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TEMA 2: PERSONA Y REPRESENTACIÓN

1. LA PERSONA Y PERSONALIDAD

La persona es el sujeto de derecho. Dicho de otro modo, para el Derecho tienen la consideración de persona
aquellos a los que se reconoce la posibilidad de ser titulares de derechos y obligaciones.

Existen dos clases de personas las físicas o naturales y las llamadas personas jurídicas. La persona física es la
persona humana. A diferencia de otras épocas hoy es un hecho indiscutible que el ser humano por el simple
hecho de serlo es sujeto de derecho. Es decir, es persona. Es más, la concepción imperante actualmente es que el
ordenamiento jurídico no atribuye la cualidad de sujeto de derecho al ser humano, sino que no le queda más
remedio que reconocérsela como consecuencia de la dignidad del hombre.

Las personas jurídicas son entidades, agrupaciones o colectivos a los que el Derecho les reconoce personalidad,
atribuyéndoles la capacidad de ser sujetos de las relaciones jurídicas. A diferencia de la persona humana, estas
organizaciones tendrán la consideración de sujeto de derechos en cuanto que estén reguladas por el
ordenamiento jurídico y cumplan con los requisitos establecidos para su constitución.

*Personalidad jurídica: condición de ser sujeto con derechos y obligaciones (cualquier persona, física o jurídica)

2. LA CAPACIDAD DE LA PERSONA: CAPACIDAD JURÍDICA Y CAPACIDAD DE OBRAR

El ordenamiento jurídico distingue dos tipos de capacidades: la jurídica y la de obrar. La primera, la capacidad
jurídica, significa tener aptitud para ser titular de derechos y/o obligaciones. La segunda, la capacidad de obrar, se
define como la aptitud para ejercitar los derechos y/o las obligaciones.

La capacidad jurídica como atributo de la personalidad corresponde a todas las personas por el simple hecho de
serlo. Tanto las personas físicas o naturales, como las jurídicas, tienen capacidad jurídica desde el comienzo de las
mismas hasta el fin de la personalidad. Esto es, pueden ser titulares de los derechos y obligaciones que surgen de
las relaciones jurídicas en las que son parte. Por otro lado, la capacidad jurídica se caracteriza por:

a) No admite graduaciones. Se tiene o no se tiene. Se es persona y se tiene capacidad jurídica o no se es persona y


se carece de ella.

b) Es igual para todas las personas.

La capacidad de obrar supone que la persona tiene aptitud para realizar eficazmente actos jurídicos. Ahora bien,
esta idoneidad no es igual para todos. Al contrario, el ordenamiento jurídico distingue entre los supuestos de
capacidad de obrar plena, en el que el individuo goza de idoneidad para actuar, por sí mismo, en el mundo del
Derecho (por ejemplo, el mayor de edad), de aquellos otros en los que los sujetos carecen de dicha aptitud. En
estos casos se habla de limitaciones a la capacidad de obrar o capacidad de obrar limitada. Son los supuestos en
los que se encuentran los menores de edad y los incapacitados por sentencia judicial. Por ello, se señala que la
capacidad de obrar no corresponde a todas las personas, ni es igual para todas ellas sino que admite matizaciones
en relación con la edad de los individuos o de que estos padezcan enfermedades que les impidan gobernarse por
sí mismos.

3. LA PERSONA INDIVIDUAL

3.1 Comienzo de la personalidad

La personalidad se adquiere en el momento del nacimiento con vida, una vez producido el entero
desprendimiento del seno materno.

3.2 El nasciturus

Es el que va a nacer, el concebido y no nacido. Como no se ha producido el nacimiento no puede ser titular de
relaciones jurídicas. Es decir, no podría adquirir bienes o derechos hasta que tenga la consideración de persona.
Sin embargo, para evitar estos efectos y en atención a que el concebido pueda nacer y obtener la capacidad
jurídica, se señala, que con carácter general, que el concebido se le tiene por nacido para todos los efectos
favorables siempre y cuando nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente.
3.2 La extinción de la personalidad

El artículo 32 CC señala como causa de extinción de la personalidad civil la muerte de las personas. Se refiere a la
muerte física que es la que afecta al cuerpo humano cuando cesan de forma irreversible las funciones
cardiorrespiratorias o las cerebrales. Junto a la muerte natural, la declaración de fallecimiento también produce la
extinción de la personalidad. Se caracteriza porque es declarada por la autoridad judicial respecto a aquellas
personas de las que no se tienen noticias cuando su desaparición se prolongue durante un determinado plazo de
tiempo, o cuando se haya producido en circunstancias que impliquen un riesgo para su vida.

