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Tengo que encontrarle el hilo, un punto exacto para ver de dónde puedo partir.
Así descubro la anécdota, un hecho que a lo mejor es intrascendente,
pero lo que importa es que para mí sea empático.
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Le hice esta entrevista a Pilar Dughi en diciembre de 1996, cuando yo usaba el apellido Trempe, y
apareció en mi libro, Alumbramiento verbal en los 90. Escritoras peruanas: signos y pláticas. Lima:
Arteidea, 1999: 189-206. He agregado subtítulos para orientar la lectura y la vigencia de las propuestas
críticas de Dughi.
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LRB: Esta producción narrativa tan escasa de las mujeres comparada con la producción
poética, ¿a qué se debería según tu percepción?
PD: Personalmente, tengo la impresión de que tal vez ello se podría explicar por la
naturaleza misma del oficio. La elaboración lírica implica un tipo de trabajo diferente al
de la narrativa. Eso se observa en el análisis crítico literario. Es difícil separar el yo lírico
de la autora en mucha de la poesía de mujeres en el Perú. Se privilegia la exploración
intimista, las vivencias, la vinculación con el cuerpo, con los afectos y emociones. Creo
que la sensibilidad frente al mundo exterior, fenoménico, pasa por el tamiz de un viaje
interior, pleno de sensorialidad. Y quizás por la socialización de las mujeres, estamos más
cerca a ese ejercicio atento de nuestra propia subjetividad, a tener una función fantástica
más vinculada con imágenes y sensaciones. En la poesía la intuición, la musicalidad de la
palabra, en fin, contribuyen más a construir el lenguaje simbólico. En cambio en la
narrativa, se impone un orden lógico distinto. Una mirada hacia el mundo que está más
allá de nuestras propias determinaciones interiores. Colocarnos en el lugar del otro,
desprendernos de nuestras propias percepciones y aprender a imaginarnos a otros
hombres y mujeres en acciones y circunstancias diversas de la vida cotidiana. Por
supuesto que también hay un trabajo poético con la palabra, pero quizás tiene una
relación más funcional con el conjunto de elementos que conforman la narración, con las
técnicas y con la historia. La construcción del lenguaje poético en la narración es parte de
todo el producto literario, no explota la función ambigua, onírica, de la palabra de la
misma manera. Pretende entonces, una legilibidad y una comprensión simbólica
diferente en el lector. Creo que la elaboración lírica ha estado, en el pasado - porque
ahora los modelos de socialización cambian aceleradamente - más cerca a la subjetividad
de las mujeres.
LRB: Lo que me parece interesante es que en el siglo XIX hemos tenido, en Perú,
grandes narradoras como Mercedes Cabello de Carbonera que además fue poeta y
ensayista. Si comparamos la producción peruana con la chilena o la mexicana, vemos
que hay mucha diferencia. Sería bueno hurgar y conocer en qué radica ese desnivel.
PD: Habría que ver también, cómo es que se abren camino tanto las poetas como las
narradoras. Antes de una hornada previa de narradoras ha habido una educación del
público lector cultivado o intelectual, propiciado por las publicaciones de las poetas, por
lo menos así ha sido en nuestro medio en las últimas décadas. Es una cuestión compleja
pero me explico, regresando a un viejo tópico. He estado leyendo un artículo de Henry
James comentando el estilo de Maupassant. El autor decía que Maupassant se dirigía a un
público francés que estaba entrenado para entender la lengua sale, “sucia”. Le reprochaba
de alguna manera que pusiera tanto énfasis en contenidos sensoriales en el argumento. No
criticaba los elementos técnicos. Más bien se preguntaba si los lectores ingleses estaban
preparados para eso, como sí lo estaban los lectores franceses, por razones de orden
cultural, de relación con el imaginario sexual, mucho menos explícito y más irónico en el
lector inglés que en el francés. Se refería al circuito público-autor-producto que tiene
mucha relación con la distribución del producto, el impacto y el énfasis que pueden
despertar culturalmente. Yo me pregunto la facilidad de acceso a un lector, que tiene una
narradora o una poeta en determinadas circunstancias. La declamación poética es casi
escenográfica, requiere un público, talentos histriónicos, una entonación para transmitir
un mensaje, se puede jugar mejor con las palabras, vocal y gestualmente. El contenido
lírico se presta a esto. La lectura poética, y me refiero a la que se realiza con toda
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sobriedad, es como una presentación dramática. Así era la función de los antiguos aedas
en los anfiteatros, en cambio no olvidemos que la novela nace de la épica tardía, con una
función menos sensorial y más testimonial de los tiempos históricos. Una narradora no
trabaja en un escenario y la lectura oral de un cuento aunque sea muy corto, no va a
convocar al público de la misma manera como lo hace el poema, ni va a producir la
misma sensación. Esto me lleva a pensar que tal vez la modalidad de entrada de la poesía
para un público lector de nivel universitario haya facilitado la posterior difusión. Además,
publicar plaquettes es menos complicado que libros. Y la publicación por sí misma, ya es
el primer paso hacia otras fuentes de estímulo, gratificación y reforzamiento de la
actividad artística. Bueno, estoy especulando y pensando en voz alta.
