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POESÍA MARY OLIVER

EL GATITO
Ante todo asombrada
tomé al gatito que nació
muerto completamente negro
con un solo ojo grande
en la mitad de su pequeña frente
del moisés de la gata
y lo enterré en un campo
a espaldas de la casa.
Tal vez se lo podría haber donado
a algún museo,
podría haber llamado al diario
de la zona.
Pero en vez lo llevé hasta el campo
y abrí la tierra
y se lo devolví
diciendo: era real,
diciendo: es infinitamente creativa la vida,
diciendo: cuántas otras maravillas
yacen en la simiente oscura de la tierra,
sí, creo que hice bien en salir sola
y regresarlo en paz, y cubrir el lugar
con las flores audaces de los yuyos.

SETAS
Lluvia, y después
los labios apretados
y fríos del viento
las impulsan
a emerger del suelo:
calaveras en rojo y amarillo
que se abren paso a la fuerza
a través de las hojas,
a través de los pastos,
a través de la arena; sorprendentes
en su urgencia,
su calma,
su humedad, surgen
por las mañanas del otoño, unas
se balancean en la tierra
en pezuñas
repletas de veneno,
otras se van inflando,
suculentas y deliciosas:
los conocedores
salen a recogerlas, saben
distinguir las inocuas entre montones
de resplandecientes, hechiceras,
russulas,
amanitas pantera,
ángeles de la muerte
en sus velos de pueblo
con la apariencia dulce del azúcar
pero llenas de parálisis:
comer
es derrumbarse
así de rápido como las setas mismas
cuando cansadas ya de ser perfectas
y de la noche a la mañana
vuelven a hundirse bajo los luminosos
campos de la lluvia.

EL PEZ
El primer pez
que atrapé en mi vida
no quería quedarse
quieto dentro del balde,
sino que se sacudió y succionó
la abrasadora
extrañeza del aire
hasta morir
con la lenta efusión
de un arcoíris. Luego
corté su cuerpo y separé
la carne de la espina
y lo comí. Ahora el mar
está dentro de mí: yo soy el pez, el pez
reluce en mi interior; juntos nos alzan,
nos enredan, sin duda caeremos
al mar de nuevo. Con dolor
y dolor, y con más dolor
nutrimos esta trama frenética, el misterio
nos alimenta.
EL SABOR DE LAS UVAS SILVESTRES
La bestia roja
que vive en la ladera de estas colinas
no va a salir por nada que le ofrezcas:
ni dinero ni música. Igualmente, hay momentos
llenos de luz y buena suerte. Si caminás
sin hacer ruido bajo esta vid enmarañada
y prestás atención, una mañana
algo va a explotar bajo tus pies
como rama de fuego; alguna tarde
algo se va a lanzar colina abajo
a plena vista, ¡una manga de músculo color
de octubre entero! Y olvidándolo
todo vas a saltar para nombrarlo
como por vez primera, y encendida tu sangre
se va agolpar buscando no una palabra sino un sonido
de hueso pequeño, rostro fino, a toda prisa,
¡vivaz como la espina oscura de las uvas silvestres
en la lengua desprevenida!
¡El zorro!  ¡El zorro!   

TELARAÑA
Así que esto es el miedo.
La araña oscura se escabulle
sobre los tablones de abajo.
Miro la gotita de sangre en mi piel
y enseguida pienso:
el último dólar,
el último pedazo de pan,
los relámpagos que crepitan bajo la puerta.
Duela o no
me imagino que sí.
Me acuerdo de un murciélago hace años
en el ático, cómo luchó
entre las escobas al aire,
sin saber que íbamos a soltarlo.
Me levanto para caminar, para ver si puedo.
Así que esto es el miedo.
La trampilla
se abre sola en el crepúsculo
se mueven las cortinas
como si el viento tuviera huesos .
EL ÁRBOL DE LA MIEL 
Y entonces finalmente me trepé
al árbol de la miel, comí
manojos de pura luz, comí
el cuerpo de las abejas que no lograron
apartarse del medio, comí
el cabello oscuro de las hojas,
la corteza ondulada,
el duramen. ¡Con tanto
frenesí! Pero, según me dicen,
eso hace la alegría, al principio.
Quizás, después,
vendré tan solo a veces
y hambrienta
a medias. Pero ahora
trepo como una serpiente,
escalo como un oso hasta
el lugar para mi hocico, hasta la luz
que salvaron los muslos
de las abejas y se fue alojando
en el cuerpo del árbol.
¡Ay, es tan fácil ver
cuánto me quiero finalmente,
cuánto quiero al mundo! Trepar
de día o noche
entre el viento, en las hojas, de rodillas
frente al jirón secreto, las cuerdas
de mi cuerpo en tensión
y cantando en los
cielos del apetito.

