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E

Alfonso Ávila del Palacio es licencia-


ste estudio, al igual que cualquier otro dentro de la do Alfonso Ávilamaestro
en economía, del Palacio
y doctor en

Alfonso Ávila del Palacio


filosofía de la matemática, debe contestar al me- ?
filosofía por la UNAM, donde fue pro-
nos tres preguntas: a) ¿cómo es posible el mundo fesor e investigador durante 15 años;
abstracto de la matemática?; b) ¿cómo es posible que desde 1990 es investigador y profe-
conozcamos el mundo abstracto si vivimos en un mundo sor del Instituto de Ciencias Sociales
de la Universidad Juárez del Estado de
concreto? y c) ¿por qué funciona lo abstracto de la ma-
Durango. Asimismo es Miembro del
temática en el mundo concreto de la experiencia? En el Sistema Nacional de Investigadores
capítulo se da una respuesta a las cuestiones a y b, y en del Conacyt desde 1992. También es
el capítulo 4, a la cuestión c. director fundador del Instituto de Estu-
En varias ocasiones el autor ha afirmado que su pos- dios Filosóficos de Durango, A.C. de
tura es empirista porque acepta que la matemática tiene 1992-2012.
Su principal tema de investiga-
su origen, al menos en parte, en nuestra interacción con
ción son las matemáticas en las ex-
el mundo empírico, tal como lo propusieron Mill (1843) y plicaciones empíricas. Ha publicado
modernamente Kitcher (1984). No obstante, la postura los libros: Estructura matemática
que se defiende en este libro se le denomina cuasiem- de la Teoría Keynesiana, Fondo de
pirista para distinguirla de los empiristas que pretenden Cultura Económica, México, 2000;
identificar la matemática con las ciencias empíricas. Por Sobre la felicidad, las teorías y un
otra parte, el cuasiempirismo que se propone aquí es mundo mejor, Editorial UJED, Méxi-
co, 2007; The Natural Number seen
diferente al de Lakatos (1978) o al de Putnam (1979),
Philosophically, Lap-Lambert, Ale-
que proponen una matemática falible y más cercana a mania, 2011; y Vigencia de la defi-
las prácticas de los matemáticos. Para explicar su visión

UNA VISIÓN CUASIEMPIRISTA DE LA MATEMÁTICA


UNA VISIÓN
nición fregeana de número, Plaza y
cuasiempirista, en el capítulo 2 el autor expone algunas Valdes, México, 2014.
formas mediante las cuales es posible llegar a la mate- Ha publicado diversos artículos y
mática a partir del mundo concreto y nuestras habilida- capítulos de libros, entre los últimos:
des mentales; en el capítulo 3 expone algunos rasgos “What is Philosophy of Mathematics
de la matemática que la separan del mundo empírico y la
vuelven algo abstracto; y, finalmente, en el capítulo 4 se
CUASIEMPIRISTA looking for?” en 18 unconventional
essays on the nature of mathema-

DE LA MATEMÁTICA
tics de Reuben Hersh (ed.) Springer,
presentan algunos ejemplos de cómo es posible que la EUA, 2006 y “Matematizar una teo-
matemática abstracta nos diga algo del mundo concreto. ría como una forma de interpretarla:
el caso de la teoría de Keynes”, Pers-
pectivas, vol. 6, núm. 2, 2012.

Alfonso Ávila del Palacio


EDICIONES ACADÉMICAS FILOSOFÍA

9 786078 563357
UNA VISIÓN CUASIEMPIRISTA DE LA MATEMÁTICA
UNA VISIÓN
CUASIEMPIRISTA
DE LA MATEMÁTICA

Alfonso Ávila del Palacio

EDICIONES ACADÉMICAS
Primera edición: noviembre de 2017

Diseño de portada: Cesar Susano

Diseño y cuidado editorial: Colofón S.A. de C.V.


Franz Hals 130,
Col. Alfonso XIII,
Delegación Álvaro Obregón, C.P. 01460
Ciudad de México, 2017.
www.paraleer.com • Contacto: colofonedicionesacademicas@gmail.com

ISBN: 978-607-8563-35-7

Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico o electrónico sin la autoriza-


ción escrita de los editores.

Impreso en México • Printed in Mexico El tiraje consta de 500 ejemplares.

Esta obra fue recibida por el Comité Interno de Selección de Obras de Colofón
Ediciones Académicas para su valoración en la sesión del primer semestre de
2017, se sometió al sistema de dictaminación a “doble ciego” por especialistas en
la materia, el resultado de ambos dictámenes fueron positivos.
Índice

Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Capítulo I. Una cuestión de enfoque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13


1. El problema de los enfoques . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
2. El enfoque matemático .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
3. El enfoque histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
4. El enfoque psicológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
5. El enfoque lingüístico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
6. El enfoque filosófico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28

Capítulo II. Algunos orígenes lógicos de la matemática .. . . . . . . . . . . . . . . 35


1. La aritmética como la sistematización de un proceso mental . . . 35
2. La geometría como una idealización de las figuras empíricas . . . 41
3. La axiomatización matemática del azar y los juegos .. . . . . . . . . . . 47
4. Los conjuntos como un lenguaje para la matemática . . . . . . . . . . . 56
5. Conclusión de los orígenes lógicos de la matemática .. . . . . . . . . . 66

Capítulo III. Algunos rasgos de la matemática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69


1. El carácter deductivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
2. El carácter no deductivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
3. El carácter recursivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
4. El carácter inacabado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
5. Conclusión sobre los rasgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82

Capítulo IV. La matemática y las ciencias empíricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85


1. La matemática y su aplicación al mundo empírico . . . . . . . . . . . . . 85
2. La teoría matematizada de Arquímedes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
3. La teoría matematizada de Galileo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
4. La matematización de las teorías económicas . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
5. Conclusión sobre las teorías matematizadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101

Capítulo V. En conclusión ¿qué podría ser la matemática? .. . . . . . . . . . . . 103


1. Mi visión frente a otras propuestas filosóficas . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
2. ¿Qué presupone mi visión de la matemática? .. . . . . . . . . . . . . . . . . 114

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
7
Introducción

La pregunta que ha guiado mi trabajo como investigador ha sido desde mis


estudios de licenciatura en economía: ¿qué papel juega la matemática en las
teorías1 empíricas?
La pregunta original derivó en otras dos que tenía que contestar prime-
ro: ¿qué es una teoría empírica? y ¿qué es la matemática? La primera, me
llevó a la filosofía de la ciencia e incluso a estudiar filosofía en general. Esos
estudios traté de aplicarlos en una ciencia: la economía y, particularmente,
una teoría, la Teoría general del empleo el interés y el dinero (1936) de J. M.
Keynes. A partir de esta teoría que, originalmente, no estaba matematizada,
estudié cómo podría matematizarse, lo cual expuse en Ávila (2000 y 2012).
Éste fue mi primer intento de responder a la pregunta original desde una
teoría empírica particular.
La pregunta acerca de la matemática me llevó a indagar primero qué son
los números naturales; ya que éstos son una parte fundamental de la mate-
mática. Pensé que contestando la pregunta sobre los números básicos, podía
luego abordar el resto de la matemática por analogía o por diferencia de és-
tos. El estudio de los números, que expuse en Ávila (2011), me llevó al estu-
dio de la lógica y los conjuntos a partir de la propuesta de Frege, lo cual ex-
puse en Ávila (2014). Dado que los números, los conjuntos y las conectivas
lógicas son entidades abstractas, en Ávila (2016) traté de redondear una vi-
sión sobre este tipo de entidades, tanto en su aspecto ontológico como epis-
temológico.
Una vez que he llegado a este punto pienso que en condiciones de tener
una visión general, aunque sea tentativa, sobre la matemática, lo cual abordo
en el presente trabajo. Éste tiene la siguiente secuencia: en el capítulo i dis-
cuto el enfoque filosófico desde el que me sitúo, diferenciándolo de otros
estudios que abordan el mismo objeto de estudio. De manera que diferencio
el estudio filosófico sobre la matemática de los estudios matemáticos, histó-

1
En este trabajo reservo el término teoría para referirme a las explicaciones que llevan a cabo las diferen-
tes ciencias que tratan sobre algún aspecto del mundo empírico. De manera que a lo que comúnmente, dentro
de la matemática, se nombra con las expresiones “teoría de conjuntos”, “teoría de probabilidades”, etc., me re-
feriré con las expresiones “estudio matemático de los conjuntos”, “estudio matemático del azar”, etc., ya que
estos estudios son diferentes de las teorías empíricas, aun en una visión cuasi-empirista de la matemática
como la que defiendo en este y otros trabajos. En el capítulo iv ahondaré en las diferencias y semejanzas entre
una teoría empírica y un estudio matemático.

9
Introducción

ricos, psicológicos y lingüísticos sobre la matemática. Con respecto al enfo-


que filosófico aclaro que, cuando este aborda algo abstracto como la mate-
mática, lo más pertinente es llevar a cabo reconstrucciones lógicas; sobre las
cuales doy una caracterización tentativa. De acuerdo con lo anterior, en el
capítulo ii llevo a cabo reconstrucciones lógicas de varias ramas de la mate-
mática: la aritmética, la geometría, los juegos y los conjuntos, tratando de
indagar tanto su ontología como su epistemología. En el capítulo iii llevo a
cabo reconstrucciones lógicas de varios rasgos característicos de la matemá-
tica, aunque no todos por supuesto. Dado que se le considera el ejemplo pa-
radigmático del pensamiento abstracto, examino su aspecto deductivo, así
como también sus aspectos no deductivos. Examino también su aspecto re-
cursivo2 y el hecho de ser una disciplina siempre inacabada; rasgos estos que
comparte, por cierto, con la filosofía. En el capítulo iv llevo a cabo recons-
trucciones lógicas de algunas aplicaciones de la matemática al mundo empí-
rico. Ahí expongo mi segundo intento por responder a la pregunta original,
ahora desde la matemática.3 Finalmente en el capítulo v concluyo con la pin-
tura sobre la matemática que resulta de los análisis precedentes.
Este estudio, al igual que cualquier otro dentro de la filosofía de la mate-
mática, debe contestar al menos tres preguntas: a) ¿cómo es posible el mun-
do abstracto de la matemática? b) ¿cómo es posible que conozcamos el mundo
abstracto si vivimos en un mundo concreto? y c) ¿por qué funciona lo abs-
tracto de la matemática en el mundo concreto de la experiencia? En el capí-
tulo ii doy una respuesta a las cuestiones (a) y (b), y en el capítulo iv, a la
cuestión (c).
En varias ocasiones he afirmado que mi postura es empirista porque
acepto que la matemática tiene su origen, al menos en parte, en nuestra inte-
racción con el mundo empírico, tal como lo propusieron Mill (1843) y mo-
dernamente Kitcher (1984). En este libro, a mi postura la he llamado cuasi-
empirista para distinguirla de los empiristas que pretenden identificar la
matemática con las ciencias empíricas. Por otra parte, el cuasiempirismo
que propongo es diferente al de Lakatos (1978) o Putnam (1979), que pro-
ponen una matemática falible y más cercana a las prácticas de los matemáti-
cos. Para explicar mi visión cuasiempirista, en el capítulo ii expondré algu-
nas formas mediante las cuales es posible llegar a la matemática a partir del
2
Aquí entiendo por recursivo el carácter de una disciplina o de una actividad que le permite convertirse en
su propio objeto de estudio. De esa misma forma es usado este término, por ejemplo, en Moulines (1982) inci-
so 1.1. Hay otras disciplinas, como la biología o la química, las cuales no pueden hacer biología de la biología, o
química de la química, ya que su objeto de estudio está siempre fuera de ellas. Esta forma de entender la recur-
sividad es más amplia que como se entiende dentro de la matemática, donde las definiciones o funciones recursi-
vas nos dicen cómo obtener conceptos nuevos empleando el mismo concepto que se intenta definir.
3
En un estudio posterior pretendo dar una respuesta más global, aunque siempre tentativa, a mi pregunta
original sobre el papel de la matemática en las explicaciones empíricas.

10
Introducción

mundo concreto y nuestras habilidades mentales; en el capítulo iii expondré


algunos rasgos de la matemática que la separan del mundo empírico y la
vuelven algo abstracto, y, finalmente, en el capítulo iv expondré algunos
ejemplos de cómo es posible que la matemática abstracta nos diga algo del
mundo concreto.

11
Capítulo I
Una cuestión de enfoque

1. El problema de los enfoques

En muchas ocasiones se establecen diálogos de sordos. Wittgenstein (1921,


4.112) decía que la mayoría de las discusiones filosóficas eran malentendi-
dos. De ahí que él proponía que la tarea de la filosofía consistía en desenre-
dar esos malentendidos; es decir, en tratar de clarificar el lenguaje con el que
expresamos nuestros pensamientos. Aceptando, al menos en parte, esa ca-
racterización que en realidad creo que viene de Platón, haré en este capítulo
una precisión del trabajo filosófico tal como lo llevaré a cabo en este libro.
Para ello empezaré por proponer varias distinciones conceptuales. En con-
creto, distinguiré entre metamatemática y filosofía de la matemática; entre
historia y filosofía de la matemática; entre la psicología experimental que
trata con lo concreto y la epistemología que trata con lo abstracto; y entre la
lingüística empírica y la filosofía del lenguaje. Cada uno de esos enfoques no
filosóficos tiene sus propios métodos: algunos de naturaleza empírica, como
la historia, la psicología y la lingüística, y otros de naturaleza formal, como la
metamatemática. La filosofía, por su parte, cuando se enfoca en algo abs-
tracto como la matemática, el método apropiado, según lo propuse en Ávila
(2016, cap. 3), y lo reitero aquí, son las reconstrucciones lógicas. Ahora bien,
dentro de estas, como lo veremos más adelante, hay unas que abordan sólo
lo ontológico, como es el caso del trabajo de Frege (1884), y otras que abor-
dan tanto lo ontológico como lo epistemológico, como es el caso del trabajo
de Husserl (1891). Tal como dijo Stegmüller (1965: 7):

La mayoría de las veces, las divergencias filosóficas no consisten tanto en una


diferencia en las concepciones teóricas, cuanto en una diferencia en los puntos
de partida, en una diferencia en lo que respecta a los métodos que se utilizan
para acercarse a los problemas.

Así pues, tal como espero mostrarlo, mi enfoque no es matemático, aun-


que hable sobre la matemática; tampoco es histórico aunque mencione cier-
tos hechos históricos; tampoco es psicológico, aunque mencione los hallazgos
de algunos psicólogos y neuropsicólogos que se han enfocado en el estudio
de nuestro conocimiento de lo matemático; tampoco es un enfoque lingüís-
tico, aunque enfatice que sin el lenguaje la matemática no hubiera llegado a
13
Una cuestión de enfoque

donde ha llegado. Mi enfoque es filosófico y, más específicamente, es una


reconstrucción lógica mediante la cual intento dar cuenta de la ontología y
la epistemología de algunas partes, o ramas, de la matemática, así como de
algunos de sus rasgos e incluso de algunas de sus aplicaciones al mundo em-
pírico.

2. El enfoque matemático1

Lo primero que quiero distinguir es la metamatemática de la filosofía de la


matemática. El primero es un trabajo matemático, el segundo es filosófico.
No obstante, encontramos frecuentemente la creencia de que los matemáti-
cos y los filósofos de la matemática están hablando de lo mismo.
Por ejemplo Körner (1967: 118) dice:

Las teorías matemáticas se caracterizan por el hecho de que son susceptibles de


convertirse en cuestiones a tratar por las mismas teorías matemáticas [En eso
estoy de acuerdo con este autor y es a lo que se le llama metamatemática]; por
lo cual, es posible que sean incompatibles las teorías matemáticas y las teorías
filosóficas acerca de la matemática [y en esto ya no estoy de acuerdo].

Más adelante, el mismo autor afirma que “los descubrimientos meta-


matemáticos de la presente centuria [se refiere, sobre todo, a los trabajos de
Gödel] implican la falsedad de las doctrinas comunes compartidas por las
filosofías clásicas de las teorías matemáticas” (Körner, 1967: 132).
Mi propuesta aquí es distinguir entre las respuestas que puede dar la
metamatemática a la pregunta ¿qué es la matemática? y las que puede dar
una reflexión filosófica acerca de esa misma pregunta. Para ello, hay que
preguntarnos ¿qué busca un filósofo? y ¿qué busca un matemático? cuando
cada uno de ellos tienen preguntas acerca de la matemática.
Veamos primero cómo ven esa cuestión los matemáticos. Desde su punto
de vista, la filosofía no puede comprender lo que es la matemática. Entre ellos,
Ramírez (1989: 318) ha dicho, siguiendo a Cavailles, que “la esencia de la ma-
temática es un problema, entre otros, que la filosofía no puede resolver”. En la
misma dirección, Courant y Robbins (1941: 7) concluyen su introducción di-
ciendo que “no es la filosofía, sino la experiencia activa en matemática la úni-
ca que puede responder la pregunta: ¿qué es la matemática?”
Tal vez la dificultad para resolver esa cuestión radica en la filosofía mis-
ma, tal como parecen afirmar Ramírez, Cavailles, Courant y Robbins; es de-

1
Este inciso es una actualización de Ávila (2006).

14
Una cuestión de enfoque

cir, no es la filosofía la que puede resolverla. O tal vez, como dice Hersh
(1979: 34), la razón es el hecho de que “no hay muchos filósofos profesiona-
les que conozcan de análisis funcional, topología algebraica o procesos esto-
cásticos”. Esto es reafirmado por Amor (1981: ii) cuando dice, comentando
el trabajo de Hersh: “Ésta es una reflexión de un matemático activo, y no de
un filósofo no matemático, por lo que se trata de una reflexión auténtica
acerca de la matemática real”.
Tal vez la mayoría de los filósofos, incluyendo a los filósofos de la mate-
mática, no sepan tanta matemática como los matemáticos profesionales;
pero ¿qué debemos entender por “saber matemática”? Maurice Frechet
(1958: 21), matemático profesional, dijo en una ocasión que “los matemáti-
cos mismos no saben, por ejemplo, todo lo que es el análisis matemático”; y
Keneth Ribet (en Lemonick, 1993: 13) sostuvo que “el número de matemáti-
cos que podrían entender completamente los argumentos de Wiles acerca
del teorema de Fermat podrían caber en un auditorio”. Por consiguiente,
¿cuál es el significado de la expresión “saber matemática”? Tal vez no es sufi-
ciente ser un matemático; tal vez sería necesario ser un creador de una parte
de la matemática; pero, tal vez ni eso sería suficiente debido al carácter in-
acabado de la matemática y a su misma complejidad. Por supuesto, es nece-
sario que el filósofo de la matemática conozca esta disciplina para que pueda
hablar de ella. Lo que no queda claro es qué tanto necesita saber acerca de la
matemática para llevar a cabo un análisis filosófico de esa disciplina o de al-
guna parte o aspecto de ella.
A los matemáticos por cierto, en general, no les interesa responder
la pregunta ¿qué es la matemática? La mayoría de ellos usa la matemática, la
desarrollan, o la perfeccionan en algún sentido. Sólo unos cuantos se han
detenido a reflexionar sobre la matemática misma, y lo han hecho con dife-
rentes herramientas. No obstante, parece que casi todos ellos piensan, como
ya lo hemos dicho, que es un asunto interno de la matemática misma. En
palabras de Cavailles (1938: 172): “No hay definición, ni justificación de los
objetos matemáticos, excepto la matemática misma”.
Pero si ése es el caso, ¿cómo es posible reflexionar acerca de la matemá-
tica desde la matemática misma?; justamente haciendo metamatemática.
Es generalmente aceptado que la matemática es recursiva; es decir, la matemá-
tica puede retrabajar matemáticamente sus propios resultados. Sin embargo,
si no sabemos qué es la matemática, sería difícil precisar cómo podemos
hacer matemática de la matemática. En cualquier caso, creo que podemos de-
cir, al menos, que es posible hacer matemática de forma axiomática y no-
axiomática.
En ese sentido, puede haber metamatemática axiomática y no-axiomáti-
ca. Es característico de esas dos formas que ambas inician a partir de ciertas
15
Una cuestión de enfoque

entidades matemáticas y construyen algo más claro o más general. Al pare-


cer, la diferencia consiste en que la axiomática nace con la intención de sus-
tituir el estudio original de ciertas entidades proponiendo otro estudio de
ellas que sea más claro y preciso; mientras que la no-axiomática no sustituye
el estudio original, sino que lo subsume en un estudio más amplio. De cual-
quier forma, podemos decir que ambas explican y aclaran el estudio mate-
mático primitivo: una reduciéndolo a sus elementos básicos al axiomatizar-
lo; y la otra relacionándolo con otros elementos matemáticos.
Con respecto a los trabajos axiomáticos (llamados fundamentaciones),
creo que, por su propia naturaleza, son metamatemática, y pretenden acla-
rar la naturaleza y las relaciones de las entidades matemáticas de las que tra-
tan. En palabras de Gödel:

Las así llamadas “fundamentaciones” lógicas o conjuntistas del estudio de los


números, o de cualquier otro estudio matemático bien establecido, son aclara-
torias, más bien que fundamentaciones, exactamente como en física donde la
función real de los axiomas es explicar el fenómeno descrito por los teoremas
de ese sistema, más que proveer una genuina “fundamentación” para tales teo-
remas [en Lakatos, 1978: 27].

Las limitaciones de los sistemas formales en el trabajo axiomático son


bien conocidas. Por esta razón, las trabajos axiomáticos, en general, no han
sustituido a los estudios matemáticos originales y ambos subsisten. Hersh
(1979: 38) dice:

La presuposición común era que la matemática debía ser provista de una fun-
damentación absolutamente confiable. Las divergencias eran acerca de la estra-
tegia sobre qué tenía que ser sacrificado con tal de llegar a la meta. Pero la meta
nunca fue alcanzada y hay pocos que todavía esperan alcanzarla.

Supuestamente la filosofía de la matemática entró en crisis con los traba-


jos de Gödel. Pero sus teoremas acerca de la incompletud y consistencia de
la aritmética son acerca de sistemas formales en el sentido de Hilbert. Ellos
son importantes para la metamatemática axiomática (o fundacional): mues-
tran que una pintura axiomática de la aritmética no recoge la totalidad de la
aritmética. Esto es interesante para la matemática y la metamatemática por-
que nos permite examinar el lugar y la utilidad de los sistemas formales en la
totalidad de la matemática. Así pues, es un asunto interno acerca de las inte-
rrelaciones de las entidades matemáticas. Más específicamente, la crisis fue
interna al programa de Hilbert y otros programas similares, tales como el
logicismo y el intuicionismo. La matemática misma y la filosofía de la mate-
16
Una cuestión de enfoque

mática continuaron sus propios caminos, como diría Wittgenstein (1958:


123-125).
De manera que la axiomatización de la aritmética, la de Peano (1889) o
la de Hilbert (1900), o Dedekind (1963), por ejemplo, pretenden enunciar
los elementos y las leyes fundamentales a partir de las cuales supuestamente
podemos obtener toda la aritmética preaxiomática; es decir, la que maneja-
ban, por ejemplo, los egipcios y los griegos antes de Euclides; pero los traba-
jos de Gödel y otros mostraron que esa tarea no es posible. No obstante, el
trabajo de axiomatización es útil en cuanto nos aclara ciertos aspectos de los
números, como dice Gödel en la cita de arriba.
Ahora bien, con respecto a la matemática no-axiomática, podemos men-
cionar el estudio matemático de los grupos en sus primeras etapas y, en ge-
neral, lo que Cavailles (1938: 173) llamó tema; es decir, “la transformación
de una operación en elemento de un campo operacional superior: por ejem-
plo, la topología de las trasformaciones topológicas”. Si vemos las ramas ma-
temáticas primitivas como estructuras, este trabajo metamatemático estaría
construyendo otras estructuras formadas por las estructuras simples; es de-
cir, estaría construyendo estructuras complejas por medio de las cuales es
posible estudiar y clarificar las propiedades y las relaciones de ciertas estruc-
turas primitivas. Por ejemplo, el estudio de los grupos, o mejor aún de las
estructuras, estudia la aritmética de los números naturales como cierto gru-
po, o cierta estructura, con ciertas características semejantes y diferentes a
otros grupos o estructuras. De manera que mientras la aritmética estudia los
números, el estudio de los grupos estudia la aritmética como un grupo entre
otros. En ese sentido, el segundo es más general y relaciona la aritmética con
otras ramas de la matemática que no tratan con números.
Resumiendo, la metamatemática es un desarrollo de la matemática mis-
ma dirigido a hacerla más unitaria y precisa. En cualquier caso, podemos
decir que ambas metamatemáticas están intentando sustituir o subsumir es-
tructuras primitivas; de hecho, explican y clarifican las ramas matemáticas
primitivas y tienden a hacer la matemática más homogénea. En consecuen-
cia, la pregunta ¿qué es la matemática? los metamatemáticos la entienden, al
parecer, como interrogando por las propiedades y las relaciones internas de
los elementos que conforman la matemática.
De manera que las afirmaciones de algunos matemáticos de que “la
esencia de la matemática es un problema, entre otros, que la filosofía no pue-
de resolver”, y que “no hay definición ni justificación de los objetos matemá-
ticos, excepto la matemática misma” tienen sentido sólo si por esencia de la
matemática o definición de los objetos matemáticos entendemos algo como
lo que hace la metamatemática; pero, como veremos en seguida, a la filosofía
le interesan otras cosas que no aborda la metamatemática.
17
Una cuestión de enfoque

Así pues, veamos ahora como ven esas cuestiones los filósofos. Witt-
genstein (1921, 4.112), por ejemplo, sostiene que “el objeto de la filosofía es
la aclaración lógica del pensamiento. No es una teoría, sino una actividad.
Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones”. Frente las afir-
maciones de que la matemática y la filosofía de la matemática pueden ser
estudios rivales, Wittgenstein (1958: 123-125) sostiene lo siguiente:

Un problema filosófico tiene la forma: ¿no se salir del atolladero? Deja todo
como está. Deja también la matemática como está, y ningún descubrimiento
matemático puede hacerlo avanzar. No es cosa de la filosofía resolver una con-
tradicción mediante un descubrimiento matemático.

