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Resumen “Augusto César Sandino y la invención de la nación nicaragüense.

Una lectura decolonial”

Autor: Magister Diego Quiroz Molina

Nacionalidad: chilena.

Desde 1492, la historia de América Latina ha estado marcada por la dominación de las grandes
potencias coloniales. El imperio español, y luego por los Imperios británico y francés, impusieron en
los territorios del continente americano, un marco regulatorio de las relaciones sociales, por medio
de una verdadera maquinaria para producir diferenciaciones y categorizaciones, con la que
sustentarían una supuesta superioridad intelectual, cultural, espiritual y racial. De esta manera
legitimaban su dominación, disfrazándola con un discurso de que tenían unan una misión de civilizar
a la barbarie, el salvajismo y el atraso, de las comunidades y grupos originarios. En palabras de Aníbal
Quijano, América se constituyó como el primer espacio/tiempo de un nuevo patrón de poder en el
que convergieron dos procesos históricos; por una parte, la codificación de diferencias entre
conquistadores (colonizador) y conquistados (colonizados) sustentadas desde el concepto zoológico
de las razas, una supuesta diferencia biológica que ubicaba a unos grupos en una situación de
superioridad por sobre Otros; y la articulación de las formas de control en todos los espacios, como
el del trabajo, de los recursos naturales, y de los productos de subsistencia de la población de dichas
comunidades, todo imbricado al capital y al mercado mundial (Quijano 2014).

Nicaragua no estuvo exenta a la dominación colonial ni al fenómeno del colonialismo interno.


Posterior a la independencia de España, y la consiguiente separación del Reino de Guatemala en
cinco países en 1821, el poder cambió de manos, pero no se modificó la estructura de dominación
social. Según Guillermo Fernández, entre 1871 y 1930, las élites locales formularon diferentes
concepciones de cómo debía “imaginarse” la nación. Según el autor entre 1857 y 1893 -los 30 años
conservadores-, la nación debía ser sometida a un proceso de blanqueamiento a través del incentivo
a la migración europea, porque los indígenas con sus lógicas económicas y tradiciones socio-
culturales, entorpecían el progreso del país; la segunda concepción se enmarca en el proceso de
reformas liberales de José Santos Zelaya entre 1893 y 1909, régimen que institucionalizó y estableció
el “mito del mestizaje”, como piedra angular del nacionalismo nicaragüense desde el siglo XIX (Gould
2016, 4). A partir de este “mito”, se desarrolló un proceso de homogenización cultural, que trajo
consigo la desintegración de las comunidades indígenas y campesinas, su exclusión en la
construcción del Estado nacional, y el silenciamiento de su identidad en el imaginario nacional. El
discurso del mestizaje trastocó todos los aspectos del diario vivir de las comunidades indígenas y
campesinas, lo que dificultó su integración en calidad de ciudadano de la nación al Estado
Nicaragüense. Esto se debió en parte a que ni la oligarquía conservadora ni la burguesía liberal
fueron capaces de construir e “imaginar” la nación (Wheelock 2016, 59-65), ya que privilegiaron la
labor coercitiva 3 del Estado por sobre la legitimación. Pero no sólo fue por la ineficiencia del Estado,
sino porque las mismas comunidades resistieron los embates del Estad contra la pérdida de sus
tierras, la mantención de sus tradiciones, y su propia negación al proceso de homogenización. Un
ejemplo de esto fue la revuelta armada de los Matagalpa en 1881, conflicto que está enmarcado en
la historiografía nicaragüense como el cuestionamiento social más importante al proyecto nacional.
Ante los intentos fallidos de las élites y la oligarquía de levantar un proyecto unitario de nación, en
1926 durante la Guerra Constitucionalista, emerge desde el seno de los sujetos desplazados y
oprimidos por la estructura social de la colonialidad, la figura de Augusto César Sandino, quien según
el historiador Carlos Midence en el prólogo del libro de José Román, “Maldito País”, sería quien
inventaría la nación nicaragüense. Sandino “inventa” la nación en el instante en que el imperialismo
de Estados Unidos con su discurso ideológico del Destino Manifiesto y su doctrina Monroe,
comenzaba a imponer su dominio en Centroamérica y particularmente en Nicaragua.