Lluvia

1.

Toda la tarde llovió, y después


semejante poder cayó de las nubes
en un hilo amarillo,
autoritario como se supone que es Dios.
Cuando dio contra el árbol, el cuerpo de ella
se abrió para siempre.
2. La ciénaga

Anoche, bajo la lluvia, unos hombres treparon


el alambrado del centro de detención.
En la oscuridad se preguntaban si lo iban a lograr 
y supieron que tenían que intentarlo.
En la oscuridad treparon el alambre de púas, palmo
a palmo.
En la oscuridad, también, capturaron a la mayoría
y los mandaron de nuevo adentro.
Pero unos pocos todavía siguen trepando, o vadeando
la ciénaga azul del otro lado.

¿Cómo se sentirá agarrar el alambre de púas como


si fuera un pedazo de pan o un par de zapatos?
¿Cómo se sentirá agarrar el alambre de púas como
si fuese un plato y un tenedor, o un puñado de flores?
¿Cómo se sentirá agarrar el alambre de púas como
si fuese el picaporte de una puerta, papeles de trabajo o
una sábana limpia con la que te querés cubrir el cuerpo?

3.

O esto: un día de lluvia, mi tío


acostado en un lecho de flores,
frío y roto,
arrancado del auto inútil
con su tapa de trapo, y su manguera
larga y brillante. Mi padre
gritó,
después llegó la ambulancia,
después todos miramos a la muerte,
después la ambulancia se lo llevó.
Desde la puerta de calle
me di vuelta otra vez
buscando a mi padre, que se había quedado,
que todavía estaba parado entre las flores,
que era ese hombre embarrado e inmóvil,
que era esa figura diminuta bajo la lluvia.
4. A la mañana temprano, el día de mi cumpleaños

Los caracoles se mueven entre las campanillas


sobre el trineo rosado de su cuerpo.
La araña duerme entre los pulgares rojos
de las frambuesas.
¿Qué voy a hacer, qué voy a hacer?

La lluvia es lenta.
Bajo ella reviven los pajaritos.
Hasta los escarabajos.
Las hojas verdes se la toman a lengüetazos.
¿Qué voy a hacer, qué voy a hacer?

La avispa se sienta en el porche de su castillo de papel.


La garza azul sale de las nubes flotando.
El pez salta, todo arco iris y boca, del agua oscura.
Esta mañana los lirios de agua no son menos hermosos, creo,
que los lirios de Monet.
Y yo no quiero más ser útil, ser dócil,
guiar
a los chicos desde los campos hasta el texto
de la civilidad, enseñarles que son (no son) mejores
que el pasto.

5. A la orilla del mar

Ya escuché esta música antes


dijo el cuerpo.

6. El jardín

La manga arrugada
del kale,
la campana hueca
del pimiento,
la cebolla laqueada.

Remolachas, borraja, tomates.


Chauchas.

Entré y puse todo


sobre la mesa: cebollines, perejil, eneldo,
el zapallito como una luna pálida,
las arvejas con sus zapatos de seda, el maíz
hermoso que la lluvia empapó.
7. El bosque

De noche
bajo los árboles
la serpiente negra
es gelatina que avanza

frotando
con violencia
los tallos de la sanguinaria,
las hojas amarillas,
los pedacitos de corteza,
para sacarse
la vida vieja.
Yo no sé
si sabe
lo que pasa.
No sé
si sabe
si va a funcionar.
A lo lejos
la luna y las estrellas
iluminan un poco.
A lo lejos
chilla la lechuza.

A lo lejos
chilla la lechuza.
La serpiente sabe
que este es el bosque de la lechuza,
que este es el bosque de la muerte,
que este es el bosque de la miseria
donde uno se arrastra y se arrastra,
donde se vive en la corteza de los árboles,
donde se duerme sobre ramas silvestres
que no pueden soportar tu peso,
donde la vida no tiene un propósito
y no es civil ni inteligente.

Donde la vida no tiene un propósito,


y no es civil ni inteligente,
empieza
a llover,
empieza
a haber olor como a cadáveres
de flores.
Detrás de la nuca
la piel vieja se abre.
La serpiente tiembla
pero no vacila.
Avanza lentamente.
Empieza a traspasarla
como si fuera de seda.

*  *  *

                                                  en mi felicidad
                                                  en mi cuerpo blando,
                                                  en mi pelo largo y brillante –
                                                  
                                                  porque todo eso fue verdadero:
                                                  el milagro de mí misma,
                                                  sus sueños,
                                                  su desesperación.