No obstante, a pesar de que estemos de acuerdo con Wittgenstein en


que la filosofía de la matemática hace aclaraciones y es diferente de las clari-
ficaciones que realiza la metamatemática, todavía tendríamos que precisar
en qué sentido son diferentes esas clarificaciones. Al respecto, podemos de-
cir que las elucidaciones de la metamatemática son, básicamente, acerca de
las relaciones y dependencias internas entre las entidades y diferentes partes
de la matemática. Mientras que lo que intenta la filosofía es hacer clarifica-
ciones conceptuales que den cuenta del aspecto ontológico y epistemológico
de la matemática. Básicamente, intenta dar una respuesta a las tres pregun-
tas anotadas arriba: ¿cómo es posible el mundo abstracto de la matemática?
¿Cómo es posible que conozcamos el mundo abstracto si interactuamos sólo
con el mundo concreto? ¿Por qué funciona lo abstracto de la matemática en
el mundo concreto de la experiencia?
En resumen, frente a la pregunta qué son ciertas entidades matemáticas,
la metamatemática busca qué características y relaciones formales tienen
ellas mismas y con otras entidades matemáticas; mientras que la filosofía de
la matemática busca situarlas en el mundo y proponer cómo nos relaciona-
mos con ellas. Por supuesto, el filósofo necesita conocer las características y
relaciones formales que van descubriendo los matemáticos y los metamate-
máticos; pero no se queda ahí; requiere, a partir de ahí, observar su compor-
tamiento fuera de la matemática, proponer una ontología y una epistemolo-
gía para esas entidades. Eso fue justamente lo que hicieron Frege (1884) en
sus Fundamentos de la aritmética, y Husserl (1891) en su Filosofía de la arit-
mética. Para ser más claro en el punto que defiendo aquí, estoy afirmando
que los trabajos sobre los números de Peano (1889), Hilbert (1900), Dedekind
(1963) o el mismo Frege (1893) en Las leyes de la aritmética no fueron filo-
sóficos, sino metamatemáticos porque se quedaron únicamente en los as-
pectos formales de los números.

18
Una cuestión de enfoque

3. El enfoque histórico

La segunda distinción conceptual que quiero plantear es entre los estudios


históricos sobre la matemática y los estudios filosóficos sobre lo mismo.
A diferencia de los metamatemáticos, otros matemáticos e historiadores
de la matemática, tales como R. Thom (1980), sostienen que los trabajos
metamatemáticos no son suficientes para saber qué es la matemática debido
a que “el formalismo niega el estatus de matemático a la mayoría de lo que
comúnmente se ha entendido como matemático y no dice nada nuevo acer-
ca de su desarrollo” (Thom, 1980: 27). Por esta razón, esos matemáticos e
historiadores piensan que una indagación sobre la matemática que tome en
cuenta más completamente la fecundidad del trabajo matemático debe ser
dada desde un análisis histórico que clarifique los hechos y métodos que
han permitido su crecimiento.
Toda historia es una reconstrucción inteligible de datos que considera-
mos relevantes, y esto implica una interpretación de esos datos. “La historia
emerge cuando una cronología es seleccionada, organizada, relacionada y
explicada” (May, 1974: 28). De esa forma, la historia de la matemática es una
explicación que nos da una pintura que toma en cuenta no sólo el resultado
final de una parte de la matemática, sino también su origen y desarrollo. Creo
que eso, indudablemente, nos permite entender mejor la matemática, ya que
nos da un acercamiento a los elementos subjetivos que han estado presentes
en la conformación de los elementos objetivos de la matemática.
Por supuesto, conocer su origen y desarrollo históricos puede ayudar a
entender mejor la matemática, como lo destacó Lakatos (1978). La arqueo-
logía, por ejemplo, ha encontrado evidencias de que los hombres empezaron
a contar incluso antes de escribir (Schmandt-Besserat, 1992); por otro lado,
hay hipótesis audaces, como la de Szabó (1978), que sugiere cómo es que
entró el trabajo deductivo en la matemática griega.
Todo eso es muy importante para entender la matemática; pero en los
trabajos filosóficos como los de Frege (1884) y Husserl (1891), por ejemplo,
notamos la total ausencia de datos históricos que pudieran servir como ele-
mentos útiles a la definición de los números que ambos autores propusieron.
Lo que ellos hicieron, como lo veremos brevemente en i.6, fue llevar a cabo
aclaraciones conceptuales y reconstrucciones lógicas a partir de lo cual pro-
pusieron una ontología de los números.
De manera que, al parecer, el filósofo al estudiar algunas entidades ma-
temáticas como los números, por ejemplo, prescinde de su origen histórico
y de las circunstancias y los personajes que estuvieron involucrados. Mi pro-
puesta en este punto es que el trabajo filosófico debe hacerse incluso antes
del trabajo histórico. De hecho, es necesario definir primero qué es lo que
19
Una cuestión de enfoque

estamos buscando; es decir, qué estamos entendiendo por número mate-


mático, antes de poder rastrear su origen histórico. Si no tenemos claro
qué es el número, una indagación histórica sobre esas entidades puede
confundirse rastreando otras entidades tal vez parecidas pero no idénticas
a aquéllas.
En resumen, frente a la pregunta por el origen de los conceptos matemá-
ticos, el historiador recurre a ciertos datos históricos; mientras que el filóso-
fo realiza un análisis lógico de dichos conceptos. De manera que al historia-
dor de la matemática le interesa el origen y el desarrollo histórico de los
conceptos matemáticos, y al filósofo de la matemática le interesa más bien el
origen lógico de esos conceptos; es decir, a partir de dónde es posible llegar
a ellos.

4. El enfoque psicológico

La tercera distinción conceptual que quiero proponer es entre los estudios


psicológicos acerca de cómo es que adquirimos los conocimientos matemá-
ticos y los estudios epistemológicos que se realizan desde la filosofía.
Esta distinción se apoya en la propuesta de Parménides de que hay dos
vías para el conocimiento,2 que es reforzada por Platón al hablar del cono-
cimiento sensible y el inteligible. Eso llevó en el Renacimiento europeo a la
discusión entre racionalistas y empiristas, que fue resuelta en ese momento
por Kant (1781: intr.) al decir éste que “todo conocimiento comienza por la
experiencia, pero no todo proviene de la experiencia”, distinguiendo así el
conocimiento a priori del conocimiento a posteriori. Poco después, Hegel
insistirá en que hay un pensamiento puro y otro pictórico, correspondien-
do al primero la reflexión filosófica y al segundo las ciencias empíricas. En
tiempos más recientes, Frege (1918), Popper (1972) y otros han hablado de
“Pensamientos”, “Ideas Platónicas”, “Entidades Abstractas” o “Habitantes
del Tercer Mundo”, que tienen una vida independiente de las personas con-
cretas que los piensan; es decir, que son objetivos, atemporales y, por consi-
guiente, no empíricos. Ontológicamente hablando, ello llevó a un “dualis-
mo metafísico” que distingue el mundo abstracto del mundo concreto, y
epistemológicamente, a distinguir el pensamiento puramente racional que
se enfoca en lo abstracto del pensamiento concreto enfocado en lo empírico.
Esta distinción epistemológica, como es fácil ver, reivindica las dos vías del
conocimiento propuestas por Parménides y ratificadas por Platón y otros
pensadores.

2
Esto se explicará con más detalle en el inciso iii.1.

20
Una cuestión de enfoque

Por otro lado, están los que defienden un “monismo metafísico”, los cua-
les creen que sólo hay un mundo: el sensible espacio-temporalmente deter-
minado; es decir, creen en

la tesis metafísica que ve el mundo como compuesto sólo por cosas individua-
les, conocibles por la percepción del exterior y/o del interior. El psicologismo
basado en tal teoría se encarga de la tarea de investigar las relaciones causales
entre los contenidos mentales individuales y las entidades físicas [Mohanty,
2003: 115].

En términos de Popper, ontológicamente hablando, estos pensadores


sólo aceptan los mundos uno y dos y, por consiguiente, epistemológicamen-
te, son herederos del empirismo y del conocimiento experimental. Al sólo
existir para ellos lo espacio-temporalmente determinado, las ciencias expe-
rimentales son la única vía para encontrar las relaciones causales entre los
habitantes del primer mundo, entre los habitantes del segundo mundo, y las
relaciones entre estos dos mundos. Es decir, en el primer caso, se trata de
las relaciones causales entre las cosas empíricas (entre cierto caballo y cierto
pasto, por ejemplo); en el segundo caso, se trata de las relaciones entre los
diferentes contenidos mentales (entre la idea que tengo de los caballos y la
idea que tengo de diferentes pastos, por ejemplo), y en el tercer caso, se trata
de las relaciones entre las cosas empíricas y los contenidos mentales (entre
cierto caballo y mi idea de “caballo”).
Esto último es lo que intenta la psicología, o epistemología naturalizada,
que proponen Quine (1969) y en general las llamadas ciencias cognitivas, las
cuales, con respecto a la matemática, se han interesado en los procesos men-
tales o las habilidades que se requieren, para llevar a cabo el trabajo con las
entidades matemáticas. Ahí encontramos trabajos como The Growth of the
Mind: An Introduction to Child Psychology de Koffka y Ogden (1924), Be-
yond Modularity de Karmiloff-Smith (1992), The Numbers sense de Dehaene
(1997-2011), What Count: How Every Brain is Hardwired for Math de But-
terworth (1999), Where Mathematics Comes from de Lakoff y Nuñez (2000)
y Handbook of Mathematical Cognition de Campbell (ed.) (2005), entre
otros. Todos los cuales son, por supuesto, estudios empíricos.
Por ejemplo, por mencionar sólo un caso, Lakoff y Nuñez3 (2000) dicen
que las entidades y leyes matemáticas son metáforas conceptuales creadas a
partir de ciertas cosas y ciertos fenómenos empíricos. Por ejemplo, si juntar
cosas físicas es una operación conmutativa, la suma aritmética también lo
es. De esa forma, afirman ellos, trasladamos las relaciones empíricas a las

3
Examinaremos con más detalle la obra de estos autores en el inciso v.2.

21
Una cuestión de enfoque

relaciones matemáticas; de manera que hay un isomorfismo entre la mate-


mática y el mundo empírico que, por cierto, explica el éxito de la aplicación
de la matemática.
Esta idea, como puede verse, es muy interesante, al igual que otras pro-
puestas en esa dirección; pero tiene los siguientes problemas: a) algunas en-
tidades matemáticas (los números 2 y 3, por ejemplo) se parecen a ciertas
cosas empíricas (los pares y los tríos de cosas), pero hay otras entidades ma-
temáticas que definitivamente no tienen correlatos empíricos (los números
transfinitos, por ejemplo); b) las entidades matemáticas son inmutables,
mientras que el mundo empírico está cambiando constantemente; c) las en-
tidades y leyes matemáticas son inmunes a la experiencia, pero si lo mate-
mático es un reflejo isomorfo de lo empírico debería ser posible que ciertas
experiencias del mundo empírico nos forzaran a modificar las leyes matemá-
ticas correspondientes, lo cual es impensable en matemáticas. Todo lo cual,
nos indica que las entidades matemáticas siguen sus propias reglas indepen-
dientemente de lo que pase en el mundo empírico espacio-temporalmente
determinado; o, en otras palabras, que su naturaleza no es empírica. De ahí
que se diga que forman un mundo aparte: el mundo de lo abstracto, el tercer
mundo popperiano, el de los “pensamientos” fregeanos, etcétera.
En general, la psicología experimental y las ciencias cognitivas creen en
el monismo ontológico y buscan relaciones causales entre las cosas empíri-
cas y los contenidos mentales de los individuos; de manera que para ellos las
entidades matemáticas, en tanto que contenidos mentales, tienen que ser re-
flejos de ciertas cuestiones empíricas. Mientras que para los que defienden
el dualismo ontológico las entidades abstractas, como las matemáticas, de-
ben ser abordadas por medios no empíricos, sino puramente racionales. Por
supuesto, esto no quiere decir que las entidades abstractas y, concretamente
las matemáticas, no hayan tenido un origen histórico ni sean el producto de
ciertos procesos mentales. Creo que es innegable que tienen una historia y
son el resultado de nuestra actividad cerebral; pero el punto es si su natura-
leza es empírica similar a los árboles y los carros que vemos, o a los átomos
que no vemos, pero vemos sus efectos, o son de una naturaleza diferente,
atemporal y objetiva, independiente de la experiencia. Si esto último es el
caso, como así lo creo, entonces hay dos mundos: uno temporal, cambiante
y empírico, y otro atemporal e inmutable, y hay dos formas de conocer: una
enfocada a lo concreto, y otra enfocada a lo abstracto.
La arqueología puede decir cuándo aparecieron los números en la histo-
ria de la humanidad, y la psicología puede decir si los hombre concretos de
ciertas edades tienen o no la noción de cantidad, y si esta noción está ubica-
da en alguna región del cerebro; pero no pueden decir qué son los números
ontológicamente hablando. Esto es así porque las circunstancias empíricas
22
Una cuestión de enfoque

que rodean a una entidad abstracta son irrelevantes para definir sus caracte-
rísticas abstractas. Los números pudieron aparecer primero en China o en
Egipto, y los niños pueden sumar a tal o cual edad; pero eso no modifica un
ápice lo que es un número aritmético ni ninguna de sus leyes. De hecho, la
psicología y las ciencias cognitivas requieren identificar primero aquello de
lo que hablan y, si esto es abstracto, requieren una definición que no puede
provenir de la experiencia, sino de una reflexión puramente racional, es de-
cir, filosófica.
De manera que el “monismo metafísico”, al parecer, no puede explicar
satisfactoriamente el mundo abstracto de la matemática; pero, por otro lado,
el “dualismo metafísico” tiene el reto de explicar cómo se conectan los mun-
dos 1, 2 y 3. Algo que Benacerraf (1973) puso en términos muy claros con
respecto a la aritmética. En pocas palabras, aunque diferentes a las de él, Be-
nacerraf dice que nosotros tenemos relaciones causales con los dos primeros
mundos porque pertenecemos al primero y el segundo es parte de nosotros
mismos; pero con el mundo abstracto no tenemos contacto. ¿Cómo es, pues,
que lo conocemos? De manera que un trabajo epistemológico netamente fi-
losófico no se pregunta cómo es que los hombres concretos llegan a las ideas
matemáticas, sino cómo es que podemos tener acceso al conocimiento de lo
no empírico si al parecer no hay una relación causal entre la experiencia y lo
abstracto.
La respuesta de un filósofo que esté situado en el “dualismo metafísi-
co”, como es nuestro caso, consiste en llevar a cabo una reconstrucción ló-
gica mediante la cual nos diga cómo es que cualquier ser humano puede
llegar, por ejemplo, a la noción de número; es decir, a partir de qué nocio-
nes más primitivas y mediante qué procesos mentales es posible construir
la noción de número. Este trabajo epistemológico se realiza a la par que el
trabajo ontológico mediante el cual se clarifica qué es un número. De ma-
nera que la reconstrucción lógica de los números de la aritmética debe ser
al mismo tiempo ontológica y epistemológica; es decir, que nos aclare qué
son los números y cómo podemos llegar a ellos. Ejemplos de este tipo de
respuestas son las que han dado Husserl (1891) y Ávila (2011), y la que pro-
pondré aquí mismo en el capítulo ii para los números y otras ramas de la
matemática.
Una reconstrucción lógica propone qué son los números una vez que los
hemos identificado, es decir, señalado. Podemos señalar muchas cosas sin
saber qué son realmente. Por ejemplo, puedo señalar una nube sin saber que
es realmente: luego viene su estudio. De la misma forma, puedo señalar los
números como aquello con lo que trabaja la aritmética, sin todavía saber
qué son realmente.

23
Una cuestión de enfoque

5. El enfoque lingüístico

La cuarta distinción conceptual que propongo aquí es entre los estudios lin-
güísticos empíricos, que suelen ver la matemática sólo como un lenguaje, y
los estudios de filosofía del lenguaje que se requieren para una indagación
filosófica sobre la matemática.
Los estudios lingüísticos empíricos acerca de los lenguajes matemáticos
primitivos y modernos se auxilian de otras disciplinas empíricas como la
arqueología y la historia. Por ejemplo, con respecto a los símbolos numéri-
cos, tenemos, entre otros estudios, La antropología de los números de Crump
(1990), Number Story de Higgins (2008), The Social Life of Numbers de Ur-
tón (1997), Hethnomathematics de Ascher (1991), A History of Mathematical
Notation de Cajori (1993) y Before Writing: from Counting to Cuneiform de
Schmandt-Besserat (1992). Estos estudios rastrean los vestigios y testimo-
nios que, al parecer, refieren a los números que hoy conocemos.
Según esos estudios, las primeras fuentes de la matemática consisten en
una serie de “burbujas” y tablillas de arcilla que, al parecer, contabilizaban
cantidades de ciertos bienes. De acuerdo con los estudiosos de esa era (Ca-
jori, 1928-1929; Bell, 1940; Struik, 1985; Powell, 1989; Ball, 1991; Ritter, 1993
y 1994;), los signos para contar se organizaban en una docena de sistemas
diferentes. En un principio, sólo eran distinguidos el uno, el dos y a todas las
demás cantidades se les llamaba “varios”. También se usaban símbolos dife-
rentes para representar las mismas cantidades de diferentes objetos o medi-
das. Por ejemplo, para contar árboles podían usar, hipotéticamente: γ, γγ,
γγγ,…, y para contar personas podían usar: λ, λλ, λλλ,…. Sólo tiempo des-
pués se unifican y generalizan los sistemas; de esa forma, en vez de tener di-
ferentes símbolos para tres objetos, por ejemplo, según de qué clase de obje-
tos se tratara, se usó un solo símbolo para todos ellos:

λλλ  γγγ  ςςς  ♣♣♣



A partir de ese momento, que según Schmandt-Besserat (1992) sucedió


3000 a.C. en las primeras ciudades de Sumeria, podemos decir que quedan
establecidos los símbolos para contar, cuya escritura y manejo ya no depen-
dían de los objetos que designaban. Al parecer, se pasó de los diversos obje-
24
Una cuestión de enfoque

tos contados al manejo de algo perfectamente homogéneo como puntos


(…), líneas () o marcas (  ) en piedra o en algún material apro-
piado. Hurford (1987: 11) dice: “Sostengo que el lenguaje es un instrumento
necesario para pasar al conocimiento del número y, más aun, para la inven-
ción original de los objetos abstractos”.
Es interesante notar que en los más antiguos sistemas de conteo conoci-
dos, cuando los símbolos ya estaban unificados (véase Cajori, 1928-1929),
se representaban cantidades pequeñas como suma, o al menos reunión,
usando un símbolo para representar un objeto cualquiera. Esto puede apre-
ciarse en el siguiente cuadro:

Indoarábigos 1 2 3 4 5 10
Mesopotamia    
Egipto
(jeroglífico)    ∩
(hierático)  γ ψ >
China y Japón ~ ≈ ≈ †
Grecia (ático)    Γ Δ
Roma I II III V X
Cultura Maya . .. … _ _
India -- = Ξ

Los símbolos indoarábigos que usamos hoy día son una estilización de
los caracteres hindúes: de = se pasó a 2, y Ξ, escrito rápidamente, se trans-
formó en 3. Por otra parte, en el cuadro puede apreciarse que para cantida-
des mayores, a veces desde el cuatro, cinco o diez, se adoptaron símbolos
diferentes. Esto, seguramente, debido a que resultaba poco práctico repre-
sentar, por ejemplo, el cien mediante la repetición de otros tantos símbolos
del usado para el uno.
Hasta aquí los estudios lingüísticos de corte empírico. Creo que con los
pocos, pero representativos, ejemplos que hemos expuesto aquí, puede verse
a qué se enfocan esos estudios y qué métodos usan.
Por otra parte, la filosofía del lenguaje aborda la cuestión de los símbo-
los desde otro ángulo. La filosofía del lenguaje parte de la simbología mate-
mática que le proporciona la lingüística, así como del uso que le dan los
matemáticos; a partir de lo cual lleva a cabo análisis lógicos para esclarecer
lo que está detrás del lenguaje matemático; es decir, la ontología que le sub-
yace. Tal como hemos empezado a sugerirlo desde el principio de esta obra,
la reflexión filosófica sobre el mundo abstracto de la matemática se lleva a
cabo mediante reconstrucciones lógicas, método que describiremos más
ampliamente en el siguiente inciso i.6. A la filosofía del lenguaje no le intere-
25
Una cuestión de enfoque

sa la simbología matemática en sí misma4 ni su historicidad; le interesa


lo que podemos inferir de su estructura lógica y del uso que se hace de ella, ya
que a partir de ese análisis podemos dar una respuesta a ¿cómo es posible el
mundo abstracto de la matemática? En este punto tendríamos que decir, con
Hurford (1987: 11), que sin el lenguaje la matemática abstracta no hubiera
podido desarrollarse como lo ha hecho.
Como sabemos, la filosofía analítica, empezando con Frege y Wittgens-
tein, le ha concedido un papel central al estudio del lenguaje en las reflexio-
nes filosóficas. Pero mientras que la lingüística parte de la observación y
la experimentación empíricas para proponer explicaciones causales entre el
mundo de la experiencia y los lenguajes que se refieren a él, la filosofía del
lenguaje, a la manera de Frege, Wittgenstein o Chomsky, parte de indagacio-
nes y análisis puramente conceptuales para estudiar la estructura lógica del
lenguaje, o el uso del mismo o, incluso, proponer distinciones conceptuales
o lenguajes artificiales que reflejen más adecuadamente los pensamientos.
Por ejemplo, Frege propone, por un lado, su Conceptografía (1879), que
él mismo ve como la creación de un lenguaje para el pensamiento puro; por
otro lado, lleva a cabo una serie de distinciones conceptuales entre concepto
y objeto, entre sentido y referencia, etc., así como también descubre o pro-
pone semejanzas entre función y concepto, y entre el lenguaje matemático y
el lenguaje natural. Para Frege (1882), el estudio del lenguaje es importante
porque los símbolos lingüísticos son los recursos sensibles para referirnos a
nuestros pensamientos. Dado que no podemos trabajar solamente con los
pensamientos puros, porque nos perderíamos al ir de un pensamiento a
otro, recurrimos al lenguaje mediante el cual podemos recordar los pensa-
mientos pasados. En el presente capítulo hemos seguido la línea de Frege al
proponer varias distinciones conceptuales, como la del presente inciso.
Por su parte, Wittgentein en su Tractatus Logico-Philosophicus (1921)
propone una metafísica para el mundo a partir del análisis del lenguaje, ya
que para él “los límites del lenguaje son los límites de mi mundo”. De mane-
ra que, “toda filosofía es “crítica del lenguaje” (4.0031). Wittgenstein piensa
que “la proposición es un modelo de la realidad tal como la pensamos”
(4. 01); de modo que “el resultado de la filosofía […] es el esclarecimiento de
las proposiciones” (4.112). En el Tractatus, se trata de una aclaración lógica
del lenguaje. En su segunda etapa, Wittgenstein (1967) continúa pensando
que la filosofía se ocupa del esclarecimiento del lenguaje; pero no en cuanto
4
A la filosofía de la matemática no le interesan los símbolos matemáticos en sí mismos; es decir, la sin-
taxis; pero, ciertamente, es a partir del estudio de ésta como el filósofo puede extraer la semántica que le sub-
yace. Lo que intento decir con esto es que el filósofo no se queda en el manejo de la sintaxis ni de su historici-
dad, tal como sí lo hacen el matemático y el lingüísta, sino que intenta ir más allá; intenta develar la ontología
que subyace al lenguaje matemático.

26
Una cuestión de enfoque

a su estructura lógica, sino en cuanto a cómo se usa. De manera que, si-


guiendo la línea de Wittgenstein, la filosofía del lenguaje puede proponer
una ontología de las entidades matemáticas a partir del análisis lógico del
lenguaje matemático.
Por ejemplo, con respecto a la ontología subyacente, podemos decir que
a partir de los símbolos babilónicos y su uso podemos ver que manejaban la
multiplicación: si  representaba el diez y   el 100,    representaba
diez cientos. Habría que destacar que el paso de la suma a la multiplicación
significó un gran avance, ya que, en esta última, se cuentan los resultados de
las cuentas, reflejando el hecho de que estos resultados eran tomados como
entidades con existencia propia, al grado que se les podía contar.
De hecho, la mera simbolización refleja que desde tiempos remotos se
manejaban los resultados de las cuentas como entidades que al sumarse, mul-
tiplicarse o restarse se obtenía otra de esas entidades; es decir, al sumar el
cinco con el uno se obtenía el seis, etc., o, con otras palabras, un número
más otro número daba como resultado otro número. Todo ello, a mi juicio,
supone que se estaban refiriendo a entidades muy peculiares que tenían una
base común; es decir, a fin de cuentas, el 3 no era muy diferente del 2, ya que
del 2 puedo llegar al 3 al añadirle un 1. Eso puede explicarse si concebimos,
o simplemente manejamos, el 2 y el 3 como formados de unos. Siendo así, se
aprecia fácilmente que  +  = . En resumen, los lenguajes primiti-
vos reflejan la operación generalizada de suma, así como la relación de igual-
dad entre diferentes grupos de resultados de cuentas, lo cual supone una
base común.
Si suponemos que los símbolos primitivos son sólo marcas que se repi-
ten tantas veces como se quiera, en ese caso habrá que advertir que al hablar
de marcas no nos referimos a las efectuadas espacio-temporalmente: éstas
siempre son diferentes unas de otras; nos referimos, más bien, al resultado
siempre igual de la acción de marcar, la cual puede repetirse cuantas veces se
quiera. Entre  y  no hay ninguna diferencia: de hecho, son exactamente la
misma marca dibujada dos veces; por lo tanto, ambas marcas refieren a lo
mismo. No se trata del acto singular de marcar, que también está determina-
do espacio-temporalmente; sino el resultado de una acción que, considerada
en abstracto, puede repetirse cuantas veces se quiera. Tampoco podemos
decir que la acción referida sea el concepto bajo el cual caen los actos singu-
lares de marcar; porque, en ese caso, ¿qué sentido tendría repetir el mismo
concepto varias veces? El resultado de la acción de marcar, tal como lo que-
remos entender aquí, no es un universal, es un individual abstracto; o, con
otras palabras, es el resultado de una acción, el cual no está definido espacio-
temporalmente, sino sólo por las características que lo hacen ser tal resulta-
do y no otra cosa.
27
Una cuestión de enfoque

En resumen, la lingüística puede decirnos qué símbolos matemáticos se


usaban en qué culturas y en qué épocas; mientras que un estudio filosófico
sobre los lenguajes numéricos nos permite extraer la lógica de dichos len-
guajes, así como una interpretación de ellos que tenga sentido de acuerdo
con la ontología de las entidades de las que trata. Viendo así las cosas, la filo-
sofía del lenguaje matemático se vale de los resultados de la lingüística como
aquello que tiene que ser clarificado.

