Está en la página 1de 7

¿Para qué sirve el FMI?

PARA FRENAR LAS REFORMAS

Junio de 2023

En diciembre del 2001, Argentina dejó de


pagar su deuda de más de U$S 80 mil
millones, el mayor incumplimiento en la
historia de las deudas soberanas. Culminan
así décadas de adicción a una estrategia de
desarrollo basada en endeudamiento.

La disposición favorable del Fondo para


proveer créditos fomentó ese modelo de
desarrollo.

Argentina es hoy el principal deudor del FMI,


seguido de Egipto, Ucrania, Ecuador y
Pakistán, junto a los cuales explica casi el
60% de la cartera crediticia pendiente de
repago del FMI.

Con Colombia, Angola, Sudáfrica, Nigeria y


Kenya, los siguientes cinco, se llega al 72 %.

ADICCIÓN AL ENDEUDAMIENTO

Ian Vázquez, 2004

https://www.libertaddigital.com/opinion/2004-07-26/ian-vasquez-adiccion-al-endeudamiento-5208613/

Entre 1957 y 1999, Argentina dependió por 33 años de la droga financiera del FMI. La proporción de la
deuda en relación al producto interno bruto (PIB) aumentó de 29% en 1993 a 41% en 1998 y a 50% en
2000. Fue el excesivo gasto del gobierno lo que causó tal incremento. La Fundación de Investigaciones
Económicas Latinoamericanas (FIEL) estima que el gasto del gobierno argentino casi se duplicó entre
1991 y 2001, mientras que el PIB aumentó 57%.

La principal causa del excesivo gasto gubernamental fue la ineficiencia de los gobiernos provinciales y sus
grandes nóminas de empleados. Bajo el plan de co-participación, el gobierno federal cubrió el déficit de
las provincias con deuda externa, gracias a la garantía implícita del FMI sobre créditos futuros de
“emergencia”. Una alta proporción de la deuda era en dólares.
Desde diciembre de 2001, Argentina ha seguido acumulando deuda. La deuda total del gobierno para fin
de 2001 era de 144 mil millones de dólares y aumentó a 177 mil millones de dólares para fin de 2003. El
gobierno ha mostrado poco interés en manejar con seriedad sus prioridades, como deben ser reformas
estructurales para evitar futuros déficit; renegociación de la deuda externa; sanear el politizado sistema
bancario –sobrecargado con bonos gubernamentales de valor incierto– y restituir los derechos de
propiedad, haciendo cumplir los contratos con imparcialidad.

¿Puede Argentina sanear su adicción al crédito del FMI, introducir reformas y volver a participar en el
mercado internacional de capitales? La respuesta requiere autorreflexión tanto de los políticos como de
los inversionistas. El presidente Néstor Kirchner tiene razón cuando dice que quienes invirtieron en bonos
del estado argentino deben confrontar los riesgos asumidos y no esperar ser compensados 100%. Y el
ministro de Economía Roberto Lavagna pide correctamente reformas al programa de coparticipación y la
reducción de impuestos a las inversiones.

Pero si Argentina aspira un crecimiento sostenible, debe asumir la responsabilidad de avanzar en tales
prioridades políticas. En lugar de evitar la disciplina impuesta por el mercado –con controles de flujos de
capitales de corto plazo que aumentan el costo del capital–, el gobierno argentino debería instrumentar
políticas de mercado.

Una forma de hacerlo es abandonando el modelo de desarrollo basado en endeudamiento. La experiencia


de los países desarrollados es que cuando la deuda se utiliza para financiar inversiones rentables del
sector privado, el desarrollo es factible. Pero en la mayoría de países en desarrollo, la deuda externa se
utiliza para financiar un gasto gubernamental descontrolado.

Sin el apoyo del FMI, Argentina se vería obligada a actuar responsablemente o afrontar las
consecuencias en los mercados globales de capitales. La rendición de cuentas ante el mercado es más
proclive a generar políticas sanas que la vigilancia y los créditos del FMI. Y el FMI no es capaz de
cambiar la política del gobierno argentino.

