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El diseño político propuesto para Zoopolis, ¿estructura una forma de especismo

favorable a los animales domésticos y en perjuicio de los animales salvajes?

En Zoopolis1, Sue Donaldson y Will Kymlicka, presentan una teoría política de los animales
a partir de la que se busca el reconocimiento del estatus de ciudadanía y soberanía animal
como mecanismos para salvaguardar los compromisos fundamentales defendidos por las
teorías tradicionales en materia de derechos universales básicos para los animales, mientras
que, en palabras de Anne Cormier (2016)2, se busca además, extender el alcance del enfoque
tradicional de las teorías de los derechos animales reconociendo que estos no solo tienen unos
derechos universales básicos fundados en características intrínsecas, sino también unos
derechos de grupo basados en su posición y capacidades relacionales especificas respecto de
los seres humanos.
La teoría tradicional de los animales tiene en la consideración moral del sufrimiento animal,
el punto de partida a partir del que se reconoce en la vida animal, la capacidad subjetiva para
experimentar dolor y, por tanto, un interés básico en no sufrir y de evitar el daño (Singer.
1995)3. Estos atributos configuran unos compromisos mínimos de protección a los animales
que se traducen en derechos negativos como: “el derecho a no ser torturado, sometido a
experimentación, poseído, esclavizado, confinado o asesinado” (Donaldson y Kymlicka, 2018,
p. 95). Por su parte, la teoría política de los animales defendida en Zoopolis e inspirada en el
proyecto del giro político, aborda la cuestión animal considerando que en cuanto los animales
cuentan con un estatus moral, se debe reconocer que estos tienen derechos morales por lo que
“cualquier tipo de dominación y opresión ejercidos sobre ellos son un asunto de justicia social”
(Sierra. 2019, p. 7)4. De este modo, para los autores de Zoopolis, que la cuestión animal deba
abordarse como un problema de justicia, implica que la protección a los animales no debe
limitarse al reconocimiento de unos derechos básicos universales, sino que a través de un
enfoque que reconoce la importancia de las relaciones de interacción y de relacionamiento con
los animales, se puedan establecer para los humanos deberes positivos frente a los animales,
expresados en derechos como: “el derecho a respetar su hábitat, la obligación de diseñar
nuestros edificios, carreteras y barrios de forma que se tengan en cuenta las necesidades de
los animales; la obligación de rescatar a los animales que resulten perjudicados,

1
Sue Donaldson y Will Kymlicka, “Zoopolis: Una teoría politíca de los animales”, Oxford University Press, 2011.
2
Andrée-Anne Cormier & Mauro Rossi, “The problem of predation in Zoopolis”, Journal of applied philosophy, 2016
3
Peter Singer, “Animal Liberation”, Harper Perennial modern Classics, 2009.
4
Sierra Jorge, “Martha Nussbaum y la justiciar social para los animales”, Universidad Autónoma de Colombia, 2019.

1
involuntariamente, por actividades humanas; o la obligación de cuidar a los animales que
dependen de nosotros” (Donaldson y Kymlicka, 2018, p. 22).
Así entonces Zoopolis, defiende que la única protección realmente eficaz de los animales
debe darse dentro de un marco de justicia política que encuentra en el enfoque relacional de
los derechos la estructura teórica necesaria para habilitar la inclusión de los animales
domésticos como miembros iguales dentro de la comunidad política, puesto que “no son solo
portadores abstractos de derechos universales, sino también habitantes de comunidades
organizadas políticamente, seres que conviven con nosotros” (Arguelles Rozada, 2019)5. Este
enfoque relacional de los derechos entonces, abre la posibilidad de reconocer la ciudadanía a
los animales domésticos dado su capacidad de ajustar su comportamiento, de orientar sus
interacciones, de manifestar sus intereses, y de ejercer y gozar de sus derechos en
congruencia con los principios que delimitan el enfoque relacional al interior de la comunidad
política. Luego así, es la capacidad de responder a los deberes de cooperación,
autorregulación y reciprocidad lo que determina la pertenencia a la comunidad política y la
ciudadanía, a juicio de los autores de Zoopolis.
Para establecer lo anterior, Donaldson y Kymlicka llevan a cabo un desarrollo teórico
diferenciado frente al tipo de estatus político reconocible a los animales según su capacidad
para ajustarse en mayor o menor medida a los parámetros del enfoque relacional de
cooperación. De este modo, realizan una triple caracterización en la que se reconoce el estatus
de ciudadanía con las prerrogativas que le son propias únicamente a los animales domésticos,
a causa de la relación de interdependencia que sostenemos con estos. Condición que los
aventaja en estatus político, y en derechos, respecto de los animales catalogados en las otras
tipologías, pues son los únicos frente a los que se establecerían derechos positivos. Frente a
los animales que comparten la ciudad con los humanos, pero sin relación de interdependencia,
surge la categoría de liminales6, animales suspendidos entre la vida salvaje y la residencia
ocasional en la ciudad para los que no resulta claro el beneficio que en materia de protección y
reconocimiento pueda agregar Zoopolis a su existencia. Para los animales salvajes, que
constituyen la última categoría, se reconoce el estatus de soberanía a partir de la consideración
de que son territorialmente autónomos, y que dado la mínima interacción que los humanos
tienen con los sus hábitats, alejados de las comunidades humanas, los animales salvajes no

5
Arguelles Rozada Isabel “Las fronteras de los deberes humanos hacía los animales. Un análisis de Zoopolis”, Universidad de
Oviedo, España, 2019.
6
Se refiere a una forma de ciudadanía intermedia en la que las especies asumidas como “plagas”, se homologan en Zoopolis como
animales en tránsito, pero sin residencia permanente.

