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CARACTERÍSTICAS
Unidad 3
Abril 2020
Documentos administrativos: Tipos y características IAAP
Lenguaje y estilo administrativo
Índice:
0. Introducción
3. Usos gramaticales.
4. Topónimos.
Competencias a adquirir:
Conocimientos
Conocer y analizar las especiales exigencias que demanda el uso del lenguaje en la confección
de los documentos administrativos con el propósito de que, además de ser técnica y
lingüísticamente correctos, resulten comprensibles para sus destinatarios.
Habilidades
Actitudes
Potenciar una cultura administrativa que propicie una utilización del lenguaje en los
documentos administrativos que, sin menoscabo de su corrección, facilite su comprensión por
la ciudadanía.
Introducción
«La comunicación escrita es el cordón umbilical, aunque no el único, que conecta a la ciudadanía
con la Administración. Aunque las actividades informativas presencial y telefónica son importantes,
pues suponen un primer contacto directo e inmediato con el ciudadano, es, sin embargo, mediante el
documento escrito como se transmiten y comunican los actos administrativos, actos que producen
efectos de gran trascendencia individual o colectiva, promulgación de normas, regulación de
actividades, sanciones, autorizaciones, reconocimiento de derechos, etc. »
Ahora bien, ¿de qué vale la apuesta por la transparencia si ésta se manifiesta en un
formato incomprensible para la ciudadanía?
Se habla con frecuencia del riesgo que supone la brecha digital en el proceso de tránsito que
actualmente estamos viviendo hacia la Administración Electrónica pero ¿acaso no corremos ya
antes un riesgo de distanciamiento mayor cuando obviamos que el lenguaje empleado cumpla
su primera función que no es otra que la de resultar comprensible para las ciudadanas y
ciudadanos? No se trata por tanto de su corrección (tanto en términos lingüísticos como
jurídicos), que también, sino de facilitar mediante el lenguaje el imprescindible carácter
bidireccional propio de una sociedad que parte del concepto prioritario de que las instituciones
están al servicio a los ciudadanos, resultando expresiva la previsión de la Ley 40/2015, de 1 de
octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público, según la cual las Administraciones Públicas,
sin excepción, habrán de regirse en su actuación y relaciones por los principios de servicio
efectivo a los ciudadanos y de simplicidad, claridad y proximidad a ellos (letras a) y b) de su
art. 3). Ello sin perder de vista la especial atención que demandan determinados colectivos y
sin la cual los poderes públicos estarían desconociendo la obligación constitucionalmente
impuesta de que remover los obstáculos que entorpezcan o dificulten su plena integración.
«Es bien sabido que la más rancia tradición burocrática producía engendros lingüísticos, del todo
alejados de la comprensión común, del buen sentido y de la exigencia expresiva a que un documento
público nunca debiera renunciar; pero los nuevos aires de los ochenta y sobre todo los noventa
sentaron las bases para que los redactores de la Administración abordaran con una nueva
perspectiva, más respetuosa con los ciudadanos, la elaboración de los textos. El conjunto de
herramientas —manuales, folletos, etc.— que la Administración pone a punto en los noventa parte
de nuevos principios, cuya plasmación más notoria será el Manual de estilo de lenguaje
administrativo (MELA)», que como recuerda ella misma «responde en todo a los criterios expresivos
de precisión, eficacia comunicativa, sencillez. Es la primera obra de preceptiva que aborda los textos
con criterios comunicativos de actualización y funcionalidad lo cual se ve en multitud de propuestas
discursivas»
Era toda una declaración de intenciones la cita de Juan de Valdés (1509-1541) con la que se
abría la obra:
«Sin afectación ninguna escrivo como hablo, solamente tengo cuidado de usar de vocablos que
signifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es posible, porque a mi
parecer en ninguna lengua está bien afectación».
Esa idea central de servicio a los ciudadanos estaba también presente en el Libro blanco
para la mejora de los servicios públicos (2000), en el que se afirmaba:
«Tanto por el origen de los recursos que se distribuyen como por la propia justificación de la
Administración pública en una sociedad democrática, su evolución pasa, necesariamente, por una
orientación hacia el ciudadano, por una mayor receptividad ante sus expectativas y por una clara
apertura a su participación. La articulación cabal de diferentes formas de cooperación y de diálogo
entre la Administración y los ciudadanos constituye uno de los desafíos, en el plano político, con los
que se enfrentan todas las sociedades maduras en este tiempo histórico finisecular. Esa
aproximación dialogal de la Administración en el desarrollo de su actividad, ha de articularse en
políticas, procedimientos de gestión e iniciativas legislativas que permitan institucionalizar las
diferentes formas de comunicación entre la Administración y los ciudadanos y promover sus efectos
benéficos. Esta comunicación ha de tener un carácter bidireccional»
En esta línea, la Carta de Derechos del Ciudadano ante la Justicia, aprobada por
unanimidad por el Pleno del Congreso de los Diputados el 16 de abril de 2002, hizo de la
claridad del derecho una política pública y reconoció a la ciudadanía el «derecho a
comprender»:
«El ciudadano tiene derecho a que las notificaciones, citaciones, emplazamientos y requerimientos
contengan términos sencillos y comprensibles, evitándose el uso de elementos intimidatorios
innecesarios.
