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La envidia es tu enemigo 4

¿Cómo está tu vida amorosa?

¿Cómo tú respondes cuando tu pareja recibe toda la atención, el honor o los


halagos, cuando tú sabes muy bien (porque vives con él), que realmente no
los merece? ¿Sientes celos? ¿Te encuentras a ti misma queriendo corregir
lo que se ha dicho, para que quede todo claro? Cuando estamos celosas
muy a menudo criticamos a otros para de esta forma nosotras vernos mejor.

«El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no


es jactancioso, no es arrogante». Es el número 4 del capítulo 13 de la
primera carta a los Corintios.

Estamos tomando un pequeño examen para evaluar el amor en nuestras


vidas.  Y las Escrituras nos alientan a ponernos bajo el lente, bajo la lupa de
la Palabra de Dios y ver si hay cualquier pequeño defecto en el diamante de
nuestro amor hacia el Señor y hacia los demás.

Estamos estudiando este gran himno de amor, 1 Corintios, capítulo 13.


Quiero animarte otra vez para que leas este pasaje todos los días al menos
por 30 días y también que memorices los versículos del 4-7, justo en medio
de este pasaje.

Yo creo que es muy importante escuchar estas características una y otra


vez. Puedo decirte lo que me ha estado ocurriendo mientras he ido dejando
que este pasaje escudriñe mi corazón. Dios ha estado descubriendo áreas
de mi vida que estaban carentes de amor, y yo ni siquiera me había
percatado o había visto. Me he puesto de acuerdo con Dios y le he dicho,
«esto es correcto. Esa soy yo y necesito que Tú me cambies. Necesito que
me llenes con Tu amor».

Primera a los Corintios 13 nos dice que si no tenemos este tipo de amor, no
importa qué más hagamos, no importa cuánto sepamos o qué tan activas
estemos en el servicio al Señor; nuestro servicio y nuestro conocimiento
no valen de nada si nosotras no tenemos este tipo de amor.

¿Cuáles son las características del amor? El amor es sufrido, es benigno.


Hemos visto estas dos características. Hemos visto que el amor es
paciente; que el amor no se desquita, no toma venganza. No paga mal por
mal y es bondadoso, obra amablemente, en espíritu y en palabras.

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Déjame agregar un pequeño paréntesis aquí. Recuerdo haber escuchado a
un joven esposo decirme no hace mucho tiempo esto: «Una de las cosas
más grandes y que más está bendiciendo nuestro matrimonio es que mi
esposa es de un espíritu bondadoso, y habla palabras de bondad». Puedo
decirte que lo más probable esto no le sale a ella naturalmente, como
tampoco a mí, pero el Espíritu de Dios es capaz de hacernos bondadosas.
Ahora, el pasaje de 1 Corintios 13 continúa diciendo,

«Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni


ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar
rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es
sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo. El amor jamás
dejará de existir» (13:4-8, DHH).

Ahora, con toda seguridad el amor humano deja de ser, pero el amor de
Dios continúa y continúa, y no tiene fin. Es permanente, lo soporta todo.

Estamos viendo hoy la tercera característica del amor en esta prueba de


amor. El amor no tiene envidia, el amor no es celoso. El amor no es
envidioso de las posesiones de otros. De hecho, se alegra con
aquellos que tienen recursos mayores, mayores posiciones, o mayores
habilidades.

Yo creo que uno de los mandamientos más difíciles de obedecer en la


Palabra de Dios, y uno de los que más relegamos, es el mandamiento de
regocijarnos con los que se regocijan. Ahora, algunas de ustedes, mujeres,
tienen corazones verdaderamente tiernos y no se necesita mucho para
hacerlas llorar. Cuando una persona tiene un pesar o una necesidad, están
allí mostrando misericordia y benignidad y llorando con aquellos que lloran.
¿Pero podríamos decir que nos regocijamos con los que se regocijan?

Tu vecino obtiene un carro nuevo y tú todavía estás conduciendo una


chatarra que apenas corre. ¿Te alegras del hecho de que tu vecino tiene un
buen carro nuevo? ¿O es más natural la tendencia de querer criticar y
menospreciar a otros porque estamos celosas, porque nos estamos
comparando?

El amor y los celos son mutuamente excluyentes. Si tenemos amor, no


tenemos celos. No estaríamos celosas por lo que los demás tienen. 

Ahora, los celos se manifiestan de diversas formas. A veces es la actitud de


querer lo que alguien más tiene. Tienen algo que yo no tengo, deseo poder
obtenerlo, y entonces siento celos por ello. Pero a veces no es que

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queramos lo que ellos tienen, sino que deseamos que no lo tuvieran. De
manera que, o quiero lo que otro tiene, o no quiero que el otro tenga lo que
tiene. Por el contrario, el amor no es posesivo. Dios nos ha dado a todos
bendiciones materiales, u otro tipo de bendiciones, tiempo, recursos de
diferentes tipos. El verdadero amor no se aferra, o no se aferra celosamente
a mis posesiones, sino que está dispuesto a compartir, a dar, a compartir
con otros.

