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EL CULTO A SANTA MARÍA DE LA MERCED

Entendemos por culto a María el homenaje de amor, reverencia y devoción que


le tributamos bajo el título de la Merced, por ser nuestra Madre. Brota del interior de
nuestra alma y, al expresarlo, convertírnoslo en culto externo y público, el cual, una
vez organizado por la autoridad eclesiástica con ceremonial especial, constituye el
culto litúrgico mariano conteniendo, particularmente (hoy Rezo de las Horas) y en el
misal.

Ciertamente, la fuente y fundamento de todo el culto mariano mercedario brota


y se basa en la devoción a nuestra Santísima Madre de la Merced, manifestada en
oraciones y prácticas piadosas culturales, privadas o públicas, que dimanan realmente
del marianismo esencial propio de nuestra Orden, nacido con ella en el corazón de
Nolasco, confidente primario del mensaje mercedario redentor.

Las manifestaciones marianas efectuadas en vida de nuestro Padre Fundador


San Pedro Nolasco, sólo tenía cumplida explicación si admitimos la intervención de
María en la fundación de nuestra Orden. El recurrir al marianismo medieval no es
razón suficiente para explicar el profundo marianismo mercedario. Como bien dice el
P. Jerónimo López: La devoción medieval a la Santísima Virgen puede ser ocasión, pero no
causa que explique la total dedicación de la Orden de la Madre de Dios.

La sobrenaturalidad de la fundación de la merced está consignada


documentalmente por los coetános en las Constituciones Americanas, de 1272, con las
siguientes palabras, incluidas en el proemio de las Constituciones recientemente
promulgadas: El padre… Hijo… y Espíritu Santo ordenaron fundar y establecer esta Orden
llamada de la Virgen de la Merced… de cuya ordenación hicieron a su siervo Pedro Nolasco
mensajero, fundador y ejecutor.

No me cabe en la cabeza pensar que Nolasco fuera pregonando por doquier la


intervención de la Virgen Santísima en su obra. La humildad era incompatible con tal
ostentación. Pero es seguro que tuvo sus confidentes (entre ellos el Padre Amer) a
quienes reveló el mensaje mariano para que los futuros frailes quedaran deudores por
siempre a tan buena Madre. Este fue el primer eslabón de esa cadena multisecular, que
desde entonces hoy viene formada por infinidad de ricos anillos de devoción mariana.

Otro testimonio son las palabras del papa Juan XXII, en 1318, cuando aún
vivían contemporáneos de los que habían sido de nuestro Santo Padre: Movido por el
celo de un amor ferviente hacia nuestra Orden, fundada con gloria en otro tiempo por
inspiración divina.

El Padre Vargas en su crónica latina, nos proporciona otro eslabón precioso con
palabras del capítulo general de 1325, celebrado en Barcelona: Puesto que la Santísima
Virgen María Madre de Dios fue la verdadera fundadora de nuestra sagrada Orden y la
reconocemos por Patrona y Protectora, es digno y justo que especialmente la veneremos y
reverenciemos.

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Item más. El P. Antonio Caxal, en 1414, nos dice que se fundó la Orden a
singular alabanza y gloria de Dios y de su gloriosa Madre la Virgen, la cual es el fundamento y
la cabeza de nuestra Orden.

Huelga buscar más testimonios probatorios de la intervención de María en la


fundación de la Orden. Es un constante en todos los siglos de nuestra Historia y en
todos sus escritores, sin excepción. Fue la llama que, prendida en el corazón de
Nolasco, iluminó, de relevo en relevo, toda la historia mercedaria hasta nuestros días.

El título de Merced, amplia y concienzudamente estudiado con documentos por


el P. Gazulla, sabemos todos que es sinónimo de misericordia y fue uno con los que se
denomino nuestra Orden en el siglo XIII, y el que prevaleció sobre todos los demás. Las
Constituciones Americanas la llaman Orden de la Virgen María de la Merced de la
Redención de Cautivos de Santa Eulalia de Barcelona. El P. Juan Devesa ha hecho anatomía
histórica de este título, desmenuzándolo con la minuciosidad con que él tarta los
temas históricos mercedarios.

Lógicamente es obligado pensar que en cada casa, convento, cada iglesia, cada
fraile de la Merced, lo mismo que cada cofrade, cuestor o donado, fueron todos y cada
uno de ellos otros tantos centros de irradiación de devoción y culto a María de la
Merced.

