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Meinig, D. W. (1979). The beholding eye: Ten versions of the same scene.

The
interpretation of ordinary landscapes: Geographical essays, 33.
Nota: Texto original en inglés, la traducción no especializada de la profesora para el Curso de Sociedad y
paisaje rural del I ciclo 2023 en el Campus Nicoya. Puede contener notas aclaratorias, subrayados, negritas y
figuras, que tienen como único propósito ampliar los temas para ayudar a la persona estudiante a comprender
más profundamente las ideas del texto, por lo que se hacen estas aportaciones con el mayor de los respetos
al autor del trabajo original, siendo únicamente permitido su uso permitido como lectura en este curso. Si una
persona estudiante desea leer el original en inglés también es bienvenida la idea. Puede copiar la dirección
http://faculty.washington.edu/cet6/pub/Temp/CFR521e/Meinig_1979.pdf para descargarlo o buscar el
artículo por su nombre en internet The beholding eye: Ten versions of the same scene. Las definiciones
provienen del diccionario de Wikipedia y las imágenes en su mayoría de Google Imágenes.

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El ojo que contempla


Diez versiones de la misma escena
D. W. Meinig
"Paisaje" es a la vez una palabra antigua y agradable en el habla común y un término
técnico en profesiones especiales. A medida que los estadounidenses se vuelven
más conscientes y preocupados por su entorno, va a surgir con más frecuencia en
ambos ámbitos de conversación y puede ser útil ocasionalmente considerar una
dificultad que surge al usar el concepto de paisaje casi inevitablemente tan pronto
como intentamos comunicarnos más allá de círculos profesionales muy estrechos.
Un simple ejercicio revelará rápidamente el problema. Puede ejemplificarse
dirigiéndonos a cualquier lugar de observación que nos permita por sus vistas mirar
una parte de la ciudad y el campo. Cada una de las personas observadoras puede
tener su propia visión de lo que ve en ese paisaje y cada una, a su vez, puede
describir el "paisaje" (esa "extensión un lugar visto desde un solo punto", como
define la palabra paisaje el diccionario). De manera, que cada persona podrá
detallar qué compone ese paisaje y decir algo sobre el "significado" de lo que se
puede ver. Pronto será evidente que, aunque nos reunamos y miremos en la misma
dirección en el mismo instante, no veremos, porque no podemos, el mismo paisaje,
es decir, cada persona ve un paisaje distinto, aunque mire al mismo tiempo y del
mismo lugar en que yo estoy mirando.
Estoy de acuerdo en que si hacemos este ejercicio coincidiremos en ver muchos de
los mismos elementos (casas, caminos, árboles, colinas) en términos de
denotaciones, tales como número, forma, dimensión y color, pero tales hechos
adquieren significado sólo por asociación; deben encajar de acuerdo con algún
cuerpo coherente de ideas, es decir, de nuestras propias ideas, creencias, valores
y conocimientos. Así nos enfrentamos al problema central: cualquier paisaje se
compone no sólo de lo que está delante nuestros ojos, sino también de lo que
está dentro de nuestras cabezas.
El reconocimiento de ese hecho, de que cada persona observa el paisaje de una
forma distinta según sus ideas, conocimientos, valores y experiencias, nos lleva al
borde de algunos asuntos formidablemente complejos. Pero no es necesario
sumergirse en los matorrales técnicos desde la óptica de la psicología, la
epistemología o la cultura para conversar inteligentemente sobre el tema. Es Jerga:
demasiado fascinante e importante el tema del paisaje como para dejarlo modalidad
lingüística de un
fragmentado y oscurecido en la jerga de tales especialistas. El paisaje merece la
grupo social o
amplia atención que sólo permite el lenguaje corriente. profesional,
cuyos hablantes
Así que repasemos algunas de las diferentes formas de cómo cada persona en el solo lo usan con
grupo podría describir una escena común. No nos preocupan los elementos que miembros de
vemos, sino la esencia, con las ideas organizadoras que usamos para dar sentido ese grupo.
a lo que vemos.
Hay quienes contemplan esa escena abigarrada y ven, primero lo siguiente:
• El paisaje como naturaleza Abirragada: de
cosas distintas
Para las personas que observan el paisaje de esta forma, todas las obras del ser mal
humano son mezquinas comparadas con la naturaleza, que es primaria, combinadas.
fundamental, dominante y perdurable. La “bóveda del cielo”, la “roca eterna”, los
“collados eternos”, son viejas metáforas que nos dicen que, si realmente
ponderamos el paisaje, es la naturaleza la que manda.

Collado: punto más bajo entre colinas.