Hoy, Argentina experimenta crecimiento económico y baja inflación. Pero, ¿cuánto va a durar sin
reformas institucionales? El fin de la convertibilidad peso/dólar significa que el Banco Central ahora sí
tiene que mantener una política monetaria creíble y dejar flotar al peso. La apertura de la economía
mexicana ha logrado controlar de esa manera la inflación. Pero, ¿es realista esperar que Argentina lo
logre, con una economía bastante cerrada y el ciego apoyo del FMI?

Según la destacada economista Anna J. Schwartz: “tal vez ha llegado el momento de abandonar el modelo
de desarrollo basado en endeudamiento para promover la conversión de deuda en capital propio, cambiar
de rumbo a los países que caminan hacia deudas insostenibles, crisis y reestructuración de deudas; sino
más bien depender de inversiones de capital para lograr el desarrollo”. En conclusión, al dejar el gobierno
de seguir endeudándose, se lograrán mejores decisiones sobre políticas públicas, se harán inversiones
más sabias y se alcanzará un desarrollo real.

ARGENTINA, EL MAYOR DEUDOR DEL FMI, VA POR NUEVO PACTO TRAS MUCHOS FRACASOS

2022, Natalia Kidd

(EFE).- Argentina, el mayor deudor del Fondo Monetario Internacional (FMI), busca un nuevo acuerdo,
arrastrando a cuestas un historial de programas fallidos que protagonizaron buena parte del accidentado
devenir de la segunda mayor economía suramericana durante las últimas seis décadas.
El FMI, que este martes cumple 75 años desde el inicio de sus operaciones, sumó a Argentina como socio
el 20 de septiembre de 1956 y en 1958 le concedió su primer préstamo. Desde entonces, Argentina ha
firmado 21 programas con el Fondo, según consta en los registros del propio organismo, aunque otras
fuentes contabilizan 28 si se incluyen en la lista los acuerdos de facilidades financieras compensatorias.

La omnipresencia del Fondo en la vida económica argentina es indiscutible: de los 65 años de relación con
el organismo, en más de la mitad el país ha estado bajo los parámetros de un programa con el organismo.
"En promedio, cada dos años y medio Argentina recurre al FMI desde que existe relación entre ambos. Es
un dato anecdótico pero que, a su vez, demuestra el grado de dependencia de Argentina con el Fondo",
dijo a Efe el economista Mariano De Rosa, creador y director ejecutivo del portal Más Inversiones.

Según el experto, esta dependencia se origina en los problemas crónicos de Argentina para financiar su
gasto público: con administraciones deficientes, incapacidad para aumentar las exportaciones, falta de
acceso a los mercados internacionales y fuga de capitales, el país termina golpeando a las puertas del
FMI una y otra vez por auxilio financiero. "Argentina tiene una patología: recurrir permanentemente al
déficit fiscal e ir a buscar recursos al sector externo", observó De Rosa.

La relación entre Argentina y el FMI ha sido de "amor y odio" por años. Hubo momentos de tensión y
otros, como en los neoliberales años de 1990, en los que Argentina era un "buen ejemplo" para el FMI de
las políticas de apertura económica que recomendaba el organismo. El rol del FMI en la descomunal crisis
argentina de 2001 es aún muy cuestionado en el país suramericano, en particular en los sectores afines al
fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), quien en 2006 canceló en un solo pago toda la
deuda con el FMI, por U$S 9.500 millones, a fin de ganar "grados de libertad para la toma de decisiones".

Argentina estuvo desde entonces libre de las revisiones anuales de su economía por parte del FMI, hasta
que en 2018, en medio de fuertes tensiones financieras, volvió a recurrir al organismo para préstamos
récord por U$S 56.300 millones, de los cuales se desembolsaron unos 44.500 millones.

El acuerdo firmado con el entonces presidente Mauricio Macri (2015-2019) fracasó en sus objetivos, y
Argentina, sumida en severa recesión desde 2018, solicitó en 2020, ya bajo el Gobierno de Alberto
Fernández, negociar un nuevo programa ante la incapacidad para afrontar la devolución entre 2022 y
2024 de los astronómicos préstamos concedidos por el organismo.

