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ANTOLOGÍA

NAVIDEÑA
ESQUIZOFRÉNICA
Edición de:
Skere, Corbeau
INDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 3

Noche Fría ..................................................................................................................................... 6

¿Te quieres casar conmigo?............................................................................................................ 9

Las realidades de Lua ................................................................................................................... 12

Navidad para 1914 ....................................................................................................................... 18

Estaño.......................................................................................................................................... 23

El significado de Navidad ............................................................................................................ 25

Todo pasa .................................................................................................................................... 28


INTRODUCCIÓN

La siguiente antología nació como parte de un proyecto que he tenido en el servidor de


Esquizofrenia Natural, a saber, el club de lectura. En éste, iniciado de forma virtual alrededor
de marzo del 2020, se han leído libros de diversa índole, pero nunca se ha había hecho el
intento que, naturalmente, todo el mundo hace tras llevar una extensa lectura: la escritura.
Por tanto, el día 23 de diciembre, se realizó un concurso de cuentos, en los cuales los usuarios
podían, de forma voluntaria, escribir un cuento breve.
Los usuarios no son, como tal, escritores profesionales ni mucho menos personas con
experiencia literaria. Pero la presente antología no busca mostrar nada de eso, al contrario,
busca destacar los intentos literarios y voluntarios de personas apasionadas, y en cierto punto,
osadas, las cuales realizaron su aportación debido su amor para con la creación literaria. Así,
entonces, está es una gran declaración de amor: informal, a veces vulgar, pero excesivamente
sincera y espectacular.
La Navidad -aunque no lo pedí como requisito- es una gran temática tratada alrededor de la
gran mayoría de los cuentos. En esa gran mayoría, se trata la navidad como un suceso en el
cual se valora las cosas que realmente tienes, los seres queridos, más allá de las disputas o de
las situaciones más desesperantes que pueden tratar los protagonistas de las historias. Al final,
la navidad es el bonito recuerdo de la mejor parte de nuestra humanidad.
El primer cuento, escrito por Sick Boy, posee ciertas de estas características, pero su
desenlace cambia completamente las perspectivas de lo leído. Escrito referenciando a
personas reales en el servidor, como Gato, Julia y un servidor, termina de la forma mas
abrupta posible, siendo el factor shock el predominante dentro del mismo.
Después, el cuento presentado por Señor Mantequilla es la más clara manifestación personal
de lo que implica la navidad para el autor. En forma centrada -forma poco usada para escribir
un cuento- y con una situación ficticia, éste nos relata una vida de errores, fracasos, no
dejándose llevar por ellos, sino aceptándolo: El mundo no como una manifestación del
pasado que no fue, sino como una implicación del mundo que sí puede ser.
El tercer cuento, realizado por Moonki y colombiano, directamente puede ser clasificado
como un cuento bonito. La prosa utilizada y su ambición para contar una historia tanto
diegética como extradiegética hacen que el mensaje sea claro apenas se da la resolución del
conflicto, argumentando como la navidad no implica lo que cada uno puede llegar a querer
de forma superficial sino lo que como individuos realmente necesitamos en estas fechas
festivas.
El siguiente cuento, hecho por Desert Fox, mas que cuento, podría llamarlo una recreación
histórica. Su valor, como tal, no es diferente a la de una recreación de una pieza de museo,
es decir, nos hace comprender el contexto histórico y las relaciones por las cuales ese objeto
se le enmarca dentro de esa historia. Ubicado en el acontecimiento real de la tregua de
navidad de 1915, el autor usa relatos de cartas reales para así hacernos inmiscuirnos en el
suceso más trágico acontecido en las primeras décadas del Siglo XX, la Primera Guerra
Mundial. Al final, el cuento nos relata las dos caras de la condición humana: la guerra y a
destrucción, y el amor la construcción de humanidad.
Sin embargo, de Joaquin Luengo, es el cuento posterior es el mas pesimista de todos los acá
reunidos. Su estilo, el contexto en el que se inscribe, la forma misma en la que narra, el hecho
de no incluir la navidad y su descripción de la forma mas cruda de la condición humana
imperante en un sistema actual nos lleva a entrever las mas amargas posiciones del autor en
relación, como se hace evidente en la obra, con el estaño.
Pero el penúltimo cuento de la lista, desarrollado por Koruko, es una nueva apreciación al
sentido de la navidad en la forma mas radical posible. De forma apresurada, rápida, agitada
como lo es una acción ilícita, muestra la redención de un protagonista perdido entre niebla
de su ocupación laboral. Y ahí, gracias a un sentido derivado de la navidad, como deja vivir
en paz a quienes viven con sus familias la navidad, el autor muestra, como el justo castigo de
los malos puede ser la salvación de sus pecados, e incluso, su disfrute para una debida
rehabilitación.
El último cuento elaborado por Menla, no es un cuento, es una oda. Es una oda a aquellos
quienes se fueron, conocemos, y se irán. Es el recordatorio presente del estar en una época
confusa, como la hiperrealidad, en la cual las relaciones humanas mas cercanas se dan sin
una experiencia propia del sujeto, una extensión de sus apariencias humanas o una expresión
sincera de las mismas. En ese sentido, no es una oda a la navidad -aunque juegue un papel
importante- sino que es una oda a aquellos espacios hiperreales y a los avatares y personas
que los habitan. Es la máxima expresión de épocas que se irán, y otras que siempre guardamos
y anhelamos recordar.
Noche Fría