El cielo arriba, el suelo debajo y el horizonte que une a los dos proporcionan el
marco básico, manteniendo dentro la disposición de la tierra, sus contornos y
texturas; el clima y la luz, siempre cambiantes con las horas y las estaciones,
afectando todas nuestras percepciones; y en todo momento, alguna exhibición del
poder de la naturaleza, sus ritmos tranquilos e inexorables, el poder del crecimiento,
del agua en movimiento, el inmenso poder de las tormentas. En medio de todo esto
el ser humano es minúsculo, superficial, efímero y subordinado.
Haga lo que haga una persona sobre la superficie de la tierra, incluso cuando
construyen los rascacielos más grandes, las presas y los puentes son, en
comparación con lo que ha hecho la naturaleza, diminutos, débiles y transitorios;
meros rasguños en la piel de la Madre Tierra.
Tal espectador que admira lo natural está siempre tentado en su mente a sacar a la
persona de la escena, a restaurar la naturaleza a su condición prístina, para revestir Prístina o
las colinas con el bosque primitivo, despejar los asentamientos, curar las heridas y prístino: que se
reparar el tejido natural, para imaginar cómo es realmente el área. mantiene sin
alteración o
Es una visión antigua y profundamente arraigada que separa al ser humano de la puro.
naturaleza. Ideológicamente tuvo su mayor boga en el romanticismo del siglo XVIII,
en ese anhelo de lo salvaje, en la mirada de la naturaleza como pura, fina, buena y
verdaderamente hermosa. Tuvo un gran impacto en la ciencia del siglo XIX, como
lo atestigua el mismo término “ciencias naturales”. Puede ser una visión seductora.
No es difícil ver la belleza y el poder en la naturaleza. Las personas podemos sentir
el asombro y la majestuosidad incluso en meras representaciones de la naturaleza,
como en las fotografías. Y es una forma de ver el paisaje que puede volverse más
común, porque cuantas más personas comiencen a ver las obras del ser humano
como despojo, más verán la naturaleza prístina como perfección, como una línea
de base desde la cual medir la corrupción.
De hecho, la visión romántica está muy viva, por lo general, tal vez necesariamente,
expresada como un tipo de nostalgia:
Hubo un tiempo, en la dulce infancia del género humano, en que el ser
humano vivía cerca de naturaleza... el mundo de la naturaleza y el
mundo del ser humano eran sinónimos...1
Esa frase nos describe la existencia de una unidad de las personas con la
naturaleza, es decir, más nos une que lo que nos separa, y es muy posible incluso
hoy en día que las personas podamos trabajar en esta unidad y veamos el mundo
como nuestro hábitat.

1 Garrett Eckbo, The Landscape We See (New York: McGraw-Hill, 1969), p. 42.
• El paisaje como Hábitat
En la observación del paisaje como hábitat,
cada paisaje es un pedazo de la Tierra que
es visto como el Hogar de la persona. Lo Hábitat: lugar donde vive una comunidad.
que vemos ante nosotros es a las personas
trabajando continuamente en una relación
viable con la naturaleza, adaptándose a las
principales características, alterando de
manera productiva, creando recursos a
partir de los materiales o elementos de la
naturaleza; en resumen, personas
domesticando la tierra.
Ahora en el 2023, quizás esta relación
tendría el nombre de vida sustentable, es
decir, una vida de bajo consumo con una
relación consciente con la Madre Tierra y el
daño que podemos provocar al planeta si
no realizamos acciones proambientales.
Los patrones básicos en el paisaje pueden ser el mosaico de campos, de los
potreros y los bosques, de las casas y de los pueblos, el plano de las ciudades y los Suburbio: barrio
suburbios, todo revela la selección consciente de las personas de los suelos y de a las afueras de
las pendientes, las elevaciones y las exposiciones, de los sitios y de las rutas la ciudad, de
clase baja.
proporcionados en un principio por la naturaleza.
Así también las mismas formas, colores, texturas y otras cualidades de las cosas,
como las cercas de las casas y los edificios, los árboles y las flores, los animales y
los pájaros, reflejan la selección que hacemos las personas para observar
elementos específicos de la gran variedad de elementos que existen para observar
sobre la tierra y a partir de esto que observamos, volvemos a trabajar, volvemos a
experimentar y volvemos a reorganizar en formas deseables ese espacio en el cual Simbiosis:
vivimos. El ser humano mismo de tantas maneras, como en la dieta y la vestimenta, interacción
en los emblemas y los rituales, en su trabajo, en su estudio y los juegos cotidianos, biológica, a la
relación o
revela sus adaptaciones, a menudo sutiles e inconscientes, a la naturaleza.
asociación
Nosotros nos adaptamos al espacio en que vivimos. íntima de
organismos de
Por lo tanto, todo paisaje es básicamente una mezcla entre las personas y la especies
naturaleza. Las personas pueden cometer errores, como dañar a la naturaleza y diferentes para
por lo tanto a sí mismas, pero a la larga esperamos que las personas aprendan de beneficiarse
mutuamente en
estos errores que cometieron y que la naturaleza pueda volver a sanar. Así incluso
su desarrollo
cuando el paisaje parece mostrar algún desajuste, podría ser sólo una fase en la vital.
que el ser humano debe aprender a trabajar y lograr la simbiosis con la naturaleza,
un proceso en el que ha estado involucrado durante un millón de años.