 Registro civil: registro público para inscribir los estados civiles de la persona (nacimiento, matrimonio,
incapacitación, muerte, etc.)

Declaración de ausencia legal

Introducción

La declaración de ausenta legal obedece a la necesidad de proveer de forma más estable la situación de ausencia
de una persona cuando es algo más que la falta de noticias. La declaración de ausencia legal se realiza por
resolución judicial a través de un procedimiento que se sigue al efecto.

Requisitos

Para que proceda la declaración de ausencia legal se requiere que haya transcurrido un determinado plazo de
tiempo. El artículo 183 del CC señala los siguientes: Primero. Transcurrido un año desde las últimas noticias y a
falta de noticias desde su desaparición si no hubiere dejado un representante con facultades de administración de
todos sus bienes. Segundo. Transcurridos tres años si hubiere dejado un representante con facultades de
administración de todos sus bienes. La muerte o renuncia justificada del representante o la caducidad del poder
de representación determina la ausencia legal si al producirse se ignora el paradero del desaparecido y hubiera
transcurrido un año desde que se tuvieron sus últimas noticias, y en su defecto desde su desaparición.

Por otro lado, la declaración de ausencia legal ha de ser solicitada por las personas que según la ley están
obligadas a ello, aunque también puede ser instada por las personas interesadas.

Cesación

La declaración de ausencia legal cesará por las siguientes causas: a) reaparición del ausente. Si se presentare el
que había sido declarado ausente se dictará resolución judicial dejando sin efecto la declaración de ausencia; b)
por prueba de la muerte del ausente. Se abrirá la sucesión de sus bienes a favor de sus herederos y por c) por
declaración de fallecimiento.

Declaración de fallecimiento

Introducción

La declaración de fallecimiento es una resolución judicial en la que se declara la muerte de una persona
desaparecida. Los efectos que produce son, en principio, iguales a los de la muerte de la persona: se abre su
sucesión. Ahora bien, a diferencia de la muerte en donde hay constancia del hecho (de la muerte), en la
declaración de fallecimiento simplemente se presume, se considera muerto al desaparecido. Dicha presunción se
fundamenta, bien en el prolongado periodo de tiempo transcurrido sin tener noticias suyas, bien porque se ha
visto involucrado en un suceso que supuso un riesgo para su vida sin que después del mismo de haya vuelto a
tener noticias suyas. La declaración de fallecimiento no presupone ni exige que antes se hubiese declarado la
declaración de ausencia legal.

Requisitos

Los plazos para la declaración de fallecimiento son los siguientes: El supuesto normal es el plazo de diez años a
contar desde las últimas noticias o, en su defecto, desde la desaparición. Dicho plazo se reduce a cinco años si al
expirar este plazo (5 años) el ausente hubiera cumplido setenta y cinco años de edad.

Efectos
Los efectos de la declaración de fallecimiento son los propios de la muerte de las personas físicas: la extinción de
la personalidad civil. En este sentido, la declaración de fallecimiento determina la apertura de la sucesión
hereditaria. Los derechos de carácter patrimonial que no se extinguen por la muerte se transmiten a los
herederos del declarado fallecido. No obstante, en cuanto que la declaración de fallecimiento no deja de ser una
ficción legal y que por tanto el declarado fallecido puede reaparecer, se establecen una serie de medidas de
protección del patrimonio del fallecido (artículo 196 CC):

• Los sucesores han realizar ante notario un inventario detallado de los bienes muebles y una descripción de los
inmuebles del declarado fallecido.

• Los herederos no podrán disponer a título gratuito de los bienes que recibieron del declarado fallecido hasta
pasados cinco años de la declaración de fallecimiento. Hasta pasado el plazo de los cinco años no serán
entregados los legados.

4. LA CAPACIDAD DE OBRAR

4.1 La mayoría de edad

Los dieciocho años de edad producen, automáticamente, la mayoría de edad de las personas físicas. Esto significa
la adquisición de la plena capacidad de obrar como establece el art. 322 CC. El mayor de edad, en consecuencia,
puede actuar por sí mismo en todos los actos o negocios jurídicos que realice. Ahora bien, hay veces en los que no
es suficiente la plena capacidad de obrar para la validez de un acto jurídico concreto, sino que se requiere,
normalmente, una determinada edad superior a la mayoría de edad. Por ejemplo, para adoptar se exige que el
adoptante tenga, al menos 25 años (art.175 CC). Se habla en estos casos de capacidad de obrar especial. El propio
artículo 322 CC admite esta posibilidad cuando, tras declarar la plena capacidad de obrar del mayor de edad,
determina: ” salvo las excepciones establecidas en casos especiales por este Código”. No obstante, hay que dejar
claro que, el mayor de edad tiene, por regla general, capacidad de obrar plena, y que las excepciones a las que
alude el artículo 322 CC, deben establecerse de forma expresa, y han de interpretarse restrictivamente.

