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Carlos Eduardo Valderrama H.
I. Coordenadas
Comunicación/Educación: Itinerarios
transversales
Jorge A. Huergo
p. 3-25
Texto Bibliografía Notas Autor
Texto completo
12La topografía nos habla de un reconocimiento primario: el de la trama de la que está constituido
el campo, que posibilita la identificación de una topología configurada por los sentidos
hegemónicos de “comunicación y educación”. Por eso, la propuesta es suspender las evidencias
construidas por una infinidad de proyectos y prácticas en “comunicación y educación” y transitar la
interrogación por el imaginario hegemónico que ha invadido y sigue saturando el campo. Un
imaginario que está configurado por dos sentidos que hablan de “educación para la comunicación”
o de “comunicación para la educación”, donde el para de ambos manifiesta un anudamiento
significativo que atribuye a la comunicación una situación de causa para lograr efectos educativos,
o a la educación una función para alcanzar la comunicación armoniosa. Pero, además, cuando las
instituciones están siendo desbordadas por el desorden cultural actual (en especial la institución
escolar), necesitamos desplazar el lugar de las preguntas: suspender la obturación provocada por la
pregunta sobre la relación entre las instituciones identificables y replantearla en términos de
formaciones culturales, ya que los sentidos hegemónicos de “comunicación y educación” oscilan
entre una formación residual y otra emergente.9 Y esto implica percibir cómo está trabajando la
hegemonía a través de esos sentidos, que aparecen como inevitables o necesarios en el quehacer de
“comunicación y educación”, y cómo lo está haciendo a través de actores, instituciones y proyectos
que los encarnan experimentando una autoidentificación con ellos, obturando otros sentidos
posibles.
17Pero la transparencia ha encontrado su límite. Las fronteras han sido colocadas, en primer lugar,
por las escenas de la “guerra” del final del siglo XX (que conecta la ficción con la tecnoutopía,
como narrativa del “nuevo orden mundial”), aún bajo la metaforma del entretenimiento. En el
medio, el “contrato” ha demostrado su absoluta incapacidad humanizadora de las relaciones, de los
encuentros, de la comunicación. Lejos de la armonía esperada, nos encontramos con el límite
impuesto por una sociedad “depredadora”.21 Una sociedad en la que las identidades se forjan
violentamente, alrededor de los excesos en el marketing y en el consumo.
21Pero esto acontece como pugna en los escenarios educativos o escolares. Pugna entre el
desarreglo de las relaciones disciplinarias y sus imperativos y la desimplicación de su marcaje, por
un lado, y el remanente disciplinario con su ímpetu normalizador renovado que penetra en muchos
proyectos e instituciones educativas. En su lucha, la escolarización todavía pretende ser portadora y
guardiana de “lo culto”, y como tal conserva en el nicho escolar a “lo culto” (como objeto de culto
laico), escamoteando o ignorando la cultura como complejidad y como pugna por el sentido. El
escenario educativo está testimoniando la impotencia de la racionalización: se ha transformado en
“campo de juego” donde se evidencia (de manera persistente) el conflicto entre el horizonte cultural
moderno (racional) y los residuos culturales no-modernos (no racionales).22 Los residuos culturales
nomodernos, que no han alcanzado a ser ordenados y controlados por la racionalización moderna,
revelan el modo en que se juega la hegemonía en el escenario escolar y en que es desafiada y
contestada la cultura dominante. Estos residuos se redefinen a través de diferentes tácticas (de los
débiles), aunque existen como dos formas paradigmáticas “posmodernas”. Una, las “formas
resistentes de afirmación” de determinadas matrices culturales, que hacen problemático el análisis
de las resistencias exclusivamente en términos de negación y que evidencian la pugna por hacer
reconocibles determinadas “señas” de identidad; de modo que no son simples “resentimientos”, más
propios del pulcro burgués,23 sino formas afirmativas de resistencia. La otra, la emergencia de
nuevas formas de exclusión sociocultural articuladas con una efectiva situación de condena a “ser
inferior”, resultante del cruce entre condiciones socioeconómicas de pobreza y empobrecimiento y
matrices culturales o identitarias de los sujetos.