Esta también es una visión antigua y atractiva. Es la ideología de la armonía de las
personas y la naturaleza, de la tierra como el jardín de la humanidad, de las
personas como mayordomas, cuidadoras y cultivadoras. Las personas deben
ajustarse a la naturaleza, pero la naturaleza es básicamente benigna y buena y,
cuando se la comprende correctamente, puede proporcionar un hogar cómodo y
duradero. En una opinión nunca mejor expresada, Ellen Churchill Semple escribió
hace sesenta y cinco años en su monumental trabajo Influencias en el Entorno
Geográfico:
el hombre es un hijo de la tierra, polvo de su polvo; la tierra lo ha criado,
lo ha alimentado, le asignó tareas, dirigió sus pensamientos, lo
confrontó con dificultades... le dio problemas... y al mismo tiempo
susurraba indicios de su solución...2
Es una ideología que tuvo un gran impacto en una serie de campos, especialmente
en las primeras etapas de la ecología humana y la antropogeografía. El concepto
central de trabajo fue “ambientalismo” de una forma u otra. Dio forma fuertemente
a aquellas clásicas monografías regionales en Francia, un rico cuerpo de estudios
rurales en Europa, y en esos estudios subyace la admiración por la riqueza de los
paisajes humanizados del mundo rural. Hasta hace poco, los "agricultores de
Agricultor
cuarenta siglos" de China (también de Corea y Japón) fueron citados a menudo Jeffersoniano:
como un modelo de adaptación armoniosa y el agricultor jeffersoniano es uno de en los EEUU,
ellos entre muchas idealizaciones relacionadas en el pensamiento occidental. Thomas
Jefferson
El concepto general no sólo sigue vivo, sino que está cobrando fuerza rápidamente idealizaba al
pequeño
en una forma más sofisticada. Se esconde en varias formas dentro de gran parte
agricultor
de la literatura reciente sobre ecología y medioambiente. Pero a medida que ha propietario
aumentado el poder del ser humano para afectar la tierra, su reelaboración de la independiente
naturaleza puede parecer ser menos un ajuste y más una alteración tan como un
ejemplo de
fundamental que uno puede ver como el paisaje se va convirtiendo en un objeto o
virtudes
artefacto. republicanas,
desconfiaba de
• El paisaje como artefacto las ciudades y
los financieros.
Las personas que observan un paisaje y lo que ven ante todo y en todas partes es
la marca del ser humano en todo, son las personas que ven el paisaje como un
artefacto. Para ellos, la naturaleza es fundamental sólo en un sentido literal y simple:
la naturaleza proporciona un escenario. La tierra es una plataforma, pero todo allí
está provisto de los efectos del ser humano tan extensamente que no se puede
encontrar un trozo de naturaleza prístina. Los suelos, los árboles y los arroyos no
son “naturaleza”, son creaciones humanas: suelos alterados por el arado, el cultivo,
la quema, la fertilización, el drenaje; los bosques cortados y quemados y todo el
complejo natural de los ecosistemas cambiado por nuevas asociaciones de
especies; arroyos sedimentados, canalizados, con su régimen fluvial afectado por

2 Ellen Churchill Semple, Influences of Geographic Environment (New York: Henry)


innumerables cambios en sus cuencas hidrográficas. La forma misma de la
superficie terrestre ha sido modificada de mil maneras, por cortes y canteras,
excavaciones y terraplenes, rellenos, presas, alcantarillas, terrazas, revestimientos.
Incluso el clima, y especialmente eso que afecta más directamente al hombre, cerca
del suelo, ha sido alterada por cambios en las superficies y en el calor, polvo y
productos químicos descargados en el aire. Pero también el clima ya no es muy
importante, porque el hombre vive cada vez más en interiores en atmósferas
cuidadosamente controladas.

Fluvial: se refiere a los ríos. El régimen fluvial es el comportamiento promedio del caudal del río anotado por cada
mes al año. El caudal es el promedio de agua que fluye por el cauce del río. El cauce es el lugar por donde discurre el
río.

Desde este punto de vista, es un sentimiento vano hablar de la adaptación del ser
humano a la naturaleza en la sociedad moderna. De hecho, sus edificios, calles y
carreteras parecen estar ubicados más a menudo en total desprecio por los
contornos de la naturaleza. Una geometría lineal rígida se ha establecido de manera
discordante, pero implacable, sobre las variadas curvas de la naturaleza. Tan
completo y poderoso ha sido el papel del ser humano en cambiar la faz de la tierra
que todo el paisaje se ha convertido en un artefacto, es decir, en algo que ha sido
creado por las personas.
