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— Voy al baño, me quiero limpiar.

— Quédate tranquilo, flaco. Sentate y esperá que ya pedimos la ambulancia.

Se ve en una viñeta, el dibujo acompañado de un globo estrellado que donde se lee “¡BAM!”
La imagen es simple: Ama le rompe a Marcos una botella en la jeta.

— ¡La puta madre que te parió!— grita Marcos y agita los brazos retrocediendo.

Se tambalea y golpea con la espalda a la gente que se corre, pero alguien lo sostiene y le dice
“calmate fiera”; lo agarran y no le alcanza la fuerza para zafar y tirarse encima del traidor. Ya
intervienen los patovicas que se lo llevan; sí se llevan a Ama, su amigo y escudero, recién
estaba bailando con él y con Ada hasta que se le salió un tornillo y lo atacó sacado. Cae en
cuenta, se lleva la mano izquierda a la cara. Solo puede abrir un ojo. La cabeza pulsa de rabia e
impotencia. Los dedos están rojos.

Mira de frente, aprieta los puños y le cuesta ver. Siente el reventado de cara. La pulpa ceja es
fuente de licuado, se derrama y le moja el pecho. Le da vueltas el techo y está en el suelo. No
sabe si solo fue un instante, pero se le apaga la tele. Vuelve en sí, haciendo un esfuerzo, se
incorpora. Tiene un coro curioso alrededor. Un pelado al que le cuelga una cadenita de plata
mueve la boca. Es el más corifeo, que lo despierta sacudiéndolo del brazo. En eso se acuerda
que él la sacudió igual a Ada porque estaba enmelosándose con Ama.

— ¡Pibe! ¡Pibe! ¿Estás bien? Tomá, estás lleno de chocolate … hace presión con esto —
dice y le pasa un buzo o una camisa hecha un bollo.
— ¿Dónde está mi novia? ¿Ada? ¡No te veo! —dice Marcos buscando semiciego.

— Me llamás una ambulancia —dice una voz que no es de ella.


— Tu novia salió corriendo atrás del flaco que te surtió — dice el pelado que le dio el
trapo, encogiéndose de hombros.
— Ah, bueno. Me voy a sentar contra la pared.

En el espejo del baño, todo parece de película: mirá qué interesante, el rostro blanco coronado
de rojo. Piensa en llamar a su hermano. Está en Mendoza, como siempre: acaso es como
pedirle al árbitro que te ayude con el rival. Se siento mal por juzgarlo, a él también lo cagaron a
trompadas. Vuelve a llamar a su novia, no entiende por qué no está ahora con él. Finalmente
conecta.

— Sí… — atiende Ada.


— Che, me llevan al hospital ¿Por qué te fuiste?
— Eso… después. Decime a qué hospital te llevan. Te veo allá.

Llega Ada. Prefiere no mirar. Vergüenza: la distancia entre lo que es y lo que le gustaría que
sea es un abismo. Dolor: las enredaderas le salen de los dientes y del ojo que su novio tiene
lastimado. Otra vez lo cosen. Tirado en la camilla, se acuerda de que ella se olvida a propósito
de cosas. Todo es como cuando uno está apurada por salir y no sabe de qué cosa se olvida ¡Ah!
Recuerda: Ama despatarrado, después de que finalmente cogieron. Y llorando con ella. Más
cuando le explicó que se tenía que ir a ver a Marcos.

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