La noche buena se acercaba y la ciudad se encontraba tan calidad como cualquier


otro año en estas fechas, pero para Andrés la idea de pasar las fiestas este año sin
sus amigos y en completa soledad le helaba el alma. Si bien podríamos decir que
Andrés no era un tipo muy extrovertido, tenía un pequeño grupo de amigos que le
eran más que suficiente para apaciguar la dura realidad de no tener una familia
más allá de sus dos pequeños gatos siameses.
Ante esto, Andrés decide ir a la fiesta que organiza la compañía en la que trabaja,
es una fiesta bastante grande ya que no solamente iban los compañeros de
trabajo de Andrés, sino que gente ajena a la empresa podía comprar una entrada
si quisiese. El lugar era bonito y espacioso, Andrés se la pasaba en la barra junto a
Julia, su única compañera de trabajo con la que realmente tiene algo de
interacción, saludando a uno que otro compañero que pasa a su lado mientras
toma una cerveza.
Pasado un tiempo de hablar con ella, se les acerca un tipo que ni él, ni Julia habían
visto jamás en sus vidas, era alto, y llevaba una camisa semi-abierta que dejaba
entrever aún más su contextura atlética. Se llamaba Giovanni, o al menos eso fue
lo que les dijo, les invitó unas bebidas que aceptaron con mucho gusto ya que
parecía un tipo simpático. Les contó que el vestido de Julia le hizo recordar a uno
muy exclusivo que había visto hacía tiempo en uno de sus viajes hacia Hawái,
también les contó que trabajaba como biólogo marino y por eso tenía que visitar
varios lugares en todo el mundo. Andrés se sentía hipnotizado por las historias que
contaba Giovanni, pero detrás de eso sabía que las intenciones de nuestro biólogo
era meterse entre las piernas de Julia, eso para Andrés le resultaba más que
natural debido a que su compañera era una de las más atractivas de la compañía.
Llegado medianoche Andrés, Julia y Giovanni hicieron un pequeño brindis, y acto
seguido Julia dijo que se retiraría debido a que tenía otro compromiso pendiente, y
por lo tanto dejó a Andrés solo con Giovanni, lo cual hizo sentir raro a Andrés, que
ya se estaba empezando sentirse mareado por los efectos de alcohol, pero
rápidamente cuando Giovanni volvió a hablar hizo que desapareciera esa sensación
tan extraña que sentía Andrés, pasaron un buen rato conversando y después
decidieron irse de la fiesta. Divagaron sin rumbo por las sucias calles de la ciudad,
hasta que de repente mientras deambulaban en una pequeña calle llena de autos
apilados el uno contra el otro, Andrés nota algo que lo deja sin palabras,
minuciosas palpitaciones le empezaron a recorrer todo el cuerpo, sencillamente no
podía creer lo que estaba viendo.
La imagen de un bebé gigante y grotescamente deforme que levitaba se posaba
delante de sus ojos, rápidamente preguntó a Giovanni si veía lo mismo que él,
Giovanni titubeo un poco al responder pero luego de forma nerviosa asiento a lo
que le preguntaba. Andrés le grito a Gio para que se marcharan del lugar
inmediatamente, Gio al ver lo conmocionado que estaba Andrés no tuvo más que
aceptar pero no sin antes preguntar hacía ¿Dónde se dirigían? Andrés desesperado
respondió:
-Vayamos a mi departamento ahí estaremos seguros.
Giovanni nuevamente acepta al ver que los ojos de su nuevo amigo buscaban
aprobación. A medida que se dirigían al departamento, se podía observar como la
noche lentamente estaba dejando paso al día. Al llegar a la puerta del
departamento, Andrés empieza a buscar las llaves de su hogar pero se desespera
al percatarse de lo difícil que le resulta esa sencilla tarea al estar tan borracho,
pero luego de una búsqueda casi incesante por fin las encuentra, y casi de forma
simultánea, aparece su vecina que también regresaba de una fiesta navideña, la
cual pasa al lado de ellos y los saluda sin antes reparar en el nuevo amigo de su
vecino, quien la saluda con una gentil sonrisa. Acto seguido, sin tiempo para
digerir la escena, Andrés abre la puerta y los dos ingresan dejando sola a la vecina
en el pasillo. Luego cierra la puerta y traba el pestillo,
-Aquí estaremos a salvo de ese monstruo, le dice Andrés a Giovanni con cierto aire
de alivio.
Giovanni asiente, y tratando de que Andrés se calme le pide que tome agua para
bajar los niveles de alcohol en su cuerpo, el dueño del pequeño departamento
acepta la propuesta del biólogo. Por lo que Giovanni saca dos vasos de la alacena
y vierte en ellos agua de la canilla. Andrés se bebe todo el vaso de agua
rápidamente, y poco después empieza a sentir el cuerpo pesado, a lo que se dirige
al gran sofá que se encuentra en su acogedor living y recuesta su cuerpo sobre el
sillón que está en medio de la sala, dejando que gran parte de larga cabellera
castaña repose por fuera del regazo del mueble. Lo último que ve Andrés es el
cuerpo de Giovanni acercándose lentamente mientras que todo se desvanece en
un negro fantasmal.
En la mañana de navidad un hombre de 27 años es noticia en todo el país por ser
violado brutalmente por un traficante de órganos cuyo modus operandi consistía
en drogar a las victimas alternando entre alucinógenos y somníferos, el
comunicado cita también que de no haber sido por la vecina de la víctima que
reconoció al criminal debido a que lo había visto en las noticias, posiblemente hoy
estaríamos lamentando la perdido de otro jovencito.
¿Te quieres casar conmigo?

Eso fue lo último que escuche de antes que agarrara mi abrigo y me fuera de
aquel restaurante.
En el camino a mi casa solo me pregunte porque el amor es un cuestionario de
circunstancias con preguntar cortas con respuestas cortas, sí o no.
Tan romantizado ha sido el amor por poetas, escritores, dramaturgos y muchos
otros más artistas literarios. Me imagino que, porque en ese tiempo no vivían los
suficiente para ver que, como todo, tiene una fecha para expirar.
“te quiero para toda la vida”
A que se refiere con esa frase, me la formule en mi cabeza al llegar a mi casa y
ponerme cálido en esta fría temporada, ¿se refería a que me amaría hasta que
tenga sesenta años y tenga que utilizar pañal de adulto?
Sentado en mi escritorio con la laptop encendida esperando a escribir algo para
pasarme la noche, me di cuenta que han pasado ya 10 años que he tenido mi
última relación, y hoy a mis 32 años sigo soltero.
Posiblemente sea porque estoy lo suficientemente viejo para saber qué sucederá al
final, como aquella vez que a sus últimos años de vida a mi querido perro sabía
que en cualquier momento aquel compañero que estuvo toda su vida conmigo se
ira.
Y bueno, si tuviera que escoger entre tanta gente en el mundo vaya, me la
pensaría dos veces al escogerme a mí mismo. Pero bueno que sabré de aquello
que es el amor si sigo estando solo en esta vida.
Y no digo que la meta en la vida es vivir felices por siempre, posiblemente seria la
búsqueda de aquello que uno anhela, como aquel chico puberto que dona dinero a
chicas en twitch para que sean sus novias o le den un beso.
Pero dicen que lo bonito de vivir es la aventura y no la meta, en vez de estar
perdiendo el tiempo en buscar una pareja, debería estar ocupado disfrutando estar
con aquellos que tengo. Pero al final del día que sería el amor sin el rompimiento,
la música sin el silencio.
O la vida sin la muerte.
Y uno al pensar que es la vida al final se te termina escapando, así que es mejor
arriesgarse en el amor, si aquellas cicatrices contaran buenas historias y bellos
momentos con aquellos que siempre te apoyaran.
Así que sin más que perder del tiempo, llame a mis amigos a pasar la noche de en
mi casa.
Y carcajearnos de risa en cómo me escape de aquel restaurante en una propuesta
de matrimonio, ya hace 10 años lo sigo recordando como si fuera ayer, igual como
cuando conoci a todos mis amigos que tengo a mi alrededor.
En estos tiempos de navidad que mejor que pasárnosla bien, disfrutar una taza de
ponche caliente, viendo la misma serie que siempre nos encanta y reírnos por
novena vez de esos chistes de escusado.
Sí, creo que eso podría ser el amor.
Disfrutar el viaje, antes que se acabe.
Feliz navidad a todos a ti, y a mí.
Las realidades de Lua

