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El impacto distributivo
de la política fiscal en la Argentina
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(en los dos primeros la presión es más alta que la media; en el último, la presión
resulta inferior a la media). Para llegar a este resultado los autores hicieron ciertos
supuestos respecto de la posibilidad de trasladar la carga de los impuestos desde el
sujeto alcanzado legalmente a otra persona distinta.
En el año 2010 se realizó un nuevo estudio (Gaggero y Rossignolo, 2011) que
estableció una clasificación de los impuestos existentes del modo siguiente:
Impuestos progresivos: El que grava las ganancias de personas físicas, ya que
su peso recae principalmente en los dos deciles superiores de ingresos y no incide en
los deciles más bajos por efecto de los mínimos no imponibles, cargas de familia y
deducciones especiales; en menor medida, el impuesto a las ganancias de sociedades,
los derechos de exportación que recaen sobre la remuneración de los propietarios1
y los impuestos patrimoniales, sin considerar el impuesto sobre las transacciones
financieras (impuesto a los débitos y créditos bancarios).
Impuestos regresivos: Aquellos que gravan los bienes, servicios y transaccio-
nes y que castigan en mayor medida a aquellos que consumen todos sus ingresos:
el impuesto al valor agregado, los impuestos internos sobre bienes y servicios y el
impuesto a los ingresos brutos.2
Para conocer la mayor o menor desigualdad en la distribución del ingreso de
las personas se utiliza un procedimiento que consiste en separar a la población en
deciles o quintiles de acuerdo con el nivel de ingresos. A partir de esta clasificación
se puede calcular un indicador conocido como el índice o “coeficiente de Gini”, que
toma valores extremos de cero (0), si todas las personas poseen los mismos ingre-
sos, y de uno (1), si la desigualdad es extrema (una o pocas personas reciben todo
el ingreso y el resto nada). Es decir que cuanto menor sea el índice más igualitaria
será la distribución del ingreso en la sociedad que se analice.
Esta herramienta es utilizada por los autores citados para medir los niveles
de desigualdad antes y después del pago de impuestos, por lo que, para el año 2010,
concluyen que el sistema tributario argentino resultaba “levemente progresivo”.
Según un cálculo de incidencia basado en los deciles individuales de ingreso por
fuente, por adulto equivalente y economías de escala corregidos por subdeclaración,
el índice de Gini prefiscal para el año 2010 era de 0,479, y la diferencia de ingresos
entre el primer y último decil era de 19,9 veces. Es decir que el decil más rico ganaba
casi veinte veces más que el más pobre. Es de hacer notar que este valor era de solo
1
Los derechos de exportación, además de incidir sobre los deciles superiores de ingreso,
impiden que aumente el precio de la canasta básica de alimentos u otros commodities.
2
Gómez Sabaini y Rossignolo (2009) también incluyen aquí los aportes y contribuciones
a la seguridad social, ya que, según explican los autores, introducen un techo al monto de
ingresos sobre el que se aporta. De este modo, ante sucesivos aumentos salariales, a partir de
un determinado ingreso máximo previsto, el asalariado y el empleador tributarán un monto
fijo máximo por estos conceptos, lo que implica un tratamiento regresivo pues a mayor ingreso
menor será la carga fiscal relativa.
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14 veces durante la década del sesenta, y de más de 30 en la década del noventa. Llegó
incluso a ser de 50 veces durante la crisis económica y social que afectó a nuestro
país durante fines de 2001. Si se toma en cuenta la aplicación de los impuestos, ello
implica una leve mejora en el índice de Gini, que se reduce en el año 2010 al 0,472.
Por último, si bien existen similitudes en la composición de los sistemas tribu-
tarios de los países latinoamericanos, el resultado global de su aplicación implica
diferentes efectos redistributivos sobre el ingreso de los hogares. Es de este modo
que en el siguiente cuadro se puede advertir, para los años seleccionados, que un
grupo de países mejora la distribución del ingreso al aplicar sus impuestos (México,
Uruguay, Argentina, Costa Rica, Nicaragua y Panamá), un país tiene efecto neutral
(Colombia), y otro grupo empeora la situación relativa (Bolivia, Perú, República
Dominicana, El Salvador, Guatemala y Honduras).
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En algunos textos se utilizan las expresiones de gasto público “pro-pobre” o “pro-rico” según
quien resulte mayoritariamente su destinatario o beneficiario. En este trabajo se comprende
el gasto público como eminentemente universal, y se entiende que las expresiones “pro-pobre”
o “pro-rico” del gasto público se relacionan más con un concepto o tipo de análisis vinculado
a la corriente que privilegia el gasto público como una herramienta de focalización y no de
universalidad.
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pobres) se reducen en más del 30%, lo que lleva a la Argentina al primer lugar en
el ranking de igualdad de América Latina. Además, junto con el Programa Ingreso
Social con Trabajo (Argentina Trabaja), producen un fuerte efecto conjunto, ya que
el 54,4% del gasto está concentrado en el primer y segundo decil, como se ve en el
siguiente cuadro.
Fuente: elaboración propia a partir de datos del segundo trimestre de 2009 publicados en el
Ciclo de Conferencias sobre la Asignación Universal por Hijo, organizado por la Asociación
Argentina de Políticas Sociales y la Red Argentina de Ingreso Ciudadano, con el auspicio de
unicef Argentina y la colaboración de la Asociación Mutual Israelita Argentina.
Los cuatro rubros de gastos señalados anteriormente son aquellos que más
benefician a los hogares que se encuentran en los tramos inferiores de la distribu-
ción del ingreso. En particular, la auh ha logrado un resultado no solo de carácter
cuantitativo sino cualitativo, ya que, por primera vez en décadas, una política social
lograría que los grupos poblacionales históricamente más vulnerables (como niños,
madres solteras o familias numerosas) tuvieran una menor probabilidad relativa
de indigencia que el resto de la sociedad.
Por otro lado, el mayor efecto distributivo puede verificarse al comparar
el efecto del gasto público como porcentaje del ingreso disponible por decil. En
conjunto (incluyendo los gastos que pertenecen a sectores y seguros sociales), las
erogaciones destinadas a la finalidad “gasto público social” redundaron para el año
2010 en una mejora del 377,6% en la renta que poseía el primer decil antes de aplicar
el gasto, y del 167% para el segundo. Esto significa que el decil más pobre mejora
su situación de ingresos como consecuencia del gasto social, lo que le permite
multiplicar su capacidad de consumo en más de dos veces y media.
Al considerar la totalidad del gasto público (todas las finalidades), puede ad-
vertirse que el que más beneficia a los tramos de ingresos inferiores resulta ser el
“gasto público social”, que termina explicando más del 75% del total de la mejora
en el ingreso del primer decil.
Como conclusión, el gasto público total es progresivo, aunque un efecto más
importante es logrado por el “gasto público social”, que tiende a actuar en mayor
medida sobre la mejora en la distribución del ingreso, especialmente a partir del
gasto realizado a través de las políticas sectoriales.
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