LRB: Creo que si hablamos por ejemplo de las obras muy publicitadas de Laura
Esquivel o de Isabel Allende, nos damos cuenta que ha habido toda esa preparación del
circuito y de la editorial que tú has mencionado, en el sentido de la difusión, la
comunicación inmediata y el impulso que se ha dado para que se lea y se conozcan las
novelas.
PD: Por ejemplo cuando una escritora lee tres buenos poemas y los sabe leer muy bien,
impacta en el escenario. Pero no me puedo imaginar a Laura Esquivel leyendo una novela
completa ante un público cautivo. Ni siquiera un capítulo si es que éste es extenso. La
gente se aburre con lecturas públicas de narraciones largas. A mí en general, las lecturas
narrativas, me parecen aburridísimas. Con todo esto me refiero a que las vicisitudes del
producto, poesía o narración, nos plantean condiciones de llegada al lector, en cierta
manera, particulares. Por otro lado, también están los tiempos de elaboración del
producto literario. Eso por supuesto depende mucho de las autoras. Pero creo que en
general, la narración necesita períodos más largos de elaboración. Tienes que tener
paciencia con el texto, tienes que dejarlo dormir tres semanas, meses, y volverlo a
retomar, pero siempre termina siendo la misma historia, aunque varíes los contenidos, los
personajes, en fin. En cambio percibo la elaboración lírica como más fugaz, más variada
en sus compromisos con el contenido simbólico, más independiente de la tiranía del
tiempo y de la memoria. Es muy difícil contestar esa pregunta, la he pensado muchas
veces. Habría que analizarlo comparativamente. Tal vez en México o en Chile ha sido
justamente al revés, y el nivel básico educativo del público te prepara culturalmente para
ingresar en el mundo de la narración.
LRB: En México hay una tradición de cuentistas, revistas especializadas sobre el cuento,
congresos literarios cada año en Puebla. Acá todavía no se ha llegado a ese nivel ¿no?
PD: Es una cuestión de mercado. Recuerdo una anécdota que contaba Truman Capote,
revelando que cuando aún era adolescente, recibió $100 por la publicación de su primer
cuento en una revista especializada. Eso le pareció en aquella época, una maravilla. Había
comenzado a escribir cuentos en el penúltimo año de bachillerato, tuvo un estímulo, le
gustó, y además accedió al público.
PD: Conversando con otras amigas, me decían que muchas habían comenzado a leer
literatura en la universidad. En mi familia en cambio, hubo una antigua tradición de
lectura, por generaciones. Mi padre tenía una biblioteca muy buena de literatura. No me
inicié con libros de aventuras, o con colecciones de literatura juvenil. Sino con los libros
de mi padre que yo elegía al azar. La primera historia que leí fue la de Nietochka
Nezvanova de Dostoievski que es una nouvelle, en donde, hasta lo que recuerdo, se
contaba la historia de una huerfanita y me sentía tan conmovida que lloraba cuando lo
leía. Tendría siete u ocho años, me enganché, seguí con El sepulcro de los vivos que fue
una cosa terrible. Empecé con Dostoiewski y acabé con Dostoiewski. Después, también
por azar, encontré un libro que estaba forrado con papel manteca y era Madame Bovary.
