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No eres perfecto, pero todas tus imperfecciones te hacen el mejor papá del mundo.

La canoíta fantasmática

Cuenta una vieja historia que, por los ríos de las tierras guayaquileñas, navega el
espectro de una mujer durante la noche. Se dice que es el espíritu de Isabel, quien
permanece errante para cumplir una condena impuesta por Dios, después de que esta
muriera.
Dice la leyenda que Isabel tuvo una vida compleja y dio a luz a un bebé en una canoa,
este era un hijo extramatrimonial. Un fatal desastre hizo que el pequeño perdiera la
vida y decidió esconderlo en el mar para que nadie supiera de él. Al morir, Dios la
enjuició y la sentenció a buscar a su hijo eternamente. Quien la ha visto percibe una
canoa, apenas iluminada.
La mujer emite un espeluznante sonido y repite constantemente: “Aquí lo dejé, aquí lo
maté, aquí lo he de hallar”.
LA GUERRA DE LAS HORMIGAS

Antonio es un niño muy travieso. Le encanta jugar en la calle, en el parque y en el patio de su casa.
Siempre anda buscando pequeños insectos con los que le gusta jugar. Desde muy pequeñito, Antonio
jugaba con los insectos sin hacerles daño, los cuidaba muchísimo y les buscaba comida. Ahora, ya tiene
cinco años, y dice que ya es un niño grande, pero, ya no cuida tanto de los animalitos que encuentra, sino
que los maltrata.

A veces, coge una araña pequeñita, le arranca las patas y va corriendo a enseñárselas a otros niños de
su barrio.

Un día empezó a cazar mariposas, las metía en pequeños tarros de cristal y cuando tenía muchas, les
arrancó una de sus alas para comprobar si así podían volar.

Al día siguiente, buscó en el jardín de su casa un buen número de escarabajos y les quitó las patas de
atrás, dibujó una pequeña pista en el suelo y los colocó en la salida para ver cuál de ellos corría más y
quién llegaba primero a la meta.

En otra ocasión, el travieso de Antonio fue buscando los hormigueros que había en el patio de su colegio
y cuando los encontraba, pisaba la salida de las pobres hormiguitas que salían a buscar su comida para
pasar el frío invierno. Así se pasó la media hora de recreo disfrutando al ver a las pequeñas hormiguitas
desorientadas buscando la entrada de su casa y dando vueltas y vueltas alrededor de los montoncitos de
arena que habían tapado la entrada. ¡ Cómo se divertía Antonio ese día!.

Al llegar a su casa quiso volver a divertirse otra vez como en el colegio, por lo que salió al patio de su
casa y fue en busca de otro pequeño hormiguero que días antes había visto en la tierra del jardín. Sin
pensarlo, dio un fuerte pisotón a la entrada y de nuevo comenzó a reírse de las pobres hormiguitas que
no encontraban el camino de regreso a su casa. Así pasó toda la tarde hasta que ...

-Antonio pasa y dúchate que la cena está lista-le llamó su mamá desde la puerta.

Al acostarse, Antonio todavía se reía de las pobres hormiguitas sin casa .¿Dónde pasarán la noche
ahora?- pensada mientras se dormía.

Pero esa noche le trajo sorpresas a Antonio. De pronto sintió que había algo que le bullía dentro de su
pijama. Empezó a sentir miedo y se tapó hasta las orejas, pero esa cosa comenzaba a darle pequeños
bocaditos por todo su cuerpo. Antonio gritaba y gritaba pero los mordisquitos no paraban. Dio vueltas y
más vueltas para lograr quitarse de encima esa cosita que no paraba de morder todo su cuerpo, pero no
lo conseguía.

-¡No puedo más, déjame tranquilo!- gritaba Antonio a su incómodo intruso.

Al destaparse, no podía creer lo que veía, cientos de hormiguitas cubrían su cuerpo y susurraban:

-Esta es la venganza por tu comportamiento. Nos has dejado sin casa, pues ahora viviremos contigo. Nos
has dejado sin comida, pues comeremos de ti.
Antonio les pidió perdón, les suplicó que le dejaran dormir porque tenía mucho sueño, pero las
hormiguitas no le hicieron caso y siguieron su tarea.

Así pasó Antonio toda la noche sin poder dormir y llorando de dolor. Al llegar el
día, salió corriendo al patio y fabricó un precioso hormiguero para que viviesen
allí y no le molestasen más. Y así fue, aunque desde ese día, Antonio, no volvió
a hacer daño a ningún animalito y ayudaba a todos los que veía con problemas.
A partir de entonces, se hizo amigo de todos los insectos de su jardín y por las
tardes salía de su casa a jugar con ellos y a darles de comer.

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