2
son candidatos viables para ser incorporados en el esquema de cooperación relacional que
determina la ciudadanía.
El enfoque de los deberes hacía los animales defendido en Zoopolis, otorga el estatus de
ciudadanía a los animales domésticos en razón de su capacidad para responder a las
exigencias del enfoque de cooperación relacional, mientras que las obligaciones frente a los
animales salvajes quedan determinadas según un estatus de soberanía que busca responder a
lo que Clare Palmer (2010)7 ha llamado la intuición del “laissez-faire”, que en su versión más
común se traduce según Cormier (2016), en que los seres humanos no tienen obligaciones
positivas hacía los animales salvajes. Donaldson y Kymlicka, sostienen que la intuición del
“laissez faire” debilita las obligaciones morales de los humanos frente a los animales salvajes
gracias a que se funda en el principio de no intervención (p. 284), y añaden, que esta doctrina
derivada del enfoque tradicional solo condena una de las diferentes formas de afectación 8 que
acaecen sobre la vida salvaje, la que consiste en la vulneración directa de los derechos básicos
(Donaldson y Kymlicka, 2018, p. 276), mientras se omite el deber de protección frente a los otro
casos. Para los autores de Zoopolis, tal omisión es resultado de la limitación de la teoría
tradicional al tener el estatus moral intrínseco como fundamento principal, limitación que
pretende ser superada con el enfoque relacional de los derechos que conduce a establecer
derechos positivos.
Zoopolis, sostiene que los animales salvajes han sufrido injusticias similares a las padecidas
por las comunidades humanas que “a lo largo de la historia se les ha negado el autogobierno y
el control soberano de su propio territorio” (p. 96). Para sus autores, así como la comunidad
internacional ha desarrollado un sistema de derecho internacional que favorece la protección
de las naciones débiles frente a las naciones más fuertes a través de la soberanía, para el caso
de las injusticias frente a los animales salvajes, estas se han de resolver extendiendo los
derechos de soberanía a los animales salvajes pues dicho estatus contribuye al respeto de los
valores morales presentes en las comunidades de animales salvajes (p. 363) y a establecer
deberes positivos que limiten el sufrimiento de los animales salvajes derivado de las cuatro
formas de afectación infligidas por los humanos.
En Zoopolis, el concepto de soberanía pretende desempeñar un papel fundamental en la
protección de la vida animal salvaje y en el cumplimiento de unos fines morales que no
reconoce la teoría tradicional, pues esta establece obligaciones unicamente frente a la
vulneración de los derechos básicos. Donaldson y Kymlika, citando a Pemberton, explicitan
7
Clare Palmer “Animal ethics in context”, New York: Columbia University press, 2010, p. 68.
8
Donaldson y Kymlicka, caracterizan las formas de afectación de la vida animal según cuatro casos: 1) Violencia directa e
intencionada 2) Perdida de hábitats 3) Daños colaterales y potencialmente 4) Intervención positiva (p. 276)

3
estos fines morales que protege la soberanía al decir que este concepto se debe entender
como “un medio para proporcionar un espacio seguro en el que las comunidades puedan
crecer y prosperar. El valor crucial que hay en juego es, pues, la autonomía” (Pemberton, 2009,
p. 7) El respeto y la protección de la autonomía que se deriva del estatus soberano es la
repuesta de Donaldson y Kymlicka frente al deber moral de garantizar el respeto por los
compromisos básicos de protección, y de extender esta protección hacía la concreción de unos
deberes positivos. No obstante, que los deberes positivos frente a los animales se configuren a
partir del enfoque relacional de cooperación y del principio general de no intervención implica,
conduce a que el marco teórico que sostiene a Zoopolis sea vulnerable, principalmente frente a
las dificultades que suscita el problema de la depredación animal. (Cormier. 2016)
La existencia del sufrimiento animal es un hecho innegable tanto para animales domésticos
como para animales salvajes. Comparativamente los animales salvajes sufren más que los
animales domésticos o los que usamos como alimento a causa del dolor y la angustia a que
están sometidos por cuenta de la depredación, luego, si el problema de los derechos animales
en términos del respeto por los compromisos básicos y del establecimiento de unos deberes
positivos es un asunto de justicia como sostienen Donaldson y Kymlicka, parece que tenemos
la obligación moral de evitar o cuando menos, de aliviar el sufrimiento animal, sin importar que
se trate de animales domésticos o salvajes, de lo contrario la omisión de este problema parece
“implicar una forma injustificada de antropocentrismo, insensible, esta vez, al dolor animal
salvaje” (Sierra, 2019, p. 71) En este sentido, el uso que hacen Donaldson y Kymlicka del
concepto de soberanía para establecer deberes positivos frente a los animales salvajes es
problemático, da lugar a las objeciones que se presentarán a continuación, las cuales tienen
que ver con el equivoco en el que incurre Zoopolis al suponer que el sufrimiento salvaje
derivado de fenómenos como la depredación, la hambruna y otra situaciones que amenazan su
vida9 (Cormier, 2016), puede resolverse a través del reconocimiento de la soberanía para los
animales salvajes, gracias al supuesto de que cuentan con la capacidad de “responder a los
retos a los que se enfrenta una comunidad y de proporcionar un contexto social en el que sus
miembros individuales puedan crecer y prosperar. Y en este sentido, parece que los animales
salvajes son competentes” (Donaldson y Kymlicka, 2018, p. 308).
Este uso equivoco del concepto de soberanía implica serias consecuencias que terminan
por debilitar el proyecto político de Zoopolis. En principio, resulta contradictorio que Zoopolis
reconozca la obligación moral frente a los compromisos básicos de la teoría tradicional
traducidos en términos de evitar el sufrimiento, pero que a la vez se oponga a que estos

9
Anne Cormier & Mauro Rossi, “The problem of predation In Zoopolis”, Journal of applied philosophy, 2016.

4
derechos sean garantizados a través de formas de intervención humana de la naturaleza, lo
que conduce a que el concepto de soberanía animal desarrollado por Donaldson y Kymlicka
termine por asumir otra forma del principio “dejarlos ser” propio de la teoría tradicional 10
(Edmundson. 2015). Segundo, Cormier (2016) señala, que Zoopolis omite que las tasas de
mortalidad, el sufrimiento y la violencia presentes en la vida salvaje muestran que estas
comunidades no son competentes para proteger a sus miembros de la depredación ni de otras
catástrofes, por lo cual considera que no son candidatos óptimos para el ejercicio de la
soberanía y que aún si lo fueran, este concepto no garantiza los intereses fundamentales de
depredadores y presas por igual. Tercero, a juicio de Bern Ladwid (2015), la soberanía animal
en Zoopolis, enfrenta el problema de la falta de filiación territorial de algunas especies (p. 290),
además que algunas especies no constituyen comunidades organizadas, y principalmente, que
los animales salvajes no cuenten con las capacidades necesaria para satisfacer el requisito de
la autonomía colectiva11 como principio fundamental que define la soberanía de una
comunidad. (p. 286)
En adelante se defenderá, que el uso que Zoopolis hace de la soberanía para los animales
salvajes como estatus normativo de protección, no solo reduce este concepto a un uso
metafórico que esta lejos de tener efectos prácticos en la protección de la vida animal salvaje,
sino que además configura una forma de especismo de preferencia en favor de los animales
domésticos y en perjuicio de los animales salvajes. Especismo que surge al interior de
Zoopolis, gracias a que la ciudadanía establece deberes morales concretos frente al sufrimiento
de los animales domésticos, mientras que la soberanía como marco de protección para los
animales salvajes además de su inconsistencia teórica, en la practica desconoce el problema
moral del sufrimiento animal presente en las relaciones predatorias.
Esta forma de especismo se estructura además, en la incapacidad de los animales salvajes
para el ejercicio pleno de la autonomía como principio que determina una soberanía autentica,
así como, en su falta de competencia para la protección de sus miembros frente a la
depredación masiva. De otra manera, Donaldson y Kymlicka juzgan el problema de la
depredación como un mal necesario12 dentro del marco de una concepción problemática de la
soberanía como se ha expuesto. Esto no solo legitima la depredación animal omitiendo el