No tenía ni idea de quien era el autor, tampoco me interesaba, por supuesto. Al final del
libro de Flaubert, también lloré. Parece que era muy llorona en esa época. Por ejemplo El
jugador y El idiota de Dostoievski tenían un empaste muy bonito que me atraía. Mi padre
hacía anotaciones con lápiz en los márgenes de las novelas. Asunto que me producía
curiosidad porque eran las opiniones de mi padre sobre tal conducta o tal personaje, o
sobre un diálogo. Aunque ahora no soportaría leer un libro con tantas anotaciones, en
aquella época era como si leyera los libros, y simultáneamente, una serie de comentarios
relativos a la historia. Yo no pensaba igual que mi padre, así que de paso, mi lectura
dialogaba o polemizaba con él. Comencé a leer compulsivamente cuando estaba en
tercero o cuarto de primaria y desde entonces no paré porque eso era lo que más me
gustaba. Yo dejaba a los amigos o no iba al cine porque me fascinaba leer, era lo más
importante para mí. La gente en cambio, me aburría a morir. Tanto, que tenía que
esconderme en la azotea de mi casa para continuar leyendo, porque mi madre andaba
preocupada por mi insociabilidad con otros niños. Cualquier libro en general, de alguna
manera, podía terminar siendo interesante. Cogí el hábito de tomar un libro y no lo dejaba
hasta acabarlo. Mi papá tenía la costumbre de levantarse a las seis y media de la mañana,
salía a trabajar a las ocho, y dejaba cerrada la biblioteca con llave. No regresaba hasta las
nueve o diez de la noche. Nosotros, los niños, teníamos estantes de libros aparte, pero yo
quería leer los otros libros, los de mi papá. Entonces esperaba despierta hasta las once o
doce de la noche, en que él se iba a dormir, y entonces iba, y sacaba un libro. Por
ejemplo, recuerdo que leí Plexus de Henry Miller que estaba prohibido. Cuando lo leí, me
dije ¿por que lo habrán prohibido? me parecía más suave que los de Dostoievski. Seguro
que ni lo entendí entonces. Pero luego lo leí, otra vez, muchos años más tarde, cuando ya
estaba en la universidad. Y hasta ahora te puedo decir que no recuerdo ni de qué se trata.
En cambio las lecturas de otros autores, aparecen más nítidas, más cercanas a mi
memoria, debe ser, supongo, porque hay autores indelebles para una.
LRB: Pero cultivabas el interés por la literatura y la ficción.
PD: Un día leyendo algo, de pronto, pensé que tal vez el diálogo podía ser de otra forma.
Entonces me puse a hacer diálogos, pasé de la lectura a la escritura. ¿Por qué? supongo
que era una actividad lúdica, un juego. También tenía la costumbre de tener un diario que
cumplía una función catártica.
LRB: ¿Tal vez escribiste poesía en tu juventud?
PD: Algunos poemas en mi adolescencia. Pero la influencia de la narración era poderosa.
La biblioteca familiar, hasta donde recuerdo, sólo tenía novelas, cuentos, y libros de
Historia, de Geografía, de Derecho, en fin. Incluso libros curiosos, de viajes, Códigos
Militares, Filosofía, Criminología, ediciones príncipe, mi padre era bibliófilo. Mi madre,
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bibliotecaria, así que la casa nadaba en libros. Además había un culto particular por el
libro como objeto en sí mismo. Si había poesía, nunca la vi, o por alguna razón, no la leí.
Yo realmente he conocido la poesía cuando he entrado a la universidad. Pero mi primer
cuento lo hago cuando estaba en el colegio en el tercer año de media. Estudiaba en Las
Teresianas y en la hora del almuerzo una profesora leía uno de los capítulos. Después nos
preguntaba qué opinábamos de lo leído. Las chicas comentaban, o me preguntaban por tal
o cual personaje. Así me di cuenta que sí se podía escribir; de esa manera pasé de la
lectura a la escritura. Leía en esa época a Agatha Christie y George Simenon.
Probablemente su influencia hizo que mi primer cuento fuera policial. Hubo otros hechos.
Mi mamá, que era española, tenía amigos españoles que habían migrado de España
después de la guerra civil. También argentinos que habían salido de su país en la época
de Perón. Ellos nos contaban historias del ascenso de Perón, de las camisas pardas, de
Evita Perón. Eran antiperonistas. También anécdotas de la guerra civil española, los
bombardeos, las camisas negras, los nacionales, los falangistas. Yo se las repetía a las
chicas en el recreo, matizando, agregando cosas, exagerando, quién sabe. Después les
contaba también historias de la Revolución Francesa, de la biografía de Maria Antonieta,
cosas terribles de Robespierre, decapitaciones, ríos de sangre que corrían por las calles de
París. Y de paso leía las biografías de Marat, de Luis XVI, los Borbones y las convertía
en sucesos truculentos, que hacía que mis amigas no pudieran creer en tanto horror. Pero
la mayoría eran hechos históricos. Los nazis también eran fuente de sucesos terroríficos.
