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Franz Kafka

(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya obra señala el

inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela europea en las primeras décadas

del siglo XX. Franz Kafka dejó definitivamente atrás el realismo decimonónico al convertir sus

narraciones en parábolas de turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por

antihéroes extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en

apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que sumergen al

lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las angustias e incertidumbres que

embargan al hombre contemporáneo.

Franz Kafka

Biografía

Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos, Franz Kafka se formó en un ambiente

cultural alemán. Su padre, Hermann Kafka, había obtenido una cómoda posición con un
matrimonio ventajoso y pudo costear una buena formación para el primogénito en uno de los

colegios alemanes de Praga. Concluido el bachillerato (1901), el cabeza de familia lo obligó a

cursar estudios de leyes, materia por la que nunca sintió el menor interés, y se doctoró en

derecho en 1906.

Los años universitarios le dejaron tiempo para cultivar sus aficiones filosóficas y literarias; leyó

a numerosos autores y conoció al futuro escritor y crítico literario Max Brod, con quien trabó una

íntima amistad destinada a perdurar toda una vida. La personalidad enérgica y activa de Brod,

totalmente opuesta a la del temeroso e introvertido Kafka, mitigó su soledad y su marcada

tendencia al aislamiento.

Finalizados sus estudios, trabajó en diversos bufetes de abogados y, desde 1908, en una

compañía de seguros de Praga. Allí desempeño sus tareas con eficiencia y puntualidad, llegando

a merecer un ascenso; sin embargo, carecía por completo de ambición profesional. El aburrido

empleo (que no abandonaría definitivamente hasta 1920, a causa de su deteriorada salud) le

ocupaba solamente las mañanas y podía dedicar las tardes y las noches a la literatura, su

verdadera pasión.
Kafka en 1906

En 1911 conoció a Yitzchak Lowy, actor de teatro yiddish; pronto empezó a interesarse por la

mística y la religión judías, que ejercieron sobre él una notable influencia y favorecieron su

adhesión al sionismo. Su proyecto de emigrar a Palestina se vio frustrado en 1917 al padecer los

primeros síntomas de tuberculosis, que sería la causante de su muerte. El diagnóstico decidió a

Kafka a romper definitivamente su compromiso matrimonial con Felice Bauer, a la que había

conocido en 1912 a través de Max Brod. Durante los cinco años que duró, la relación con Felice

había sido repetidamente abandonada y retomada debido a las interminables vacilaciones de

Kafka.

La enfermedad obligó a Kafka a pasar largas temporadas en diversos sanatorios, primero en los

Alpes italianos y finalmente en Kierling, cerca de Viena. En uno de ellos se enamoró de la joven

checa Julie Wohryzek, pero la radical oposición del padre de Kafka imposibilitó el matrimonio.

Este episodio originó el más revelador documento de aquella conflictiva relación paternofilial: la
célebre Carta al padre que Kafka escribió en 1919. Publicada póstumamente, nunca llegó a ser

enviada a su destinatario.

En 1920, el encuentro con la traductora y periodista checa Milena Jesenská se transformó en una

relación profunda, testimoniada en las Cartas a Milena, que verían la luz en 1952. Pero ni Kafka

ni la propia Milena, casada con otro hombre, tuvieron el aliento necesario para romper el

matrimonio, y a partir de 1921 comenzaron a distanciarse. Se estableció entonces en una casa de

campo adquirida por su hermana, en la que escribió El castillo. En 1923, con la enfermedad ya

muy avanzada, conoció a la jovencísima y vital Dora Diamant, el gran amor que había anhelado

siempre, y que le devolvió brevemente la esperanza. Pero en abril del año siguiente sus dolencias

se agravaron; en compañía de Dora Diamant, de su amigo Max Brod y de su tío Siegfried,

falleció el 3 de junio de 1924 en el sanatorio de Kierling.