Las polillas

Hay una polilla blanca, no sé


de qué especie, que brilla
a mediados de mayo
en el bosque, justo
cuando las flores rosadas de la orquídea
salen.

Si te das cuenta de algo,


eso te lleva a
darte cuenta
de más
y más.

Pero, bueno
yo estaba tan llena de energía.
Siempre corriendo, mirando
esto y aquello.
Si paraba
el dolor
era insoportable.

Si paraba y pensaba que tal vez


el mundo
no se pueda salvar,
el dolor
era insoportable.

Cuarenta años

Cuarenta años
las hojas de papel en blanco
pasaron por mis manos y traté
de mejorar su vacío

apacible poniéndoles
rulitos palitos
a letras y palabras
llamas pequeñas que saltan

ninguna página

fue menos que fascinante para mí


discursiva llena de cadencia
con sus nervios pálidos escondidos

en las curvas de las oes


tras las haches marciales
en las patas palmípedas de las dobles ves
cuarenta años

y esta mañana estoy otra vez como siempre


detenida mientras el mundo vuelve
húmedo y hermoso estoy pensando
que el lenguaje

no es ni siquiera un río
no es un árbol no es un campo verde
ni siquiera una hormiga negra que viaja
eficiente y modesta

de un día al otro de una


página dorada a la otra.
La próxima vez

La próxima vez lo que haría es mirar


la tierra antes de decir algo. Detenerme
justo antes de entrar en una casa,
y por un minuto ser emperador 
y escuchar el viento
o el aire inmóvil.

Cuando alguien me hablase para


culparme o alabarme, o solamente por pasar el rato,
le miraría la cara, cómo la boca
tiene que trabajar, y vería cada tensión, cada
signo de lo que alzó la voz.

Y sobre todo, conocería más –la tierra


que se afirma en sí misma y se levanta, el aire
que encuentra cada hoja y cada pluma sobre
el bosque y el agua, y en todas las personas
el cuerpo que resplandece adentro de la ropa
como una luz.

Dormir en el bosque

Creí que la tierra me recordaba,


me recibió tan tierna, arreglándose
la pollera oscura , con los bolsillos
llenos de semillas y de líquenes. Dormí
como nunca, como una piedra
en el lecho del río, nada
más que mis pensamientos entre el fuego blanco
de las estrellas y yo, y ellos flotaban
livianos como polillas entre las ramas
de los árboles perfectos. Toda la noche
oí respirar los pequeños reinos
a mi alrededor, los insectos, y los pájaros
que hacían su trabajo en la oscuridad. Toda la noche
subí y bajé, como en el agua, forcejeando
con una condena luminosa. A la mañana
me había convertido en algo mejor
por lo menos una docena de veces.
La tormenta

Ahora por el huerto blanco mi perrito


retoza, rompe la nieve nueva
con sus patas salvajes.
Corre para acá corre para allá, exaltado,
casi sin poder parar, salta, gira
hasta que en la nieve blanca queda escrita
en letras grandes y exuberantes,
una oración larga, que expresa
los placeres del cuerpo sobre este mundo.
Oh, yo no podría haberlo dicho mejor

El viaje

Un día supiste por fin


lo que tenías que hacer, y empezaste,
aunque a tu alrededor las voces
seguían gritando
sus malos consejos ---
aunque toda la casa
empezó a temblar
y sentiste el antiguo tirón
en los tobillos.
“¡Arreglame la vida!”
gritaba cada voz.
Pero no paraste.

Sabías lo que tenías que hacer,


aunque el viento hurgaba
con sus dedos rígidos
en las bases mismas ---
aunque su melancolía
fuera terrible. Ya era bastante
tarde, y una noche salvaje,
y la calle estaba llena de ramas
caídas y de piedras.

Pero de a poco,
mientras dejabas las voces atrás,
las estrellas empezaron a arder
entre las sábanas de nubes,
y había una voz nueva,
que lentamente
reconociste como tu propia voz,
que te acompañaba
mientras te adentrabas más y más
en el mundo,
decidida a hacer
lo único que podías hacer --- decidida a salvar
la única vida que podías salvar.

Miel en la mesa

Te colma con la esencia suave


de flores desaparecidas, se transforma
en un hilo filoso como un pelo que seguís
desde el frasco de miel sobre la mesa

hasta la puerta, por el piso,


y que todo el tiempo se espesa,

se hace más hondo y salvaje, bordeado


de ramas de pinos y de piedras húmedas,
de huellas de ocelotes y de osos, hasta que

bosque adentro
te encaramás a un árbol, arrancás la corteza,
y flotás, tragando panales que chorrean,
trozos de árbol, abejas aplastadas --- un sabor
hecho de todo lo perdido, en el que todo lo perdido se encuentra.

