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CUENTOS

POLVOS DE HADAS
Érase una vez, un lugar encantado en el que vivían unas bellísimas hadas. Sus
alas eran preciosas, de muchos colores, y brillaban tanto que cualquiera las podía
ver cuando volaban en el cielo.
De todas ellas, había dos que destacan por encima del resto. Una de ellas se
llamaba Alina y la otra Gisela. Ambas tenían las alas más grandes y brillantes de
todo el lugar. Tanto que el resto de hadas las admiraban profundamente.

No muy lejos de aquellas hadas vivía Úrsula, la reina de los mundos oscuros. Una
hechicera muy fea, llena de verrugas y con la cara muy arrugada.

Cuando la vieja bruja observaba a las hadas pensaba:


- ¡Algún día os robaré vuestros polvos de hada para convertirme en la hechicera
más bella del lugar!

Úrsula era tan envidiosa que era capaz de todo. Y así lo demostró el día que las
hadas organizaron una fiesta.

Ese día, todas las hadas se pusieron muy guapas y volaron en el cielo mostrando
todos sus encantos. Alina y Gisela eran las más brillantes de todas y ese día
estaban especialmente bellas.

Cuando Úrsula las vio, no dudó en ordenar a sus cuervos malvados que fuesen a
secuestrarlas. Y, mientras Alina y Gisela revoloteaban en el cielo los pájaros se
lanzaron a por ellas.
- ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad esos pájaros tan feos! – gritaban el resto de las
hadas desde el suelo.

Las hadas volaron y volaron para intentar escapar, pero los cuervos pudieron
raptar a Gisela.
- ¡¡¡Noooooo!!! ¡¡¡Soltarla!!! – gritaban las hadas

Pero los cuervos se la llevaron a los mundos oscuros donde la bruja Úrsula le robó
sus polvos de hada y la encerró en una jaula.

- ¡Ja, ja, ja! ¡Por fin tengo mis polvos de hada! Ahora me convertiré en la más bella
hechicera! – gritaba Úrsula triunfal

La pobre hada se quedó apagada y triste sin sus polvos mágicos. Además la
pobre ya no podía volar.

El resto de hadas no podían permitir lo que estaban pasando y entre todas


pensaron un plan para salvar a Gisela.

Entonces, decidieron enfrentarse a la malvada bruja. Y así fue. Todas las hadas
volaron hacia los mundos oscuros. Fue un viaje muy duro y , aunque las hadas
estaban agotadas, sabían que era necesario para ayudar a su compañera. Se
esforzaron mucho, sobreviviendo a las peores tormentas, pero por fin encontraron
a Úrsula.
- Venimos a rescatar a Gisela y no nos moveremos de aquí hasta que le
devuelvas sus polvos de hada – dijeron

Úrsula no podía parar de reír. Ahora que tenía sus polvos de hada no daría un
paso atrás. Pero las hadas, no se movieron de allí y fue entonces cuando Alina
dijo:
- ¡Espera! ¡Yo te daré mis polvos si la liberas!

Úrsula sabía que los polvos de Gisela eran más poderosos que los de esa hada,
así que se rió aún más.

El resto de hadas se dieron cuenta del gesto que había tenido su compañera y
tuvieron una idea:
- Espera. Todas te daremos algo de nuestros polvos si liberas a Gisela. Somos
más de cien hadas. Así conseguirás los polvos que necesitas.

Úrsula se dio cuenta de que así conseguiría mucho más polvo del que tenía y
acabó aceptando el trato.

Las hadas le hicieron prometer que nunca más las molestaría y entre todas
consiguieron salvar a Gisela. Todas sabían que si perdían parte de sus polvos de
hada ya no serían tan brillantes, ni volarían tan alto, ni serían tan
espectacularmente bellas, pero también sabían que era la única manera de ayudar
a su amiga y entre todas hicieron el esfuerzo y devolvieron a Gisela la magia de su

LOS DOS GEMELOS Y LA CAJA MÁGICA


Érase una vez dos hermanos gemelos que se llamaban Juanito y Miguelito.
Tenían el mismo color de pelo, los mismos ojos y la misma sonrisa. Además su
madre siempre los vestía igual. Pero había algo que los diferenciaba: uno era más
travieso que otro. Juanito siempre hacía rabiar a Miguelito hasta que lo hacía
llorar.