Ideológicamente, esta es una visión del ser humano como creador, no sólo
emancipado, sino también conquistador de la naturaleza. Aunque el concepto
puede tener raíces profundas en la historia, su pleno florecimiento es reciente. En
la ciencia está marcado este reconocimiento del ser humano como ecológicamente George Perkins
Marsh (1801-
dominante. La obra de George Perkins Marsh hace más de un siglo es un hito
1882) es
temprano en llamar la atención sobre el impacto de las personas3, que ha sido un considerado el
concepto que se ha arraigado en el siglo XX del ser humano como tecnócrata a primer
cargo de remodelar la tierra para adaptarla a sus necesidades. Los deseos de las ecologista en
Occidente. Fue
personas marcan los cambios más radicales sobre el planeta. Se ha hecho evidente Diplomático y
el crecimiento en el poder omnipresente de las personas ingenieras para alterar la filólogo.
superficie de la tierra y el biólogo para alterar la vida orgánica. Escribió el libro
Man and Nature
Pero la motivación de la ciencia es más profunda que esta expresión utilitaria y en 1864.
manipuladora. Para el científico, impulsado por un deseo de comprensión por sí
mismo, comprometido en la interminable exploración del mundo en que vivimos,
puede mirar nuestra escena y ver que el paisaje es un sistema.
• El paisaje como sistema
Las personas que observan el paisaje como un sistema, pueden ver todo lo que se
encuentra ante sus ojos como un inmenso e intrincado sistema de sistemas. La
tierra, los árboles, los caminos, los edificios y el ser humano no se consideran
objetos individuales, conjuntos de elementos variados, o clases de fenómenos, sino
como indicios superficiales de procesos subyacentes. Las personas que miran el
paisaje como un sistema no ven al río como un río, sino como un enlace en el Subyacente:
circuito hidrológico, un medio de transporte con ciertos volúmenes de material a oculto,
una cierta velocidad dentro de un segmento de un ciclo, una fuerza que altera la implícito,
forma de la tierra de una manera consistente y calculable. Tal observador no ve los subterráneo,
árboles en términos de especies, dimensión, color, ni siquiera como características que no se ve
orgánicas principales, sino como fábricas químicas impulsadas por luz solar, a simple
estaciones elevadoras en el ciclo hidrológico, transformadores biológicos en el vista.
intercambio de energía entre la litosfera y la atmósfera. En tal visión, el paisaje es
un equilibrio dinámico de los procesos que interactúan en él.
Las personas son, por supuesto, una parte inexorable (incluidas) de estos sistemas
de una forma u otra. La forma más obvia es que las estructuras y los movimientos
en el paisaje se vean como “funciones”, es decir, como procesos emprendidos con
fines racionales. Casas, garajes, graneros, oficinas, tiendas, fábricas son todas las
“estaciones de servicio” y “transformadores”, y son las expresiones exteriores de los
sistemas sociales y económicos abstractos.
Tal punto de vista es totalmente el producto de la ciencia, un medio de mirar dentro
de la materia para comprender cosas que no son evidentes a simple vista, es decir,

3George Perkins Marsh, Man and Nature; or, Physical Geography as Modified by Human Action (New York:
Scribner, 1864; reprinted in the John Harvard Library, Cambridge: Harvard University Press, 1965).
sin entrenamiento. Es una visión todavía en vigoroso desarrollo, comenzando con
el análisis, desintegrando las cosas en sus partes, y recurriendo cada vez más a la
síntesis, poniendo cosas juntas de tal manera que nos brinde un nuevo nivel de
comprensión de las interrelaciones. Está igualmente la visión de la ciencia social,
que busca emular la ciencia física, y encuentra su realidad no en personas o artes
idiosincrásicas, sino en agregados, en comportamiento de grupo.
Para tales personas, el paisaje que otros pueden ver es solo una fachada que su
visión penetra para revelar un transecto de intrincadas redes pulsantes, flujos,
interacciones, una “inmensa matriz de entrada-salida”. En la medida en que puede
entenderse, adquiere “realidad” para ellos en diagramas, esquemas y fórmulas. Es
una ideología que implica una fe en el ser humano como esencialmente
omnisciente; esa persona a través del riguroso poder disciplinado de su mente
eventualmente puede entender el paisaje.
Por supuesto que estamos lejos de saber lo suficiente hasta ahora y por lo tanto, el
paisaje puede ser considerado como un laboratorio, una estación experimental. El
espectador puede imaginar cualquier cosa como la gama completa de preguntas
puede realizar frente a un paisaje. Es un laboratorio adecuado para todas las
especialidades, pero los ojos de un especialista en geomorfología fluvial o una
persona psicóloga social tienen un tipo de selectividad dada por su disciplina,
buscaran las generalidades entre lo particular, para construir abstracciones para el
estudio. Porque cualquiera de estos hallazgos necesita pruebas repetidas, cualquier
paisaje no puede ser más que un área de muestra.