* * *
El culto público comenzó en la iglesia de Barcelona. Consta documentalmente
que ya en 1255 esa iglesia era visitada por los fieles y en ella se había implantado una
cofradía de la Merced. Otro documento, de 1259, nos habla de una donación de Pedro
Salat para hacer arder continuamente, día y noche, una lámpara ante el altar de Santa
María, construido en la Iglesia de Santa María de los frailes de la limosna de la Merced
de los cautivos de Barcelona. En este bendito lugar nació, asimismo, la segunda Orden
Mercedaria en la persona de Santa María de Cervellón, o el Socós, bajo la dirección del
venerable sacerdote mercedario Fray Bernardo de Corbera, primer rector de aquella
Iglesia. Ya entonces se introdujo la santa costumbre de celebrar todos los sábados la
misa de la Virgen y la salve. Hay documentos de que ambas cosas se practicaban en los
conventos de la Merced del siglo XIV. En Barcelona nació también, con la encantadora
leyenda de la aparición de nuestra Madre a Nolasco en el coro, la costumbre de
reservar la presidencia de nuestros coros a la imagen de nuestra Santísima Madre.

Con el correr del tiempo, la devoción y el culto de nuestra Madre de la Merced


nos viene reflejados en las disposiciones de los capítulos generales, en los mandatos de
los superiores generales y en las disposiciones de las visitas conventuales.

* * *
La Imagen de la Merced.

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Una de las más elocuentes y populares manifestaciones del culto y devoción a
la Virgen de la Merced la constituyen sus representaciones iconográficas en estatuas,
pinturas, estampas, etc…

Las primeras representaciones en imágenes de la Virgen de la Merced


carecieron en sus orígenes de atributos o trajes determinados. Todavía conservamos la
primera imagen de nuestra Madre que fue venerada en el primer templo de la Orden,
en Barcelona. Exenta de sus ropas, en nada se diferencia de tantas otras de su época. El
P. Gazulla la reproduce en su libro La Patrona de Barcelona (pág. 40). Le sigue en
antigüedad un alto relieve en piedra que adornaba la portería del antiguo convento
barcelonés, reproducida así mismo en dicha obra (pág. 31). Representa a la Virgen
cubriendo con su manto, sostenido por dos ángeles, a religiosos de la Orden, un obispo
y varios frailes. El P. Castro Seoane llama a este grupo la imagen del Patrocinio
misericordioso o mercedario de la Santísima Virgen.

Desde 1494 las actas de visita del general Urgel, en Barcelona, Huesca, etc…,
hacen constar que en casi todas partes la imagen de la Merced ocupaba el lugar
preferente en el altar mayor. Las cartas de la hermandad llevan asimismo en cabeza
dicha imagen. El tema del patrocinio se mantuvo hasta el siglo XIX y principios del XX.
En el siglo XVI debió de ser la más vulgar pues figura en los catálogos de indulgencias
y resúmenes de bulas que los colectores de la limosna de la redención llevaban en sus
veredas. Modernamente son variadísimas las formas de la imaginería y de los
materiales empleados en la confección de las imágenes de la Merced.

Su fiesta.

Actualmente y desde principios del siglo XVIII celebramos una sola fiesta de la
Merced, pero antiguamente eran dos a año en los que se veneraba solamente a nuestra
Madre de la Merced.

“Como los gremios y cofradías, la Orden de la Merced celebraba su fiesta


patronal, la de su nacimiento, en la festividad de la Natividad de Nuestra Señora,
porque este es el día, tal vez por tradicional, en que el capítulo general de Valladolid,
en 1599, pidió a la Santa Sede la institución universal de la festividad de Santa María de
la Merced y su celebración con máxima solemnidad de misa, procesión y sermón.
Hasta 1696 en que se señaló el 24 de septiembre, parece que la festividad externa debió
continuar celebrándose el 8 de septiembre, y aún hoy se hace en la iglesia de Conjo, en
Santiago de Compostela”.

La liturgia comenzó a celebrarse, no sabemos en qué tiempo, el domingo más


próximo al primero de agosto, con el rezo y misa de nuestra Señora de las Nieves, al
cual Paulo V en 1616 concedió lecciones históricas propias, tomadas de las decretales
de la reciente canonización de San Raimundo de Peñafort. Inocencio XI en 1679 amplió
las lecciones históricas. Ese mismo año se extendió el oficio a todo el clero secular y
regular de España y sus dominios, y en el año 1690 también al reino de Francia. En
1685 aprobó la Santa Sede un nuevo oficio y misa, que es el que desde entonces rezó la

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Orden, la diócesis de Barcelona desde 1861 y toda España desde 1888 hasta la última
reforma del Vaticano II.

