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DERECHOS HUMANOS >

La muerte de Saulo Rojas: primer juicio en


Argentina contra una granja de rehabilitación
de adictos
Un trabajador del centro está imputado por el homicidio culposo de
un joven de 23 años que se ahorcó tras ser encerrado en una celda de
castigo

MAR CENTENERA
Buenos Aires - 06 AGO 2022 - 20:29 ART

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Saulo Rojas junto a su madre, Miriam Lucero.
M. R.

El viernes 14 de junio de 2013, la argentina Miriam Lucero recibió la peor


noticia posible: su hijo, Saulo Rojas, había fallecido. Rojas, de 23 años, llevaba
casi un año internado en una granja de rehabilitación de adictos a las drogas.
Murió “de un infarto”, le comunicaron por teléfono desde la comunidad San
Camilo pasadas las 10 de la noche. “Estaba en shock. Jamás me hubiese
imaginado que algo así iba a pasar porque fui allá a buscar ayuda para
resguardar la vida de mi hijo”, dice Lucero. No fue hasta más tarde que
descubrió que Rojas se había ahorcado tras ser encerrado sin su dosis de
insulina en una celda de castigo que a ella le decían que era una “sala de
reflexión”. Nueve años después, ha logrado que la causa llegue a los
tribunales, donde por primera vez en Argentina se juzga una muerte dudosa
ocurrida en una institución de ese tipo.

El fallo por homicidio culposo contra Ángel Súñez, exresponsable de


seguridad de San Camilo, se conocerá el lunes. La fiscal pide tres años de
prisión de cumplimiento efectivo y 10 de inhabilitación. Sus jefes, el director
de la institución, Martín Iribarne, y el director terapéutico, Alejandro Jacinto,
se libraron del juicio a cambio de realizar tareas comunitarias.

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“Fue mucho tiempo de espera, muchas idas y vueltas y algunas decisiones


judiciales que no me esperaba, como la probation de Iribarne y Jacinto. Ojalá
que se haga un poco de justicia por mi hijo. A mí nada me va a cambiar”,
responde Lucero. La madre de Rojas confía en que el tribunal dicte el lunes
“una sentencia ejemplar” que ayude a que no haya más muertes similares,
aunque advierte que será insuficiente a menos que el Estado controle que
esos centros, en su mayoría de gestión privada, cumplen la normativa
vigente.
Vista exterior de la granja de rehabilitación San Camilo, en la periferia norte de Buenos Aires.

Organizaciones de derechos humanos como la Comisión Provincial de la


Memoria (CPM) han documentado violaciones a los derechos humanos
perpetradas en su interior, como torturas, sobremedicación e internaciones
forzosas.

Lucero sostiene que fue muy importante, como paso previo al juicio, lograr la
clausura de la comunidad San Camilo en 2017. “Ayer una chica me dijo:
‘Gracias a usted y su lucha pude salvarme de ese lugar’”. Según la CPM, en
esta granja de rehabilitación se realizaban “prácticas sistemáticas de torturas
y malos tratos, personas privadas ilegalmente de su libertad, medidas de
aislamiento sistemáticas y arbitrarias, uso abusivo de psicofármacos en el
marco de la ausencia completa de un abordaje interdisciplinario de los
cuadros médicos”.

El periodista de investigación Pablo Galfré, autor del libro La comunidad.


Viaje al abismo de una granja de rehabilitación, coincide con el diagnóstico
del organismo de derechos humanos. “San Camilo era peor que una cárcel. A
diferencia de los presos, que tienen un juez de ejecución que controla la pena,
ya sea a cinco, 10 años de prisión y saben cuándo van a salir y cuándo pueden
pedir una condicional, en San Camilo los pacientes estaban internados y no
tenían fecha de salida. He llegado a entrevistar a pacientes que llevaban tres
años internados. En el juicio hubo una chica que pasó cinco años”, señala.

Galfré agrega que algunos pacientes de San Camilo fueron internados a la


fuerza, en contra de la Ley de Salud Mental. “Iban a buscar a los adictos a sus
casas, los secuestraban y se los llevaban”, describe. A pesar de que la
normativa vigente limita a casos excepcionales y peligrosos las internaciones
sin consentimiento, la CPM confirma que esa práctica se repite también en
otros centros. “Hemos relevado casos en los que si una persona no quiere
internarse, van a la casa, le dan una inyección y se la llevan”, cuenta Roberto
Cipriano, secretario de la CPM.

La familia de Rojas es de Mendoza, una provincia limítrofe con Chile, pero


tras el fracaso de distintos tratamientos ambulatorios, lograron que el Estado
les designase un centro para realizar un tratamiento integral. No les importó
que el lugar estuviese a 1.200 kilómetros de su casa, en la periferia norte de
Buenos Aires. “Él sabía que no podía salir, pero estaba convencido”, asegura
Lucero. En los alrededores de Pilar, donde estaba San Camilo, hay muchas
comunidades terapéuticas. “En la zona de Pilar, en los últimos ocho años ha
habido 16 muertes que no se han investigado de forma adecuada”, destaca
Cipriano. “Este año murieron cuatro personas en un incendio en la
comunidad Resiliencia San Fernando que estaban sobremedicadas en un
lugar con rejas en las ventanas”, cuenta el secretario de la CPM.

El abogado querellante Yamil Castro Bianchi cree que el sistema de premios y


castigos por el que se regía San Camilo mantenía amedrentados de forma
permanente a los pacientes. Rojas no pudo soportar la amenaza de ser
trasladado al centro de Del Viso, con un régimen aún más estricto que San
Camilo. Desde el otro lado de la pared de la celda de castigo, un compañero
contó que escuchaba llorar a Rojas y que estaba deprimido. En una semana
iba a cumplir un año de internación.

“A Rojas lo sacaron a las ocho de allá para llevárselo a Del Viso, pero lo
vuelven a encerrar. Lo encierran con cinturón y con cordones, que son
prácticas reglamentariamente prohibidas por la autolesión que puede
infligirse el paciente. Aunque eso no debe distraer de que no podía estar
encerrado”, señala Bianchi. Según el testimonio de pacientes ante la Justicia,
los responsables de San Camilo ordenaron que instalaran muebles y una
cama en el lugar donde se quitó la vida Rojas para aparentar que era una
habitación.
En su alegato, la fiscal Valeria Oyola resaltó que los horrores de San Camilo
no deberían repetirse nunca más. Solicitó que la justicia investigue los delitos
denunciados durante las testimoniales, como secuestros, torturas, privación
ilegítima de libertad y abusos sexuales, entre otros. De prosperar esta causa,
podría dar impulso a otras.

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