En vacaciones fueron a visitar a sus abuelos. Ellos vivían en una casa en mitad
del bosque donde había muchos árboles y sitios para jugar. Un día, mientras
corrían al lado del río, Juanito hacía rabiar a su hermano continuamente así que al
final Miguelito decidió esconderse en una casita de madera que encontró por el
camino.

Se quedó allí un rato esperando a que Juanito lo dejara tranquilo cuando, de


repente, encontró una caja que brillaba mucho. Era una caja preciosa, bastante
pequeña y pintada con muchos dibujos antiguos. Miguelito se acercó a la caja y la
miró detenidamente hasta que la cogió y la abrió muy despacio. Al abrir la caja,
una voz muy dulce le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has
de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder
hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás.
Miguelito soltó la caja porque se asustó mucho al oír aquella voz, pero
rápidamente se acercó de nuevo y volvió a abrirla.

- Pídeme un deseo y te lo concederé, pero piénsalo bien porque tiene que ser un
deseo importante - dijo la caja.
Miguelito cerró la caja y la guardó en su mochila. Cuando llegó a casa de sus
abuelos la escondió debajo de la cama sin darse cuenta de que su hermano
Juanito, estaba espiándole desde la ventana.

Cuando Miguelito salió de la habitación, Juanito fue a buscar lo que su hermano


había escondido y se encontró con aquella preciosa caja. Cuando la abrió, la caja
le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has
de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder
hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás.

Juanito, rápidamente, pidió a la caja que aquella habitación se llenase de


golosinas para él sólo y la caja le concedió el deseo.
Empezó a comer y comer hasta que llegó su hermano Miguelito. Éste vio todas
aquellas chucherías y pidió a Juanito que le dejara comer alguna, pero su
hermano le dijo que todas eran para él porque así se lo había pedido a la caja
mágica.

Miguelito se enfadó mucho porque su hermano le había quitado la caja y porque


además estaba siendo egoísta al no querer compartir con él ninguna golosina.
Tenía miedo de que la caja se enfadara así que fue corriendo a abrirla y fue
cuando vio que la cajita ya no brillaba tanto.

Miguelito había pensado su deseo, así que cuando la cajita le habló, le dijo:
- Cajita mágica, me encantaría que me ayudases a hacer que mi hermano se
portase mejor conmigo, con mis papás y con nuestros amigos y que no fuera tan
egoísta.

La caja le concedió el deseo y, por sorpresa, todas aquellas golosinas de la


habitación desaparecieron. Juanito se sorprendió mucho, pero algo había
cambiado. En vez de enfadarse con Miguelito, se acercó a él y dándole un abrazo
fuerte le pidió perdón por haberse portado mal con él.

Miguelito estaba muy feliz, porque la caja mágica había cumplido su deseo. Ahora
su hermano Juanito se portaba muy bien con todos y jugaba con él sin hacerle
rabiar.
Los dos hermanos guardaron la caja mágica y siguieron pidiéndole deseos.
Siempre pedían juntos buenos deseos para su familia y sus amigos y la preciosa
caja mágica nunca dejaba de brillar.

LA TORTUGA Y LA COMETA VOLADORA


Érase una vez, un conejito, una ardilla y un ratón que vivían en una aldea muy
soleada del bosque. Casi siempre brillaba el sol y todos los animalitos salían a
jugar entre las flores y los arbustos con sus juguetes.

El conejito tenía una pelota con la que jugaban a muchos juegos divertidos, la
ardilla tenía una cuerda con la que todos saltaban a la comba y el ratón tenía unos
cuentos que leía a sus amiguitos cuando todos descansaban después de jugar.
Pasaban las tardes jugando y siempre estaban riendo. Nunca se enfadaban unos
con otros, se ayudaban en todo lo que podían y les gustaba compartir sus
juguetes y divertirse juntos. Pero un día, todo cambió…