• 24 J. Martín-Barbero, “Heredando el futuro. Pensar la educación desde la comunicación”, en
Rev. Nómad (...)
• 25 M. Barberena y M. B. Fernández, “Infancia: un viejo sujeto, un nuevo sentido”, ponencia
en el IX E (...)
22La educación del niño entendida como preparación para, ignora y acalla las revolturas
socioculturales contemporáneas: una cultura de lo efímero, una imagen del “joven” que deviene
deseo para los adultos, una desarticulación entre “educación para el trabajo” y el mundo del empleo,
una desigualdad globalizada en el mercado. Ignora y acalla, además, la emergencia de una cultura
pre-figurativa en la que se produce un cambio en la naturaleza del proceso cultural: los pares
reemplazan a los padres.24 Sobre todo, la educación como preparación para ignora o acalla una
revoltura en el “estatuto de la infancia”. La revoltura, que alcanza a los sujetos de la educación,
implica una crisis, corrimiento y redefinición de lo que fue el “estatuto de la infancia”, no sólo
originada por el consumo cultural de los niños (que no se corresponde con los productos/ofertas del
mercado para niños) o por la aparición (como expresan algunos europeos azorados) de los
“teleniños”, sino como consecuencia de la total depredación y precariedad sociocultural producida
por los modelos neoliberales.25
• 26 J. Martín-Barbero, “Heredando el futuro...”, op. cit.
23La revolturas socioculturales revelan, además, la obsolescencia de la lógica escritural. El
tradicional centramiento en el texto, en el libro como eje tecnopedagógico escolar y en el modo
escalonado, secuencial, sucesivo y lineal de leer (sumado al solipsismo de la lectura y la escritura)
ha desencadenado una pavorosa desconfianza hacia la imagen, hacia su incontrolable polisemia,
hacia la oscuridad de los lazos sociales que libera y hacia la confusión de las sensibilidades que
genera.26 La crisis de la lectura y la escritura, atribuida defensivamente por la escolarización a la
cultura de la imagen, acaso debería comprenderse como transformación de los modos de leer y
escribir el mundo (no ya sólo el texto), como des-localización de los saberes y como
desplazamiento de “lo culto” por las culturas. Pero, además, en el escenario educativo emergen
incontrolables los nuevos y múltiples modos de comunicación que suscitan nuevas y variadas
formas de percepción, configurando alfabetizaciones posmodernas imposibles de organizar por la
lógica escritural y su afán imperialista sobre el sentido.
24Los ámbitos educativos, entonces, se han transformado en los lugares donde diversas formas de
oposición, que a veces se articulan como resistencias, se ponen de manifiesto. Así, es
imprescindible poner atención a la autonomía parcial (o “autonomía relativa”) de las culturas que
juegan (y se juegan) en el escenario escolar, a las matrices culturales de las cuales provienen y a los
sistemas de sentidos que conforman, y al papel del conflicto y la contradicción existente en el
proceso de reproducción social. Por este camino es posible comprender los modos en que trabaja la
dominación política aun cuando los estudiantes rechacen desde sus culturas la ideología que está
ayudando a oprimirlos, y los modos en que se articulan las resistencias más allá del escenario
escolar.
25Por último, estamos presenciando un período de acelerada desarticulación entre la escuela y el
imaginario de ascenso socioeconómico, y esto ha transformado a la escuela en un producto cultural,
objeto de consumos diferenciados de acuerdo con la segmentación socioeconómica. En este
contexto se modifica radicalmente la figura del maestro, que de “apóstol” pasa a ser dispensador de
productos culturales, y no ya un “propietario” de un saber. Esto se ve agravado por las condiciones
materiales y simbólicas en las cuales realiza su tarea; si bien el maestro nunca fue un trabajador
bien remunerado, la legitimación social de su tarea docente hacía que fuera una figura de prestigio
para toda la sociedad.
• 27 G. Simmel, Sociología. Estudio sobre las formas de socialización, 2 Vol., Buenos Aires,
Espasa Cal (...)
