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Tres hermanas Anton Chejov 39

Escena III
Entra NATASCHA.

NATASCHA.-Se anda diciendo por ahí que hay que organizar, sin pérdida de tiempo, una
sociedad de ayuda a los damnificados... En realidad, la idea es magnífica. Por lo pronto, hay
que atender a los pobres lo más rápidamente posible. Es obligación de los ricos... Bobik y
Sofeschka duermen como dos santitos, sin enterarse de nada... La casa está llena de gente...
Por cualquier parte que vayas, la encuentras atestada... ¡La cosa es que hay «influenza» en la
ciudad y me da miedo que vayan a cogerla los niños!
OLGA.-(Sin escucharla.) Desde este cuarto no se ve el fuego... Aquí todo es tranquilidad...
NATASCHA.-Sí... ¡Seguro que estoy algo despeinada!... (Mirándose al espejo.) ¡Dicen que
he engordado, pero no es verdad!... ¡Ni una pizca!... ¡Mascha se ha dormido!... ¡Estaba tan
cansada, la pobre!... (A ANFISA, fríamente.) ¿Cómo te atreves a estar sentada delante de mí?
¡Levántate! ¡Vete de aquí! (ANFISA sale. Pausa.) ¡Por qué tienes a esta vieja, es cosa que no
comprendo!
OLGA.-(Sobrecogido.) Perdona... Tampoco yo comprendo...
NATASCHA.-¡No hay razón ninguna para que siga aquí!... ¡Es una aldeana, y donde debe
vivir es en la aldea!... ¡Pues no se la mima poco!... ¡A mí, en la casa, me gusta el orden!... ¡No
debe sobrar gente en ella! (Acariciándole la mejilla.) ¡Pobrecita!... ¡Estás cansada!... ¡Nuestra
directora se ha cansado!... ¡Cuando mi Sofeschka crezca y empiece a ir al colegio, te tendré
miedo!
OLGA.-No pienso ser directora.
NATASCHA.-Eso ya es cosa decidida. Te elegirán, Olechka.

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OLGA.-Renunciaré... No puedo... Es superior a mis fuerzas. (Bebe un poco de agua.) ¡Con


qué brutalidad acabas de tratar al ama!... ¡Perdona, pero no lo puedo soportar!... ¡Se me
nublan los ojos!
NATASCHA.-(Nerviosa.) ¡Perdona, Olia!... ¡Perdona!... ¡No quería disgustarte!... (MASCHA
se levanta, coge su almohada con aire de enfado y sale.)
OLGA.-¡Compréndeme, querida!... ¡Quizá hemos sido educados de un modo especial, pero
no puedo soportarlo!... ¡Semejante conducta me agobia..., me pone enferma!... ¡Me deprime,
sencillamente, el ánimo!
NATASCHA.-¡Perdona! ¡Perdona! (La besa.)
OLGA.-¡La más pequeña brutalidad..., el que se pronuncie una palabra poco delicada, hiere
mi sensibilidad!
NATASCHA.-¡Tienes razón!... ¡Digo a veces cosas que no debiera decir..., pero convén
conmigo en que podría vivir en la aldea!
OLGA.-¡Son ya treinta los años que lleva en casa!
NATASCHA.-Pero ¡ahora no puede trabajar!... ¡o yo no te entiendo, o eres tú la que no
quieres entenderme a mí!... ¡Ya no está en disposición de trabajar!... ¡No sirve más que para
dormir o estarse sentada!
OLGA.-¡Pues que se esté sentada!
NATASCHA.-(Con expresión de asombro.) ¿Cómo que se esté sentada?... ¿No es una criada,
al fin y al cabo?... (Entre lágrimas.) ¡No te entiendo, Olia!... Tengo niñera, nodriza, doncella y
cocinera...; ¿para qué necesitamos, entonces, de esta vieja? ¿Para qué?... (De detrás del
escenario llega el repique del toque a fuego.)
OLGA.-¡Esta noche me ha envejecido diez años!
NATASCHA.-¡Tenemos que llegar a un acuerdo, Olia!... ¡Tú estás en el colegio y yo aquí!...
¡Tú te ocupas de la enseñanza y yo del gobierno de la casa, y cuando yo digo algo referente al
servicio, sé «lo que me digo»!... ¡Que mañana mismo no esté ya aquí esa vieja ladrona! ¡Esa
vieja chocha! (Pataleando.) ¡Esa vieja bruja!... ¡Y que no se atreva nadie a excitarme! ¡Que no
se atreva!... (Reprimiéndose repentinamente.) Lo cierto es que, si no te mudas al piso de
abajo, vamos a estar siempre riñendo.

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