Una familia de animalitos llegó a la aldea. Eran unas tortugas que venían de otro
lugar y que buscaban un nuevo sitio donde vivir. La tortuga más pequeña era de la
misma edad que ellos y tenía un juguete que nunca habían visto por la aldea. Era
un juguete volador con una forma muy extraña. La tortuguita lo hacía volar por
toda la aldea mientras los animalitos miraban extrañados. Hasta que un día todo
se acercaron a preguntar:
¡Tortuguita, Tortuguita! ¿Qué es ese juguete?
La tortuguita los miró y respondió:
Es una cometa voladora

El conejito, la ardilla y el ratón se sorprendieron de ver aquella cometa y todos


querían jugar con aquel juguete tan divertido así que le dijeron:
¡Tortuguita, Tortuguita! ¿Quieres venir a jugar con nosotros y enseñarnos cómo
jugar con tu cometa?

Pero la tortuga, muy enfadada, les dijo:


¡No! La cometa es sólo mía. Vosotros no podéis jugar con ella.

Todos los animalitos se entristecieron y se fueron a jugar con sus juguetes


mientras veían como la tortuga se divertía con su cometa voladora. No entendían
por qué la tortuguita no quería jugar con ellos.

Todas las tardes salían juntos a jugar con la pelota del conejito y la cuerda de la
ardilla y siempre terminaban escuchando los cuentos del ratón. La tortuguita no se
acercaba a ellos y jugaba sola con su cometa.

Un día, mientras todos los animalitos jugaban juntos, observaron como la tortuga
se divertía con su cometa, pero algo ocurrió. De repente, la cometa salió volando y
se fue muy muy muy muy lejos y la tortuguita se quedó triste porque no la
encontraba por ningún sitio.
El conejito, la ardilla y el ratón vieron como la tortuguita se iba a su casa triste y se
dieron cuenta de que en los días siguientes la tortuguita no salió a jugar como
acostumbraba.
Todos los animalitos pensaron que la tortuga estaría muy disgustada porque había
perdido su juguete así que pensaron que entre todos podrían hacer algo para
ayudarla. Una tarde, en vez de salir a jugar con sus juguetes, decidieron salir a
buscar la cometa de la tortuguita. Buscaron y buscaron y pidieron ayuda a todos
los animalitos del lugar para encontrarla lo más rápido posible hasta que por fin
vieron que la cometa estaba en un árbol.

Llamaron a los pajaritos de la aldea para que volaran hasta la cima del árbol y
entre todos consiguieron la cometa voladora así que, muy contenta, fueron a
buscar a la tortuguita para darle una gran sorpresa.

Cuando llegaron a la casa de la tortuga, todos la llamaron para que saliera:


¡Tortuguita, Tortuguita! ¡Sal con nosotros! ¡Tenemos una sorpresa para ti!

La tortuga salió con el resto de su familia y todos vieron que los animalitos de la
aldea habían tenido un gesto muy bello con ellos. La tortuguita, muy feliz, dijo:
¡Es mi cometa voladora! ¡La habéis encontrado!

Los animalitos devolvieron a la tortuguita su juguete tan preciado y muy contentos


por lo que habían hecho fueron a jugar.

La tortuguita se quedó jugando con su cometa hasta que sus papás se acercaron
y le dijeron:
Tortuguita, los animalitos de la aldea te han ayudado a encontrar tu cometa y se
han portado muy bien contigo. ¿Por qué no juegas con ellos y les dejas jugar con
ella?

La tortuguita se dio cuenta de que sería mucho más divertido jugar con el resto de
animalitos y que a todos los animalitos les haría muy feliz jugar con su cometa
voladora así que se acercó a ellos y les agradeció el bonito gesto que habían
tenido.

Desde ese momento, todos los animalitos de la aldea jugaron con la tortuguita y
compartieron sus juguetes y la tortuga, muy feliz, les enseñó a jugar con su
cometa voladora.

EL PATITO FEO
Todos esperaban en la granja el gran acontecimiento. El nacimiento de los
polluelos de mamá pata. Llevaba días empollándolos y podían llegar en cualquier
momento.
El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente… ¡cuac, cuac! y
vio al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón. Bueno,
todos menos uno.

- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.


- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.

Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al resto. Era
grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del corral no tardaron en
fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.

- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban

Su madre lo defendía pero pasado el tiempo ya no supo qué decir. Los patos le
daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se burlaban de él. Al final
su propia madre acabó convencida de que era un pato feo y tonto.

