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El mismo Aristóteles ya nos expresaba, hace más de 2500 años, que el hombre es un
ser sociable.
Otros ilustres afirman que somos animales racionales, categorías que cuestiono por
ver cómo nos desenvolvemos a diario.
Que somos animales pensantes, característica cada vez menos fomentada en
nuestros días donde se premia más a las cosas que se hacen ,por sobre las que se
piensan, por lo que no no me parece una característica distintiva de nuestra especie.
Es más importante hacer que pensar, en un mundo donde los resultados son los que
mandan.
Por eso, cometemos tantos errores, sin ser capaces de evitarlos por la premura del
tiempo.
casos, como suelo llamarlo ,caída total del sistema.
Es aquí donde el orador comienza a preocuparse en cómo solucionar sus falencias y
el único remedio es reconocerlo y aprender técnicas que lo ayudarán a superarlo.
Hasta estos momentos podemos afirmar, con cierto sustento, que el hombre es el
único ser viviente que habla y que la palabra es uno de los dones más extraordinarios
que poseemos.
Reitero que lo asumo como un regalo entregado por un ser superior que, en mi caso,
es Dios.
Esta dádiva es la que nos permite manifestar la prodigiosa riqueza de nuestra alma
como establecer relaciones con nuestros semejantes Por supuesto que un profesional,
sobre todo en el área de las comunicaciones no se puede quedar con este regalo.
Se hace necesario transformarlo en un ARTE, al que podríamos llegar a través del
ejercicio efectivo de la palabra, la cual se apoya necesariamente en el medio ambiente
o en la educación.
Permítanme desarrollar brevemente estos pilares.
expresan situaciones o hechos a comunicar.
Yo no plantearía esto como un problema, sino fuera por un hecho irrefutable, y es que
quienes usan este lenguaje escrito, raramente saben distinguir entre la escritura
verdadera y la inventada.
Peor aún, esto es fomentado por grandes compañías a las que poco les importa el
daño cultural que hacen.
No quisiera pensar que esto es fomentado por grupos fácticos interesados en la
pérdida del lenguaje, puesto que de pensarlo así estaríamos contemplando como
nuestra especie está perdiendo su única esencia.
Y qué decir de la falta de matices en el vocabulario, donde muchos léxicos
desaparecen para ser absorbidos por uno solo.
A este respecto dejo planteado en este libro los vicios del lenguaje, a saber las
coprolalias, anacolutos, anfibologías, solecismos vulgarismos, etc., que hacen que un
orador cualquiera cometa errores en su hablar diario.
Por tanto, no es garantía que tener una profesión sea equivalente a hablar bien.
maestros de este tiempo consideraban insuficiente y limitada la educación de los
medios escritos en desmedro del contacto oral.
Platón, lo hace explícito en el Fedro pues consideraba que la palabra necesitaba de
alguien que la haga viva y es eso, a fin de cuentas, lo que pretendían sus diálogos:
crear y recrear una relación presencial, oral, humana.