26Las revolturas culturales permiten (como mínimo) pensar en un nuevo régimen de la
educabilidad. A partir de lo singular y de la experiencia es posible conocer la educabilidad, como
las relaciones formales que se dan a través de interacciones entre los individuos. La consideración
de la educabilidad (como la de la socialidad) permite evidenciar relaciones de dominio,
subordinación, consenso, resistencia, competencia, negociación, imitación, reproducción, división
del trabajo, formación de representaciones políticas, solidaridad interna, exclusión de elementos
externos, etc. Si bien no es posible establecer uniformidades fijas y necesarias, es posible describir e
interpretar la educabilidad. El aporte de Georg Simmel27 al pensar la socialidad ha de ser una
huella para pensar los nuevos modos de comunicación (transmisión/formación) de prácticas, saberes
y representaciones en la trama de la cultura, como espacio de hegemonías. Un nuevo régimen de
educabilidad articulado con la tecnicidad mediática como dimensión estratégica de la cultura, que
va configurando un ecosistema comunicativo en el cual se modifican los campos de experiencia al
ritmo de la configuración de nuevas sensibilidades, de modos diferentes de percibir y de sentir, de
relacionarse con el tiempo y el espacio y de reconocerse y producir lazos sociales.
• 28 La obra principal de S. Taborda es Investigaciones pedagógicas, 4 tomos, Córdoba,
Ateneo Filosófic (...)
27La pregunta, más allá de las respuestas preconcebidas, puede estar animada por ciertas
continuidades: reflexiones e investigaciones que existieron en la historia latinoamericana y que
partieron del reconocimiento de la relación entre Educación/Comunicación, cultura y política. Una
de ellas, que consideramos tradición residual, es la del pedagogo argentino Saúl Taborda (1885-
1944), quien investigó las prácticas, las formas y las instituciones culturales en Argentina,
sosteniendo que los principios pedagógicos deben deducirse del hecho educativo, y no de la
doctrina política liberal de la igualdad, que hace que las diferentes manifestaciones populares que
son múltiples, plurifacéticas y diferentes, queden aplanadas y sometidas al Estado;28 con lo que
presta atención a las mediaciones y a las matrices culturales, desde una mirada pedagógica. Su
esfuerzo tiene como resultado dos rastros indiciarios fundamentales: la interpretación y
reconstrucción discursiva del sujeto pedagógico y los principios para un “estudio cultural” de la
comunicación educativa, más allá de la escolarización.
28Como una clave, necesitamos situar el problema en el cruzamiento de los microprocesos con los
macroprocesos socioculturales, para comprender su sentido; es decir, no perdiendo de vista dos
macroatravesamientos cuyo marcaje instituye formas, prácticas y procesos socioculturales. El
primero es un atravesamiento diacrónico que considere los “tiempos largos” que van de la
protoglobalización (la conquista de América) a la tardoconquista (la globalización), en un
entramado que se resignifica y se rearticula continuamente a través de la historia. El segundo es un
atravesamiento sincrónico, considerando el juego entre una imagen posmoderna de lo efímero y lo
equivalente en las relaciones de poder, por un lado, y una narrativa poscolonial que construye una
trama donde no se diluye la observación de la materialidad pesada del poder denso, por el otro.
34En el reconocimiento (como drama) se revela el juego de los dispositivos a través de los que la
hegemonía transforma desde dentro el sentido de las prácticas socioculturales, de las
representaciones, de la vida comunitaria; la hegemonía se juega precisamente en el “drama del
reconocimiento” por la identificación que provoca; un reconocimiento que no pertenece ni al orden
de los contenidos, ni al de los códigos, sino al orden de las matrices culturales.31 Un “drama del
reconocimiento” que es, al mismo tiempo, una lucha por hacerse reconocer; porque sea reconocida
la voz y la memoria, la socialidad y la sensibilidad, la historia y la trayectoria de la que están hechas
las diferencias y las asimetrías culturales, en cuanto identidades. De allí que el reconocimiento
parece alejarse de las instituciones políticas, la escuela o los partidos: porque muchas veces no se
dirigen al pueblo del que hablan, es decir, no trabajan para posibilitar el reconocimiento. De allí,
también, que las estrategias de Comunicación/ Educación no pueden quedar entrampadas en la
relación entre los individuos o grupos y los medios (ya que los sentidos mediáticos se han hecho
cultura), sino que deberían tener más en cuenta el contar/relatar de los sujetos, antes que el
concientizar “a” los sujetos; deberían tener más relación con el reconocimiento de las prácticas, las
formas y las instituciones culturales que con el conocimiento de las mismas (que muchas veces es la
reproducción/imposición del reconocimiento de otras culturas, que nos han hablado, que han
hablado por nosotros).