Comencé con la biografía de Hitler de Allan Bullock que todavía la debo tener por ahí, e
inicié una serie de lecturas sobre los juicios de Nüremberg, los crímenes nazis, y otras
que me permitieron documentarme de información. Cuanto más detalles les contaba, se
despertaba mayor interés. Y sobre todo, cuando dejaba la historia inconclusa, hasta el día
siguiente. Eso me entretenía, supongo.
LRB: ¿Cómo consideras el paso de La premeditación y el azar a Ave de la noche?
P.D: Es verdad que existe una evolución entre el primer libro y el segundo, a nivel del
lenguaje. Es un poco más cuidadoso en el segundo, sobre todo en la limpieza de la
edición. A mí me gustan mucho los argumentos del primer libro. Sigo manteniendo un
cierto estilo entre el primer y el segundo texto, los intereses también son los mismos.
LRB: Viendo tu primer libro a primera vista parece que hay mucha experimentación
formal.
PD: Utilizaba técnicas más variadas. El segundo recurre menos a la profusión técnica.
Noto una evolución, en este sentido.
LRB: Si tendrías que trazar algunas de las líneas temáticas en tu escritura, ¿cuáles
serían?
PD: Creo que la línea que se mantiene en general, es una indagación que cruza los
proyectos personales, con las circunstancias históricas exteriores del mundo. Una se
imagina una vida para sí misma, pero de pronto, una serie de hechos pueden hacernos
cambiar de rumbo fortuita o desafortunadamente. Tal vez el aspecto temático que tiene
continuidad en mi escritura, es la transformación perenne entre el proyecto de vida
imaginado y el contexto que nos rodea y que se impone. Por eso quizás, algunos
personajes parecen estar abrumados por su experiencia cotidiana. También me interesa
muchísimo el trabajo de la construcción del personaje. La teoría clásica del cuento
atribuye gran importancia a la acción y el tema. Para mí, es importante el personaje. Creo
que técnicamente no hay una buena teoría narrativa sobre la construcción del personaje,
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eso se trabaja mucho mejor en el teatro. Los buenos libros y las buenas historias tienen
mucho que ver con lo que los personajes nos han dejado en la conciencia. Puedo no
acordarme de la historia de un libro, pero me acuerdo de Ana Karenina. Puedo no
acordarme de la novela de Mario Bellatin, Damas chinas, la imagen de la historia se ha
borrado, pero me queda la figura del protagonista, un ginecólogo aséptico de
movimientos controlados.
LRB: Para construir a tus personajes ¿tienes preferencias particulares por la edad o el
género o la cosmovisión, qué es lo que te importa?
PD: Sigo lo que indica Virginia Woolf acerca de la androginia en la creación artística.
Creo que un buen artista tiene que ser andrógino. Por ejemplo, yo me identifico con Ana
Karenina. No tiene importancia si el personaje ha sido elaborado por un autor o una
autora. Lo valioso es que ése creador ha tenido el talento suficiente como para que
lectores y lectoras encuentren las identificaciones suficientes para satisfacerse
literariamente. Así, Karenina es un personaje que elaboró un hombre, teniendo la
sensibilidad andrógina necesaria para ser capaz de colocarse en los sentimientos de la
mujer. En el caso de las mujeres autoras, tenemos que sentir la necesidad de colocarnos
en la piel de un hombre, cuando el personaje es masculino. Tal vez yo he tenido más
dificultad de trabajar con la primera persona, porque tengo que ser mucho más cuidadosa
para evitar que se escapen, contrabandeados, asuntos míos y no del personaje. Bueno, eso
también es muy relativo. A veces los personajes se nos escapan. Y es bueno que eso
suceda, siguen su ley. Lo importante es ser conscientes que existen peligros técnicos en el
proceso narrativo, asuntos prácticos o más complejos. Por ejemplo, no crear
incongruencias en la evolución de un personaje. No puede ser que un día un tipo honesto,
con ética, se convierta súbitamente en un asesino en serie ¿no? eso tiene que estar
sembrado de alguna manera. O por lo menos, dejar la sombra de la posibilidad. En
general, creo que el uso de la primera o tercera personas es relativo a la historia. No tengo
preferencia por los personajes mujeres u hombres. Creo que puede ser una limitación
plantearse de antemano una selección de ese tipo. Por supuesto que ello depende de la
naturaleza del argumento. Marguerite Yourcenar eligió un personaje hombre, optando por
Adriano porque el universo de las mujeres era más limitado en la época histórica en
donde estaba contextualizada la historia. Ella señala en Apostillas sobre las Memorias de
Adriano, que su selección fue intencional.