La obra de Kafka

A pesar de la enfermedad, de la hostilidad manifiesta de su familia hacia su vocación literaria, de

sus cinco tentativas matrimoniales frustradas y de su empleo de burócrata en una compañía de

seguros de Praga, Franz Kafka se dedicó intensamente a la literatura. Su obra, que nos ha llegado

en contra de su voluntad expresa (ordenó a su íntimo amigo y consejero literario Max Brod que

quemara todos sus manuscritos tras su muerte), constituye una de las cumbres de la literatura

alemana y se cuenta entre las más influyentes e innovadoras del siglo XX.

En la línea de la Escuela de Praga, de la que es el miembro más destacado, la escritura de Kafka

se caracteriza por una marcada vocación metafísica y una síntesis de absurdo, ironía y lucidez.

Ese mundo de sueños, que describe paradójicamente con un realismo minucioso, ya se halla

presente en su primera novela corta, Descripción de una lucha, que empieza con una lección de

danza en Praga, traslada muy pronto al héroe al Japón y le sitúa en el centro de salvajes
aventuras espirituales; fragmentos de este relato fueron publicados en 1909 en la revista

Hyperion, dirigida por Franz Blei.

Con Felice Bauer

En 1913, el editor Rowohlt accedió a publicar su primer libro, Meditaciones, pequeños

fragmentos en prosa de una inquietud espiritual penetrante y un estilo profundamente innovador,

a la vez lírico, dramático y melodioso. Los textos eran en realidad extractos de su diario

personal: a instancias de su amigo Max Brod, Kafka seleccionó una serie de pasajes

del Diario que había iniciado en 1910 y que continuaría, casi sin interrupciones, hasta el mismo

año de su muerte. El libro pasó desapercibido; los siguientes tampoco obtendrían ningún éxito,

fuera de un círculo íntimo de amigos y admiradores incondicionales.

El estallido de la Primera Guerra Mundial y el final del noviazgo con Felice Bauer señalaron el

inicio de una etapa creativa prolífica en la que redactó las obras más características de su
producción. Su legado, que plantea numerosas dificultades de interpretación, se caracteriza en

cambio por una extrema y deliberada claridad estilística, como se observa en la más conocida de

sus narraciones, La metamorfosis (1915). Su protagonista es un mediocre viajante de comercio,

Gregorio Samsa; un mañana, al despertarse, Samsa descubre que se ha transformado en un

enorme insecto, lo que es narrado con normalidad pese a la monstruosidad de la situación. Este

doble juego será una constante en la creación del autor, y en él reside en buena medida su

singularidad y eficacia.

Primera edición de La metamorfosis

Casi contemporáneo al anterior y escrito en una sola noche es el relato de un conflicto

paternofilial: La condena (1913), en el que un padre viejo y aparentemente enfermo recobra de

repente su vitalidad y autoridad opresiva para maldecir a su hijo, que tan sólo deseaba vivir su
propia vida. Años después aparecerían impresos el cuento En la colonia penitenciaria (1919) y

el volumen de relatos Un médico rural (1919). Todas las restantes obras de Kafka no serían

publicadas hasta después de su muerte. Títulos esenciales de su producción, como El

proceso o El castillo, se hubiesen perdido para siempre de no haber incumplido Max Brod su

orden de quemar los manuscritos; de hecho, el propio Brod se encargó de preparar las ediciones.

Su primera novela propiamente dicha (las narraciones anteriores deben considerarse cuentos o

novelas cortas por su extensión) es El proceso, que había comenzado a escribir hacia 1914 y fue

publicada póstumamente en 1925. El protagonista de El proceso es Joseph K., empleado en un

banco. Una mañana, dos individuos de uniforme le notifican su detención en virtud de un

proceso que se ha incoado contra él. Es inútil que quiera conocer el delito de que se le acusa: son

simples funcionarios que se limitan a cumplir su cometido, a saber, notificarle su detención. Pese

a ello, es dejado provisionalmente en libertad; será citado en domingo para los interrogatorios a

fin de no perturbarle en su trabajo.