6. El enfoque filosófico

En los incisos anteriores distinguimos la filosofía de la matemática de la me-


tamatemática, de la historia de la matemática, de los estudios psicológicos
sobre el trabajo matemático, así como de los estudios lingüísticos sobre la
notación matemática. Pero, entonces, ¿qué hace la filosofía cuando se enfoca
a la matemática? De manera sintética, como ya lo he sugerido, lleva a cabo
reconstrucciones lógicas de partes o aspectos de la matemática, mediante las
cuales propone una interpretación que de sentido a esas partes o aspectos
matemáticos.
Pero ¿en qué consiste concretamente una reconstrucción lógica? A mi
manera de ver, se trata de un entramado conceptual mediante el cual se le
asigna un sentido a cierta idea, concepto o pensamiento. Los fundamentos
de la aritmética (1884) de Frege es un ejemplo de eso, así como La filoso-
fía de la aritmética (1891) de Husserl, por mencionar sólo dos ejemplos den-
tro de la filosofía de la matemática. Veamos, pues, en qué consistieron esos
trabajos.
En sus Fundamentos de la aritmética (1884), Frege toma los números tal
y como aparecen en los discursos matemáticos y en el lenguaje ordinario e
indaga cómo son posibles los referentes de los términos numéricos; es decir,
se pregunta qué características tienen que tener tales referentes para que
tengan sentido expresiones internas a la matemática como 3 + 2 = 5, y al
mismo tiempo también tengan sentido expresiones del lenguaje ordinario
donde aparecen números, como “3 caballos”.
Frege empieza por preguntarse qué clase de enunciados son los de la
aritmética: ¿son sintéticos a priori, como piensa Kant, o son sintéticos a pos-
teriori, como piensa Mill (1843), o son analíticos? Desechando las dos pri-
meras opciones, Frege deja abierto el camino para defender la tercera op-
ción. Posteriormente, analiza algunas nociones sobre los números que han
sido defendidas por algunos autores. Al respecto, desecha la idea de que el
número sea una propiedad de las cosas como el color o el tamaño, como lo
pensaba Mill, porque una misma cosa puede tener varios números asocia-
28
Una cuestión de enfoque

dos con ella; también niega que el número sea algo subjetivo, como piensa
que lo concibe Husserl, debido a la solidez y permanencia de sus caracterís-
ticas que lo hacen algo objetivo; finalmente, para Frege los números tampo-
co pueden ser multiplicidades de unidades, como las describe Euclides, por-
que ahí no cabrían el 0 y el 1.
En el tercer capítulo de la obra referida, Frege establece la diferencia en-
tre unidad y uno; desecha, pues, la definición de Euclides cuando éste dice
que “el número es una multiplicidad de unidades”, ya que las unidades pue-
den ser muchas y son diferentes entre sí, mientras que sólo hay un uno. De
esa forma llega en el capítulo cuarto a su definición en los siguientes térmi-
nos: “El número que corresponde al concepto F es la extensión del concepto
<<equinumérico al concepto F>>”, ligando así los números con los concep-
tos. A partir de ahí, Frege muestra cómo puede encontrarse cada número,
incluidos el 0 y el 1 mediante su definición, y también cómo pueden demos-
trarse algunas leyes numéricas a partir de su definición de número. Hasta
aquí la reconstrucción lógica de Frege.
Por su parte, lo que intenta Husserl en su habilitación y posteriormente
en Filosofía de la aritmética (1891) es trazar cuidadosamente el curso de ex-
periencias a través de las cuales llegamos a tener un concepto, particular-
mente el concepto de número. Husserl pensaba que para entender la esencia
de algo es necesario remontarse al origen de su significación en la con­
ciencia.
Husserl inicia su reflexión distinguiendo entre conceptos simples y con-
ceptos complejos y afirma que “sólo podemos definir lo que está lógicamente
compuesto” (Husserl, 1891: 124). De manera que los conceptos de totalidad,
unidad, total, parte, número y otros son incapaces de una definición lógica
formal, criticando así a Frege. “Lo que podemos hacer en tales casos, consis-
te sólo en apuntar los fenómenos concretos a partir de los cuales abstraemos
esos conceptos” (Husserl, 1891: 125). En el origen del concepto, continúa
Husserl en su tesis doctoral, uno retiene lo que tienen en común y eso es lo
que constituye el concepto general” (Husserl, 1891: 315).
Ahora bien, Husserl continua su argumentación siguiendo a Euclides
(Elementos, libro VII, def. 1), al afirmar que “el número es una multiplicidad
de unidades”. De manera que “el análisis del concepto de número presupone
el concepto de multiplicidad” (Husserl, 1891: 15), y también, por cierto, el
de unidad. Husserl había dicho que el concepto de número era simple; pero
al tomar la definición de Euclides, resulta que hay otro concepto al parecer
más simple: el de multiplicidad, mediante el cual se define el concepto de
número, y el concepto de multiplicidad, a su vez, lo define mediante otros
dos conceptos: el de “algo” o “unidad”, y el de “combinación colectiva”.
De acuerdo con esto, y evitando la confusión de que el concepto de
29
Una cuestión de enfoque

número es simple, la argumentación de Husserl quedaría de la siguiente


manera:

a) Sólo podemos definir los conceptos que están lógicamente com­


puestos.
b) Los conceptos de “algo” y “combinación colectiva” son conceptos
simples.
c) Para conocer los conceptos simples se necesita analizar su origen.
d) Obtenemos el concepto de “algo” o “unidad” al considerar una cosa
sólo en tanto que es igual a sí misma y diferente de cualquier otra
cosa (algo parecido había dicho Euclides al decir en su primera de­
finición del libro VII: “Una unidad es aquello con respecto a lo cual
cada cosa que existe es llamada uno”).
e) Obtenemos el concepto de “combinación colectiva” al unificar en la
mente un grupo de cosas.
f) Obtenemos el concepto de número al unir los dos conceptos anterio-
res, es decir, al pensar una “combinación colectiva de unidades”, lo
cual nos recuerda la definición de Euclides, pero en términos de ad-
quisición del concepto.

Para Husserl, un número es un concepto y, como todo concepto, lo abs-


traemos de las cosas al captar lo común a todo lo que cae bajo ese concepto.
El 3 es, de acuerdo con Husserl, lo común a todo trío; así como el concepto
caballo lo obtenemos al captar lo que es común a todos los caballos. Ahora
bien, lo que es común a todo trío es que tiene tres objetos. Con respecto a la
afirmación de Husserl de que los números son conceptos, y no objetos como
para Frege, el mismo Husserl dice que “en la aritmética no se trabaja con
conceptos, sino que 5 es un nombre general para cualquier grupo arbitrario
que caiga bajo el concepto “cinco” (Husserl, 1891: 192). O sea, misteriosa-
mente, los convierte en objetos, coincidiendo en esto con Frege. Como he-
mos podido apreciar, Husserl tiene varias imprecisiones en su argumenta-
ción sobre los números, lo cual provocó varios malentendidos. El trabajo de
Frege, por su parte, fue más preciso y, por ello, a mi juicio, resultó más in­
fluyente.
De cualquier forma, ambos trabajos, el de Frege y el de Husserl, son re-
construcciones lógicas puramente filosóficas en tanto que no recurren a da-
tos o teorías empíricas, ni tampoco recurren a pruebas matemáticas. Al final
de sus respectivas obras, sólo al final, Frege y Husserl tratan de mostrar que
los números tal y como los definieron cada uno se comportan como los nú-
meros de la aritmética. Pero estas “pruebas” de lo correcto de sus definicio-
nes, que por cierto son insuficientes porque sólo muestras que lo definido se
30
Una cuestión de enfoque

parece a los números aritméticos, vienen después de sus respectivas argu-


mentaciones para llegar a esas definiciones, no como parte de ellas. Desde
este punto de vista, el trabajo que realizó Frege en las Leyes de la aritmética
(1893) fracasó; pero su análisis del concepto de número, llevado a cabo en
los Fundamentos de la aritmética (1884), sobrevivió como un referente obli-
gado en el estudio ontológico de los números. Las reconstrucciones de am-
bos autores tampoco recurren a datos o estudios históricos ni psicológicos.
Incluso, Frege criticó a Husserl de psicologismo por hablar del origen psico-
lógico del concepto de número. Pero, aunque Husserl hable de procesos
mentales, éstos no son subjetivos; porque, según nos explica el mismo Hus-
serl, todos podemos llegar a ellos de la misma forma. De manera que pre-
senta los números como un proceso mental repetible, donde no interesan
las representaciones subjetivas de los individuos que los llevan a cabo.
La reconstrucción de Frege se apoya fuertemente en un análisis de las
expresiones que refieren a números. Eso lo llevó a escribir varios artículos
que hoy se consideran fundamentales en filosofía del lenguaje. El resultado
de su análisis en Los Fundamentos de la aritmética nos arroja una propuesta
acerca de la ontología de los números expresada a través de su definición.
Por el momento no nos interesa lo acertado o desacertado de su propuesta
(para ello puede verse el análisis que realicé en Ávila, 2014); lo que nos inte-
resa en este momento es sólo su metodología; es decir, cómo es que hace su
reconstrucción lógica.
Por su parte, la reconstrucción lógica de Husserl se enfoca en el origen
del concepto y de esa forma logra no sólo proponer una ontología de los
números, sino también una epistemología de los mismos; es decir, un cami-
no mediante el cual podemos acceder a esas entidades matemáticas. Husserl
dedica la segunda parte de su obra a distinguir entre símbolo y lo que este
representa; es decir, los números tal como él los define. A partir de eso, Hus-
serl analiza el manejo de símbolos característico de la aritmética mostrando
que refleja lo que pasa con los números que están detrás de los símbolos.
Aquí, igualmente no interesa su propuesta, sino su metodología.
Ahora bien, aunque diferentes, ¿cuál es la estructura de esas dos recons-
trucciones lógicas? En ambas se trata de clarificar un concepto: el de núme-
ro, y dado que el número es algo abstracto, recurren a un análisis lógico y no
empírico. Esto se logra en el caso de Frege desechando concepciones defec-
tuosas; analizando los discursos donde aparece dicho concepto; establecien-
do distinciones conceptuales, por ejemplo, entre uno y unidad, o entre con-
cepto y objeto, etc.; recurriendo a un elemento explicativo, como la relación
de los números con los conceptos y, finalmente, proponiendo una definición
mediante la cual dichos discursos tengan un sentido claro. En el caso de
Husserl la clarificación del concepto se logra analizando cómo podemos lle-
31
Una cuestión de enfoque

gar al concepto; es decir, viendo que procesos mentales se requieren para


llegar a él. Por supuesto, también se desechan concepciones erróneas, se ha-
cen distinciones conceptuales como, por ejemplo, entre conceptos simples y
complejos, y se recurre a un elemento explicativo como el de “combinación
colectiva”, para llegar finalmente a una definición o caracterización del
concepto.
Las reconstrucciones lógicas que haré en el siguiente capítulo tratan de
recoger los aspectos positivos de las metodologías que siguieron tanto Frege
como Husserl. Las mías siguen un camino más parecido al de Husserl, ya
que intentan no sólo clarificar ontológicamente varias ramas y aspectos de la
matemática, como lo hizo Frege, sino también proponer cómo son posibles;
es decir, a partir de qué elementos y procesos podemos llegar a ellas. O, con
otras palabras, proponen una forma de cómo podemos conocer las entida-
des de las que hablan dichas ramas a pesar de que esas entidades son abs-
tractas y nosotros somos concretos. Debo advertir, no obstante, que no son
las únicas reconstrucciones lógicas que podrían plantearse acerca de los te-
mas que tratan; son sólo unas propuestas entre otras posibles.
En síntesis, en este capítulo he afirmado que entiendo la filosofía, a la
manera de Wittgenstein y Platón, como un trabajo clarificador; un trabajo
clarificador propio de la filosofía y diferente a otros trabajos que abordan la
matemática desde otros ángulos. Para empezar, parto de la idea de que las
entidades matemáticas, que son a las que me aboco aquí, son entidades abs-
tractas, lo cual implica que creo en el “dualismo metafísico”; es decir, en que
hay cosas y fenómenos empíricos y cosas no empíricas. Naturalmente trato
de defender esta creencia y no sólo darla por hecha. Una vez establecida la
idea de que la matemática trata de entidades abstractas, el siguiente paso es
definir cómo estudiarlas filosóficamente. Para esto, desecho la idea de que a
la filosofía le interese la estructura formal de dichas entidades, que es a lo
que se aboca la metamatemática. También desecho la idea de que a la filoso-
fía le interese el origen histórico de dichas entidades, ya que éstas son atem-
porales e inmutables. Desecho igualmente la idea de que a la filosofía le inte-
resen los procesos psicológicos mediante los cuales los individuos concretos
trabajan con las entidades matemáticas, ya que éstas son objetivas. Y, final-
mente, desecho la idea de que a la filosofía le interese la simbología matemá-
tica en sí misma, porque las entidades matemáticas no son algo sensible
como dichos símbolos.
A diferencia de esos estudios, que ciertamente clarifican varios aspectos
de la matemática, a la filosofía, desde el punto de vista adoptado aquí, le in-
teresa contestar las siguientes preguntas: ¿cómo es posible el mundo abs-
tracto de la matemática? ¿Cómo es posible que lo conozcamos? ¿Cómo es
posible que el mundo abstracto de la matemática se aplique en el mundo
32
Una cuestión de enfoque

concreto de la experiencia? De la respuesta que demos a la primera pregunta


se desprende una ontología para las entidades matemáticas. De la respuesta
que demos a la segunda pregunta se desprende una epistemología para di-
chas entidades. Y de la repuesta a la tercera se desprende una propuesta de
cómo se conecta el mundo abstracto con el concreto.
Ahora bien, con respecto a cómo es que la filosofía puede clarificar esos
aspectos de la matemática, mi propuesta es que mediante reconstrucciones
lógicas, ya que éstas no se quedan en lo formal, ni en lo histórico, lingüístico
o psicológico, sino que se abocan a los aspectos ontológicos y epistemológi-
cos. Eso haremos justamente en el siguiente capítulo con respecto a cuatro
ramas de la matemática: la aritmética, la geometría, los juegos y los conjuntos.

33
Capítulo II
Algunos orígenes lógicos de la matemática

1. La aritmética como la sistematización de un proceso mental1

Al preguntarnos aquí ¿qué es la aritmética? partimos de la idea de que no es


una ciencia empírica desde el momento en que no hay experiencia posible
que pueda refutarla y ni siquiera cambiarla. De hecho, 20 + 30 = 50, pase lo
que pase en el mundo. Por otra parte, si juntamos un líquido que esté a 20
grados centígrados con otro que esté a 30 grados, la mezcla resultante no
estará a 50 grados centígrados sino a 25 grados. Pero eso no le interesa a la
aritmética: en ella 20 + 30 siempre será 50. En la aritmética 2 + 3 = 3 + 2; es
decir, que vale la ley conmutativa para la suma; pero en química y en la coci-
na, por el contrario, el orden de los factores sí altera el producto. Existen
otros ejemplos empíricos en los que la suma de dos magnitudes no corres-
ponde a su suma aritmética.2 García de la Sienra (1990) presenta un análisis
sistemático de las condiciones que se tienen que cumplir para poder repre-
sentar algunos fenómenos reales, no todos, mediante números aritméticos:
básicamente, que se de un homomorfismo entre lo real y la estructura de los
números aritméticos, lo cual no siempre se da.
Todo esto nos indica que la aritmética no es una ciencia como la física,
la química o la biología, ya que estas cambian sus leyes si se observa que es-
tas no recogen ciertos fenómenos que supuestamente deberían recoger.
Mientras que la aritmética es inmóvil ante cualquier experiencia empírica.
Pero entonces, ¿qué es lo que hace la aritmética? ¿A qué se refieren sus leyes?
¿De qué entidades habla? En pocas palabras, habla de los números. Pero
¿qué son los números? Los números no son propiedades de las cosas como
lo pensaba Mill (1843) y bien lo aclaró Frege (1884); tampoco son conjun-
tos, clases o extensiones como lo pensaban Frege (1884), Russell (1919) y
otros, tal como lo probó Benacerraf (1965) y lo aclaré yo mismo en Ávila
(2011 y 2014); tampoco son conceptos o actos de abstraer combinaciones
colectivas de unidades como lo pensaba Husserl (1891) porque ni los con-
ceptos ni los actos se pueden sumar y restar como lo hacemos con los núme-
ros aritméticos.
A mi entender, creo que podemos ver los números como el resultado de
1
Este inciso es una actualización del capítulo 3 de Ávila (2011).
2
Un volumen X de agua y otro volumen Y de alcohol al unirse no producen un volumen X + Y de agua y
alcohol, sino uno menor.

35
Algunos orígenes lógicos de la matemática

la manipulación de objetos3 y, más precisamente, como el resultado del pro-


ceso mental de contar. De manera que podemos ver la aritmética como la
sistematización de dicho proceso. Pero, ¿qué es eso de contar? ¿Cómo es que
contamos hoy día? Es decir, ¿qué operaciones mentales son necesarias para
poder realizar un conteo? Hay quienes sostienen que para contar se necesita
tener primero los números. Aquí, como veremos enseguida, sostendré lo
contrario; es decir, para obtener los números necesitamos primero aprender
a contar.
Pero ¿dónde empieza el proceso de contar? ¿Cuál es el punto de parti-
da? Creo que todo empieza al tener ciertos objetos individuales. Tal vez los
seres humanos captemos primero un caos indiferenciado y en continuo
movimiento; a partir de lo cual llegamos a la conformación de objetos in-
dividuales (véase Ávila, 2011: 38-48). Ahora bien, de cualquier forma que
pasemos del caos original a la conformación de objetos individuales más
o menos estables, obtenemos ciertos objetos, por ejemplo, los siguientes:
X ∇  ∏ ϑ ♦ ♠ © # ϕ Ξ ©. Una vez identificados éstos, si queremos con-
tarlos:

1. Necesitamos separar algunos de esos objetos y formar varios grupos


con ellos; es decir, tomar alguna o varias de las características de lo
que ha sido individualizado para diferenciar los objetos que las tie-
nen de los objetos que no las tienen. De esa forma obtenemos un
grupo de objetos que comparten una o varias características. Los ob-
jetos que son grises, por ejemplo, estarán en un grupo; los negros, en
otro; los que tengan la misma figura en otro, etc. De esa forma, ob-
tendríamos los siguientes grupos, entre otros posibles:

A={∏©ϕΞ}
B = {X ♦ ♠ }
C={©©}

2. En seguida, tomamos el primer objeto del primer grupo, es decir, 


3. Luego despojamos ese objeto de todos sus atributos a excepción del
hecho que es (o lo vemos como) un objeto singular estable. De esa
forma nos quedamos con un especie de fantasma sin ningún atribu-
to:
 ; es decir, en palabras de Euclides: “Es aquello con respecto a
lo cual cada cosa que existe [y que se va a contar añadiría yo] es lla-
mada uno” (Elementos, Libro VII, def. 1).
3
Kitcher (1984) sugiere algo parecido: dice que los números surgen de la manipulación de objetos. Yo los
veo como el resultado de la manipulación, y él propone que los números son los actos mismos de manipula-
ción. De manera que para él, 1 = “segregar un objeto”; 2 = “reunir un objeto con otro”, etcétera.

36
Algunos orígenes lógicos de la matemática

4. Lo mismo haríamos con ∏, luego con ©, con ϕ y con Ξ. Al final de


este proceso obtendríamos lo siguiente:

A = 
{ 
 
 
 
 }

De manera que en el grupo A cada uno de estos fantasmas es indistin-


guible de los otros, puesto que no tienen ninguna característica; tal
como había dicho Platón: “La unidad, tal como la consideran [los ma-
temáticos], es igual a cualquiera otra unidad sin diferir en lo más míni-
mo y sin contener en sí misma parte alguna” (República, VII, 526a).
5. Dado que lo que hemos llamado fantasma es algo muy abstracto, con-
viene o, incluso, se vuelve necesario4 adoptar un símbolo para él; es
decir, para cualquier objeto ya despojado de sus atributos. El símbolo
puede ser, por ejemplo,  o  u otro cualquiera.
6. Ahora bien, al representar los fantasmas del grupo A con símbolos
idénticos obtendríamos, por ejemplo,     , donde los símbolos
también son idénticos entre sí como los fantasmas que representan.
7. Como siguiente paso, haríamos lo mismo con el grupo B obteniendo:
  .
8. Finalmente, de la misma forma, obtendríamos   del grupo C.

Aquí, a mi juicio, termina el proceso de contar los objetos que confor-


man los grupos A, B y C, ya que las rayas verticales corresponden a los obje-
tos agrupados previamente en esos grupos. Dicho de otra forma, el grupo A
tiene  objetos; el grupo B tiene  objetos y el C tiene  objetos.
Por lo dicho anteriormente, el símbolo  significa aislar, agrupar y quitar
todos los atributos a aquello que ha sido aislado y agrupado; es decir, se trata
de una operación mental más o menos compleja.
Mediante el proceso de contar y simbolizar el resultado de la cuenta se
generan ciertas entidades representadas por la repetición del símbolo  u
otro cualquiera. Ahora bien, en el momento en que consideramos a esas en-
tidades como objetos aislados susceptibles incluso de ser contados, estamos
generando algo que puede ser manipulado en sí mismo sin ninguna otra
consideración. A mi juicio, aquí nacen los números abstractos de la aritmé-
tica. Digo que son abstractos porque son atemporales, inmutables e inde-
pendientes de cualquier circunstancia empírica.
Al parecer Hilbert (1922) adopta una idea similar al decir que los núme-
ros son series de marcas , , ,…, “cuya forma es independiente del
espacio y del tiempo, e independiente de las circunstancias en las cuales fue-

4
Como bien lo dijo Hurford (1987: 11), citado arriba en el inciso i.5.

37
Algunos orígenes lógicos de la matemática

ron producidas”. La diferencia de esta propuesta con la mía es que, al pare-


cer, para Hilbert, los números son las marcas mismas; mientras que yo pro-
pongo que dichas marcas son sólo símbolos que expresan el resultado de
ciertas operaciones mentales repetibles.
Ciertamente, como sostienen Hurford (1987), Karmiloff (1992) y otros,
la notación numérica es parte integral del desarrollo numérico. De hecho, se
han encontrado culturas primitivas que no usan notaciones numéricas y, al
parecer, debido a eso se ha visto limitado el desarrollo de su aritmética (véa-
se Karmiloff, 1992: 107-109). Incluso algunos animales, continúa Karmiloff,
discriminan la numerosidad; pero al no tener un sistema representacional
no han desarrollado una aritmética, aunque si suman y restan números pe-
queños (Karmiloff, 1992: 12).
Ahora bien, una vez que tenemos los símbolos mencionados, podemos
olvidarnos de su significado y manipularlos de múltiples formas. Es decir, se
puede trabajar sólo con esos símbolos comparándolos, juntándolos, sepa-
rándolos o, incluso, contándolos. Veamos esto con cierto detalle.

1. Supongamos que después de contar tres grupos de cosas obtenemos:


    ,   ,  
2. En seguida podemos juntar esas marcas, así como compararlas entre
sí, y de esa forma podemos ver que:
  junto con    son iguales a     ;
     es mayor que   , que es mayor que  ;
     +    +   =          ;
    y   se pueden dividir en 2 partes iguales   /   y /;
   y      no pueden dividirse en partes iguales:  /  y  /  .
3. A partir de ahí, podemos encontrar algunas leyes que rigen dichas
uniones y en general el comportamiento de las entidades representa-
das con esas marcas. Por ejemplo, podemos ver que:
   +   =   +    (ley conmutativa);
{     +   } + { } = {    } + {   +  } (ley asociativa);
etcétera.

De esa forma, podemos decir que a partir del proceso de contar objetos
se puede llegar a la construcción de ciertas entidades autónomas que pueden
ser manipuladas en si mismas, sistematizando así la manipulación de los re-
sultados de las cuentas. Pues bien, a eso es a lo que llamamos arit­mética.
Decimos que la aritmética puede verse como una sistematización por-
que en vez de contar siempre que queramos saber cuántos objetos tenemos
en un momento dado, o cuantos tendríamos si juntamos tales y cuales gru-
pos de objetos, lo que podemos hacer es únicamente manipular los símbolos
38
Algunos orígenes lógicos de la matemática

que se han ideado para contar y así logramos saber múltiples cosas acerca de
los resultados de contar. Veamos esto mediante el siguiente esquema:

Objetos
Empíricos:  

Estrellas 
 
 

Estrellas 
 grandes
Grupos pequeñas
de objetos 
 
 



 Estrellas

 


Proceso mental de contar



Números
Matemáticos  

Manipulando  +  = 


los símbolos

En este esquema se muestra que partiendo de ciertos objetos empíri-


cos (o incluso podrían ser objetos abstractos) se puede dar el siguiente
proceso mental: se reúnen algunos de los objetos en un grupo y otros en
otro grupo; luego se cuentan los objetos de cada grupo y se simboliza el
resultado de las cuentas; después se manipulan las marcas obteniendo
cierto resultado; finalmente se puede interpretar dicho resultado refirién-
dolo a los objetos empíricos originales. En el esquema anterior se puede
ver que si partimos de estrellas y otros objetos, y agrupamos las estrellas
pequeñas en un grupo y las grandes en otro, contado estos grupos y mani-
pulando los resultados, llegamos a la conclusión de que hay  estre-
llas. En este ejemplo podemos ver un efecto de este proceso; es decir, el
hecho de que se pierden las diferencias entre los objetos contados. Por ello,
en el grupo de cinco estrellas no hay una diferencia entre ellas: solamente
son cinco estrellas.
39
Algunos orígenes lógicos de la matemática

Dicho de otra forma, la manipulación de los símbolos aritméticos nos


permite establecer una relación determinada entre pares, tríos, quintetos,
etc. Esta relación está establecida en términos generales; pero puede ser apli-
cada a casos concretos bajo ciertas restricciones. Un par y un trío forman un
quinteto siempre que:

a) El par y el trío caigan bajo un mismo concepto


b) Los elementos del par y los del trío sean todos distintos entre sí.

Por consiguiente, estos supuestos están implícitos en la expresión: “un


par de estrellas + un trío de estrellas = un quinteto de estrellas”. De manera
que la expresión matemática “2 + 3 = 5” podemos verla como una pintura
idealizada de aquella expresión.
Por tanto, de acuerdo con lo anterior, podemos decir que en efecto la
aritmética puede verse como la sistematización de los actos mentales de con­
tar y de combinar los resultados de las cuentas, donde la sistematización
empieza por aislar ciertos objetos, luego despojar dichos objetos de todos
sus atributos a excepción de ser un objeto singular, luego simbolizar los re-
sultados de contar fijando el significado de los signos y finalmente manipu-
lando los símbolos. Si esto es así, podemos decir que la aritmética no explica
un dominio como tratan de hacerlo las ciencias empíricas, sino que lo que
hace es sistematizar ciertas operaciones mentales.
En resumen, lo que hemos hecho en este inciso es una reconstrucción
lógica de la aritmética en tanto que disciplina matemática. Es de naturaleza
puramente lógica, lo que significa que no es ni empírica ni matemática, ya
que no recurre a datos o teorías empíricas ni tampoco a pruebas matemáti-
cas. A semejanza de otras reconstrucciones, empieza por desechar otras ver-
siones. Luego propone ciertas distinciones conceptuales entre signos y lo que
éstos significan, a semejanza de Husserl (1891); y entre los procesos y el re-
sultado de éstos, a semejanza de Frege (1884), el cual igualmente concibe los
números como objetos abstractos, a diferencia de Kitcher (1984) y Husserl
(1891) que, al parecer, identifican los números con los actos que los generan.
Posteriormente propone una forma de alcanzar la aritmética a partir de un
proceso mental y la simbolización de los resultados de dicho proceso, de
forma análoga a como lo hace Husserl con el concepto de número. En el
caso de la aritmética, la reconstrucción que acabamos de proponer recurre a
un elemento explicativo que, en este caso, es el “proceso de contar”. Final-
mente, propone una definición o caracterización de la aritmética como la
sistematización del proceso mental de contar. Eso nos da una ontología
y una epistemología de la aritmética; ya que nos dice qué es la aritmética y
cómo podemos llegar a ella.
40
Algunos orígenes lógicos de la matemática

En este inciso he llevado a cabo un ejercicio puramente especulativo que


no recurre ni a pruebas matemáticas ni a los hallazgos de la psicología expe-
rimental de cómo es que adquirimos los conceptos matemáticos; un ejerci-
cio que, ciertamente, podría haber tomado otro derrotero con resultados
parecidos; pero, entonces, ¿qué podemos concluir de él? Lo que podemos
concluir es la sugerencia de un camino por donde podemos llegar a propo-
ner una ontología de los números. De los números naturales solamente. Los
otros números han surgido del trabajo de los matemáticos al manipular los
números naturales.
El proceso de contar que propongo arriba, donde sugiero que le quita-
mos todos los atributos a un objeto a la hora de contarlo, se parece a lo que
sugiere Jevons y critica Frege (1884) en el inciso 36. No obstante, para Je-
vons las unidades que surgen de la abstracción deben distinguirse una de
otra para que podamos sumarlas. Por ello, Frege sugiere que Jevons debería
escribirlas de la siguiente forma: 1’ + 1’’ + 1’’’, etc. En mi caso, sostengo, como
Frege, que sólo hay un 1 y significa el resultado de un proceso mental que
puedo repetir. Para Jevons cada 1 refiere a un objeto cuando ha sido despo-
jado de todos sus atributos, algo muy semejante a lo que yo digo. Pero, para
mí, cada 1 no refiere a un objeto sino al resultado de un proceso que puedo
repetir.