Tal puede ser la forma en que el científico de investigación básica considera nuestra
escena, pero hay otros que pueden estar armados con herramientas similares, pero
lo ven de manera muy diferente, porque ven cada uno cosas distintas porque son
personas distintas.
• El paisaje como problema
Observar el paisaje como un problema, no es verlo como un problema en el sentido
científico de una necesidad de saber más para poder entender mejor, sino como
una condición que necesita corrección.
Para una persona así, que ve el paisaje como un problema que tiene que solucionar,
la evidencia asoma en casi cualquier cosa que vea: cerros erosionados, ríos
desbordados, bosques destrozados, árboles moribundos, granjas en ruinas,
contaminación industrial, expansión urbana, contaminación con tiras de luces de
neón; basura y polvo, smog y aguas residuales, congestión y desorden, y en medio
de todo, gentes empobrecidas en cuerpo o espíritu. Para tal persona, otras vistas
del paisaje son absolutamente inadecuadas. Para ellos considerar la escena ante
nosotros como nada más que un laboratorio para los llamados objetivos la
investigación, es ser indiferente a las necesidades humanas; todo paisaje evoca ira
y alarma, es un espejo de los males de nuestra sociedad y clama por un cambio
drástico.
Sin embargo, esta visión del paisaje a través de los ojos del activista social puede
incorporar algo de todos estos otros puntos de vista: evoca una reverencia por la
naturaleza, una preocupación profundamente sentida por la tierra como hábitat, y la
convicción de que tenemos la capacidad científica para corregir estos errores.
Lo que se necesita es una conciencia mucho mayor de lo que está sucediendo y
por qué. Es pues una visión que tiende hacia un humanismo atado a la política con
la esperanza de generar un verdadero movimiento contra lo que se considera un
establecimiento de una cultura insensible, egoísta o simplemente inerte (muerto),
es decir, sin preocupación por actuar.
Quizás la escritura básica de este movimiento es esa obra maestra que describe el
silencioso horror. Nos referimos a la obra de Rachel Carson en el libro La Primavera
silenciosa. Es un apocalipsis, un Libro del Apocalipsis de los últimos días de vida en
la tierra.
Pero la evidencia más poderosa es el paisaje mismo y, por lo tanto, lo que vemos
es más efectivo es un libro. Las fotografías que encontramos en diversas
publicaciones nos muestran la profanación que hemos forjado. Pero aquellos que
nos exhortan a mirar con alarma y actuar con toda la influencia política que podamos
representan sólo el ala más extremista de los espectadores del paisaje como
problema. Hay otro conjunto (de hecho, se superponen mucho) que no es tanto una
ciudadanía chillona como un grupo interrelacionado de profesiones para las que
cada paisaje es un problema de diseño. Los problemas pueden ser funcionales
(congestión, peligro, usos incompatibles), de estética (desorden, falta de
proporción), o algo de ambos; su perspectiva común es mirar el paisaje e imaginar
inmediatamente uno diferente: uno que hayan rediseñado. No es que todos los
paisajes estén en crisis, pero para algunas personas cada paisaje es un reto, cada
paisaje induce un fuerte prurito (picazón) por alterarlo de alguna manera para para
lograr una armonía y eficiencia más agradables.
Ideológicamente, tales personas están expresando un fuerte humanismo basado en
la ciencia y vinculado a la estética que busca aplicar las competencias profesionales
sobre la tierra. Están obviamente relacionados con la visión del paisaje como
artefacto: la diferencia crítica radica es el ámbito de control y planificación integral.
El título de un conocido libro lo expresa sucintamente: Estados Unidos hecho por el
hombre: caos o control4.
Y de allí surge todo un conjunto de problemas para cualquier sociedad democrática:
¿Quién debe controlar? ¿Por qué medios? ¿En qué medida? ¿Para qué propósito?

4Christopher Tunnard and Boris Pushkarev, Man-made America: Chaos or Control? (New Haven and
London: Yale University Press, 1963).
(Y ahí radica una amplia justificación para discusiones cada vez más amplias sobre
el “paisaje”). Mientras que la herramienta del activista social es tratar lo que
considera que esta mal en el paisaje como un asunto del que puede hacer
publicaciones y propaganda para solucionarlo, para las personas que se preocupan
por el diseño, el problema es el plano o el croquis, la perspectiva del paisaje
imaginado y luego poder mejorar el paisaje con la aplicación del arte y la tecnología.
Estos especialistas en diseño no son los únicos que imaginan "paisajes mejorados".
son de hecho muy superados en número por aquellos lo ven como bienestar o
riqueza.
• El paisaje como riqueza o bienestar monetario
Las personas que ven el paisaje como una forma de amasar riqueza son aquellas
que suelen mirar cada escena con los ojos de un tasador, asignando un valor
monetario a todo lo que está a la vista.