MOONKI – PROLOGO
El cielo nocturno, para unos siempre ha sido contemplado como la hora de ir a
descansar, otros se desvelan para ver su belleza, y otros, utilizan sus sueños para
ir más allá.
En los sueños, el único límite con el que te puedes topar es tu propia imaginación,
o si alguien te saca de tus sueños para que vuelvas a la realidad, pero cuando no
pueden despertarte… ¿Tu sueño se vuelve tu única realidad?
En esta historia, podrás contemplar como los sueños y la realidad se enfrentan una
contra otra constantemente, sin embargo, una necesita de la otra para existir en
nosotros.
-Pasajeros, estamos presentando una turbulencia, abróchense los cinturones de
seguridad,
quédense quietos en su asiento y mantengan la calma. - Dijo la azafata.
De manera casi inmediata, la pequeña Lua, de tan solo 10 años abrochó su
cinturón de seguridad y cerró sus ojos. Intentó pensar en algo relajante, pues fue
lo que le dijo su madre que hiciera.
Entonces, se acordó de su pequeño gatito negro, el cual la estaba esperando en su
casa. No pudo
evitar sonreír mientras pensaba en todo el tiempo que estaría con su amoroso
compañero felino.
Después de unos 20 minutos, Lua se durmió. Pues estaba algo asustada y
estresada. Lua, soñaba
que estaba paseando con su gatito, MoonKi. Sin embargo, entre sus sueños
lograba escuchar
gritos desde el exterior, y no gritos de felicidad.
La pequeña Lua quedó atrapada, tanto en la realidad, como en su sueño. Pero ella
no sabía que
Estaba atrapada, que no podía escapar de lo que eran sus sueños, pero ahora su
realidad.
Lua abrió sus ojos lentamente, quedo un tanto sorprendida con que estaba en su
casa, en la sala, no recordaba lo que había pasado, aunque, en primer lugar, ¿Por
qué estaba sorprendida de estar en su casa?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por su pequeño gato, MoonKi, quien
intentaba atraer la atención de Lua maullándole y colocándose en sus piernas, Lua
casi al instante, abrazo a su pequeño gatito y recordó que aún no lo había sacado
a pasear al parque, como era de costumbre.
Antes de salir, Lua le coloco un lazo blanco a MoonKi, que resaltaba ya que su
pelaje era totalmente oscuro, al salir de la casa y empezar su paseo, Lua comenzó
a notar algunas cosas raras mientras más se alejaba y avanzaba.
Qué raro…no hay nadie por la calles…- Dijo Lua
Caminaron un par de metros más, pero sin darse cuenta, el atardecer estaba en
frente de sus ojos, Lua se sentó junto a MoonKi, apreciando el sol ocultándose
para darle la bienvenida a la noche.
Minutos después, la luna llena se apreciaba en el firmamento, las estrellas,
planetas y constelaciones eran totalmente visibles, lo cual no es posible por la
contaminación lumínica, aun así, Lua estaba más concentrada en MoonKi que en
cualquier otra cosa en el ambiente.
Oh, ya debe ser tarde, debemos volver a casa. – Decía Lua mientras acariciaba a
MoonKi.
MoonKi, por alguna razón, no quería hacerle caso a Lua, estaba intentando llevarla
más lejos, Lua sabía que tenía que volver a casa porque sus padres se podrían
enojar.
Vamos, MoonKi, debemos volver a casa...— Decía Lua.
Los pobres intentos de MoonKi para seguir con el viaje fueron en vano, Lua cargo
a MoonKi en sus brazos, dejando caer su lazo blanco.
Mientras volvían a casa, el ambiente cambiaba de ser una linda noche llena de
estrellas y con la luna llena, a un cielo oscuro y con una luna rojiza.
¿Q-Que está pasando? – Decía Lua mientras tanto ella como su voz temblaban.
De repente y sin previo aviso, se escuchaban gritos de desesperación y la
oscuridad se apoderaban del entorno, Lua estaba muy asustada, corrió lo más
rápido posible a su casa, pero a unos cuantos metros y con su casa a simple vista,
la oscuridad rodeo a Lua por completo, la luna rojiza por encima de sus cabezas y
sintiendo un calor inexplicable.
Lua sollozando y con miedo, abrazo fuertemente a MoonKi y cerrando los ojos,
contando del uno al diez como le había enseñado su madre en los malo
momentos, pero al llegar al nueve…Se encontraba en su sala.
Lua no recordaba nada de lo que había pasado, cada vez que intentaba recordar
que paso, era interrumpida por MoonKi, repitiendo el proceso una y otra vez.
Pero, en el sueño número 22, había un cambio que Lua pudo notar, el lazo de
MoonKi no estaba.
Qué raro…No está tu lazo por ninguna parte, espero que no te moleste ir sin el –
Decía Lua mientras abría la puerta de la casa.
Inmediatamente después de abrir la puerta, MoonKi salió corriendo a toda prisa,
Lua sorprendida sin pensarlo dos veces, fue tras el corriendo lo más rápido posible.
Luego de unos minutos de persecución, llegaron al punto en donde se había
quedado la primera vez, pero estaba el sol alumbrando en el cielo azul, MoonKi se
sentó y Lua pudo atraparlo.
Uff…No vuelvas a hacer eso gatito malo, pudo haberte pasado algo y…— Lua fue
interrumpida por MoonKi, que tenía en su boca el listón, que en lugar de ser
totalmente blanco tenía un tono gris, Lua al ver a su gato y a su listón, se dio
cuenta que el pelaje de MoonKi ya no era totalmente oscuro, sino de un tono gris
claro.
En ese momento, Lua recordó parte de lo que había pasado, sabía que algo no
estaba bien, no sabía qué, pero MoonKi seguramente podría ayudarla.
Lua sin darse cuenta, la noche estaba enfrente de sus ojos, rápidamente rompió el
listón a la mitad y lo dejo un poco más adelante, la oscuridad la rodeo enseguida
después de hacer eso.
Así fue como por cada intento Lua avanzaba más y recordaba mejor lo que había
pasado, había perdido la noción del tiempo y hace cuánto tiempo estaba así, pero
en unos de sus avances, había ocurrido un gran cambio.
Lua llego más temprano a la primera parte de su sueño, no paraba el paso
mientras seguía a su querido MoonKi.
MoonKi tiene su pelaje totalmente blanco, lo único que puedo ver con facilidad son
sus pequeños ojos verdes, quiero que todo vuelva a la normalidad lo más pronto
posible. — Pensaba Lua mientras seguía siguiendo a MoonKi.
Ya habían avanzado bastante, más allá del parque llegando al bosque, en su
camino Lua notaba que había varios árboles quemados y residuos metálicos por
todas partes, la noche había llegado y la oscuridad les seguía el paso con
velocidad.
MoonKi se detiene en un punto alto del bosque y se sienta, Lua le echa un vistazo
a lo que MoonKi miraba con tanta atención, Lua con lo que miro, quedo totalmente
perpleja.
Esto… ¿Un avión destruido?, Pero yo estaba ahí, ¿Mi madre sabe de esto?,
¿Alguien sabe de esto?. — Lua diciendo esto preocupada y angustiada, revisando y
pellizcándose a sí misma para comprobar que no era un fantasma o algo parecido.
MoonKi interrumpió a Lua, haciéndole mirar al bosque, la oscuridad y los gritos de
desesperación se hacían notar, pero en el fondo de todo esto, se escuchaba la voz
de su madre.
Esto no es posible, quiero volver a casa, con mama, con papa, y en especial
contigo. — Decía Lua abrazando a MoonKi mientras sollozaba.
La oscuridad rodeo completamente a Lua, cerró los ojos y contó del uno al diez,
llegar al número nueve…nada, llego al diez, abrió sus ojos lentamente, y lo único
que podía ver era a MoonKi, alumbrando alrededor de Lua evitando que se
acerque la oscuridad, Lua no lo pensó demasiado y comenzó a correr en dirección
a su casa, mientras lo hacía, la luna rojiza crecía sin parar, pareciendo que les
estaba persiguiendo.
Mientras se acercaba a su casa, las voces de terror comenzaban a dispersarse,
siendo intercambiadas por la voz de su madre y de su familia, el terreno se
comenzó a llenar de nieve y llenas de decoraciones navideñas.
Lua podía ver su casa enfrente de ella, pudo notar gente alrededor de su casa,
pero lo ignoro por completo y se dirigió hacia la puerta de la casa, cuando la abrió
MoonKi emitió una gran luz la cual le hizo cerrar sus ojos.
Lua fijándose en la decoración de la habitación se dió cuenta que en ningún lado
estaba MoonKi, asustada, decidió abrir la puerta de la habitación, de inmediato se
dió cuenta que estaba en su casa, solo que dentro de ella estaba cambiada, había
lindas decoraciones por doquier dónde ella miraba, muebles nuevos y limpios.
Luego de caminar a lo que parecía otra habitación, se encontró con sus padres,
pudo notar que ellos estaban conmocionados de verla allí parada. Lua al ver a sus
padres juntos, rápidamente los abrazó muy fuerte.
Entre lágrimas logró ver a su gatito MoonKi, el cual la hizo llorar aún más. Aun que
realmente dejó de ser un gatito, ya era un gato adulto. Y a pesar del tiempo,
MoonKi se acercó velozmente a Lua, y no paró de frotar su cabeza en la pierna de
Lua.
Así fue, cómo la querida Lua pudo volver a su realidad, junto a sus seres queridos
en la víspera de navidad, pero en especial, junto a su amado MoonKi, ya un adulto
debido al tiempo que estuvo atrapada entre sueños, pero estuvo a su lado, para
apoyarles y liberarle de su falsa realidad.
Navidad para 1914