LRB: ¿Cómo construyes el medio ambiente, tiene que ver con el contexto peruano,
limeño?
PD: No necesariamente. El motivo evocador puede ser una imagen, una fotografía, una
historia que he escuchado, algo que he leído, una leyenda... Y el contexto puede ocurrir
en diferentes lugares y tiempos, porque en realidad, uno de los aspectos que más me
interesan, son los relativos al personaje, repito. Sin embargo los ambientes o contextos
tienen que ser empáticos para mí. Por ejemplo, no escribiría por ahora, sobre las
comunidades andinas. Es un mundo que en este momento, veo distante. En cambio la
selva me resulta por alguna razón desconocida, más estimulante. Cuando la cultura
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resulta distante, necesito un trabajo técnico muchísimo mayor. Tengo que darle más
vueltas al asunto, sentir el texto, me demoro más, hasta que por fin aparezca el enganche.
Eso puede demorar años. Para mí, tiene que ver más con la empatía personal que con la
cuestión técnica. Puede ser que el contexto no me resulte muy atrayente, pero si la
historia me resulta tremendamente motivadora, entonces trabajo el contexto una y otra
vez, hasta que me resulte satisfactorio, hasta que le encuentre el feeling, como se dice.
Técnicamente hablando, existe cierta ventaja con los textos históricos. Porque hay una
distancia. Una tiene una visión más completa de hechos que ya ocurrieron en la historia;
en cambio, la temporalidad que una está viviendo, siempre tiene muchas aristas, nuestra
visión es más fragmentada.
LRB: En algunos de tus títulos incluyes Londres, Dörtmund, Washington, etc...
PD: Relatos fuera del ámbito peruano requieren otra contextualización. También me
gusta la narración histórica.
LRB: Bueno te viene de tus lecturas infantiles, ¿no? ¿Me puedes hablar de la reflexión
crítica que tuvo tu primer libro?
PD: El primer libro, creo que tuvo buena acogida. Me siento muy satisfecha, pienso que
la reflexión fue buena.
LRB: ¿Qué es lo que subrayan en cuanto a tu aporte?
PD: Las reseñas publicadas relevaban el que no fueran tributarios de la tradición realista
peruana. El libro fue publicado en una época en que los narradores cuestionaban de
alguna manera esa fuerte tradición. Tuvo una circulación, muy reducida. Se imprimieron
500 ejemplares.
LRB: ¿Y el segundo?
PD: 1,500 ejemplares, porque fue ganador de un concurso de cuentos.
LRB: Háblame un poco de los títulos. La premeditación y el azar parece muy reflexivo y
Ave de la noche muy poético.
PD: El primero lo elegí yo, y como te decía antes, se refiere a la contradicción entre los
proyectos trazados y la realidad que nos envuelve. El segundo tenía como título Palabra
errante, me daba idea de movimiento, de tránsito, como las historias que son variadas y
tienen diferentes contenidos temáticos. Pero la editorial consideró que era más comercial
Ave de la noche. Yo hice una encuesta entre mis amigos y se inclinaron
abrumadoramente por Ave de la noche, entonces dije, me da igual que cambien el título
del libro. Hubiera sido diferente que cambiasen el título de un cuento.
que trabajan proyectos de mujeres y con mujeres, es mucho más fluido que el de otras
instituciones y concursos. Hay muchas mujeres que se interesan por las publicaciones de
Flora, por la problemática de género y de paso tienen más acceso a la información sobre
el concurso. Se difunde en un circuito focalmente dirigido a mujeres. Por otro lado, Flora
es una institución feminista, afín a otras en América Latina. La difusión se hace a través
de estas afinidades. Pero hay otros concursos, por ejemplo el de la revista Caretas. Los
concursos en general tienen valores relativos. En los resultados finales hay mucho de
azar, de subjetividad. Otro tópico en este asunto de los concursos es la composición
masculina y/o femenina del jurado. Si un jurado calificador está formado por cinco
escritores una podría deducir que tendrán una orientación estética marcada por el género.
No sé cuán determinante sea. Pero el mundo está hecho por hombres y mujeres. ¿Por qué
un jurado debería estar formado sólo por hombres? En este aspecto, cuando se trata de
opiniones colectivas, siempre he pensado que debería haber preocupación por matizar
los juicios estéticos por género. Por lo menos así, la elección podría ser más
representativa teniendo en cuenta la complejidad de la socialización masculina y
femenina. Yo recuerdo una época en que trabajaba educación sexual con maestros de
secundaria y se formaban grupos con los participantes, las discusiones y los intercambios
eran más ricos y vitales cuando se mezclaban los hombres y las mujeres. Lo contrario era
monocorde, idealista, descontextualizado de la realidad.