4.2 Menor de edad

A diferencia del mayor de edad, el menor de dieciocho años no emancipado, por razón de la falta de desarrollo
corporal y psíquico no goza de plena capacidad de obrar. Debido a esto, la situación del menor se caracteriza por
su sometimiento a unos organismos de guarda y protección, cuya función es la de velar y cuidar de los mismos.
Así, mientras el individuo es menor de edad está sometido al régimen de la patria potestad (art. 154 CC) o de la
tutela (art. 222 CC). Entre las funciones que corresponden a los titulares de la patria potestad (padres) o de la
tutela (tutor) está la de asumir la representación legal de los menores. Esto es, actuarán por sus hijos o pupilos
realizando actos jurídicos en su nombre y para la defensa de sus intereses.

Ahora bien, esto no significa que el menor sea una persona incapaz en el sentido de que no pueda actuar
válidamente. La realidad pone de manifiesto que los menores realizan muchas veces actividades jurídicas por sí
mismos – compra de golosinas y otras chucherías– sin que nadie dude de la validez y eficacia de dichos actos. A
medida de que el menor va haciéndose mayor va adquiriendo una mayor madurez que le permite tener
conciencia del alcance y las consecuencias de sus actuaciones. Por todo ello, se habla hoy de la adquisición
gradual de la capacidad de obrar, en el sentido, de que poco a poco y de acuerdo con sus condiciones de
madurez, los menores van adquiriendo, de forma progresiva, mayor capacidad para desenvolverse por sí solos en
el mundo del Derecho hasta alcanzar, con la mayoría de edad, la plena capacidad de obrar.

4.3 Menor emancipado

4.3.1. Concepto

El menor emancipado se encuentra en una situación intermedia entre la del menor y el mayor de edad. El
emancipado, de forma general, podrá actuar por sí mismo, siendo válidos los actos jurídicos que realice (art. 323
CC). Sin embargo, para determinados actos, necesita la autorización o consentimiento de sus padres, o a falta de
estos, la del curador.
4.3.2. Causas de emancipación

El artículo 314 del CC enumera las causas que determinan que un menor adquiera la situación de menor
emancipado (excluimos la mayoría de edad que no es una verdadera emancipación.

Como sabemos la mayoría de edad atribuye a la persona física la plena capacidad de obrar y se produce
automáticamente a los 18 años):

a) Por concesión de quienes ejerzan la patria potestad. Los propios progenitores conceden al hijo la situación de
menor emancipado. El menor tiene que tener 16 años y prestar su consentimiento (art. 317 CC).

b) Por concesión judicial. Es el menor de edad, que ha cumplido 16 años, quien la solicita al juez, previa audiencia
de los padres, por las siguientes razones: 1) concurrir cualquier circunstancia que entorpezca gravemente el
ejercicio de la patria potestad, 2) vivir los padres separados, 3) segundas nupcias o convivencia marital con otra
persona (del que ejerce la patria potestad). En los casos en el que el menor esté sujeto a tutela cabe también que
el juez ponga fin a la misma previa petición del menor, con 16 años cumplidos.

En este caso aunque el CC lo denomina beneficio de la mayor edad (art. 321CC), se trata igualmente de una
emancipación.

c) Por matrimonio. El matrimonio del menor produce su emancipación. (mayor de 14 años)

d) Por vida independiente. Dispone el artículo 319 CC que se reputará para todos los efectos como emancipados
al hijo mayor de 16 años que con el consentimiento de los padres viviere independientemente de éstos. Es una
emancipación de hecho. La independencia a la que alude el precepto se entiende que es la económica; es decir,
se trata de que el menor tenga una autonomía económica respecto a la de sus padres por ejercer un trabajo,
oficio, o profesión, etc. Es la única emancipación que es revocable.

4.3.3. Capacidad de obrar del menor emancipado

La emancipación afecta a la capacidad de obrar del menor pero no le proporciona una capacidad de obrar plena,
ya que, para ciertos actos necesitará un complemento de capacidad.

Es decir, actuará por sí mismo pero para la validez de determinados actos jurídicos requerirá el consentimiento de
sus padres o del curador. En este sentido, el art. 323 CC dispone que la emancipación habilita al menor para regir
su persona como si fuera mayor, pero hasta que no llegue a la mayor edad no podrá por sí mismo:

• Tomar dinero a préstamo.