Con este historial, los argentinos se han acostumbrado a las permanentes negociaciones con el FMI para
acuerdos cuyas metas difícilmente se han cumplido y que muchas veces han incluido condiciones que, para
gran parte de la población, han sido sinónimo de imposiciones de "ajuste salvaje".

De acuerdo a un reciente sondeo de la consultora Clivajes, un 61,3 % de los argentinos está a favor de un
nuevo acuerdo con el FMI, pero con expectativas muy pobres: un 30,3 % cree que la situación económica
empeorará y un 26,4 % no espera cambios en el complejo escenario económico argentino a partir de la
firma de un nuevo pacto. "No hay expectativas de que haya una mejora a partir del acuerdo. Si bien
muchos ven que no queda más remedio que acordar, no se cree que eso genere un cambio y por eso se ve
con tanto escepticismo", dijo a Efe Esteban Regueira, director Clivajes Consultores.

Además, según el sondeo, tres de cada diez argentinos muestra preocupación sobre cómo el Gobierno
hará para cumplir las metas de reducción del déficit fiscal acordadas con el FMI sin aplicar un ajuste.

"Hay un porción de la población que da por sentado que va a haber un ajuste. Hay una desconfianza por la
experiencia que tuvimos en Argentina, sobre todo a finales de la década de 1990, con los acuerdos con el
FMI porque no fueron fructíferos, han profundizado las crisis y porque implican un ajuste para el cual no
estamos preparados", añadió Regueira.
HAY QUE CERRAR EL FMI

Ian Vázquez, 2001

https://www.liberalismo.org/articulo/23/12/hay/cerrar/fmi/

El Fondo Monetario Internacional es una organización bastante cerrada que en general mantiene un bajo
perfil, a excepción de cuando hay disturbios en las capitales de los países miembros, se producen crisis
monetarias, o el Fondo Monetario mismo solicita más dinero. Por desgracia, estos tres factores explican
el elevado perfil del Fondo hoy en día.

El actual clima de emergencia de la crisis financiera ha resultado en rescates financieros que alcanzan
mas de 180 mil millones de dólares y en peticiones urgentes, ya aprobadas, de incrementar de forma
masiva los recursos del FMI. Pero los costos monetarios de apoyar al FMI no son la razón más importante
por la cual hay que oponerse al amparo de esa institución. Las personas más directamente perjudicadas
por las intervenciones de FMI son aquellas que menos se lo pueden permitir: los pobres del mundo. Si el
objetivo es promover el progreso económico de los países en desarrollo y la libertad económica mundial,
entonces lo mínimo que los países ricos podrían hacer es rechazar seguir financiando al FMI.

Hace ya bastante tiempo que los economistas liberales critican al Fondo Monetario. Las crisis al estilo
mexicano pueden haber atraído mucho la atención hacia el Fondo en años recientes, pero su historial en
los últimos 50 años ha sido sumamente desalentador, como documentan numerosos libros y estudios.

De ellos se deduce que el FMI no ha ayudado a los países ni a que logren un crecimiento sostenible ni a
que promuevan reformas de mercado. A pesar de su pobre actuación, el Fondo Monetario ha resultado ser
una institución de notable fortaleza. Cuando el sistema de tipos de cambio fijos terminó a principios de
los años 70, se acabó también la misión original de esta institución, que era facilitar la estabilidad de los
tipos de cambio, otorgando préstamos a los países que experimentaban problemas temporales en su
balanza de pagos. En vez de cerrar sus puertas, el Fondo se inventó nuevas misiones para sí mismo con
cada crisis nueva, expandiendo cada vez su influencia económica, sus recursos, o ambos. Estos episodios
fueron, entre otros, las crisis del petróleo de los 70, la crisis de la deuda de los países del Tercer Mundo,
la caída del comunismo, y recientemente, las crisis al estilo mexicano.

