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Dios Creador ha puesto al hombre en el mundo para que lo trabaje. La naturaleza tiene
cierta incompletitud e indeterminación y eso permite que el hombre la trabaje. Con el trabajo
y la técnica el hombre supera ciertos límites, debilidades y vulnerabilidades de su naturaleza.
El dominio humano sobre la naturaleza es querido por Dios y es una expresión de la dignidad
humana. Con la técnica, el hombre participa del poder creador de Dios y lleva a la naturaleza
a un relativo acabamiento, de un modo indefinido y siempre abierto, nunca definitivo.
Hay otros sentidos de técnica o arte, siempre que el hombre despliega actividades
siguiendo ciertos procedimientos, como el arte, la decoración, el diseño, la limpieza, la higiene,
la política, la educación, el arte, la economía, etc. Otro campo es la creación de objetos
intencionales: ciencias, artes como la música, leyes, instituciones como un club, dinero.
3. La tecnología moderna
La artesanía antigua (que hoy existe también) y la técnica moderna son esencialmente
diferentes. La artesanía es restringida, manual, empírica, con lo que fácilmente adquiere un
valor humano, si bien siempre puede usarse para el mal. El artesano realiza directamente su
obra y por eso debe poseer especiales habilidades o virtudes técnicas. La técnica moderna sale
de su unión con la ciencia moderna y adquiere un dinamismo peculiar en la sociedad
industrializada. Se basa especialmente en la conceptualización matemática de la naturaleza,
gracias a la física moderna (sobre todo en la ingeniería). El obrero industrial debe seguir
estrictamente las reglas técnicas objetivas, para lo cual no sirven las virtudes artesanales. Su
trabajo es homogéneo al de cualquier otro y podría ser reemplazado por una maquinaria más
perfecta. Por otra parte, la ingeniería química, la bioquímica, la biología molecular, sintetizan
nuevos objetos y controlan la vida en sus bases físico-químicas, llegando al nivel genético.
de ciertos fines, sin buscar la promoción humana de todas las personas, sean de la propia nación
o de los demás pueblos.
A la vista de los riesgos, daños y abusos cometidos a lo largo de la historia por una mala
utilización de la tecnología moderna, ¿qué actitud tomar ante la técnica? Heidegger
recomendaba detenerse a pensar en la esencia de la técnica para no identificarse ciegamente
con ella, y tratar de ver a la naturaleza no de un modo puramente técnico (por ejemplo, con el
arte y la poesía). Marcuse proponía un rechazo absoluto de la sociedad tecnológica en que
vivimos, tratando de imaginar un nuevo modo de vivir en el mundo, para salirse del sistema.
Se han puesto límites éticos a ciertas experimentaciones. Salieron muchas normas nacionales
e internacionales para cuidar el ambiente y moderar la explotación de recursos y evitar la
destrucción de los ecosistemas y de la biodiversidad. Se puede proponer también una vida más
sobria, no radicalizada en el consumo y la continua adquisición de los nuevos productos que
va ofreciendo constantemente el mercado, salvo cuando son imprescindibles para el trabajo.
digitalizada, de modo que ya es imposible prescindir de esos aparatos para vivir. El cambio de
actitud, por tanto, tiene que ser profundo, personal, y debe ser también social. No tenemos hoy
una respuesta acabada ante este problema, que es quizá el más importante de la sociedad
contemporánea. Pero el tecnologismo seguirá adelante, salvo catástrofes, si las personas no
cambian de actitud ante la técnica y la vida.
No se ve que esta postura sea factible, ni deseable. Además, la tecnología bien usada
trae enormes beneficios personales y sociales y puede solucionar grandes problemas actuales
de la humanidad: salud, seguridad, alimentación, educación, información, investigación,
trabajo profesional, llegar a toda la población.
2) Creer que ulteriores progresos de la tecnología serían la única vía posible para
superar los defectos del tecnologismo, viendo en cambio a las exigencias éticas como limitantes
y molestas (por ejemplo, porque limitarían la competitividad). Es verdad que muchas veces las
nuevas tecnologías corrigen defectos de las anteriores. La difusión, por ejemplo, de las
computadoras personales trajo una mayor convivialidad con el aparato técnico. Pero el
progreso tecnológico tiene que estar al servicio de los valores humanos y por eso el criterio
prioritario no puede ser nunca puramente económico.