- ¡Vete, no quiero que estés aquí!

El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y escapó corriendo de allí
ante el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos gansos silvestres que a pesar de su
fealdad, quisieron ser sus amigos, pero un día aparecieron allí unos cazadores y
acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a punto estuvo el patito de correr la
misma suerte de no ser porque los perros lo vieron y decidieron no morderle.

- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre patito.

Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía con un gato y
una gallina. Pero como no fue capaz de poner huevos también tuvo que
abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía para nada.

Un atardecer de otoño estaba mirando al cielo cuando contempló una bandada de


pájaros grandes que le dejó con la boca abierta. Él no lo sabía, pero no eran
pájaros, sino cisnes.

- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve.

Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se dio cuenta
de que seguía siendo un animalucho feo.

Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas calamidades. Un día de
mucho frío se metió en el estanque y se quedó helado. Gracias a que pasó por allí
un campesino, rompió el frío hielo y se lo llevó a su casa el patito siguió vivo.
Estando allí vio que se le acercaban unos niños y creyó que iban a hacerle daño
por ser un pato tan feo, así que se asustó y causó un revuelo terrible hasta que
logró escaparse de allí.
El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y a menudo
muerto de hambre también. Pero a pesar de todo logró sobrevivir y por fin llegó la
primavera.

Una tarde en la que el sol empezaba a calentar decidió acudir al parque para
contemplar las flores, que comenzaban a llenarlo todo. Allí vio en el estanque dos
de aquellos pájaros grandes y blancos y majestuosos que había visto una vez
hace tiempo. Volvió a quedarse hechizado mirándolos, pero esta vez tuvo el valor
de acercarse a ellos.

Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en su reflejo.


¿Dónde estaba la imagen del pato grande y feo que era? ¡En su lugar había un
cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había convertido en cisne! O mejor
dicho, siempre lo había sido.

Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la vida le había
negado y aunque escuchó muchos elogios alabando su belleza, él nunca acabó
de acostumbra

CAPERUCITA ROJA
Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les
ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su
abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas
partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita roja.

Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de


Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla.
Caperucita aceptó encantada.

- Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque.


- ¡Sí mamá!

La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a


ella.

- ¿Dónde vas Caperucita?


- A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla.
- Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve
por ese camino de aquí que yo iré por este otro.
- ¡Vale!

El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa
de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta.
Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar.

- ¿Quién es?, contestó la abuelita


- Soy yo, Caperucita - dijo el lobo
- Que bien hija mía. Pasa, pasa

El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso


su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita.

La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó


en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta.

- ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz


- Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla.
- Qué bien hija mía. Pasa, pasa

Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien


porqué.

- ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes!


- Sí, son para verte mejor hija mía
- ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
- Claro, son para oírte mejor…
- Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- ¡¡Son para comerte mejor!!

En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su


estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido.

En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita


comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…
¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró dentro de la casa.
Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo ocurrido, así
que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y su
abuelita.

- Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador.

De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo


despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se cayó dentro y
se ahogó.

Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió hacer


siempre caso a lo que le dijera su madre.

LEYENDA
LOS PENITENTES DE LA RECOLECCIÓN
Todos los días a los doce de la noche, los vecinos del Barrio de La Recolección
escuchan pasos de encadenados. Son penitentes fantasmas que quieren librarse
de sus culpas.
Cuando los han visto no solo van encadenados sino con capuchones antiguos.
Algunos se flagelan. Son animas por las cuales las viejitas dicen hay que rezar.
Verlos atemoriza pero también produce pena y compasión porque a nadie le
gustaría estar eternamente encadenado a sus malas acciones.
Una noche en que pasaba la procesión de cucuruchos Mario un muchacho
valiente y aventado, decidió salir a su encuentro, cuando oyó que se acercaban
los penitentes por las viejas calles, vacías a esa hora, hasta el ambiente estaba
frio y nuboso más que de costumbre, pues cuando vio desfilar los cucuruchos se
le erizo la piel, se puso como de gallina, uno de los cucuruchos salió de la fila y se
le acerco, le dijo: -toma, cuídamelo hasta que regrese por él.
Mario no pudo negarse y tomo el cirio que llevaba el cucurucho, Mario al siguiente
día empezó a enfermar, lo peor de todo era que, los doctores no encontraban del
porque estaba enfermo Mario, este había guardado el cirio que le diera el espectro
en un baúl, cuando volvieron a pasar los cucuruchos, Mario salió con el cirio en la
mano listo para entregárselo a su dueño, pero oh sorpresa, el cirio ya no era esto,
sino era un fémur, el espectro al ver el hueso le dijo: Yo te he dado un cirio y tú me
quieres entregar un fémur. De castigo tendrás que acompañarme, dicho y hecho,
Mario fue tomado de los brazos que por la enfermedad ya estaban bastante flacos,
le pusieron un cucurucho, le dieron un cirio encendido y paso a formar parte de la
larga fila de los penitentes de la Recolección, esto me lo conto mi abuelito Julio,
dice que sucedió hace muchos años allá por los viejos barrios de la capital.

