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Escuela de

Docencia Humanidades y Estudios Sociales.


Carrera Ciclo de Licenciatura en Educación Primaria. – Año
2023
Asignatura Problemas Filosóficos y Pedagógicos Contemporáneos.
Equipo Prof. María Beatriz Greco
Prof. Ayudante: Alejandra Marin

Clase 2. Sujeto y subjetividad. Saber y poder.

Vamos a destinar esta clase a pensar un problema filosófico y pedagógico clave: ¿cómo
concebimos al sujeto y la subjetividad? ¿qué decimos con estos conceptos y en qué
sentido es un problema filosófico y pedagógico contemporáneos? ¿y por qué hablar de
sujeto es hablar de “saber y poder”?

Es mucho lo que se ha escrito en relación al sujeto y la subjetividad y cada autor da cuenta


de una perspectiva particular. Elegimos para esta clase dos textos que nos van a ayudar a
pensar al sujeto y la subjetividad, así como a los modos de llegar a su conocimiento.

Dice Foucault:

Todos mis libros son, si les parece, como pequeñas cajas de


herramientas. Si la gente se toma la molestia de abrirlos, de
utilizar tal frase, idea o análisis como un destornillador o una
llave inglesa para interrumpir el circuito, descalificar los
sistemas de poder, incluso eventualmente los propios sistemas
en los que se asienta este libro pues tanto mejor. (1975)

No escribo un libro para que sea el último: escribo un libro para


que otros sean posibles, no forzosamente escritos por mí.
(1971)

Retomamos estas frases de Foucault porque queremos proponerles una forma similar de
pensar y trabajar con los/as autores y con los conceptos que ellos/as nos proponen. Los
textos que ponemos a disposición no son “objetos” para replicar, copiar, repetir o dejar en
la quietud aislados de nuestro pensar y hacer. Son herramientas para utilizar, para llevar de
un lado a otro, para probar y apropiárselas y usarlas en los campos de prácticas que
desplegamos.
Es en este sentido es que escribimos y enseñamos, para que otros/as escriban y enseñen a
su vez con lo que ofrecemos, así como nosotros/as nos formamos con lo que nuestros/as
profesores/as nos dieron.

Y es en este sentido que entendemos lo que subjetividad quiere decir, una construcción
histórica que nos trasciende y de la que formamos parte, una manera de ser, pensar, hacer,
decir, dialogar, escuchar que tiene que ver con el tiempo que nos toca vivir y también con la
singularidad de cada quien. Subjetividad entonces, como primera cuestión, no es
individualidad, no es interioridad, no es lo que queda restringido a cada uno/a.

Sujeto moderno. Un “descubrimiento” reciente.

Sabemos que todo pensamiento se encuentra situado históricamente y que para comprenderlo
necesitamos conocer sus condiciones sociales, políticas, de contexto. Diversos acontecimientos
históricos van a revolucionar el mundo antiguo y su cultura: el Renacimiento, la Revolución
Religiosa y la Revolución Comercial (Casalla, 1993). Se trata de un pasaje “de la estabilidad al
movimiento”, de la apertura de un universo cerrado sobre sí mismo hacia horizontes novedosos
que quiebran los límites del espacio y el tiempo y sus límites. El hombre medieval y su relación con
el mundo no son las que hoy concebimos. “Hombre” (en sentido genérico) y “mundo” formaban
una unidad indisociable. Un mundo estable y ordenado le daba lugar a ese ser humano que
formaba parte del “paisaje” y no se miraba a sí mismo.