LRB: Si me hablas de los talleres de escritura, ¿cómo funcionan en las instituciones
universitarias o en otras instituciones?
PD: Depende mucho del que dirige el taller, más que de la estructura del taller. Si hay un
escritor que está comprometido con la actividad y sabe ser paciente, porque también tiene
que ser docente, entonces es el gancho ideal para un escritor novel, que requiere de
ciertas indicaciones que jamás ninguno de sus amigos del bar o de la cantina le van a
decir. En ese sentido sí tienen mucho valor.
LRB: ¿Tienes otros proyectos de escritura o de publicación?
PD: Tengo el proyecto de un libro de quince cuentos que ya está terminado, pero los
cuentos los estoy publicando anticipadamente en antologías. Tengo también una novela,
que estoy escribiendo.
LRB: Para tu nuevo libro de cuentos, ¿podrías adelantarnos qué orientación vas a
tomar?
PD: Es la misma del segundo. Combino algunos cuentos que tienen corte histórico con
otros que son de vida cotidiana. Me interesan las decisiones morales y el significado del
mal. Una historia que me gustó, que me parece fascinante y me tomó mucho tiempo es la
crónica del Padre Biedma, un misionero franciscano que fue calificado por Raimondi
como el gran descubridor de la selva central, el Colón de esa región. Descubrió el río
Tambo y el Ucayali. Tuvo una vida azarosa, se dedicó durante cuarenta años a buscar el
reino del Enim a partir de informaciones que recogió en sus viajes. Los nativos decían
que el reino del Enim tenía construcciones más grandes que las de la ciudad del Cusco.
Supuestamente la población del Enim doblaba la población cuzqueña. El Padre Biedma
se pasó la vida tratando de convencer a sus superiores franciscanos de la existencia de tal
reino y tal cantidad de almas. Puesto que en la época, si existía la probabilidad de
encontrar una buena cantidad de almas susceptibles de ser evangelizadas, entonces era
más fácil conseguir una inversión presupuestal para vituallas, hombres, caballos,
permisos para las expediciones etc; lo cierto es que el reino del Enim nunca existió. Era
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en realidad, el valle del río Ene. Lo práctico es que Biedma tuvo una especie de Itaca, una
meta heroica alrededor de la cual orientó su pasión y su existencia. Lo que me interesaba
del hombre era ese ímpetu para luchar en la selva, soportar el calor vestido con el pesado
sayal franciscano, estar en el monte y a pesar de las derrotas, de los retrocesos, de las
negativas y las incomprensiones, continuar. He leído las Crónicas del Padre Biedma y lo
que he podido encontrar sobre el personaje.
LRB: ¿Cómo descubriste al personaje?
PD: En la época de Sendero en el 93, estaba trabajando en la selva central con UNICEF y
me quedé varada en la ciudad de Satipo, porque hubo un huayco con tormentas y una
lluvia infernal. No se podía salir de la ciudad ni por tierra ni por aire. Mucho menos por
la carretera que estaba bloqueada por lodazales. No había teléfono, se cortaron las
comunicaciones y yo sólo había llevado cinco libros. Me los leí todos. Lo único que
conseguí con grandes esfuerzos fueron ejemplares antiguos de la revista Caretas.
Recuerdo que leía con detenimiento hasta los anuncios comerciales que generalmente
nunca leo. El plato de fondo eran los editoriales. Pero las revistas se acabaron y mi vicio
por la lectura me empujó a buscar algo. Me dije, voy a leer sobre la selva. Me fui a la
biblioteca y sólo tenían libros para estudiantes de quinto de secundaria. Al final terminé
leyendo unas tiras cómicas locales y un librito publicado muy artesanalmente sobre los
primeros colonos de Satipo. Así descubrí la historia del Padre Biedma, que desde el
primer momento me pareció alucinante. Pensé que era desconocido por los habitantes del
lugar y resulta que no, lo conocían bastante. Murió en el siglo XVII y hablaban de él
como si hubiera muerto treinta años atrás. Era una especie de personaje mítico, de
leyenda, fuera del tiempo.
LRB: ¿Y cómo combinas los documentos históricos con tu propia versión narrativa?