LA LEYENDA DE LA LLORONA
En su versión guatemalteca, la Llorona es el alma en pena de una mujer de origen
criollo (descendiente de españoles) o mestiza, pero en ambos casos de un estrato
socioeconómico alto. Cuenta la leyenda que la mujer se llamaba María y que,
mientras su esposo andaba de viaje, tuvo un amorío con un mozo de su hacienda.
Pero María resultó embarazada a causa de esta relación. Angustiada, terminó
ahogando a su hijo (en otras versiones son dos o tres) en un río una vez que
nació. Se dice que el niño se llamaba Juan de la Cruz. Por este crimen la mujer
fue condenada a repetir hasta el fin de los tiempos su grito « ¡Ay, mi hijo!», que en
ocasiones se transforma en « ¡Ay! ¡Dónde está mi hijo! ¡Juan de la Cruz!».

Según la tradición, la Llorona pasea por las calles solitarias y frecuenta los lugares
donde hay agua, como piletas, ríos, fuentes o tanques. Sus lastimeros gritos
asustan al más valiente y paralizan al pavoroso. Muchos dicen haberla visto y
escuchado. Se cuenta que, cuando se la escucha cerca, en realidad está muy
lejos, y viceversa. Se dice que no puede ganarse a una persona (es decir, quitarle
la vida) si esta usa la ropa interior al revés. Se les presenta a los hombres
mujeriegos como una mujer para engañarlos. Se dice que quien le habla pierde la
vida y que un hombre acechado por la Llorona se salva únicamente si una mujer le
toma la mano, pues el espectro ataca únicamente a hombres solitarios. También
se cuenta que, si uno escucha el grito, debe tratar de moverse y no quedarse
congelado por el pavor. La persona tiene que huir antes de escuchar el tercer grito
o la Llorona se la ganará. Para evitar encontrarse con ella o ahuyentarla, la
persona hará bien en rezar al santo de su devoción o repetir las oraciones
tradicionales católicas.

Unos imaginan a la Llorona como una mujer vestida de luto riguroso, mientras que
otros la ven ataviada de blanco. También se dice que el pelo suele taparle la cara
y que esta es como la de un caballo (rasgo que comparte con la Siguanaba). Otro
aspecto propio del espectro, según otras leyendas guatemaltecas, es que su grito
viene acompañado de un viento frío que hiela la sangre. También se cuenta que si
alguien ve a la Llorona a los ojos pierde la vida.

LA LEYENDA DE LA TATUANA

Hay relatos que cuentan que hace muchos años, en época colonial, hubo en
Guatemala una joven y bella mujer de origen mulato a la que llamaban Tatuana,
que disfrutaba con los placeres de la carne y con los placeres del lujo, los cuales
no estaban bien vistos en una sociedad recatada y religiosa. Así pues, se acusó a
la joven de brujería y de hacer maleficios para conseguir a los hombres. Se le
acusó de codicia y de no seguir los preceptos de la iglesia. Por todas estas
razones fue juzgada por el tribunal de la Santa Inquisición, y fue condenada a
muerte. La Tatuana se negó a recibir la gracia de confesión de sus pecados antes
de morir. Cuentan, que la noche anterior a su muerte, pidió como última gracia un
trozo de carbón, unas velas y unas rosas blancas. Con estas tres cosas hizo en la
celda una especie de altar donde realizó una hechicería. Con el carbón pintó en la
pared una gran barca mientras recitaba conjuros, y se dice que se presentó ante
ella el mismo demonio. El demonio le sacó de la celda montada en la barca que
había pintado en la pared, y se dice que todavía se la puede ver en los días que
llueve grandes aguaceros.
Se cree que los antecedentes de esta leyenda provienen de la mitología maya, y
más concretamente de la leyenda de Chimalmat (Diosa que se vuelve invisible por
causa de un encantamiento).

