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MI IDENTIDAD EN CRISTO

Es de suma importancia que conozcas tu identidad en Cristo. No puedo dejar de enfatizar en


esto: que realmente sepas lo que eres en Cristo. Tienes que saber lo que eres de acuerdo a
la Palabra de Dios. Toda la lucha en nuestro corazón es porque Satanás no se cansa de querer
engañarnos. Lo vemos desde el principio con Eva en el Edén: el diablo no aprende maña
nueva. El lugar donde quiere hacernos tambalear es precisamente en nuestra identidad. Si
te pega ahí, te tumba. ¿Por qué? Porque esta es la pieza clave en nuestra vida. Imagina una
pila de maderos que has ido construyendo durante tu vida. Si quitas la pieza de la base todo
lo demás se viene abajo sin importar si se veía bonita o bien hecha.

Tener un Nuevo Pensamiento en Cristo

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta” (Rom. 12:2 Reina Valera Revisada 1960).
¿Eres cristiano y has sentido que vives en derrota? A lo mejor te has sentido fracasado y sin
esperanza. Quizás tienes miedo de nunca llegar a ser lo que Dios quiere que seas. A veces
pensamos que ya perdimos la oportunidad, que Dios ya no va a hacer nada más con
nosotros; eso nos deprime, nos desanima. Sin embargo, eso es una mentira. Dios quiere obrar
en nosotros a pesar de nosotros.
Para lograr ser libre del pasado y del pecado tienes que conocer tu identidad en Cristo. ¿Se
te ha ocurrido que podrías estar pensando equivocadamente de ti mismo? Muy
probablemente te estés percibiendo de una manera diferente a lo que en realidad eres. No
te conformes, transfórmate, renueva tu pensamiento. ¿Sabes lo que Dios piensa y dice de ti?
Si no es así entonces te animo a invertir un poco de tu tiempo leyendo este artículo. Pon
atención.
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal
tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lc.
6:45). Este es Jesús hablando. Tal vez has leído y escuchado muchas veces este versículo y
piensas: “como hago cosas malas, entonces soy malo”. Pero Jesús dice que una persona
obra según lo que abunda en su corazón. Si piensas que eres malo, entonces harás lo malo. Tu
futuro depende de lo que piensas de ti mismo hoy, así como lo que eres hoy es lo que
pensabas de ti mismo en el pasado.

Cada Uno es Responsable de Su Propio Corazón


Nuestro crecimiento personal depende de 2 cosas: tu conocimiento de Dios, y tu
conocimiento de quién eres en Cristo. También es importante que tomes tu responsabilidad
personal de buscar ese crecimiento basado en esas dos cosas. Cada uno es responsable de
su propio corazón. Tú puedes recibir todo el apoyo de toda la iglesia, pero si no tomas tu
responsabilidad ni siquiera Dios podrá hacerte avanzar en tu vida espiritual. Tú tienes que
tomar la decisión de ver la vida de Dios en ti, de dar fruto.

¿Quién eres?
Quién eres no lo define tu nombre, profesión, nacionalidad, religión o características físicas.
Entonces ¿quién eres? Eres un ser creado por Dios pero destituido para siempre de Su gracia,
hasta que crees en Cristo. En ese momento recibes el nombre de hijo de Dios.
“ÉL QUISO LLAMARTE HIJO POR SU AMOR.”
Éstas no son sólo palabras bonitas para animarte, sino una verdad fundamental y poderosa.
Ser hijo de Dios es una obra espiritual. No lo somos porque lo merezcamos, sino por el puro
afecto de Su voluntad, es decir, porque Él así lo decidió. Él quiso llamarte hijo por Su amor.
El problema es que muchos entramos en una lucha interna al pensar que nos hemos ganado
el amor de Dios porque algo estamos haciendo bien, o porque le echamos muchas ganas, o
que podemos merecerlo más si hacemos más cosas buenas. Pero no es así.
Tengo otra pregunta para ti: ¿lo que haces define lo que eres? O ¿Será que haces lo que
haces a consecuencia de quién eres? La verdad es que lo que piensas que eres condiciona
tus acciones. Si tú crees que eres capaz, inteligente y bueno, seguro vas a actuar conforme
a eso. Si piensas que eres un fracasado, un caso perdido, un bueno para nada, entonces así
vas a actuar y vivir.

