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Tessa

Aún recuerdo aquella mañana en que me desperté. Y nuevamente, me desperté con aquella
sensación de asfixia y vacío, sí, de vacío, como si hubiese algo dentro de mí que me carcomiese,
y extrañamente, la sensación ya comenzaba a ser familiar. Lo único que podía observar eran
paredes de color blanco, un suelo tan blanco como una mañana nevada, un buró blanco en el
cual únicamente había unas píldoras de color amarillo. Esas píldoras que tanto odiaba, aquellas
a quien culpaba cada mañana por aquella sensación de pesadez, realmente empezaba a…

- ¡Eres un inútil! – aquella voz interrumpió mis pensamientos.

- ¡No tienes derecho de hablarle así! – le interrumpió alguien.

- ¡Pero él empezó, mira lo que hizo! – respondió aquella primera persona a quien
identificaba como mi hermana.

- ¡No es su culpa, no entiende lo que está haciendo! – respondió mi madre y decidí


intentar poner fin a aquello – a ver si no me terminan echando a mí – ironicé.

Me levanté y lo primero que vi fue, como de costumbre, las paredes, el suelo, los artefactos,
todo blanco, como si de un hospital psiquiátrico se tratase – mi madre creía que nos ayudaría a
mantener la paz, lo cual ahora mismo parecía irónico –. A mi hermano intentando secar el agua
que había derramado, con manos temblorosas y cara de pánico, y supe lo que venía
consecuentemente a eso. Un ataque de ansiedad. A su lado se encontraba mi madre, quien estaba
discutiendo con mi hermana mientras el agua seguía cayendo tal y como si de una cascada se
tratase.

- ¡Pues debe tener más cuidado con lo que hace, estoy harta de que le defiendas, es un
estorbo! – Exclamó mi hermana.

Sus palabras quedaron en el aire, y nuevamente, pude espectar como mi hermano tenía un
ataque de pánico, sentado en el suelo mientras repetía ‘’no lo volveré a hacer’’. 5 palabras que
repetía cada vez que le recordabas que hacía algo mal, y para ser honesta, 5 palabras que
derretían mi corazón – aunque nunca lo admitiría ante mi madre – quien creía que mis
sentimientos hacia mi hermano eran los mismos que los de mi hermana menor, quien, por cierto,
se encargaba de servirse tranquilamente su desayuno, tal y como si nada hubiese sucedido.

Honestamente nunca logré entender el porqué de los sentimientos de mi hermana, hacía años
que decía que no le queríamos en casa, y nunca pude entenderlo. Mi hermana solía destacar en
todo, estudios, pasatiempos, etc. Tenía una vida estable y estaba rodeada de personas que le
querían, entonces, ¿qué le hacía falta?, nunca lo pude comprender. – a ver si algún día llego a
ser la mitad de eso – me dije a mí misma mientras caminaba en dirección a casa. Luego del
percance de la mañana, tomé marcha hacia el hospital, mi tratamiento debido a trastornos
alimenticios y depresión estaba a medias, sin embargo, me sentía orgullosa de lo que había
estado progresando.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos ante el sonido de mi móvil. Este hecho me alarmo,
usualmente mis tres notificaciones solían ser de Duolingo, recordándome que debía practicar mi
alemán.
Amelia

Cuando llegué a casa, no había nadie en esta – mucho mejor – pensé. Sin embargo, hubo algo
que no me permitía sentirme totalmente tranquila – quizá lo inhumana que fuiste con Esteban
esta mañana – me recordé a mí misma, y era cierto. Aquella mañana había tenido un percance
con mi hermano mayor, y sinceramente, no he podido deducir el porqué mi actitud con él había
cambiado tanto con el paso de los años, si siempre lo veneré tal y como si de un héroe se tratase.
Quizá porqué siempre se había tratado de él, y no de mí, y aunque sonase horrible, era así.
Siempre era el protagonista de todo, ¿Por qué? ¿Porque era autista? Honestamente no lo
entiendo.
Sin embargo, interrumpí mis pensamientos ante la sospecha de que mi intranquilidad no se
trataba únicamente de aquel suceso, ¿Estaba arrepentida? Honestamente sí, pero había algo que
no terminaba de encajar. Y fue entonces cuando, como si de una película se tratase, sentí que se
me encendió un foco – Vale, debo dejar de ver películas, lo admito –, decidí ir hacia el centro al
que solía ir mi hermano cada vez que tenía colapsos emocionales, y sentí que, si ese fuese el
caso, sería mi culpa.