Expansión del culto.

Desde Barcelona, la devoción y culto mariano – mercedario fue expandiéndose


progresivamente a medida que se extendía la Orden y se abrían nuevos conventos. Al
finalizar el siglo XIII, concretamente 1299, como consta en una bula de Bonifacio VIII,
eran ya 57 las casas con 25 iglesias esparcidas por Cataluña, Aragón, Valencia, Francia,
Castilla, Portugal, Navarra y Baleares. El numero de frailes que vivían en sus casas
podemos calcularlo en unos doscientos, poco más o menos.

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo, la Merced estuvo presente desde el


segundo viaje de Colón (1493) en la evangelización de aquel continente. Fue la ciudad
de Santo Domingo la plataforma desde las llanuras del Anahuac mejicano, donde
plantó la fe cristiana y el amor a María, hasta las tierras de Arauco, en Chile; desde las
fuentes ecuatorianas del Amazonas hasta las selvas de Marañón, en todas partes el
culto y la devoción a nuestra Madre de la Merced acompañó la predicación del
evangelio.

“Si miramos con detención el mapa de América y lo estudiamos con atención,


observamos que de Norte a Sur abundan las ciudades y los pueblos, fundos, minas,
partidos, pedanías, etc… Es indudable que esta devoción forma parte esencial de la
contextura moral de los pueblos americanos, y que en estas naciones que se han
formado bajo la mirada cariñosa y la tutela protectora de la Merced.

El panorama actual del culto a la Merced es muy consolador, porque son


muchos los focos de irradiación del mismo.

No cabe duda, formamos todos un soberbio potencial de devoción y culto


mariano – mercedario. Si verdaderamente somos apóstoles de María, sabremos
implantar en el prójimo este culto y devoción, como lo hicieron nuestros antepasados.

Textos litúrgicos.

En el capítulo general de 1576 celebrado en Zaragoza, se acordó sustituir la


antigua liturgia mercedaria por la moderna de Trento, a pesar del voto en contra del P.
Gaspar de Torres y de que podíamos conservar nuestro breviario antiguo por ser
anterior en doscientos años al decreto del Papa Pío V.

De esta antiguo liturgia no conocemos ningún texto (si es que los hubo) relativo
a nuestra Madre y Fundadora. El P. Americo, no obstante, dice que la oración que a
continuación mencionaremos, era la primitiva a nuestra Madre y se rezaba junto a las
letanías y otras preces en la despedida de redentores cuando iban a tierra de infieles a
redimir cautivos. Hela aquí:

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Oh Dios, cuya Madre la virgen María hemos recibido haberse aparecido al Rey
Jaime y a nuestro Padre Pedro Nolasco a fin de que instituyeran una familia de
Redentores para liberar a los fieles de Cristo del poder de los paganos, te rogamos
concedas a tu familia, por las oraciones y méritos de tal Madre, que consigamos la
deseada libertad y el perdón de los pecados.

Analizando esta oración notamos:

Primero.- La invocación a Dios.

Segundo.- Una exposición histórica recibida por tradición de la aparición de la


Virgen a Jaime I y a Nolasco (nótese que no se nombra a San Raimundo de Peñafort)
para fundar la Orden.

Tercero.- Petición de la libertad para los cautivos y el perdón de los pecados


(para todos).

Evidentemente, es una oración de mercedarismo redentor, y encierra todos los


elementos carismáticos que se repetirán en la liturgia posterior, como veremos.

En 1600, el papa Clemente VIII, a petición del capítulo general de Valladolid en


1599, estableció la fiesta solemne de la Merced en el día 8 de septiembre, con misa,
sermón y procesión, pero no con texto litúrgico alguno, porque tenía preferencia la
festividad de la Natividad de María, coincidiendo en ese mismo día. Pero en 1616, a la
otra fiesta de la Merced, que era la de la revelación de la fundación de la Orden y que
se celebraba el domingo más próximo al primero de agosto con oficio y misa de la
Virgen de las Nieves, se le asignaron por Paulo V lecciones propias para el segundo
nocturno de maitines, como ha quedado dicho. El contenido de estas lecturas no es otro
que la narración breve de la triple aparición de la Virgen a Nolasco, a Jaime I y a San
Raimundo de Peñafort.