Fotogramas de El proceso (1962), de Orson Welles


En sus intentos de probar su inocencia, Joseph K. penetra en los entresijos de un inquietante

sistema judicial. Las sesiones del juzgado de instrucción se celebran en casa de un carpintero; los

libros de la ley no son más que novelas sádicas e indecentes; los archivos judiciales están

instalados en el granero de una casa miserable, en cuya irrespirable atmósfera escriben

incesantemente los empleados sobre sus pupitres. Un tío de Joseph K. le presenta a su abogado,

un viejo enfermo que recibe a sus clientes en la cama y cuya enfermera se siente atraída

eróticamente por todos los procesados; tampoco él consigue adelantar el asunto. Se cuenta que la

absolución es posible, que hace muchísimos años se dictó una sentencia absolutoria, pero es una

leyenda de dudoso crédito, pues, en realidad, los fallos del tribunal no se publican nunca. Un

pintor retratista de jueces le informa de que podría ser aparentemente absuelto, lo que equivale a

decir que el día menos pensado podría volver a ser detenido.

Todo ello va minando la inicial determinación de Joseph K. Obsesionado por el caso, descuida

su trabajo en la oficina para pasar largas horas perdido en el examen de las varias posibilidades

de salvación que aparentemente se le ofrecen, o bien va corriendo de un lado a otro de la ciudad


para confiar su defensa a un abogado o para buscar afanosamente la ayuda de cualquier persona

que conozca a los jueces que se hacen cargo de su proceso. Al mismo tiempo, percibe miradas y

sonrisas maliciosas en los escenarios donde se desarrollaba su metódica vida (el banco, la

pensión, el café); de forma inexplicable, todos están enterados de su proceso.

Sus medios de defensa resultan insuficientes y equivocados; al cabo de casi un año, sin haber

llegado nunca a conocer cuál era la acusación, y extenuado e impotente tras una lucha imposible

y absurda, Joseph K. es llevado sin resistencia a la afueras de la ciudad y ejecutado. El centro de

la obra es el crecimiento del sentimiento de culpa y los tormentos que éste desencadena. La

novela fue dramatizada en 1947 por André Gide y Jean-Louis Barrault, mientras que Gottfried

von Einem hizo con ella una ópera, con libreto de Boris Blacher y Heinz von Cramer, que se

estrenó en 1953. En 1962, Orson Welles rodó una soberbia adaptación cinematográfica.

Franz Kafka en 1917


El argumento de su segunda novela, El castillo (escrita entre 1921 y 1922 y publicada en 1926),

es en ciertos aspectos similar. Un agrimensor llamado K. llega a una aldea gobernada por un

conde que vive en un castillo sobre la colina; el agrimensor ha sido llamado por el conde para

trabajar a su servicio, y su intención es establecerse allí y ejercer su profesión.

Sin embargo, topa de inmediato con inesperadas e insuperables dificultades. Por un lado, el

castillo parece ser la sede de una monstruosa e incomprensible maquinaria burocrática a la que es

casi imposible acceder; cuando parece lograrlo, no obtiene sino comunicaciones contradictorias.

Por otro, no obtiene ninguna cooperación de las gentes del pueblo, que aceptan con naturalidad

los absurdos dictados del castillo y parecen dejarlo de lado. A pesar de su empeño y sus

esfuerzos, K. nunca logra más que aparentes avances en su propósito de iniciar su trabajo e

integrarse en la comunidad, seguidos de retrocesos que lo devuelven una y otra vez al punto de

partida. Max Brod hizo una versión dramática de esta obra en 1953.