PD: Leo las crónicas que puedo conseguir. Luego intento hacer una búsqueda
bibliográfica lo más exhaustiva posible. Inclusive me fui al convento de Ocopa en
Huancayo, revisé documentación. Hice mi fichado, leí bibliografía amazónica sobre los
Franciscanos, es decir, un trabajo de información básica y después tuve que darle la
vuelta a la historia. Tengo que encontrar el hilo, un punto exacto para ver de dónde
puedo partir. Así descubro la anécdota, un hecho que a lo mejor es intrascendente, pero lo
que importa es que para mí sea empático. Encontraba episodios extraños, que podían ser
muy ficcionales, pero no me resultaban empáticos. Por ejemplo, la anécdota de un padre
franciscano a quien antes de morirse, le encendieron cirios y los cirios se apagaron. Se los
volvieron a prender y se apagaron de nuevo, como tres veces. El hecho fue interpretado
por los franciscanos como un signo divino de la persistencia de vida en el enfermo. Esta
historia daba para elaborar una intriga, pero no me llegaba. Entonces sigo buceando.
Tengo que encontrar la imagen, fantasear sobre la época, el personaje, comprender cómo
vivía, qué comía, cómo vestía, qué sentía, qué podía haber pasado por su mente, sus
sentimientos y emociones. Cuáles eran sus miserias, sus ilusiones, sus mezquindades.
Sobre qué meditaba cuando caminaba por los parajes selváticos. Qué pensaba cuando
recibía las cartas de rechazo de sus superiores. Cuando lo trasladaban de una zona a otra
sin consultarle. Cuando estaba perdido en la selva. En ese sentido me resultó útil un libro
que encontré sobre las mentalidades religiosas de la época. Y cuando tengo todos esos
datos, ya estoy más o menos empapada, como que puedo olfatear al personaje y su
historia, me muevo por aquí, por allá, en mi imaginación, especulo, pienso, sospecho.
Como si yo fuera una especie de perro de caza que está buscando una presa. Esa presa es
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la intriga que necesito, la anécdota especial. Busco y ausculto el punto a partir del cual
parto. Hago una historia, me digo no está bien, la deshecho, y otra, y otra, hasta seis,
hasta que enganche con el punto. No tengo explicación técnica para eso, tengo que
enganchar con un punto. Desconozco el origen de las motivaciones, del enganche.
LRB: Lo que me estás diciendo es que tus cuentos nacen de una profunda búsqueda
bibliográfica en donde prima la contextualización histórica...
PD: Eso cuando se trata de relatos históricos, especialmente. Por ejemplo tengo un
cuento sobre Colón que tiene un tono irónico. Ahora lo leo y me parece tan sencillo,
como si hubiera sido escrito de un tirón. Pero en su momento, tuve que leer los diarios de
Hernando Colón, crónicas de Pané, biografías, etc... menos mal que coincidió con un
curso que estaba llevando sobre literatura colonial. Eso me permitió tener acceso a
información un poco más especializada. Para hacer sólo dos páginas tengo que
informarme y leer. Sí, tengo que contextualizarme y eso para cualquier personaje. Si
estoy trabajando sobre un personaje de tráfico aéreo, tengo que ir a una oficina de tráfico
aéreo, entrevistarme con alguien, hacer un trabajo casi de periodista. Tengo que poder
imaginarme al personaje, como te decía. Estar en su piel. Imaginarme a su familia, su
rutina diaria, su desidia, sus pasiones. Si no me meto en él, en sus interioridades, no
puedo escribirlo.
LRB: Entre los escritores peruanos hay excelentes cuentistas, ¿tú te has alimentado de
ellos?, o ¿tienes otras influencias?
PD: Hemingway, Nabokov, Salinger, Malamud, Chejov, Maupassant, Arlt, Onetti, etc;
Borges, y Cortázar como parte de una tradición. Entre los peruanos algunos cuentos de
Ribeyro. Pero no es un escritor que me fascine, especialmente. Ahora estoy pensando en
uno que me parece buenísimo, El joche, de Gálvez Ronceros. Hay muchos escritores
peruanos con gran producción de cuentos, Zavaleta acaba de publicar dos tomos de
ochocientas páginas. Mis influencias deben haber sido tantas que si enumero los
escritores o escritoras que me gustan o que he leído, bueno, es una lista larga. Mi
formación es bastante heterogénea, en cuento, en novela. Peruana, europea, en fin. Ni yo
misma sé cuál más o cuál menos.