Más tarde, en 1679, estas lecciones fueron ampliadas y se les añadió el octavo
responsorio y la oración del oficio. El responsorio es el tan conocido “Beata es Maria Dei
Genitrix…” que traducimos integro así: Bienaventurada eres María Madre de Dios, patrona
y auxiliadora nuestra, por cuya voluntad esta tu Religión fue fundada para la redención de los
fieles. Con tu santa intercesión ayúdanos Virgen Inmaculada.

Este responsorio se ha conservado hasta hoy, junto con la oración: Oh Dios, que
por medio de la gloriosa Madre de tu Hijo te dignaste enriquecer tu Iglesia con una nueva
Orden religiosa para liberar los cristianos cautivos. Te pedimos, por los méritos e intercesión de
aquella, a quien veneramos como Fundadora de esta gran obra, que seamos liberados de todo
pecado y de la esclavitud del demonio. Modernamente la palabra Fundadora ha sido
sustituida por Inspiradora.

Finalmente, en 1685, a instancia del general el P. Isassi, se nos concedió oficio y


misa especialísima para la fiesta de la Merced, que fue trasladada al 24 de septiembre de
1696. Este propio duró hasta la reforma litúrgica del Vaticano II. La otra fiesta de la
Merced, la del domingo más próximo al primero de agosto, llamada primitivamente de
la Aparición y luego de la Descensión o también de la Fundación de la Orden, fue

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perdiendo importancia al ir en auge la del 24 de septiembre, quedando reducida a
simple conmemoración al ser instituida la fiesta del Santísimo Redentor el 30 de junio
de 1731, asignándosele de nuestro calendario en la reforma de Pío X, que en nuestra
Orden llevó a cabo el general el P. Inocencio López, en cuyo Propio, que mando
imprimir en 1922, quedo asignada la fiesta del Santísimo Redentor al 15 de julio, con lo
cual ya no tenía sentido la conmemoración de la fundación de la Orden en ese día.

Analicemos ahora el oficio y misa del Propio especialísimo, el que tuvo más
duración en el tiempo, casi tres siglos, de 1685 a 1978. La mayor parte de los elementos
que lo componen son pasajes del Cantar de los Cantares, muchas antífonas de maitines,
los responsorios (excepto el octavo, del que ya hemos hablado), lecturas del primer
nocturno, antífonas de laudes, capítulos o lecturas breves de las horas menores, etc. Las
cinco antífonas de vísperas nos hablan de la cautividad, de romper la vara que azota,
de vínculos de caridad… Las lecciones del segundo nocturno de maitines eran las
históricas y narraban la triple aparición de la Virgen en la noche del 2 de agosto. La del
tercer nocturno de San Ambrosio con la homilía sobre el evangelio de San Juan Stabat
iuxta crucem… Hermosa eran las antífonas del Magníficat y del Benedictus:

1.- Alabad al Señor nuestro Dios, que abandona a los que en El esperan, y en mí, su
sierva, apuró la misericordia que prometió a la casa de Israel.

2.- Saludad a María, que ha laborado mucho en nuestro favor, y decidla: Dios te Salve,
Madre de clemencia, consoladora de afligidos, redentora de cautivos. Tú eres la gloria de
Jerusalén; Tú, la alegría de Israel; Tú, el honor de nuestro pueblo.

3.- ¡Oh Virgen de las vírgenes, qué bella eres y hermosa en encantos! Tú, fuente de
virtud, compadeciéndote de los lamentos humanos, te has hecho ver para sacar de las tinieblas y
de la sombra de muerte a los prisioneros y romper sus ataduras.

No menos alegres y bellos eran los himnos traducimos a continuación para que
todos los entiendan, aunque pierdan muchísimo al no transcribirlo en latín. El de
vísperas decía:

Oh Virgen Madre de Dios, estrella sin ocaso, hermosa como la luna. Escucha nuestras
preces. Tú, que sintiendo las quejas de los cautivos les rompiste las cadenas.

Oh mil veces feliz aquel día, en que con tu presencia a Nolasco recreaste.

¡Oh fuego de amor profundísimo! Así las culpas perdona a quienes libras del yugo.

Nuestra Orden te da gracias porque con benigna voz nos dijiste que a Ti debía
consagrarse.

¡Oh divina Madre! Colma de celo a tus hijos para que con el corazón cumplamos lo que
con las palabras prometemos.

El himno de Maitines se rezaba así:

Proclama, prole escogida, a tu grandísima Madre, por quién libras a los fieles de los
despiadados lazos.