2. La geometría como una idealización


de las figuras empíricas

Ahora bien, ¿será la geometría también la sistematización de un proceso


mental? ¿Será tal vez la sistematización del proceso mental de medir? ¿Será
semejante en ese aspecto a la aritmética? O quizá ¿tenemos que verla de otro
modo?
Así como la aritmética trabaja con los números, la geometría trabaja con
las figuras geométricas. Tanto los números como las figuras de la geometría
son entidades abstractas atemporales e inmutables. En eso ciertamente se
parecen los objetos de estudio de esas dos disciplinas matemáticas. Pero en
un primer acercamiento a los objetos de la aritmética y a los objetos de la
geometría, podemos ver que los números son algo más abstracto o más ale-
jado de cualquier objeto empírico que las figuras geométricas, mientras que
las figuras de la geometría parecen ser representaciones simplificadas de
cierta propiedad de los cuerpos empíricos: su figura; el número no es una
propiedad de los objetos, como el color o el tamaño, ya que a un mismo ob­
jeto le pueden corresponder diferentes números: 1 casa tiene 4 ventanas,
2 puertas, etc., como bien lo dijo Frege (1884).
41
Algunos orígenes lógicos de la matemática

Claro que tenemos que distinguir las figuras de los cuerpos empíricos, a
las que llamaremos figuras empíricas, de las figuras con las que trabaja la
geometría, a las que llamaremos figuras geométricas. Pero ¿qué es una figura
empírica? Es el contorno que limita espacialmente hasta donde, o de dónde
a donde, cada objeto material ocupa un pedazo o lugar en el espacio en don-
de se encuentra. La figura empírica es, pues, un límite que divide el espacio
en dos partes: una parte es el espacio que ocupa un objeto y la otra es el es-
pacio que no ocupa dicho objeto en un momento dado. No entraré aquí a la
discusión de si el espacio es algo empírico que captamos de alguna forma o
es, más bien, algo que nosotros le ponemos al mundo para ordenar los obje-
tos, como pensaba Kant (1781). De cualquier forma, la figura de un objeto em-
pírico es la línea que marca el límite del espacio que ocupa dicho objeto.
Por ejemplo, si tenemos los siguientes objetos,

la figura empírica del primero es la línea que divide el conejo del blanco que
está a su alrededor. La figura empírica del segundo es la línea que divide el
planeta del blanco que está a su alrededor. El espacio, para tener una idea
visual del mismo, es toda la hoja blanca donde se encuentran esos dos obje-
tos y otras cosas (letras en este caso).
Como puede apreciarse con el primer objeto, y con cualquier otro que
esté a nuestro alrededor, sobre todo si es un objeto de la naturaleza, es decir,
no artificial, es que la figura empírica correspondiente es bastante compleja.
En el segundo caso, también se trata de un objeto natural, pero está visto
desde una distancia considerable. En este caso, la figura empírica se nos pre-
senta como más simple. Por supuesto, a medida que nos acerquemos al pla-
neta Tierra, que es el objeto en cuestión, la figura empírica se vuelve mucho
más compleja.
Por otra parte, la geometría trabaja sólo con figuras simples prescindien-
do de cualquier objeto que pudiera estar dentro de la figura. Podríamos de-
42
Algunos orígenes lógicos de la matemática

cir que viendo los objetos empíricos a una distancia considerable, la geome-
tría se queda sólo con la línea que divide cada objeto del resto del espacio. Se
trata, pues, de una doble abstracción: a) se abstraen (es decir, se ignoran) los
detalles de dicha línea recogiéndola de la manera más simple posible, y b) se
abstrae el objeto encerrado en la figura empírica.

Por ejemplo, en el primer paso,



 


de este objeto A se pasa a uno A’

y de este objeto B se pasa a uno B’

En el segundo paso, se prescinde de la figura quedándose con la ideali-



zación (abastracción) de esa figura. Los objetos de la geometría pueden ver-
se, pues, como idealizaciones de las figuras que tienen o pueden tener los
objetos empíricos.
Además, las figuras geométricas, al ser abstractas, tienen dos caracterís-
ticas básicas: 1) están formadas por líneas que no tienen anchura, y 2) se ri-
gen por la relación de igualdad; es decir, cabe la posibilidad de que se de la
siguiente situación:

Si del objeto C se pasa a C’

no podemos decir que 
 el objeto B sea igual o ni siquiera que tenga la misma
figura que el objeto C, ya que con los objetos empíricos nunca podemos de-
cir que sean iguales. Un árbol, por ejemplo, nunca puede ser igual a otro,
aunque sea de la misma especie y tenga el mismo tamaño y edad. Ni siquiera
una hoja es igual a otra hoja del mismo árbol. Por consiguiente, las figuras
de los árboles o de las hojas también serán un poco diferentes, como las hue-
llas de las manos de dos hombres por parecidos que éstos sean. Pero con
43
Algunos orígenes lógicos de la matemática

respecto a las figuras B’ y C’ sí podemos decir que son iguales: en realidad es


la misma figura mencionada dos veces.
No interesa aquí si la forma como estoy describiendo el paso de las figu-
ras empíricas a las figuras geométricas fue el origen histórico de la geome-
tría. Mis reflexiones son de carácter lógico, no histórico. Hay quienes han
dicho que la geometría nació en Egipto por la necesidad de medir. Pero ve-
remos más adelante que medir implica una operación mental más compleja
y posterior a la operación de abstraer la figura de los cuerpos.
A partir de que los geómetras tienen figuras tales como círculos, elipses,
triángulos, cuadrados, etc., las empezaron a estudiar básicamente de cua-
tro maneras diferentes: a) analizando sus componentes; b) comparándolas;
c) usando la aritmética para contar partes de las figuras y otras cosas, y
d) midiéndolas.

a) En cuanto al análisis de sus componentes, se puede observar que unas


figuras están formadas de líneas rectas y otras de líneas curvas; las
que están formadas de líneas rectas, unas están formadas por más lí-
neas que otras, donde las líneas tienen diferentes inclinaciones con
respecto a una tomada como referente. Como puede apreciarse, estas
clasificaciones están hechas con base en ciertas características obser-
vables, reflejando, así, su vínculo con lo empírico. Las figuras de la
geometría son ideales, no empíricas; pero son análogas a las empíri-
cas e incluso las podemos dibujar. Aunque, claro, un dibujo nunca
será tan exacto como la figura ideal, abstracta, que representa.
b) En cuanto a comparar una figura con otra, las posibilidades son que
sean iguales, que sean diferentes en algún aspecto, o que podamos
formar unas a partir de otras. De esa forma se llegó a encontrar cier-
tas regularidades que rigen las figuras. Por ejemplo, puedo obtener un
cuadrado juntando dos triángulos iguales; puedo construir un trián-
gulo equilátero a partir de dos círculos iguales (prop. 1, lib. 1 de Eucli-
des); a base de triángulos puedo formar otras figuras rectilíneas (prop.
7, lib. 1 de Euclides); etcétera.
c) Con respeto al uso de la aritmética para estudiar las figuras geométri-
cas, es fácil ver que para poder decir que una figura rectilínea tiene
tantos lados requiero contar esos lados.
d) En cuanto a medir las figuras, es lo correspondiente a los libros V y
VI de los Elementos de Euclides. En estos libros, Euclides trata de las
magnitudes en general. Una magnitud es lo que puede ser igual, más
grande o más pequeño que otro. Entre las figuras geométricas, al igual
que entre los cuerpos empíricos, hay unas que son más grandes que
otras. El estudio de las magnitudes, entre las que se encuentran los
44
Algunos orígenes lógicos de la matemática

tamaños y también otras como el peso o el calor (es decir, todo lo que
es susceptible de ser más o menos), nos lleva a escoger una de ellas
para medir las otras de su misma especie. Por ejemplo, se elige un pie
y con eso podemos medir qué tan largo es un cuarto o, con otras pa-
labras, cuántas veces cabe un pie en lo largo del cuarto.

Para hacer esto último; es decir, para medir algo referente a la longitud,
lo que tenemos que hacer es: d1) abstraer de un cuerpo concreto o abstracto
cualquier otro aspecto que no sea su longitud; d2 ) seleccionar una longitud
más pequeña que la que se va a medir, y d3 ) contar cuántas veces cabe la
magnitud pequeña en la grande. Como puede apreciarse, esto supone un
proceso de abstracción, otro de selección, y otro de superponer una magni-
tud en otra para contar.

Si tenemos el siguiente objeto del que quiero saber qué tan largo es:

d1 ) Se requiere abstraer sólo su longitud idealizada resultando algo así:

d2 ) después selecciono otro objeto para medir el primero. Supongamos


que sea una goma:

d3 ) Luego veo cuantas veces cabe la goma en la longitud a medir:

Finalmente, contando las gomas, el resultado son 5 gomas. Dicho de


otra forma, el desarmador es cinco veces más largo que la goma elegida. Por
supuesto, de la goma sólo estoy tomando su longitud idealizada. En este
ejemplo, puede apreciarse que la operación de medir supone la de abstraer
la figura de un cuerpo o, más bien, sólo una parte de la figura, y supone tam-
bién el proceso de contar; de manera que medir es un proceso subordinado
al de idealizar una figura y al de contar.
Una vez que tenemos todo esto con respecto a las figuras geométricas,
podemos decir que dos figuras B’ y C’, por ejemplo, son iguales cuando tie-
45
Algunos orígenes lógicos de la matemática

nen el mismo número de lados rectos (7 en el caso de B’ y C’), y cada línea


de una de ellas (la base de B’, por ejemplo) mide lo mismo que la línea co-
rrespondiente de la otra figura (la base de C’). De manera que podemos de-
cir que B’ = C’. Si, por otra parte, tienen un número diferente de lados, diremos
que son figuras diferentes. En este caso, decimos que una es un triángulo y
otra es un cuadrado, etc. También podemos decir que se trata de figuras se-
mejantes, pero de diferente tamaño. Esto se da cuando tenemos, por ejem-
plo, dos cuadrados, pero uno es más grande que otro. Por otra parte, cosas
semejantes se pueden decir de las figuras geométricas que están formadas
por líneas curvas.
Así pues, el estudio de las figuras es lo que llamamos geometría no-
axiomatizada. Como es sabido, Euclides (siglo iii, a.C.) axiomatizó la geo-
metría de su tiempo a partir de los trabajos de los geómetras anteriores a él
y de las reglas de lógica sistematizadas por Aristóteles (siglo iv, a.C.) en su
Logic.5
Para hacer tal cosa, Euclides desbarata las figuras geométricas en sus
partes, como son líneas, puntos y ángulos. Enseguida los define en términos
abstractos, diciendo, por ejemplo, que “punto es lo que no tiene partes”; “una
línea es una longitud sin anchura”; “una superficie es lo que sólo tiene longi-
tud y anchura” (defs. 1, 2 y 5 del Lib. 1 de los Elementos de Euclides). Ense-
guida, enuncia cinco postulados, o axiomas, como el 4º que dice “todos los
ángulos rectos son iguales entre sí”. A partir de lo cual construye las figuras
geométricas y encuentra varias leyes o teoremas que rigen el comportamien-
to de las figuras geométricas; la mayoría de las cuales, por cierto, ya eran
conocidas en su tiempo. La novedad de Euclides fue que presentó pruebas que
se apoyan sólo en sus definiciones y postulados.
En conclusión, mi propuesta aquí es que la geometría preeuclidiana es
una idealización y estudio de un aspecto de los cuerpos empíricos: su figura,
y la geometría euclidiana es sólo una ordenación axiomática de aquélla. De
hecho, las figuras de la geometría preeuclidiana con las que trabajaron Tales,
los pitagóricos y Eudoxo son las mismas con las que trabajó Euclides, de
manera que los teoremas de unos y otro son los mismos.
Algo muy diferente sucedió con la axiomatización de los números de la
aritmética, ya que, en ese caso, en vez de sólo ordenar el conocimiento sobre
ellos, se crearon otros números metamatemáticos con el objeto de explicar
los primeros. De manera que los números metamatemáticos se presentan
como magnitudes, conjuntos, clases, extensiones, etc.; mientras que los nú-
meros matemáticos propiamente dichos son más simples que sus axiomati-

5
Usualmente mencionada desde la Edad Media como Órganon (del griego όργανον, “método”) es un con-
junto de obras de lógica escritas por Aristóteles y compiladas por Andrónico de Rodas siglos más tarde.

46
Algunos orígenes lógicos de la matemática

zaciones, y no son conjuntos ni algo parecido, como bien lo mostró Benace-


rraf (1965). Para ampliar este punto, puede verse Ávila (2011, cap. 4).
En resumen, lo que hemos hecho en este inciso es una reconstrucción
lógica de la geometría en tanto que disciplina matemática. Es de naturaleza
puramente lógica, lo que significa que no es ni empírica ni matemática, ya
que no recurre a datos o teorías empíricas ni tampoco a pruebas matemáti-
cas. Empieza por fijar las figuras abstractas como los objetos de la geometría,
distinguiéndolos de otros objetos matemáticos como los números, y tam-
bién distinguiéndolos de las figuras empíricas. Posteriormente propone una
forma de alcanzar epistemológicamente la geometría a partir de abstraer sus
objetos de estudio como idealizaciones de una propiedad de los cuerpos em-
píricos; para eso, recurre a un elemento explicativo que, en este caso, es el
proceso mental de idealizar. A partir de ahí, estudia las figuras en forma abs-
tracta recurriendo también a la aritmética. Finalmente propone una defini-
ción o caracterización de la geometría como la idealización del estudio de
las figuras empíricas. Eso me da una ontología y una epistemología de la
geometría, ya que me dice qué es la geometría y cómo podemos llegar a ella.
Adicionalmente a eso, he establecido la relación de la geometría preeuclidia-
na con la euclidiana, así como la diferencia de ésta con la axiomatización de
la aritmética.
Ahora bien, he presentado aquí la geometría preeuclidiana como una
idealización de cierta propiedad de los cuerpos empíricos y, en ese sentido,
podría pensarse que es refutable. Esto podría suceder si se encontrara que
dicha propiedad empírica se comporta de forma diferente a como se com-
portan las figuras euclidianas. En este caso, es posible que se creen otras
geometrías no-euclidianas, como de hecho sucedió; pero la geometría eucli-
diana permaneció tal cual. La diferencia de una teoría empírica refutable
con respecto a un estudio matemático es que este último termina hablando
sólo de las entidades abstractas que él mismo define, de manera que lo que
pase en el mundo empírico no le afecta; mientras que las teorías empíricas
son refutables porque hablan de ciertos objetos, propiedades o fenómenos
empíricos. Sobre este mismo punto diremos algo más al final del siguiente
inciso (ii.3) y en el capítulo iv.

3. La axiomatización matemática del azar y los juegos

¿Será el estudio matemático de los juegos el producto de la sistematización de


algún proceso mental, como la aritmética? ¿O será el producto de la idealiza-
ción de algún atributo empírico, como la geometría? ¿O será, más bien, el
producto de algo diferente? Para responder estas cuestiones, haremos en este
47
Algunos orígenes lógicos de la matemática

inciso una reconstrucción de esta disciplina mediante la cual podamos suge-


rir su origen lógico. Dado que se trata de una disciplina matemática de la que
conocemos su origen histórico, nos apoyaremos en éste para ir develando la
lógica (que es la que realmente nos interesa) que está detrás de su gestación.
Los matemáticos del siglo xvii, principalmente Pascal y Fermat, empe-
zaron a estudiar los juegos de azar más simples, como el de lanzar una mo-
neda o un dado. La motivación original fue encontrar una fórmula matemá-
tica para ganar siempre en esos juegos. Posteriormente ese estudio ganó
impulso por sí mismo y dio origen a lo que hoy conocemos como estudio
matemático de las probabilidades.

Tenemos ahí —dice Émile Borel (1938, t. IV, frac. II)— un ejemplo de un fenó-
meno muy frecuente en la historia de la matemática; una ciencia nace de consi-
deraciones muy simples, como aquellas que están en la base del estudio del
juego de cara o cruz, para desarrollarse después hasta ser susceptible de aplica-
ciones en dominios donde intervienen fenómenos muy complejos.

El estudio matemático de los juegos comenzó básicamente aislando los


elementos de que están compuestos los juegos de azar, definiendo esos ele-
mentos, y después reconstruyendo los juegos mediante algún recurso expli-
cativo de los mismos.
Por ejemplo, el juego de tirar un dado contiene los siguientes elementos:
a) un suceso inicial; b) un conjunto de resultados posibles, y c) un resultado
final. El primer elemento se puede definir como un suceso que provoca un
resultado azaroso; es decir, se supone que la forma de tirar el dado o cual-
quier otro factor no ejerce ninguna influencia perceptible sobre el resultado
del proceso. Esto es una forma simple de decirlo, ya que lo que pasa real-
mente es que, como dice Olivé (1981: 37):

O bien se cuenta con una teoría determinista, la cual, empero, es prácticamente


imposible de aplicar; o bien, no existe una teoría así y el sistema real, el cual
suponemos que produce el evento en cuestión, es conocido sólo parcialmente,
de modo que no es posible construir un modelo que garantice la predicción
determinista del evento.

Por otra parte, el segundo elemento es un conjunto finito de resultados


posibles y mutuamente excluyentes (en el caso del dado, dicho conjunto tie-
ne seis elementos). El tercer elemento se puede definir como un suceso pro-
ducido al azar o, con otras palabras, un suceso cuyas causas concretas no se
pueden precisar y sólo se puede afirmar que es uno de los elementos del
conjunto de posibilidades.
48
Algunos orígenes lógicos de la matemática

Lo primero es, pues, simplificar el problema seleccionando sus elemen-


tos básicos y definiendo éstos de manera precisa. En palabras de Emile Borel
(1938 t. IV, frac. II):

Uno aplica un método general de la matemática cuando simplifica un proble-


ma para avanzar en el estudio de él. Los resultados obtenidos en ese estudio
simplificado del problema constituyen un cuadro preparado totalmente para el
estudio ulterior del problema es sí mismo.

A partir de los primeros juegos de azar que se simplificaron, como ano-


tamos arriba, surgió la noción de probabilidad como auxiliar en la descrip-
ción de los mismos. La probabilidad es un calificativo aplicable al conjunto
de resultados posibles. El conjunto mismo tiene una probabilidad igual a 1;
cada uno de sus elementos, en el caso del dado, tendrá una probabilidad
igual a 1/6, y lo que está fuera de ese conjunto tendrá una probabilidad de
0. Este concepto ha tenido diferentes formas de calcularse: mediante la fre-
cuencia relativa, la probabilidad subjetiva o los grados de creencia, etc.;
pero siempre es un número entre 0 y 1. En resumen, el concepto de proba-
bilidad permite reconstruir matemáticamente el juego, en tanto que susti-
tuye la creencia de los jugadores de que saldrá un resultado entre varios
posibles.
La primera obra que reunió y codificó los resultados de las investigacio-
nes sobre los juegos de azar fue la Théorie analytique des probabilitiés (1812)
de Laplace; Luego en el siglo xx el tratado más completo fue Traité du calcul
des probabilitiés (1938) redactado bajo la dirección de Émile Borel. A partir
de entonces los tratados se han multiplicado, pero básicamente todos acep-
tan la axiomatización de la probabilidad formulada por Kolmogorov (1923),
la cual puede presentarse en los siguiente términos:

1.  ∀ x ∈ S, la función P asigna un elemento P(x) del contradominio;


2.  Si E1, E2, E3… es una sucesión numerable de elementos disjuntos en S, en-
tonces P(∪Ei) = ∑P(Ei);
3.  P(S) = 1

Así pues, del estudio matemático de los juegos de azar se logró abstraer
una estructura que fue precisándose y haciéndose cada vez más general has-
ta abarcar algo más que los juegos de azar. A la estructura abstracta se le de-
nominó “estudio6 de probabilidades”, debido a que la probabilidad fue el

6
Más generalmente se le suele nombrar como “teoría de probabilidades”; pero por lo dicho en la nota 1,
aquí le llamamos “estudio de probabilidades”.

49
Algunos orígenes lógicos de la matemática

concepto clave para reconstruir matemáticamente dichos juegos de azar. Pero,


en tanto que es abstracta, es posible aplicar esa estructura no sólo a cual-
quier juego de azar, sino también a cualquier situación empírica que consi-
deremos azarosa. Es decir, en la cual tengamos un evento inicial, un conjun-
to de resultados posibles, y uno y sólo un resultado, y donde no hay manera
de ligar causalmente dicho resultado con el evento inicial.
En 1921, Émile Borel empezó también el estudio de los juegos en los
cuales no sólo interviene el azar, sino también la habilidad de los jugadores.
Al parecer fue Leibniz el primero en sugerir que estos juegos son la mejor
representación de la vida humana, en particular de los asuntos militares y de
la práctica de la medicina, anticipando lo que sería cierto también para la
economía (véase Morgenstern, 1973: 161).
Debido a las múltiples aplicaciones que había tenido el estudio matemá-
tico de probabilidades, los juegos de azar y habilidad se estudiaron desde el
principio con una motivación más amplia que sólo dichos juegos.

Los problemas encontrados en la teoría de juegos donde interviene la habilidad


del jugador —dice Borel (1938, t. IV, frac. II)— muestran muchas analogías con
aquellos que se presentan en el estudio de los fenómenos económicos. Estos
fenómenos, en efecto, están dominados por una parte por causas materiales,
que se traducen en datos concretos, y, por otra parte, por causas que dependen
de la voluntad humana. Para tratar satisfactoriamente las cuestiones económi-
cas es necesario darle un espacio a la probabilidad y otro a la psicología. El es-
tudio de juegos de azar y psicología será, pues, la base.

Al estudio de estos juegos es a lo que se le denominó “estudio matemáti-


co de los juegos” (o teoría de juegos).7
Para tener una idea de este tipo de juegos, a continuación presentaré el
juego de par o impar tal como lo describe Borel (1938). Dos jugadores A y B
deben escoger un número cada uno; a es el escogido por A, y b el escogido
por B; si al sumar los números se obtiene un número impar gana A, y si la
suma es par gana B. Si el jugador B se da cuenta, o supone, que A elegirá
impar más del 50% de las veces, B podrá ganar más juegos que A si elige siem-
pre un número impar. Pero A puede descubrir la estrategia de B si éste
siempre elige impar. De manera que para ocultar su estrategia B debe elegir
algunas veces un número par. Todo lo que necesita es elegir un número im-
par un poco más del 50% de veces. Supongamos, para hacerlo más concreto,
que A elige impar un 80% de veces y B un 60%. Dado que las jugadas son
independientes, la probabilidad de que coincidan las elecciones es igual al
producto de las probabilidades respectivas; es decir, 80% × 60% = 48% de
7
Véase nota 1.

50
Algunos orígenes lógicos de la matemática

veces los dos elegirán impar. Pero B también ganará cuando los dos elijan
par; es decir 20% × 40% = 8%. Por consiguiente, B ganara 48% + 8% = 56%
de los partidos.
En este sencillo juego se pueden apreciar ya los elementos de los juegos
de azar y psicología que se van a aislar y a definir, así como el recurso expli-
cativo de dichos juegos. En primer lugar, cada juego tiene un conjunto de
reglas para jugarlo; todo juego se puede jugar infinitas veces; cada vez que se
juega se llama partida; cada partida puede consistir en una o varias eleccio-
nes; los juegos pueden ser jugados por dos o más jugadores de acuerdo con
las reglas de cada juego; cada jugador intenta ganar a costa de los demás o
cooperando con ellos; desconoce las elecciones de los otros jugadores, pero
puede suponer qué elecciones harán; de acuerdo con todo eso, cada jugador
planea una estrategia ganadora. El concepto clave es el de estrategia, el cual
permite reconstruir el juego haciendo las veces de la psicología de los juga-
dores. Este concepto se maneja a través de otros dos: el de utilidad y el de
maximización, dado que una estrategia se define como el camino que elige
un jugador con la intención de maximizar su utilidad esperada.
La primera presentación axiomática del estudio de los juegos fue Theory
of Games and Economic Behaviour de John von Neumann y Morgenstern.
Esta obra fue publicada por primera vez en 1944 y en la edición de 1947 in-
cluye también la primera axiomatización del concepto de utilidad. El objeti-
vo de Von Neumann y Morgenstern era

discutir los problemas básicos del comportamiento económico […] Resulta


que los problemas típicos del comportamiento de los individuos en esas formas
de intercambio son idénticos, estrictamente, a las nociones matemáticas de los
juegos de estrategia [Von Neumann y Morgenstern, 1947, inc. 1.1].

Para estudiar los juegos de estrategia, estos autores comienzan por des-
tacar las características de los juegos más simples de dos personas en los
cuales cada jugador tiene que hacer una o más elecciones; en los que cada
uno de ellos intenta obtener el máximo de utilidad con sus elecciones; en los
que se reparte un botín dado, y en los que cada jugador conoce la situación
del otro jugador, pero no las elecciones que tomará. Para ese tipo de juegos,
Von Neumann probó el teorema del minimax. Este teorema dice que esos
juegos están definidos desde la primera jugada; es decir, siempre se puede en-
contrar una estrategia segura si los jugadores juegan racionalmente.
Con respecto a la psicología de los jugadores, los autores adoptan un
supuesto simplificador: suponen que al diseñar una estrategia ganadora, los
jugadores actúan racionalmente; es decir, tienen un patrón coherente de
preferencias sobre los resultados de sus elecciones. Dicho patrón es el que
51
Algunos orígenes lógicos de la matemática

describe el comportamiento de la utilidad que se intenta maximizar. Von


Neumann axiomatizó la noción de utilidad sobre la base de la idea de prefe-
rencias directamente observables. Suponiendo que los resultados de una
elección sean x, y o z, suponiendo también que éstos sean más o menos pro-
bables, y que se prefieran unos a otros, lo cual depende también de qué tan
probables sean, Von Neumann planteó los siguientes axiomas en 1947:

Si “>” significa “es preferido a”; y p y 1-p son dos probabilidades que sumadas
dan 100%, entonces:
1) ∀x ∃yz ((x > y) v (z > x))
2) ∀xy ((x > y) v (y > x) v (x = y))
3) ∀xyz (((x > y) & (y > z)) ® (x > z))
4) ∀xy ∃p ((x > y) ® (x > px + (1-p)y))
5) ∀xyz ∃p (((x > y) & (z > x)) ® (x > pz + (1-p)y)).

Estos axiomas nos dicen que se trata de una ordenación de preferencias


completa, transitiva, y donde sólo se da una de las relaciones de preferen-
cia entre dos de ellas; es decir, una es preferida a la otra, o ésta es preferida a
la primera o son igualmente preferidas.
Esta noción de utilidad ha sido modificada al tomar en cuenta que la
probabilidad de los resultados es una probabilidad subjetiva; es decir, de­
pende de la apreciación de los jugadores. La probabilidad no subjetiva puede
medirse empíricamente: basta calcular la frecuencia relativa con la que se da
un resultado en n experimentos. Pero en un juego de contrincantes, la res-
puesta que dará el jugador contrario sólo puede esperarse con una probabi-
lidad estimada subjetivamente, a la cual se llama también “grados de creen-
cia”. Naturalmente se cuenta con algunas bases para calcular esa probabilidad;
por ejemplo, mediante la estrategia sugerida por Ramsey (1926) de identificar
un evento cuya probabilidad subjetiva sea ½; es decir, que haya indiferencia
si se da o no se da el evento. En palabras de Jeffrey (1983): “La solución de
Ramsey consiste en ir de los deseos a las probabilidades si se conoce que dos
actos son indiferentes”. En esos términos, a partir de la axiomatización de la
probabilidad subjetiva realizada por Ramsey y De Finetti, se ha logrado una
axiomatización conjunta de la probabilidad subjetiva y la utilidad.
Por otra parte, Von Neumann y Morgenstern (1947) generalizaron su es-
tudio a juegos en los que no sólo se reparte un botín, sino durante los cuales
hay creación o destrucción de riqueza, y también a juegos de más de dos ju-
gadores. Según ellos, los juegos tienen los siguientes elementos:
1) Un número v que representa la longitud o número de movidas del juego.
2) Un conjunto finito Ω que representa el conjunto de todos los partidos dife-
rentes que se pueden jugar en el juego en cuestión Γ.
52
Algunos orígenes lógicos de la matemática

3) Para cada jugador k = {1, 2, 3,…n} una función f k = f k(π), con π en Ω, que
representa la función de pagos de la partida π para el jugador k.
4) Una partición Ar en Ω para cada r = {1, 2,….v, v +1} que representa el esque-
ma de información de un árbitro; y donde ar de Ar es la información actual
del árbitro que precede a la movida Mr.
5) Una partición Br en Ω para cada r = {1, 2,….v}; donde Br consiste de n + 1
conjuntos Br(k), k = 0, 1, 2, 3,…n, enumerados en este sentido; Br representa
un esquema de asignaciones, donde Br(k) es la asignación actual de la movi-
da Mr.
6) Una partición Cr(k) en Br(k) para cada r = {1, 2, 3,….v} y cada k = {1, 2,…n};
Cr(k) representa un esquema de elección, donde cr de Cr(k) es la elección
actual del jugador k en el movimiento Mr.
7) Una partición Dr(k) en Br(k) para cada r = {1, 2, 3,….v} y cada k = {1, 2,…n};
que representa el esquema del jugador k, donde dr de Dr(k) es la información
actual del jugador k en el movimiento Mr.
8) Un número pr(cr) para toda r = 1, 2, 3,…v; y toda cr de Cr(0); donde pr(cr)
representa la probabilidad de la elección actual cr en el movimiento Mr.

Los cuales deben satisfacer los siguientes axiomas:

1) Ar es una subpartición de Br; es decir, los esquemas de información del árbi-
tro en la movida Mr incluyen las asignaciones de esa movida.
2) Cr(0) es una subpartición de Ar; es decir, los esquemas de elección de una
movida de oportunidad, o de la suerte, Mr, incluyen los esquemas de infor-
mación del árbitro en esa movida.
3) Cr(k) es una subpartición de Dr(k), para k = 1, 2, 3,…n; es decir, los esque-
mas de elección de una movida personal Mr de un jugador k incluyen los
esquemas de información del jugador k en esa movida.
4) Dentro de Br(k), Ar es una subpartición de Dr(k), para k = 1, 2, 3…n.
5) Para toda r = 1, 2, 3,…v, y toda ar de Ar, que sea un subconjunto de Br(0);
para toda cr de Cr(0) que sea un subconjunto de esa Ar, pr(cr) > 0, y para la
suma extendida sobre ellos ∑pr(cr) = 1.
6) A1 consiste en un conjunto Ω vacío.
7) Av + 1 consiste en un conjunto de un elemento.
8) Para r = 1, 2, 3,…v, Ar + 1 se obtiene de Ar superponiendo a este con todos los
Cr(k), k = 1, 2, 3,…n.
9) Para r = 1, 2, 3,…v, si ar de Ar y cr de Cr(k), k = 1, 2, 3,…n, son subconjuntos
del mismo dr de Dr(k) entonces la intersección ar ∩ cr no debe ser vacía.
10) Para r = 1, 2, 3,…v, para k = 1, 2, 3,…n, y para toda dr de Dr(k): debe
existir algún cr(k) de Cr que sea un subconjunto de Dr.
[Von Neumann y Morgenstern, 1947, inc. 10.1.]
53
Algunos orígenes lógicos de la matemática

Estos axiomas están libres de contradicción y son independientes entre


sí; pero no tienen completud, ya que existen juegos que no satisfacen sólo
estos axiomas. Los diferentes juegos intentan recoger distintas situaciones
de conflicto; pero en todos ellos hay jugadores, reglas, elecciones de los juga-
dores, estrategias de éstos y un resultado, el cual es calculable si todos los ju-
gadores actúan racionalmente. Los juegos pueden describirse en la forma
extensiva mediante los axiomas; o en la forma normal, que consiste en descri-
bir la estrategia que deberá seguir cada jugador en cada una de las alternati-
vas que se le pueden presentar. El ejemplo de Borel descrito anteriormente
está presentado en la forma normal; mientras que Von Neumann y Morgens-
tern, mediante sus axiomas, describen los juegos en la forma extensiva.
Ahora bien, en relación con los diferentes juegos, los juegos a los que se
les puede aplicar el teorema del minimax son competitivos, de dos personas,
de suma cero e información perfecta. Estos juegos son los más simples y téc-
nicamente se pueden abordar mediante la programación lineal.
“La programación lineal es el análisis científico de los diversos cursos
posibles de acción con un punto de vista para determinar qué curso es el
mejor en esas circunstancias” (Karlin, 1959: 1). Aparte de estos juegos sim-
ples, también se han estudiado juegos más complejos con información im-
perfecta, donde se crea o se destruye lo que está en juego, llamados de suma
no cero o juegos cooperativos, y también juegos de más de dos jugadores.
Todo eso complica el análisis técnico de esos juegos; pero tiene la ventaja de
que simulan de manera más exacta situaciones de intereses en conflicto tal
como realmente pasa en la economía y en la guerra, principalmente.
A partir del análisis anterior, propongo que podemos ver el estudio ma-
temático de las probabilidades y de los juegos como los productos de axio-
matizar matemáticamente ciertos fenómenos. Donde entiendo por “axioma-
tizar matemáticamente” un proceso que consiste en: a) aislar ciertos elementos
del fenómeno en cuestión; b) definir esos elementos de forma precisa en un
lenguaje matemático, y c) reconstruir dichos fenómenos mediante algún re-
curso explicativo de los mismos: la probabilidad en el caso de las situaciones
azarosas, y la estrategia en el caso de las situaciones en las que hay intereses
en conflicto.
Algo parecido hizo Euclides al aislar y definir los elementos de las figu-
ras abstractas de la geometría para axiomatizar su estudio. La diferencia en-
tre una axiomatización matemática de algún fenómeno empírico y la axio-
matización de Euclides es que éste partió de ciertos objetos ya matemáticos
(las figuras de la geometría preeuclidiana); mientras que la axiomatización
matemática de lo empírico parte de un fenómeno no matemático y termina
con un objeto matemático.
En resumen, lo que hemos hecho en este inciso es una reconstrucción
54
Algunos orígenes lógicos de la matemática

lógica de los estudios de las probabilidades y los juegos en tanto que discipli-
nas matemáticas. Es de naturaleza puramente lógica, lo que significa que no
es ni empírica ni matemática, ya que no recurre a datos o teorías empíricas
ni tampoco a pruebas matemáticas. Propone una forma de alcanzar episte-
mológicamente la probabilidad y los juegos matemáticos a partir de definir
matemáticamente ciertos fenómenos empíricos y reconstruirlos en términos
puramente matemáticos. Ciertamente, en este caso, se parte de fenómenos
empíricos, pero inmediatamente se convierten en abstractos y matemáticos al
definirlos en términos matemáticos. Estas entidades abstractas tienen rela-
ciones bien definidas entre sí y con otras entidades matemáticas, como los
números, los conjuntos, las funciones, la esperanza matemática, o la progra-
mación lineal, entre otras. Eso nos da una ontología y una epistemología de
esos estudios, ya que nos dice qué son los estudios matemáticos de probabili-
dades y de juegos, y cómo podemos llegar a ellos.
Así pues, hasta el momento hemos propuesto tres formas de llegar a di-
ferentes ramas de la matemática. En síntesis, estamos proponiendo que la
aritmética es el resultado de sistematizar el proceso mental de contar; la geo-
metría es el resultado de idealizar una propiedad de los cuerpos empíricos:
su figura, y los estudios de las probabilidades y los juegos son el resultado de
axiomatizar matemáticamente ciertos fenómenos empíricos: el azar y las situa-
ciones en las que hay intereses en conflicto.
La aritmética y la geometría siempre se han considerado disciplinas pu-
ramente matemáticas diferentes a las teorías empíricas en tanto que las pri-
meras son irrefutables empíricamente y estas últimas no. No obstante, a prime-
ra vista, parece que las “axiomatizaciones matemáticas” propuestas aquí son
parecidas a cualquier teoría empírica. Sin embargo, para ver hasta qué pun-
to, o en qué sentido, son iguales o diferentes, preguntémonos ¿cómo sería una
teoría empírica del azar?, ¿cómo sería una teoría empírica de las situaciones
en conflicto? y ¿en qué sentido estas teorías serían diferentes a los estudios
matemáticos de las probabilidades y los juegos?
Una teoría empírica no matematizada de los fenómenos que hemos lla-
mado azarosos podría empezar por estudiarlos y observar su comportamien-
to mediante múltiples experimentos, como tirar una moneda muchas veces
de una o de otra forma. A partir de ahí, podría intentar caracterizar dicho
fenómeno como algo que tiene un evento inicial y un evento final entre va-
rios resultados posibles, de forma similar a como los define el estudio mate-
mático. No obstante, supongamos que el resultado de uno o de varios de esos
experimentos no es ninguno de los que se han definido como posibles. Por
ejemplo, al tirar una moneda no resulta ni cara ni cruz, sino algo totalmente
aleatorio y cada vez diferente, como caer parada o no caer, etc. En este caso
tendríamos que modificar nuestra explicación teórica de esos fenómenos.
55
Algunos orígenes lógicos de la matemática

Esa situación es empíricamente posible, sobre todo en ejemplos más


complejos que el de tirar una moneda; pero eso no modificaría el estudio
matemático del azar porque se trata de un estudio matemático. De hecho,
aunque el resultado de un evento inicial no fuera ninguno de los elementos
de un conjunto finito de resultados posibles, la matemática dejaría inamovi-
ble el estudio del azar tal como lo hemos descrito. Aunque, por otra parte,
podría crear otra rama, o estudio matemático, que recogiera los fenómenos
que no recoge el estudio matemático original. De hecho, se creó el estudio
matemático del caos, que parece recoger situaciones más complejas que las
que recogen los estudios matemáticos del azar y los conflictos. Esto suele
pasar en las disciplinas matemáticas y formales en general: si hay hechos que
las refutan, las disciplinas en cuestión permanecen inamovibles y se crean
otras disciplinas que intentan recoger los hechos que no recogen las primeras.
Eso pasó con las geometrías no euclidianas y también con las lógicas alter-
nativas, y con el estudio de la medida8 que propone otras aritméticas.
En resumen, una teoría empírica es refutable porque intenta explicar un
fenómeno empírico; mientras que un estudio matemático es irrefutable por-
que sólo habla de las entidades abstractas que él mismo a definido. En el ca-
pítulo 4 ahondaré más sobre este punto.

4. Los conjuntos como un lenguaje


para la matemática

El trabajo ordinario que llevan a cabo los matemáticos en ocasiones los con-
duce a la creación o el descubrimiento de nuevos objetos matemáticos o, in-
cluso, nuevas ramas de la matemática. En este sentido, el trabajo de Georg
Cantor es central, ya que, por un lado, él inició el estudio matemático de los
conjuntos y, por otro, fue el descubridor de una nueva clase de números que
llamó transfinitos.
Hemos podido ver en los incisos anteriores de este capítulo que diferen-
tes ramas de la matemática pueden tener diferentes orígenes lógicos; de ma-
nera que frente al estudio matemático de los conjuntos podemos preguntar-
nos si su origen es similar al de alguna otra rama de las que hemos analizado
aquí, o si, más bien, debemos proponer un origen diferente a los de sistema-
tizar un proceso mental, idealizar una propiedad, o matematizar un fenó-
meno empírico. Para contestar eso, trataremos de entresacar su origen lógi-
co a través de repasar su origen histórico, de forma análoga a como lo
hicimos en el inciso anterior con el estudio matemático de los juegos.

8
Esto puede verse en Foundations of measurement (1971) de Krantz, Luce, Suppes y Tversky.

56
Algunos orígenes lógicos de la matemática

Cantor (1871) principia su trabajo a partir de las series de Fourier me-


diante las cuales se pueden representar curvas continuas, o con un número
finito de puntos de discontinuidad mediante series trigonométricas. Él mis-
mo probó la unicidad de tal representación. Posteriormente, buscando una
generalización para su teorema de unicidad en curvas con infinitos puntos
de discontinuidad, siempre y cuando estos puntos estuvieran localizados
claramente, se vio precisado a “ver las diferentes maneras en que pueden com-
portarse las magnitudes geométricas en número finito o infinito” (Cantor,
1871, inc. 1). Para eso tomó diferentes clases de números como los racionales,
los algebraicos reales, etc. como totalidades9 que pueden compararse median-
te correspondencias biunívocas.
Las multiplicidades, totalidades o conjuntos se han mencionado desde
la antigüedad y en muy variados contextos, siempre que por alguna razón a
varias cosas se les toma como semejantes en algún sentido o simplemente se
les quiere considerar formando un grupo. Estos grupos o conjuntos pueden,
a su vez, ser tomados como objetos de estudio de diferentes disciplinas como
la lógica, la filosofía, la matemática, etc. Entre esos estudios, George Boole
(1847), intentando hacer un álgebra de la lógica aristotélica, había recurrido
también a conjuntos, ya que advirtió que esta lógica trata de un aspecto de
los conceptos que hoy llamaríamos extensional y que puede definirse exac-
tamente en términos de conjuntos.
Por su parte Cantor (1883) al analizar cómo se comportan las magnitu-
des finitas e infinitas encontró que ambas podían definirse en términos de
conjuntos; pero, al hacerlo, surgieron problemas con la legitimidad de tratar
con magnitudes infinitas y con la caracterización matemática de los conjuntos.
Varios filósofos y matemáticos muy destacados, como Aristóteles, santo To-
más, Galileo, Descartes y Spinoza, se habían pronunciado en contra de tra-
tar las magnitudes infinitas como algo acabado, puesto que al tratar con ese
tipo de magnitudes, como lo mostró Galileo (1638), resulta que una parte es
igual al todo, lo cual va en contra del principio aristotélico de que eso no es
posible. Este principio lo retomó Euclides en la noción común núm. 8 de sus
Elementos. Por todo ello, Cantor tuvo que enfrentarse al rechazo de gran
parte de sus contemporáneos y especialmente al ataque directo de su profe-
sor Kronecker, que era uno de los más influyentes matemáticos de su época.
Sin embargo, no todo fue rechazo: Frege, Hilbert y Dedekind, por ejemplo,
aceptaron su propuesta de los números transfinitos. Incluso, este último
9
Mientras que no se especifique lo contrario, los términos totalidad, agregado, multiplicidad, conjunto y
clase los usaremos como sinónimos. Más adelante, como se vio precisado Cantor en sus últimos escritos, dis-
tinguiremos entre multiplicidades consistentes o conjuntos, y otro tipo de multiplicidades que, por cierto,
también caen bajo la definición intuitiva que él mismo había dado. Cantor “arregló” su definición de conjunto
con algunas aclaraciones a posteriori, lo cual es incorrecto como mostró Orayen (1989: 20).

57
Algunos orígenes lógicos de la matemática

convierte la contradicción que había encontrado Galileo en parte de su defi-


nición de un conjunto infinito. Un conjunto infinito, dice Dedekind (1963),
es aquel en el que una parte propia se puede poner en relación biunívoca con
el todo. En relación con esto, Cantor se expresó en los siguientes términos:

Los matemáticos son enteramente libres en su desarrollo, guiados sólo por la


auto-evidencia concerniente a que sus nuevos conceptos no tengan contradic-
ciones internas y establezcan relaciones definidas, organizadas por medio de
definiciones, con los conceptos existentes previamente. En particular, introdu-
ciendo nuevos números, los matemáticos están obligados sólo a dar definicio-
nes de ellos mediante las cuales queden definidos, y, bajo circunstancias permi-
tidas, se les confiera una relación con los viejos números y, para casos dados,
puedan distinguirse uno del otro. Si un número satisface todas esas condicio-
nes debe verse como existente y real en la matemática. Así concibo la razón por
la cual fueron vistos los racionales, irracionales y complejos como realmente
existentes y semejantes a los enteros positivos [Cantor, 1883, inc. 8].

O, con otras palabras, en la matemática, según Cantor, puede aceptarse


la existencia de algo siempre y cuando lo definamos con precisión y no ten-
ga contradicciones. De hecho, al parecer por esas razones, los matemáticos
terminaron por aceptar los números transfinitos cantorianos.
Ahora bien, para iniciar el estudio matemático de las multiplicidades,
Cantor da la siguiente definición: “Por una multiplicidad (menge) entende-
mos cualquier colección A dentro de un todo de objetos a determinados y
bien distintos de nuestra percepción o nuestro pensamiento. Estos elemen-
tos son llamados elementos de A (Cantor, 1895, inc. 1)”, lo cual puede inter-
pretarse como la afirmación de las dos proposiciones siguientes: a) con ob-
jetos cualesquiera puede formarse un conjunto o agregado, y b) dos conjuntos
son iguales si tienen los mismos elementos. Es decir, mientras podamos espe-
cificar ciertos objetos, con ellos podemos formar un conjunto. Aunque, tal y
como lo aclaró Frege (1895) y como de hecho los usó Cantor, los elementos
no forman un conjunto a la manera como los árboles forman un bosque
siendo partes de un todo, ya que la relación parte-todo es transitiva y la rela-
ción de pertenencia no lo es.
Como una interpretación plausible, se suele expresar la proposición (a)
mediante el llamado axioma de comprensión: “Si sólo se toman conjuntos
como valores, existe una y para toda x, tales que x pertenece a y si y sólo sí x
tiene la propiedad P”. Este axioma está expuesto a la paradoja que Russell
encontró en el sistema de Frege por permitir toda clase de multiplicidades,
incluyendo la multiplicidad S de todas las multiplicidades posibles, la cual
Cantor mismo mostró que no puede ser un conjunto (Cantor, 1895). Habría
58
Algunos orígenes lógicos de la matemática

que advertir que este axioma no recoge la idea de Cantor de tener conjuntos
aun cuando no tengamos un predicado.
La proposición (b) se suele expresar mediante el llamado axioma de
extensionalidad: “Si x y y sólo toman conjuntos como valores (x)(y)(z) ((z
є x ↔ z є y) → x = y))”, el cual da las condiciones de identidad para conjun-
tos. Cantor mismo no trabajó la relación de igualdad entre conjuntos y se
concentró, más bien, en las relaciones de equivalencia y similaridad; pero
de su definición intuitiva de conjunto y del manejo que hace de ella se des-
prende que si un conjunto es cualquier colección de ciertos objetos m, no
pueden darse conjuntos diferentes de los mismos objetos m, a menos que
se hable, como Cantor mismo lo hace en otra parte, de conjuntos ordenados.
Una vez que Cantor definió los conjuntos o agregados encontró que
entre ellos podían definirse ciertas operaciones como la unión (U), la inter-
sección (∩); y ciertas relaciones, como “ser subconjunto de” (⊆). También
descubrió que la unión es conmutativa y “ser subconjunto de” es transitiva:
“Si A2 es subconjunto de A1 y A1 es subconjunto de A, entonces A2 es subcon-
junto de A” (Cantor, 1895, inc. 1).
Ahora bien, para Cantor dos aspectos centrales en el estudio de los con-
juntos (los cuales lo llevaron al descubrimiento de los números transfinitos)
son lo que él denominó el ordinal y el cardinal de un conjunto. A continua-
ción, sin pretender seguir un orden histórico, sino más bien tratando de ha-
cer una reconstrucción lógica, veremos primero qué entiende Cantor por
ambos conceptos:

Llamamos un agregado A simplemente ordenado si se da una regla definida de


orden de precedencia sobre los elementos a, tal que de cada dos elementos a1 y
a2, uno toma el menor y el otro el mayor rango y tal que esta relación es transi-
tiva. Y aunque,… obviamente un mismo conjunto puede ordenarse de acuerdo
a reglas muy diferentes, cada agregado ordenado A tiene un tipo ordinal defini-
do Ā. Por éste, entendemos el concepto general que resulta de A si abstraemos
solamente la naturaleza de los elementos a, y retenemos el orden de preceden-
cia entre ellos [Cantor, 1895, inc. 7].

En la memoria de 1897, Cantor define también los agregados bien or­


denados. Un agregado es bien ordenado si es simplemente ordenado y, ade-
más, si cualquiera de sus subconjuntos tiene un primer elemento. Al tipo de
orden de un conjunto bien ordenado le llama número ordinal, o simplemen-
te ordinal. Para Cantor es crucial que todo conjunto pueda bien ordenarse,
ya que “el concepto de agregado bien ordenado proporciona un fundamento
para la teoría de las multiplicidades como un todo” (Cantor, 1883, inc. 3, y
también “forma la materia natural para una definición exacta de los núme-
59
Algunos orígenes lógicos de la matemática

ros cardinales transfinitos” (Cantor, 1897, inc. 1). Este concepto, sin embar-
go, resultó muy problemático. Cantor pensaba en 1883 que si un conjunto
puede bien ordenarse eso ayudaría a la aceptación de que podemos pensarlo
como un todo. Es decir, que tal vez no sería difícil para la razón pensar un
conjunto como teniendo a todos sus elementos reunidos si de hecho pode-
mos ordenar esos elementos. O, visto de otra forma, si tenemos a ciertos
elementos reunidos en una real “existencia simultánea”, tarde o temprano
podemos ordenarlos (carta a Dedekind de 1899 en Heijenoort, 1967: 113).
A la formulación explícita de que todo conjunto puede bien ordenarse se le
ha llamado el principio de buen orden, pero Cantor mismo nunca llegó a
probarlo.
Por otro lado, Cantor afirmó que “los números ordinales forman cuan-
do se arreglan en orden de magnitud un conjunto simplemente ordenado”
(Cantor 1897, inc. 14), lo cual implica que para dos números ordinales cua-
lesquiera Ā y Ē se cumple que Ā < Ē, o bien, Ē < Ā, o bien, Ā = Ē. Es decir, se
cumple la ley de la tricotomía para esos números, lo cual parece natural de
pensarse porque los números ordinales son los representantes del orden
creado por “<”, ya que “los números ordinales quedan definidos por el orden
o posición que ocupan en una lista” (Dauben, 1983, p. 89).
El número ordinal del conjunto que contiene un número cualquiera, di-
gamos el 1, o el 5, es 1. El ordinal del conjunto que contiene dos números
naturales es 2, etc. Los números ordinales de conjuntos finitos que conten-
gan números u otros objetos cualesquiera son los mismos números natura-
les. Por consiguiente, para Cantor los números naturales, vistos como ordi-
nales, son números que siempre están asociados a conjuntos. Ahora bien, si
los números naturales están simplemente ordenados por la relación <, e in-
cluso como puede mostrarse están bien ordenados, entonces podemos decir
que forman un conjunto y tienen un ordinal. Cuando este ordinal no corres-
ponde a un conjunto finito, no debe ser igual a ningún número natural, y
Cantor lo llamó el primer ordinal transfinito que simbolizó con la letra w. El
siguiente ordinal es w + 1, luego w + 2, etc. Dado que esta sucesión carece de
un elemento último, queda definido un nuevo ordinal transfinito que es el
primero mayor que todos los otros y se simboliza así: w + w o 2w. A partir
de éste, se vuelven a sumar unidades para construir una nueva lista infinita.
De ese modo, por aplicación alternada de estos dos principios se generan
todos los ordinales transfinitos.
Una vez definidos así los ordinales transfinitos, Cantor trabajó en la arit-
mética de estos nuevos números estudiando sus operaciones y leyes. La rela-
ción básica es la de igualdad entre ordinales. Dos ordinales son iguales si
corresponden a conjuntos similares. A su vez, dos conjuntos A y E son simi-
lares (en símbolos A ≈ E) si pueden ponerse en correspondencia biunívoca
60
Algunos orígenes lógicos de la matemática

los elementos de A con los elementos de E. Entre sus leyes mencionaré úni-
camente como ejemplo que la suma de ordinales transfinitos no es conmu-
tativa: w + 1 ≠ 1 + w. Si anteponemos 1 a la lista infinita de naturales, igual-
mente puede ponerse en correspondencia biunívoca esta nueva lista con la
de los naturales, ya que haríamos corresponder el nuevo 1 con el 1, el si-
guiente 1 con el 2, el 2 con el 3 y así sucesivamente sin que eso tuviera fin,
porque ninguna de las dos listas tiene un último elemento; de tal suerte que
1 + w = w, mientras que w + 1 ≠ w, ya que después de aparear w con w toda-
vía queda el 1 que añadimos al primer w. De manera que w + 1 tiene un últi-
mo elemento y w no lo tiene. Por ello, w + 1 tiene un ordinal diferente al que
tiene w. Recordemos que el ordinal tiene que ver con el número de elemen-
tos y también con el orden de los mismos.
Lo que resultó más problemático de aceptar fue la idea cantoriana básica
de que todo conjunto puede bien ordenarse. En 1897, Burali-Forti publicó
su famoso artículo (Heijenoort, 1967), que ha sido ampliamente comentado
y muy diversamente interpretado. Russell, por ejemplo, lo leyó como el des-
cubrimiento de una contradicción en la teoría cantoriana. Sin embargo, de
acuerdo a las investigaciones de Copi (1958) y Moore (1981), lo que en rea-
lidad intentó Burali-Forti fue probar mediante una reducción al absurdo, en
contra de las afirmaciones de Cantor, que la ley de la tricotomía no vale para
los ordinales transfinitos, porque si valiera llegaríamos a una contradicción.
Por otro lado, Cantor argumentó en su carta a Dedekind de 1899 (Heijeno-
ort, 1967), también mediante una reducción al absurdo y por idénticas razo-
nes a las de Burali-Forte, que la multiplicidad de todos los ordinales es in-
consistente y, por lo tanto, no es un conjunto o totalidad que pueda pensarse
teniendo una real “existencia simultánea” de todos sus elementos. Breve-
mente, la prueba puede enunciarse como sigue: si la serie de todos los ordi-
nales tiene un número ordinal Ω, al ser éste un ordinal debe estar también
en la serie de todos los ordinales, al igual que Ω + 1, y para todo ordinal
Ω < Ω + 1. Pero, por otro lado, al ser Ω el ordinal de la serie, será el mayor
de la serie y, entonces, se llega a la contradicción de que simultáneamente
Ω < Ω + 1 y Ω ≥ Ω + 1. De ahí Burali-Forti concluye que no vale la tricoto-
mía para los ordinales transfinitos, mientras que Cantor concluye que los
ordinales transfinitos no forman un conjunto, ya que negar la tricotomía
implicaría que dichos ordinales no pueden ordenarse y, en ese caso, no se-
rían los representantes de un orden. Además, “no sólo se sigue la compara-
bilidad –o tricotomía- del principio de buena ordenación; sino a la inversa,
al asumir la comparabilidad, podemos probar el principio de buena ordena-
ción” (Fraenkel, 1973: 122). De tal suerte que, en ese sentido, Burali-Forti
estaría argumentando también en contra del principio del buen orden.
No obstante, en 1904, Zermelo presentó la primera prueba de dicho
61
Algunos orígenes lógicos de la matemática

principio utilizando el llamado principio de elección que Cantor había utili-


zado sólo implícitamente y que también ha sido ampliamente debatido. Este
principio puede enunciarse como sigue: dado un sistema de S conjuntos no
vacíos en el que tomados de dos en dos no tienen elementos en común, en-
tonces hay un conjunto que tiene exactamente un elemento común con cada
uno de los S conjuntos. Como puede probarse, el principio de elección y el
principio del buen orden son equivalentes. Por consiguiente, “elección, buen
orden y comparabilidad resultan ser equivalentes” (Fraenkel, 1973: 122):
aceptando uno de ellos, tendremos que aceptar los otros dos. Por otro lado,
en 1938, Gödel probó (véase Gödel, 1981: 191-194) que el principio de elec-
ción es compatible con los axiomas de la teoría de conjuntos de Zermelo-
Fraenkel. Para condiciones análogas, en 1963 Paul Cohen probó la indepen-
dencia relativa de ese principio. Es decir, el principio de elección juega en
esa teoría de conjuntos el mismo papel que el axioma de las paralelas en la
geometría de Euclides: si se modifica en ésta el axioma de las paralelas, surgen
otras geometrías; si se modifica el principio de elección en el estudio canto-
riano de conjuntos, surgen otros estudios no cantorianos de conjuntos.
Ahora bien, si sobre un conjunto bien ordenado realizamos una nueva
abstracción, obtenemos un nuevo concepto que Cantor llamó número
cardinal:

Llamaremos con el nombre de “potencia” o “número cardinal” de A el concep-


to general que, con ayuda de la actividad de nuestra inteligencia, surge del agre-
gado A cuando hacemos abstracción de la naturaleza de sus elementos a y del
orden en el cual están dados. Denotamos el resultado de este doble acto de abs-
tracción, el número cardinal o potencia de A, con Ẫ [Cantor, 1895, inc. 1].

Dos cardinales son iguales si sus conjuntos correspondientes son equi-


valentes; a su vez, dos conjuntos A y E son equivalentes (en símbolos A ~ E) si
es posible mediante alguna regla poner los elementos de A en correspon-
dencia biunívoca con los elementos de E. El cardinal de un conjunto finito
es el número de elementos que tiene ese conjunto, y coincide con su ordinal
y con alguno de los bien conocidos números naturales. Por otro lado, al car-
dinal de los conjuntos infinitos más pequeños Cantor lo llamó ‫א‬o. Él mismo
mostró que dichos conjuntos son, por ejemplo, el formado por todos los nú-
meros naturales, el conjunto de los enteros pares y el conjunto de los racio-
nales. Todos ellos tienen el mismo número de elementos, ya que pueden
ponerse en correspondencia biunívoca entre ellos. Posteriormente, Cantor
probó que el cardinal del conjunto de todos los reales es mayor que ‫א‬o. Tam-
bién probó que siempre podemos encontrar conjuntos más grandes a partir
de uno dado, incluso infinito, formando el conjunto potencia del primero; es
62
Algunos orígenes lógicos de la matemática

decir, el conjunto de todos sus subconjuntos. Él pensaba que ‫א‬1 (es decir, el
número transfinito que sigue inmediatamente a ‫א‬o) era el cardinal del con-
junto de los reales y también era el cardinal del conjunto potencia del conjun-
to de los números naturales; que el cardinal del conjunto potencia del con-
junto de los reales era ‫א‬2 y así sucesivamente. A esto Cantor le llamó la
hipótesis del continuo, que lo inquietó grandemente, pero nunca pudo pro-
barla. En 1938, como lo dijimos arriba, Gödel probó que la hipótesis del
continuo era consistente con los otros axiomas de la teoría de conjuntos de
Zermelo-Fraenkel. En 1963, Paul Cohen probó que era independiente, inclu-
so añadiendo el principio de elección: “Es decir —como lo había señalado
Fraenkel— que el problema que tanto preocupó a Cantor en realidad no te-
nía solución con los recursos matemáticos disponibles” (Fraenkel, 1973: 66).
Por lo tanto, podemos decir que la hipótesis del continuo juega en una teoría
cantoriana axiomatizada de los números transfinitos un papel análogo el que
juegan el principio de elección en la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraen­
kel y el axioma de las paralelas en la geometría de Euclides; es decir, que
modificándolo podríamos generar otros estudios no cantorianos de los nú-
meros transfinitos.
Ahora bien, con respecto a la serie de los ‫א‬s, Cantor dice:

Se trata de una continuación de la secuencia de la totalidad de los números


reales más allá del infinito […] formando, a su vez, una secuencia infinita de
tales números que son plenamente distinguibles uno del otro y están en rela-
ciones legítimas de la teoría de números unos con otros y con la totalidad de
los números finitos [Cantor, 1883, intr.].

Es decir, básicamente, que pueden ser ordenados por la relación “<”, y


que entre ellos rigen operaciones que siguen las leyes de conmutatividad,
asociatividad, etc. Naturalmente con algunas diferencias porque la totalidad
de dichas relaciones no son reducibles, en principio, a las relaciones entre
los números finitos y, además, en los conjuntos transfinitos no coinciden el
ordinal y el cardinal de un mismo conjunto, puesto que al conjunto de los
naturales corresponden infinidad de ordinales (w, w+1, 2w, etc.) y un solo
cardinal (‫א‬o). Sin embargo, esto no prueba que no son números, sino sólo que
se trata de números diferentes. El cero de los números finitos, por ejemplo,
tiene un comportamiento muy peculiar, pero no por eso deja de ser conside-
rado un número.
En resumen, para Cantor, un número natural puede verse como el ordi-
nal o el cardinal de un conjunto. De hecho, él va más lejos: considera que el
número mismo es un conjunto. “El tipo ordinal Ā es él mismo un agregado
ordenado cuyos elementos son unidades, las cuales tienen el mismo orden
63
Algunos orígenes lógicos de la matemática

de precedencia entre cada una de ellas como los elementos correspondien-


tes de A” (Cantor, 1895, inc. 7). Cantor afirma también que “entre los ele-
mentos de A y las diferentes unidades de su número cardinal Ẫ subsiste una
relación biunívoca […] y así podemos decir que A ~ Ẫ” (Cantor, 1895, inc.
1). Pero si el cardinal de A es un conjunto coordinable con A, dada la transi-
tividad de la coordinabilidad, el cardinal de A es aquel conjunto que es coor-
dinable con todos los coordiables con A. En la notación de Russell: Ẫ = ŷ(y
~ A). Por otro lado, Según Cantor, el cardinal de A es el concepto que se ob-
tiene abstrayendo de A el orden y la naturaleza de sus elementos. Pero ¿qué
podemos decir que cae bajo ese concepto? Justamente aquello que comparte
A con sus conjuntos coordinables, lo cual, según el método de Padoa, podría
expresarse diciendo que es el conjunto de los conjuntos coordinables con A.
Esto lo expresa Tarski, siguiendo a Frege y a Russell, en los siguientes términos:

Si consideramos una clase A, existe sin duda una propiedad poseída por todas
las clases coordinables con A y con ninguna otra clase: a saber, la propiedad de
ser coordinable con A. Esta propiedad es llamada número cardinal o número
de elementos o potencia de A. O, en términos más abstractos, el cardinal de
A es el conjunto de todos los conjuntos coordinables con A [Tarski, 1941,
inc. 26].

Sintetizando, podemos decir que en relación con los conjuntos, Cantor sos-
tiene lo siguiente: a) da una definición de Ẫ en términos de abstracciones;
b) su definición sugiere que un conjunto está formado a partir de sus elemen-
tos, y c) enuncia una ley que dice que (Ẫ = Ễ) ↔ (A ~ E). El punto (a) fue
atacado por Frege y otros por el psicologismo que implica. El punto (b)
fue atacado también por Frege y, como vimos en este mismo inciso, es in-
adecuado de acuerdo con el uso que el mismo Cantor hizo de Ẫ. Con res-
pecto al punto (c) no ha habido mayor problema; de hecho, de ahí y de las
ideas de Padoa es posible obtener la definición de Russell; de tal suerte que
modernamente, por ejemplo en Fraenkel (1973), se define Ẫ buscando que ve­
rifique la ley mencionada en (c). Podemos decir, pues, que el número cardi-
nal cantoriano puede expresarse (como de hecho se hace en las obras de
Russell, 1919 y Quine, 1951) en términos equivalentes a la definición de núme-
ro dada por Frege (1884).
Frege, Russell, Dedekind y Cantor definieron los números en términos
de conjuntos, y lo así definido se comporta como los números aritméticos.
Esto, por supuesto, si adoptamos una definición de “conjunto” que no impli-
que contradicciones. Pero si hay varias formas de definir los conjuntos, al
decir que los números son conjuntos en realidad lo que hicieron esos auto-
res es describirlos mediante un lenguaje entre varios posibles. Esto sería
64
Algunos orígenes lógicos de la matemática

equivalente a decir que el cerebro es una computadora porque podemos ex-


plicar el cerebro en términos de computadoras. Por esa razón, Benacerraf
(1965) sostuvo que los números no pueden ser conjuntos, y en Ávila (2014)
se sugiere que en efecto los números aritméticos no son conjuntos, pero
pueden ser vistos como conjuntos; es decir, podemos describirlos mediante
un lenguaje conjuntista.
Al hacer Cantor su trabajo puramente matemático con las series de
Fourier se encontró con lo que llamó números transfinitos; para poder in-
corporarlos a la serie de los números, seleccionó un concepto suficiente-
mente general para poder encerrar tanto a los números finitos como a los
transfinitos: dicho concepto fue el de “conjunto”. En esos términos, podemos
decir que unos números son conjuntos finitos y otros son conjuntos infini-
tos. Vistos a la manera de Euclides, el 3 es un conjunto de tres unidades;
mientras que ‫א‬o es un conjunto de infinitas unidades. De cualquier forma,
ambos son números porque tienen ciertas propiedades, como, por ejemplo,
que cumplen la ley de la tricotomía, claro, bajo ciertas restricciones.
En conclusión, el tratamiento matemático de los conjuntos no parece ser
la sistematización de un proceso mental, como es el caso de la aritmética;
tampoco podemos verlo como la idealización de un aspecto del mundo,
como es el caso de la geometría; ni tampoco parece que podamos verlo como
una axiomatización matemática, como es el caso del tratamiento matemáti-
co de los juegos. Creo que, más bien, podemos ver el estudio matemático de
los conjuntos como la creación de un lenguaje general para hablar de los
números en una primera instancia. Posteriormente se ha visto que también
sirve para hablar de otras entidades matemáticas. De hecho, el grupo Bour-
baki pretendió convertirlo en el lenguaje universal de la matemática crean-
do, así, la llamada matemática moderna.
En síntesis, la secuencia lógica que creo que está detrás de la creación
matemática de los conjuntos es, al parecer, la siguiente: a) seleccionar un
concepto suficientemente general de manera que abarque varias entidades
matemáticas para poder hablar de ellas; b) convertir dicho concepto en una
entidad abstracta; c) definir su comportamiento formal desechando ambi-
güedades, y d) aplicarlo para hablar de varias entidades matemáticas.
Así pues, lo que hemos hecho en este inciso es una reconstrucción lógi-
ca del estudio de los conjuntos en tanto que disciplina matemática. Es de
naturaleza puramente lógica, lo que significa que no es ni empírica ni mate-
mática, ya que no recurre a datos o teorías empíricas ni tampoco a pruebas
matemáticas. Parte de una narración histórica más o menos precisa, no para
quedarse ahí, sino para entresacar de ella la lógica que le subyace. De esa
manera, propone una forma de alcanzar epistemológicamente los conjuntos
matemáticos viéndolos como un lenguaje de entidades abstractas que fue
65
Algunos orígenes lógicos de la matemática

precisándose a través del tiempo. El lenguaje de conjuntos convierte sus ele-


mentos (los conjuntos mismos) en entidades matemáticas. Estas entidades
abstractas tienen relaciones bien definidas entre sí y con otras entidades ma-
temáticas como los números, las funciones, etc. A partir de ahí, la matemáti-
ca los estudia en forma abstracta descubriendo sus propiedades y relaciones.
Una vez conformado este lenguaje conjuntista ha sido usado, primero, para
hablar de los números finitos e infinitos y, posteriormente, para hablar de
casi toda la matemática. De cualquier forma, de lo expuesto en este inciso
obtenemos una ontología y una epistemología de esa rama de la matemáti-
ca, que suele nombrarse como “teoría de conjuntos”. A partir de lo expuesto
aquí, diremos que más que un teoría se trata, más bien, de un lenguaje que
se ha ido precisando y puede servir para hablar de múltiples entidades mate-
máticas e incluso no matemáticas.
El hecho de que los conjuntos puedan asociarse a los conceptos en gene-
ral como el aspecto extensional de éstos, es decir, como las cosas a las que se
aplica el concepto, convierte a los conjuntos en un lenguaje no sólo para la
matemática, sino para todo aquello que tengamos clasificado mediante con-
ceptos. Por ejemplo, Suppes (1969) y Sneed, Moulines y Balzer (2012), ex-
tendiendo la propuesta del grupo Bourbaki, adoptan el lenguaje conjuntista
para hablar de las diferentes teorías científicas.

5. Conclusión de los orígenes lógicos


de la matemática

Hemos visto en este capítulo diferentes formas para alcanzar lógicamente


determinadas partes de la matemática. Eso no significa que sean las únicas
formas mediante la cuales se pueden alcanzar las entidades o ramas de la
matemática en general. Incluso, podría haber otras propuestas de tipo lógico
para alcanzar las mismas entidades y ramas de la matemática que hemos
analizado aquí. De manera que los orígenes lógicos que hemos propuesto
aquí son sólo unos entre varios posibles.
De cualquier forma, dados los orígenes lógicos que hemos sugerido aquí
para las ramas analizadas, podemos preguntarnos si esos orígenes tienen
algo en común; es decir, podemos preguntarnos si de esos ejemplos pode-
mos inferir, aunque sea tentativamente, si hay elementos indispensables para
alcanzar las entidades matemáticas. Veamos, pues, cuáles son las secuencias
lógicas que hemos propuesto.

A) Para alcanzar los números de la aritmética, dado que los hemos defi-
nido como el resultado de contar, se requieren los siguientes pasos:
66
Algunos orígenes lógicos de la matemática

1) aislar ciertos objetos; 2) agrupar algunos de ellos; 3) despojar a los


objetos agrupados de todos sus atributos a excepción de ser objetos
singulares; 4) representar lo así despojado mediante símbolos que re-
flejen que se trata de objetos singulares indiferenciados, y 5) manipu-
lar los símbolos para encontrar las regularidades, o leyes, que rigen
los resultados de las cuentas.
B) Para alcanzar las figuras geométricas, dado que las hemos definido
como idealizaciones de las figuras empíricas, se requieren los siguien-
tes pasos: 1) abstraer, es decir, ignorar, los detalles complejos de las
figuras empíricas recogiendo éstas de la forma más simple posible;
2) abstraer, es decir, ignorar, el objeto encerrado en la figura empíri-
ca; 3) analizar los componentes de las figuras geométricas así logra-
das; 4) comparar las figuras entre sí; 5) usar la aritmética para contar
partes de las figuras y otras cosas, y 6) medir las figuras de diferentes
formas.
C) Para alcanzar la probabilidad y los juegos, dado que los hemos defini-
do a partir de los fenómenos azarosos y de situaciones de conflicto de
intereses, se requieren los siguientes pasos: 1) aislar ciertos elementos
del fenómeno en cuestión; 2) definir esos elementos de forma precisa
en un lenguaje matemático, y 3) reconstruir dichos fenómenos me-
diante algún recurso explicativo de los mismos: la probabilidad en el
caso de las situaciones azarosas, y la estrategia en el caso de las situa-
ciones en conflicto.
D) Para alcanzar los conjuntos matemáticos, dado que los hemos defini-
do como un lenguaje, se requieren los siguientes pasos: 1) seleccionar
un concepto suficientemente general de manera que mediante él
podamos hablar de cualquier entidad matemática; 2) convertir ese
concepto en una entidad abstracta; 3) definir su comportamiento, y
4) aplicar ese concepto para hablar de diversas entidades matemáticas.

Como puede apreciarse en este apretado resumen, no parece haber una


lógica común a las diferentes ramas de la matemática que hemos analizado.
Cada una de ellas parece tener su propia lógica. Incluso esas lógicas no pare-
cen privativas de lo matemático, ya que los mismos procesos podemos apli-
carlos para generar entidades o sistemas que no son matemáticos. De hecho,
podemos ver, por ejemplo, la lógica como la sistematización del proceso
mental de argumentar (véase Ávila, 2016, cap. 6). Por otra parte, podemos
ver varias teorías empíricas, si no es que todas, como la idealización de al-
gún aspecto empírico. También podemos axiomatizar no sólo lo matemáti-
co. Y, finalmente, la lógica misma puede verse también como un lenguaje
para el pensamiento, como por cierto la vio Frege en su Conceptografía. De
67
Algunos orígenes lógicos de la matemática

manera que, al parecer, no podemos decir que algo es matemático sólo por
ser la sistematización de un proceso mental, o la idealización de algo empí-
rico, o la axiomatización de algo, o la creación de un lenguaje preciso. Pero
entonces, ¿qué es lo propiamente matemático? A ciencia cierta, no lo sé; de
hecho, todo este libro intenta aportar algunos elementos que tal vez nos ayu-
den a sugerir una respuesta a esa difícil pregunta.
Ahora bien, de cualquier forma como hayan surgido, o puedan surgir,
las diferentes partes de la matemática, hoy día tenemos algo que tiene ciertas
características, algunas de ellas curiosamente compartidas con la filosofía.
Eso sugiere que la matemática y la filosofía están más cerca de lo que se sue-
le pensar, de lo que yo mismo solía pensar antes de la presente investigación.
Así pues, para seguir acercándonos a la matemática, expondremos en el si-
guiente capítulo algunas de sus características.

68
Capítulo III
Algunos rasgos de la matemática

1. El carácter deductivo

La matemática es un logro del espíritu humano muy peculiar. Se suele decir


que es una disciplina netamente deductiva; aunque, según Burkert (1972:
417, 424 y 425) y Szabó (1967 y 1978: 186), no siempre fue así. Según esos
autores, en Grecia la matemática de los egipcios y babilonios se volvió de-
ductiva. Al parecer, esta idea está basada, entre otras cosas, en los siguientes
datos: a) Tales de Mileto, a quien se reconoce como el primer filósofo, fue
también el primero en dar pruebas abstractas de varios teoremas geométri-
cos; b) los pitagóricos, que al igual que Tales eran filósofos y matemáticos,
probaron múltiples teoremas sobre los números y las figuras, y c) Eudoxo y
otros matemáticos griegos siguieron probando teoremas hasta ser tantos
como aparecen ordenados axiomáticamente en los Elementos de Euclides:
la obra deductiva más famosa de la Antigüedad. A partir de estos y otros
datos, Burkert y Szabó sostienen que la matemática abstracta que hace uso
de pruebas es una invención de los griegos a diferencia de las “recetas” babi-
lónicas.
No obstante, como dice Neugebauer (1957: 146): “Decir que la matemá-
tica griega del estilo euclideo es un acontecimiento estrictamente griego no
significa negar un trasfondo general oriental para la matemática griega en su
conjunto”. Sobre este último punto, Gillings (1972: 232-234) defiende la idea
de que los egipcios, contrariamente a lo que se creía, dieron a menudo prue-
bas matemáticas tan rigurosas como las realizadas por los griegos, a pesar de
que estaban presentadas en una forma no-simbólica.
No obstante, aunque las pruebas matemáticas hubieran existido con an-
terioridad, Szabó, (1967 y 1978) y Burkert (1972) insisten en que la matemá-
tica deductiva inicia realmente con los griegos porque son éstos los que con-
solidan el pensamiento abstracto. Esos autores piensan que Parménides y
Zenón (a la hora de que éstos investigaban la ontología del ser) sentaron las
reglas del pensamiento puramente racional. Es decir, el que trasciende la
percepción de los sentidos y la pasa por alto para seguir el hilo de la argu-
mentación. De acuerdo con estos autores, el intento de una argumentación
puramente lógica, una progresión sistemática de un pensamiento a otro, y el
adelanto de pruebas y conclusiones de forma euclidiana se les debe a los
eleatas.
69
Algunos rasgos de la matemática

Lo cierto es que la división del pensamiento en concreto y abstracto (tal


como lo adelantamos en el inciso i.4) fue planteado de manera clara, al pare-
cer por primera vez, en el Poema de Parménides y en los Diálogos platóni-
cos. Una vez planteada esa división, se fijaron las primeras leyes lógicas del
pensamiento abstracto; primero, por parte del mismo Parménides y su dis-
cípulo Zenón, y posteriormente por parte de Aristóteles, quien las amplió y
sistematizó en su obra de lógica (Aristóteles, s. iv, a.C., Logic).
Parménides distingue dos clases de pensamientos y fija las reglas del
pensamiento abstracto a partir de las siguientes ideas:

— Las dos vías. Para Parménides, hay que diferenciar el pensamiento


abstracto, o puro, del concreto o sensible. Con respecto al pensamien-
to puro, dice: “Mis palabras son las únicas que se ofrecen al pensa-
miento de entre los caminos que reviste la búsqueda” (V 291). “Bien-
venido seas porque vienes a un camino bien alejado de la ruta trillada
de los hombres, sigues la ley divina para conocer la verdad”. Con res-
pecto al pensamiento sensible, dice: “Las opiniones de los mortales
no encierran creencia verdadera. Los mortales ayunos de saber pien-
san que el ser y el no ser son idénticos y diferentes. Esta es la vía de las
apariencias, de lo que se ve y oye”.
— I dentidad entre ser y pensar: “Lo que puede decirse y pensarse debe
ser” (V 293). Según Parménides, sólo existe lo que puede ser pensa-
do. Esta frase se entiende, según yo, sólo si se refiere al mundo de lo
abstracto. En este mundo, siguiendo mi interpretación, “El pensar y
el ser son una misma cosa”. El circulo cuadrado no existe porque:
“circulo” lo pienso como algo diferente a “cuadrado”. Por lo tanto, si
algo es círculo, entonces no puede ser cuadrado, ya que no puedo
pensar un círculo cuadrado. “Si alguien dice que el no ser existe y que
su existencia es necesaria. Esto está negado por el conocimiento por-
que no podemos llegar a conocer el no ser y ni siquiera expresarlo en
palabras”… El ser “no puede venir del no ser porque no se puede de-
cir ni pensar que el ser no sea”. Así pues, en tanto que no puedo pen-
sarlo, no existe en el mundo abstracto, ya que, según la interpretación
que propongo, el mundo abstracto es producto del pensamiento.
—P  rincipio de identidad. Este principio enunciado en el Poema de Par-
ménides se cumple sólo en el mundo abstracto, porque lo abstracto
es inmóvil: si algo es P, entonces siempre será P; pero, si no es P, no
será nunca P. “No es posible que los no seres sean” (V 294). En la
matemática, por ejemplo, la cual pertenece al mundo abstracto, si
3 = 1+1+1, eso no cambia nunca. “El ser es increado, e imperecedero,
es inmóvil y no conoce fin”… “Es uno y continuo”… “Ni nunca es, ni
70
Algunos rasgos de la matemática

será, porque es ahora” (V 296). “Por ser igual a sí mismo” (V 298). “El
ser es y el no ser no es”: (P ⇔ P) y (¬P ⇔ ¬P). “Y así prosigue inmu-
table en el mismo lugar, porque la poderosa Necesidad le mantiene
en los lazos del límite que aprisiona su contorno”. De hecho, sólo en el
mundo abstracto es posible usar el signo “=”. En matemática pode-
mos decir que 2 = 2 o que 2 = 1 + 1. Wittgenstein dijo que esta conec-
tiva caracterizaba a la matemática. Aunque en realidad es posible
usarla también en lógica y otras disciplinas abstractas. En el mundo
concreto, por el contrario, nada permanece igual a sí mismo porque
está cambiando constantemente.
—P  rincipio de no contradicción. Una vez que hemos definido algo, por
ejemplo P, en el mundo abstracto, no es posible que no sea P: ¬(P &
¬P). “Los ignorantes creen que ser y no ser es lo mismo y no lo mis-
mo”: creen que P & ¬P. “Creen que los no seres sean” (V 294).
— Principio del tercero excluido. En el mundo abstracto, algo es o no es.
Parménides dice: “Es o no es” (V 296)… “Que sea o no sea”… “O ha
de existir absolutamente, o no ser del todo”… “Rechazando un cami-
no por impensable, habrá que considerar el otro como real”.

A estas ideas habrá que añadir el trabajo clarificador de Platón sobre la


manera de trabajar de los matemáticos, y sobre la naturaleza de los objetos
matemáticos. Sobre lo primero, dice lo siguiente:

Los que se ocupan de la geometría, aritmética y otros estudios similares, dan


por supuestos los números pares e impares, las figuras, tres clases de ángulos y
otras cosas emparentadas; las adoptan como hipótesis, procediendo igual que
si las conocieran y no se creen en el deber de dar ninguna explicación ni a sí
mismos ni a los demás con respecto a lo que consideran como evidente para
todos; y de ahí es de donde parten las sucesivas y consecuentes deducciones
que los llevan finalmente a aquello cuya investigación se proponían [República,
libro VI, párrafo XX].

Acerca de lo segundo, dice: “Se sirven de figuras visibles, pero no pensando


en ellas, sino en aquello a lo que ellas se parecen, discurriendo acerca del
cuadrado en sí y de su diagonal, pero no acerca del que ellos dibujan; e,
igualmente, en los demás casos”. (República, libro VI, párrafo XX). También
afirma Platón en la República, en Gorgias y en el Philebus que acerca del par
y el non hay una ciencia teórica y una práctica. Siguiendo su distinción entre
ideas puras y objetos sensibles, a cada uno de los cuales corresponde una
clase diferente de conocimiento, Platón dice que la ciencia teórica trata con
pares y nones formados con unidades iguales (o puras); mientras que la
71
Algunos rasgos de la matemática

ciencia práctica trabaja con pares y nones formados de cosas desiguales (o


físicas). En la República, libro VII, Platón pregunta “¿qué números son esos
de los que hablas, en los cuales las unidades son iguales entre ellas, y no di-
fieren en lo más mínimo unas de otras y no contienen partes en sí mismas?”
La respuesta es: los números matemáticos, o puros, porque los números em-
píricos están formados de diferentes unidades que son divisibles.
Así pues, en Parménides y en Platón es clara la distinción entre dos cla-
ses de objetos: los concretos y los abstractos, y dos clases de pensamientos
correspondientes con aquéllos. Sin embargo, creo que el pensamiento abs-
tracto y sus objetos no nacen en la filosofía como lo sugieren Szabó (1967 y
1978) y Burkert (1972), sino mucho antes en la matemática con la aparición
de los números abstractos. De hecho, según Schmandt-Besserat (1992), és-
tos fueron usados desde los sumerios, 3 000 años antes de nuestra era. De
acuerdo con eso, esos números fueron los primeros objetos abstractos. Vea-
mos cómo pudo ser eso.
Para Denise Schmandt-Besserat (1999: 17), “la evolución de contar pudo
haber sucedido en tres etapas: 1) contar sin números; 2) números concretos,
y 3) cuentas abstractas”. Contar sin números significa juntar, por ejemplo,
una piedrita por cada objeto contado en una relación 1-1. Esto pudo suceder
hace 20 000 o 30 000 años. Los números concretos aparecen cuando se usan
diferentes símbolos, o tokens, para contar diferentes objetos; lo cual sucedió
8 000 años antes de nuestra era. Por ejemplo, “” podía simbolizar tres
árboles, “ΥΥΥ” tres hombres, y “φϕφ” tres frutas. Por último, los números
abstractos son aquellos cuyos símbolos están separado de los objetos conta-
dos; es decir, cuando se empezó a usar un mismo símbolo (por ejemplo, III)
para contar tres árboles, tres caballos, tres perros, etc., como lo vimos en i.5.
Esto sucedió, de acuerdo a Schmandt-Besserat (1992), 3 000 años antes de
nuestra era en las primeras ciudades de Sumeria.
De manera que podemos decir que el pensamiento abstracto inicia en la
matemática con la invención y manejo de los números abstractos, dándole
la razón a Neugebauer (1957) y Gillings (1972), y, al parecer, adquiere con-
ciencia de sí con los filósofos griegos, 600 años antes de nuestra era, dándole
la razón también a Burket y Szabó, lo cual detona la forma deductiva de ra-
zonar en la matemática y en la misma filosofía. Tal vez podemos ver esto con
el siguiente esquema:

Matemática  ⇒ Filosofía
⇑ ⇐ ⇓

Mi idea en esta cuestión es que si los babilónicos empezaron a usar los


números abstractos necesariamente tuvieron que utilizar la forma deductiva
72
Algunos rasgos de la matemática

de razonar; es decir, la que trasciende la percepción de los sentidos y la pasa


por alto para seguir el hilo de la argumentación. En el mundo concreto, es
decir, empírico, eso no es posible porque las cosas cambian constantemente.
Hasta donde se sabe, fueron los filósofos griegos (los eleatas y Aristóteles
principalmente) los que consolidaron el pensamiento abstracto al hacer ex-
plícitas sus reglas, lo cual, al parecer, detonó la matemática deductiva que
culminó con el trabajo de Euclides.
Hemos dicho en los incisos i.3 y i.6 que éste no es un estudio histórico,
sino filosófico, lo cual implica que no pretende apegarse fielmente a los acon-
tecimientos históricos, sino sólo sugerir una secuencia lógica que dé sentido
al uso de los símbolos matemáticos (=, 1, +, etc.), a la aparición de pruebas
abstractas y al papel que pudo, o puede, jugar la reflexión filosófica en el
quehacer matemático.
En resumen, mi reconstrucción lógica de los datos históricos es que el
mundo abstracto nace en la matemática babilónica con la aparición de los
números abstractos; posteriormente el pensamiento abstracto, practicado
en la matemática desde entonces, adquiere conciencia de sí a partir de la re-
flexión filosófica, la cual hace explícita la naturaleza del pensamiento abs-
tracto, así como algunas de sus reglas de operación; para que, finalmente,
con esas herramientas y clarificaciones, el trabajo matemático se vuelva en
gran medida deductivo; es decir, casi exclusivamente racional, trascendien-
do la percepción de los sentidos y pasándola por alto para seguir el hilo de la
argumentación. No obstante, el pensamiento matemático no es exclusiva-
mente deductivo, como lo veremos en el siguiente inciso.

2. El carácter no deductivo

La matemática no es sólo deductiva. Pólya (1957: vii) dice al respecto lo


siguiente: “La matemática tiene dos caras […] La matemática presentada de
la forma euclídea aparece como una ciencia sistemática y deductiva; pero la
matemática en la práctica aparece como una ciencia experimental e inducti-
va”. De hecho, existen matemáticos, tales como Cavailles (1938), Frechet
(1958) y otros, que tratan de caracterizar la matemática basándose en su
propia práctica matemática. Éste es el caso, creo, de J. De Lorenzo (1992:
447-448) cuando dice:

Es un mito que todo trabajo matemático es un trabajo sintáctico-lógico […] En


la práctica matemática, los axiomas no son el punto de partida, no son la llave
del proceso de conocimiento, sino más bien, lo son los conceptos nucleares y,
algunas veces, las hipótesis o conjeturas.
73
Algunos rasgos de la matemática

En palabras del matemático Maurice Frechet (1958: 21-22)

La matemática no es una teoría completamente lógica […] A pesar de que la


mayoría de los trabajos matemáticos consiste en hacer transformaciones lógi-
cas de proposiciones admitidas como verdaderas […] no es difícil de admitir
que la intuición guía el trabajo en una dirección específica.

O como dice William Byers (2007: 10) refiriéndose a su libro How Mathemati-
cians Think: “Este libro ofrece una visión de la matemática en la cual la lógi-
ca, lo lógico, es sólo una dimensión de una pintura más amplia”.
Ahora bien, para saber hasta qué punto la matemática es deductiva y
hasta qué punto no lo es, habrá que analizar la forma concreta en la que los
matemáticos hacen matemática. Al tratar de hacer esto nos encontramos
con varios textos interesantes empezando tal vez con los trabajos de Pappus
al fin de la tercera centuria de nuestra era, Polya (1957), Lakatos (1978), Davis
y Hersh (1981), Velleman (1994), Hersh (1997) y recientemente Byers (2007),
pasando por Descartes, Leibniz, Bolzano y Poincaré, entre otros. Ellos tra-
tan, en general, de los caminos conscientes y aún inconscientes que los ma-
temáticos han seguido tratando de resolver problemas: el razonamiento re-
gresivo expuesto magistralmente por Pappus, el método de análisis-síntesis
usado en el libro XIII de los Elementos de Euclides, la reducción al absurdo
usada por los eleatas, la inducción matemática, el razonamiento analógico, y
el recurso de dibujar una figura, entre otros. Al parecer, en todos esos traba-
jos, los matemáticos están guiados siempre, según Poincaré (1908: 52), por
un “sentimiento estético que todos los verdaderos matemáticos conocen
[…], porque las combinaciones útiles son, justamente, las más bellas”.
Aceptando, pues, que la matemática no es sólo deductiva, Reuben Hersh
(1997), coincidiendo con Lakatos (1978), propone una filosofía de la mate-
mática que tome en cuenta el trabajo real de los matemáticos y no sólo re-
flexiones fundacionistas a priori sobre la matemática tales como el platonis-
mo, el formalismo, el constructivismo o el neofregeanismo, como le llama
Kitcher. De acuerdo con Hersh, el fundacionismo es la corriente dominante
en filosofía de la matemática y tiene sus raíces en el pensamiento de Pitágoras
y Platón, el cual tiene un carácter idealista dogmático-religioso. De acuerdo
con esta corriente, la matemática es, o debe ser, básicamente deductiva; es
decir, constituirse en un sistema cerrado axiomáticamente que trata de cier-
tas entidades supramundanas que nunca cambian, son inaccesibles para los
sentidos, están fuera del espacio y el tiempo, y son independientes de los se-
res humanos. Las críticas de Berkeley en El analista (1734) a los conceptos
no suficientemente claros del cálculo, la aparición de las geometrías no eucli-
dianas y, sobre todo, el trabajo de Gödel sobre las limitaciones de los siste-
74
Algunos rasgos de la matemática

mas formales dieron un fuerte golpe al fundacionismo y, según Hersh, le


dieron la razón a una filosofía de la matemática que intenta rescatar la ri-
queza de la matemática más allá de su aspecto deductivo.
Así pues, frente a la corriente fundacionista, Hersh propone una visión
humanista de la matemática, que tiene, según él, sus raíces en Aristóteles,
pasando por Peirce y Lakatos, la cual conforma la corriente revolucionaria
o heterodoxa. De acuerdo con esta postura, la matemática es un producto
cultural, como el dinero o la Suprema Corte de una nación. Estas entidades,
al ser productos culturales, son conceptos compartidos creados cultural-
mente; tienen aspectos físicos y mentales, pero no son ni físicas ni mentales,
son entidades sociales, tal como las define Durkheim (véase Hersh, 1997:
14 y 15).
De acuerdo con Hersh, los conceptos de la matemática, así como todas
las entidades sociales, cambian con el tiempo y los contextos sociales. Por
ejemplo, el 2 de los pitagóricos tenía ciertas connotaciones místicas que no
tiene el 2 de la aritmética hoy día (Hersh, 1997: 80). Según él, en un primer
momento se dio un proceso de abstracción de algunos aspectos de los obje-
tos físicos, como lo propuso Aristóteles, y posteriormente cada uno de los
matemáticos llegamos, dice Hersh, a una red heredada de conceptos, hechos
y propiedades, en donde se necesita la crítica y la corrección para llenar la-
gunas, conectar elementos y desarrollarlos.
Por otra parte, para Hersh, el método de la matemática está conformado
por conjeturas y pruebas, tal como lo describe Lakatos (1976), el primer hu-
manista moderno. Las conjeturas no se deducen de nada, son producto de la
intuición; en cuanto a las pruebas, son tales en tanto que aceptemos las re-
glas, como diría Wittgenstein (1967). De hecho, dice Hersh que el rigor de la
prueba varía con el tiempo (1997: 22). En cuanto a la lógica, decir “que algo
se sigue de otra cosa” significa, según Hersh, que el argumento convence a
los matemáticos más calificados y escépticos. De manera que, para este au-
tor, la matemática al ser una creación humana no es infalible, ya que los ob-
jetos matemáticos son objetos sociohistóricos.
Ahora bien, ¿por qué son tan útiles los conceptos que creamos social-
mente?, se pregunta Hersh; y él mismo responde: “porque están enraizados
en nuestra naturaleza biológica y nuestro medio físico y biológico” (1997: 17).
De cualquier forma, la principal característica de la matemática es el gran
consenso que atrae; de manera que reconocer que las entidades matemáticas
son entidades sociales no resuelve su problemática, concluye Hersh, sólo la
pone en su verdadero contexto.
Al igual que Hersh, creo que la matemática es una creación humana, tal
como lo expuse en el capítulo ii. También concuerdo con Hersh en que no
podemos identificar la matemática con la metamatemática fundacionista,
75
Algunos rasgos de la matemática

tal como lo expuse en i.2: la matemática es mucho más que eso. Igualmente
acepto que los matemáticos trabajan como Lakatos, Hersh y Byers lo descri-
ben; es decir, no sólo deduciendo, sino con intuiciones, imaginación y otros
recursos. Incluso puedo estar de acuerdo en que para probar algo necesita-
mos convencer al auditorio.
No obstante difiero de Hersh (1997) en los siguientes puntos:

a) Me parece que dividir los filósofos de la matemática en fundacionis-


tas dogmáticos y humanistas es simplificar y radicalizar demasiado
las diferentes posturas. Más bien, hay que examinar a cada autor con
detalle y, tal vez, encontremos que no son tan diferentes como a pri-
mera vista parecen. Por ejemplo, en Ávila (2014) propuse una visión
empirista de la definición fregeana de número.
b) No estoy de acuerdo en que los objetos matemáticos sean el producto
de llevar a cabo un proceso de abstracción de los objetos físicos. Las
entidades y los procesos matemáticos son de muy diversa índole, como
lo vimos en el capítulo ii y están más alejados de los objetos físicos
de lo que supone el proceso de abstracción que propuso Aristóteles y
luego retomó Mill, como bien lo criticó Frege (1884).
c) Acepto que las entidades matemáticas sean una creación humana;
pero no creo que eso los convierta en objetos sociohistóricos. Por el
contrario, creo que las entidades matemáticas no cambian como su-
pone Hersh. De acuerdo con Frege, dichas entidades no son ni físicas
ni mentales, son otro tipo de realidades en tanto que son abstractas; es
decir, pertenecen al tercer mundo popperiano. Yo estoy de acuerdo
con Frege y Popper en este punto. Por eso las entidades matemáticas
que he descrito en el capítulo ii nunca cambian, son inaccesibles para
los sentidos, están fuera del espacio y el tiempo, y una vez creadas son
independientes de los seres humanos. De hecho, las expresiones ma-
temáticas como “2 = 1 + 1” y “2 + 3 = 3 + 2”, que se establecieron des-
de el tiempo de los babilónicos, han quedado inmóviles hasta nuestros
días, y así permanecerán, podría añadir. El hecho de que le atribuya-
mos poderes místicos o no a las entidades matemáticas es otra cuestión.
Eso está fuera de la matemática. El 2, como todos los otros números
naturales y sus leyes, son inamovibles y no dependen de ninguna cir-
cunstancia cultural. Por supuesto, al parecer, nacieron en un momen-
to histórico (3 000 años a.C) en un pueblo determinado (los sumerios),
como lo ha propuesto Schmandt-Besserrat (1992); pero la naturaleza
de los números no depende de ninguna característica del pueblo donde
surgieron por primera vez. Más bien, tal como lo expuse en ii.1, son el
resultado de ciertas habilidades innatas que tenemos los seres huma-
76
Algunos rasgos de la matemática

nos, así como de nuestra interacción con el mundo. En esto concuer-


do con Lakoff y Nuñez (2000) y Kitcher (1984).1
d) Una vez que hemos aceptado que la matemática es una creación hu-
mana desarrollada y practicada por muchos seres humanos en dife-
rentes culturas, tenemos que aceptar que la matemática es un produc-
to social que requiere consenso. Pero creo que es muy diferente de
otros productos sociales, como la Suprema Corte de una nación o el
dinero. Éstos sí cambian con el tiempo y de cultura a cultura; mientras
que la matemática es universal e inamovible. El consenso que atrae no
le viene de que esté respaldado por la aceptación de los matemáticos
más reconocidos y escépticos, como dice Hersh (1997). Aceptamos el
teorema de Pitágoras no porque haya reunido una mayoría de votos o
ciertos votos de calidad, sino porque una vez que hemos aceptado
ciertas proposiciones o definiciones y determinadas reglas, lo demás
se sigue de ahí le guste o no le guste a la mayoría o a los matemáticos
más reconocidos.
e) ¿De dónde sacamos, o podemos sacar, esas proposiciones, definicio-
nes y reglas? es difícil decirlo; pero he sugerido arriba en el capítulo ii
algunas ideas para casos concretos de la matemática. Con respecto a
la lógica que permite la deducción, mi idea es que depende de la onto-
logía que subyace a los discursos en donde se aplica, por lo cual actual-
mente tenemos diferentes lógicas.2 De manera que, aunque la mate-
mática no es sólo deducción, cuando se trata de ésta, al moverse la
matemática en el mundo de lo abstracto, la lógica de lo abstracto dicta
las reglas, tal como lo vimos en el inciso anterior.

Ahora bien, creer en entidades inamovibles no implica que su estudio


sea sólo deductivo, como parece sugerirlo Hersh (1997). De hecho, para ana-
lizar la relación de la parte deductiva con la no deductiva en la matemática,
veamos que dice William Byers (2007) en su libro How Mathematicians Think.
Este autor afirma que la matemática nos dio la noción de “prueba” y “algo-
ritmo”, ya que en ella se trabaja mediante un razonamiento lógico, aunque
no todo es lógica. Byers sugiere que la matemática es una actividad humana
creativa, y que, al serlo, la ambigüedad juega un rol importante, ya que la
ambigüedad está íntimamente ligada a la creatividad.

1
Ahondaremos un poco en las propuestas de Lakoff y Nuñez (2000) y Kitcher (1984) en el último capítulo.
2
Si partimos de una ontología como la de Aristóteles, donde sólo existen cosas individuales agrupables en
diferentes categorías dependiendo de ciertas características que comparten, las posibilidades son que una
cosa individual entre o no en un grupo, que un grupo entre o no en otro grupo, etc.; es decir, requerimos
una lógica silogística como la que propuso el mismo Aristóteles. Pero si partimos de una ontología diferente, la
lógica también será diferente. Este punto puede verse más ampliamente en Ávila (2016, cap. 6).

77
Algunos rasgos de la matemática

Byers (2007) reconoce que somos descendientes de los matemáticos y


filósofos griegos; por lo tanto, el pensamiento racional se establece en con-
traste con el mundo del caos y la confusión. “El sueño de la razón es el sueño
de orden y predictibilidad; y, con ello, el poder de controlar el mundo natu-
ral” (Byer, 2007: 12). En la matemática se trata de controlar, es decir, domes-
ticar, la ambigüedad y la contradicción que están en su interior, y eso se lo-
gra mediante la lógica.
Como sabemos, dice Byers (2007), hay dos fuentes primordiales de la
matemática: contar, que conduce a la aritmética; y medir, que conduce a
la geometría.3 Es justo al relacionar esas dos fuentes que encontramos una
de las primeras ambigüedades. De acuerdo con el teorema de Pitágoras, √2
tiene un significado perfectamente claro en geometría; pero en la aritmética
de ese tiempo √2 no era un número, y ni siquiera una relación entre núme-
ros. Esa ambigüedad se “domesticó” posteriormente con la idea de los nú-
meros irracionales.
A eso, yo añadiría que, en la base misma de la aritmética, encontramos
tal vez la primera ambigüedad, ya que, por una parte, 1 = 1; pero en 2 = 1 + 1;
los 1 que se suman no son lo mismo porque, ¿qué sentido tendría sumar
algo consigo mismo?; de manera que en este caso 1 ≠ 1. Siguiendo la idea de
Byers, podemos decir que esta ambigüedad se trató de “domesticar” median-
te las dos primeras definiciones del libro VII de Euclides distinguiendo entre
el 1 y la unidad.4 El 1 es un objeto singular, como lo son el 2 y cada uno de
los números; pero las unidades pueden ser muchas. “Un número es una plu-
ralidad compuesta de unidades” (Euclides, L-VII, def. 2). Por consiguiente,
en el contexto griego, el 1 y el 0 no eran números. Esa circunstancia, siguien-
do otra vez la idea de Byers, se “domesticó” posteriormente con la acepta-
ción de los números enteros. Por otra parte, con Gauss, el infinito era una
idea imposible porque violaba la noción común 8 del libro I de Euclides, la
cual dice que “el todo es mayor que la parte”. Pero eso podemos decir que se
“domesticó” con Cantor a través de la idea de los números transfinitos. De-
dekind (1963) la convirtió, incluso, en una definición diciendo que un con-
junto era infinito si una parte propia del mismo podía ponerse en corres-
pondencia biunívoca con el todo. En resumen, creo que podemos sugerir,
con Byers (2007: 77), que “el poder y profundidad de la matemática es una

3
En el inciso ii.2 propusimos otro origen para la geometría; pero eso no interesa para la idea que quiere
presentar Byers.
4
Este punto fue tratado ampliamente por Frege (1884), ya que pensó que no estaba resuelta la paradoja. Él
propone una solución mediante su definición de número, pero ésta ha sido muy criticada. Para esto, puede
verse Ávila (2014). De cualquier forma, esa discusión corresponde a la filosofía de la aritmética, ya
que a los matemáticos como tales no les ha preocupado dicha paradoja y siguen aceptando que 1 = 1, y que
2 = 1 + 1, sin problema.

78
Algunos rasgos de la matemática

consecuencia de haber tenido la ambigüedad bajo el estricto control de


la lógica”.
A la pregunta del título del libro de Byers de cómo piensan los matemá-
ticos, él mismo contesta en el subtítulo diciendo que usando la ambigüedad,
la contradicción y las paradojas para crear la matemática. Lo contradictorio
es un elemento irreductible en la vida humana tal como la experimentamos
y está también dentro de la matemática misma. Pero la matemática no sólo
trata con la contradicción, sino que la usa, dice Byers, para resolver un con-
flicto. De ahí que desde Zenón tenemos las pruebas por contradicción, lla-
madas “reducción al absurdo”. Por ejemplo, para probar que √2 ≠ m/n, se
supone lo contrario, es decir que √2 = m/n; donde m y n no tienen factores
comunes. A partir de ahí, se eleva todo al cuadrado resultando 2 = m2/n2;
luego despejando tenemos 2n2 = m2; por lo que podemos decir que m2 es par
porque es 2 veces n2; y también m es par porque el cuadrado de todo núme-
ro non no es un par. En este caso, podemos decir que m = 2k. Si ahora susti-
tuimos esta ultima expresión en la igualdad despejada, obtenemos 2n2 = 4k2,
que al simplificarla nos da n2 = 2k2. Pero entonces, n2 y n serían pares, y al
ser pares m y n estamos contradiciendo el supuesto inicial de que no tenían
factores comunes. Por lo tanto, no existen tales m y n que satisfagan la ecua-
ción √2 = m/n. Eso significa que “√2 ≠ m/n” es verdadera.
“Una idea emerge en matemáticas —según Byers (2007: 191)— como
respuesta a la tensión que resulta de un conflicto o una ambigüedad”. En ese
sentido, el 0 es una idea, al igual que el 1, y los axiomas son ideas que impli-
can otras ideas. “Una idea es un principio organizador” (2007: 198). La lógi-
ca misma es una idea extremadamente poderosa, nos dice Byers. Incluso las
ideas equivocadas, como el formalismo,5 son de alguna utilidad. En resu-
men, para Byers, la matemática es un proceso caracterizado por los polos com-
plementarios de “prueba” e “idea”, “ambigüedad” y “lógica”.
El panorama que nos presenta Byers creo que recoge el quehacer de los
matemáticos incorporando los aspecto no deductivos como lo hizo Hersh;
pero encuentro en Byers un panorama más sugerente y positivo del papel de
la lógica que el que nos presenta Hersh.
Así pues, reconstruyendo los datos e ideas presentados aquí, podemos
decir con Pólya, Frechet, Lakatos, Byers, Hersh y muchos otros, que la mate-
mática no es puramente deductiva, ya que tiene elementos que escapan a
una secuencia lógica e, incluso, tiene que vérselas con paradojas, contradic-
ciones y ambigüedades. Frente a ese hecho, puede haber diferentes respues-
tas; de hecho, básicamente tres representativas: éstas son la de Hersh, la de

5
No pienso que el formalismo esté equivocado como lo cree Byers y, por cierto, también, al parecer,
Hersh; creo que tiene su propia función en el trabajo metamatemático como lo veremos en el inciso iii.3.

79
Algunos rasgos de la matemática

Byers y la de Hilbert. La primera minimiza la parte lógica al negar que las


entidades matemáticas pertenezcan al mundo abstracto atemporal. En el
otro extrema está el formalismo de Hilbert, que pretende hacer desaparecer
la parte no lógica de la matemática; pero, como bien dice Hersh, después de
Gödel pocos matemáticos, si es que alguno, conservan esa esperanza. Frente
a eso, me parece que Byers representa una respuesta intermedia. Este autor,
aceptando la parte lógica y la no lógica, le asigna a la primera un papel pri-
mordial en la construcción de la matemática. Por cierto, no he examinado
en esta parte la postura del formalismo, aunque diré algo de él en el inciso
v.1c; sólo he examinado las otras dos posturas y, al respecto, he presentado
argumentos en contra de la postura de Hersh, y argumentos que refuerzan la
postura de Byers. De lo cual se desprende que defiendo una postura cercana
a este último. De acuerdo con eso, creo que el pensamiento puramente ra-
cional, como lo sugiere Byers (2007), y la lógica de lo abstracto, como lo su-
gerí en el inciso anterior, al parecer, mantienen la matemática en un camino
que puede ampliarse, corregirse, pero no modificarse en sus elementos bási-
cos (por ejemplo, no podemos modificar que “2 = 1 + 1”) o dejaría de ser la
matemática que conocemos. O, con otras palabras, si entendemos la mate-
mática como un ejercicio del pensamiento abstracto, tendremos que aceptar
que, aunque la matemática tenga aspectos que escapen a la lógica, es ésta la
que permite ir pegando las piezas nuevas que vayan surgiendo en su des­
arrollo o en el nacimiento de nuevas ramas.