• 32 A. Argumedo, Los silencios y las voces en América Latina, Buenos Aires, Ed. del
Pensamiento Nacion (...)
35Una praxis transversal en Comunicación/Educación compromete y actualiza los “sistemas de
sentido”, que no pueden comprenderse como solamente configurados desde posiciones de clase
social, articuladas con organizaciones políticas (de clase) o instituciones jurídicas. En América
Latina, los “sistemas de sentido” están constituidos por las articulaciones entre tres dimensiones que
se imbrican y se definen mutuamente.32 Una dimensión que está constituida por la estructuración
socioeconómica: las diferencias de clase, las fracciones o sectores sociales articulados en función de
la propiedad, la distribución y el control de los recursos económicos estratégicos, más las
condiciones de acceso a mejores condiciones de vida. Otra dimensión que está relacionada con las
conformaciones de las identidades culturales, que otorgan los lineamientos u horizontes de sentido
de pertenencia al nosotros (que implica el reconocimiento de las diferencias), vinculado además con
las cuestiones nacionales o “regionales”. Finalmente, una dimensión que se configura en torno a las
definiciones del espacio público y sus “redefiniciones posmodernas”, lo que comprende las
relaciones de nuestra sociedad con otras y el entrecruzamiento de éstas con las micro, las meso y las
macroesferas públicas y, además, los modos particulares de resolución de los conflictos y las
contradicciones singulares.
• 33 C. Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires, Tusquets, 1993,
p. 329.
36El obstáculo clave en la mayoría de los proyectos de educación en comunicación ha sido, y es,
naturalizar la dimensión escolarizante de la educación, haciendo que sólo fuera posible pensar y
proyectar la “educación en comunicación” desde el anudamiento de un significante (la educación)
con un significado (la escolarización y la tecnoutopía), reduciendo el sentido de la educación y
obnubilando otros sentidos que quedan acallados. En este horizonte restrictivo naturalmente se
producen ciertos desplazamientos: la “educación y comunicación” es entendida solamente como
“educación para la comunicación” o “comunicación para la educación”, y ésta significa,
regularmente, “escolarizar la comunicación” o “tecnificar la educación”. Pero la situación de
desorden cultural también permite alentar la reconstrucción de sentidos olvidados, perdidos o
reprimidos, que hablan de la articulación de Comunicación/Educación con la autonomía.
Autonomía que significa instituir un campo para la palabra, liberando el flujo de las
representaciones y los sueños y pronunciando un mundo que no se apoya en ninguna representación
“dada”, sino en un sueño común. Porque la creación de la sociedad instituyente es, en cada
momento, “mundo común” (kosmos koinos):33 posición (más allá de “lo puesto”) de individuos y
relaciones, de voces y sujetos, de significaciones y aprehensiones comunes.
• 34 C. Castoriadis, El mundo fragmentado, Montevideo, Nordan-Altamira, 1993.
Bibliografía
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BIBLIOGRAFÍA
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DOI : 10.4324/9780203134993
CURRAN, J., MORLEY, D. y WALKERDINE, V., Estudios culturales y comunicación, Barcelona,
Paidós, 1998.
Notas
1 J. Huergo y otros, Comunicación/Educación. Ámbitos, prácticas y perspectivas, La Plata, Ed. de
Periodismo y Comunicación (Universidad Nacional de La Plata), 1997; cap. 1.
2 Hicimos ya un intento previo por describir los modos de relacionar comunicación y educación, en
J. Huergo y otros, op. cit., cap. 2. Continuamos la descripción de una topografía en J. Huergo y M.
B. Fernández, Territorios de Comunicación/Educación, Santafé de Bogotá, Universidad Pedagógica
Nacional, 1999.