Durante los primeros meses de una carnicería sin precedentes, conocida


antiguamente como la Gran Guerra, ocurriría un hecho insólito en la historia
militar, un hecho singular que demostraría que la guerra es capaz de exponer
también lo mejor del ser humano. La famosa Tregua de Navidad, que empezaría
en la nochebuena de 1914, establecería un alto al fuego en una de las guerras
más crueles que ha conocido la humanidad, pero no nos adelantemos a los
hechos.
La mayoría de los testimonios que relataban esta tregua fueron destruidas por
ambos bandos para evitar la empatía hacia el enemigo. Por suerte, recientemente
se descubrió una carta de un tal soldado alemán Walter H., prácticamente no
sabemos nada de Walter más allá de que murió mutilado por una granada de
mano en territorio galo 3 días después de escribir esta carta, sin embargo, fue
testigo de esta inédita tregua. Siendo este es el último signo de vida que se tiene
de él, narrando los acontecimientos que vivió durante esas navidades en el frente
occidental.

7 de enero de 1915

Queridos papá y mamá:

Hace tiempo que no recibo cartas suyas, ¿han recibido mis anteriores cartas?,
¿Cómo se encuentran Wilhelm y Annie? Por favor, escríbanme, me gustaría que
me hicieran saber de ustedes lo antes posible, aunque nos notificaron que ha
habido problemas últimamente con el servicio postal, quizás por eso aún no recibo
nada de ustedes. Robert y yo nos encontramos bien por los momentos. En primera
instancia quiero disculparme con ustedes, les había prometido estar de vuelta para
navidad, todos pensábamos que la guerra sería una cuestión de semanas, ahora se
dice por todas partes que la guerra será larga, se ha vuelto una frase muy
recurrente.