10
William A. Edmundson, “Do animals need citizenship?”, Oxford University Press, 2015.
11
Según Ladwig, la autonomía colectiva requiere satisfacer una condición interna y una externa. La interna implica que el derecho
colectivo a la soberanía tiene una base fundamental en los reclamos válidos individuales que en ultima instancia constituyen la
comunidad (Ladwig, 2015, p. 286) La condición externa se refiere a que la soberanía surge gracias a que una comunidad es
reconocida como un miembro igual dentro de otras comunidades soberanas, y que esta a su vez puede administrar sus asuntos
internos sin interferencia externa o dominación. (p. 286)
12
Donaldson & Kymlicka, “The journal of Political Philosophy” Volume 23, Interspecies Politics: Reply to Hinchcliffe and Ladwig”,
2015, p. 236

5
problema implícito de su sufrimiento, sino que en su conjunto, debilita la teoría política para los
animales defendida en Zoopolis al punto que termina por invertir el sentido de la noción de
ciudadanía, la cual deja de ser el fundamento para la construcción de relaciones igualitarias
para convertirse en un estatus normativo que discrimina entre tipos de animales según su
capacidad de adaptación al enfoque relacional de los derechos, y del que surge una
concepción de la justicia favorable solo a los animales domésticos y excluyente de los animales
salvajes cuyo sufrimiento termina invisibilizado con el frágil velo de la soberanía.
¿Cómo enfrentar el problema del sufrimiento de los animales salvajes debido a la
depredación? Si el sufrimiento es intrínsecamente malo para quienes lo experimentan sin
importar si este es causado por los humanos o por los animales, ¿Qué ajustes pueden llevarse
a cabo al interior de Zoopolis en el propósito de establecer un marco de protección efectivo
para los animales salvajes y domésticos por igual? O, ¿se debe optar por otro modelo de teoría
política para los animales? La diferencia de tratamiento normativo que reciben los animales
domésticos y salvajes en Zoopolis, definitivamente ¿estructura una forma de especismo
favorable a los primeros y en perjuicio de los últimos? Aunque pueda ser más difícil aliviar el
sufrimiento en la naturaleza y que “comparativamente sea más fácil aliviar el sufrimiento
causado por los seres humanos, no tener en cuenta tal sufrimiento natural parece implicar una
forma injustificada de antropocentrismo, insensible, esta vez, al dolor animal salvaje” (Sierra,
2019, p. 71)

Objetivo general

Demostrar que la teoría política de los animales desarrollada en Zoopolis, estructura un


especismo de preferencia favorable en derechos y protección frente al sufrimiento para los
animales domésticos y excluyente de los animales salvajes.

Objetivos específicos

 Analizar las limitaciones y problemas del enfoque relacional de los derechos en la


caracterización del estatus político de los animales.
 Analizar de que manera se usa el concepto de autonomía en Zoopolis, en la defensa de
la soberanía para los animales salvajes.
 Evaluar el uso que Zoopolis hace del concepto de soberanía para los animales salvajes
al margen del problema de la depredación, y sus implicaciones para el proyecto de
justicia animal defendido en Zoopolis.

6
Marco Teórico
La cuestión relativa al estatus moral de los animales no humanos ha sido objeto de debate
en el campo filosófico desde hace años. No obstante, el enfoque ético predominante en el
desarrollo de esta discusión ha conducido a que el movimiento de defensa de los derechos
animales tenga que contentarse con algunas conquistas marginales. Sólo hasta las dos últimas
décadas y dentro de lo que ha sido denominado el giro político, teóricos como Martha
Nussbaum (2007), Siobhan O’ Sullivan (2011), Alasdair Cochrane (2012), Robert Garner (2013)
y Donaldson y Kymlicka (2011) se han aproximado con un enfoque diferente a la “cuestión
animal”. Incluso, ya desde 1990 Iris Young Marion, había desarrollado concepciones de justicia
animal aplicables a ciertas practicas sociales que podían ser consideradas opresivas en
injustas. A partir de esta tendencia se habla del “giro político” en el discurso sobre los derechos
de los animales, el cual busca contribuir al desarrollo de una concepción de la justicia que
permita esbozar una noción de igualdad entre los seres humanos y los animales con base en
los valores políticos de la democracia liberal.
La filosofía política, que históricamente se ha ocupado de teorizar sobre los postulados que
definen la legitimidad del poder, la autoridad, y sobre el reconocimiento de los derechos, ahora
con el giro político incluye en su reflexión sobre la justicia a los animales no humanos,
buscando ampliar a estos el alcance de este concepto de modo que sea posible extender el
marco de protección defendido en las teorías tradicionales que se han limitado a establecer
unas obligaciones básicas frente a los animales. El cambio de paradigma que defiende el giro
político, significa que la tradición filosófica ha establecido que ella en sí misma constituye una
de las dificultades del acceso a la justicia para los animales a pesar de que uno de sus temas
centrales sea la reflexión en torno a la legitimidad y modulación del poder coercitivo. Situación
que resulta desconcertante si se considera que, a lo largo de dos siglos de que hacer filosófico
esta tradición ha intentado responder a: “¿Cuándo es legitimo que algunos individuos ejerzan
el poder sobre otros? Y ¿cómo pueden las relaciones de poder ser reguladas y justificadas
bajo las normas de justicia?”13
El giro político en su esfuerzo por resignificar teóricamente conceptos como democracia,
relaciones políticas, justicia, poder y ciudadanía, busca establecer un mecanismo que permita
13
Sierra Jorge, “Martha Nussbaum y la justiciar social para los animales”, Universidad Autónoma de Colombia, 2019, p. 8