El Fondo ha creado "adictos a los créditos", como lo demuestra un repaso a los créditos concedidos.
Diecinueve naciones llevan dependiendo de la ayuda del FMI durante un mínimo de 30 años; 31 países han
solicitado créditos entre 20 y 29 años; y 36 países han recurrido a los créditos del FMI entre 10 y 19
años. Eso no es una prueba del éxito de la llamada condicionalidad del Fondo, ni mucho menos de la
naturaleza temporal de los créditos de corto plazo que el Fondo otorga.

Pero la razón por la cual estamos analizando al FMI hoy, es la turbulencia en Asia, Rusia y Latinoamérica.
El dinero adicional ya otorgado financiará una nueva cuenta dentro del FMI, conocida como los New
Arrangements to Borrow, que se utilizará como un fondo especial para los rescates financieros de países
en crisis; y por un incremento de los recursos generales, conocido como un incremento en la cuota que,
por supuesto, también se utilizará para rescates financieros. Echar mano del FMI para hacer rescates
financieros a países que experimentan crisis monetarias o de deuda es una mala idea por tres razones.

1) La primera razón es que crea riesgo moral. No es un punto secundario, como el Secretario del Tesoro
Robert Rubin ha reconocido. Cuantos más rescates financieros realice el Fondo, mayor será la posibilidad
de que otros países entren en crisis en el futuro, ya que los rescates estimulan un comportamiento
imprudente por el gobierno y los inversionistas, que esperan que si algo va mal, el FMI les rescatará.
Hemos visto el problema del riesgo incentivado en el pasado y lo vemos en el presente. Por ejemplo,
México ha sufrido crisis monetarias con cada ciclo electoral de los últimos 20 años, debido a políticas
monetarias y fiscales irresponsables. Estos episodios han sido acompañados por rescates financieros del
FMI y del Tesoro de EEUU, cada vez en cantidades mayores.

En México, al finalizar cada período presidencial, la gente espera un rescate. A pesar de que el FMI y las
autoridades estadounidenses hayan considerado el último rescate como todo un éxito, el legado de ese
rescate ha sido la actual crisis asiática, por lo menos en su grado e intensidad. En realidad, el rescate
financiero de México fue una señal para el mundo de que si existen problemas en los países en desarrollo,
el FMI rescatará a los inversionistas. ¿De qué otra manera podemos explicar que sólo en 1995 los flujos
de capital privado a Asia del Este se doblasen?

2) Los gobiernos de los países en crisis no tenían razón alguna para cambiar sus políticas defectuosas
mientras los inversores mantuviesen la aportación de capital. Y los inversores se comportaron de manera
imprudente con el conocimiento de que fondos públicos se utilizarían en caso de problemas financieros.
Como Michael Prowse del Financial Times comentó después del rescate financiero mexicano, "Rubin y
compañía querían hacer el capitalismo global seguro para los inversionistas de fondos mutuos. En realidad,
lo hicieron mucho más peligroso".

Los rescates financieros del FMI en los países asiáticos y Rusia son soluciones a las crisis monetarias
costosas, burocráticas y fundamentalmente injustas. En primer lugar, la ayuda financiera reduce las
pérdidas de los inversores, en vez de dejarles que asuman la responsabilidad total de sus decisiones. Así
como las ganancias no deben ser socializadas cuando los tiempos son buenos, tampoco se deben socializar
las pérdidas durante los tiempos difíciles. "Los 57.000 millones de dólares prometidos a Corea -observó
Jerey Sachs, economista de Harvard- no ayudaron a nadie, más que a los bancos". Desafortunadamente
los ciudadanos asiáticos que no tienen nada que ver con la creación de la crisis van a tener que pagar la
deuda adicional impuesta por los créditos del FMI.

