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Dejo que siga haciendo lo que quiera con mi cabello, intento recordar que fue lo último que sucedió

anoche y
como fue que termine en este lugar.
Mientras que mi cabeza se esfuerza por dar marcha atrás, inspecciono la habitación. En este lugar no hay ni
una miserable ventana por la que pueda ver la luz del sol, está completamente sellado e iluminado por
bombillos blancos.
Miro mi reflejo, mis largas pestañas se encuentran siendo retocadas con negro y me es inevitable no dejar que
una lágrima se escape entre ellas, a la que le siguen varias más.
La mujer suelta un suspiro— que bueno que el maquillaje es aprueba de agua— masculla con un acento
italiano.
A pesar de que lloro mantengo mi rostro impasible, sin moverme, sin mostrar ninguna expresión... Es lo único
que puedo hacer por el momento.
La mujer que me maquillaba, parece terminar porque retira todo de la cómoda y quita el espejo pequeño, tira
de mi hasta colocarme en pie y queda mirando mis ojos.
Puede que haya sido ilusión mía, pero ví como algo cambiaba en sus ojos, me mira con lastima y sus ojos se
ponen acuosos, pero antes de soltar cualquier lágrima sacude su cabeza como si quisiera quitar algún recuerdo
desagradable de su cabeza.
— mantén la mirada baja, no hables si no te piden que lo hagas, no les lleves la contraria... Así sobreviviras—
me dice ella colocando una mano en mi hombro— si tienes suerte, te comprará alguien que sea bueno.
— ¿Comprarme?— digo en voz baja, supongo que mi voz debió sonir asustada por qué la mujer apretó los
labios.
— mantente lo más alejada que puedas del borde de la pasarela, pero no te quedes de última— dice mientras
acomoda algo en mi vestido— los peores hombres, siempre compran a las primeras chicas, a las que se ven
más provocativas, no llames la atención... Y puede que te vaya mejor que al resto, no puedo hacer más por ti.
Quedó en silencio un momento... ¿Está intentando ayudarme?
Eso está intentando.
— ¿Porque?— la pregunta sale involuntariamente— ¿Porque ayudarme?
Me queda mirando fijamente, coloca una mano en mi mejilla.
— tus ojos— murmura y creo que dirá algo mas, pero un toque en la puerta la interrumpe.
Ella camina dilegentemente para abrirla.
— ¿lei è pronta?— pregunta el mismo tipo de antes.
— si signore— dice sin levantar la cabeza, a penas me ve avanza con paso rápido hacia mi y me toma de la
muñeca.
Mi primer instinto es gritar y patealear, pero por alguna razón volteó hacia aquella mujer y ella niega con la
cabeza, levanta sus ojos y veo en ellos una advertencia implícita.
«Sumisa»
Articula ella con los labios, sin dejar que el hombre la vea, y no se porque razón le hago caso, pero no creo que
esa mujer tuviese intención alguna de hacerme daño.
Es irónico pensandolo desde el hecho de que ella te arreglo para lo que sea que te vaya a suceder.
Eso deja mi mente algo descolocada ¿Lo que sea que me vaya a suceder? ¿Que va a suceder conmigo? Las
ganas de gritar me invaden nuevamente mientras camino delante del hombre, pero me limito a dejar que las
lágrimas se escurran por mis ojos.
Seguimos caminando por el largo pasillo, por alguna razón no me colocaron nuevamente la tela negra sobre mi
rostro y lo agradezco profundamente, no sé si llegamos al final del pasillo pero si que entramos en una
habitación totalmente iluminada que me ciega por unos pequeños instantes, pero sinceramente hubiese
preferido quedar totalmente ciega a ver esto.
— ¡Camina!— me sisea el hombre a mi lado y yo no hago más que obedecer.
La escena me da ganas de llorar, pero he decidido que no voy a derramar ni una sola lágrima más, no voy a
dejar que me vean llorar más.
Ante mi, hay mujeres que al parecer van desde adolescentes hasta jóvenes de veinti tantos años, todas de
diferentes alturas, todas de diferente color de piel y puedo jurar que todas de diferentes nacionalidades y
culturas.
Todo aquí son sollozos y de vez en cuando uno que otro grito.
— siéntate— me ordena el hombre a mi lado y obedezco.
No comprendo a la perfección que sucede aquí, pero creo que me hago una idea bastante acercada y si es lo
que creo que es, no puedo creer que de todas las personas del mundo me suceda a mi.
Miro a todos los lados, al parecer aquí hay incluso niñas que no parecen ser mayor de catorce años, sigo
mirando atenta a los lados es una escena bastante inquietante de ver, al menos lo es para mi.