LA LEYENDA DEL SOMBRERÓN


Una de las leyendas más conocidas sobre este personaje de la cultura
guatemalteca y además también es muy conocida en Aguadas, Caldas dice así:
Una noche El Sombrerón caminaba en un barrio de La Antigua Guatemala cuando
vio a una muchacha muy bella con pelo largo y se enamoró de ella. Buscó su casa
y le llevó serenata una y otra noche, pero ella no les dijo nada a sus padres sobre
él. Un día empezó a dejar de comer hasta el punto de que casi murió, y fue
entonces cuando la madre se dio cuenta que era por El Sombrerón. Llevó a su hija
a un convento creyendo que ahí iba a estar mejor, pero la niña siguió sin comer y
un día despertó con una trenza en su pelo hecha por el espectro y ese día murió.
Luego en el velorio, apareció El Sombrerón llorando y sus lágrimas eran como
cristales. Jamás olvida a las muchachas que ha amado. También se cuenta que
les hace trenzas a los caballos y mulas...
Se cuenta también que este espanto aparte de enamorar a muchachas jóvenes,
gusta por cabalgar mulas y caballos de los establos de las fincas en las noches
agotándolos. Por ello, las bestias durante el día no cumplen las tareas sumado a
que se vuelven hostiles con las personas, los campesinos y finqueros al ver este
comportamiento buscan si el Sombrerón no les ha hecho trenzas en la greñas. Si
es así, el animal ya no sirve para tareas... Una forma de saber si el Sombrerón
está haciendo de las suyas en fincas y casas, es colocar ya sea cerca de un
balcón de casa o cerca de los establos una silla y mesa de pino recién elaboradas,
junto a aguardiente y una guitarra en noche de luna y deben guardar silencio todas
las personas, sólo así se escuchará la guitarra y los cantos del Sombrerón. Al
Sombrerón le atraen las muchachas de pelo largo y ojos grandes, por ello, cuando
se sospecha que está tras una joven se le debe cortar el pelo a esta para que el
Sombrerón no se gane el alma de la joven.

LA CARRETA EN EL RANCHO.
- Cuenta la gente que en un rancho en el norte de la república mexicana, cada
determinado día del año, por la noche siempre se escucha el andar de caballos y
carretas que circula por la tierra, rancho cinegético en el cual personas
acaudaladas, que les gusta la cacería del venado cola blanca, han experimentado
dicha situación, cuentan que en una ocasión, varios de los cazadores entrados en
copas y a palabras del dueño del rancho, les pidió que esa noche no siguieran con
la parranda y que se metieran a dormirse temprano, pero como a cualquier niño
pequeño que le dices que no haga algo, así estas personas se quedaron a la
expectativa, para ver dicho fenómeno, pasaron los minutos y 3 de todos los que
estaban a la espera se quedaron en el camino que según recorrían las carretas en
el rancho.

Pero al poco tiempo se quedaron dormidos, al día siguiente, que todos


despertaron, estas 3 personas no aparecían por ningún lado, al pensar que se
habían salido a cazar por la madrugada, nadie le dio importancia, si no es que
hasta ya entrada la tarde y no regresaban, todas las demás personas se
empezaron a preocupar, en eso estaban cuando a lo lejos del camino de tierra, se
empezaron a ver las siluetas de las 3 personas que estaban perdida, y fueron por
ellas, cuentan que entre sueños los tres cazadores coincidieron en lo mismo, que
estaban en una carreta en la parte trasera y sin poder despertar ni moverse, lo
único que veían era el caballo negro y a una persona que lo manejaba, y que de
reojo, el caballo tenía unos ojos de color rojo, como la lumbre y la persona que
manejaba la carreta, no tenía cabeza, y así los tres despertaron en otro rancho
como a 50 kilómetros de donde se quedaron dormidos, desde ese día, jamás
volvieron al rancho.