Los rescates del FMI imponen otra carga en los ciudadanos ordinarios porque no funcionan bien. El dinero
del Fondo va dirigido a los gobiernos que han creado la crisis y que han mostrado poca disposición para
introducir las reformas necesarias. Otorgar dinero a esos gobiernos no tiende a promover las reformas
de mercado, más bien las retrasa porque disminuye la presión sobre los gobiernos para que cambien sus
políticas. La razón, después de todo, por la que hoy en día se habla de establecer reformas de mercado no
es que el FMI haya sugerido que son medidas necesarias. Esto es bastante obvio. Es la realidad económica
la que está forzando los cambios necesarios. En la medida en que el Fondo Monetario intervenga y
conceda créditos, estas reformas se retrasarán. Por ello, los ciudadanos asiáticos sufren la carga
adicional de la intervención del FMI. No solamente tienen que pagar una mayor deuda, sino que también
han de sufrir las dificultades económicas duraderas que el rescate financiero del Fondo produce.

¿Pero qué sucede con la condicionalidad del Fondo? ¿No será que las estrictas condiciones de los créditos
del FMI aseguran que las políticas importantes deben ser cambiadas? El historial de la dependencia de
largo plazo de muchos países muestra que la condicionalidad no ha tenido éxito en el pasado.

Pero, además del pobre historial del Fondo, existe una buena razón por la que el FMI tiene poca
credibilidad al imponer sus condiciones. Como hemos visto con Rusia en los últimos años, un país que no se
adhiere a las condiciones del FMI se arriesga a que le suspendan sus créditos. Cuando los créditos son
retirados, los gobiernos destinatarios tienden a tomarse más en serio las reformas. Nótese que el Fondo
anima a los malos gobiernos a que introduzcan reformas al suspender los créditos; es la suspensión de los
créditos lo que induce el cambio de política. Pero por desgracia, cuando se van a producir los cambios en
las políticas, el FMI reanuda la concesión de créditos. Simplemente, no puede aceptar que los países
hagan reformas por iniciativa propia, ya que se arriesgaría a aparecer como una institución irrelevante.

La reanudación de la ayuda financiera provoca el comienzo del proceso nuevamente y prolonga el período
de la reforma. La presión del FMI para créditos a los prestatarios es a fin de que mantengan al día los
créditos ya otorgados, y poder pedir más dinero luego.

3) Esta convicción nos lleva a la tercera razón por la que hay que oponernos a los rescates: tales rescates
socavan el desarrollo de soluciones de mercado superiores y menos costosas. En ausencia de un FMI,
acreedores y deudores harían lo que los acreedores y deudores siempre hacen en casos de falta de
liquidez o insolvencia: renegociar la deuda o declararse en quiebra. En un mundo sin el Fondo, las dos
partes tendrían el incentivo para hacerlo así porque la alternativa, no hacer cosa alguna, significaría
perderlo todo. Las negociaciones directas entre particulares y los procedimientos de quiebra son
esenciales para el funcionamiento del capitalismo.

Como indicó James Glassman, el capitalismo sin la posibilidad de bancarrota, es como el cristianismo sin el
infierno. Los rescates, desafortunadamente, socavan uno de los fundamentos más importantes de una
economía libre, al suprimir los mecanismos autocorrectivos del mercado. Simplemente, no existe razón
alguna para que los acreedores y prestatarios internacionales deban ser tratados de una manera distinta
a como son tratados prestamistas y deudores en los mercados domésticos.

Los gobiernos también reaccionarían de manera distinta si no hubiera futuras intervenciones por parte
del Fondo. Si los que hacen las políticas no estuviesen protegidos de la realidad económica, habría pocas
alternativas a la introducción de reformas rápidas. Es hora de crear un sistema financiero global en el
cual los mercados disciplinan a los políticos, en vez de un sistema en el que los políticos siguen tratando
de disciplinar al mercado. Bajo tal sistema habría condicionalidad creíble, basada en puras reformas
verdaderas. Para eso, no se necesitarían agencias multilaterales como el FMI o ejércitos nacionales para
asegurar el pago de deuda, como ocurrió en otras épocas.

La ausencia de tales formas de seguro estatal crearía más información y cautela en los mercados
internacionales, y mejores incentivos por los gobiernos de los países pobres para mantener un ambiente
favorable al crecimiento económico. Los países ricos no sólo deben rechazar la asignación de fondos
adicionales para el Fondo, lo cual enviaría una señal al mundo de que los recursos de esa agencia no son, de
hecho, ilimitados; los países industrializados deberían ir mas allá para ayudar a los pobres del mundo
desmantelando totalmente al FMI.