El ciudadano tiene derecho a que en las vistas y comparecencias se utilice un lenguaje que,
respetando las exigencias técnicas necesarias, resulte comprensible para los ciudadanos que no sean
especialistas en derecho.
El ciudadano tiene derecho a que en las sentencias y demás resoluciones judiciales se redacten de tal
forma que sean comprensibles por sus destinatarios, empleando una sintaxis y estructura sencillas,
sin perjuicio de su rigor técnico.»
La ciudadanía tiene por tanto derecho a comprender, sin la mediación de una especie de
traductor, las comunicaciones verbales o escritas de los profesionales del derecho. Un mal uso
del lenguaje por parte de estos genera inseguridad jurídica e incide negativamente en la
solución de los conflictos sociales.
Por ello, el Plan de Transparencia Judicial, aprobado por Acuerdo del Consejo de Ministros
de 21 de octubre de 2005, incluía entre sus objetivos obtener una justicia comprensible, tanto
en las vistas o comparecencias como en las comunicaciones escritas y en las propias
resoluciones judiciales.
En el año 2009 se crea la Comisión de Modernización del Lenguaje Jurídico por parte del
Ministerio de Justicia. Esta comisión encarga una serie de trabajos de campo en diferentes
áreas, entre ellas, el discurso escrito, con el fin de analizar diferentes documentos judiciales y
proponer mejoras. El grupo encargado de estudiar el discurso escrito, a partir del trabajo de
campo realizado, elabora el Informe sobre el discurso jurídico escrito español (2010)
para la redacción de documentos judiciales en lenguaje claro. Los trabajos constatan la
existencia de un conjunto de prácticas asentadas que dificultan la comprensión, así como
algunas reiteradas incorrecciones sintácticas y gramaticales en la expresión oral y escrita de
los profesionales del derecho. Entre sus propuestas de recomendaciones generales se
encuentra la siguiente relacionada con la poca comprensión de los textos jurídicos:
A partir del estudio anterior y el de los otros grupos de trabajo (discurso oral, comunicaciones,
formación...), se publica en el año 2011 el Informe de la Comisión de Modernización del
Lenguaje Jurídico que entrega una serie de recomendaciones para acercar la justicia a los
ciudadanos. En su introducción sostiene:
«A menudo, las personas que acuden ante un tribunal no entienden bien la razón por la que han
sido llamadas y, muchas veces, salen sin comprender el significado del acto en el que han
participado o las consecuencias del mismo. Sin embargo, no hay algo tan complejo en el ámbito
jurídico como para que el ciudadano de a pie no pueda comprenderlo si se le explica con claridad.»
Existe además una organización que promueve una iniciativa denominada «Lectura fácil»
que tiene por objetivo promover la accesibilidad de la información escrita por parte de la
ciudadanía, pero con énfasis en las personas en situación de riesgo o de exclusión social
(adultos mayores, personas con discapacidad intelectual, etc.):
«Se puede considerar, como un método para crear entornos comprensibles para todos, eliminando
las barreras para la comprensión, fomentando el aprendizaje y la participación».
Según esto, su público sería más específico que lo que contempla el lenguaje claro, donde el
destinatario es amplio como todos los ciudadanos que deben entender, por ejemplo, un
formulario de solicitud de asistencia social o una ley.
Sabemos que el sexismo lingüístico se manifiesta básicamente a través del ocultamiento, tras
el uso del genérico. Se trata pues de otro atributo del lenguaje al que no debemos ni podemos
renunciar en nuestro empleo diario y que debemos tener también muy presente en nuestra
guía de estilo.
viene condicionada por una serie de características que responden a una concepción
trasnochada, a saber:
«Uno de los riesgos que siempre ha corrido el mensaje que emana de los órganos del poder
es el ocultamiento, esto es, encubrir los conceptos con engorrosas envolturas que entorpecen
y retrasan, cuando no imposibilitan, su comprensión. A esta tentación sucumben fácilmente
los enunciadores administrativos...»
