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Egon G. Guba
Yvonna S. Lincoln*
*
Guba, E. G. y Lincoln, Y. S. (1994) “Competing Paradigms in Qualitative Research” en Denzin, N. K. y Lincoln,
Y. S. (eds.) Handbook of Qualitative Research. California: Sage Publications.
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NOTA DE LOS AUTORES: Estamos muy agradecidos a Henry Giroux y Robert Stake por sus críticas muy
útiles de una primera redacción de este capítulo.
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La distinción entre cuantitativo y cualitativo
Una variedad de problemas implícitos han salido a la superficie para desafiar el saber
convencional. He aquí la descripción de algunos de ellos:
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“New kids on the blocks”.
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Despojar de contexto. Las aproximaciones cuantitativas precisas, que se enfocan en un
seleccionado conjunto de variables, necesariamente “despoja” de consideración, a través de
controles apropiados y aleatoriedad, otras variables que existen en el contexto, que podrían
alterar grandemente los resultados, si se les permitiera ejercer sus efectos. Más aún, tales
diseños excluyentes, al tiempo que incrementan el rigor teórico de un estudio, restan valor a
su relevancia, es decir, su aplicabilidad o generalización, porque sus resultados pueden ser
aplicados apropiadamente sólo en otras situaciones limitadas de manera similar o despojadas
del contexto (otro laboratorio, por ejemplo). Los datos cualitativos, se argumenta, tienen la
capacidad de reparar este desbalance proveyendo información de tipo contextual.
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Críticas externas (extraparadigma)
La carga de valor de los hechos. Puesto que teorías y hechos no son independientes, al
igual que valores y hechos, bien puede argumentarse que las teorías son en sí mismas
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Muchas de las objeciones que se enumeran aquí fueron primero enunciadas por los mismos positivistas:
Verdaderamente, debemos afirmar que la posición postpositivista representa un esfuerzo por transformar el
positivismo en maneras que toman en cuenta estas mismas objeciones. La posición positivista ingenua, que va del
siglo XVI al XIX, no es más sustentada por nadie, ni aunque se conozca casualmente estos problemas. Aunque
que concedamos que la posición postpositivista, como la enunciada, por ejemplo, por Denis Philips (1987,
1990a, 1990b) representa una considerable mejoría sobre el positivismo clásico, falla en hacer una ruptura
limpia. Representa más bien un tipo de “control de daños”, más que una reformulación de principios básicos. La
noción de que estos problemas requerían un cambio de paradigma fue reconocida pobremente antes de la
publicación del trabajo señero de Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolution (1962, 1970), e incluso
luego se avanzó pero lentamente. De cualquier forma, las contribuciones de las críticas pre-khunianas deben ser
reconocidas y aplaudidas.
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proposiciones de valores. De esta manera, “hechos” comúnmente aceptados son vistos no sólo
a través de una teoría-ventana sino a través de valores-ventana también. La postura libre de
valores propia de la perspectiva aceptada queda así comprometida.
Un paradigma puede ser visto como un set de creencias básicas (o metafísicas) que
tienen que ver con principios últimos o primeros. Representa una cosmovisión que define,
para quien la sostiene, la naturaleza del “mundo”, el lugar del individuo en ella y la posible
relación frente a ese mundo y sus componentes, como por ejemplo, lo hacen las cosmologías y
las teologías.3Las creencias son fundamentos en el sentido de que deben ser aceptadas
simplemente por la fe (aunque se las argumente bien): No existe una vía para establecer su
veracidad última. Si existiera, los debates filosóficos reflejados en estas páginas ya habrían
sido resueltos hace milenios.
Los paradigmas de investigación definen para los investigadores aquello que tienen
entre manos y qué cae dentro y fuera de los límites de una indagación legítima. Las creencias
básicas que definen los paradigmas de indagación pueden resumirse por las respuestas que
den los proponentes de un paradigma dado a tres preguntas fundamentales, que están
interrelacionadas de tal modo que la respuesta que se dé a cada una de ellas, tomadas en
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Robert Stake nos recordó (comunicación personal, 1993) que el paisaje de paradigmas que presentamos aquí no
debería “excluir el punto de vista de que existen mundos dentro mundos, en un proceso sin fin, y cada de ellos
posee su propio paradigma. Los infinitesimales tienen también su propia cosmología”.
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cualquier orden, circunscribe cómo deben ser respondidas las otras. Hemos seleccionado un
orden que creemos refleja una primacía lógica (si es que no necesaria):
Estas tres cuestiones sirven de principal foco alrededor del cual vamos a analizar cada
uno de los cuatro paradigmas a ser considerados.
Hemos puesto de relieve recién que los paradigmas, como un conjunto de creencias
fundamentales, no están sujetos a comprobación en un sentido convencional: No hay forma de
poner uno por encima de otro sobre la base de criterios últimos, fundacionales. (Deberíamos
notar, de todos modos, que este estado de la situación no nos destina a una posición
radicalmente relativista: véase Guba, 1992). En nuestra opinión, cualquier paradigma dado
representa simplemente el más elaborado e informado punto de vista que sus proponentes
estan en capacidad de argumentar, una vez elegido el camino para responder a esas tres
cuestiones definitorias. Y sostenemos que, en todos los casos, estas respuestas son
construcciones humanas; vale decir, se trata de invenciones de la mente humana y, por tanto,
materia de posible error humano. Ninguna construcción es o puede resultar
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incontrovertiblemente correcta; quienes invocan una construcción particular deben confiar
más en la persuasión y la utilidad más que en las pruebas para argüir respecto de su posición.
