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“Felipe es el único que no tiene causa judicial. Las otras tres causas, de las cuatro,
las tiene el mismo juez de Garantías, Ceballos, y ninguna de las causas avanza
salvo la de Saulo, que es el motor del libro. Es increíble como un juez de Garantías
tiene tres muertos en dos lugares y no hace nada al respecto. Los jueces de
Garantías tienen las manos un poquito más atadas que un juez de la Justicia
Federal”.
El modus operandi que tienen estas comunidades terapéuticas para con sus
internos implican hasta patotas para ir a buscarlos a partir del acuerdo con las
familias: “Axel (otro de los internos), para darte ejemplos prácticos, estaba en su
casa de San Isidro durmiendo; de repente tres patovas grandotes entran, patean la
puerta, se lo llevan y le dicen: ‘vení que nos vamos’. Axel piensa que es un
secuestro extorsivo, ve a su madre llorando le dicen: ‘ahí está tu vecino, saludalo’, lo
agarran como si nada y lo suben a un auto”.
“Si una persona se fugaba la iban a buscar, si esa persona iba a la comisaría a pedir
ayuda, la comisaría avisaba a la comunidad o si esa persona llamaba a sus
familiares y les decía: ‘papá te espero en el peaje’, el papá avisaba a la comunidad y
Martín Iribarne, el dueño de la comunidad, iba con un empleado de seguridad o con
algún paciente de la comunidad que iba ascendiendo de fase, entonces la
comunidad como que lo ponderaba de alguna manera y le decían: ‘bueno, ahora
vos sos un operador terapéutico encargado de seguridad’, y lo llevaban como mano
de obra barata a secuestrar a sus propios compañeros” aseguró.
Sobre el rol que cumplen las familias en este sistema, Galfré comentó que hay dos
variables: “Está la variable del familiar que no sabe absolutamente nada de nada y
piensa que su hijo, por el mero hecho de fumar marihuana es adicto, entonces
ponen en google ‘quiero internar a mi hijo’, y saltan estas páginas: San Camilo, San
Antonio o Alejandro Merenzon. Y sino están los familiares de quienes, desde hace
años desgraciadamente, tienen un consumo muy problemático (…) que pasaron por
otros tratamientos ambulatorios y ninguno les funcionó, los familiares por la
desesperación de ya haber internado a sus hijos en otras comunidades, y que se
hallan escapado, terminan recalando en estas comunidades que funcionan de forma
carcelaria”.
“La Ley de Salud Mental yo la aplaudo, pero de 2010 a la fecha la verdad que el
gobierno anterior, al que también por momentos aplaudí, a veces sentado y a veces
de pie como digo en el libro, nunca se impulsó: las casas de medio camino, los
tratamientos ambulatorios, los hospitales de día o las internaciones en los hospitales
generales. Por eso, estas comunidades se hacen el caldo de cultivo y por eso el
Estado no las controla, porque las necesita de alguna manera”.
Respecto de si estas comunidades recibían algún tipo de subsidio por parte del
Estado, Galfré comentó que “San Camilo y San Antonio no. San Camilo hasta el año
2010, recibía subsidios y después no”.
“La Ley de Salud Mental de alguna manera le coartó los mecanismos. Lo que sí, la
última vez que yo chequé, hace dos años, la SEDRONAR subvencionaba a 110
comunidades terapéuticas. Ya no importa tanto si son comunidades abiertas o
cerradas, este sistema de comunidades terapéuticas en general no funciona”,
finalizó.