Pues bien, para facilitar la comprensibilidad del mensaje es recomendable que cuando
se empleen términos técnicos, dotados de significado propio se añadan descripciones
que los aclaren:
Por ejemplo: “…se debe adjuntar copia del aval debidamente diligenciada por la
Tesorer a”.
Mejor decir: “…se debe adjuntar copia del aval debidamente diligenciada es decir
tramitada, por la Tesorería”.
Como principales defectos en que el lenguaje administrativo incurre suelen citarse los
siguientes:
Paralelamente, con el objeto de expresar de forma más clara la relación que media entre las
distintas partes de un párrafo o entre párrafos sucesivos deben utilizarse marcadores y
conectores que ordenen el discurso:
El repertorio léxico empleado debe ser común (que no es lo mismo que vulgar) haciendo, eso
sí, un esfuerzo por adaptarse al destinatario de modo que, no tratándose de juristas, deben
evitarse las expresiones oscuras y explicar el significado de los t rminos t cnicos utili ados
cuando no quede más remedido que recurrir a ellos. Si están dotados de significado propio se
recomienda que se usen descripciones que los aclaren y que se utilicen en todo el documento
con el mismo sentido, con el propósito de aclarar, en vez de que acabemos confundiendo.
Las propuestas para mejorar la claridad de los términos y expresiones empleadas se plantean
por los estudiosos del tema desde un triple enfoque:
Ahora bien, la deseable sencillez de los escritos administrativos no debe llevar a renunciar a un
mínimo decoro lingüístico, a cuidar la propiedad y a huir de la pobreza de expresión. Se incurre
en ella cuando se opta por verbos de sentido muy general («hacer» un informe, «echar» una
instancia… o cuando se abusa de comodines l icos difundidos «pa uete» de medidas por
conjunto de medidas… .
«autoridad competente»...
Todo ello disminuye la comprensibilidad del mensaje y le dota de un rigor y una solemnidad
que se compadece muchas veces mal con la sencillez del trámite. Por ello es preferible utilizar
verbos simples y eludir sobrecargar el texto con epítetos triviales ("fiel" en fiel reflejo, "claro"
en claro exponente). Debe huirse también de sinónimos léxicos o sintácticos (una actitud clara
y manifiesta; exhibió e hizo ostentación).
5. Exceso de locuciones, nexos y enlaces. Las locuciones como «a efectos de», «con el
objeto de», «a la vista de», «a tenor de», «en tanto en cuanto», «a mayor abundamiento» o
«por cuanto», obedecen a la pretensión de matizar y precisar la expresión, pero al suplantar
otras posibilidades ling sticamente m s sencillas alargan innecesariamente el te to le dotan
de una solemnidad innecesaria. Por ello debe intentar restringirse su uso, lo cual no resulta
difícil ya que son normalmente sustituibles por expresiones más sencillas. Por ejemplo:
Y así sucesivamente.
Al fin y al cabo, la titularidad del órgano recae siempre sobre una persona.
Otro ejemplo: «... se ha recibido escrito solicitando la renuncia por parte del titular (gerundio
en función impropia de adjetivo, denominado «gerundio del BOE»)», cuando resultaría más
sencillo referirse a un «escrito por el que el titular renuncia...» o un «escrito de renuncia del
titular...».
El Código de Buen Gobierno (BOE del 7 de marzo de 2005), en el punto 8 del apartado
tercero, Principios de conducta, dice que
«El tratamiento oficial de carácter protocolario de los miembros del Gobierno y de los altos
cargos será el de señor/señora, seguido de la denominación del cargo, empleo o rango
correspondiente.»
El uso de los tratamientos en los documentos es en cualquier caso una mera regla de protocolo
que únicamente rige en el ámbito interno por lo que no procede que se haga uso de ellos, ni
en las resoluciones (V. Gr. «La presentante resolución se dicta por delegación de la Ilma. Sra.
Consejera») ni en las comunicaciones y notificaciones dirigidas a los ciudadanos (P. Ej. «Con
esta fecha el Ilmo. Sr. Consejero ha dictado la siguiente resolución...»), ni que se condicione al
uso de los mismos la admisión o la validez de los documentos presentados por los ciudadanos.
Cuando procedan, figurarán delante del destinatario con independencia del lugar del
documento (cabecera o pie) en que se sitúe éste.
Debe quedar claro que no se trata de apear a las autoridades del tratamiento que en cada caso
tuvieran reconocido sino de delimitar su uso.