Lo que es cierto de los paradigmas es también cierto de nuestro propio análisis. Todo
lo que digamos subsecuentemente es también una construcción humana: nuestra construcción.
El lector no está obligado a aceptar nuestro análisis, o nuestros argumentos, sobre la base de
una lógica incontestable o una evidencia indisputable: Sólo podemos esperar ser persuasivos y
demostrar la utilidad de nuestra posición dirigida —podríamos decir— a la arena de la política
pública (Guba & Lincoln, 1989; House, 1977). Sólo nos limitamos a pedirle al lector que
suspenda su incredulidad hasta que nuestros argumentos se completen y puedan ser juzgados
como un todo.
Comenzamos nuestro análisis con descripciones de las respuestas que creemos los
proponentes de cada paradigma harían a estas tres cuestiones señaladas antes. Estas respuestas
(elaboradas por nosotros) se muestran en la Tabla 6.1., que consiste de tres filas
correspondientes a las cuestiones ontológicas, epistemológicas y metodológicas y cuatro
columnas que se refieren a los cuatro paradigmas en discusión. El término positivismo denota
la “perspectiva aceptada” que ha dominado el discurso formal en la física y las ciencias
sociales por 400 años, y el postpositivismo representa esfuerzos de las últimas décadas
pasadas por responder de una forma limitada (es decir, permaneciendo esencialmente dentro
de las creencias básicas del modelo) a las críticas más problemáticas al positivismo. El
término teoría crítica es (para nosotros) un término abarcador, que denota un grupo de
algunos paradigmas alternativos, que aluden adicionalmente (pero no de forma exclusiva) a
neo-marxismo, feminismo, materialismo e investigación participativa. Verdaderamente, la
teoría crítica puede en sí misma dividirse de forma práctica en tres subcorrientes: el
postestructuralismo, el postmodernismo y una mezcla de ambas. Cualesquiera sean sus
diferencias, el presupuesto y punto de partida común de estas tres variantes es la naturaleza
cargada de valor de la investigación - lo que significa una diferencia de carácter
epistemológico. Nuestra agrupación de estas tres posiciones en una categoría singular requiere
un llamado de atención: No pretendemos hacer justicia a cada punto de vista individual. El
término constructivismo denota un paradigma alternativa cuyo presupuesto y punto de ruptura
inicial es el desplazamiento de una ontología realista a una relativista. Estas posturas se van a
aclarar en las subsiguientes exposiciones.
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TABLA 6.1. Creencias básicas (Metafísicas) de paradigmas de perspectiva
aceptada e investigación alternativa
Columna 2: Postpositivismo
Ontología: Realismo crítico. Se asume que la realidad existe pero sólo es aprehensible
de manera imperfecta debido básicamente a falencias de los mecanismos intelectivos del
hombre o bien porque los fenómenos naturales no son controlables. Se etiqueta esta ontología
como realismo crítico (Cook & Campbell, 1979) debido a la posición de quienes la proponen,
que reclaman que la realidad sea objeto del más amplio análisis crítico posible con el fin
aprehenderla de la forma más precisa posible (aunque nunca perfectamente).
Ontología: realismo histórico. Se asume una realidad aprehensible, que alguna vez fue
plástica, pero que con el tiempo fue moldeada por una serie de factores sociales, políticos,
culturales, económicos, étnicos y de género, y se cristalizó (reificó) en una serie de estructuras
que ahora (inapropiadamente) son tomadas como “lo real”, es decir, como naturales e
inmutables. Para todo fin práctico las estructuras son “reales”, una realidad virtual o histórica.
Epistemología: Transaccional y subjetivista. Se considera que el investigador y el
objeto investigado forman una cadena interactiva, con los valores del investigador (y de los
“otros” en una situación específica) influenciando inevitablemente la investigación. Los
resultados de ese proceso están mediados por los valores. Nótese que esta posición desafía de
manera efectiva la tradicional distinción entre ontología y epistemología; lo que puede llegar a
conocerse está indisolublemente entrelazado con la interacción entre un investigador
particular y un objeto o grupo particular. La línea de puntos que separa las filas de la
ontología y la epistemología de la Tabla 6.1 intenta reflejar esta fusión.
(Para una mayor discusión de la teoría crítica, véase contribuciones de Olesen, capítulo
9 de este volumen; Stanfield, capítulo 10 y Kincheloe & McLaren, capítulo 8).
Columna 4. Constructivismo
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Epistemología: Transaccional y subjetivista. Se da por por supuesto que el
investigador y el objeto de investigación se encuentran relacionados de forma interactiva, de
tal modo que los “resultados” son literalmente creados a medida que la investigación sigue
adelante. También desaparece la distinción convencional entre ontología y epistemología, al
igual que en el caso de la teoría crítica.