A partir de un análisis exhaustivo de fuentes primarias y secundarias, con un enfoque antropológico


se analizan las contradicciones y matices de cómo Sandino veía y valorizaba a la Raza más allá de
una estrategia retórica para cohesionar e integrar a la diversidad étnica-racial de la sociedad
nicaragüense. Se mostrará el rol que tuvieron las cooperativas para el proyecto nacional de Sandino
y las comunidades indígenas y campesinas, y se argumentará cómo se establece una perspectiva
contra-hegemónica para confrontar las lógicas de dominación de la colonialidad
/modernidad/imperialidad.

Pretendo presentar los elementos fundamentales de cómo Sandino “imagina” la nación, desde un
pensamiento otro como episteme de disrupción, que con sus escritos, gestos y acciones es el Calibán
que organiza y lidera un movimiento capaz de devenir la nación desde una perspectiva decolonial,
interpelando los campos de dominación de la colonialidad, modernidad e imperialidad. Sandino era
consciente de las pretensiones coloniales de Estados Unidos en Nicaragua y el resto de América
Latina, por lo que se plantea cuestionar desde diversos ángulos las estructuras de dominación desde
una perspectiva decolonial. De esta manera, se propone que Sandino, como sujeto subalternizado
por las estructuras de dominación de la colonialidad/ modernidad/imperial, al iniciar por su propia
cuenta y pos sus propios ideales un proyecto nacional, rompe con los elementos culturales,
epistémicos y estructurales de la nación que se habían instalado a partir del siglo XIX por la élite
local. En este sentido, Sandino se constituye la parte 8 fundamental del relato nacional, como el
creador y organizador de una manera otra de sentir, pensar y pensarse la nación. A partir de esta
manera otra, Sandino cuestiona los campos de dominación hegemónicos y eurocéntricos regulados
mediante la retórica de la modernidad que se sustentan bajo la lógica de la colonialidad. Así, a partir
de su proyección hacia la experiencia del pasado históricocolonial, la modernidad y el imperialismo,
Sandino crea nuevos campos de socialización desde el saber/poder, esto quiere decir que desde su
condición de subalternidad, transforma una lucha constante de fuerzas y relaciones sociales de
dominación, en una praxis de la ética de liberación. El cuestionamiento de Sandino a las lógicas
hegemónicas de la geopolítica del saber–tanto en su forma como en su fondo- crean una brecha o
un vacío en el cual reconfigura y re centraliza la geopolítica del saber, desde dónde y cómo se ha
“imaginado” la nación. En otras palabras, se propone que la nación según Sandino se construye
desde su pensamiento otro, desde otro su locus de enunciación, es una nación que se erige desde
“abajo”, por todos aquellos sujetos desplazados y postergados por las lógicas de la colonialidad,
modernidad e imperialidad. Con esta perspectiva des alienadora se propone que durante la guerra
antiimperialista, Sandino consciente o inconscientemente, re-crear una nueva cartografía del
conocimiento desde lo marginal, lo atrasado, lo periférico, en un proyecto de libración cultural
contra-hegemónico, epistémico del contenido de la nación como una opción otra, en el que Sandino
cuestiona de manera crítica la nación y la modernidad. En las últimas décadas, han surgido nuevas
corrientes filosóficas e historiográficas, como son los Estudios Subalternos o las corrientes
denominadas poscoloniales, principalmente por pensadores de la India en instituciones educativas
angloparlantes, que estudian el fenómeno colonial y de la colonialidad desde la experiencia del
colonizado.

Historiográficamente, la guerra antiimperialista de Sandino se enmarca en un momento en que las


clases oprimidas ya no pueden ser consideras históricamente como una masa homogénea de sujetos
pasivos en el control de sus vidas, sino como los artífices de su propia historia, como agentes de
liberación. Esta transformación de los sujetos de “espectadores” a “actores” o toma de
autoconciencia es la que cuestiona las construcciones nacionales que las élites latinoamericanas
“imaginaron”. Sandino re significó la nación en oposición a las lógicas de la modernidad. Él un
campesino mestizo hijo de una mujer indígena que “inventa la nación nicaragüense”.

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