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INSTITUCIÓN EDUCATIVA DISTRITAL “MARCO FIDEL SUÁREZ”

DEPARTAMENTO DE HUMANIDADES
ASIGNATURA: LENGUA CASTELLANA
TEMÁTICA. TEXTOS ARGUMENTATIVOS

¿POR QUÉ SOMOS SERES VIOLENTOS?

REFLEXIÓN: La violencia es una problemática social que afecta diferentes planos de nuestras vidas.
Estamos expuestos a la violencia en diversos escenarios (en la calle, en el colegio y hasta en nuestros
propios hogares), pero también podemos generarla. ¿Será que algún día, cuando todos estemos
cansados, nos levantaremos para decir “no más” y detener la violencia?

ACTIVIDAD: Se tendrá en cuenta la participación en el desarrollo del taller, las reflexiones y la


socialización, al igual que la producción individual y colectiva.

Ahora, lee el texto.

¿Quién le teme al hombre cruel?

“Vine para vengar la muerte de mi madre”, gritó en medio de la calle, mientras su hermano amartillaba
la escopeta cargada con cartuchos de postas. Acto seguido abrieron fuego de manera indiscriminada
contra niños, mujeres y hombres. Nueve muertos y una docena de heridos dejaron su huella en la
memoria de los habitantes de Puerto Hurraco (Bajadoz, España) la tarde del 26 de agosto de 1996.

El ser humano es violento. Estos actos de barbarie suceden en todas las sociedades y culturas del
mundo, algo no muy explicado por aquellos que piensan que la violencia que sufrimos se debe a
nuestra sociedad competitiva, a las familias desestructuradas, al consumo de drogas, a la pobreza, al
racismo… Estas ideas sociológicas proporcionan una pista de qué es lo que puede inducir a un
determinado comportamiento, pero ¿es esta la razón última por la que matamos? Esto es lo que creen
los que achacan la violencia a la sociedad, que pervierte al ser humano.

Sin embargo, esta postura socializadora es incapaz de explicar por qué culturas primitivas como las
de Nueva Guinea poseen los índices de asesinatos más altos del mundo. Allí, los gebusi parecen
cumplir el mito del buen salvaje no contaminado por la civilización: tienen gran sentido del humor y
son extremadamente generosos a la hora de compartir alimentos, pero matan a un ritmo 100 veces
superior al de los estadounidenses. La tasa anual de homicidios entre los bosquimanos kung de
Kalahari --famosos por la película Los dioses deben estar locos-- es superior a la de Los Ángeles o
Nueva York. Según el antropólogo Melvin Konner, el asesinato por venganza es uno de los pilares de
control social.

A pesar de las diferencias, existen unas pocas constantes que se repiten en todas las culturas: la
inmensa mayoría de crímenes son cometidos por hombres cuyos motivos principales son las mujeres
y lo que el antropólogo Michael P. Ghiglieri llama el fenómeno de salvar la cara: honor, venganza…
“Los hombres de todo el mundo --añade-- matan a otros hombres con la finalidad de forjarse una
reputación, construir imperios personales y aumentar su capacidad de acceso a las mujeres”. Una
reputación de ferocidad se ve “premiada” por un mayor acceso a recursos, pero, ¿mejora su éxito
reproductivo? Los biólogos evolutivos piensan que sí. De hecho, entre los yanomami del Amazonas,
aquellos que han asesinado a otro hombre tienen un mayor número de esposas y tres veces más hijos
que quienes no lo han hecho nunca. “La violencia es genética” afirma el escritor Arthur C. Clarke. Con
ello quiere decir que no es algo exclusivamente humano, social.
Nuestros familiares primates, orangutanes, gorilas y chimpancés, son prueba de ello. El 79% de los
encuentros entre machos gorilas que no se conocen entre sí da lugar a manifestaciones violentas –la
mitad acaba en pelea-- y asesinan brutalmente a las crías que no son suyas.

El mito del buen salvaje no soporta el más mínimo escrutinio. La humanidad no es pacífica por
naturaleza: la antropóloga Carol Ember encontró que el 64% de las sociedades cazadoras-
recolectoras hacían la guerra al menos cada dos años. K. F. Otterbein, que incluyó a sociedades
agrícolas, encontró que el 92% guerreaban. Esto tampoco es exclusivo de nuestra especie: nuestros
primos chimpancés también guerrean entre ellos, como demostró la primatóloga Jane Goodall.

Por si todo lo dicho fuera poco, el etnocentrismo y la xenofobia aparecen en nosotros a la velocidad
del rayo. En 1954, Muzafer Sherif realizó el hoy llamado experimento de Robbers Cave en un
campamento de verano con 22 niños de 11 años. Los dividió en dos grupos y los puso en situaciones
competitivas, en las que se daba un premio al ganador y nada al perdedor. En menos de una semana
se sentían tan identificados con su “tribu”, que hubo episodios violentos contra la otra. Únicamente
cuando los enfrentó a un “enemigo” común-como unos imaginarios vándalos—pudo limar asperezas.
Las bandas juveniles, los hinchas de futbol y los nacionalismos se explican por esta necesidad
biológica de adhesión al grupo frente al resto, el enemigo. Los genocidios son expresiones extremas
de estos sentimientos. Quizás algunos vean en esto una justificación, una excusa ante los actos más
execrables del ser humano. Esta postura no es más que la falacia naturalista en acción: como es
natural, es moral o, al menos, debe aceptarse. Es un error creer que como es biológico no se puede
evitar. La excusa biológica no es más que eso, una mala excusa: como debemos hacer nuestras
necesidades —es biológico--, entonces podemos hacerlas donde queramos.

Conocer las causas de la violencia da pistas sobre cómo detener el problema; no es un argumento
judicial para sacar a los criminales de las cárceles o atenuante en un delito. De hecho, según encontró
el antropólogo Donald Sumons, la excusa victimista, donde la culpa la tiene una deshumanizada
sociedad que exalta el machismo, la utilizan los violadores del hospital estatal de Atascadero
(California) para entrar en la categoría de rehabilitados y ser excarcelados. Ante esa corriente
socializadora cabe preguntarse si no le estaremos echando la culpa a la sociedad porque no queremos
aceptar lo que somos. Conócete a ti mismo, dice la máxima. ¿Y si no nos gusta lo que descubrimos?

Tomado de revista Muy Interesante, año 21, Nº. 245, PP. 42-45.

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