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Trabajo de sujeto de la educación

Adolescentes, ¿adolecen?
Vicissitudes por las que está atravesando un sujeto que está en vías de constitución, que está
"ensayando" cómo procurarse un lugar desde el cual pararse para afrontar el mundo de los adultos.
Ensayos que le permiten al sujeto entrar y salir de ese mundo hasta que se pueda instalar "de
verdad". Esto es, hasta poder sostener en términos propios la escena del mundo, asumiendo y
afrontando las consecuencias de sus actos.

Sostener en términos propios la escena del mundo requiere de un deseo propio que a su vez la
sostenga, lo que también constituye algo por conquistar, para lo cual los ensayos —que implican
transitar por los deseos diversos de otros, adultos y pares— , son una condición necesaria.

La pubertad Punto de partida para hablar de adolescencia, siendo este término un campo mucho más
amplio, vinculado con la lógica de la cultura y de la sociedad. Así como hablar de juventud nos
ubica en una perspectiva histórica y sociológica, hablar de pubertad y adolescencia, nos ubica en
una perspectiva de constitución subjetiva entramada en un contexto social y cultural. No son
por tanto categorías excluyentes sino complementarias.

Freud

La pubertad plantea cuestiones relativas a la sexualidad. Le confiere una duración temporal y un


proceso. Momento de desencuentro, confrontación con una perdida.

La pubertad es ese paso que conlleva a comenzar a perderse de la autoridad del adulto, reconocerle
fallas. Es un desafío permanente al adulto, quien se encuentra desafiado en su autoridad y sus
valores morales. La subjetivación de esta pérdida implica un proceso de tiempo variable: el tiempo
de la adolescencia.

Adolescentes

Las fronteras de la adolescencia varían así en cada momento histórico, en cada comunidad, e
inclusive se diluyen en el interior de una misma cultura, en función de los orígenes de cada familia,
la clase social o el barrio. Se trata de una encrucijada vital eminentemente singular, que sólo puede
ser atravesada por cada sujeto, uno por uno.

Se inicia con la pubertad pero su terminación es variable e implica operaciones complejas para el
sujeto. La pubertad marca un límite con la infancia y termina cuando se conquista cierta identidad,
lo que implica, insistimos una vez más, poder sostener la escena del mundo en términos propios.
Escena que ya no es del espacio familiar o del espacio lúdico. Es una escena regulada por
intercambios matrimoniales, laborales, y que implica circular en ese mundo de intercambios en
nombre propio, con una identidad propia.

La adolescencia, invento de la modernidad, es el tránsito hacia dicha identidad, es esa instancia en


que la sociedad le da al sujeto un tiempo de gracia a partir de la pubertad y hasta los 18 años.

Es un periodo de transición, en términos subjetivos, significa salir del juego para entrar en la
realidad. Pero esto requiere de una gradualidad y de un proceso (drama subjetivo) en el que
suceden los sucesivos ensayos.
La asimetría implica no olvidar que allí está jugado un personaje.

Es necesaria la presencia del o los adultos que acompañen el tránsito hacia una identidad propia
que para el sujeto, desde la perspectiva del psicoanálisis, se constituya a partir de un proceso
complejo de diferentes y sucesivas identificaciones.

Aceptar esto tiene como efecto aceptar que el adolescente no goza aún de verdadera
independencia, ya que se trata de una época en que estas sucesivas identificaciones se
desenvuelven mientras se produce un pasaje del ámbito privado endogámico a la exogamia de lo
público. Es un pasaje complejo y doloroso que requiere de acompañamiento por parte de adultos.
Es el pasaje de los primeros adultos de referencia que cumplen la función paterna a otros
alternativos, a espacios de referencia y pertenencia representados por diferentes instituciones que
apuntalan este proceso de constitución por fuera del espacio familiar o más íntimo.

Requiere de un adulto que acompañe al niño que es por momentos y al adulto con su privacidad que
pretende ser en otros. ¿Cómo se ubica entonces el adulto? Entrando en la escena, prestándose al
juego.

La adolescencia es un problema de identificaciones en plural. Las viejas identificaciones caen


como las viejas plumas para que crezcan otras.

DUELOS DE LOS ADOLESCENTES

el adolescente no solo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo cual no está del todo
preparado, sino que además debe desprenderse de su mundo infantil en el cual y con el cual, en
evolución normal, vivía cómoda y placenteramente, en relación de dependencia, con las
necesidades básicas satisfechas y roles claramente establecidos. Siguiendo las ideas de Aberastury
podemos decir que el adolescente realiza tres duelos fundamentales

a) el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia, que se impone al
individuo que no pocas veces tiene que sentir sus cambios como algo externo frente a lo cual se
encuentra como espectador impotente de lo que ocurre en su propio organismo.

b) el duelo por el rol y la identidad infantiles, que lo obliga a una renuncia de la dependencia y a la
aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce.

c) el duelo por los padres de la infancia a los que persistentemente trata de retener en su
personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan, situación que se ve
complicada por la propia actitud de los padres, que también tienen que aceptar su envejecimiento y
el hecho de que sus hijos ya no son niños, y sí son adultos o están en vías de serlo. Estos duelos
verdaderas pérdidas de personalidad van acompañadas por todo el complejo psicodinámico del
duelo normal y en ocasiones, transitoria y fugazmente, adquieren la característica de del duelo
patológico.