7
incorporar a los animales en la comunidad política, con los beneficios que este propósito
representa, buscando ofrecer una repuesta a interrogantes como, ¿debería incluirse a los
animales no humanos como parte de una teoría de la justicia? ¿Cómo se puede defender que
los intereses de los humanos, los animales domésticos y salvajes tengan lugar dentro de una
misma concepción de justicia? ¿Qué tipo de teoría de la justicia es capaz de redefinir las
relaciones, obligaciones y derechos entre animales y humanos como miembros iguales dentro
de una comunidad política? Responder a estos interrogantes obliga a establecer los principios
teóricos que delimitan el marco conceptual del giro político, que según Milligan (2015, p. 7) se
caracterizan por:

I. Una ampliación de la apelación a los valores liberales democráticos.


II. El retorno a un fuerte énfasis en los intereses de los animales, pero en el contexto de
una teoría de los derechos en lugar de un enfoque consecuencialista al estilo de Singer.
III. Un énfasis en los derechos positivos en lugar de únicamente los derechos negativos o
consideraciones de bienestar.
IV. Una degradación del argumento de los casos marginales con el fin de que solo jueguen
un rol periférico.
V. Una actitud ampliamente pragmática hacia el compromiso político14

Inspirado en valores liberales democráticos, al estado según el giro político, le corresponde


erigir principios de justicia que promuevan y respeten los intereses de sus asociados de
manera que estos principios modulen las interacciones entre los sujetos, muchas veces
determinadas por relaciones asimétricas de poder. Por consiguiente, si a la luz del giro político
sobreviene una re elaboración de las categorías que definen la justicia, ha de considerarse que
cualquier tipo de opresión o dominación que recaiga sobre un miembro de la comunidad
política, -en este casos sobre los animales no humanos- debe tratarse como un asunto de
justicia social, pues si se acepta que los animales gozan de un estatus moral, por tanto se debe
reconocer la existencia de derechos morales que los hacen sujetos legítimos de justicia.
Sin bien, de manera reciente la actividad del estado en términos de políticas públicas y
prescripciones normativas favorables a los animales empieza a dar señales de avance, los
esfuerzos son mínimos en términos de la delimitación del ejercicio del poder frente a los
animales ni frente a la protección efectiva de los intereses de los mismos. Si los esfuerzos de la
filosofía política se encaminan a desarrollar mecanismos que permitan sustituir la tiranía por
relaciones de poder legitimas, la cuestión de los derechos animales al interior de la democracia
14
(Ibid, p. 10)

8
liberal ha de asumir un rol preponderante en la concepción de la justicia. Si ya desde el siglo
XIX, Jeremy Bentham sostenía que los animales debían gozar de los derechos que les había
arrebatado la tiranía humana, ¿Por qué la filosofía política tradicional tardo tanto en asumir la
discusión sobre la cuestión animal? ¿Por qué solo hasta los años recientes los estados vienen
implementado políticas públicas y normas favorables a los animales?
De acuerdo con estos antecedentes, Zoopolis y su teoría política para una ciudadanía de los
animales traslada la discusión sobre los derechos animales del terreno de la ética al de la
teoría política, buscando redefinir conceptos como el de ciudadanía, soberanía, justicia y
derechos, para establecer un nuevo marco conceptual y político que permita sostener la idea
de que los animales no humanos son susceptibles de ser reconocidos como miembros de la
comunidad política dentro del marco de una teoría ampliada de justicia. Lo anterior, en
oposición a las teorías tradicionales de los derechos animales (en adelante TDA) que inscritas
en la tradición contractualista de Jhon Ralws, defienden unos principios teóricos que se oponen
a que los animales puedan ser tratados de acuerdo con los principios de justicia y a su vez
sosteniendo, que frente a los animales los humanos solo deben observar unos deberes
negativos resumidos en el derecho a ser dejados en paz y a evitar el sufrimiento y el daño. En
este sentido según Donaldson y Kymlicka, la TDA ha dicho poco sobre los posibles deberes
relaciones positivos que los humanos tendrían frente a estos, debido a las circunstancias tanto
geográficas como históricas que han configurado diversas formas de interacción entre los
humanos y distintos grupos diferenciados de animales, de las que se desprenderían deberes
de “cuidado, hospitalidad, alojamiento, reciprocidad y justicia reparadora” (p. 23). Dentro de las
teorías tradicionales de los derechos animales encontramos que destacan el denominado
utilitarismo de preferencia de Peter Singer (1995), que se centra en la defensa de los intereses
de animales, y el enfoque abolicionista que se centra en la defensa de los derechos animales
con Tom Regan (1983).
Singer, frente a la “cuestión animal” es partidario de una posición que favorezca los
intereses, deseos y preferencias de los animales, postura que interpreta los intereses de
manera equiparable con los humanos en el sentido de que en ambos subyace la capacidad de
la sintiencia como fundamento suficiente para incluir a los animales en nuestro circulo de
consideración moral, siendo esta una capacidad que determina el interés en no sufrir. La
contribución de Singer al movimiento de defensa de los animales puede plantearse como una
defensa de un trato digno y congruente con esta capacidad de sintiencia que reside en los
animales, argumentando en favor de un trato que respete su independencia como posibilidad
para el disfrute de sus intereses y preferencias y no como “simples medios para los fines