Dice Octavio Paz:

En la antigüedad, el universo tenía una forma y un centro; su movimiento estaba regido


por el ritmo cíclico y esa figura rítmica fue durante siglos el arquetipo de la ciudad, las leyes
y las obras. El orden político y el orden del poema, las fiestas públicas y los ritos privados
–y aún la discordia y las transgresiones a la regla universal- eran manifestaciones del ritmo
cósmico. Después, la figura del mundo se ensanchó: el espacio se hizo infinito y
transfinito; el año platónico se convirtió en sucesión lineal inalcanzable; y los astros
dejaron de ser la imagen de la armonía cósmica. Se desplazó el centro del mundo y Dios,
las ideas y las esencias se desvanecieron. Nos quedamos solos. Cambió la figura del
universo y cambió la idea que se hacía el hombre de sí mismo… Ahora el espacio se
expande y disgrega; el tiempo se vuelve discontinuo; y el mundo, el todo, estalla en
añicos. Dispersión del hombre, errante en un espacio que también se dispersa, errante en
propia dispersión. (1967)

El concepto de sujeto entonces, nace en la modernidad y por eso es “reciente” en cierto sentido.
Nace en un tiempo histórico a partir de la crisis del mundo antiguo-medieval (siglo XIV) que se
extiende hasta los comienzos del siglo XX, cuando ya se comienza a hablar de “posmodernidad”1.

La modernidad es el momento en que el ser humano descubre la “alteridad del mundo”, a partir
de allí comienza el enfrentamiento sujeto-mundo/naturaleza/historia, etc., sujeto-objeto.

Se establece una relación de conocimiento sujeto-objeto y en consecuencia, una relación de


apropiación y explotación del mundo y del objeto.

El hombre moderno descubre realmente que él es una cosa


diferente del mundo, que de aquí en más, sus relaciones con el
mundo, con esa otra cosa que es el mundo –y coloquen bajo el
término mundo a la naturaleza, historia, etc.- es esencialmente
una relación de enfrentamiento entre un sujeto y un objeto.
(Casalla, 1995: 31)

En términos históricos, el tema del “sujeto” es relativamente nuevo, proviene de tiempos


posteriores al Medioevo en el cual no había una palabra para decir “sujeto”. La palabra latina es
subjectum y de allí traducimos sujeto y lo pensamos como tal, pero la palabra griega (que se
tradujo como subjectum) es hypokéimenon que quiere decir: “lo que subyace”, “lo que está por
debajo” y más fielmente “lo que propiamente es”. Para los griegos hypokéimenon era tanto el
hombre como los dioses, el mar, el Partenón. “El conjunto de “lo que es”, es “sujeto”” (Casalla:
1995: 32)

1
Pueden leer el texto de la bibliografía optativa “¿Qué es la postmodernidad?”
Descubrir “la alteridad del mundo” genera un enfrentamiento sujeto-objeto inexistente en tiempos
premodernos y aparece una relación privilegiada que es la relación de conocimiento, el “objeto” es
“lo contrapuesto”. Si hay sujeto, hay objeto. Antes que la teología o la filosofía, la ciencia se plantea
en la modernidad como saber central. De la pregunta ¿qué es el ser? propia del mundo medieval,
el pensamiento se desplaza a preguntarse ¿cómo puedo conocer? De la descripción y clasificación
se pasa a explicar, medir, establecer leyes y dominar. De una trama epocal que se regía por los
arquetipos del pasado, se pasa a apuntar al futuro como meta de “un mundo mejor”, ideal
científico.

En el texto de Esther Díaz, “Conocimiento y biosaberes”, van a encontrar un recorrido


interesante que pone el acento en la relación del sujeto con el saber. Cuentan además con
una guía de lectura que elaboramos en la cátedra para que recorran el texto con algunos
énfasis y subrayados.
Por su parte, en Foucault encontramos un sujeto que sólo es tal en el marco de relaciones
de poder, por un lado:
-sometido a otro mediante el control y la dependencia;
- y atado a su propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo.

No podríamos hablar de subjetividad o de sujeto hoy sin hablar de Foucault y su filosofía.


A partir de su pensamiento es que el poder se distingue de la dominación que uno ejerce
sobre otro o que una(s) institución(es) ejerce(n) sobre cada uno de nosotros/as. No habría
espacio social sin relaciones de poder y por lo tanto, no habría sujeto sin encontrarse
formando parte de relaciones de poder.
Les vamos a proponer leer el texto El sujeto y el poder para comprender de qué modo es
posible concebir la subjetividad desde un poder que produce, no tanto que inhibe o
prohíbe, sino que provoca formas de ser, hacer, pensar, existir, vivir con otros/as.