Quisiera escribirles sobre una reflexión que hice esta navidad, una cuestión
que no he podido sacar de mi cabeza últimamente, ¿Se han preguntado que
tenemos en común con nuestros enemigos británicos, franceses y rusos? Antes de
responder esta pregunta me gustaría contarles lo que pasó estas navidades. Sé
que parecerá imposible lo que les voy a contar, pero tienen que creerme.
Todo ocurrió aquel día, era nochebuena, se hizo todo lo posible para animar el
ambiente festivo en un intento de aumentar la moral en el frente, que no estaba
precisamente animado. Nos encontrábamos en el norte de Francia, a unos cien
metros de las trincheras enemigas, el Káiser mandó raciones extra y miles de
árboles de navidad para colgar en los parapetos de las trincheras, y a pesar de la
precaria situación, las trincheras quedaron con una gran ambientación navideña
totalmente irreal, que se podía ver perfectamente desde las trincheras enemigas.
Empezamos a entonar canciones navideñas como es costumbre, y al poco tiempo
por todo el largo de las trincheras se escuchaban los villancicos, que disfrutábamos
junto con las raciones extra de pan, salchichas y licor. Había tal cantidad de
árboles de navidad que había uno por cada 5 o 6 metros de trinchera
aproximadamente. Fue entonces cuando Robert se me acerca, me pidió que
escuchara lo que estaba pasando al otro lado del campo de batalla, ¡Los británicos
se habían unido a cantar las piezas desde sus trincheras! Mientras nosotros
cantábamos una canción en alemán, ellos cantaban la misma canción, pero en
inglés, incluso llegaron a solicitar en algún que otro momento que cantáramos una
en específico.
Robert me dijo que tenía una idea, le pregunté por ello, pero no me respondió,
al menos no hasta verlo con una bandera blanca a punto de salir de la seguridad
de la trinchera, intenté detenerlo, pero titubeé un poco, se movía lenta y
dudosamente hacia las trincheras del enemigo, el oficial le gritó que volviera, pero
continuó, su valor inspiró a otros para salir con él, no entendía lo que sucedía
hasta que vi a franceses y británicos desarmados saliendo de sus trincheras ¿Por
qué Robert salió? ¿Por qué los británicos no atacaron? Sigo sin entender del todo
porque hicieron lo que hicieron, pero sé que la navidad jugó un papel importante,
y he aquí nosotros, entre enemigos, reunidos en tierra de nadie. Al poco tiempo de
salir empezaron a charlar amistosamente, y luego a intercambiar regalos, ¿Pueden
creerlo? Por suerte pude perfeccionar mi inglés en el tiempo que pasé estudiando
en la retaguardia para comunicarme con un británico. Se llamaba William, me
comentó que también pensaba que la guerra iba a ser corta, como nosotros, me
habló sobre sus dos hijas y su esposa, de las cuales me mostró fotografías, era
médico, tenía 28 años, al igual que yo, me contó que quería escribir un libro algún
día, le gustaba el chocolate y era aficionado al ajedrez. Mientras hablaba con
William me fijé a mi alrededor, los gestos de fraternidad son impensables en el
contexto en el que nos encontrábamos, habíamos estado días matándonos entre
nosotros y ahora estábamos intercambiando regalos y recuerdos. William me dio
una caja que contenía un paquete de cigarrillos, una foto de la princesa de
Inglaterra y una carta de navidad, me deseó una feliz navidad, le di un poco de
ron que me quedaba y le deseé también una feliz navidad. Aprovechamos la
ocasión para recoger los cadáveres y darles un sepulcro digno. ¿En qué momento
simpatizamos tanto con el enemigo?
Ahora mi pregunta, ¿Cómo se supone que debería sentirme en ese momento?
Por breves momentos pude sentir paz y esperanza desde que comenzó la guerra,
pero a pesar de ese entusiasmo, sabíamos que esto acabaría dentro de poco,
probablemente a muchas de estas personas que teníamos interacciones amistosas
las intentaríamos matar al día siguiente, y así fue, yo mismo tuve que apuñalar con
mi bayoneta a William pocos días después reanudadas las hostilidades al intentar
colarse en la trinchera, clavándola justo en la yugular, parece que al final no pudo
cumplir su sueño de escritor ni volver a casa con su familia. Padre, madre, es difícil
luchar cuando te das cuenta de que tus oponentes son… personas.
Igualmente, parece que estamos obligados a morir en este infierno, no hay
salida, si no muero por las balas de una ametralladora o apuñalado con una
bayoneta en medio del campo de batalla, mis superiores me ejecutarán por
insubordinación, o moriré por infecciones causadas por la humedad de estas
trincheras, o quizás enredado en el alambre de espino, talvez la artillería enemiga
me mutile o quizás calcinado por un lanzallamas, quien sabe, el futuro no es muy
esperanzador.
Aun así, esta navidad demostró que, al fin y al cabo, somos seres humanos, y
eso quiero creer antes de perder la cordura. Respondiendo la pregunta del
principio, sobre las cosas que tenemos en común, podemos decir que es algo tan
simple como que somos humanos, independientemente en qué lado de las
trincheras estés, aquí todos son presos del pánico, tanto franceses, británicos y
alemanes nos quedamos en las trincheras esperando a que suene el silbato para
avanzar y lanzarnos a una muerte segura, queramos o no, teniendo muchas veces
que vivir en unas condiciones inhumanas conservando mínimamente lo que nos
quede de cordura intercambiando cartas con seres queridos. Como podría yo,
tenerles rencor y odio a personas que pasan las mismas dificultades que yo,
sobreviviendo como pueden, muriendo para alcanzar objetivos que muchas veces
no comprendemos del todo. No puedo evitar sentir admiración al ver a hombres
que por meses estaban matándose entre sí, de las formas más cruentas posibles,
salir de las trincheras buscando vestigios de humanidad entre las crueldades del
campo de batalla, nadie quería seguir con la guerra, era maravilloso, pero los
superiores tienen otros planes. Me comentaron sobre el comité de censura,
claramente el comité no aceptará esta carta por considerarse antipatriótica, pero
no se preocupen, tengo un amigo trabajando dentro que me hará el favor de hacer
llegar la carta tal como es.
Tal vez he de morir, pero no quiero que estos recuerdos mueran conmigo.
Perdonen mi mala caligrafía, no tengo una mesa a la cual apoyarme, apenas he
tenido tiempo para escribir esta carta. Solo me queda una cosa más que decir,
aunque quizás sea tarde, feliz navidad.

Un beso de su querido niño de 28 años, su Walter.


Estaño

Ya no aguanto este trabajo, me arden los ojos, las ampollas en mis pies, glúteos y
manos estallaron hace horas, el idiota a mi lado lleva 3 horas reproduciendo «Sea
Shanties 1700» en bucle, con los ojos cristalizados por el humo del estaño, y todo
esto sumado a los gritos histéricos e impacientes de mi jefe, un viejo obeso y
malhumorado, su piel más digna de ser relacionada con cartón corrugado que un
tejido cutáneo. Le está gritando al bueno de Germán Gómez, quien cría solo a su
hija y quiere tomarse una licencia para cuidarla ya que está enferma, neumonía o
algo así. Su esposa lo abandono por un hombre más joven, vigoroso y adinerado,
en este momento debe estar tomando martini en un yate privado y consumiendo
sustancias alucinógenas junto a su nuevo novio, o en una bolsa llena de piedras al
fondo de algún lago... Germán, al igual que yo, no puede dejar el trabajo en esta
fábrica, necesita el dinero. Yo también necesito el dinero, o Milagros hará lo mismo
que la esposa de Germán y eso es algo que no puedo permitirme. La pobreza
golpea mucho más fuerte cuando estás solo, no hay una razón para atravesar una
crisis si no hay nadie que te espere en casa. Maldito idiota ¿porque aspira el humo
del estaño? se va a morir en unos meses si sigue así, yo me compre unos anteojos
de protección y una mascarilla en los primeros meses, no me quiero morir, tengo
que cuidar de Milagros ¿Quién le va a comprar sus zapatos, maquillaje y otros
gustos? si, el otro día encontré unos mensajes con un tipo que no tenía agendado,
decían algo de verse, lo bloquee y le pegue un par de gritos a la maldita, yo
matándome para mantenerla y ella... se rompió una de las correas de la mascarilla
y aspire una cantidad importante de humo. Mi mente se nublo un poco y las horas
de trabajo pasaron como si nada, creo que no quiero usar mascarilla nunca más,
ahora entiendo al idiota a mi lado.
El significado de Navidad

Era la medianoche del 25 de diciembre, las calles de la ciudad estaban vacías, las
familias ya estaban reunidas en sus hogares disfrutando de la comida, otras
estaban haciendo las intensivas compras navideñas antes de que se acaben las
existencias.
Había un hombre que andaba por las calles solitarias con una revolver atada a la
cintura, era un asaltante. Aprovechaba que la gente salía con objetos valiosos para
conseguir algo, tras caminar unas cuadras se encontró con un hombre al fondo de
un callejón sin salida, el hombre vestía algo parecido a harapos y no podía
distinguir su mirada, además su cabello lucía despeinado y largo, parecía un
vagabundo, el hombre se acercó hacia el vagabundo apuntándole, no parecía
realmente tener algo, pero quería estar seguro.
El vagabundo vio que le estaban apuntando y, mirándolo a los ojos dijo “si tú
corazón duda, no dispares” el asaltante estaba evitando ver a su víctima a los ojos,
en el fondo, temía ver su mirada de terror cuando los mataba, pero disparó, el
vagabundo no necesito de moverse para salir ileso, le paso por un flanco “puedo
ver que no te interesa la vida de las personas ajenas en lo absoluto, dime, ¿Qué
opinas de la navidad?” Dijo el vagabundo, sus palabras eran silenciosas, pero
generaban un gran impacto, como si todo el que lo oyera hablar estuviera obligado
a escucharlo, el asaltante respondió, sus manos seguían apuntando hacia el
vagabundo. “La navidad solo es una oportunidad para que la gente gaste dinero
en cosas que no necesita, la verdad es que no me importa un carajo” el
vagabundo seguía sin inmutarse, la siguiente bala le pasó por encima, entonces
continuó “esa indiferencia, quizá creas que es un método de protección contra tus
verdaderas emociones, ¿sabes?
Pero lo qué haces no solo lastima a otras personas, también a ti mismo, tu forma
de vivir ha herido tu alma, por eso no puedes matarme, porque estás lleno de
dudas… “Al diablo con tus cosas “gritó el asaltante, se acercó y disparó a
quemarropa, la frente del vagabundo empezó a llenarse de sangre mientras su
cuerpo caía al suelo, las manos del asaltante temblaban, las palabras de aquel
vagabundo realmente lo habían asustado “solo eran palabrerías” dijo el hombre a
si mismo tratando de convencerse mientras seguía avanzando entre las calles,
unas decenas de metros más adelante encontró su siguiente víctima, era una
mujer con su hijo, el asaltante quería terminar su trabajo rápido, pero una voz en
su cabeza lo interrumpió, “te cuento algo, tienes razón, para muchos la navidad
solo es una razón para que gasten en tus productos, los católicos la usan para
celebrar el nacimiento de Jesús, los niños lo ven como la época donde consiguen
regalos y los ancianos como una oportunidad para estar con su familia, acaso tu
no sabes que significa la navidad para ti?”
El asaltante empezó a temblar, no sabía qué hacer, que era esa voz en su mente,
la mujer a unos metros de distancia estaba llamando a la policía, el niño vio cómo
estaba el asaltante y le preguntó inocentemente “¿Está usted bien señor?” El
asaltante no sabía que responder, soltó el arma y se agacho, decidió responder a
la voz que lo atormentaba “No, no sé qué significa la navidad para mí, ya ni
siquiera me conozco a mi mismo” Empezó a llorar tendido en el suelo, las sirenas
de la policía empezaron a sonar mientras el niño seguía viendo al señor, su madre
trataba de acercarse a su hijo.
¿El asaltante se miró en el reflejo del edificio a su lado, aquel hombre era él?
¿Porque era así? Como podía arreglarlo, demasiados pensamientos cruzaban su
mente, la voz, le decidió responder “No disparaste cuando dudaste, tal como te
aconseje, así que te dire esto, si quieres purificar tus pecados, acepta las
consecuencias de lo qué haces, y búscate a ti mismo, descubre lo que te hace feliz
y piensa en las demás personas, solo así lograrás volver a la normalidad “ el
asaltante estaba demasiado confundido, pero temía terminar como aquel hombre
que vio en su reflejo, así que decidió obedecer a la voz, la patrulla de policía llegó
y arrestó al asaltante, los oficiales estaban diciendo algo, probablemente
relacionado con un juicio , pero el asaltante no los escuchaba, solo podía ver a la
mujer y a su hijo, después descubriría que ella estaba saliendo de su turno en el
hospital acompañada de su hijo, el asaltante se preguntó “si la hubiera matado ahí
mismo, sus familiares y amigos se quedarían sin su compañía y serían infelices, tal
como yo lo soy, además, ella ya no hubiera salvado más vidas, los seres queridos
de todas esas personas se sentirían infelices, todo solo para satisfacer a una
persona, una persona que ni siquiera sabe quién es...
Mientras estaba en la patrulla y veía lo que hizo, o mejor dicho, lo que no hizo,
sintió por un momento una ligereza única en su ser, fue algo fugaz, pero hizo que
el asaltante no olvide aquel día, el 25 de diciembre, jamás en su vida, había
encontrado que significa la Navidad para él, y, por un momento, sintió que las
dudas y las barreras se iban de él…
Todo pasa