Esta situación del adolescente frente a su realización evolutiva, basada en las relaciones
interpersonales de su infancia, a la que deberá de abandonar, lo lleva a la inestabilidad que lo
define, constituyendo una especie de identidad nosológica, cuyas características esenciales –según
he señalado- del “síndrome de la adolescencia normal”. Este síndrome, producto de la situación
evolutiva, surge, por supuesto, de la interacción del individuo con el medio. El mundo de los
adultos, como los padres, no acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse,
ya que reedita en los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto.
Sabemos muy bien –y sirve esto de ejemplo llamativo- la angustia que suelen manifestar los padres
frente a los primeros atisbos de conducta genital de sus hijos adolescentes

Duelo por los padres de la infancia:

Cambia la relación con los padres. La imagen de los padres que en un principio era de idealización
comienza a modificarse. Se comienzan a visualizar errores, limitaciones y desacuerdos con los
padres.

Desidealización de las figuras de los padres.

Nuevos modelos identificatorios.

También necesitan hacer el duelo por el cuerpo del pequeño, por su identidad de niño y por su
relación de dependencia infantil. Esto es, comprender y acompañar las fluctuaciones entre
dependencia-independencia.

Los padres tienen que desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el hijo
adulto, lo que impone muchas renuncias de su parte.

Multiplicidad de identificaciones contemporáneas y contradictorias; por eso, el adolescente se


presenta como varios personajes: es una combinación inestable de varios cuerpos e identidades. No
puede todavía renunciar a aspectos de sí mismo y no puede utilizar y sintetizar los que va
adquiriendo y en esa dificultad de adquirir una identidad coherente reside el principal obstáculo
para resolver su identidad sexual.

Al perderse para siempre el cuerpo de su hijo niño se ve enfrentado con la aceptación del devenir,
del envejecimiento y de la muerte. Debe abandonar la imagen idealizada de sí mismo que su hijo ha
creado y en la que él se ha instalado. Ahora ya no podrá funcionar como líder o ídolo y deberá, en
cambio, una relación llena de ambivalencias y de críticas. Al mismo tiempo, la capacidad y los
logros crecientes del hijo lo obligan a enfrentarse con sus propias capacidades y a evaluar sus logros
y fracasos.

El adolescente busca solución teórica de problemas trascendentes: el amor, la libertad, el


matrimonio, la paternidad, la educación, la filosofía, la religión. La inserción en el mundo social del
adulto es lo que va definiendo su personalidad y su ideología. Por tanto debe formarse un sistema de
teorías, de ideas, un programa al cual aferrarse y también la necesidad de algo en lo que pueda
descargar el monto de ansiedad y los conflictos que surgen de su ambivalencia entre al impulso al
desprendimiento y la tendencia a permanecer ligado

Esta crisis intensa la soluciona transitoriamente huyendo del mundo exterior, buscando refugio en la
fantasía, en el mundo interno, con un incremento paralelo de la omnipotencia narcisista.

La calidad del proceso de maduración y crecimiento de los primeros años, la estabilidad en los
afectos, el monto de gratificación y frustración y la gradual aceptación a las exigencias ambientales
van a marcar la intensidad y gravedad de estos conflictos.
A más presión parental, a más incomprensión frente al cambio, el adolescente reacciona
con más violencia por desesperación y desgraciadamente es en este momento decisivo de la
crisis adolescente cuando los padres recurren por lo general a dos medios de coacción: el
dinero y la libertad.

Son tres las exigencias básicas de la libertad que plantea el adolescente de ambos sexos a
sus padres:

- libertad en salidas y horarios


- libertad de defender una ideología

libertad de vivir un amor y un trabajo.

DOS CAMINOS

- Dar una libertad sin límites, que es lo mismo que abandonar a su hijo.

- Dar una libertad con límites, que impone cuidados, cautela, observación, contacto afectivo
permanente, dialogo, para ir siguiendo paso a paso la evolución de las necesidades y los
cambios en el hijo.

El adolescente necesita tener sus experiencias y comunicarlas, pero no quiere, no le gusta ni


acepta que sus experiencias sean criticadas, calificadas, clasificadas ni confrontadas con las
de los padres.

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