El verdadero amor, en lugar de sentir celos, tiene contentamiento por


tener las necesidades básicas cubiertas; está satisfecho con tener las
necesidades básicas de la vida, y satisfecho de tener, por supuesto, lo más
importante que pudiéramos tener, y es una correcta relación con Dios. Si
tengo una buena relación con Dios, si Jesucristo es mi Salvador y vive
en mi vida, y si tengo una conciencia tranquila hacia Dios, ¿entonces,
qué más necesito?

Pero somos tan cortas de vista. Deseamos y envidiamos y deseamos las


cosas que otros tienen que son temporales, pero el verdadero amor se
alegra de que los demás sean bendecidos con cosas que quizás nosotras
no tenemos.

Pablo escribió este capítulo del amor para atender muchos de los
problemas y las necesidades y los problemas que había en esa iglesia de
Corinto. Los corintios tenían muchos dones espirituales diferentes. Dios les
había dado a ellos todos estos dones espirituales. De hecho, las Escrituras
dicen que Dios da dones espirituales a cada creyente en Cristo. Si tú estás
en Cristo, tú tienes un don espiritual. El problema era que los corintios
estaban tomando sus dones espirituales y los estaban usando solo para
impresionarse unos a otros. Y también estaban diciendo que ciertos dones
eran más importantes que otros. 

Ahora bien, ellos elegían  los dones que más llamaban la atención, los
dones más espectaculares, los que llamaban más la atención hacia ellos
mismos. Algunos decían, «yo tengo este talento, ¿tú no?» Luego otros
estaban celosos porque alguien más tenía un don que ellos no tenían y
querían tenerlo.

Y Pablo les dice: ¿Cuál es la clave para tratar con este problema de celos,
de comparación, de los conflictos que resultan de estos celos? La clave es
vivir una vida de amor, la clave es vestirse de amor, aprender a amar a la
manera de Dios. El amor no es envidioso. No es celoso. Cuando el amor
ve a otra persona que es más popular, más exitosa, más hermosa, más

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talentosa que yo, entonces, si tengo un corazón de amor estaré
contenta por esa persona, no estaré celosa o envidiosa.

Santiago, capítulo 3, habla acerca de lo destructivo que es el pecado de la


envidia y de los celos. Santiago dice: «(Si alguien) es sabio y entendido…
que muestre por su buena conducta sus obras en mansedumbre de
sabiduría. Pero si tenéis (esto) celos amargos y (esto) ambición personal en
vuestro corazón (por cierto, estas dos siempre van juntas, envidia y
ambición egoísta, buscando más para mí misma), dice, «no seáis
arrogantes y así mintáis contra la verdad. Esta sabiduría no es la que viene
de lo alto (no es de Dios), sino que es terrenal, natural, diabólica» (vv. 13-
15).

La traducción dice, «diabólica». Es diabólico tener este tipo de ambición


egoísta y de envidia. La  envidia no es un simple problemita. La envidia
es algo que viene de las profundidades del infierno. 

Entonces Santiago dice en el capítulo 3 versículo 16: «Porque donde hay


celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.»

¿No es esta una descripción de lo que estaba pasando en la iglesia de


Corinto? Había desorden. Había contención. Había confusión en los
servicios de comunión. «Tenían confusión y toda cosa mala». En esa iglesia
había un hombre que tenía una relación incestuosa con la mujer de su
padre. Hablando de obras de maldad… ¡y la iglesia lo toleraba! ¿De dónde
vino esto? Pablo dice en su carta a los Corintios, que eso viene de la falta
de amor. «Ustedes envidian; hay celos entre ustedes».

Santiago continúa diciendo en este pasaje: «Pero la sabiduría de lo alto es


primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de
misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, ni hipocresía» (v. 17).

 Elizabeth Elliot escribió algo maravilloso acerca de esta parte de la prueba


del amor:

«Si yo me imagino que amo a mi prójimo, déjame evaluar mi amor al


preguntarme cuán contenta estoy de que él haya conseguido todo lo que yo
fui incapaz de obtener; que él ha podido conseguir todo lo que yo siempre
he deseado obtener; que él es amado por alguien o por muchos de alguna
manera que a mi nunca me han amado».

Aquellas de ustedes que son solteras, ¿se sienten celosas de sus amigas
que se están casando? Ahora ellas tienen una pareja; tienen un esposo.

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Quizás tú eres una mujer que ya está casada, pero no has podido tener
hijos. ¿Te sientes celosa de las que sí han podido tener hijos porque es una
bendición que no te ha sido concedida a ti? Elizabeth continúa diciendo,

«¿Me regocijo porque mi prójimo tiene razones para regocijarse que me han
sido negadas a mi? ¿Puedo honestamente alabar a Dios por Su bondad
hacia mi prójimo? ¿Puedes alabarlo de corazón por Sus dones para mí? Si
amo a mi prójimo como a mi misma, no debe haber ni la más mínima pizca
de celos, porque estaré igual de contenta de que él tenga lo que yo siempre
he deseado, igual que si lo hubiese obtenido yo» (p 139-140).

Entonces, mientras nos evaluamos, quiero hacerte las siguientes preguntas:

 ¿Me regocijo con aquellos que se regocijan?


