Está en la página 1de 4

Documentos para Reflexionar

Formación en Liderazgo y Diseño Ontológico

DE VICTIMA A PROTAGONISTA DE TU HISTORIA


Es un buen momento para preguntarnos en qué momento aprendimos a ser víctima, lo cual nos
transporta indefectiblemente a la infancia.

En nuestra niñez cuando estábamos incómodo o teníamos hambre llorábamos. Como consecuencia
de esta simple acción conseguíamos atención, amor, alimentos, contención. Con rapidez
entendimos que el llanto nos proporcionaba las cosas que más necesitábamos o queríamos.

Mientras que los años transcurrían, comenzamos a perfeccionar el mecanismo. Ya no se trata de


primeras necesidades, comprendimos que esta acción la podíamos utilizar para otras cosas también.
Pero a medida que íbamos creciendo, el llorar ya no nos alcanzaba por lo cual incorporamos una
nueva herramienta: el lenguaje para darnos cuenta más tarde que ni el llanto ni el lenguaje era
suficiente e incorporamos una nueva herramienta: la corporalidad.

La famosa postura del “yo no fui”, encoger los hombros, agachar la cabeza, y poner ojos de ternero
hambriento.

Incorporamos con tanta fuerza estas herramientas que con el transcurrir del tiempo las
continuamos perfeccionado, “llegué tarde porque el tránsito era tremendo”, “no te llamé por que el
jefe me apuró con un trabajo”, “no traje la gaseosa que me pediste porque el súper de la esquina no
tenía”, “llegué tarde porque no sonó el despertador”, “no te llamé porque el celu se quedó sin
energía”, “tengo muchas ganas de verte pero mis amigos me dijeron que no podía faltar al partido”,
“mi mujer no me comprende”, “yo jugué bien pero mi contrincante jugó mejor, por eso perdí”.etc.
y...

¿Para qué hacemos esto? ¿Qué es lo que esperamos a cambio? ¿Cuál es el beneficio que recibimos
por obviarnos a nosotros mismos de la situación?
En coaching, decimos que esta manera de percibir la realidad nos quita poder porque disminuye y
limita nuestra capacidad de acción.

Cuando nos encontramos anclados en el victimismo ante una determinada situación:

 Nuestras conversaciones se llenan de explicaciones, se orientan al pasado, se vuelven


reiterativas y circulares, formando bucles sin fin (lo que pasó y lo que podía haber pasado,
lo que me hicieron, lo que dije y lo que no dije, etc.)
 Nos sentimos resentidos, no podemos perdonar ni olvidar, nos quedamos enganchados en
aquello que nos ocurrió, aquello que nos dijeron, aquello que no fue y podía haber sido...
 Tenemos más dificultad para visualizar el futuro, generar acciones nuevas y asumir la
responsabilidad de llevarlas a cabo.

Desde el observador de víctima, soy un actor pasivo, no puedo hacer nada para cambiar la
situación, me resigno, otros tienen que actuar para que MI SITUACIÓN CAMBIE.

Por el contrario, desde el observador que asume la responsabilidad de SU SITUACIÓN, se


analiza qué ha pasado, qué papel he tenido yo en esto que ha pasado, se aprende para que
no vuelva a suceder y se emprenden acciones para salir de la situación insatisfactoria.

Cuando somos capaces de encontrar soluciones a nuestros problemas, es porque, de alguna


manera, nos hacemos responsables de los mismos, asumiendo que existen aspectos en los que
podemos influir o acciones que pueden tomarse para intentar resolverlos. Desde esta posición es
mucho más probable que surjan ideas para solucionar los problemas y decisiones de actuar en otra
dirección. No es que estas ideas y decisiones vayan a solucionar todos los problemas de forma
automática, pero es innegable que existen más posibilidades de que lo logremos.
En coaching, decimos que esta manera de percibir la realidad nos da poder porque incrementa
nuestra capacidad de acción. Si nos hacemos responsables de lo que nos ocurre, utilizaremos de
forma predominante conversaciones orientadas al futuro, tendremos más facilidad para visualizarlo
y por consecuencia generamos nuevas acciones.

El responsable identifica sus enemigos del aprendizaje y desde ese lugar abre un espacio para
aprender lo que le falta. Elige la responsabilidad no porque sea “verdadera”, sino porque le da
poder, elige ser protagonista de su propia historia. No le teme a la incertidumbre, sabe que accionar
muchas veces puede significar un “salto al vacío” cómo así también sabe que desde la no acción
nada cambiará, que todo seguirá igual.
En coaching trabajamos a menudo para que el coachee haga el recorrido de víctima a responsable
y puede decirse, de hecho, que este trabajo constituye la estructura fundamental del proceso de
coaching. Si nos hacemos responsables de lo que nos ocurre, utilizaremos de forma predominante
conversaciones orientadas al futuro que deseamos, tendremos más facilidad para visualizarlo y, en
consecuencia, para generar nuevas acciones.

La invitación es a reflexionar a que lo que ocurre afuera no induce a la acción, simplemente la


influye. Y nosotros somos los que respondemos. El coaching ontológico propone que somos 100%
responsables de todo lo que sucede. Esto nos lleva a amar las circunstancias, analizar con que
herramientas contamos y dejar de buscar culpables para asumir la responsabilidad, accionar y
generar cambios.

Aceptar no es estar de acuerdo sino enfocarnos en accionar para disolver la situación que nos
inquieta y hacer algo diferente a lo que estamos haciendo.
Y ¿cómo empiezo?
Un primer paso es cambiar la forma en que hablamos, escribimos y pensamos. El lenguaje no es
inocente, tiene la capacidad de generar realidades. A través del lenguaje podemos crearlas. Cuando
nos comunicamos con otros o con nosotros mismos, a través del lenguaje podemos estar dándonos
o quitándonos fuerza

Ahora, ¿qué pasaría si llevamos todas estas expresiones a una postura protagonista de lo que
sucede? Transformar un “no tengo tiempo” por un “elijo hacer otras cosas antes que eso” (todos
los seres humanos tenemos la misma cantidad de tiempo). Un “no puedo ir” por un “no quiero ir “.
Un “me enoja” por un “elijo enojarme “. Un “es imposible” o un “no se puede” por un “no sé cómo
hacerlo“.

Con esta postura lo que estamos ganando es libertad. Libertad para por ejemplo elegir no enojarme,
o aprender a hacer algo que ya no es imposible, sino que no sé cómo se hace. Porque separándonos
del problema, también nos separamos de las soluciones.

Un segundo paso sería gestionar nuestras emociones. ¿Qué emociones dispara accionar desde la
responsabilidad? Accionar desde nuestro siendo responsable dispara emociones que abren
posibilidades, como ser: alegría, alivio, tranquilidad, felicidad, madurez, seguridad, sorpresa,
ambición, poder, claridad, compromiso, paz, armonía, serenidad, ambición. Se sabe autor, creador,
de su propia vida, ser responsable es tomar el timón de tu vida.

Por último, accionar desde un modo responsable frente a los sucesos diarios de la vida es tu
elección. Y vos, ¿Qué elegís? ¿Que las cosas te sucedan o que las cosas sucedan por ti?

También podría gustarte