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Historia Social General – Unidad Nº 1

Extractos de “La Revolución Francesa”, de Albert Soboul (1981)

“Los principios de nuestro nuevo derecho electoral – declaró Luciano Bonaparte el 24 de marzo de 1803- ya no se
basan en ideas quiméricas, sino en la propia base de la asociación civil, en la propiedad que inspira un
sentimiento conservador del orden público.”

Del Directorio al Consulado (…) la continuidad se afirma. Como la guerra seguía y la contrarrevolución
proseguía obstinadamente, una necesidad interna llevó a la concentración de poderes, a fin de garantizar
la consolidación social burguesa: sustituyendo a la república de los notables, la dictadura consular
debería proveerla.

Al hacer tabla rasa de todos los restos de feudalismo, al liberar a los campesinos de los derechos
señoriales y de los diezmos eclesiásticos (…), al acabar con los monopolios corporativos y al unificar el
mercado nacional, la Revolución Francesa marcó una etapa decisiva en la transición del feudalismo
al capitalismo. Su ala activa no fue tanto la burguesía comerciante (…) como la masa de pequeños
productores directos, cuyo sobretrabajo y sobreproducto eran acaparados por la aristocracia feudal
apoyándose en el aparato jurídico y los medios de presión del estado del Antiguo Régimen.

La especulación, el equipamiento, el armamento y el avituallamiento de los ejércitos, la explotación de


los países conquistados les proporcionaban nuevas oportunidades para multiplicar [los beneficios de la
burguesía francesa]: la libertad económica abría el paso a la concentración de las empresas. (…) esos
hombres de negocios, que sentían el gusto del riesgo y el espíritu de iniciativa, invirtieron sus capitales
en la producción, contribuyendo ellos también por su parte al desarrollo del capitalismo industrial.

Cambiando completamente las estructuras económicas y sociales, la Revolución Francesa rompía al


mismo tiempo el armazón estatal del Antiguo Régimen, barriendo los vestigios de las antiguas
autonomías, acabando con los privilegios locales y los particularismos provinciales. Así hizo posible, del
Directorio al Imperio, la implantación de un estado moderno que respondía a los intereses y a las
exigencias de la burguesía. (…) La Revolución Francesa proclamó sin ninguna restricción la libertad
de empresa y de beneficios, despejando así el camino hacia el capitalismo.

La contrarrevolución aristocrática obligó a la burguesía revolucionaria a perseguir con no menos


obstinación la destrucción total del viejo orden. Pero únicamente lo logró aliándose con las masas rurales
y urbanas a las que hubo de dar satisfacción: se destruyó la feudalidad, se instauró la democracia. El
instrumento político del cambio fue la dictadura jacobina de la pequeña y mediana burguesía, apoyada
en las masas populares (…)

(…) Sin duda en los países de Europa que ocuparon, fueron los ejércitos de la República, y después los de
Napoleón, los que más que la fuerza de las ideas derrotaron al Antiguo Régimen: (…) la conquista
francesa dejó el terreno libre para el desarrollo del capitalismo. Más aún, es por la propia expansión del
capitalismo, conquistador por naturaleza, como los nuevos principios y el orden burgués se apoderaron
del mundo, imponiendo por todas partes las mismas transformaciones. (…)

La Revolución Francesa se asigna un lugar excepcional en la historia del mundo contemporáneo. En


tanto que revolución burguesa clásica, constituye por la abolición del régimen señorial y de la feudalidad
el punto de partida de la sociedad capitalista y de la democracia liberal en la historia de Francia. En tanto
que revolución campesina y popular (…) tendió en dos ocasiones a superar sus límites burgueses: en el
año II1, intento que (…) conservó durante mucho tiempo su valor profético de ejemplo, y cuando la
Conjura por la Igualdad, episodio que se sitúa en el origen fecundo del pensamiento y de la acción
revolucionaria contemporáneos.

1El autor se refiere a la dictadura jacobina basada en la política del Terror. Decía Georges Couthon, autor de la Ley
de Pradial (1794): “El plazo para castigar a los enemigos de la patria no debe ser mayor que el tiempo de
reconocerlos; se trata menos de castigarlos que de aniquilarlos... No se trata de dar ejemplo, sino de exterminar a
los implacables satélites de la tiranía o de morir con la República.”

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