3 I. de Oliveira Soares en “Debate sobre proyectos de educación para la comunicación en América
Latina”, entrevista de A. Hartmann, en revista Diálogos de la Comunicación, Nº 37, Lima, 1993.
4 M. T. Quiroz, Todas la voces. Comunicación y educación en el Perú, Lima, Contratexto-
Universidad de Lima, 1993.
5 P. McLaren, Pedagogía crítica, resistencia cultural y la producción del deseo, Buenos Aires,
Cuad. Aique, 1994, y La escuela como performance ritual. Hacia una economía política de los
símbolos y los gestos educativos, México, Siglo XXI, 1995.
6 Aquí están permeando las concepciones de Paulo Freire y Antonio Pasquali. Véanse los trabajos
de F. Gutiérrez, El lenguaje total. Pedagogía de los medios de comunicación, Buenos Aires,
Humanitas, 1973 y Pedagogía de la comunicación, Buenos Aires, Humanitas, 1975, y D. Prieto
Castillo, Comunicación y educación, Quito, Cuad. Chasqui, Ciespal, 1992.
7 Por ejemplo, M. Kaplún, A la educación por la comunicación, Santiago de Chile,
UNESCO/OREALC, 1992.
8 Debemos mencionar en esta línea de trabajo a G. Orozco Gómez; véase Recepción televisiva,
México, Universidad Iberoamericana, 1991; “Televisión, receptores y negociación de significados”,
en Televisión y producción de significados, México, Universidad de Guadalajara, 1994; con M.
Charles, Educación para la recepción. Hacia una lectura crítica de los medios, México, Trillas,
1990, entre otras obras. También a los chilenos V. Fuenzalida y M. E. Hermosilla; véase de V.
Fuenzalida, Educación para la comunicación televisiva, Santiago de Chile, CENECA/UNESCO,
1986, y “El programa CENECA en recepción activa de la TV”, en rev. Diálogos de la
Comunicación, Nº 19, Lima, 1988; de M. E. Hermosilla, Explorando la recepción televisiva,
Santiago de Chile, CENECA/CEBCISEP, 1987.
9 Estoy asumiendo los conceptos de teoría cultural de R. Williams.
10 J. J. Brunner, “América Latina en la encrucijada de la Modernidad”, en AA. VV., En torno a la
identidad latinoamericana, México, Opción-FELAFACS, 1992.
11 A. Giddens, La constitución de la sociedad, Buenos Aires, Amorrortu, 1995; los principios
estructurales son propiedades de profunda raíz que están envueltas en la reproducción de las
totalidades societarias, en interjuego con las instituciones o prácticas que poseen mayor extensión
espacio-temporal.
12 P. Freire, Pedagogía del oprimido, Buenos Aires, Siglo XXI, 1970.
13 Cfr. R. Kusch, América profunda, Buenos Aires, Bonum, 1986 y Geocultura del hombre
americano, Buenos Aires, García Cambeiro, 1976.
14 J. Goody, La lógica de la escritura y la organización de la sociedad, Madrid, Alianza, 1990; W.
Ong, Oralidad y escritura, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993.
15 A. Mattelart, La invención de la comunicación, Barcelona, Bosch, 1995.
16 H. Arendt, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1993; pp. 169-170.
17 J. Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones, Bogotá, Convenio Andrés Bello, 5ª ed.,
1998; p. xix.
18 J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, 2 vol., Buenos Aires, Taurus, 1992, y K.-O.
Apel, La transformación de la filosofía, 2 vol., Madrid, Taurus, 1985.
19 Como por ejemplo, en diferentes vertientes, J. Lull, “Recepción televisiva, reforma y resistencia
en China”, en G. Orozco Gómez (comp.), Hablan los televidentes. Estudios de recepción en varios
países, México, Universidad Iberoamericana, 1992; K. Jensen, “La política del multisignificado.
Noticias de la televisión, conciencia cotidiana y acción política”, en la misma compilación de G.