10. Uso no sexista del lenguaje. El lenguaje administrativo, como lenguaje que emana de
instituciones públicas, debe evitar cualquier discriminación; por ello es necesario eliminar
aquellas expresiones que verdaderamente atenten contra la igualdad de los sexos. Por
ejemplo:
a) En las menciones a cargos o profesiones desempeñados por mujeres, puede
emplearse el femenino. Así, es gramaticalmente admisible decir:
Aún producen reticencias expresiones como la fiscala, la gerenta. Para estos casos,
puede mantenerse el sustantivo invariable y ajustar la concordancia con el sexo de la
persona a la que nos referimos por medio de los determinativos (artículos,
demostrativos, etc.):
Por su especificidad, nos remitimos llegados a este punto al Manual de estilo sobre la
utilización del lenguaje no sexista del IAAP Adolfo Posada.
Ideas clave
El estilo del lenguaje administrativo debe reunir las siguientes características:
1. Claridad, para facilitar la comprensión rápida y eficaz de su contenido.
2. Sencillez, mediante la naturalidad en la expresión, sin pretensiones retóricas o de
falsa elegancia.
3. Precisión y concisión, para que le información transmitida se limite a lo esencial,
eliminando todo lo superfluo.
4. Corrección lingüística, para respetar las normas que regulan los usos gramaticales
y ortográficos de nuestra lengua.
3. Usos gramaticales
Además, en 2016 vio la luz el Diccionario del español jurídico. Elaborado gracias a un convenio
entre dicho Consejo y la Real academia Española, aporta la novedad, frente a los tradicionales
del género, de estar hecho con la misma metodología y criterios lexicográficos con que se
hacen los diccionarios de la lengua.
https://dej.rae.es/
1. Los escritos administrativos deben acentuarse gráficamente de acuerdo con las reglas
ortográficas de acentuación ordinarias, no debiendo omitirse la tilde por el hecho de que la
letra que deba llevarla esté escrita en mayúscula.
a) La primera letra de las palabras situadas después de un punto y de las que siguen a
un signo de interrogación o de exclamación siempre que entre ellas no se interponga
una coma.
b) La primera letra de las palabras que componen nombres propios, títulos y nombres de
dignidades, sobrenombres y apodos, tratamientos personales cuando van en
abreviatura, nombres y adjetivos que integran la denominación de una institución o
corporación y denominaciones de servicios públicos, salvo (en todos los casos) el
artículo que los acompaña. Ejemplo: Isabel la Católica.
3. Por el contrario, se escriben con minúscula los nombres de los días de la semana, de los
meses y de las estaciones del año.
4. Además:
- alcalde, papa, princesa, infanta, coronel, cabo, rey, cónsul, general, cabo,
ministro, consejero, secretario general técnico, presidente o jefe de
negociado…
a) Se escribirá con mayúscula inicial el tipo de disposición cuando sea citada como tal y
con su denominación oficial completa o abreviada:
c) Como regla general, se propone que los títulos de las disposiciones normativas (leyes,
reales decretos, decretos… se escriban en minúscula, aunque se admitirán
excepciones cuando se valore la existencia de las siguientes circunstancias:
«Le ruego que me remita una copia compulsada del documento original» en vez de
«Le ruego me remita copia compulsada del documento original».
9. El hecho de que el sustantivo femenino comience por «a» no impide que deba utilizarse la
forma «esta» para precederlo. Por tanto ha de escribirse (y decirse) «Esta acta» en vez de
«Este acta».
10. No deben usarse los términos «el mismo» y «la misma» con el único propósito de
engordar las frases sin aportar ninguna información adicional al mensaje:
4. Topónimos
Los topónimos son un tipo de sustantivos que se usan para designar nombres propios de
lugares geográficos: pa ses regiones ciudades…
Comenzando por los primeros, la cita de un país debe hacerse mediante su denominación
usual (Alemania, Francia, Reino Unido, China, España) o mediante la denominación oficial,
cuando proceda (República Federal de Alemania, República Francesa, Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte, República Popular de China, Reino de España).
Son en cualquier caso frecuentes las dudas que se plantean a la hora de escribir el nombre de
un país o ciudad extranjera cuya denominación en su lugar de origen es distinta del término
existente en castellano para identificarlo. El Diccionario Panhispánico de Dudas de la RAE se
ocupa del léxico toponímico, recogiendo el término a emplear para referirse a cada país y a su
capital, respondiendo su elección a la siguiente clasificación:
Reino Unido (no United Kingdom), Alemania (no Germany), Francia (no France),
Milán (no Milano) o Nueva York (no New York).