9
humanos” (Singer, 2009, p. 20). De esta manera promueve la necesidad de mejorar el trato y
las condiciones de vida de los animales domésticos, así como, de introducir modificaciones que
favorezcan el bienestar de los animales destinados a la explotación y consumo humano sin
llegar a defender su eliminación. En general, Singer sostiene, que los humanos deben observar
unos deberes básicos frente a los animales de acuerdo con el principio de consideración de sus
intereses, principio que interpreta el daño infligido a los animales como moralmente incorrecto
desde el punto de vista del sufrimiento sin llegar a defender que los animales tengan derechos
positivos. En este sentido Donaldson y Kymlicka señalan que el bienestarismo, por las razones
antes vista, puede verse como un “principio del uso humano” de los animales por parte de los
humanos. (p. 17)
Para Singer, no existen derechos invulnerables ni para los humanos ni para los animales y
en tanto que “niega la diferencia entre especies per se y que los intereses humanos y animales
similares tengan un mismo peso en el calculo utilitarista” (Donaldson y Kymlicka, 2011, p. 456),
los animales no humanos no resultan favorecidos dentro de este cálculo, dado que Singer
sostiene, que la mayoría de los animales no tienen un interés en seguir viviendo. De esta
manera, y considerando que la vida humana es intrínsecamente más valiosa y
psicológicamente más compleja, se explica que los animales menos complejos puedan
sacrificarse en beneficio de los humanos, bajo condición de la minimización del sufrimiento de
los primeros si esto contribuye a maximizar el bienestar general.
La postura de Singer dentro de la TDA conduce a algunas conclusiones contra intuitivas.
Mientras defiende a partir de la sintiencia la obligación del respeto de los intereses básicos de
los animales, también sostiene que nuestra consideración moral de la vida animal debe evitar
todo prejuicio especista de modo que, “debemos permitir que los seres que son semejantes a
los humanos en todos los aspectos relevantes tengan un derecho similar a la vida” 15. A partir de
esta afirmación podríamos inferir que Singer atribuye a algunos animales no humanos el
derecho a la vida, pero no es así. El filósofo norteamericano ha sido vehemente al sostener que
los derechos y la extensión de estos a los animales no es importante para su posición
utilitarista, pues su postura determina el bien general a partir de un cálculo que valora el daño
en los animales solo en la forma del sufrimiento, y en la que la muerte no implica ninguna
consideración moral puesto que no todos los animales no son capaces de mostrar un interés en
seguir viviendo.
La concepción de Singer claramente centrada en la prevención del sufrimiento animal de
acuerdo con el reconocimiento de la sintiencia, implica que los deberes humanos deben

15
Peter Singer, “Animal liberation”, 2009, p. 52.

10
limitarse a la eliminación de prácticas dañinas como la crianza, el sacrificio, la crueldad, y la
experimentación masiva, que afectan principalmente a animales domésticos, de granja y de la
industria de los alimentos. Razón por la que Singer afirma que, de ser coherentes con la
consideración moral de los intereses de los animales, se debe adoptar una dieta vegetariana,
así como, “debemos detener el uso de productos por los cuales los animales han sido sufrido y
han sido sacrificados”16. La postura de Singer, si bien este lejos de reconocer en favor de los
animales unos derechos positivos, si postulo con la crítica al especismo un principio que ha
ayudado a caracterizar la forma y el alcance de la consideración moral y el trato que les
debemos. Singer afirma que la mayoría de los seres humanos son especistas. Explica que el
descuido u omisión de incluir a los animales en su circulo de consideración moral se debe a la
creencia generalizada de que los animales no humanos no tienen intereses, particularmente
“porque no son capaces de sufrir” (p. 39) Creencia que ha sido refutada por Singer con el
argumento de la sintiencia y su defensa del principio de igual consideración de intereses. De
otra manera, el autor, explica que esta creencia esta fundada en la suposición de que la vida
humana, y exclusivamente la vida humana es sacrosanta, lo que refuerza este prejuicio de una
falsa superioridad de especie que busca superar con el principio de la igual consideración de
intereses.
Frente al problema del sufrimiento en los animales salvajes la contribución de Singer se
debe establecer interpretando el problema del sufrimiento de los animales salvajes a la luz de
los conceptos centrales que sostienen su teoría. Al margen de estos, Singer apenas formula un
par de comentarios. Por un lado, frente a la complejidad del mundo natural y del problema de
una hipotética intervención de la naturaleza el filósofo sostiene que, “ya hacemos bastante si
eliminamos por nuestra parte las muertes innecesarias y la crueldad con otros animales” 17,
estableciendo que su teoría encuentra un claro límite en el mundo natural. Por otro lado, el
autor parece advertir que existe un mayor grado de sufrimiento en los animales de granja que
el padecido por los animales salvajes al decir:

“Los animales de las granjas industriales no pueden caminar, correr, estirarse libremente ni
formar parte de una familia o rebaño. Es cierto que muchos animales salvajes mueren a causa
de condiciones adversas o son asesinados por depredadores; pero los animales criados en
granjas tampoco viven más de una fracción de su vida normal. El suministro constante de
alimentos en una granja no es una bendición absoluta, ya que priva a los animales de su
actividad natural más básica, la búsqueda de alimentos. El resultado es una vida de absoluto
aburrimiento, sin nada que hacer más que tumbarse en un puesto y comer” 18.

16
(Ibid. p. 334)
17
(Ibid. p. 227)
18
(Ibid. p. 328)

11
Hablando del enfoque de los derechos, que tiene en Tom Regan su represéntate más
influyente, encontramos que su postura reconoce el valor intrínseco de la vida animal
otorgando ciertos derechos negativos inviolables a los animales no humanos, sin llegar a
establecer deberes de carácter positivo frente a los animales. Para sostener lo anterior, Regan
formula una distinción entre derecho moral y derecho legal. Siendo el segundo, aquel que
reconocen y otorgan los actos legislativos al interior de los estados y que por tal razón están
sujetos a diferentes variables, y siendo los primeros, aquellos que surgen del valor inherente
que tienen los pacientes morales -en este caso los animales- y del cual se desprende la
obligación de un trato respetuoso en términos de un asunto de justicia. Seguido de lo anterior,
para Regan no hay lugar a argumentar que los animales no tengan derechos morales sobre la
base de que no están reconocidos en una estructura legal.
El argumento de Regan en este sentido introduce una interpretación que conduce a una
conclusión importante para la defensa de los derechos animales. Regan considera que los
derechos morales se deben reconocer por igual tanto a los pacientes como a los agentes
morales, añadiendo, que todos los agentes morales están en posición de tratar a los pacientes
morales con el respeto que se merecen por se poseedores un valor inherente, en tanto “la
validez de la pretensión de un trato respetuoso, y por tanto el argumento por que se reconozca
el derecho a tal trato no puede ser más fuerte ni más débil en el caso de los pacientes morales
de lo que es el caso de agentes morales”19. Ambos tienen un valor importante y por igual,
ambos son merecedores de un trato respetuoso y, por ende, afirma Regan:

“Seria arbitrario en extremo aceptar el postulado del valor inherente, el principio de respeto, el
análisis de los derechos como pretensiones válidas y el argumento del derecho a un traro
respetuoso en el caso de los agentes morales y luego negar que los pacientes morales tengan
este derecho”20

La replica de Regan a Singer en este sentido, consiste en reconocer que la existencia de


unos derechos básicos en los pacientes morales no tiene que ver con la regla de utilidad que
sigue Singer en su concepción del bienestar general, sino que, por el contrario, los derechos
básicos que defiende Regan para los animales son independiente de dicho criterio, dado que
se considera a los pacientes como a los agentes morales por igual merecedores del mismo
respeto y consideración. En virtud de lo anterior, Regan sostiene:

19
Tom Regan, “En defensa de los derechos animales”, Universidad Autónoma de México, 2016, p. 31
20
(Ibid. 317)

12
“De modo que la principal razón por la cual matar, digamos, a un agente o a un paciente moral
es incorrecto, si lo es y cuando lo es, es la violación de los derechos morales de un individuo y
no las consideraciones sobre todos los otros que van a obtener o no placeres o dolores, o van a
ver satisfechas sus preferencias”21.