“Todo pasa” pensaba Andrés, entado y con la mirada meditabunda, casi


melancólica, detrás de la ventana que lo protegía de esa lluvia salida de la nada.
La ventana, como la humedad de lo inesperada, con ese extraño rocío que se
forma al llover, aun dejaba vislumbrar parte de la calle oscura y fría, con una
farola al fondo y que parecía el lugar menos adecuado para celebrar cualquier tipo
de festividad. Aun con lo anterior, con el ambiente de cementerio y la torrencial
lluvia con apariencia de no tener fin, Andrés parecía disfrutar de ese momento.
Algo extraño, si pensamos que por su mente pasaban, veloces y fugaces,
recuerdos de un pasado alegre y, en cierta forma, enmohecidos por el tiempo.
“Todo pasa”. Ese era el lema que reunía a esos recuerdos en un solo escudo; el
filo donde convergían todas las espadas de sus pensamientos. Como una verdad
que se encuentra al alcance de cualquiera, pero que todos ignoramos
deliberadamente, a sabiendas del dolor que nos provoca o por la costumbre
cotidiana de verlo en cada esquina, como el árbol que pasa desapercibido por la
rutina de caminar cada día a su lado. “Todo pasa”. Mantra de quién sabe qué ritos
dentro de Andrés; suerte de ritmo arcano que martillaba en sus tímpanos la
verdad de la vida. Pero quizá parezca complicado entender el porqué de una
actitud tan introspectiva en un día como Navidad. Pues sí, así es, hoy, en ese día
gélido por una lluvia inesperada, se celebraba en todo el mundo occidental la
puesta en escena de una tradición, donde el amor y la amistad eran el primer
plano de todo hogar, donde se decoraba con árboles las esquinas de las salas y
con sonrisas los rostros de los amargados. Magia navideña que en el mejor de los
casos creaba la maravilla del mundo en los ojos de un pequeño niño al borde de la
media noche. Donde las peleas se dejaban de lado y el perdón se volvía la máxima
de cada familia, de cada puerta, en cada punto. No para Andrés. Él se tenía a sí
mismo, solo en esa habitación sin decoración, sin árbol ni regalo debajo, sin una
sola alma presente excepto la suya. Una habitación, que, para aumentar más la
desidia, se consumía en paredes desgastadas y uno que otro mueble de segunda
mano, comprado en algún mercadillo regateando el precio lo máximo posible. Así
era Andrés, o, mejor dicho, así tenía que vivir. A una corta edad tuvo que hacer de
su propia vida una lucha para sobrevivir, sin padres ni familiares que le apoyaran a
seguir estudiando, se había acostumbrado a vivir en habitaciones como esas, frías,
sucias y, lo importante para él, baratas. Pero sería prejuicioso creer que Andrés,
debido a su precaria y fastidiosa situación, a su historia un tanto singular, fuera
como muchos individuos, que incapaces de ver en la Navidad ese entramado de
hilos que conforman el tejido cálido con que se envuelve a todo aquel que abraza
el perdón y le abre las puertas a la alegría, afirman con total seguridad lo
desagradable y horrible que resultan estás fechas. No, Andrés no era ese tipo de
sujeto. Al contrario, y contra todo pronóstico era justamente por la Navidad que
ese extraño sentimiento de nostalgia contenida, de alegría pasada o felicidad ida,
se colaba por su cuerpo y le inundaba, igual que afuera se inundaban las calles
debido a la fuerza de la lluvia, con fervor y excitación, imparable. Andrés había
sido salvado de los demonios cínicos que miran con malos ojos los días de esferas
y estrellas en las copas de los pinos, había encontrado un espíritu de humanidad y
simpatía oculto en lo profundo de su ser. Naufrago de la soledad y el desamparo,
en los albores de su juventud fue salvado de la mar, encallando en una suerte de
oasis, en una isla paradisiaca, isla y oasis sin materialidad presente, sin contacto
físico, y, aun así, real como ninguna isla, como ningún oasis.
Todo había comenzado años atrás, quizá tres o cuatro, quién sabe, hacia tanto
que las mediciones arbitrarias de los seres humanos dejaban de cobrar
importancia. Había comenzado en un video de Youtube. Tan simple como una
recomendación del algoritmo le había cambiado la vida, modificando el entramado
de los hilos de su destino, como una suerte de telaraña que va marcando el ritmo
incesante de unos caminos aun no definidos. Así, por suerte y azar o por destino y
premeditación de quién sabe que dios capricho, Andrés había encontrado un
puerto donde encallar. Puerto de un jardín donde las pequeñas flores de la
primavera recobraban la fuerza para ser eterna, como los bosques de Cuernavaca
o los cañaverales en Cuba. Puerto donde aquellos náufragos marchitos, heridos de
dudas de amor o perdidos en el laberinto del vivir, encontraban sanadores de
corazones rotos que hacían de sus días y sus noches una alegría con la cuál
aferrarse a la vida. Andrés, manchado de la tinta negra de la humanidad, lleno de
pequeñas cicatrices ocultas por las mantas de una personalidad furiosa, no pudo
no ceder a la ternura de un lugar tan cálido. Lugar que no es lugar, porque en sí ni
siquiera existe en lo material. Pero, aun así, para todos aquellos náufragos era un
lugar, donde la magia de conexiones intimas, de espiritualidad profunda o
voluminosa, como un cenote en mitad de la selva, era una realidad tangible, un
mundo posible.
Ahí, en esa tierra sin nombre, sin tierra, Andrés había encontrado pequeñas
semillas que crecían como baobabs en medio de las sabanas del Sahara. Con
escases de agua y rodeados de un clima árido, difícil y duro, las semillas habían
conseguido abrirse paso y proclamar su vida, grito desaforado de quién lucha por
hacer de su copa más alta. Ahí, Andrés, había conocido la ternura del ser humano,
el cariño casi incondicional, como una dadiva que no pide objeto de vuelta o el
vuelo libre de los pájaros en las costas de las playas.