Por una lado hay chicas que no dejan de llorar y dar gritos, lo admito, en el fondo es lo que quiero hacer yo,
pero, en vista de como les va a ellas se que es algo que no debería hacer. A las chicas que no dejan de llorar se
les acercan hombres y les inyectan algo con una jeringuilla, cierro los ojos sin querer ver esa escena, el dolor
que se representa en su mirada.
Por otro lado hay un grupo de chicas que tienen una mirada impasible, no parecen mínimamente preocupadas
de estar aquí, por el contrario paracen incluso... Emocionadas.
Algunas hablan entre ellas, otras se acercan a los guardias y les piden favores, y a ellos no parece extrañarles
ese acontecimiento.
Siguiendo las indicaciones que me dio la mujer, evitó sentarme en las esquinas, al final de todas las mujeres o
al principio de la larga fila. Siento como mi pulso late descontroladamente, y la tentación de volverme un
manojo de llanto esta presente, pero no lo puedo hacer, al menos no si mi objetivo es salir viva de esta.
— si yo fuera tu dejaría de hacer eso con mi pie— me comenta una chica a mi lado.
No puedo evitar el giro abrupto qué da mi cara.
— oye, oye, calma chica, se que este no es el mejor escenario del mundo, pero tampoco es para morir por un
cuello fracturado— me dice en voz baja y sonriendome un poco— soy Andreia, de México.
Sin duda alguna no se donde ubicar a esta chica, no hace parte de las que están sufriendo por estar aquí, ni
mucho menos de las que parecen ansiosas o emocionadas por lo que vaya a suceder.
Parece resignada.
— Maddie, me llamo Maddison— ella inclina un poco su cabeza y un brillo parece surcar sus ojos.
— lindos ojos, Maddison— puede que me esté equivocando, pero parece decir mi nombre con burla— y
cuéntame Mad, ¿de donde eres?
No entiendo como parece tan tranquila, me debato entre sí debería responderle o no, pero al final optó por
hacerlo.
— crecí en Francia, pero desde hace unos meses vivía en Italia— mantener mi cabeza ocupada en algo me
ayuda a calmar la ansiedad creciente.
— ¡ay! Qué lindo una francesa— no puedo evitar pasar la ironía en su voz— no luces como alguien que haya
nacido en Francia.
— porque no lo hice— le respondo.
Por alguna razón que no comprendo eso parece interesarle.
— entonces, ¿de donde eres, princesita? —veo la curiosidad reluciendo en sus ojos.
Me encojo de hombros.
— de aquí y de allá, de ningún lado y de todos a la vez— una sonrisa divertida surca sus labios.
— buena respuesta princesita, sobrevivirás en este mundo— me hace saber.
— ¿este mundo?
Ella asiente.
— hiciste bien en sentarte aquí, los más cerdos siempre se llevan a las chicas de adelante, y los más sádicos a
las chicas de atrás. No es cien por ciento probable, pero, es posible que aquí un buen hombre te elija— se
encoge de hombros.
¿Me elija? ¿Un buen hombre? Un hombre que compra a una chica no puede ser bueno. Tengo tantas
preguntas en mi cabeza, pero, de mi boca no sale ninguna pregunta que ella vaya a resolver sobre esto.
— pareces alguien que ha visto esto durante un tiempo— comento.
Ella sonríe con desgana.
— podría decirse que si, vi a mis hermanas pasar una a una por esto, así que digamos que si, lo he visto
durante un tiempo—
Un murmullo colectivo se hace presente.
— mira Mad, me caíste en gracia, así que voy a decirte lo siguiente — dice sería— cuando vayas a allá
adelante, por lo que más quieras, no bajes la cabeza, ponla en alto dejando a todos ver tu rostro, no te
muestres tímida y hagas lo qué hagas, no llores, a los más trastornados les gustan así.
Ella termina de hablar y no me da tiempo de responder ya qué un hombre canoso entra en lugar haciendo que
todas guarden silencio.
— señoritas... — dice asintiendo en general.
Se acerca a una chica que lo ve con odio y la toma de la barbilla, ella quita su rostro con fiereza haciendo que el
hombre apriete su mandíbula y mi compañera al lado mio ría entre dientes.
—esa niña tiene agallas— murmura.
El hombre se da la vuelta y desaparece tras el telón rojo.
— Buenas noches apreciados clientes, y muy estimados compradores, no haremos nada que no hayamos
hecho antes por lo que decirles las reglas del asunto está de más— hace una pausa— como siempre tenemos
bellezas de todos lados, solo lo mejor, así que sin nada más que agregar, buena compra y que la suerte este a
favor del mejor postor.
«buena compra y que la suerte este a favor del mejor postor»
Son las palabras que invaden mi mente antes de que la tela se abra y nos muestre a todas.

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