(Para una mayor explicación acerca del constructivismo véase también Schwandt,
capítulo 7 de este libro).
Habiendo anotado brevemente las posiciones que los proponentes de cada paradigma
desarrollan respecto de las tres cuestiones definitorias, resulta útil observarlas
transversalmente, para compararlas y contrastarlas.
Ontología
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Epistemología
Metodología
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TABLA 6.2. Posiciones de los paradigmas en tópicos prácticos selectivos
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Fila 2: ¿Cuál es la naturaleza del conocimiento?
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Fila 4: ¿Qué criterios son los apropiados para juzgar la bondad o calidad de una
investigación?
Teoría crítica. Las cuestiones éticas son más cercanamente intrínsecas a este
paradigma, en cuanto implica un intento de erosionar la ignorancia y la carencia de
entendimiento y tomar plenamente en cuenta los valores y la situación histórica concreta del
proceso de investigación. Así, existe una propensión moral a que el investigador sea revelador
(en el sentido riguroso de “aprobador totalmente informado”), más que decepcionante. Por
supuesto, estas consideraciones no impiden una conducta falta de ética, pero proveen algunas
barreras que, formando parte del proceso, la hacen más difícil.
Constructivismo. Los problemas éticos son también intrínsecos a este paradigma, por
la inclusión de los valores de los participantes en la investigación (empezando con las
construcciones de los que responden y trabajan en vistas a la elaboración de una mayor
información y sofisticación en sus construcciones, así como en las del propio investigador).
Hay un incentivo —una tendencia del proceso— hacia la revelación; ocultar los propósitos
del investigador destruye la finalidad de descubrimiento y mejoramiento de las
construcciones. Además, la metodología hermenéutica y dialéctica en sí misma provee una
fuerte, aunque no infalible, salvaguardia contra la decepción. De cualquier manera, las
intensas interacciones personales que requiere la metodología puede producir problemas
especiales y a menudo duros de confidencialidad y anonimato, así como otro tipo de
dificultades interpersonales (Guba & Lincoln, 1989).
Teoría crítica. La voz del investigador es la del “intelectual que transforma” (Giroux,
1988), quien posee una conciencia expandida y por eso está en posición de confrontar a la
ignorancia y la falta de entendimiento. El cambio se facilita cuando los individuos desarrollan
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una mayor conciencia acerca de las condiciones realmente existentes de su situación (la
naturaleza y el grado de su explotación) y son estimulados para actuar sobre ella.
Teoría crítica y constructivismo. Los que se inician deben, primero que todo,
resocializarse respecto de su temprana y normalmente intensa exposición al punto de vista
perceptivo de la ciencia. Esta resocialización no puede elaborarse de forma más compleja sin
un aprendizaje de las posiciones y técnicas del positivismo y el postpositivismo. Los
estudiantes deben llegar a apreciar las diferencias de paradigmas (resumidas en la Tabla 6.1)
y, en ese contexto, manejar con maestría tanto los métodos cualitativos como los
cuantitativos. Lo primero es esencial debido a su papel en la implementación de metodologías
dialógico-dialécticas y hermenéutico-dialécticas; y lo último también, porque pueden
desempeñar un rol útil de información acerca de todos los paradigmas. También se les debe
ayudar a entender la historia y estructura social, política, cultural, económica, étnica y de
género que sirve de contexto a sus investigaciones; asimismo, tienen que incorporar en su
trabajo los valores del altruismo y el fortalecimiento del poder en los otros.
Teoría crítica y constructivismo. Los que proponen estos dos paradigmas están unidos
en afirmar una básica in-conmensurabilidad de los paradigmas (aunque estén de acuerdo en
que el positivismo y el postpositivismo sean conmensurables entre sí, al igual que la teoría
crítica y el constructivismo, también entre sí). Se asumen las creencias básicas de los
paradigmas como contradictorias entre sí. Para los constructivistas o bien existe una realidad
“real” o no (aunque uno podría desear resolver este problema de manera diferente, es decir,
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considerando la esfera de la física versus la humana), y así el constructivismo y el
positivismo/postpositivismo no pueden ensamblarse lógicamente de ninguna manera, tal
como, digamos, la idea de un mundo plano con la de uno redondo. Para los teóricos críticos y
constructivistas la investigación es o bien libre de valores o no lo es; de nuevo, juntar ambas
cosas es lógicamente imposible. El realismo y el relativismo, la libertad de valores y el
ajustarse a valores no pueden coexistir internamente en ningún sistema metafísico consistente,
toda vez que cada uno de los paradigmas estipula haber encontrado esa condición esencial de
consistencia en sí mismo. La resolución de este dilema necesariamente deberá esperar la
aparición de un meta-paradigma que supere los viejos, y los haga no menos verdaderos sino
simplemente irrelevantes.
Fila 10: ¿Cuál de los paradigmas ejerce hegemonía sobre los demás?, es decir, ¿cuál
tiene una influencia predominante?
Conclusión
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