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Lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible requiere inversiones

cuantiosas en infraestructura, capital humano y capacidad de adaptación


al cambio climático. Sin embargo, los Gobiernos de los países en
desarrollo a menudo ven limitada su capacidad de movilizar ingresos
nacionales o inversión privada.

El financiamiento de la deuda es crucial para el desarrollo, pero los


niveles insostenibles perjudican el crecimiento y a los pobres. La
deuda puede ser una herramienta útil si es transparente, se gestiona bien
y se usa en el contexto de una política de crecimiento creíble. Sin
embargo, con frecuencia ese no es el caso. Un alto nivel de deuda pública
puede frenar la inversión privada, aumentar la presión fiscal, reducir el
gasto social y limitar la capacidad gubernamental de implementar
reformas.

Las vulnerabilidades derivadas de la deuda han aumentado en los


mercados emergentes y en los países de ingreso bajo. La deuda
externa total de los países de ingreso mediano y bajo ascendió a
USD 8,1 billones a finales de 2019, de los cuales un tercio se debía a
acreedores privados. Más de la mitad de los países de la Asociación
Internacional de Fomento (AIF) se encuentran con problemas de
sobreendeudamiento o con un alto riesgo de sufrirlos. Evaluaciones
realizadas por el Grupo Banco Mundial han revelado que menos de la
mitad de los países analizados cumplían los requisitos mínimos en cuanto
a registro, supervisión e información de la deuda.

La gestión y la transparencia de la deuda tienen que ser las


principales prioridades para que el nuevo endeudamiento fomente el
crecimiento y un clima propicio para la inversión. Las autoridades de
los países prestatarios necesitan información confiable respecto de la
deuda para tomar decisiones sólidas en materia de endeudamiento. Los
acreedores, donantes, analistas y organismos de calificación crediticia
deben tener información completa para evaluar la deuda de un país y sus
oportunidades de inversión. Los ciudadanos pueden exigir a sus
Gobiernos que sean transparentes en cuanto a las condiciones y los
objetivos de la deuda.
Antes del brote de COVID-19, la deuda ya había alcanzado niveles récord
en las economías emergentes y en desarrollo. La pandemia está
empujando a un número cada vez mayor de estos países a una crisis de
endeudamiento. En ese contexto, la máxima prioridad del Grupo Banco
Mundial es apoyar a los países más pobres en la lucha contra la COVID-19.
Está entregando asistencia sin precedentes para facilitar que los países se
concentren en responder a la pandemia en lugar de reembolsar a los
acreedores.

El Grupo Banco Mundial trabaja arduamente para promover soluciones


integrales al endeudamiento que incorporen por lo menos cuatro
elementos: la suspensión de la deuda, la reducción de la deuda, la
resolución de la deuda y la transparencia de la deuda.

Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) instaron a los


países que integran el Grupo de los Veinte (G-20) a establecer la Iniciativa
de Suspensión del Servicio de la Deuda[MIS1] (DSSI). La iniciativa ayuda a
los países a concentrar sus recursos en la lucha contra la pandemia y en
las medidas dirigidas a proteger la vida y los medios de subsistencia de
millones de personas vulnerables. Desde que entró en vigor el 1 de mayo
de 2020, se ha proporcionado un alivio de más de USD 5000 millones a
más de 40 países elegibles.

En total, 73 países reúnen las condiciones (PDF, en inglés) para acceder a


la suspensión temporal de los pagos del servicio de la deuda contraída
con acreedores bilaterales oficiales. El G-20 también ha instado a los
acreedores privados a tomar parte en la iniciativa en condiciones
similares. El período de suspensión, que originalmente finalizaba el 31 de
diciembre de 2020, se ha prorrogado hasta fin de junio de 2021.

Última actualización: Mar 19, 2021

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