La de Foucault, es una propuesta que supone un acercamiento más empírico, más


relacionado con la situación presente y que implica por lo mismo, más relaciones entre
teoría y práctica. Una propuesta que supone la conceptualización progresiva del objeto,
pero que no puede fundarse en una teoría del objeto, es decir en una teoría propia para
todas las épocas, ahistórica, sino al contrario, supone una conceptualización que requiere
del análisis crítico, del conocimiento de las necesidades históricas que la motivan y de una
conciencia histórica de la realidad en que vivimos. Desde esta perspectiva la comprensión
del poder supone también la comprensión del sujeto del poder o su construcción como
sujeto inmerso en relaciones de poder y capaz de provocar su cambio.

Dentro de esa ruta metodológica el autor se propone seguir un modo de investigación que
consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia contra diferentes tipos
de poder desarrolladas en los últimos años: el poder de los hombres sobre las mujeres, de
los padres sobre los hijos, de la psiquiatría sobre los enfermos metales, de la medicina
sobre la población, de la administración sobre el modo de vida de la gente. Se trata, dice,
de luchas que tienen en común que son

a) transversales porque no se limitan a un solo país;


b) tienen como objetivo los efectos del poder. Por ejemplo, la crítica a la profesión médica
no hace referencia al carácter lucrativo de ésta, sino al poder incontrolado que ejerce
sobre los cuerpos, la salud, la vida, la muerte de los individuos;
c) son inmediatas porque no buscan el “enemigo principal”, sino el enemigo inmediato,
tampoco esperan solucionar su problema en el futuro (liberaciones, revoluciones, fin de la
lucha de clases);
d) cuestionan el status del individuo, sostienen el derecho a ser diferentes, pero también
cuestionan todo lo que puede aislar al individuos, separarlo de la vida comunitaria y atarlo
a su propia identidad en un modo constructivo. Son luchas en contra del gobierno de la
individualización;
f) se oponen a los efectos del saber, la competencia y la calificación, a sus privilegios; pero
también se oponen al misterio, a la deformación y las representaciones mistificadoras
impuestas a la gente; y
g) giran en torno a la cuestión de ¿quiénes somos?

En fin, son luchas que funcionan como una técnica, como una forma de poder, sobre aquel
que se ejerce sobre la vida cotidiana, son luchas contra todo aquello que ata al individuo a
sí mismo, a su identidad, que lo somete a otros. Son luchas contra la sujeción, contra las
formas de subjetividad y de sumisión. Distintas de las que se oponen a las formas de
dominación o explotación, que perviven junto a éstas, pero que se muestran como las
luchas dominantes en nuestra época.
De esta caracterización de lo observable de las resistencias, de las luchas que se libran en
el mundo actual, Foucault procede a buscar la necesidad histórica de este tipo de luchas y
encuentra la respuesta en la instalación del Estado a partir del Siglo XVI como nueva forma
de poder político que es a la vez individualizadora y totalizadora, y que como “Estado
moderno” se condensa en una estructura muy sofisticada a la que se integran los
individuos con la condición de que esta individualidad adquiera una nueva forma y se vea
sometida a un conjunto de mecanismos específicos, lo cual se debe, dice, a que el Estado
moderno integró en una nueva forma política una vieja técnica de poder que nació con las
instituciones cristianas: “el poder pastoral”. Un poder que aunque desapareció estaría
inmerso en su esencia en las estructuras del Estado en el que “la salvación” asociada a
aquel se convierte en una serie de metas mundanas: salud, bienestar, seguridad,
protección contra accidentes. Aumentan los funcionarios del poder pastoral: la policía se
constituye inicialmente, en el siglo XVIII, no solamente para mantener la ley y el orden sino
también para asegurar el abastecimiento urbano, proteger la higiene, la salud y los niveles
considerados como necesarios para el desarrollo de las artesanías y el comercio.
Asimismo, las metas y los agentes del poder pastoral se habrían concentrado en el
conocimiento del hombre, uno globalizador y cuantitativo, relativo a la población; el otro,
analítico relacionado con el individuo.