DICHOS
1. Antes se coge al mentiroso que al cojo
Una muy buena manera de decirnos que siempre se descubren a los mentirosos y
que, por lo tanto, no hay que mentir. Este proverbio enseñará a tu hijo que siempre
hay que ir con la verdad por delante.
2. El que tiene boca se equivoca
Una valiosa lección sobre que no hay que temer a expresar nuestras opiniones,
aunque nos equivoquemos. Y es que, si tenemos boca, ¡nos podemos equivocar!
Lo verdaderamente importante es aprender de los errores.

3. A buen hambre, no hay pan duro


Un refrán que enseña a valorar lo que tenemos en nuestra mesa. Y es que los
niños tienen que aprender a apreciar las pequeñas cosas que nos vienen dadas o
que conseguimos, aunque su tamaño sea pequeño.

4. Más vale prevenir que curar’ o ‘Más vale prevenir que lamentar
Enséñale a tu hijo la importancia de siempre pensar antes de hacer algo que
pueda lastimar a alguien o a sí mismo.

5. Vísteme despacio que tengo prisa


Con este refrán le enseñas a tu hijo que, al hacer las cosas rápido puede que
cometa más errores que hacerlas con calma. A veces vale la pena pararse y
tomarse un respiro, ¿verdad? ¡Qué listos los refrane

POEMAS

1. Los ratones, de Lope de Vega

Juntáronse los ratones


para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.

Salió un ratón barbicano,


colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?
2. Agua, ¿dónde vas?, de Federico García Lorca

Agua, ¿dónde vas?


Riendo voy por el río
a las orillas del mar.

Mar, ¿adónde vas?


Río arriba voy buscando
fuente donde descansar.

Chopo, y tú ¿qué harás?


No quiero decirte nada.
Yo…, ¡temblar!

¿Qué deseo, qué no deseo,


por el río y por la mar?
Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están.

3. Mariposa del aire, de Federico García Lorca

Mariposa del aire,


¡Qué hermosa eres!
Mariposa del aire
dorada y verde.

Luz de candil,
Mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
No te quieres parar,
pararte no quieres.

Mariposa del aire


dorada y verde.
Luz de candil,
Mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
¡quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?

4. Canción de cuna del elefante, de Adriano del Valle

El elefante lloraba
porque no quería dormir…
Duerme elefantito mío,
que la luna te va a oír…

Papá elefante está cerca,


se oye en el Manglar su mugir;
Duerme elefantito mío,
que la luna te va a oír…

El elefante lloraba
y alzaba su trompa al viento…
parecía que en la luna
se limpiaba la nariz.

5. El lagarto está llorando

El lagarto está llorando.


La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer


su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo!


¡Ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente


monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo


lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!


¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran!


¡Ay, ay, cómo están llorando!
6. Pegasos, lindos pegasos, de Antonio Machado

Pegasos, lindos pegasos,


caballitos de madera.

Yo conocí siendo niño,


la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.

En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.

¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!

7. Llega el invierno, de Marisol Perales

El señor invierno
se viste de blanco,
se pone el abrigo
porque está temblando.

Se va a la montaña,
se mete en el río,
y el parque y la calle
se llenan de frío.

Se encuentra a la lluvia
llorando, llorando,
y también al viento
que viene soplando.

¡Ven amigo sol!


Grita en el camino,
pero el sol no viene
porque se ha dormido.
8. La vaca estudiosa, de María Elena Walsh

Había una vez una vaca


en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja,
muy vieja, estaba sorda de una oreja.

Y a pesar de que ya era abuela


un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.

La vio la maestra asustada


y dijo: – Estas equivocada.
Y la vaca le respondió:
¿Por qué no puedo estudiar yo?

La vaca, vestida de blanco,


se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.

Y como el bochinche aumentaba


en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.

Un día toditos los chicos


se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.

