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Misterio y Suspenso

De los elementos narrativos que puede aprovechar una obra de ficción o incluso cualquier
historia que algún chismoso sin nada que hacer se dedique a contarle a otro, hay dos en
particular que suelen ser confundidos entre sí cuando en realidad podría decirse, incluso,
que son opuestos y antitéticos.

Tan importantes y tan recurrentes han sido en las novelas, cuentos y películas de los
últimos dos siglos, que el misterio y el suspenso hasta cierto punto dejaron de ser simples
recursos narrativos y se convirtieron ambos en géneros literarios, cinematográficos, etc.,
por sí mismos, cada uno con sus respectivos subgéneros, estilos y escuelas. Al misterio se
lo asocia con las historias policiacas de Poe, Conan Doyle, Agatha Christie y Chesterton,
mientras que el suspenso tiene su máxima expresión en el cine de Hitchcock, que lo
convirtió en el elemento predominante de su forma de narrar.

La diferencia fundamental entre el misterio y el suspenso es la forma en que cada uno se


relaciona con el conocimiento que la obra le ofrece o le oculta al público.

El misterio parte de la ignorancia: no se sabe quién es el asesino, quién fue el ladrón, quién
fue el traidor, ni se sabe cuáles fueron las motivaciones de los crímenes que se van a
investigar, por poner un caso. El primer efecto que suscita la obra de misterio es el de la
extrañeza; el público se encuentra con un acontecimiento cuyas causas desconoce y no
comprende. El desarrollo de la obra justamente consiste en esclarecer por medio de indicios
y pistas lo que antes resultaba oscuro e incomprensible. Al final el espectador bobo se
sorprenderá y el inteligente confirmará su sospecha.

Todo lo contrario ocurre con el suspenso. Tiene que prescindir de la ignorancia: para crear
una escena o una obra de suspenso de entrada hay que saber quién es el asesino, cuáles son
sus intenciones y razones. El conocimiento que ofrece la obra de inmediato crea una
tensión en la forma en que se narra. Si desde un comienzo se sabe que un hombre quiere
asesinar a su esposa y está buscando el momento perfecto para hacerlo, entonces la escena
en que aparece la mujer cepillándose el cabello ingenuamente frente al espejo mientras en
silencio se acerca el esposo va a crear una gran tensión, una expectativa en la audiencia.
Esa expectativa es el suspenso.

En alguna entrevista Hitchcock plantea que mientras el misterio es racional e intelectual, el


suspenso es emocional y pasional. Si uno lo piensa bien, tiene razón. La obra de misterio
lleva al espectador a un estado de constantes sospechas, conjeturas, observaciones y
razonamientos para desenredar una causa oculta que explique los acontecimientos confusos
que se presentan al comienzo. Es decir, la obra de misterio obliga al espectador a llevar a
cabo una constante e intensa actividad intelectual.

El suspenso no nos conduce a ese estado; no necesita que sus espectadores analicen y
conjeturen, ya todo está dado. El razonamiento sobra. Ante el suspenso no hace falta
pensar, solo contemplar con el estómago y las tripas a punto de salirse.
El movimiento de la narración de misterio es mucho más lineal y directo. Paulatinamente lo
que parece oscuro y confuso se va haciendo claro y distinto. Los indicios y las pistas cada
vez son más sugerentes y reveladores hasta que en el desenlace todo cobra un sentido
irrefutable. El ritmo de la narración es constante, tiene un pulso muy bien marcado y muy
bien establecido. Carece de variaciones, de sobresaltos, de aceleración.

El suspenso moldea la obra de otra forma: esta tiene que moverse de un modo más caótico.
Lo fatal, lo terrible siempre está a punto de suceder, pero la narrativa posterga, suspende,
prolonga esa expectativa que ha creado en el público. El asesino está a punto de matar a su
víctima y, sin embargo, algo de repente lo interrumpe; hay que esperar la siguiente escena.
Así el suspenso lleva de un lado a otro al público, como el gato que juega con la presa
agonizante, arrastrando su cuerpo de aquí hacia allá. A diferencia del movimiento recto del
misterio, el suspenso da vueltas. Su movimiento es vertiginoso, su ritmo es cambiante,
lleno de sobresaltos para así mantener la tensión.

Resulta entonces bastante curioso y casi inexplicable que estos dos recursos narrativos sean
muchas veces confundidos y que incluso se pongan bajo una misma categoría películas de
misterio y películas de suspenso. La causa de estas confusiones siempre viene del hecho de
que estamos muy ocupados fijándonos siempre en las tramas y en el contenido de las obras,
en si es una película de crimen, de asesinos, de mafiosos, y pocas veces nos fijamos en su
estilo, en sus elementos, en sus recursos, en su forma, en su ritmo, en su lenguaje.

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