Lo primero que Dios hace contigo es cambiar tu identidad


Hay personas que logran tener “todo” pero en el fondo se sienten vacías porque lo que hacen
o logran no define quienes son. Por fuera llevan la vida soñada: riquezas, belleza, poder,
fiestas, viajes, medallas, reconocimientos, ascensos, influencia en el mundo. La mayoría de
nosotros no hemos alcanzado esas cosas y a veces pensamos que si tuviéramos algo de
aquello, entonces seríamos felices. “Si yo tuviera la vida de…” ¿Te suena?
No me malinterpretes. Si fuiste ascendido en tu trabajo, o tus finanzas están estables, si eres
popular, si la persona que te gusta te corresponde, ¡eso está bien! A lo que me refiero es que
ninguna de esas cosas define tu identidad. Tú no eres lo que haces. No eres la vida que llevas.
“TENER CLARA NUESTRA IDENTIDAD ES ALGO TAN IMPORTANTE QUE FUE AHÍ DONDE SATANÁS
TENTÓ A JESÚS EN EL DESIERTO.”
Por eso cuando tú crees en Jesucristo lo primero que Dios hace contigo es cambiar tu
identidad. Dios te dice: “Yo te pongo un nombre nuevo. Vas a ser llamado mi hijo porque Yo
te amo. Nada de lo que hayas hecho te hace merecedor de ese título. Te llamo así porque
quiero”. Si tú crees eso, tu manera de vivir va a cambiar. Tener clara nuestra identidad es algo
tan importante que fue ahí donde Satanás tentó a Jesús en el desierto. Por eso él decía: “si
verdaderamente eres Hijo de Dios”. Eso es exactamente lo que te dice a ti.
Cuesta creerlo pero Dios te llama hijo, no pecador ni fracasado. ¿Tú piensas que Dios no ve
todo lo malo que tienes? ¿Será que se volvió loco? ¿Cómo puede ser que el Creador del
cielo y la tierra te haya dado el título de hijo? Puede que todo esto pase por tu cabeza, sin
embargo, es verdad, ¡créelo!
Basar tu identidad en la aprobación y admiración de los demás tampoco te garantizará la
felicidad porque siempre habrá quién te rechace. Pero si tú crees en Jesús no tienes que
andar regateando amor o aprobación del hombre porque Dios te ama y en Cristo eres
aceptado.

El Plan del Diablo es Mantenerte Creyendo que tu Identidad es Pecador


Entonces, ¿por qué si eres cristiano y Dios te llamó “hijo”, sigues teniendo luchas? Porque el
diablo ha logrado engañarte y por falta de conocimiento, pereces. El plan de Satanás es
mantenerte creyendo que tu identidad es pecador.
Pensarás “Pero, ¡es cierto! Yo sí cometo pecados, además según la Biblia, si alguno dice que
no tiene pecado se engaña a sí mismo” (1 Juan 1:8). A pesar de que pecas todos los días
no eres pecador. Lo que haces no define lo que eres, ¿recuerdas? Dios no te llama pecador,
sino justo, santo. Además, si llegamos a caer en pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo (1 Juan 2:1).
Tenemos el caso del apóstol Pedro quien negó a Jesús 3 veces antes de que fuera
crucificado. Cuando el Señor resucitó y se volvieron a encontrar, Jesús no le volteó la cara, ni
le hizo gestos, ni siquiera le mencionó el incidente; no reaccionó como cualquiera de nosotros
lo hubiéramos hecho. En vez de eso le preguntó “¿Me amas?”
¿Quién eres tú? Si has creído en Jesucristo, eres un hijo de Dios que tiene que tomar decisiones
correctas. Tienes que permitir que sea la identidad que Dios te dio la que influya en tus
decisiones. Basta de dejarse influenciar por una mentira. Así nos pasa a todos: fracasamos,
nos consideramos fracasados y entonces fracasamos más. Pecamos, nos consideramos
pecadores y entonces pecamos más. Por eso para salir del engaño tienes que saber que Dios
te ama, que tú eres Su hijo y que un hijo de Dios busca la santidad. Cuando aceptes esto en
tu corazón, entonces eso provocará el cambio en tu vida.