Es una visión integral, ya que todo tiene o afecta el valor dentro de una economía
de mercado. Y es un punto de vista lógico y sistemático que se ajusta continuamente
para mantenerlo en concordancia con la realidad en constante cambio, ya que las
tasaciones de la propiedad se prueban periódicamente mediante transacciones
reales que afectan no sólo al terreno vendido sino a otros colindantes o de similar
naturaleza. Como si fuera una ciencia, el tasador tiene una visión penetrante que
mira más allá de la fachada para mirar dentro y organizar lo que encuentra en las
abstracciones. Mira una casa y ve los metros cuadrados, el número de dormitorios
y baños; mira un edificio comercial y ve la longitud de la fachada, la capacidad, el
espacio de almacenamiento, acceso de entrega. Es una aguda visión geográfica
que refleja un rápido sentido de cómo son las cosas y están dispuestas realmente
en un paisaje. Así la ubicación de algo, por ejemplo, una casa, y su valor es relativa
porque pueden variar su valor por la calidad del vecindario y la accesibilidad. Los
que ven así el paisaje, por ejemplo toman nota de la antigüedad, pero con la
preocupación por la depreciación, la obsolescencia, por la moda, por el prestigio,
más que interés por la historia como tal.
Las personas que ven el paisaje como fuente de riqueza miran cómo están las
condiciones de las propiedades públicas: escuelas, bibliotecas, calles, parques,
embalses, basureros, ya que cada uno afecta el valor de su entorno, al igual que
otras cualidades del sitio: árboles, colinas, valles y especialmente “vistas” desde las
propiedades residenciales. Además, las personas tienen un lugar en tal evaluación,
porque existe una división social del espacio, porque donde los ricos y los pobres
viven, trabajan, compran, juegan y van a la escuela afectan en gran medida los
valores de propiedad.
Tal visión del paisaje está orientada hacia el futuro, ya que los valores de mercado
siempre están experimentando cambios. Cambian y hay que evaluar sus
tendencias. Tal es, obviamente, la opinión del especulador (el que compra para
revender más caro), pero es también la visión del desarrollador y es por lo tanto,
similar a la del paisajista, porque para ellos el “desarrollo” generalmente se
considera como “mejora” y puede implicar fuertes sentimientos de creatividad y de
contribuir al beneficio de la sociedad. El hecho de que también mejore la riqueza
personal del desarrollador lo tiñe de egoísmo, pero la vanidad también puede tener
un efecto moldeador e influencia sobre los diseños del planificador y el arquitecto
paisajista, y debemos tener cuidado haciendo distinciones envidiosas.
Esta visión del paisaje como riqueza está, por supuesto, fuertemente arraigada en
la ideología estadounidense y es reflejo de sus valores culturales. Representa
nuestra aceptación general de la idea de que la tierra es primeramente una forma
de capital y sólo secundariamente el hogar o la herencia familiar; que toda la tierra,
todos recursos, están a la venta en cualquier momento si el precio es justo; que la
especulación con la tierra es una tradición de camino a la riqueza.
Tal visión es claramente la marca de una sociedad que es fuertemente comercial,
dinámica, pragmática, cuantitativa en su pensamiento y el propio paisaje debe
reflejar tales características. Tanto es así, que uno puede sentarse en la cima de
esa colina, contemplar nuestra escena y ver estas ideas.
• El paisaje como ideología
Las personas que ven el paisaje como una manifestación de las ideas, ven en la
escena un conjunto de símbolos de los valores, las ideas rectoras y las filosofías
subyacentes de una cultura. Donde los que ven un paisaje como problema por el
desorden, incongruencia, congestión, contaminación, expansión y abandono,
aquellos que lo ven como una ideología pueden ver distintas manifestaciones de
ideas como la libertad, el individualismo, la competencia, la utilidad, el poder, la
modernidad, la expansión, el progreso y la marginalidad. Eso no significa que no
puedan ver los problemas, sino que están más preocupados por mirar más
profundamente para ver cómo el paisaje representa una traducción de la filosofía
de la vida en características tangibles.
Ver los paisajes en tales términos es mirarlos como un filósofo social y expresar una
firme creencia de que las ideas filosóficas generales importan de maneras muy
específicas. Es una visión que insiste claramente que si queremos cambiar el
panorama de manera importante tendremos que cambiar las ideas que han creado
y sustentado lo que vemos. El paisaje refleja tan vívidamente y realmente esas ideas
fundamentales, que para lograr un cambio se requieren alteraciones de largo
alcance en el sistema social. Por lo tanto, por ejemplo, el desprecio por el
“embellecimiento” -la plantación de flores al borde del camino- como un mero
cosmético que enmascara la necesidad de un cambio doloroso.