 ¿Te alegras cuando otros reciben bendiciones y beneficios que tú no
has recibido?
 ¿Te alegras genuinamente cuando otra persona es ascendida en el
trabajo o recibe un aumento o es reconocida, elogiada por sus
esfuerzos y a ti no se te toma en cuenta?
 ¿Cómo respondes cuando tu pareja recibe la atención y el honor o los
halagos, que tú sabes, porque vives con él, que él realmente no
merece?

¿Te da celos? ¿Has querido corregir algunas aseveraciones para dejarlo


todo claro? Ves, cuando estamos celosas, muy a menudo, decimos
comentarios críticos para menospreciar a otros para poder
enaltecernos a nosotras mismas.

 ¿Qué tal cuando los hijos de tus amigas son excelentes en los
deportes, en la música, académicamente, en todo, y esa mamá se
asegura de que todos lo sepan? ¿Puedes regocijarte de la bendición,
de lo bien que le va a este niño?
 ¿Qué tal cuando a algunos de nuestros parientes, hermanos,
hermanas, les va muy bien y sus familias están prosperando,
mientras la tuya está luchando para suplir las necesidades más
básicas? ¿Te has sentido celosa, o te regocijas con los que se
regocijan?

Padre, cuando Tú has sido tan bondadoso con nosotras, es


verdaderamente un gran pecado contra Tu gracia el estar envidiando
Tu bondad en las vidas de otras personas. Pienso en la parábola donde
Jesús dijo a aquellos que escuchaban, «¿Estás celoso porque tu dueño, tu
señor, ha hecho algo bueno a alguien más? ¿Te molesta eso?» Señor, te

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confesamos que muy a menudo, en nuestro egoísmo, estamos celosas,
estamos envidiando a otros. Gracias que Tú has sido tan bondadoso con
nosotras. Has suplido todas nuestras necesidades y podemos tener
contentamiento. Llénanos con Tu amor para que verdaderamente nos
regocijemos con aquellos que se regocijan. Oro en el nombre de Jesús,
amén.

Nuestro amor falla, pero el amor de Dios es permanente. Él es la Fuente del


verdadero amor.

Ciertamente todas somos tentadas por los celos. Es increíble lo sutil que
estos pueden ser. Es bueno que evaluemos nuestro amor y nos
preguntemos: «¿Cómo está mi vida amorosa

practícalo y actúa en amor.

Habla de manera bondadosa.

Comunícate aun cuando no sientas deseos de comunicarte.

Sirve cuando quieras ser servida.

Da cuando tú quieras recibir.

Niégate a ti misma, a tu carne, y di «Sí» a la cruz.

Te darás cuenta de que el amor siempre te llevará de regreso a la cruz.


Jesús dijo, «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día y sígame» (Luc. 9:23).

Para que cualquier matrimonio funcione, no importa cuál de los dos esté
deseando que funcione, va a requerir que vayan a la cruz. Esa es la
demostración más completa del amor de Dios. Se ve allí mismo en el
Calvario.

Tú dices, «estoy dispuesta a morir a mis propios derechos, a morir a mis


propias necesidades». La Palabra de Dios ha dicho que si somos Sus hijos
y si necesitamos algo, que Él suplirá lo que necesitamos (ver Fil.
4:19). No puedo esperar que otras personas llenen mis necesidades.

Piensa en esa persona a quien es difícil  amar, esa persona que has estado
esperando que te ame, y que no ha llenado tus expectativas. Primero que
nada, déjalo ir. Y no me refiero a que lo mandes lejos de ti. Lo que quiero
decir es que lo liberes de la prisión de tus expectativas.
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En mi propia vida pienso en una persona que me ha sido muy difícil amar.
Un punto de cambio para mí llegó cuando estuve dispuesta a liberar esa
persona de la sala de juzgado, de la prisión de mi propia mente donde la
estaba sometiendo a expectativas sobre cómo debía amarme. Entonces fui
capaz de comenzar a ver maneras en las que yo había fallado al amar a esa
persona. Hasta esa experiencia con esa persona, yo solo estaba consciente
de cuando alguien había fallado en amarme, o cómo yo me había sentido si
no habían llenado mis necesidades.

Ahora veo esa relación y veo que Dios ha hecho algo increíble en mí al
darme amor. El amor es de Dios. Dios me ha dado amor por esa persona.
Esa persona ha aprendido a comunicar amor de formas que yo nunca
pensé que era capaz de dar y no era capaz de dar. Yo tampoco lo era.
Ninguna de nosotras lo es. El amor es de Dios. Hay una sanidad que
ocurre. Hay una libertad que se da en la relación. Es sobrenatural. No es
fácil. La cruz no es fácil. A veces es doloroso, pero más allá de la cruz
se abre paso a la libertad, a la vida.

¿Cómo defines la palabra rudo o descortés? ¿Crees que esta palabra


podría describir la forma en que servimos a otras personas? Usualmente
escucho esa palabra para describir a un personal que no ofrece un buen
servicio. si estamos aprendiendo a amar como Cristo ama, tenemos que
evaluar nuestro servicio.

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