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Viendo la buenísima Madre de los prodigio de los cautivos, a tres testigos revela esta
Orden de piedad.

Se digna escoger entonces a uno solo de esos tres para que salve al prójimo de la
esclavitud, vendiéndose él.

Por la Virgen fueron rotos lazos de cautividad. Aplaudid los redimidos su gloria bajo el
altar.

¡Discípulos! es justo darle gracias de honor a los que nos ayuda a soportar bárbaras
dificultades a favor de los hermanos.

Este era el de laudes.

Gózate, blanca progenie, a quien la santa Madre de Dios mandó anhelar el último
vértice de la perfección.

No hay otro amor mayor que dar la vida por la salvación del prójimo, dijo la Verdad
divina.

¡Oh Cristo!, Verdadera Caridad, abrasa en amor nuestros pechos, desata los vínculos del
corazón, rompiendo las cadenas del infierno.

Concede que todos te ofrezcamos una libre esclavitud y gocemos de la vida


bienaventurada los que a tu Madre nos consagramos.

La misa daba comienzo con la invitación a la alegría. Alegrémonos todos en el


Señor celebrando este día de fiesta de la Santísima Virgen María. Los ángeles se regocijan de su
aparición (descensión, desde 1796) y canta alabanzas al Hijo de Dios… La epístola era del
cap. II, 1 – 13, del Cantar de los Cantares. La secuencia muy larga y barroca, terminaba
así: Dulce fundadora de nuestro Instituto, ¡se siempre nuestra Madre! Consuela a los cautivos,
aumenta nuestro amor. Torna gloriosa y haz que Jesús ame a nuestra Familia que Tú fundaste.
Concédenos que siempre te demos en todo gusto. Y, para librarnos del infierno, muéstranos tu
dulce rostro en la hora de la muerte. Amén.

El evangelio sigue siendo el mismo hoy (Juan XIX, 25 – 27). La oración de las
ofrendas, entonces llamada secreta, pedía que también a nosotros nos libre
misericordiosamente de los lazos y de la cautividad del demonio, como libró a los fieles de cruel
esclavitud por ministerio de la Madre del Unigénito. La poscomunión contenía las mismas
ideas: por intercesión de María, dejadas las cadenas del cuerpo, nos libre también de
las del alma.

Resumiendo. Todo el contenido litúrgico de este Propio se compendia de los


siguientes puntos:

a.- exaltar, bendecir y alabar a María como Fundadora de la Obra de redención


de cautivos en la Orden de la Merced.

b.- lamentar los sufrimientos y peligros de los cautivos cristianos en poder de


los infieles, sobre todo el riesgo de perder la fe, para quienes se pide.

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c.- la libertad del cuerpo y, para todos, cautivos o no, la liberación de la
cautividad del pecado.

Liturgia actual.

El Vaticano II reformó la liturgia en profundidad, dándole un giro de 180


grados. Sin embargo, la transformación llevada a cabo no afectó al espíritu, sino a la
forma de la misma. El actual Propio de la Orden aprovecha muchos elementos del
antiguo. En el oficio de las horas seguimos con los mismos himnos, alguno retocado o
abreviado; continuamos con el mismo responsorio en la segunda lección y también con
las antífonas del Magníficat y Benedictus. Desapareció la palabra Descensión, sustituida
ahora por Solemnidad, en la antífona del invitatorio; no obstante, en la oración seguimos
llamando nuestra Fundadora a la Santísima Virgen. Las lecciones del oficio de lecturas,
la primera del Eclesiástico (24, 5 – 30), celebrando a María como trono de Sabiduría; y
la segunda (a escoger entre dos), tomadas muy acertadamente, de autores mercedarios.

A nuestro carisma se le ha dado mayor amplitud en el apostolado. Al no haber


hoy esclavos que comprar ni rescatar en la forma antigua, hay sí peligro de perder la fe
en muchos ambientes y naciones, porque hay mucha represión y muchísimos
refugiados, enfermos y encarcelados, hambrientos y abandonados. Conculcados los
derechos humanos, se prohíbe y se persigue la práctica de la fe cristiana. Hay infinidad
de esclavos de las drogas, etc. A todos ellos se les recuerda en las preces del oficio y de
la misa, porque tenemos una Madre que se nos ha dado al pie de la cruz por el mismo
Jesús. Por eso seguimos con el mismo evangelio en la santa misa: He aquí a tu Madre.

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