9. De ola en ola, de Antonio García Teijeiro

De ola en ola,
de rama en rama,
el viento silba
cada mañana.De sol a sol,
de luna a luna,
la madre mece,
mece la cuna.
Esté en la playa
o esté en el puerto,
la barca mía
la lleva el viento.

10. Las gaviotas, de Julián Alonso

Mira las gaviotas


Volando en el puerto
Con sus alas blancas
Abiertas al viento.

Parecen cometas
Parecen pañuelos
Son sábanas blancas
que van por el cielo.

CANTOS
TODOS LOS PATITOS En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.
Todos los patitos Estrellita dónde estás
se fueron a nadar me pregunto quién serás.
y el más pequeñito
se quiso quedar Estrellita dónde estás
su mamá enfadada me pregunto quién serás.
le quiso regañar Estrellita dónde estás
y el pobre patito me pregunto quién serás.
se puso a llorar En el cielo o en el mar
Los patitos en el agua un diamante de verdad.
meneaban la colita Estrellita dónde estás
y decían uno al otro me pregunto quién serás
ay! qué agua tan fresquita.
UN ELEFANTE SE BALANCEABA
Los patitos en el agua
meneaban la colita Un elefante se balanceaba
y decían uno al otro sobre la tela de una araña
ay! qué agua tan fresquita. Como veía que no se caía
fue a buscar otro elefante.
Dos elefantes se balanceaban
ESTRELLITA DONDE ESTÁS sobre la tela de una araña
Estrellita donde estás Como veían que no se caían
me pregunto quién serás. Fueron a buscar otro elefante
Estrellita dónde estás Tres elefantes se balanceaban
me pregunto quién serás. sobre la tela de una araña
Como veían que no se caían
fueron a buscar otro elefante, .... y hasta el otro día
duermen calentitos.
LOS POLLITOS DICEN
LA PEQUEÑA ARAÑA
Los pollitos dicen
pío, pío, pío La pequeña araña
cuando tienen hambre subió, subió, subió
cuando tienen frío. vino la lluvia
La gallina busca y se la llevó.
el maíz y el trigo Salió el sol
les da la comida y todo lo secó
y les da abrigo. y la pequeña araña
Bajo sus dos alas subió, subió, subió.
se están quitecitos

TRABALENGUA
1. Cuento cuentos,

cuenta cuentas.

¡Cuántos cuentos!

¿Cuántas cuentas?

2. Se me lenguó la traba

y palabróseme la yerra:

eso le pasa a cualquiera.

3. Si tú dices como yo

la lengua se te hace un nudo.

Tres pollos pelos peludos,

tres peludos pollos pelos.


4. Paco compró copas.

Como pocas copas compró,

pocas copas pagó.

5. Col, caracol y ajo;

ajo, caracol y col;

col, caracol y ajo;

ajo, caracol y col.

FABULAS

1. El adivino. Fábula corta para niños


Fábula corta: el adivino

El adivino es una fábula de Esopo que tiene como moraleja 'no hay que fiarse de
aquellos que dicen que pueden adivinar el futuro de los demás'.

2. El congreso de los ratones


fábula el congreso de los ratones

El congreso de los ratones es una fábula escrita por Samaniego, que enseña a los
niños que es muy fácil tener y proponer ideas pero no siempre es igual de fácil
realizarlas.

3. El ratón campesino y el rico cortesano


El ratón campesino y el rico cortesano. Fábula para niños

El ratón campesino y el rico cortesano es una fábula que enseña a los niños que
es mejor vivir con menos pero con más seguridad y serenidad, que tenerlo todo
pero vivir con miedos e inseguridad. Una buena vía para entretener y a la vez
educar a los niños.

4. El lobo con piel de oveja


fábula El lobo con piel de oveja
El lobo con piel de oveja es una Fábula corta de Esopo que tiene como moraleja:
Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño. Enseña a los niños que todo
lo que hagamos debe ser bueno porque lo que damos es lo que recibimos.

5. La cigarra y la hormiga
Fábula de Fontaine: la cigarra y la hormiga

La cigarra y la hormiga es una fábula clásica de La Fontaine, que habla del valor
del esfuerzo y el trabajo. Un cuento para enseñar a los niños que no todo se
consigue estando de brazos cruzados. Que hay que luchar para conseguir sus
propósitos.

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