Ver el paisaje como ideología es pensar en cómo se creó, pero hay otra forma de
hacer lo que se ha hecho aquí, aunque en su mejor momento es reflexivo y filosófico,
también es mucho más detallado y concreto: vemos reflejada la historia en el
paisaje.
• El paisaje como Historia
Las personas que ven el paisaje como historia piensan que todo lo que se encuentra
ante sus ojos es un registro acumulativo complejo del trabajo de la naturaleza y el
ser humano en este lugar particular. En su forma más inclusiva, envía la mente de
vuelta a través del registro escrito y profundizar en la historia natural y la geología.
Más comúnmente llega solo hacia atrás al ser humano primitivo, y generalmente en
América, a los primeros colonos europeos.
El principal sistema organizador es la cronología, que no es en sí misma historia
sino el andamio sobre el que se construye la historia. Por lo tanto, cada objeto debe
estar fechado en cuanto a su origen y a su importancia con respecto al posterior. La
datación exacta puede requerir una investigación tediosa, pero el panorama del
historiador que trabaja en un área cultural generalmente familiar puede asignar
fechas aproximadas a la mayoría de los elementos basado en materiales, diseño,
ornamentación, propósito, posición, es decir, por la clasificación de sus
características
Según la edad, el paisaje se puede visualizar en términos de capas de historia, que
son a veces claramente separadas en el área, como con una nueva zona de
viviendas, pero más a menudo aparecen complejamente entretejidas.
El paisaje visible no es un registro completo de la historia, pero cederá a la diligencia
y la inferencia mucho más de lo que se ve a simple vista. El historiador se convierte
en un hábil detective reconstruyendo a partir de todo tipo de fragmentos y piezas
los patrones del pasado. Aprende a observar ciertas características, como la
geometría básica de rutas y lotes, y qué tan cambiantes y engañosas son otras,
como fachadas y funciones. Y hay mucho más que aprender que los cambios
cronológicos. La fisonomía de una casa, su tamaño, forma, material, decoración,
patio, dependencias y posición, nos dice algo sobre la forma en que vivía la gente.
Es más, cada casa tuvo su constructor particular y cada una ha sido habitada por
individuos particulares y familias y algo de eso, también, quizás se lea en el paisaje.
Esta puede ser una vista del paisaje como proceso, pero con un énfasis diferente al
del científico. Donde este último ve una asociación de clases de cosas siendo
afectadas por procesos generalizados para formar un patrón general de eventos
predecibles, el historiador ve los efectos acumulativos particulares de procesos que
trabajan sobre los elementos particulares de esta localidad. El grado en que el
historiador relaciona lo particular con lo general depende de su propósito, pero
cualquier visión histórica claramente implica la creencia de que el pasado tiene un
significado fundamental, un aspecto del cual es tan omnipresente que no puede
pasarse por alto: el poderoso hecho de que la vida debe ser vivida en medio de lo
que fue hecho antes de llegar nosotros y nosotras. Todo paisaje es una
acumulación. El pasado perdura; la huella de los antepasados lejanos en las líneas
topográficas, las parcelas de tierra, las jurisdicciones políticas y las rutas pueden
formar una matriz relativamente rígida incluso en áreas de cambio rápido. El paisaje
es un almacén de datos enormemente rico sobre los pueblos y sociedades que lo
han creado, pero tales datos deben ser colocados en su lugar apropiado con su
contexto histórico si ha de interpretarse correctamente. Así, también, el paisaje es
una gran exhibición de consecuencias, aunque los vínculos entre actitudes,
decisiones, acciones y situaciones específicas los resultados pueden ser difíciles de
rastrear con seguridad. En cualquier caso, la visión histórica proporciona datos
importantes pero también que sirven para llenar nuestra curiosidad, hacernos
reflexionar o instruirnos. Así la interpretación de la historia del paisaje brinda infinitas
posibilidades.
Hay un complemento lógico a esta visión del paisaje como historia, uno que se
superpone y es, sin embargo, distinto en perspectiva y propósito: una visión de
lugar.
• El paisaje como un lugar
En esta visión, cada paisaje es una localidad, una pieza individual en el mosaico
infinitamente variado de la tierra. La persona espectadora de este paisaje comienza
por ser comprensiva e ingenua a la vez: porque trata de abarcar todo y acepta todo
lo que ve como algo de algún interés. Es el paisaje como entorno, que abraza todo
lo que vivimos, y por lo tanto cultiva una sensibilidad al detalle, a la textura, color,
todos los matices de las relaciones visuales, y más, porque el entorno involucra
todos nuestros sentidos, el sonidos y olores y la sensación inefable de un lugar
también. Tal espectador intenta penetrar generalizaciones comunes para apreciar
el sabor único de todo lo que encuentra.