Calcuta (no Kolkata), Moldavia (no Moldova), Bombay (no Mumbai) o Esmirna (no
Izmir).
normas ortográficas del español (2); en cuanto a los topónimos que responden al
estándar «pinyin», se prefiere, si la hay, la forma tradicional española (3):
(3) Pekín (no Beijing), Cantón (no Guangdong [provincia] ni Guangzhou [capital])
o Nankín (no Nanjing).
https://www.rae.es/dpd/ayuda/paises-y-capitales-con-sus-
gentilicios
Las provincias españolas deberán ser citadas con la denominación oficial que el ordenamiento
jurídico determina. Atendiendo a los casos que pueden generar más confusión, se citan los
siguientes:
A Coruña; Ourense; Asturias (no Principado de Asturias); Illes Balears; Las Palmas;
Santa Cruz de Tenerife; Cantabria; Girona; Lleida; Alacant/Alicante; Castelló/Castellón;
Las tres provincias vascas conservan su denominación oficial en castellano como tales
provincias, pero cuando se hace referencia a ellas en tanto que Territorios Históricos de la
Comunidad Autónoma del País Vasco, sus denominaciones son:
En el caso de nuestra Comunidad Autónoma, con la Ley 1/1983, de 5 de abril, sobre cambio de
denominación de la actual Provincia de Oviedo por la de Provincia de Asturias, se cumplió con
la Disposición Transitoria Octava de nuestro Estatuto de Autonomía, cambiándose su anterior
nombre de Oviedo por el actual:
Por su parte, las islas se agrupan a efectos administrativos en las unidades siguientes:
Respecto de los municipios, hemos de distinguir entre los de nuestra Comunidad Autónoma
(denominados «concejos» en el Estatuto de Autonomía) y los de las restantes.
Haciendo uso de esta atribución legal, el Consejo de Gobierno aprobó dos decretos que
desarrollaban la Ley de Uso en materia de toponimia: El Decreto 38/2002, por el que se regula
la Junta de Toponimia del Principado de Asturias, y el Decreto 98/2002, por el que se establece
el procedimiento de recuperación y fijación de la toponimia asturiana. A su amparo se han
aprobado los distintos decretos en los que figura la toponimia oficial que habrá de ser por
tanto la que empleemos en los documentos administrativos.
https://ssweb.seap.minhap.es/REL/frontend/inicio/index
Las siglas son palabras formadas por el conjunto de letras iniciales de una expresión compleja
y se escriben siempre en mayúsculas. Tanto el lenguaje administrativo como el científico-
técnico tienen una enorme tendencia a su empleo para aligerar los textos. El problema es que,
al igual que sucede con las abreviaturas o los símbolos, el abuso de las siglas o la falta de
expresión de su significado contribuye a oscurecer el mensaje. Para evitarlo, deben tenerse en
cuenta algunas reglas sencillas:
1. Se escriben sin puntos ni espacios de separación: NIF, sí; N.I.F., no. IRPF, sí;
I.R.P.F., no. Esta regla es válida también cuando las siglas se integran en textos
3. Las siglas no tienen plural por escribirse todo en mayúsculas: Varias ONG, los
5. No pueden partirse por medio de un guion al final de línea (PSO-E, I-VA, C-SIC).
Interior Bruto).
8. Las siglas conservan el género que les corresponde: la CGT, la COPE, el ISBN, el
INAP.
Los acrónimos, cuando se escriban en minúsculas, llevarán tilde cuando lo exija la norma:
Ecofín. De la misma manera, los acrónimos sí parten con guion al final de línea (ra-dar, Unes-
co) y también se pluralizan para los nombres comunes conforme a las reglas generales: opas,
radares, ovnis).
Una abreviatura es la representación de una palabra mediante su escritura con una o varias
de sus letras que mantienen el mismo orden que figura en la palabra abreviada. Por ejemplo
Admón. por Administración o pág. por página. Su uso se rige por las siguientes reglas:
3. Tampoco llevarán punto si detrás va una barra (s/n por sin número).
4. El plural se forma:
(a) Duplicando la letra si la sigla solo tuviera una (ss. por siguientes).
(b) Añadiendo al final una s si la abreviatura cuenta con varias letras (Cías. por
Compañías).
https://www.rae.es/dpd/ayuda/abreviaturas
Bibliografía:
Manual del curso EFIAP 2017. Fernando Sánchez Alonso. Lenguaje y estilo administrativo.
Empleos actuales del lenguaje administrativo. Enfoques recientes del estudio. Heráclita
Castellón Alcal . evista de lengua i Dret núm. .
Webgrafía: