En el frenesí de nuestra contemporaneidad, de la cotidianidad
en que se gastan vehementemente nuestros días, es casi una herejía referirse sosegadamente a ciertos temas; en el momento existencial de nuestra sociedad, en el tiempo ideológico filosófico que devenimos, ¿será necesario hallar una justificación para abordar tópicos tales como los que a continuación propondremos?
Luego de que los paradigmas que servían de referentes a
nuestra modernidad han sido removidos y hasta eliminados del horizonte; cuando la mayoría, por no atreverme a decir todas, las ideologías han fracasado rotundamente en sus intenciones de reformar o tan siquiera, remediar las profundas heridas y trastornos que asedian al individuo y por ende a la sociedad, ¿qué nos queda? ¿dónde miraremos en busca de asidero?
Y no solo eso, sino ¿cómo se manejaron los restos afectivos,
cognitivos y concienciales que estos pereceres dejaron en las vidas de aquellos que estuvieron inmersos directa o indirectamente en esos procesos? ¿qué sucedió con los sueños y las esperanzas que se habían depositado en la capacidad humana para su autogobierno libre y solidario? ¿cómo se reestructuró la mentalidad de quienes fueron criados bajo los lineamientos de estas configuraciones ideológico simbólicas?, adicionalmente, ¿qué se puede esperar de una humanidad gobernada por leyes anárquicas como la oferta y la demanda, en una economía de mercado con tendencias globalizadoras-totalizadoras? ¿ha abandonado el hombre su tendencia a valorar las posesiones por sobre sus semejantes?, el capital, ¿ha dejado de dirigir, trazar y hasta coartar los derroteros de los pueblos a él sometidos?
Los desplazamientos, migraciones voluntarias o involuntarias,
enfrentan a las personas con sentimientos de desarraigo y desadaptación, el abandono y olvido se suman a ellos para consumar el cuadro fenomenológico de quienes viven en un mundo que se desestructura y desintegra a cada instante sin un aparente detente. DIGRESIONES
MORIR EN LA CIUDAD.
La ciudad, conglomerado humano que concentra recursos y
servicios para facilitar la producción y reproducción de los capitales, genera como subproducto de su desarrollo la vacuidad del ser, la alienación del individuo.
El individualismo, practicado inconscientemente deviene en
una especie de egocentrismo que aísla al sujeto y lo impregna de soledad socializada.
Convivimos con muchos pero no conocemos a nadie, y nadie
nos conoce, el tiempo compartido es tan fugaz y superficial que no nos damos la oportunidad de escucharnos, de percibirnos, de amarnos.
Compartimos la cama y nuestros cuerpos, pero perdemos el
ser entre las sábanas y el smog, al final, el silencio, el vacío, la insignificancia entendida como no-significancia.
Despertar cada día e iniciar la carrera por la supervivencia,
intentando satisfacer los deseos que se metamorfosean en las DIGRESIONES
necesidades de diversos ordenes, des-vivirse persiguiendo
carencias instauradas en la historia y que nunca alcanzaran satisfacción.
La cotidianeidad de nuestros ciudadanos es la vivencia de la
muerte, la separación de sus seres queridos, ya que ni siquiera se intentó amar a alguno, no por dejadez, sino por ignorancia, por desconocer al Amor en su forma Encarnada, por que el deseo no se puede satisfacer mientras no lo humanice la Palabra, no el hablar, que solo es ruido, ni el lenguaje, que es un medio y una herramienta, sino el Aliento, el Huayra como lo conocían nuestros ancestros, el espíritu es el que da vida;…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida, pero ¿quién ha creído a nuestro anuncio?.
Cada día, se levantan cadáveres, pero no de las tumbas sino
de las calles, plazas, domicilios y más lugares de nuestra urbe, cuerpos sin vida que fueron habitados por espíritus sin vida, personas que vivieron pero jamás vinieron a la existencia.
Entre el dolor, la angustia y el desasosiego, constatamos un
legado, la herencia de la culpa y el vacío que desestructuró a la persona y le precipitó en la fantasía del suicidio como último medio de autoafirmación por la palabra actuada.
A los otros ignorados, a los que se ocultan en el monto del
salario percibido, en las flores de un aniversario, en la llamada mensual de saludo y remembranza, se lega una estela in- significada de sentimientos y recuerdos que no logran cristalizar identidad, sincronía, vivencia, pero que rasga el velo permitiendo que se escenifique el vacío fundamental que no encuentra llenura en el hablar y que sin saber anhela la Palabra como presencia salvadora y pacificadora.
El descuido, la imprudencia, el “accidente”, la negligencia y
todos sus sinónimos, no son más que formas de encubrir el DIGRESIONES
suicidio inconsciente, no premeditado, no planificado, que
brota como expresión impulsiva en un ser vacío de sí mismo, sin imagen, sin conciencia de eternidad.
La violencia, otro subproducto de una sociedad que ignora a la
persona y atesora ansiosamente el plus-valor, entrega cada día sus víctimas, quienes en sus prácticas tanatofílicas se tornan vulnerables a ser asaltados por quienes prestan sus cuerpos para que el mal se encarne, y en un combate incruento el alma deja el cuerpo, y el silencio ser pierde entre el ulular de las sirenas.
Cuantas extrañas formas de morir se evidencian en una
ciudad, y sus secuelas indiscernibles se instauran en los otros que perplejos buscan una respuesta al callado grito que desgarra sus vidas.
Vivimos para el presente y nos sustentamos en el pasado,
queremos ser y trascender pero no lo alcanzamos porque no- significamos nuestra presencia y transmutamos en existencia, deseamos vida plena, pero no la conseguimos porque somos incapaces de prestar oído a la Palabra verdadera y viva.
Deberíamos vivir para el futuro y sustentarnos en el pasado
para transformar nuestro presente, pero esto es irrealizable en nuestra condición actual, para ello es necesario regenerarnos, recrearnos, nacer de nuevo.
“En el principio era el Verbo… y aquel Verbo fue hecho carne”;
todo comienza en y por medio del Logos, la Palabra, la palabra viva, que se encarna, que expresa más de lo que sintáctica y semánticamente enuncia, la Palabra que signa al individuo y lo restaura en su imagen primaria, por el lavamiento de la regeneración. DIGRESIONES
La Palabra venció a la muerte, “el que oye mi palabra, y cree
al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” DIGRESIONES