Los usuarios, y recalco usuarios, pues así eran conocidos en los albores de la red,
hacían de su tierra la promesa de un mundo mejor, casi sin quererlo habían creado
en el seno de su vientre, con cada teclado, con cada palabra, con cada pequeña
actividad, con cada sonrisa en forma de ataque divino, un espacio que trascendía
fronteras y países, que lograba hacer de las distancias una cosa del pasado, como
usar antorchas para prender los pasillos en plena era de la bombilla. Así era ese
servidor, con su magia de ultra red y sus usuarios, siempre de ida y venida,
algunos más activos, otros desaparecidos. Como unas manos que van
desanudando la cuerda de tristezas reprimidas, de corazones partidos y almas
esparcidas en los rincones más decrépitos, conseguían encender la llamarada de
los interiores más fríos o hacer renacer al fénix de las cenizas más quemadas.
Andrés lo intuía de alguna forma, cada que platicaba con alguien, en cada desvelo,
en las creaciones salidas de la imaginación de unas mentes inquietas e
inadaptadas. Lo intuía como se intuye el camino correcto en mitad de la carretera
o como cuando se abre un libro y la página es la correcta para el momento, así,
como con cierto misticismo inexplicable por toda ciencia, Andrés intuía la maravilla
del lugar al que había llegado. Un servidor plagado de esa belleza singular donde
lo mejor de la humanidad sale a relucir, amasijo de seres entrelazados por la
alegría de compartir, ya sea penas, ya sea felicidades, como perlas que se
encuentran en las profundidades del océano.
Andrés había compartido al lado de estos usuarios, de diversos nombres, de
distintas nacionalidades, educados bajo parámetros particulares y dispares.
Estudiantes, trabajadores, seres buscando su lugar en el mundo o viajeros
solitarios que encallan en tierras desconocidas. Toda clase disparata de criaturas
encontradas bajo el mismo techo. Andrés había compartido y toda clase de días y
noches al lado de ellos, desde los amaneceres de porvenir más brillantes, hasta las
noches oscuras y neblinosas más desesperanzadoras. Pero entre tantos momentos
compartidos, las navidades con ellos eran como piedras preciosas que resaltan por
el brillo conque son alumbradas, pequeños retajos de belleza encandilada. A su
lado, Andrés había aprendido el espíritu de una humanidad hermanda, de la
ternura de las noches y la calidad de los días, de la Navidad como anhelo de vida,
como situación ineludible de donde se retoman las fuerzas para continuar el
camino.
El recuerdo de las voces, de las tonterías y los brindis, se colaba por las rendijas
en forma de ojos cristalinos, casi acuosos, de Andrés. Caras desdibujadas por una
distancia que la internet no había podido romper; el tiempo. Aun con todo, las
grandes sonrisas del pasado lograban pequeñas sonrisas en el presente. Las
lecturas de una tal Dasha y el cariño siempre dado de repente, como conejo en el
sombrero, de Aerial; el canto a todo pulmón, casi tenor, de Gabo o los karaokes
alocados, donde lo único audible eran los gritos de quién ama profundamente el
momento en que vive, de Ara; los consejos de un futuro médico y los artistas que
hacían de los colores y los trazos cuadros llenos de vida; la filosofía encarnada por
él, Andrés; los acordes y la guitarra compartida en las cuerdas del tiempo; los
juegos de quien vive la realidad de forma distinta; algún que otro señor interesado
en la psicología o la sociología; el intento de cada sábado de hacer de los
corazones una puerta abierta para reparadores aficionados; la informática como
obsesión de una red segura, de una libertad más próxima; el arte revelado de la
mano de una española. O, incluso, pensaba Andrés, algo más sencillo, más bello,
el simple acto de decir “hola” y conversar borrando la distancia, anclando los
tiempos al lugar de la pregunta y la responde, sólo la magia de quién habla con
sinceridad, sin necesidad de nada más que el intento de una calidez humana.
Navidades recordadas al lado de ellos, pero no sólo navidades, todo tiempo
compartido era suficiente para iluminar esa habitación fría y deshilachada donde se
encontraba. La navidad era la excusa para ser humano, para amar con ternura y
derretirse en el corazón del otro. Navidad, así lo pensaba Andrés, era todos los
días en ese servidor y no porque el servidor fuera especial. La tierra prometida
donde encallar no era nada sin alguien con quién vivir; la felicidad sólo es felicidad
cuando se comparte.
Pero aun con lo anterior, esa verdad interior no podía ser ignorada; todo cambia.
Los días y las noches habían pasado. La necesidad y el tiempo le había obligado a
alejarse de ese lugar preciado. Ahora sólo eran recuerdos, momentos de un
pasado diluido en las entrañas de la historia, lugar anhelado. Tampoco era así, el
pasado podía no existir como forma tangible, igual que ese lugar compartido, pero
eran tan real como romper la copa en un brindis o emborracharse en año nuevo,
era tan real como la espina que se incrusta en la palma de la mano; dolor agudo
de quién vive. Andrés lo sabía, lo real no sólo era lo material, por más que algún
filosofo de la antigüedad allá afirmado lo contrario. Lo real se volvía entonces
mucho más que sólo lo sensible, era también lo que fue y lo que será, la maravilla
de recordar el pasado o el anhelo de imaginar el futuro. Ese fuego fatuo que
parece esperanza renaciente en cada pequeña encrucijada de vida o muerte, ese
intento por hacer de nuestro mundo mejor. Esto también era real.
Andrés sonrío como cuando se sonríe al leer un buen cuento o al recordar un bello
momento. Dio una última mirada a la venta de vistas tristes y decidió tomar el
valor para levantarse del asiento y salir en busca de un nuevo camino, quizá
cargado de esperanza…

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