ARGENTINA Y EL FMI FRACASAN DE NUEVO

Ian Vázquez, 2020

“El resultado en casos como el argentino es que el FMI sirve para rescatar a la clase política y a los
inversionistas, y no a los ciudadanos comunes”.

https://elcomercio.pe/opinion/mirada-de-fondo/argentina-y-el-fmi-fracasan-de-nuevo-por-ian-vasquez-
noticia/

Argentina, en pocos meses, podría incumplir el pago de su deuda pública. Sería el noveno impago en la
historia del país. La última vez, en el 2001, fue el default soberano más grande en la historia del mundo.

El nuevo gobierno peronista dice que no puede pagar la deuda y quiere reestructurarla con el apoyo del
Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero hace tan solo poco más de un año, el FMI otorgó el rescate
financiero más grande de su historia a Argentina precisamente para evitar una crisis económica. No
funcionó. Logró aumentar la deuda pública sin que la economía argentina se recupere.

No fue la primera vez que fracasa el FMI en Argentina. Tiene una larga y enfermiza relación con ese país.
Hace 20 años el FMI también aprobó un rescate masivo de US$40 mil millones para sanar la economía,
pero el resultado fue una crisis y el default. Demoró 15 años hasta que Argentina, bajo el gobierno del
centroderechista Mauricio Macri, se reincorpore al sistema financiero internacional. Pero ese mismo
gobierno llevó al país a la recesión económica y hacia la crisis que ahora enfrenta.

Con el apoyo moral del Papa argentino, los peronistas en el poder dicen que la economía de mercado
perjudica a los más necesitados. Agrega el ministro de Economía argentino: “La arquitectura financiera
internacional para la resolución de crisis de deuda soberana es altamente deficiente”. Tiene razón el
ministro, pero el Papa y los peronistas yerran en su análisis. Lejos de formar parte de un mercado libre o
de promover la economía liberal, el FMI atrasa o desalienta reformas de mercado a la hora de otorgar
préstamos. Es una organización estatal internacional que destina dineros públicos a gobiernos que
típicamente han sido irresponsables en el manejo económico de sus países.

Esa intervención en el mercado crea incentivos perversos. Por ser una agencia pública multilateral, el
incentivo del FMI es dar préstamos. Por eso, las condiciones que “impone” a Argentina han sido poco
creíbles o insuficientes. Por su parte, los gobiernos saben que el FMI puede rescatarlos, reduciendo así el
incentivo de ser más responsables a la hora de hacer política. Los inversionistas internacionales, por su
parte, se benefician del dinero público que concede el FMI, pues se usa para repagarles sus inversiones.
De esa manera, reduce el incentivo de ser más cauteloso a la hora de financiar gobiernos irresponsables.

El resultado en casos como el argentino es que el FMI sirve para rescatar a la clase política y a los
inversionistas, y no a los ciudadanos comunes y corrientes en cuyo nombre se realizan los préstamos y
quienes tendrán que pagar esa deuda. Por más que diga promover algunas políticas liberales, en la
práctica, el FMI crea dependencia y pospone reformas de mercado. Antes de su último default, por
ejemplo, Argentina dependió de créditos del FMI durante más de tres décadas.

Si la deuda pública es realmente impagable, entonces que se renegocie con los acreedores privados. No se
necesita un FMI de intermediario. La posibilidad de una inyección de dinero público solo distorsiona esa
negociación. Como cualquier inversión, el sector privado tiene que asumir el riesgo de financiar la deuda
soberana. No hay por qué rescatarlo si sale mal. Sin préstamos del FMI, el sector privado no prestaría
tan fácilmente a gobiernos irresponsables. Y la deuda sería renegociada solo si las promesas de reforma
por parte del gobierno prestatario fueran más creíbles. Todo lo contrario de lo que ocurre hoy con
Argentina, cuya economía sigue estando entre las menos libres de América Latina y el mundo.

A veces,
en ciertos puntos

¿podemos
coincidir
con la izquierda?

También podría gustarte