La tecnología moderna es un fenómeno muy positivo, pero debe controlarse para que
sirva efectivamente al hombre y a la humanidad en su conjunto, en todas las áreas geográficas.
El control tiene muchos niveles (personal, familiar, político) y es necesario porque las
disponibilidades técnicas no constituyen la única dimensión humana y no resuelven todos los
problemas humanos, y si esto se ignora los problemas se agravan mucho más. No se trata de
limitarse a ver “hasta dónde podemos llegar” (visión minimalista, sólo normativa, que es
insuficiente), sino de situarla en la línea de las grandes finalidades de la vida humana tomadas
en armonía (felicidad, calidad de vida, desarrollo de capacidades cognitivas, matrimonio yu
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familia, religiosidad, ciencia, arte, ayuda a los demás). Esas finalidades son también
necesidades, pero no tienen que ver con el consumismo y la pura búsqueda del confort (el
confort cerrado de grupos privilegiados empobrece a las personas y las encierra en el egoísmo).
Entendemos por política la responsabilidad por el bien común en todos los que influyen
en la sociedad, y no sólo en los gobernantes, ya que podría darse también el fenómeno negativo
que instrumentaliza la tecnología para fines políticos ideológicos de dominio, como sucede en
sociedades totalitarias o en democracias corruptas (es decir, de personas corruptas, que buscan
sólo sus propios fines a costa de los demás). Además, en este sentido la política no es sólo el
Estado, porque toda empresa humana tiene que planificarse y ser llevada adelante usando una
razón no sólo técnico-instrumental, sino ética y política.
del bien común de los ciudadanos es compatible con la libertad, es más, la exige. La
desvinculación entre ética y política es fruto del positivismo jurídico.
3. Renuncias. Todo desarrollo complejo implica una toma de decisiones y riesgos que
implican renuncias. No se llegará nunca a un óptimo absoluto. Cualquier adelanto tecnológico
trae consigo ventajas y algunas desventajas, que a veces pueden superarse de otro modo. El
avance tecnológico provoca un cambio cultural y hay cosas de la antigua cultura que se pierden,
si bien otras pueden mantenerse. Aunque sea bonito y romántico vivir en contacto con la
naturaleza o con la sencillez de culturas rústicas, eso ya no es posible en la ciudad moderna.
La cultura puede evolucionar respetando los valores antropológicos intangibles, como son el
valor de las personas, la importancia de la familia, la necesidad de tiempo libre de reposo y
reflexión, el culto religioso, los tiempos de la formación.
las necesidades humanas y sociales, cuando alcanza una envergadura nacional e internacional
acaba por ser nociva.
5. Adecuación prudencial. Esta característica vale siempre que se tengan que aplicar
procedimientos generales a la praxis concreta personal, adecuándose a las circunstancias,
modalidades de los destinatarios, tiempos, disponibilidades. Hay que contar con los tiempos de
maduración, con los posibles riesgos, con la debilidad de las personas. La pura aplicación
técnica se plantea para la producción de objetos físicos, pero cuando la técnica llega a las
personas o tiene que ver con tareas cuyos destinatarios son personas, si se desea emplear la
tecnología de un modo humano es necesario contar con la prudencia, que vuelve razonables y
no rígidos a los proyectos prácticos (en educación, medicina, enfermería, gestión de personal,
etc.).
6. Dignidad personal. El hombre que trabaja es persona y no puede ser tratado como
un instrumento útil, como sucedía en el antiguo esclavismo. El trabajo técnico somete a las
personas a las exigencias objetivas derivadas de su tarea (horarios, riesgos, fatiga, desgastes,
privaciones), pero no de un modo absoluto, como si las personas fueran un recurso laboral o
un material de uso. El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo.
Estos criterios y muchos otros que podrían explicitarse se apoyan en el principio general
de que la tecnología tiene que estar centrada en el servicio a las personas y no puede ponerse
como un fin en sí mismo. El universo tecnológico supone un conjunto de instrumentos y una
serie de rutinas. No se deshumaniza si no ahoga a la vida y a las personas, no de un modo
minimalista, sino promoviendo su dignidad, su calidad de vida, su expansión, su creatividad,
sus actos personales y los aspectos decisivos de su vida (su gestación, nacimiento, educación,
vejez, muerte).