Habría que agregar que no solamente estamos sujetos a ese poder pastoral, reformado y
retomado por el Estado moderno que nos remite a la individualización, sino también por el
poder del mercado que ha generado una serie de mecanismos subjetivos para sujetarnos,
asirnos a la reproducción del capitalismo.

En otras palabras, como plantea en otro momento Foucault, el Estado se erguiría como
una estructura orientada a normalizar, modificar y acomodar al individuo al orden social
concebido por éste, administrando su conducta y actuando sobre sus posibilidades de
acción. Concientizándolo sobre sus posibilidades y anormalidades. De ahí, afirma, que el
problema político, ético, social y filosófico actual no consiste en liberar al individuo del
Estado y sus instituciones, sino en “liberarnos del Estado y del tipo de individualización
vinculada con él.” Es decir, que “las luchas de resistencia irían encaminadas no a descubrir
lo que somos, sino a rechazar lo que somos”, lo cual requeriría fomentar nuevas formas de
subjetividad que contribuyan a crear un nuevo sujeto. Lo que en el momento actual podría
resumirse en liberar al sujeto del Estado que individualiza y del mercado capitalista.

Con esta conclusión, relativa al tipo de resistencias que se libran actualmente y el


problema a resolver, Foucault, explica luego ¿cómo se ejerce el poder?, no como se
manifiesta, sino qué pasa cuando los individuos ejercen su poder sobre otros, es decir,
como se da, y concluye que el poder pone en juego relaciones entre individuos, por lo que
abordar el tema significa plantearse como objeto de análisis no un poder, sino relaciones
de poder, lo cual supone que el poder existe sólo cuando un individuo o grupo acciona
sobre las acciones de otro o de otros. Dentro de esta lógica una característica importante
del poder es que no se da fuera de esas relaciones.

Este planteamiento sobre el poder es una variación importante respecto a las


explicaciones más relacionadas con el poder referido a los asuntos públicos o del Estado.
Es un concepto más amplio pues supone que las estructuras y mecanismos de poder son el
resultado de relaciones ejercidas por las personas. El poder así entendido refiere a la
actuación de los sujetos, a la manera de conducir su conducta, de gobernarlos,
estructurando su posible campo de acción, lo cual requiere de sujetos libres capaces de
enfrentarse entre múltiples posibilidades, donde pueden tener lugar diversas conductas,
diversas reacciones y diversos comportamientos.

En este sentido para Foucault no hay relación entonces en donde uno está sujeto a otros u
otros hasta el punto de inmovilizarlo e impedir su libre acción. No hay relación de poder
donde existe una relación física de coacción, la violencia, que imposibilita la acción del
sujeto.

La posibilidad de ejercer el poder entonces también supone una serie de acciones de


quienes se encuentran dentro de esa relación en desventaja y llevan a cabo acciones de
resistencia para cambiar sus circunstancias frente al poder.

Conviene aquí hacer una pausa para comentar que el recorrido metodológico adoptado
por Foucault le sirve para plantear una noción del poder distinta a la tradicional. Aquella
que ve el poder como un ejercicio relativo sólo al Estado y sus instituciones. Partiendo, en
cambio, del sujeto y de cómo se manifiesta el poder por medio de la resistencia al mismo,
arriba a conclusiones diferentes que tampoco contradicen del todo las nociones
existentes, sino sirven para explicarlo desde su origen, naturaleza básica y sus
manifestaciones. Explicarlo a partir del cómo ocurre.
Foucault se plantea construir el conocimiento a partir de una categoría a la que puede
dársele o agregársele contenido. Se atreve a cuestionar la realidad, planteando el
problema desde una postura epistémica distinta, buscando reducir la brecha que se
genera entre teoría y realidad no solamente porque la realidad va a un ritmo más rápido
que el de la construcción teórica, sino porque ésta tiene siempre diversas aristas desde
donde se le puede observar para profundizar paulatinamente en su conocimiento.