Soy hijo de Dios porque Él así lo dice, soy santo


Dios te ha llamado justo. Lo que te lleva a pecar es un concepto equivocado de ti. Dios no
te condena, te llama santo y justo. Tienes que comenzar a identificarte así. Levántate y dilo:
“Soy hijo de Dios porque Él así lo dice, soy santo”. Dilo una y otra vez, y calla la voz mentirosa
del diablo que te quiere responder que no es cierto.
¿Cómo fuimos creados? Vamos a responder esta pregunta en partes:
 Adán y Eva fueron creados vivos física y espiritualmente; no había muerte en ellos. Esa
vida se sostenía de una relación íntima con Dios. Él les advirtió que si comían del fruto
prohibido morirían, y así fue, murieron no física sino espiritualmente. Desde entonces todos
nacemos vivos físicamente, pero muertos espiritualmente a causa del pecado. Esto
permanece así hasta que Cristo llega a nuestra vida. Jesús vino a recuperar la vida que
habíamos perdido.
 Fuimos creados importantes. Dios creó al hombre y la mujer y los puso por encima de la
creación para gobernarla. Debido a la caída el hombre perdió esa autoridad y fue dada
a Satanás. La Biblia lo llama el “príncipe de este mundo”. La autoridad e importancia que
perdimos en ese momento, Jesús la vino a recuperar para nosotros.
 Dios nos creó para vivir seguros y nos proveyó de todo lo necesario. “Y dijo Dios: He aquí
que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol
en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a
todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida,
toda planta verde les será para comer. Y fue así” (Gn. 1:29-30). A causa de la caída
tenemos miedo al fracaso, a no poder, a no tener, a que nos falte. Jesús vino a restaurar
esa provisión. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria
en Cristo Jesús” (Flp. 4:19).
 Nos creó con la necesidad de pertenecer. Dios creó a Adán y vio que no era bueno que
estuviera solo (Gn. 2:18) e hizo para él una compañera. No me refiero sólo en el sentido
de pareja, sino de una persona que conviviera con él. Esta convivencia en armonía se
perdió con el pecado, ellos comenzaron a dudar el uno del otro, comenzaron a
señalarse, a desconfiar. Cristo recupera esto: nos adopta en su familia y establece la
iglesia, donde sus hijos nos reunimos.

¿Qué pasó en la caída?


1. Con la caída de Adán y Eva entró el pecado en la humanidad y todos heredamos la
naturaleza pecaminosa de ellos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte” (Ro. 5:12). Es cierto que cometemos pecados pero
también es cierto que en Cristo tenemos nueva identidad y podemos tener vida espiritual: “Y
él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1).
Si puedes creer lo anterior, cree más en esto: “Porque por cuanto la muerte entró por un
hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán
todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co. 15:21-22).
2. Al pecar Adán y Eva perdieron el conocimiento de Dios. “Y oyeron la voz de Jehová Dios
que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la
presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le
dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gn. 3:8-9). Esta fue la primera vez que se escondieron de Dios. Se
alejaron de Su amor, tuvieron una percepción equivocada de Él. ¿Crees que te puedes
esconder de Dios? ¿Por qué hacerlo? Él es la fuente de vida, ¿conviene alejarse de Él?
3. Otra consecuencia de la caída es que no tenemos claro el conocimiento de
Dios. “Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia
que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (Ef. 4:18). No podemos ver claramente a Dios.
“ESE CONOCIMIENTO MÁXIMO SE HIZO PERSONA PORQUE NO QUERÍA SER CONOCIDO SÓLO
INTELECTUALMENTE, SINO EN UNA RELACIÓN PERSONAL”.
Adán y Eva conocían a Dios mientras convivían con Él. Así es como podemos conocer a Dios,
no sólo con conocimiento mental, sino por medio de una relación. En Juan 1:14 dice que el
Verbo se hizo carne. La palabra original en griego era “logos”, que significa “conocimiento”.
Cuando los griegos recibieron esto fue una tremenda revelación, porque ellos creían en una
forma de conocimiento máximo y Juan aquí dice que ese conocimiento máximo se hizo
persona porque no quería ser conocido sólo intelectualmente, sino en una relación personal.
Por eso Juan dice “y vimos Su gloria”.
4. Por causa de la caída, al humano lo dominan las emociones negativas como miedo y
preocupación. En Génesis 3:10 Adán escucha la voz de Dios, teme y se esconde de Él por
primera vez. Con el pecado fuimos llenos de temor, inseguridad, vergüenza, culpa. Antes de
eso, Adán y Eva estaban desnudos y no se avergonzaban. También entró envidia, enojo, esto
lo vemos en Caín cuando se enojó contra Abel y lo mata,
5. Antes del pecado lo único de lo que teníamos que abstenernos era del fruto prohibido.
Todo lo demás Dios lo dispuso para nuestro deleite. A raíz de la caída tenemos que decidir
todos los días negar nuestros deseos, antojos, con tal de permanecer firmes y no caer en
tentación.