Mi desconcierto aumentó cuando llegué al sitio y no encontré a nadie. Allí me encontré, sin
salida, sin saber que hacer. Empecé a angustiarme seriamente, pensé en ir al hospital al que solía
asistir a mi hermana. No, no podía ser eso, ella había estado progresando a base de terapias. Y
entonces, me permití un momento para recordar el infierno que había sido aquellas épocas en
que su depresión estaba a tope. No hablaba con nadie, no comía, había dejado los estudios y
cada vez parecía odiarme más. Sí, odiarme, odiarme por mi comportamiento especialmente con
ella los últimos meses. Una vez más me encontré preguntándome a mí misma en qué momento
me había ocupado de herir a las personas a las que más amaba. Tessa es la hermana mayor,
siempre se había encargado de defender a Esteban, quien es el hermano del medio, antes de que
mamá decidiera sacarlo de clases luego de enterarse de los malos tratos de un profesor hacia él.

Me cuestioné si iba por el camino correcto, ¿Era justa la forma en que trataba a Esteban ahora
que no podía molestar a Tessa?, sabía perfectamente la respuesta. No, no era justo, no lo era, y
mucho menos después de ver como mi madre lloraba cada noche, preguntándose si estaba
tomando las decisiones correctas. No era fácil, las personas solían mirarnos mal y hacer
comentarios despectivos, recordé incluso, aquella vez en que le presenté a mi familia a mi
expareja y este decidió dejarme, ya que decía que el ‘’retraso mental’’ era hereditario, y no
quería tener hijos especiales. Definitivamente no lo era, papá también decidió irse al cabo de un
tiempo, las cosas no eran fáciles y aun así me daba la osadía de tratar mal a mis familiares.
Tomé unos segundos para darme cuenta de que mi celular había estado sonando hace dos
minutos, estaba tan inmersa en mis pensamientos que no lo noté. Y cuando finalmente lo
asimilé, presioné al botón verde con algo de temblor en las manos.

- ¿Hola? ¿Está todo bien? – dije.

- Mamá ha tenido un accidente automovilístico, esta hospitalizada en la clínica que está


cerca de su trabajo - Fue lo último que recuerdo haber oído. Posteriormente, recuerdo
haber pasado la noche en la sala de espera, no recuerdo ni como llegue, hasta ahora solo
nos habían dado malas noticias, sin embargo, seguía manteniendo la fe.
No pude dormir en toda la noche. No podía, ¿Cómo iba a dormir sabiendo que mi mamá estaba
allí luchando por su vida cuando la mañana anterior había sido la peor persona posible con ella?
Me arrepentí, y me arrepentí inmensamente, me arrepentí de todas aquellas veces en que le dije
a Tessa que era una enferma, de cada vez en que dije que mi hermano era un inútil, me arrepentí
enormemente de no haber podido disfrutar de mi madre. Y entonces, recordé sus palabras.
Recordé cuando lloraba, preguntando qué sería de mi hermano el día en que ella no estuviese,
diciéndonos lo decepcionada que se sentía de imaginar aquella situación.

- ¿Amelia? – me interrumpió mi hermana.

- ¿Sí? – dije. – ¿Pasa algo? –

- No has dormido desde ayer, no es tu culpa. ¿Lo sabes? – añadió.

- Sí, es solo que – dije y me vi interrumpida ante una voz familiar. La voz del doctor, y
temí, honestamente.

- Buenos días. Pese a que las cosas no han salido tan bien, su madre va a sobrevivir, sin
embargo, va a necesitar estar en rehabilitación por un tiempo indefinido, sin embargo,
esperamos que se pueda recuperar en un 90%. – dijo, y solo eso hizo falta para que
sintiera un gran alivio. Y aunque seguía sintiendo dolor de solo imaginar lo difícil que
serían las cosas, agradecí, porqué seguiría teniendo a mi madre allí, porqué estaba
segura de que las cosas mejorarían, y entonces, repentinamente como si de un rayo de
luz se tratase, lo entendí.

Nunca se trató de mí, ni en lo más mínimo. Nunca debí esperar que así fuera, que la vida girara
en torno a mí. Entendí que se trataba de mi hermano, y fue cuando aquellos sentimientos que no
recordaba tener resurgieron. Recordé mi orgullo hacia él, recordé lo feliz que me sentía cada vez
que avanzaba, aunque fuera un poco. Recordé como sentía que podríamos dominar juntos el
mundo cada vez que le tomaba la mano para cruzar la calle, cómo iba a contarle orgullosamente
a mi madre cada vez que creía haberlo ayudado, aunque fuera mínimamente. Y finalmente pude
descansar, y que gran alivio sentí. Finalmente pude dejar atrás todos esos sentimientos negativos
que me habían invadido a lo largo de los años, ¿Y todo por qué? Supe la respuesta a esa
pregunta, todo por olvidar que mi héroe favorito, siempre fue mi hermano mayor.

Tessa, Esteban, Amelia.

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