Por ejemplo, existen opiniones cultivadas por los escritores serios de viajes con la
ayuda eficaz de la fotografía y de boceto para mostrar tanto, la fisonomía como las
impresiones de un lugar. Muy parecido es el trabajo con un mayor énfasis de las
personas individuales en sus entornos. Así, existen trabajos de personas "locales"
o novelistas "regionales", los mejores de los cuales pueden evocar un agudo sentido
de la individualidad de los lugares.
Tal punto de vista es también un terreno antiguo y central para el geógrafo, cuyo
campo a veces ha sido definido como un estudio de las características de los
lugares. La insignia principal del geógrafo es el mapa.
Para las personas profesionales en geografía, un lugar es a la vez una ubicación,
un entorno y una composición de área, y lo último es mejor expresado a través de
un mapa con una simbolización de la disposición espacial de los elementos de la
localidad. Las composiciones tienen forma, y el geógrafo verá en el paisaje una
variedad de áreas, patrones y relaciones: agrupaciones, nodos, dispersiones,
gradaciones, mezclas. Estos por supuesto, adquieren un significado sólo cuando se
interpreta con cierta comprensión de la historia y la ideología, de procesos,
funciones y comportamiento, y de contextos geográficos más amplios. Y el
geógrafo, como el historiador puede perseguir sus intereses en cualquier dirección:
hacia la generalización o hacia la particularidad.
Aquellos interesados en localidades particulares comparten la creencia de que una
de las mayores riquezas de la tierra es su inmensa variedad de lugares. Es una vista
que trasciende con mucho la banal búsqueda turística de lo exótico; los verdaderos
creyentes son comprensivos: literalmente, cada lugar tiene algún interés. De hecho,
es una visión que sugiere que un sentido del lugar bien cultivado es una dimensión
importante del bienestar de las personas en su comunidad. Llevado más lejos, uno
puede descubrir una ideología implícita de que la individualidad de los lugares es
una característica fundamental de sutil e inmensa importancia para la vida en la
tierra de todos los humanos.
Los eventos tienen lugar, todos los problemas están anclados en su lugar y, en
última instancia, solo pueden entenderse en tales términos. Tal punto de vista insiste
en que nuestras vidas individuales se ven necesariamente afectadas de
innumerables formas por las localidades particulares en las que vivimos, que es
simplemente inconcebible que alguien pueda ser la misma persona en un lugar
diferente.
Esta apertura de los sentidos para "tener la sensación" de un lugar está cerca de
otra visión como es la estética.
• El paisaje como estética
Hay muchos niveles y variedades de este punto de vista, pero todos tienen en
común una subordinación de cualquier interés en la identidad y función de
características específicas a una preocupación con sus cualidades artísticas.
La “calidad artística” es por supuesto una cuestión de interminable controversia. Es
bien sabido que una pintura de paisaje o el dibujo como género especial es una
característica peculiar de ciertas culturas La idea misma de paisaje como escenario
es sorprendentemente tardía en el desarrollo de la cultura de occidente, que requirió
el desarrollo de una conciencia especial de desprendimiento por el observador
dentro del reino del paisajismo.
Podemos encontrar muchos ejemplos de paisajes pintados, como el poder y la
majestuosidad de la naturaleza, la armonía del ser humano y la naturaleza, la marca
de la historia sobre la tierra, el carácter detallado de los lugares.
Cada uno de estos representa una cuidadosa selección por parte del artista. Pero
la forma “más pura” de paisaje como la estética es una abstracción más amplia en
la que todas las formas específicas se disuelven en el lenguaje básico del arte: en
color, textura, masa, línea, posición, simetría, equilibrio, tensión. Las versiones y
variaciones son infinitas en esta visión más individualista del paisaje.
Esto también es una visión penetrante. Busca un significado que no está explícito
en las formas ordinarias. Se basa en la creencia de que hay algo cercano a la
esencia, a la belleza y la verdad, en el paisaje. El paisaje se convierte en un misterio
que contiene significados que nos esforzamos por captar, pero no podemos
alcanzar, y el artista es una especie de gnóstico que se adentra en estos misterios
a su manera privada pero que intenta llévanos con él y mostrar lo que ha
encontrado. En esta vista, el paisaje se encuentra completamente más allá de la
ciencia, con significados que nos vinculan como almas y psiques individuales a un
mundo inefable y un mundo infinito
Diez paisajes no agotan las posibilidades de tal escena, pero sugieren algo de las
complejidades del tema. Es importante la identificación de estas diferentes bases
para las variaciones en las interpretaciones de lo que vemos, hacia daremos un
paso hacia una comunicación más efectiva.
Para las personas que estamos convencidas de que los paisajes reflejan e importan,
creemos que estos no dicen mucho sobre los valores que sostenemos y al mismo
tiempo afectan la calidad de la vida que llevamos.
De manera que siempre hay la necesidad de conversaciones más amplias sobre
ideas e impresiones de los paisajes y preocupaciones relacionadas con el paisaje
que compartimos.

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