• Gravar o enajenar bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales u objetos de extraordinario


valor.

Para estos actos necesitará el consentimiento de sus padres o del curador. En caso de emancipación por
matrimonio y se quiera gravar o enajenar bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales, u
objetos de extraordinario valor que sean comunes, el art. 324 CC distingue entre si uno de los cónyuges es mayor
o menor de edad. Así, si el otro cónyuge en mayor de edad, basta con que los dos presten el consentimiento. En
cambio, si los dos son menores emancipados se necesitará el consentimiento de los padres o curadores de uno y
de otro.

5. LA INCAPACITACIÓN

5.1.1. Concepto

La incapacitación es un estado civil que supone una limitación o restricción de la capacidad de obrar de una
persona física, por resolución judicial en virtud de la causas establecidas por la Ley. Como se deduce de la
definición la incapacitación significa una limitación o restricción de la capacidad de obrar de la persona. La
persona no nace incapacitada sino que se le priva de su natural capacidad de obrar. Por otro lado, es una cuestión
es de gran importancia, puesto que afecta al libre desarrollo de la personalidad de las personas. En este sentido,
aunque el objeto de la incapacitación es la protección de las personas, la consecuencia inmediata de la misma es
la privación o restricción de la posibilidad de actuar por sí mismos en el tráfico jurídico y de ejercitar los derechos
que corresponden al individuo.

5.1.2 Causas de la incapacitación

La incapacitación sólo procede cuando se dan las causas establecidas por ley, que señala como causas de
incapacitación las enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico que impidan a la persona
gobernarse por sí misma. En su lugar admite como causas de incapacitación cualquier tipo de enfermedad, sea de
origen físico o psíquico, siempre y cuando se cumplan dos condiciones: la persistencia y la imposibilidad de
gobernarse la persona por sí misma. Con el requisito de la persistencia se trata de evitar como causas de
incapacitación situaciones transitorias o de carácter pasajero. Sin embargo, la imposibilidad de autogobierno es el
elemento decisivo que determina la necesidad de incapacitar. En este sentido, si la enfermedad o deficiencia y el
carácter persistente de tales padecimientos no producen, al sujeto que las padece, el efecto de impedirle
gobernarse por sí mismo no procederá la incapacitación.

En los casos de menores de edad para proceder a su incapacitación se exige que además de concurrir las causas
de incapacitación ya señaladas (enfermedades persistentes que impidan a las personas gobernarse por sí misma)
se prevea razonablemente que la misma persistirá después de la mayoría de edad.

5.1.3. El procedimiento de incapacitación

La incapacitación, en cuanto que implica una restricción de la capacidad de obrar de la persona, se determinará
en un procedimiento judicial y por sentencia. En dicho proceso judicial el presunto incapaz asumirá su propia
defensa y si no lo hiciere será defendido por el Ministerio Fiscal. Por otro lado, es necesario que en dicho proceso
se adopten las siguientes pruebas: a) El examen del presunto incapaz, b) La audiencia de los parientes más
próximos y, c) El dictamen pericial médico. La sentencia por la que se declara la incapacitación es revisable, por lo
que sobrevenidas nuevas circunstancias, puede instarse un nuevo juicio dirigido a dejar sin efecto o modificar el
alcance de la incapacitación ya establecida.

5.1.4. Los efectos: la sentencia de incapacitación

La capacidad de obrar del incapacitado vendrá determinada por la sentencia que lo incapacite. Dicha resolución
deberá señalar la extensión y límites de la incapacitación. Es decir, atendiendo al grado de discernimiento del
incapaz, la incapacitación puede ser total o parcial. Es por tanto graduable. En el primer caso, la incapacitación
afectará a todos los aspectos de la vida y gestión de los intereses del incapaz. En el segundo, (incapacidad parcial)
estará limitada a determinados aspectos o a ciertos actos. En atención del tipo de incapacidad se arbitrarán las
medidas de protección para el incapaz. Dichas medidas son el sometimiento del incapaz al régimen de la tutela o
curatela. La diferencia entre dichos regímenes radica en que en la tutela el tutor suple totalmente la falta de
capacidad y asume las funciones de cuidado y representación del incapacitado (267 CC). En la curatela, el curador
se limita a la asistencia, auxilio o supervisión de los actos del incapaz, con el objeto de completar su capacidad
disminuida o limitada (art. 289 CC). No es su representante legal, por lo que no puede actuar por él.