Robles negros

Bueno, no se puede escribir una sinfonía, ni un diccionario,


ni siquiera una carta a un viejo amigo, plagada de recuerdos
y de consuelo.

No se puede controlar un solo sonido aunque el arrendajo azul


se queje y silbe el día entero en las ramas, sin
el empujón del viento.

Pero a decir verdad, después de un rato me pongo pálida de anhelo


de sus cuerpos gruesos ahogados por el liquen

y no me pueden apartar del bosque, del tonelaje

de sus hombros, de su melena verde brillante.

Hoy es un día como cualquiera: veinticuatro horas, un


poquito de sol, un poquito de lluvia.
“Escuchame”, dice la ambición pasando el peso de una bota
a la otra nerviosamente— “¿por qué no te movés?”

Porque estoy ahí, en las sombras musgosas, debajo de los árboles.

Y a decir verdad, no quiero soltarle las muñecas


a la pereza, no quiero vender mi vida por dinero,

ni siquiera quiero entrar porque empiece a llover.

Gansos salvajes

No tenés que ser buena.


No tenés que caminar de rodillas
cien kilómetros por el desierto, arrepintiéndote.
Solamente tenés que dejar que el animal sumiso que es tu cuerpo
ame lo que ama.
Contame de tu desesperanza, que yo te cuento de la mía.
Mientras tanto el mundo sigue.
Mientras tanto el sol y las piedritas claras de la lluvia
se mueven por los paisajes,
sobre los prados y los árboles frondosos,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto, arriba, en el aire limpio y azul, los gansos salvajes
vuelven a casa una vez más.
Seas quien seas, no importa lo sola que estés,
el mundo se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, ensordecedor y fascinante,
anunciándote una y otra vez tu lugar
en la familia de las cosas.

Ojos blancos

En invierno
    todo el canto está
        en las copas de los árboles
            donde el pájaro-viento

con sus ojos blancos


     presiona y empuja
          entre las ramas.
               Como todos nosotros

quiere irse a dormir,


     pero está inquieto--
          tiene una idea,
              y despacio se despliega

bajo sus alas batientes


     mientras sigue despierto
           Pero su música grande y redonda, al fin y al cabo
                es demasiado jadeante para durar.

Así que se acabó.


     En la punta del pino
         arma su nido,
              hizo todo lo que pudo.

No sé el nombre del pájaro,


      solo imagino su pico rutilante
           mientras las nubes--

que sometió
      desde el norte--
           a las que les enseñó
               a ser leves y silenciosas--

se espesan, y empiezan a caer


     sobre el mundo allá abajo
          como estrellas, o plumas
               de un pájaro inimaginable

que nos ama,


      y ahora está despierto, en silencio--
           que se convirtió
                 en nieve.

La historia de todos los perros

Tengo una cama, mi cama propia.


Es justo de mi tamaño.
Y a veces me gusta dormir solo
con los ojos llenos de sueños.

Pero a veces los sueños son oscuros, salvajes, terroríficos.


Me despierto y tengo miedo, aunque no sepa por qué.
Y el sueño se me va
y pasan demasiado despacio las horas.
Así que me subo a la cama donde la luna
brilla sobre tu cara
y sé que pronto va a ser de día.

Todo el mundo necesita un lugar seguro.

Cuando venga la muerte

Cuando venga la muerte


como en otoño el oso hambriento;
cuando venga la muerte y le saque del monedero todas las monedas brillantes

para comprarme, y lo vuelva a cerrar


cuando venga la muerte
como una eruptiva

cuando venga la muerte


como un témpano entre los omóplatos,
quiero atravesar curiosa esa puerta,
preguntándome:
¿cómo será la casa de campo de la oscuridad?

Y en consecuencia, considerarlo todo


una hermandad o una sororidad,
y al tiempo, nada más que una idea
y a la eternidad, otra posibilidad,

y pensar en cada vida como una flor, tan común


como una margarita, igual de singular,

y en cada nombre como una música agradable a la boca,


que como toda música tiende al silencio,

y en cada cuerpo como un león de bravura, y algo


precioso para la tierra.

Cuando se acabe, quiero decir que toda la vida


fui la novia casada con el asombro,
fui el novio, que tomó al mundo entre los brazos.

Cuando se acabe, no me quiero preguntar


si hice de mi vida algo especial, y verdadero.

No quiero estar asustada y suspirante,


ni llena de argumentaciones.
No quiero terminar habiendo sido nada más que una visita en este mundo.

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