Una vez Felipe la tortuga se alejó de su mamá y tenía mucho miedo de nadar sólo en el mar. En su camino se encontró con Teo el tiburón, que un gran sustó le pego al mostrarle todos sus dientes, que casi se desmayó. Teo lo calmo y le contó que también se había perdido y buscaba a su mamá y juntos se fueron a recorrer el mar. Viajando vieron icebergs helados y a las focas nadar. Comieron mucho pescado y algas, pero nadie información les pudo dar. Luego se fueron cerca de una isla donde el frío se pudieron quitar y se encontraron con una gaviota que los quería ayudar. Ella recorrió el océano por los aires buscando a sus mamás, preguntando a otras gaviotas si las habían visto pasar. Como nadie las había visto se pusieron a llorar y encontraron a unos delfines y les preguntaron: - ¿ Dónde más podemos buscar? Y los delfines juguetones al arrecife los mandaron a buscar. Al llegar al arrecife las buscaron como desesperados, pero no las encontraron y las medusas bailarinas les dijeron como llegara a otro arrecife de coral. En el camino se encontraron a Rosita una joven ballena, quien les dijo que en un barco abandonado se reunían los animales que buscaban a alguien. Se fueron con Rosita quien los guió al barco, pero en el camino una tormenta los atrapó. Cuando paso la tormenta vieron a su amiga la gaviota que les contó, que le dijeron que unas mamás perdidas estaban en el barco hundido y que fueran a buscar. Armados de valor se fueron al barco a buscar a sus mamás, pero tenían mucha hambre y en el camino se detuvieron a comer para tener fuerzas. Con la panza llena nadaron hasta el barco, habían muchos peces y no se podían acercar. Gritaron con todas sus fuerzas el nombre de sus mamás y al ver su tristeza todos los comenzaron a ayudar. Al fin aparecen sus mamás llenas de felicidad, dándoles muchos abrazos y besos, y regañándolos por alejarse de ellas.