6. LA REPRESENTACIÓN

6.1 Representación legal (los cargos tuitivos o tutelares en sentido amplio)

Se denomina representación legal al fenómeno sustitutorio en virtud del cual, por mandato de la Ley, una
persona tiene encomendada la gestión de los intereses de un incapaz o de una persona que, sin llegar a ser
técnicamente tal, no puede (el ausente, el nasciturus) o no debe (el concursado) desplegar la actividad que
requeriría la marcha de sus asuntos.

En los supuestos de representación legal, la voluntad del representante, no depende de la voluntad de la persona
representada, sino que goza de su propia autonomía, sustituyendo plenamente en su actividad jurídica a la
persona sometida a los poderes familiares de los que aquélla deriva.
Los supuestos de representación legal tienen como finalidad el suplicar la falta de capacidad de obrar de otra
persona. Los casos de representación legal están determinados por ley, sin que quepa a los particulares crear
otros distintos. Los fundamentales son la representación derivada de la patria potestad (padres) y de la tutela; es
el representante legal del menor o incapacitado con carácter estable y general. Es nombrado por sentencia
judicial.

Y por otro lado está, pero no es representante legal está el curador, que gozando igualmente de estabilidad,
limita sus funciones a complementar la capacidad del sometido a curatela, sin sustituirlo por tanto, ni ser
propiamente su representante.(ciertas incapacitaciones más leves, emancipados no sometidos a patria potestad)
Por su parte, el cargo de defensor judicial es asimilable tendencialmente al del curador, aunque se caracteriza por
su ocasionalidad.

6.2 Representación voluntaria


Es encomendar a alguien (representante) la facultad de actuar por cuenta e interés de otro (representado),
dentro de los límites que se establecen (bien por el representado, o bien por la ley).

Cabe distinguir dos tipos de representaciones:

Representación directa. El representante no sólo actúa por cuenta e interés del representado, sino que además
actúa en nombre de éste, y así lo hace saber a los terceros con que contrata, de forma tal que el resultado de su
gestión o actuación incide y recae directamente en la esfera jurídico-personal del representado como si el
representante no hubiera existido (contrato de mandato). Por tanto, si existiera algún problema, los terceros
reclamarán al representado y no al representante, y viceversa.

Dentro de la representación directa, cabe distinguir entre:

Representación directa voluntaria. Cuando el fenómeno representativo surge, nace y queda delimitado por
voluntad del representado. El representado, a través de un acto unilateral de voluntad, llamado poder o negocio
de apoderamiento, manifiesta que quiere que alguien le represente. A través de este poder manifiesta su
voluntad de que este representante manifieste que actúa en nombre del representado, y además, en ese poder,
el representado expone cuáles son los intereses de éste que va a gestionar el representante y los límites que va a
tener.

Clases:

• Poder general: gestión de muchos asuntos o de la totalidad de los negocios del poderdante.

• Poder especial o particular: gestión de un asunto concreto del poderdante.

Representación indirecta. Es siempre voluntaria, y existe cuando el representante gestiona intereses del
representado, pero a la hora de contratar con terceros, el representante actúa en nombre propio, es decir, no
manifiesta a los terceros que actúa en nombre de un representado.

La consecuencia es que los terceros desconocen la existencia del representado y la relación se establece entre
representante y los terceros. Si como consecuencia, el representado se ve desfavorecido, se reclamará al
representante; y si los terceros se ven desfavorecidos, estos reclaman al representante.

6.3 El representante sin poder. La ratificación

a) Cuando una persona se proclama representante de otra, celebrando negocios en su nombre con terceras
personas; careciendo de poder para ello, bien porque nunca lo ha tenido o porque se ha extinguido el que tuvo o
se ha extralimitado; El problema del “falsus procurador” es sencillo: su actuación será irrelevante para el sujeto
en cuyo nombre actúa, salvo que pueda aplicarse el criterio de apoderamiento “tácito”.

b) El contrato celebrado a nombre de otra persona por alguien sin poder, puede, no obstante, ser eficaz si esa
persona “ratifica” el mismo. Por ello, el negocio celebrado a nombre de otro sin poder no es irremediablemente
ineficaz, pues el interesado puede convertirlo en válido y eficaz para él si, con posterioridad a su celebración, lo
ratifica. La ratificación es una declaración de voluntad del sujeto en cuyo nombre se ha obrado, por la que
asume lo actuado por el representante. La ratificación sana el vicio de que adolecía el contrato celebrado sin
poder, y debe dirigirse al tercero contratante (antes de que éste impugne la validez del contrato). La ratificación
puede ser expresa o tácita. Será tácita cuando el principal se aproveche de los efectos del contrato, o cuando
voluntariamente cumpla algún deber o exija algún derecho procedente del mismo.

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