América (1927), por último, es una novela inconclusa, además de fragmentaria, que presenta dos

grandes saltos y carece de final. Aunque en la publicación póstuma ocupa el tercer lugar, fue la

primera que escribió: su primer capítulo, "El chófer", se había impreso en 1913 como relato

independiente. Su protagonista es Karl Rossmann, un muchacho de dieciséis años que, a

consecuencia de una desdichada aventura con la criada de sus padres, se ve obligado a separarse

de ellos y de Alemania, su patria, para emigrar a América, donde uno de sus tíos debe recibirle.

Pronto se encuentra abandonado a sus propias fuerzas en aquel inmenso y complicado país. Karl

trata de trabajar en diversos oficios, pero dura poco en ellos; conoce así numerosos aspectos de

aquella sociedad y pasa por múltiples experiencias que ponen claramente de relieve su

imposibilidad de adaptarse. Como en las novelas antes reseñadas, el lector tiene la impresión de

seguir al héroe a través de un oscuro laberinto indescifrable, donde los acontecimientos cobran
un valor simbólico, pero sin que jamás se aclare la significación de los símbolos ni el efecto que

puedan tener en la vida del personaje.

La muralla china (1931) es un volumen que recoge relatos y textos en prosa escritos a partir de

1917; además del cuento que le da título, abarca dieciocho narraciones diversas y dos

colecciones de notas y pensamientos. Los Diarios 1910-1923 se publicaron en 1948-1949,

aunque una selección de ellos y de las cartas del autor ya se habían impreso en 1937 en Praga.

Estos textos son de gran importancia para la interpretación de la persona y la obra de Kafka, e

incluyen un proyecto inconcluso de obra aforística que Max Brod compiló con el

título Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el verdadero camino.

La existencia atribulada y angustiosa de Kafka se refleja en el pesimismo irónico que impregna

su obra, que describe, en un estilo que va desde lo fantástico de sus obras juveniles al realismo

más estricto, trayectorias de las que no se consigue captar ni el principio ni el fin. Sus personajes,

significativamente designados con una inicial (Joseph K. o simplemente K.), son zarandeados y

amenazados por instancias ocultas, materializadas en las autoritarias estructuras burocratizadas y

anónimas creadas por la misma sociedad. Así, el protagonista de El proceso no llegará a conocer

el motivo de su condena a muerte, y el agrimensor de El castillo buscará en vano el rostro del

aparato burocrático en el que pretende integrarse; ambos padecen la angustiosa desorientación, la

impotencia y finalmente el sentimiento de culpa y desamparo frente a un mundo ininteligible y

deshumanizado que escapa a todo intento de control y que acaba degradando y sometiendo al

hombre.

Tan singular es la opresiva atmósfera que emana de sus más características narraciones, que

incluso la lengua común ha incorporado el adjetivo kafkiano para referirse a una situación

particularmente absurda y angustiosa. Los elementos fantásticos o absurdos, como la


transformación en escarabajo del viajante de comercio Gregorio Samsa en La metamorfosis,

evidencian la alienación del individuo e introducen en la realidad más cotidiana aquella

distorsión que permite desvelar su propia y más profunda inconsistencia, un método que se ha

llegado a considerar como una especial y literaria reducción al absurdo.

Por su trascendental influencia, Franz Kafka se coloca a la cabeza de la renovación que

emprendió el género novelístico en las primeras décadas del siglo XX, en la que también han de

ubicarse grandes maestros como el francés Marcel Proust, el irlandés James Joyce y el

estadounidense William Faulkner. Pero su originalidad irreductible y el inmenso valor literario

de su obra le han valido a posteriori una posición privilegiada, casi mítica, en la literatura

contemporánea. Cien años después de La metamorfosis, las múltiples interpretaciones trazadas

desde los más variados puntos de vista (desde el enfoque existencialista al sociológico o

psicoanalítico, pasando por las que parten del judaísmo o de la biografía del autor) siguen

pareciendo reducciones o simplificaciones de una obra que, por su riqueza significativa, apenas

tiene parangón en la literatura universal.

Cómo citar este artículo:

Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Franz Kafka». En Biografías y Vidas. La

enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible

en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kafka.htm 

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