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“Hola, me llamo… no me acuerdo, pero no importa, igual deberías

saberlo, te escribo esta carta para ver si así puedo… si así puedo al fin
hablarte. No sé por qué sufres tanto por mí si siempre estoy contigo, pero
no me ves ni me escuchas, no he intentado tocarte porque estoy seguro
que no me vas a sentir.

No sé bien si el del problema soy yo, o eres tú, me siento muy


extraño, siento como si no pesara, no me da hambre ni sueño, no tengo
necesidades más que la de estar contigo, y todo esto, después de aquel
día… pero no recuerdo bien lo que pasó, sólo sé que sentí un dolor
enorme y luego una luz blanca me llevó hasta ti.

Paz es lo único que siento, pero no puedo evitar preocuparme


cuando te veo llorar frente a mi fotografía.

Necesito que esta carta te llegue, y te permita saber que estoy bien,
que no hace falta que derrames más lágrimas de dolor, sino de felicidad,
pues nunca antes me había sentido tan bien.

Realmente no sé qué pasa, pero espero averiguarlo pronto…”

Dejo la carta sobre el escritorio y salgo de la habitación, camino por


la casa, la recorro de lado a lado… no tengo nada que hacer, mas que
esperar… Mientras espero me pongo a pensar, a ver si logro recordar algo
de lo que pasó aquel día. Intento ordenar mis recuerdos…

Estaba en el trabajo, tuve una reunión con mi jefe, en la que me


ascendió a jefe de departamento, al fin, después de tanto tiempo, pero…
no estaba tan feliz… luego del anuncio al resto de la oficina, seguí
trabajando en mi último día como supervisor.

Al final de la tarde, estaba exhausto… Tal parece que por ser el


último día me pusieron más trabajo que nunca… Salí de la oficina
sonriente, pensando que a partir de la mañana siguiente sería yo quien
mandara… Claro, sólo en mi departamento, pero eso es mejor que nada.

Bajé al estacionamiento y me monté en mi carro, era un modelo del


año anterior, pero estaba en perfectas condiciones…

Estaba saliendo del estacionamiento, llegué a la calle y…


No puedo ver nada más… un dolor enorme y una luz blanca…

De pronto, llegas a la casa, traes un periódico y lo dejas sobre la


mesa, veo el titular… “hombre asesinado para robarle el vehículo”

Me pongo a leer el artículo, que cita: “Grabaron las cámaras de


seguridad, que el hombre estaba saliendo de la oficina cuando fue
abordado por dos sujetos armados, quienes forcejearon con el trabajador
para que les entregara el auto. Le dieron dos disparos y en el más puro
acto de odio le dieron una puñalada, abriéndole el estómago. La víctima
fue reconocida por su esposa y compañeros de trabajo. La víctima de
nombre...”

Escucho un grito tuyo y corro hacia la habitación… te veo, sentada


en el escritorio, sosteniendo mi carta y con una expresión de susto en la
cara… dices con voz temblorosa “¿v-vi-vida, es-s-tas ahí?”

¡Sí!, aquí estoy –te grito –pero no me oyes, y vuelves a preguntar…


No me queda otra cosa más que mover algo y lanzo al suelo una
almohada.

Te sorprendes mucho y rompes a llorar… no entiendo lo que pasa y


salgo de la habitación –pensando– camino sin ver, tropiezo con la mesa y
tiro el periódico. Cae abierto en la página del artículo titular y veo la foto
de mi carro con tres hombres forcejeando.

Como una foto que aparece de pronto, comienzan a llegarme


recuerdos.

Estoy saliendo del estacionamiento y al llegar a la calle dos hombres


se acercan al carro, me apuntan con un arma y me dicen que me baje,
cuando bajo del carro me fijo en las miradas maliciosas de los sujetos y me
doy cuenta que aunque coopere voy a salir herido, sino muerto. Golpeo al
que tengo más cerca y se le cae el arma, intento recogerla y el otro me
tumba de una patada, diciendo con voz burlona –nos salió “pelión” el
muchacho– el otro se pone de pie y me patea la cara... –En ese momento
no sentía dolor, sino ira, una ira que me nublaba los sentidos– Me trato de
levantar pero me vuelven a tumbar, y después de otros tres intentos,
cansados del espectáculo, me disparan. Un disparo en cada rodilla, así que
cuando intento mover las piernas, me duele demasiado.

Y por último, uno saca un cuchillo y me raja de lado a lado.

Se montan en el carro y se van, dejándome ahí, tirado,


desangrándome hasta la muerte.

Así que así fue, eso fue lo que pasó… bueno, ya sé que me sucedió, y
sé que puedes leer mis cartas.

Voy a la habitación y te veo sentada en la cama, guardando mis


cosas en una maleta… y comienzo a escribirte: “Mi vida, ya recuerdo lo
que me pasó… ya estoy más tranquilo, aunque no sé qué voy a hacer
ahora que estoy en este estado, me doy cuenta de que aún me amas y eso
me alegra mucho, pero te voy a pedir, por mucho que me duela, que sigas
con tu vida, que yo voy a ser feliz sabiendo que tú lo eres. Te amo
demasiado y no puedo verte sufrir.

Me voy mi vida, te veré siempre que pueda hacerlo.

Adiós, o quizá, hasta luego”

Dejo la carta en la cama, te doy un beso en la frente y pareces


voltear hacia mí, pero no es nada y salgo de la habitación. Veo que la
puerta de la casa está rodeada por una extraña luz, camino hacia ella y la
abro.

Una calidez me envuelve, siento escalofríos que me recorren, de los


pies a la cabeza…

Me adentro más en la luz…

Y lo recuerdo…

Mi nombre es...

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