Así entonces, el enfoque de los derechos surge en franca oposición al utilitarismo de Singer,
sobre la premisa de que no es por razones utilitaristas que se debe reconocer la existencia de
unos derechos básicos, si no por la apelación a la premisa de que:

“ciertos individuos tienen el derecho básico a un trato respetuoso porque el tipo de valor que
tienen (valor inherente), es un tipo de valor que es en sí independiente de la utilidad, y el criterio
que hace que su atribución a determinados individuos sea inteligible y no arbitraria (el criterio de
sujeto de una vida) tampoco hace referencia a la utilidad de reconocerlo y por lo tanto son
independientes de esa apelación”22.

Si bien el enfoque de los derechos establece ciertos deberes y restricciones frente a


nuestras relaciones con los animales, y determina un conjunto de derechos negativos que
conducen a la abolición de practicas dañinas para los animales como, por ejemplo, los
sistemas de crianza intensiva, la intervención de hábitats y la propiedad sobre la vida animal. A
juicio de Regan, estos no son derechos prima facie absolutos. Afirma que existen diversas
circunstancias que pueden justificar la violación de este derecho, en casos de defensa de la
vida humana frente la amenaza de un animal, o en aquellos casos excepcionales donde este
en juego el interés de supervivencia de la especie humana.
Donaldson y Kymlicka por su parte, dicen aceptar sin reserva el planteamiento general del
enfoque de los derechos, no obstante, aclarando que es este un planteamiento totalmente
marginal en lo político y que por tal razón los propósitos en la defensa de los animales son
ajenos para la población general. Si bien dentro del marco de la TDA, los animales, “son
individuos con derechos a no ser torturados, encarcelados, sometidos a experimentos médicos,
separados forzosamente de sus familias ni sacrificados” (Donaldson y Kymplicka, 2011, p. 19),
en la practica su efecto se limita a una interpretación generalizada del deber de reducir el
sufrimiento, omitiendo reconocer que los deberes humanos frente a los animales también
pueden constituir derechos positivos. Propósito que solo es posible al interior de una teoría

21
(Ibid. 317)
22
(Ibid. 317)

13
política capaz de reconocer incluso estos derechos a los animales salvajes cuyo sufrimiento
parece quedar al margen del enfoque de los derechos con Regan.
Si bien el planteamiento de Regan parece apoyar la invulnerabilidad de los derechos
animales, señalan Donaldson y Kymlicka, que este autor se aleja de tal conclusión al decir,
“que si bien los animales tienen derechos, estos son tal vez más vulnerables que los derechos
humanos” (p. 464). Asunto que puede verse confirmado en su postura frente al sufrimiento de
los animales salvajes. Como regla general, Regan condena la intervención del mundo natural y
las afectaciones derivadas de actividades como la caza deportiva, u otro tipo de intervención
asociada a la explotación de los animales salvajes. Regan sostiene que estos “no están aquí
para nosotros” (p. 397), y que al igual que los otros animales en estos existe un valor intrínseco
no reductible a la utilidad de nuestros intereses y que por el contrario merecen respeto como un
asunto de estricta justicia.
Cuando se trata de las relaciones entre los animales salvajes “la naturaleza es roja, en
diente y sangre” (p. 397) afirma Regan, para decir que el sufrimiento padecido por las presas
en las garras de otros animales es terrible al punto que no quedaría insensible ni el corazón
más endurecido. Si el enfoque de los derechos condena el sufrimiento animal derivado de
actividades humanas como la caza, podría decirse que también condenaría el mismo dolor
infligido por otros animales. Este cuestionamiento señala el límite que tiene el enfoque de
derechos y que se propone superar Zoopolis. Las relaciones entre especies del mundo natural
no pueden valorarse como se hace entre humanos y animales no humanos, dado que los
últimos no son agentes morales y por tanto “no pueden tener los mismos deberes morales que
tienen los agentes, incluido el deber de respetar los derechos de otros animales” (p. 397) Si
bien la muerte de un caribú por cuenta de un lobo representa una escena dolora, a juicio de
Regan no hay lugar en ella ningún reproche de orden moral.
La postura defendida por Regan obedece a que el respeto que debemos a los animales no
esta determinado por razones de bondad, o por una oposición a priori frente a la crueldad, si no
por que es un derecho de los animales. Por tanto, dentro de este marco, a los humanos
corresponde la promoción del respeto por los derechos de los animales en sus hábitats, y como
agentes morales evitar cualquier tipo de intervención. El “dejar ser a los animales” (p. 398)
debe ser el principio que debe aplicarse en la valoración de la vida natural, cuyas relaciones
están determinadas por la autonomía que les corresponde al ser “otras naciones”, prefigurando
así la soberanía de la que hablaran Donaldson y Kymlicka posteriormente. Si bien la apelación
al principio de dejar ser a los animales se sostiene sobre el solido argumento de la carencia de
agencia moral, no es menos válido lo que se sostiene a continuación:

14
“Sin embargo, esto no significa que el sufrimiento en sí sea moralmente menos malo en ausencia
de agencia moral de quien lo cause. Si hay tanto depredación humana como animal, surge la
cuestión de si, además de estar moralmente obligados a dejar de depredar a los animales
criados en granjas industriales, también tenemos una razón moral para proteger a los animales
de la depredación en la naturaleza”. (Sierra, 2019, p. 72)