El concepto de poder desarrollado por Foucault tiene entonces la característica de que


amplía las posibilidades de análisis del poder hacia otros campos. Lo desarraiga de lo
relacionado sólo con las cuestiones relativas al ejercicio público o las relaciones de clase,
pues al extender la noción del poder al ejercicio de las acciones entre los sujetos, abre el
campo de visión sobre el análisis en cualquier otro espacio, hacia el análisis, por ejemplo,
de las relaciones de poder en el ámbito doméstico, en las relaciones de género. Remite a
la propuesta que empezó a desarrollar en la década de los años 60, Kate Millet, quien
definió la política “como el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de
acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control
de otro grupo”. Esta autora feminista acuñó en el desarrollo de su Política Sexual, la idea
de que “lo personal es político”.

No hay que perder de vista sin embargo que las relaciones de poder se construyen a lo
largo de la historia y que con el tiempo se institucionalizan para pasar a formar parte de
relaciones social y legalmente aceptadas, en donde el domino del poder deja de ser sólo
parte de la dinámica entre los sujetos para formar parte de la normatividad social o
convertirse en cuestiones de Estado.

La libertad de los sujetos en una relación de poder es lo que hace posible que esta
relación sea permanentemente dinámica, que la persona o grupos en disputa puedan
cambiar con el tiempo.

Las múltiples acciones de resistencia de las personas o grupos permiten los relevos en el
ejercicio del poder y las transformaciones históricas e institucionales. En el caso de las
relaciones de género, por ejemplo, ha habido cambios como resultado de las acciones
llevadas a cabo por las mujeres respecto a la equiparación de derechos y condiciones de
vida de hombres y mujeres tanto en la esfera pública como privada. Estas
transformaciones a su vez han pasado a formar parte de la institucionalidad estatal, de la
legislación internacional y nacional y funcionan en sentido inverso retroalimentando los
cuestionamientos a la normatividad social adscrita a los tradicionales roles desempeñados
por mujeres y hombres en el hogar y en la esfera pública.

Se trata de un proceso incesante resultado de las acciones que los sujetos realizan sobre
las acciones de otros y que van configurando históricamente las relaciones de poder entre
grupos e individuos, así como su institucionalización y des institucionalización.

El poder no es entonces algo etéreo, superpuesto permanentemente sobre los sujetos, es


el resultado de la acciones, de la libertad de los grupos, de las personas, de las mujeres y
hombres que luchan y hacen posible su liberación. La investigación, por su parte, es un
ejercicio de reflexión continua, de creación constante, de compromiso con la sociedad, y
supone, atreverse a cuestionar, a debatir, a perder la calma, a ir en contra de todo lo que
se estima verdadero, a construir nuevos conocimientos.

En el mismo sentido, creemos que la educación y la escuela genera espacios de libertad en


el marco de relaciones de poder (¿los/as docentes, ejercemos poder?, ¿se diferencia el
poder de nuestra autoridad como docentes?). La educación habilita expresiones
singulares, cuestionamientos, reflexiones, disidencias. Compartimos aquí la producción de
un grupo de chicos/as en el marco de un proyecto interdisciplinario llamado “Cuerpos que
no son tapa”

Bibliografía de referencia.

Díaz E. (2017) “Conocimiento y biosaberes”, en Problemas filosóficos. Buenos Aires: Biblos.


Foucault M. Sujeto y poder. Revista Mexicana de Sociología. Vol. 50, Nro 3 (Jul.-Sep., 1998).
Pp. 3-20.

Bibliografía utilizada para escribir la clase.

Casalla M. (1995) El sujeto cartesiano. Serie Materiales de Cátedras. UBA.

Paz O. (1967) Epílogo “Los signos en rotación”, en El arco y la lira. México: FCE. P. 260.

Cómo citar esta clase:

Greco María Beatriz. (2022) Sujeto y subjetividad. Saber y poder. Problemas filosóficos y
pedagógicos en educación. Ciclo de Licenciatura en Educación Primaria. UNRN.

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