hice la faja de franela amarilla de casi cuatro metros y medio?
Claro… ¡El señor no quiere usarla porque se la van a ver!
Peny: - ¡Claro! ¡Ahora si le sirvo! ¡Se le parte en dos! (lo imita) Querida. ¡Ponme el remedio para
las vacas! ¿Ahora si no dices nada? Si no fuera por mí no serias capaz de caminar media cuadra. A
ver levantate la camisa.
Antino: - No puedo. (Ella masajea) Dale así, ¡pero suave! Es una pomada muy fuerte. Si la frotas
así, quema y me va a poner todo colorado.
Peny:- Despacio, claro. ¡El señor es tan frágil, viejo y carcomido como un tronco reseco! (masajea
con furia)
Peny: - Ahora debería hacerte sufrir como mereces. ¡Vean un poco al galán! ¡Viejo ridículo!
Peny: - ¿Antes, cuando? ¡Hace tantos años! ¡Tendrías que mirarte al espejo para ver lo que queda
de ti!
Antino: - Debe ser por la vida que me diste. ¡Piensa en que son los años pasados junto a un
Sargento como tú!
Peny: (masajea fuertemente, Antino salta). - ¡Sargento! Sargento ¿ah? Como si mi vida a tu lado
hubiera sido un lecho de rosas. ¿Crees que planchar tus camisas y botar tus orines después de la
siesta ha sido un romántico paraíso para mí? ¿Crees que tus gripas y tus Forúnculos madurados a
fomento me han llenado de felicidad?
Peny:- Esas cosas no se las cuentas a tus amiguitas descorpiñadas. ¿No? ¡Jum… hachazo de la
bruja!
Antino: - ¡Buñuelos con chocolate, frijoles con pesuña, choricitos con arepa! ¡tendrías que mirarte
al espejo! ¡Ay, pasito!
Peny:- Si no te gusta llamo a una enfermera. Todavía que te atiendo y te hago los masajes… ¡No se
cómo harías sin mí!
Antino: - ¿Y qué? ¿A caso no te atiendo yo? ¿Hoy mismo no te quite los pelos del lunar? (se suelta
de ella, hace unas flexiones cautelosas) Ya está mejor… Ve a la cocina a arreglar las cosas que se
cayeron.
Peny:- ¡Claro la aseadora! No eres capaz de levantar una cucharita (marca el mutis) No se cómo te
soporto.
Antino: (con ademanes urgentes) – a ver… zapatero a tus zapatos. ¡Las mujeres a la cocina!
Peny: - ¡Eso! Todavía machismo. A tu edad es el único machismo que te queda. (Mutis)
Antino: (espera. Tiene un oído cauteloso esperando oír los ruidos de la cocina. Luego avanza
sigiloso hacia el teléfono. Saca del bolsillo del chaleco un papelito. Pone una mano sobre el
teléfono. La voz de Peny llega desde la cocina.)
Peny: - ¡Antino! (Antino queda con la mano congelada sobre el teléfono) ¡Deja ese teléfono!
Peny: (off desde la cocina). – ¿Crees que no sé qué tienes el papelito con el teléfono de la….
Mujercita esa? ¡Debería darte vergüenza con el olor a ganado que te deja esa pomada!
Antino: (Se sienta, derrotado) (en voz baja pero con energía) - ¡Que vieja de Mierda!
Peny: (entrando en ese momento). - ¡Te oí, artrítico, reumático! Más viejo será tú. (Tiene un hipo)
Peny: - Al fin y al cavo lo compre yo. Como compre todo lo que hay aquí
Peny: ¡Claro! Después de todos estos años. ¡Claro…! ¿Quién me lo impide? El señor quiere que lo
dejen tranquilo. ¡Libre! ¡Para andar corriendo por ahí! ¡Haciendo citas en mi teléfono! (Amago de
llanto)
Peny: - ¡Mío! ¡Lo pago yo! ¿O no? (Se suena la nariz con un pañuelo)
Antino: (vuelve a tomar el periódico). – Bueno por lo menos puedo leer de nuevo el diario. (Se
sienta)
Peny: (retoma el tejido, se sienta, ambos se dedican a su menester. Hay un silencio denso. De
pronto suena el teléfono). - ¿Quién será?
Antino: - ¡Contesta! ¡Como si el teléfono no fuera para hablar con tus amiguitas, damas virtuosas!
Peny: (contestando) - ¡Hola! (tapa el micrófono) Es Matilde, ¡Sí! Bueno, Bueno, gracias Matilde.
Hasta luego… (Cuelga) Mi marido llego del campo, Llamo desde el Retorno, en media hora debo
estar en la casa.
Antino: (Mira el Reloj, silba) - ¡Las ocho! Yo también debo irme. Dije en la casa que mi bus llegaba
a las siete. Apurate (ella corre al mutis, mientras él se pone el saco y toma su bolso, ella vuelve con
su cartera y un gran bolso) ¿Si quieres tomamos un taxi?
Peny: - ¿Juntos? No, no, mejor no. (Pausa) Bueno se acabó el fin de semana. Ahora a volver a la
casa, con el aburrido de mi marido, con sus maña de viejo verde, sus carrasperas, sus forúnculos,
sus masajes en la cintura… ¡Ah, el aburrimiento matrimonial!
Peny: - ¿y tu mujer? ¡Gorda como una vaca! ¡Esa sí que es una cacatúa!
Antino: (Suspira) - ¡El matrimonio es la tumba del amor! (Va a salir) Peny no olvides el tejido.
Peny: - verdad. Después Ulises anda sospechando por ahí. (Imita) Penélope… ¿Qué hiciste este fin
de semana? ¡Si no le muestro el tejido quien sabe que pensara!
Peny: El viernes que viene Ulises se va a pescar con los amigos. Yo me quedo. A mi casa no llames.
Nos encontramos aquí a las nueve, más o menos.
Antino: Bueno, en casa no tengo problema. Los fines de semana también me voy para la finca. Por
suerte este es un departamento muy agropecuario y los maridos nos vamos muy a menudo para el
campo. (Se miran, cómplices)
Antino: - Sabes que sí. (Se besan, las luces van bajando lentamente) Hasta el viernes, Amor.
TELÓN