Un aporte decisivo para el desarrollo de la teoría de los derechos animales se debe al


enfoque de las capacidades de la filosofa norteamericana Martha Nussbaum, quien, al interior
del giro político defiende una teoría de la justicia de los animales sin desatender el problema
del sufrimiento animal en el mundo salvaje. Nussbaum, en su enfoque de las capacidades
defiende la necesidad de reconocimiento del valor intrínseco en cada animal no humano
entendiendo que en estos seres subyace un valor moral ligado a la posibilidad de realización, o
de florecimiento de las capacidades según la norma de cada especie. Este enfoque de las
capacidades que asume la cuestión animal como un problema de justicia, surge en oposición al
utilitarismo de Singer, y presenta a la vez una alternativa al enfoque abolicionista de Regan,
quien a pesar de que formula una teoría de los derechos para los animales, defiende una
postura de no intervención frente al mundo salvaje. Para Nussbaum que la cuestión animal
deba abordarse como un asunto de justicia implica lo siguiente:

“Lo que mas comunmente significa cuando llamamos a un mal acto injusto es que la criatura
perjudicada por ese acto tiene derecho a no ser tratada de esa manera, y es un derecho de un
tipo particularmente urgente o básico. La esfera de la justicia es la esfera de los derechos
básicos. Cuando digo que el maltrato de animales es injusto, quiero decir no sólo que es malo
por parte de nosotros tratarlos de esa manera, sino también que tienen un derecho, un derecho
moral, a no ser tratados de esa manera. Es injusto para ellos. Creo que pensar en los animales
como seres activos que tienen un bien y que tienen derecho a perseguirlo, naturalmente nos
lleva a ver los importantes daños causados a ellos como injusto”. (Nussbaum, 2004, p. 302)

Como se puede ver a partir de la concepción de justicia que defiende Nussbaum, los
animales son merecedores de una consideración moral conforme los derechos básicos de que
son beneficiarios y de acuerdo con la expectativa de perseguir la realización de las
capacidades que les son propias. La posibilidad de vivir en aras de alcanzar el desarrollo de la
potencialidad de cada especie determina este enfoque de las capacidades como marco de
justicia que incluye la expectativa de florecimiento de los animales. Expectativa que supone
unas garantías mínimas de vida para los animales, que traduce Nussbaum en un listado de

15
capacidades donde establece unos deberes positivos directos que los humanos deben respetar
en los animales como sujetos de justicia.
Nussbaum comparte con Singer y Regan el respeto por los compromisos básicos
defendidos en la TDA tradicional, añadiendo con su enfoque de las capacidades un argumento
en favor de la inclusión de los animales en la esfera de la justicia, además, estableciendo un
listado de deberes positivos que buscan honrar la forma de dignidad de que la vida animal es
depositaria. Siendo para Nussbaum el problema animal un asunto de justicia, su teoría
presenta una alternativa frente al problema del sufrimiento en el mundo salvaje que las teorías
dejan irresuelto con el argumento de la no intervención, pues no puede concederse, que el
sufrimiento animal sea objeto de consideración moral en unos casos y en otros no, omitiendo
los principios que ha defendido su propia teoría en términos de la defensa del estatus moral de
los animales que determina el enfoque de las capacidades.
Para Nussbaum, el sufrimiento de los animales salvajes no es un asunto moralmente
neutral. Su posición frente al problema llega a suponer lo que sería una conquista del mundo
natural por el reino de lo justo, la construcción de una Zootopía en la que el mito idílico del
equilibrio de la naturaleza sería derrotado por la justicia, pues con base en su enfoque parece
razonable inferir que existe una obligación moral de evitar el sufrimiento. En este sentido
sostiene Nussbaum:

“Si un ser humano hace pedazos a un perrito o si ese mismo perrito es destrozado por un tigre,
es igual de malo para el perrito, y el enfoque de las capacidades comienza a partir de los
derechos de cada criatura. Creo que el perrito tiene derecho a estar protegido del tigre, así́ como
de los humanos. En la medida en que estamos allí́ en la escena, creo que deberíamos defender
a los animales más débiles. Y una cosa que nunca debemos hacer es suponer que el hecho de
que los animales maten a otros animales es una cuestión moralmente neutral” (Nussbaum y
Faralli, 2007, p. 158).

En este sentido, y en contraposición con sus antecesores en la TDA, la filósofa


norteamericana defiende una postura que aboga por la intervención del estado para afrontar el
problema del sufrimiento animal en el mundo salvaje, en aras de garantizar los derechos e
intereres de todos los animales y en congruencia con la idea de una justicia social ampliada
que defiende. El argumento a favor de la justicia social para las presas y en contra de la
depredación animal que justifica dicha intervención en mundo natural es esquematizado por el
filósofo Jorge Sierra23, de la siguiente manera:
23
Sierra Jorge, “Martha Nussbaum y la justiciar social para los animales”, Universidad Autónoma de Colombia, 2019, p. 81

16
1. Si los animales presa tienen un estatus moral, entonces los animales presa tienen derechos
morales significativo de algún tipo.
2. Si los animales presa tienen derechos morales, entonces los animales presa son sujetos
legítimos de justicia.
3. Si los animales presa son sujetos legítimos de justicia y los animales presa sufren la
dominación y la opresión sistemática (por parte de los depredadores) e institucional (al no
ser defendidos por el Estado de sus depredadores), entonces los derechos de los animales
presa son un asunto de justicia social.
4. Existen fundamentos filosóficos sólidos que establecen que los animales presa tienen un
estatus moral especial frente a los depredadores (hay un deber de proteger a los animales
vegetarianos inocentes de sus depredadores carnívoros).
5. Los animales presa sufren la dominación y la opresión sistemática (por parte de los
depredadores) e institucional (al no ser defendidos por el Estado de sus depredadores).
6. Por lo tanto, los derechos de los animales presa son una cuestión de justicia social (a partir
de las premisas 1 a 5).
7. Por lo tanto, aquellos comprometidos con la justicia social deben considerar los intereses de
todos los seres sintientes, dando prelación a las presas sobre sus depredadores.

De aceptar que hay lugar a la intervención de la naturaleza en nombre de la justicia, en


Zootopía serían admisibles intervenciones como: la captura de depredadores, la reclusión, la
esterilización, la modificación genética y hasta el sacrificio indoloro. Sin embargo, este
planteamiento conduce a una flagrante contradicción, pues Nussbaum dentro de su teoría
ampliada de justicia también defiende:

“La soberanía de las especies, como de las naciones, tiene un peso moral. Parte de lo que
florecer supone para una criatura, estriba en el hecho de que se fije por sí misma ciertos temas
de especial importancia, sin intervención humana alguna, por benevolente que ésta sea”
(Nussbaum, 2007, p. 367).

