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Estudio Bíblico para los Grupos de Vida del

Centro Cristiano de Fe Bethel

Serie: Experimenta El Amor de Jesús


Tema: El peso del odio

Introducción
El odio representa un sentimiento que motiva al ser humano a expresar rechazo
hacia alguien por considerar que dicha persona tiene maldad, mala voluntad o
bien manifiesta actitud de engaño. Existen también expresiones de odio hacia
objetos, cosas, animales, costumbres, circunstancias, entre otros. Esto se refleja
en la repugnancia o el distanciamiento.

Los psicólogos y terapeutas coinciden que dicho sentimiento humano es profundo


y muchas veces perdurable. De esa forma, el ser humano busca a toda costa
aislarse de todo aquello que le cause malestar. Así es el odio, en su ambiente,
siempre existirá antipatía, aborrecimiento, asco o desagrado por alguien o algo.

Por otra parte, el Odio a nivel bíblico tiene una connotación positiva y otra
negativa. Esta apreciación tiene que ver con la comunión en Dios, en su fe y en
su Palabra.

Para la Biblia, el odio puede ser un sentimiento espiritual positivo si está acorde
con las cosas que Dios odia. Por lo consiguiente, según el Salmo 97:10, todos lo
que aman a Dios, deben aborrecer el mal.

Salmos 97:10 (NVI)


El Señor ama a los que odian el mal;
Él protege la vida de sus fieles,
y los libra de manos de los impíos.

Entonces, si los hombres y mujeres se alejan de todo lo malo, es una forma


positiva de odiar, porque es muestra de estar correctamente en el camino de Dios.
De esa manera, te alejas del pecado y de la tentación. Por eso como cristianos
debemos rechazar lo que vaya en contra de lo que Dios ha establecido.

La Biblia también habla del odio como un sentimiento negativo cuando esa
emoción se dirige de una persona a otra. La Biblia expresa que Dios condena ese
odio entre hermanos. En Mateo 5:22, El Señor decreta la necesidad de
reconciliarse entre los hombres si quieren salvarse del juicio final.

Por eso ante Dios, el odio es un pecado grave, tan fuerte como quitarle la vida a
alguien.

La Biblia condena al hombre que dice amar a Dios y a la vez muestra odio hacia
sus semejantes. Ese sujeto es mentiroso y no le queda más que caminar hacia
las tinieblas.
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1 Juan 2:9 y 11 (NVI)


9 El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la
oscuridad.
11 Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde
va porque la oscuridad no lo deja ver.

1. Al que poco se le perdona, poco ama


El odio está muy fuera de lugar en la vida cristiana. Luego de que se nos ha
perdonado tanto, ¿cómo no podríamos perdonar a los demás? El odio no tiene
sentido.

Lucas 7:41-47 (NVI)


41 Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas
de plata, y el otro cincuenta.
42 Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál
de los dos lo amará más?
43 Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón.
Has juzgado bien —le dijo Jesús.
44 Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón:
¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella
me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.
45 Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.
46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume.
47 Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido
perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.

No es lo mismo perdonar una deuda de 50 pesos que una deuda de 5 mil pesos.
Sin duda a quien se le perdona una deuda mayor está mucho más agradecido y
valora más el gesto. No quiere decir que quien recibió el perdón por la menor
cantidad no lo valore, pero es natural que quien recibe un borrón y cuenta nueva
de algo considerablemente mayor sea más sensible al gesto. Lo mismo pasa con
el pecador arrepentido. Todos somos pecadores, y todos necesitamos del perdón
de Dios. Esto no quiere decir que es necesario cometer pecados graves para
experimentar un perdón mayor. No es cuestión de cometer grandes pecados para
experimentar la grandeza del amor de Dios, es cuestión de actitud, de la
verdadera humildad que no es otra cosa que sentir que somos criaturas en manos
del Creador, necesitados del perdón y de la misericordia.

En la vida cristiana no se trata de ser intachables, se trata sencillamente de saber


que somos hijos de Dios. Con esa actitud de fondo sabremos entender al tratar
con los demás.

¿Será que nos estamos saltando un paso? El primer paso en el amor no es amar
a la gente, sino amarlo a Él. Entonces el secreto del amor hacia los demás es
primero recibir y experimentar el amor de Dios en nuestra vida.
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2. La cura para el odio


Mateo 18:23-35

A medida que disfrutamos y experimentamos el amor de Dios, uno de los


resultados que cosechamos es un amor cada vez más grande por las demás
personas. Un deseo inexplicable de amarlas y de perdonarlas reemplaza la
amargura desgastada por el tiempo. La Biblia nos muestra que cuando nosotros
experimentamos un gran perdón, podemos amar a los demás mucho más (Lucas
7:47). Sin embargo, si todavía seguimos recordando el peso de nuestra propia
deuda con Dios, seremos limitados con nuestro amor hacia los demás.

Es difícil creer que estamos total y enteramente libres de deudas. Aparentemente


ese era el problema con el siervo que leímos en el pasaje bíblico. Todavía sentía
el peso de la deuda y en vez de perdonar a su trasgresor, ¡lo ahorca!, y lo manda
a la cárcel ¿por qué? Porque aún sentía su deuda con su amo.

Dios perdona nuestros pecados –incluso los más viles que hayamos cometido. De
hecho, una vez que nos ha perdonado, dice que nunca más se acordará de
nuestro pecado.

Jeremías 31:34 (TLA)


Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque
todos me conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus
maldades, y nunca más me acordaré de sus pecados. Les juro que así será.

Pero si nosotros no hemos recibido estas cosas ¿cómo podemos dárselas a


otros?

La clave para perdonar a otros es dejar de mirar lo que te hicieron y empezar a


mirar lo que Dios hizo por ti.

Conclusión:

Ø El odio nunca tiene sentido.


Ø Hemos sido perdonados varias veces. ¿Cómo no podríamos perdonar a
los demás?
Ø Para amar como Dios ama, debemos primero recibir el amor de Dios.

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