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¿Quién eres?

Quién eres no lo define tu nombre, profesión, nacionalidad, religión o características físicas.


Entonces ¿quién eres? Eres un ser creado por Dios pero destituido para siempre de Su gracia,
hasta que crees en Cristo. En ese momento recibes el nombre de hijo de Dios.

Éstas no son sólo palabras bonitas para animarte, sino una verdad fundamental y poderosa.
Ser hijo de Dios es una obra espiritual. No lo somos porque lo merezcamos, sino por el puro
afecto de Su voluntad, es decir, porque Él así lo decidió. Él quiso llamarte hijo por Su amor.

“TENER CLARA NUESTRA IDENTIDAD ES ALGO TAN IMPORTANTE QUE FUE AHÍ DONDE
SATANÁS TENTÓ A JESÚS EN EL DESIERTO.”

El Plan del Diablo es Mantenerte Creyendo que tu Identidad es Pecador


Entonces, ¿por qué si eres cristiano y Dios te llamó “hijo”, sigues teniendo luchas? Porque el
diablo ha logrado engañarte y por falta de conocimiento, pereces. El plan de Satanás es
mantenerte creyendo que tu identidad es pecador.

Pensarás “Pero ¡es cierto! Yo sí cometo pecados, además según la Biblia, si alguno dice que no
tiene pecado se engaña a sí mismo” (1 Juan 1:8). A pesar de que pecas todos los días
no eres pecador. Lo que haces no define lo que eres, ¿recuerdas? Dios no te llama pecador,
sino justo, santo. Además, si llegamos a caer en pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo (1 Juan 2:1).

Tenemos el caso del apóstol Pedro quien negó a Jesús 3 veces antes de que fuera crucificado.
Cuando el Señor resucitó y se volvieron a encontrar, Jesús no le volteó la cara, ni le hizo gestos,
ni siquiera le mencionó el incidente; no reaccionó como cualquiera de nosotros lo hubiéramos
hecho. En vez de eso le preguntó “¿Me amas?”

¿Quién eres tú? Si has creído en Jesucristo, eres un hijo de Dios que tiene que tomar
decisiones correctas. Tienes que permitir que sea la identidad que Dios te dio la que influya en
tus decisiones. Basta de dejarse influenciar por una mentira. Así nos pasa a todos: fracasamos,
nos consideramos fracasados y entonces fracasamos más. Pecamos, nos consideramos
pecadores y entonces pecamos más. Por eso para salir del engaño tienes que saber que Dios
te ama, que tú eres Su hijo y que un hijo de Dios busca la santidad. Cuando aceptes esto en tu
corazón, entonces eso provocará el cambio en tu vida.

Soy hijo de Dios porque Él así lo dice, soy santo

Dios te ha llamado justo. Lo que te lleva a pecar es un concepto equivocado de ti. Dios no te
condena, te llama santo y justo. Tienes que comenzar a identificarte así. Levántate y dilo: “Soy
hijo de Dios porque Él así lo dice, soy santo”. Dilo una y otra vez, y calla la voz mentirosa del
diablo que te quiere responder que no es cierto.
¿Cómo fuimos creados? Vamos a responder esta pregunta en partes:
 Adán y Eva fueron creados vivos física y espiritualmente; no había muerte en
ellos. Esa vida se sostenía de una relación íntima con Dios. Él les advirtió que si
comían del fruto prohibido morirían, y así fue, murieron no física sino
espiritualmente. Desde entonces todos nacemos vivos físicamente, pero muertos
espiritualmente a causa del pecado. Esto permanece así hasta que Cristo llega a
nuestra vida. Jesús vino a recuperar la vida que habíamos perdido.

 Fuimos creados importantes. Dios creó al hombre y la mujer y los puso por
encima de la creación para gobernarla. Debido a la caída el hombre perdió esa
autoridad y fue dada a Satanás. La Biblia lo llama el “príncipe de este mundo”. La
autoridad e importancia que perdimos en ese momento, Jesús la vino a recuperar
para nosotros.

 Dios nos creó para vivir seguros y nos proveyó de todo lo necesario. “Y dijo Dios:
He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y
todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de
la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en
que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así” (Gn. 1:29-30). A causa
de la caída tenemos miedo al fracaso, a no poder, a no tener, a que nos falte.
Jesús vino a restaurar esa provisión. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Flp. 4:19).

 Nos creó con la necesidad de pertenecer. Dios creó a Adán y vio que no era bueno
que estuviera solo (Gn. 2:18) e hizo para él una compañera. No me refiero sólo en
el sentido de pareja, sino de una persona que conviviera con él. Esta convivencia
en armonía se perdió con el pecado, ellos comenzaron a dudar el uno del otro,
comenzaron a señalarse, a desconfiar. Cristo recupera esto: nos adopta en su
familia y establece la iglesia, donde sus hijos nos reunimos.

Deja de identificarte con el pecado, identifícate con


Jesús
Todos tenemos necesidad de pertenecer, de ser amados y reconocidos. Estos son vacíos que
tenemos en el corazón y el único que puede llenarlo es Jesús. Por eso Dios se tuvo que hacer
hombre y vivir como Adán no pudo. Esta es la buena noticia: que aunque parece que Adán
echó todo a perder, Jesús vino a restaurar. Por medio de Jesús nosotros podemos vivir una
vida en relación con Dios.

A lo mejor no estás disfrutando la vida como Dios lo desea porque te estás identificando con el
Adán incorrecto, el que falló, el que pecó. Identifícate con Jesús, el segundo Adán, el que
glorificó en todo al Padre:

“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco
mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Jn. 5:30).
Jesús es vida, Él es nuestra esperanza:
- “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn.
11:25).
- “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1:4).

Una Nueva Identidad


Vivir en Cristo es el tema más importante en el nuevo testamento. Si no estás viendo el reino
de Dios en tu vida, tal vez sea porque no has nacido de nuevo (Jn. 3:3). Necesitamos creer en
Jesús porque necesitamos su vida.

Esta vida nueva nos da una nueva identidad. No se trata de recibir algo sino ser alguien: hijos
de Dios. El arma principal de Satanás es decirte que no es cierto, que no te lo mereces, que no
puedes serlo, que es imposible. En la salutación a los corintios, Pablo les dice: “a los
santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el
nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2). Así que no eres santo por
tus méritos, sino porque fuiste llamado a serlo.

El título de santo no se gana, se recibe. No pretendas ganarlo, Dios ya te hizo santo. Si logras
creer lo que Dios piensa de ti a pesar de tu condición, tu vida cambia, tus decisiones cambian.

“TIENES LA LIBERTAD DE DECIDIR ENTRE EL PECADO Y LA SANTIDAD”

¿Eres pecador? La respuesta bíblicamente correcta es: ya no. Cuesta creerlo, pero Dios lo ha
dicho. Lo que Él hizo es que antes estabas en pecado y eras esclavo de él. Pero ahora eres
libre para vivir en santidad y libre para seguir viviendo. Antes no podías decidir pecar o no. El
pecado era tu naturaleza, ahora tienes la libertad de decidir entre el pecado y la santidad. Al
ser hijo de Dios puedes recibir los privilegios de nacer de nuevo, la vida que Él te da.

Uno de los errores más grandes es tratar de que Dios te acepte. Dios ya te aceptó. Deja de
pretender ser perfecto o impresionarlo, porque ni eres perfecto ni hay nada en ti que lo pueda
impresionar. Él ya te aceptó y ya te amó.  “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios” (1 Jn. 3:1).

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