De otro modo, la intención de sustituir lo natural por lo justo para resolver el problema del
sufrimiento animal implica conceder paso a una perspectiva en exceso humanizadora que
parece vulnerar la posibilidad de florecer a los animales depredadores, para lo que estas
relaciones predatorias constituyen precisamente el núcleo de sus capacidades y de su
florecimiento. Actuar en sentido contrario a las capacidades animales establecidas por
Nussbaum, parece implicar la vulneración de la dignidad relativa a estas especies y una
fractura de los principios centrales de su propia tesis al pretender trasladar al mundo animal el
tipo de dignidad que es inherente al hombre. La posibilidad de una intervención masiva en la
naturaleza para evitar que los predadores maten a sus presas, además de ser una postura en

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cierta medida utópica termina por conducir a Nussbaum a lo que podría considerarse “un
proyecto salvífico de proteger a todos los seres inocentes, propio de una cuasideidad” (Sierra,
2019, p. 85) tras del que se podría decir se esconde un proyecto especista, Sin embargo, el
enfoque de Nussbaum es el primero en reconocer la necesidad de abordar el problema del
sufrimiento de los animales salvajes, problema que supone un reto para las TDA en el
entendido de que el dolor intrínsecamente malo sin importar que especie lo padece, y
asumiendo que estas teorías defienden la sintiencia como uno de sus principios fundamentales
no resulta consistente promover la protección de unos tipos de animales desconociendo el
sufrimiento en el caso de los animales salvajes.

Metodología
La investigación se desarrollara en tres momentos que corresponden con los capítulos del
presente trabajo.

1. Inicialmente se analizarán las relaciones entre el enfoque relacional de cooperación que


plantea Donaldson y Kymlicka en Zoopolis: Una teoría política de los derechos animales
(2011), respecto de el enfoque tradicional de los derechos animales que aboga por un
principio general de no intervención del mundo salvaje. Enfoque tradicional que se
inaugura con Peter Singer en su obra Animal Liberation (2009), y que amplia Tom
Regan en su obra En defensa de los derechos animales (2016), obras donde la cuestión
animal se aborda desde desde la perspectiva ética de la sintiencia, del principio de la
igual consideración de intereses, y desde el enfoque de los derechos respectivamente.
Con este análisis se buscará establecer los puntos de encuentro y de divergencia entre
ambos enfoques teóricos y su forma de concebir el problema de la depredación en el
mundo salvaje.
2. En la segunda etapa se evaluarán las criticas que ha recibido la teoría política de los
animales propuesta en Zoopolis, en particular frente a su noción de soberanía para los
animales salvajes y la dificultad que esta noción comporta frente al problema de la
depredación. Análisis que se llevara a cabo teniendo en cuenta las criticas de
provenientes de Cormier, Cochrane y Arguelles, siguiendo lo planteado en sus textos
The problem of predation in Zoopolis, Las fronteras de los deberes humanos hacia los
animales y el capitulo V de Sentientist Politics, respectivamente.
3. En la tercera etapa se propone analizar el enfoque relacional de cooperación, su
alcance, limitaciones y posibilidades frente al problema de la depredación animal, dentro

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del marco del concepto de soberanía que defiende Zoopolis como punto diferencial
frente a la TDA en la construcción un marco ampliado de justicia inter-especies. A partir
de este análisis se pretende establecer la validez de la concepción de justicia en
Zoopolis frente al problema de la depredación y esclarecer si oculta un especismo de
preferencia favorable a los animales domésticos y en detrimento de los animales
salvajes, gracias a un enfoque relacional que determina en la forma de la soberanía
unos supuestos derechos positivos sin alcance practico frente al problema del
sufrimiento de los animales salvajes. En esta etapa se tendrán en cuenta los estudios
de Anne Cormier en The problem of predation in Zoopolis (2016), de Alasdair Cochrane
en Sentientist Politics (2018), y de Jorge Sierra en Zootopia o el sueño de Nussbaum de
un mundo sin depredación (2019)

Índice tentativo

Introducción

1. ZOOPOLIS Y LA DEPREDACION ANIMAL


1.1 La soberanía animal.
1.2. Entre la sintiencia y la cooperación relacional
1.3. Derechos negativos, derechos positivos.
1.4. La teoría tradicional de los derechos y el principio de no intervención
1.4.1. ¿Una conquista de lo natural por lo justo? (Conclusión)
1.5. Conclusión

2. MAS ALLA DE ZOOPOLIS


2.1. Problemas en Zoopolis, una crítica al concepto de soberanía animal
2.2. La soberanía en Zoopolis y el problema de la depredación
2.3. ¿Cosmozoopolis o poscosmozoopolis?

3. ZOOPOLIS Y EL ESPECISMO DE PREFERENCIA


3.1. Función, alcance y limitaciones del enfoque relacional de cooperación
3.1.1. El enfoque relacional y la soberanía animal
3.1.2. El sufrimiento animal en zoopolis
3.2. El enfoque relacional y el especismo de preferencia al interior de zoopolis

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Bibliografía

Arguelles Isabel, “Las fronteras de los deberes humanos hacia los animales. Un análisis de Zoopolis”,
Santiago de Chile, Revista Internacional de Investigaciones Filosóficas, 2019
Cochrane Alasdair, “Sentientist Politics”, Oxford, Oxford University Press, 2018.
Cochrane, Alasdair, “Cosmozoopolis: The Case Against Group-Differentiated Animal Rights”, Law, Ethics
and Philosophy 2013
Cormier, Rossi, “The problem of predation In Zoopolis”, Journal of applied philosophy, 2016
Donaldson, Kymlicka, “Zoopolis: Una teoría politíca de los animales”, Oxford, Oxford University Press,
2011.
Edmundson William, “Do animales need citizenship?”, Oxford University press, 2015.
Meijer Eva, “When animals Speak”, New York, New York University press, 2019.
Nussbaum Martha, “Las fronteras de la justicia” Barcelona: Paidós, 2007
Regan Tom, “En defensa de los derechos animales”, México D.F, Universidad Autónoma de México,
2016.
Sierra Jorge, “Martha Nussbaum y la justiciar social para los animales”, Bogotá, Universidad Autónoma
de Colombia, 2019
Singer Peter, “Animal Liberation”, New York, Harper Perennial modern Classics, 2009.

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