Deja de identificarte con el pecado, identifícate con Jesús


Todos tenemos necesidad de pertenecer, de ser amados y reconocidos. Estos son vacíos que
tenemos en el corazón y el único que puede llenarlo es Jesús. Por eso Dios se tuvo que hacer
hombre y vivir como Adán no pudo. Esta es la buena noticia: que aunque parece que Adán
echó todo a perder, Jesús vino a restaurar. Por medio de Jesús nosotros podemos vivir una
vida en relación con Dios.
A lo mejor no estás disfrutando la vida como Dios lo desea porque te estás identificando con
el Adán incorrecto, el que falló, el que pecó. Identifícate con Jesús, el segundo Adán, el que
glorificó en todo al Padre:
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no
busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Jn. 5:30).
Jesús es vida, Él es nuestra esperanza:
-“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
(Jn. 11:25).
-“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn. 1:4).
“POR NUESTRA FE EN ÉL YA NO SOMOS LLAMADOS PECADORES, SINO SANTOS, HIJOS DE DIOS.”
Jesús no nació espiritualmente muerto porque fue concebido en una virgen por medio del
Espíritu Santo, y su nacimiento fue virginal. María fue su madre en cuerpo, pero no en espíritu,
esa parte la puso Dios. Jesús nació vivo y no perdió la vida. Fue obediente hasta la muerte y
mantuvo esa vida hasta la cruz. Jesús es la vida y está ahí para que nosotros lo alcancemos.
Por nuestra fe en Él ya no somos llamados pecadores, sino santos, hijos de Dios. Comienza a
tratarte como tal y decidir como tal.
Una Nueva Identidad
Vivir en Cristo es el tema más importante en el nuevo testamento. Si no estás viendo el reino
de Dios en tu vida, tal vez sea porque no has nacido de nuevo (Jn. 3:3). Necesitamos creer
en Jesús porque necesitamos su vida.
Esta vida nueva nos da una nueva identidad. No se trata de recibir algo sino ser alguien: hijos
de Dios. El arma principal de Satanás es decirte que no es cierto, que no te lo mereces, que
no puedes serlo, que es imposible. En la salutación a los corintios, Pablo les dice: “a los
santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co. 1:2). Así que
no eres santo por tus méritos, sino porque fuiste llamado a serlo.
El título de santo no se gana, se recibe. No pretendas ganarlo, Dios ya te hizo santo. Si logras
creer lo que Dios piensa de ti a pesar de tu condición, tu vida cambia, tus decisiones
cambian.

“TIENES LA LIBERTAD DE DECIDIR ENTRE EL PECADO Y LA SANTIDAD”

¿Eres pecador? La respuesta bíblicamente correcta es: ya no. Cuesta creerlo, pero Dios lo ha
dicho. Lo que Él hizo es que antes estabas en pecado y eras esclavo de él. Pero ahora eres
libre para vivir en santidad y libre para seguir viviendo. Antes no podías decidir pecar o no. El
pecado era tu naturaleza, ahora tienes la libertad de decidir entre el pecado y la santidad. Al
ser hijo de Dios puedes recibir los privilegios de nacer de nuevo, la vida que Él te da.
Uno de los errores más grandes es tratar de que Dios te acepte. Dios ya te aceptó. Deja de
pretender ser perfecto o impresionarlo, porque ni eres perfecto ni hay nada en ti que lo pueda
impresionar. Él ya te aceptó y ya te amó. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que
seamos llamados hijos de Dios” (1 Jn. 3:1).

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