Orozco; J. Fiske, Television Culture, Londres, Methuen, 1987; I. Chambers, Popular Culture: The
Metropolitan Experience, Londres, Methuen, 1986.
20 J. Huergo y P. Morabes, El enfoque microeconómico en los estudios de Comunicación, La Plata,
1998. Sobre este debate, véase “Intelectuales, comunicación y cultura: entre la gerencia global y la
recuperación de la crítica. Entrevista con Armand Mattelart”, en revista Causas y Azares, Nº 4,
Buenos Aires, 1996; los trabajos de Morley y Curran en J. Curran, D. Morley y V. Walkerdine,
Estudios culturales y comunicación, Barcelona, Paidós, 1998; y también D. Morley, Televisión,
audiencias y estudios culturales, Buenos Aires, Amorrortu, 1996; “Introducción”.
21 P. McLaren, Pedagogía crítica y cultura depredadora, Barcelona, Paidós, 1997.
22 J. Huergo, “Las alfabetizaciones posmodernas, las pugnas culturales y los nuevos significados de
la ciudadanía”, en Rev. Nómadas, Nº 9, Santafé de Bogotá, Universidad Central, 1998.
23 R. Kusch, La negación en el pensamiento popular, Buenos Aires, Cimarrón, 1975.
24 J. Martín-Barbero, “Heredando el futuro. Pensar la educación desde la comunicación”, en Rev.
Nómadas, Nº 5, Santafé de Bogotá, Universidad Central, 1996.
25 M. Barberena y M. B. Fernández, “Infancia: un viejo sujeto, un nuevo sentido”, ponencia en el
IX Encuentro de FELAFACS: Los desafíos de la comunicación globalizada, Universidad de Lima,
Perú, 1997. 26 J. Martín-Barbero, “Heredando el futuro...”, op. cit.
26 J. Martín-Barbero, “Heredando el futuro...”, op. cit.
27 G. Simmel, Sociología. Estudio sobre las formas de socialización, 2 Vol., Buenos Aires, Espasa
Calpe, 1939; Sobre la diferenciación social, Leipzig, 1890.
28 La obra principal de S. Taborda es Investigaciones pedagógicas, 4 tomos, Córdoba, Ateneo
Filosófico de Córdoba, 1951.
29 P. Freire, Pedagogía del oprimido, Buenos Aires, Siglo XXI, 1970.
30 Parafraseando el sugestivo título del libro de M. López de la Roche y M. Gómez Fries, Los
niños cuentan. Libro de prácticas comunicativas, Bogotá, Ministerio de Comunicaciones-DNP-
UNICEF, 1997.
31 J. Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones, op. cit., p. 321.
32 A. Argumedo, Los silencios y las voces en América Latina, Buenos Aires, Ed. del Pensamiento
Nacional, 1996.
33 C. Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad, Buenos Aires, Tusquets, 1993, p. 329.
34 C. Castoriadis, El mundo fragmentado, Montevideo, Nordan-Altamira, 1993.
Autor
Jorge A. Huergo
Profesor en Filosofía y Pedagogía. Realizó estudios de Maestría en Planificación y Gestión de
Procesos Comunicacionales (Facultad de Periodismo y Comunicación Social y Centro de
Comunicación Educativa La Crujía). Profesor titular ordinario de Comunicación y Educación.
Director del Centro de Comunicación y Educación (CCE) en la Facultad de Periodismo y
Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Director de la investigacion: Cultura
mediática y producción de sentidos en prácticas y sujetos en la ciudad de La Plata y codirector de
la investigación: Cultura mediática y alfabetizaciones posmodernas: estudio de algunos escenarios
culturales. Actualmente dirige el Programa de Investigación en Comunicación y Cultura en la
UNLP. Ha sido educador popular y de adultos; directivo, docente y capacitador en institutos de
enseñanza superior de la Dirección General de Cultura y Educación. Es coordinador de la Carrera
de Formación docente en salud, del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. Autor de
diversas publicaciones entre las cuales podemos reseñar los libros Comunicación/educación.
Ámbitos, prácticas y perspectivas (UNLP, La Plata, 1997) y Cultura escolar, cultura mediática/
intersecciones (UPN, Bogotá, 1999).