LRB: Muchos cuentos de Ribeyro son de corte realista ¿no?
PD: Sí, pero también tiene cuentos fantásticos. A mí me gustan sus cuentos fantásticos.
LRB: ¿Y utilizas las técnicas de lo fantástico?
PD: En algunos cuentos.
LRB: ¿Qué es lo que te daría la literatura fantástica que no te da la realista?
PD: El extrañamiento, esa sensación de distancia, fuera del mundo material. El juego de
verosimilitud que tiene toda literatura fantástica, me parece un acertijo por resolver. Pero
aparte de eso, también siento atracción por aspectos discursivos en la narración, por lo
que se llama la literatura del conocimiento.
LRB: ¿Podrías elaborar un poco a qué te refieres cuando hablas de la literatura del
conocimiento?
PD: Que el relato trascienda lo que es una simple crónica de sucesos. De episodios
comunes, anecdóticos. Hay escritores que escriben como si estuvieran haciendo
periodismo. La literatura tiene un trabajo de lenguaje, que también es figurativo y
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además, si me hace pensar o reflexionar sobre mí, o sobre mi vida, la valoro más. Para
mí eso es parte de la diversión, del entretenimiento. La posibilidad de abstracción que me
da la literatura, a nivel del conocimiento, me enriquece. Eso depende de cada lector.
LRB: Puedes decir si tu formación académica como psiquiatra, ¿te ayuda en tu trabajo
creador? Cuando hablabas de la mayor opción por los personajes y no por la acción,
me pregunto si te viene de tu formación académica.
PD: Puede ser, no lo considero determinante. Más que la formación académica está la
curiosidad por determinados aspectos de la vida. Me interesan las personas, cómo viven,
qué sienten, qué piensan, por qué hacen tal cosa, qué motivaciones básicas las empujan a
llegar a este lugar, por qué se encontraron aquí, hoy día. No necesito ser psiquiatra para
especular sobre estos tópicos ¿no? Tal vez eso sí me condujo a estudiar Psiquiatría, pero
no fue eso lo que me condujo a trabajar la Literatura. De todas maneras la medicina te
deja una marca de fuego. Quien ha pasado por la medicina, no la olvida. No creo que
exista otra tarea que esté tan ligada a situaciones fundamentales de la condición humana:
el nacimiento, la enfermedad y la muerte. Pero no es como un periodista. Para el médico,
la cercanía a la vida y a la muerte tiene un fin terapéutico, de transformación o
acompañamiento. No es un espectador o testigo que narra. Es un sujeto que interviene
activamente en los hechos.
LRB: ¿De qué manera piensas que aportas algo a la literatura peruana contemporánea?
PD: En realidad no estoy ahora en condiciones de aportar nada a la literatura peruana, ya
se verá. Tampoco es algo que me interese. Una escribe porque lo necesita y punto. Lo
demás viene por añadidura o no viene. A mí me da igual. Creo que para contestar a una
pregunta semejante, se debería ver el conjunto de una obra, una trayectoria, un tiempo.
LRB: ¿Hay aspectos biográficos o autobiográficos que podrían ser considerados en tu
obra o no son puntos que te interesan?
PD: No son puntos que me interesen, pero definitivamente entre el narrador y el autor
hay una relación, todos los hechos que motivan la historia tienen que ver con la
experiencia diaria y en ese sentido, sí. Pero que me haya interesado contar un aspecto
específico de mi vida, no. A mí lo que me interesa es la calle, lo que pasa ahí, o lo que ha
pasado antes. No parto de una franja de mí misma, parto de mis franjas en general, tengo
como ochenta. Bueno, no me he detenido a pensar en eso.
LRB: Parece que la literatura de algunos escritores bastante conocidos en Perú tiende
últimamente a la infancia, a la biografía; y me pregunto si esta tradición está presente
en las escritoras, ¿se interesan por lo autobiográfico?
PD: Estaba leyendo un artículo de Jorge Bruce sobre Como un pez en el agua de Vargas
Llosa, y el autor señalaba que la publicación de diarios o memorias, tienen relación con la
historia del Perú de los últimos quince años, con la experiencia de vivir en un país sin
esperanzas, con lo que implicó la presencia del conflicto armado, de Sendero Luminoso,
la crisis económica, etc; condiciones materiales que hicieron que los escritores se
volvieran más hacia sí mismos y sus interioridades, frente a un mundo exterior con
perspectivas oscuras o desalentadoras. Pienso que además podría tener relación con la
edad, con aspectos generacionales.
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