3. El carácter recursivo

Hay disciplinas recursivas y otras no recursivas, como ya lo dijimos en la


nota 2. Entre las no recursivas se encuentran las ciencias empíricas, ya que
no podemos hacer biología de la biología o física de la física, porque sus ob-
jetos de estudio están fuera de ellas mismas en el mundo empírico. Por otro
lado, existen disciplinas recursivas como la filosofía o la matemática, ya que
podemos hacer filosofía de la filosofía y matemática de la matemática. Pero
¿de qué forma podemos decir que la matemática es recursiva? ¿De qué for-
ma la matemática retrabaja matemáticamente sus propios resultados? Me-
diante la metamatemática, tal como lo expusimos en el inciso i.2.
Tal como lo vimos en ese inciso, la metamatemática es un desarrollo de
la matemática misma dirigido a hacerla más unitaria y precisa. En cualquier
caso, podemos decir que esos trabajos matemáticos, intentando sustituir o
subsumir estudios primitivos, de hecho, explican y clarifican los sistemas
matemáticos y tienden a hacer la matemática más homogénea.
Así pues, recordando lo que dijimos ahí, y con la intención de encon-
80
Algunos rasgos de la matemática

trarle un sentido al trabajo de la metamatemática, habremos de concederle


una función creativa como a cualquier otro trabajo matemático. Cualquier
ejercicio matemático puede generar conflictos, paradojas, contradicciones y
límites, como lo vimos en el inciso anterior; pero eso no lo hace erróneo o
inútil, sino sólo más interesante. Las dificultades con el quinto postulado
de Euclides generaron las geometrías no euclidianas; las limitaciones en el
cálculo del teorema de Pitágoras generaron la aparición de los números irra-
cionales, así como las limitaciones en los sistemas formales han generado la
idea de que la matemática informal es más amplia que cualquier sistema
formal que pretenda encerrarla. Todo eso, a mi juicio, contribuye a entender
mejor la matemática.

4. El carácter inacabado

El carácter inacabado de la matemática no es igual al carácter incompleto de


las teorías empíricas. Estas últimas son incompletas porque no pueden abar-
car cabalmente sus respectivos dominios de aplicación. Al ser la realidad
empírica demasiado compleja, interrelacionada y en continuo cambio, es
prácticamente imposible que exista una teoría que pueda explicarla en su
totalidad; ni siquiera concentrándose en algunos fenómenos concretos, ya
que al aislar éstos del resto se estaría mutilando en cierta forma la realidad
empírica.
Lo inacabado de la matemática implica que es algo que siempre está en
construcción, como un mecano que consta de piezas para formar estructu-
ras complejas que siempre podemos ampliar y corregir, pero que siempre
usan las piezas originales más otras añadidas. Acerca de otras disciplinas no
podemos decir que sean inacabadas y que se están construyendo poco a
poco como un edificio; sino más bien, las ciencias empíricas, por ejemplo,
están modificándose y cambiando las teorías que las componen. Creo que lo
inacabado de la matemática se debe a cuatro circunstancias: a) las piezas
originales y algunas de las nuevas son el resultado de ciertos procesos men-
tales, como los descritos en el capítulo ii; b) la matemática define esos resul-
tados fijando, así, su comportamiento; c) al ser dichos resultados el producto
de la creatividad humana, siempre es posible que contengan ambigüedades
y paradojas, como lo resaltó Byers (2007), y d) la matemática terminó por
aceptar en su seno diferentes clases de infinitos.
Al ser la matemática, en nuestra visión, el resultado de ciertos procesos
mentales, siempre es posible que se apliquen esos procesos, u otros nuevos,
a diversos fenómenos empíricos, racionales o incluso matemáticos. Eso hace
que la matemática esté siempre en construcción. La circunstancia de que
81
Algunos rasgos de la matemática

dichos resultados sigan sus propias reglas, fijadas a partir de definiciones,


hace que tengamos ciertas cosas inamovibles. Por ejemplo, en la aritmética
clásica de los números naturales “3 + 5 = 5 + 3”, pase lo que pase en el mun-
do y en la matemática misma. Incluso esa relación permanece tal cual aun-
que aparezcan otros números u otras aritméticas en las que esa relación no
se dé. Esos elementos inamovibles son el punto de partida, son los acuerdos
originales, son las piezas básicas del mecano si se quiere, mediante los cuales
se sistematizó, en el caso de la aritmética clásica, la operación mental de
contar y, al sistematizarla, se crearon ciertas entidades abstractas que sólo
obedecen sus propias definiciones, por lo que nada puede modificarlas. No
obstante, al manipular dichas entidades abstractas nos encontramos con
ambigüedades, contradicciones y paradojas, que obligan a los matemáticos a
solucionar esos conflictos mediante la propuesta de nuevas entidades que
también seguirán sus propias reglas. La única condición que se pide para
estas nuevas entidades es que no contradigan el comportamiento de las enti-
dades ya existentes. Por ejemplo, la aparición de los números irracionales no
modificó las definiciones de los números racionales. Lo único que debe estar
claro es cómo se comportan los números irracionales entre sí, y cómo se
comportan cuando se combinan con los racionales. Lo mismo pasa con los
números transfinitos de Cantor y otras entidades matemáticas.
En síntesis, tratando de encontrarle sentido al carácter inacabado de la
matemática, he sugerido aquí que eso tiene sentido si tomamos en cuenta
que la matemática define, es decir fija, los resultados de diferentes procesos
mentales mediante los cuales genera ciertas entidades abstractas; a partir de
lo cual va armando, corrigiendo y ampliando un entramado (un mecano)
cada vez más complejo, pero que conserva siempre sus primeros resultados,
y en donde la lógica hace el papel de las tuercas y tornillos que unen dicho
entramado.

5. Conclusión sobre los rasgos

Una vez que se crearon las entidades abstractas de la matemática a partir de


nuestra interacción con el mundo concreto, tal como lo ejemplificamos en el
capítulo ii, y que los filósofos, al parecer, hicieron explícitas las leyes lógicas
que usaban los matemáticos para trabajar en el mundo abstracto que iban
creando, fueron apareciendo paradojas, contradicciones y ambigüedades
que retaron a los matemáticos a tratar de “domesticarlas”, lo cual se ha ido
haciendo mediante la imaginación y la lógica. Algunos matemáticos inten-
taron hacer desaparecer esas ambigüedades y contradicciones por completo;
pero eso resultó imposible, al parecer, por la misma naturaleza de la mate-
82
Algunos rasgos de la matemática

mática, al ser esta una disciplina siempre inacabada compuesta de infinitas


entidades (piezas). Éste fue un resultado de retrabajar matemáticamente los
resultados matemáticos. De hecho, este rasgo de recursividad le ha permiti-
do a la matemática conocerse mejor a sí misma. Aunque para conocer la
matemática en todos sus aspectos, la matemática no se basta a sí misma,
como lo pensaban Cavalles (1938) y otros matemáticos; yo creo, más bien,
que hay que salir de ella y observarla desde diferentes ángulos. Eso es justo
lo que estamos haciendo aquí: observarla desde la filosofía, haciendo recons-
trucciones lógicas que nos la hagan más inteligible.
Habrá que decir también que la matemática no es el único reino de lo
abstracto; es sólo uno que, de acuerdo a mi propuesta, surgió de diferentes
formas a partir del mundo concreto, un reino abstracto que tiene las carac-
terísticas que hemos mencionado, que se aplica al mundo concreto de forma
sorprendente, como veremos en el siguiente capítulo, y que, seguramente,
tiene muchas otras características que se me escapan.

83
Capítulo IV
La matemática y las ciencias empíricas

1. La matemática y su aplicación al mundo empírico

A lo que me he referido en los capítulos ii y iii es parte de la llamada “mate-


mática pura”,1 la cual habla sólo de sus propias entidades y es inmune a la
experiencia empírica. Pero, por otro lado, sabemos que esa matemática
“pura” se aplica exitosamente en el mundo empírico. De hecho, existen teo-
rías empíricas que están escritas casi exclusivamente en fórmulas matemáti-
cas, como la física teórica o la economía actual; de manera que resulta difícil
distinguir en ellas lo matemático de lo no matemático.
En el capítulo ii presenté mi visión cuasiempirista de la matemática, a
partir de mostrar que su origen está, o puede estar, en el mundo empírico y
nuestra manipulación de éste. Pero a medida que la matemática se concen-
tra en el estudio de las entidades que va generando se olvida de su origen
creando un mundo abstracto y complejo que se vuelve irrefutable empírica-
mente. “Para Wittgenstein —dice Barceló (2012)— la matemática constituye
un campo propio, autónomo e independiente”; es decir, la suma aritmética
trata sólo de la suma aritmética. Estoy de acuerdo con eso. Pero llegando a
este punto, el aparato conceptual que ha creado la matemática, y que habla
sólo de entidades abstractas, o si se quiere de entidades matemáticas, puede
sin embargo ser parte de las explicaciones del mundo físico concreto. Éste
es, creo, el gran misterio de la matemática, el cual ha tenido, por supuesto,
varias respuestas: la mía es la que esbozaré en este capítulo.
La relación de la matemática con las explicaciones científicas de la expe-
riencia se ha dado en las teorías básicamente de dos formas: a) siendo la
matemática parte de esas teorías desde el inicio de éstas, como es el caso Del
equilibrio de los planos de Arquímedes, el Estudio del movimiento de Galileo
y los Principios matemáticos de filosofía natural de Newton, y b) al matema-
tizar las teorías que no fueron propuestas originalmente en términos mate-
máticos, como es el caso del trabajo que hicieron Cournot y Walras sobre la
teoría económica de Adam Smith, o el trabajo que yo mismo hice en Ávila
(2000 y 2012) sobre la teoría económica de John M. Keynes.
Analicemos, pues, a manera de ejemplos, las siguientes teorías matema-
1
Aunque suele llamársele así en contraposición a la “matemática aplicada”, yo la llamaría, en todo caso,
“matemática purificada”, ya que defiendo una visión cuasiempirista según la cual las raíces de la matemática
están fuera de ella, en el mundo empírico y nuestra interacción con él.

85
La matemática y las ciencias empíricas

tizadas: a) el trabajo de Arquímedes titulado Del Equilibrio de los planos;


b) el trabajo de Galileo sobre el movimiento de los cuerpos; y c) el trabajo de
Cournot que matematiza la teoría económica de Adam Smith. He elegido
conscientemente ejemplos sencillos de los primeros trabajos de matematiza-
ción porque me parece que en ellos se pueden apreciar mejor sus elementos
constitutivos. Tal y como lo veremos, Arquímedes construyó la teoría referi-
da de forma axiomática tratando de imitar los Elementos de Euclides, a los
que añadió las definiciones de “peso” y “centro de gravedad”. Galileo, por su
parte, siguiendo el mismo camino, añadió las definiciones de “velocidad
uniforme” y “velocidad uniformemente acelerada”, a lo cual Newton añadió
la definición de “fuerza”. Por su parte, Cournot no presenta su matematiza-
ción de forma axiomática, aunque sí se ve precisado a introducir ciertas
definiciones y axiomas.

2. La teoría matematizada de Arquímedes2

Veamos primero el célebre trabajo con el que Arquímedes inició el estudio


matemático de la parte de la física que se denomina estática. Este trabajo ti-
tulado Del equilibro de los planos y sus centros de gravedad comienza con los
siguientes siete postulados:

1. Pesos iguales a distancias iguales (del punto de apoyo de una balanza de bra-
zos iguales) se equilibran, y a distancias desiguales se rompe el equilibrio y
hay una inclinación hacia el lado del peso que está a mayor distancia;
2. Si a uno de los dos pesos iguales se le añade algo, se rompe el equilibrio y el
peso añadido queda más abajo;
3. Si se quita algo a uno de ellos, se rompe el equilibrio y el peso no disminuido
queda más abajo;
4. Los centros de gravedad de dos figuras que coinciden, también coinciden;
5. Los centros de gravedad de dos figuras desiguales, pero semejantes, están si-
tuados semejantemente;
6. Si dos pesos se equilibran a cierta distancia, dos pesos equivalentes a aque-
llos también se equilibran a la misma distancia;
7. El centro de gravedad de una figura cuya superficie es cóncava está en el inte-
rior de la figura [Arquímedes, s. iii a.C.: 183-184].

Arquímedes centra su atención en la propiedad de los cuerpos que hace


que éstos sean más o menos difíciles de mover o de cargar, a la que se le lla-

2
Este inciso es una actualización y ampliación del inciso 5.3 de Ávila (2016).

86
La matemática y las ciencias empíricas

ma “peso de un cuerpo”. Una vez enfocado en eso, toma las siguientes deci­
siones:

1ª. Define el peso relativo, no absoluto; es decir, define en qué condicio-


nes un cuerpo es más, menos o igual de pesado que cualquier otro. Si A y
B son pesos,
A = B, o A < B, o A > B

2ª. Representa los pesos con números, de manera que pueden sumarse y
restarse. Si A, B y C son pesos, y

A + B = C, entonces C – B = A

3ª. Mide los pesos mediante una balanza, con lo que relaciona los pesos
de los cuerpos con las longitudes de los brazos de la balanza.

A partir de ahí define cuándo dos pesos son iguales o uno es mayor que
el otro, dependiendo si se equilibran en una balanza de brazos iguales, o si la
balanza se inclina hacia el lado donde está el peso mayor. Con eso prueba
diversos teoremas valiéndose de las nociones comunes de Euclides que di-
cen, por ejemplo que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí”, o
que “si sumamos cantidades iguales a cantidades iguales los totales serán
iguales”. También utiliza la ley lógica manejada desde Zenón, llamada “reduc-
ción al absurdo”, al suponer lo contrario de lo que quiere probar, tal como se
puede ver en las dos pruebas de Arquímedes que expondremos a continuación.
A partir de los siete postulados, Arquímedes prueba 13 proposiciones
en el libro I; y después de nuevas definiciones prueba otras 10 proposiciones en
el libro II. Veamos, por ejemplo, las proposiciones 3 y 6 del libro I.
La proposición 3 dice: “Si se equilibran dos pesos desiguales a distancias
desiguales, el mayor estará a menor distancia que el menor” (Arquímedes,
s. iii a.C.: 185). La prueba consiste en suponer, en primer lugar, que las dis-
tancias fueran iguales; y, si ése fuera el caso, y se quitara el exceso de peso del
mayor, la balanza se inclinaría para el otro lado por el postulado 3, lo cual es
contrario al postulado 1, ya que quedarían pesos iguales a distancias iguales
y deberían estar en equilibrio. Por otro lado, si la distancia del peso mayor
fuera más grande y ahora se añadiere el faltante al peso menor, la balanza se
inclinaría para ese lado por el postulado 2. Pero eso iría en contra del postu-
lado 1, ya que quedarían pesos iguales y la balanza debería inclinarse para
el lado que tiene mayor distancia. De manera que si los cuerpos referidos de
hecho están en equilibrio, según la suposición original, entonces, concluye
Arquímedes, “el peso menor deberá estar forzosamente a mayor distancia”.
87
La matemática y las ciencias empíricas

La proposición 6 dice algo similar pero con mayor precisión: “Dos pesos
conmensurables se equilibran a distancias inversamente proporcionales a
ellos” (Arquímedes, s. iii a.C.: 186). La prueba se desarrolla a partir del si-
guiente diagrama:

L E G H D K
I-------------------I-------------I------I-------------I---------------I
↓ Δ ↓
(A) (B)

A y B representan dos cuerpos equilibrados en una balanza con apoyo en


el punto G; donde GH es una medida común para GE y GD, de manera
que EH = GD y por lo tanto, HD = EG. Los brazos de la balanza se han ex-
tendido hasta los puntos L y K; de manera que LE = GD = EH, y DK = HD =
EG. Según la proposición 6, A es a B como GD es a EG. Así pues, el punto E
es el punto medio de LH, y D es el punto medio de HK; ya que si LE = GD, y
EG = DK, entonces LE + EG = GD + DK. Por otro lado, A es a B como LH es
a HK, ya que LH = 2GD, y HK = 2EG. Si en LH hay x veces GD, dado que
los pesos son conmensurables y proporcionales a las distancias, podemos
definir un peso Z tal que en A haya x veces Z y, de igual forma, si en HK hay
y veces GH, en B habrá y veces Z. Ahora bien, si fraccionamos A en xZ y las
colocamos en las x partes de LH, y si igualmente repartimos B en yZ colo-
cándolas en las y partes de HK, todos esos pesos llenarían toda la línea LK y
al ser iguales se equilibrarían en el punto medio G por el postulado 1. Por
consiguiente, A y B están equilibrados en el punto G que guarda las propor-
ciones referidas.
La proposición 6 y la 7, que extiende la 6 para el caso de los pesos in-
conmensurables, expresan las famosas leyes de la palanca de Arquímedes.
El resto de las proposiciones son similares y se prueban de forma análoga.
Algunas de ellas, como la 3, ya eran conocidas con anterioridad al trabajo
de Arquímedes; y otras como la 6 y la 7 representaron conocimientos
nuevos.
Es interesante observar que en la igualdad A/B = GD/EG se están igua-
lando dos magnitudes diferentes: una se refiere a “pesos” (A/B) y otra a “dis-
tancias” (GD/EG). Esto es posible si se habla de proporciones, como en los
libros V y VI de Euclides.3 Un “peso” no es igual a una “distancia”. No pode-
mos sumar pesos con distancias. Pero, dado que los pesos y las distancias
son magnitudes que se pueden representar con números, o también con lí-
3
Según Proclo, el estudio general de las proporciones, atribuido a Eudoxo y presentado en los libros V y
VI de los Elementos de Euclides, es aplicable a la aritmética, la geometría, la música y otras ciencias matemáti-
cas (véase Euclides, vol. 2, nota introductoria al libro V, p. 112).

88
La matemática y las ciencias empíricas

neas rectas de diferente longitud,4 en ese caso dos pesos pueden ser propor-
cionales a dos distancias. Éste es un recurso muy útil cuando se está mate-
matizando algún fenómeno que contienen diferentes clases de magnitudes,
ya que permite relacionar unas con otras. Lo mismo hará Galileo al mate-
matizar el movimiento de los cuerpos, como lo veremos en el inciso iv.3.
Como podemos ver, los postulados 1, 2, 3 y 6 no hacen sino describir de
forma simplificada experiencias observables. Entendiendo por “observable”
la balanza física, sus brazos de tal o cual medida y la inclinación o equilibrio
de la balanza. Con base en eso, los postulados definen implícitamente lo que
se entiende por “pesos iguales”, “peso mayor” y “peso menor”, quedando así
definido lo que significa “peso de un cuerpo”. Estos postulados describen de
forma simplificada los hechos observables de medir y balancear, que con
toda seguridad eran conocidos en la práctica antes del trabajo de Arquíme-
des. Lo que hace éste mediante esos postulados es fijar las condiciones de
identidad para los pesos; también define la operación de añadir pesos, y de-
fine el orden de los pesos bajo la relación de “mayor que”. Las leyes que rigen
en general la igualdad, la suma y la relación de “mayor que” ya habían sido
fijadas por Euclides en su nociones comunes del libro I. Así pues, de esa for-
ma, Arquímedes esta diciendo que los “pesos” de los que habla son entida-
des abstractas, semejantes a los números y otras entidades matemáticas, entre
las que pueden darse esas relaciones. Recordemos que en el mundo concreto
nunca dos cosas pueden ser iguales; ni siquiera, una cosa es igual a sí misma
porque todo está cambiando constantemente. Por otro lado, los postulados
4, 5 y 7 definen los “centros de gravedad”.
En conclusión, la teoría de Arquímedes es la idealización de una propie-
dad de los cuerpos (su peso) análoga a la idealización que llevó a cabo la
geometría preeuclídea de otra propiedad de los cuerpos (su figura). Digo
que el estudio que hace Arquímedes de los pesos de los cuerpos medidos
mediante una balanza es una idealización porque de los cuerpos abstrae (es
decir, ignora) el material del que están hechos, así como su figura, su tama-
ño, su color, etc., y sólo retiene su peso; y de la balanza abstrae el material
del que esté hecha, su color, su tamaño, etc., y sólo retiene su punto de apoyo
y la longitud de sus brazos, al extremo de los cuales cuelgan los objetos que
se van a pesar.
Ahora bien, la teoría de Arquímedes, aparte de ser explicativa de cierta
propiedad de los cuerpos empíricos, decimos que está matematizada porque
representa sus entidades abstractas (pesos) mediante números, y los brazos
de la balanza mediante líneas de las que habla la geometría. El carácter axio-

4
Tal como lo hace Euclides para las magnitudes en general en los libros V y VI y para los números en los
libros VII a IX.

89
La matemática y las ciencias empíricas

mático que Arquímedes le dio a su teoría tratando de imitar los Elementos


de Euclides es un rasgo elegante, pero accidental. Lo que, a mi juicio, hace
que el trabajo de Arquímedes esté matematizado es el hecho de que esté pro-
poniendo que sus “pesos”, que son una idealización de una propiedad empí-
rica de los cuerpos, son una magnitud que se comporta como los números
aritméticos, y los “brazos de su balanza”, que son una idealización de los bra-
zos de cualquier balanza, son algo que se comporta como las líneas de la
geometría. Eso le permite usar todo el aparato de la aritmética y de la geo-
metría.
Ahora bien, al manejar Arquímedes entidades abstractas, las leyes que
se enuncien para ellas son irrefutables mediante la experiencia. ¿Cómo po-
dríamos refutar que dos cuerpos que se equilibran en una balanza de brazos
iguales tienen pesos iguales si ésa es justamente la manera de definir pesos
iguales? De manera que, si no se cumple la definición, sencillamente dire-
mos que no son pesos iguales. Esto, por supuesto, si permanecemos en el
mundo abstracto; porque, como hemos dicho, en el mundo concreto nunca
dos cosas son iguales.
Incluso podríamos pensar en el siguiente experimento: a) tomamos una
pesadora de resorte que marca lo que pesa un cuerpo dependiendo de qué
tanto se estira el resorte; b) colgamos uno de los cuerpos y marcamos el esti-
ramiento del resorte con x centímetros; c) luego colgamos el segundo objeto
y marcamos el estiramiento con y centímetros; d) comparamos x con y re-
sultando que x = y. Eso significa que dichos cuerpos pesan lo mismo y, por
lo tanto, se tendrían que equilibrar en una balanza de brazos iguales. Ahora
bien ¿qué pasaría si no se equilibran en dicha balanza? En ese caso, la expli-
cación podría ser una de las siguientes: i) los brazos no miden exactamente
lo mismo, lo cual puede corregirse; ii) al colgar el primer cuerpo se aflojo un
poco el resorte, de manera que, a pesar de que el segundo peso era menor, el
resorte se estiró lo mismo que con el primero, iii) otra circunstancia que al-
teró los resultados. En cualquier caso, en el mundo abstracto la piedra de
toque es la definición de Arquímedes que, por consiguiente, resulta irrefuta-
ble empíricamente; aunque, en el mundo concreto, puede haber circunstan-
cias en las que no se cumpla la definición ideal.
Pero, entonces, si tanto Euclides como Arquímedes llevan a cabo ideali-
zaciones de propiedades de los cuerpos físicos que desembocan en estudios
matemáticos que hablan de entidades abstractas representables mediante
números, o líneas rectas, y sus leyes son irrefutables empíricamente, ¿por qué
los Elementos de Euclides se considera parte de la matemática y Del equilibrio
de los planos de Arquímedes se considera una teoría física o, en todo caso, se
le considera como matemática aplicada?
Lo que puedo responder a eso es que, aunque ambas disciplinas se enfo-
90
La matemática y las ciencias empíricas

can en propiedades de los cuerpos físicos, la geometría termina enfocándose


sólo en las entidades abstractas que generó, sin importarle qué pasa en el
mundo empírico; mientras que el estudio del equilibrio de los planos pre-
tende ser explicativo del fenómeno que lo propició. Dicho de otra forma, la
teoría de Arquímedes, al tener una “aplicación intencional”, implica que si se
dan casos concretos del fenómeno en cuestión que no son recogidos por di-
cha teoría, tendríamos que decir que ésta quedaría refutada o al menos cues-
tionada, y tendría que modificarse o proponerse otra teoría.
Así pues, aunque la teoría del equilibrio de los planos es irrefutable si
permanecemos hablando de los “pesos” abstractos, en el momento que deje-
mos el mundo abstracto y hablemos de los pesos de los cuerpos empíricos
podría darse el caso de que éstos no se comportasen como los números de la
aritmética. Por ejemplo, hay casos en los que, al juntar dos cuerpos, éstos
pierden parte de su peso (véase antes el inciso ii.1). En ese caso, la teoría de
Arquímedes no podría aplicarse tal cual, y tendría que ajustarse a los hechos
en cuestión. De ahí que la teoría de Arquímedes se parece, en ese aspecto, a
cualquier otra explicación que hubiera del fenómeno que estudia. La teoría
de Arquímedes está escrita en un lenguaje matemático, pero eso es acciden-
tal. A esa teoría, como a cualquier otra explicación empírica, le interesa sobre
todo recoger lo más fielmente posible los fenómenos que estudia. En ese sen-
tido, el uso del lenguaje matemático no es lo importante. Si en un momento
dado estorbara el lenguaje matemático, se podría prescindir de él para ser fiel
al fenómeno que se trata de explicar; o, incluso, tal vez en algunos casos extre-
mos, que no alcanzo a visualizar, se tendría que prescindir de él.

3. La teoría matematizada de Galileo5

Veamos ahora, otro trabajo científico matematizado: el estudio de Galileo


Galilei (1638) sobre el movimiento local de los cuerpos. Pero antes me gus-
taría reproducir una opinión de Koyre (1968: 14) al respecto: “El libro de la
naturaleza está escrito en caracteres geométricos: la nueva física galileana es
una geometría del movimiento, justo como la física de su verdadero maes-
tro, el divino Arquímedes, era una geometría del reposo”. En la “Tercera Jor-
nada” de sus Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas
ciencias relativas a los movimientos de traslación (1638), Galileo comienza
por definir el movimiento uniforme y el movimiento uniformemente acele-
rado. Después de una breve introducción, dice: “Por movimiento igual o
uniforme entiendo aquel en el que los espacios recorridos por un móvil en

5
Este inciso es una actualización de una parte del inciso 5.3 de Ávila (2016).

91
La matemática y las ciencias empíricas

tiempos iguales, cualesquiera que éstos sean, son iguales entre sí” (Galileo,
1638: 266). Con lo cual, según dice, sólo precisa la vieja definición con la
expresión “cualesquiera” para referirse incluso a fracciones de tiempo.
Enseguida define el movimiento acelerado en los siguientes términos:
“Llamamos movimiento igualmente, esto es, uniformemente acelerado a aquel
que partiendo del reposo adquiere, en tiempos iguales, iguales incrementos de
rapidez” (Galileo, 1638: 288). Galileo pretende que esta última definición,

… corresponda con exactitud al movimiento acelerado que nos brinda la natu-


raleza (es decir, a la caída libre de los cuerpos). Esto creemos haberlo logrado
especialmente si tenemos en cuenta que las propiedades que hemos ido demos-
trando sucesivamente, al parecer, coinciden exactamente con lo que los experi-
mentos naturales nos ponen delante de los sentidos [Galileo, 1638: 275-276].

A partir de esas definiciones, Galileo desprende cuatro proposiciones


que llama axiomas y mediante éstos prueba teoremas que definen, entre
otras cosas, la velocidad como la razón de la distancia entre el tiempo, que
hoy día se expresa con la fórmula bien conocida: v = d/t.
Veamos por ejemplo el teorema 1, proposición 1, correspondiente al
movimiento uniformemente acelerado:

El tiempo en el cual un espacio dado es recorrido por un móvil que parte del
reposo con movimiento uniformemente acelerado, es igual al tiempo en el que
aquel mismo espacio habría sido recorrido por el mismo móvil con un movi-
miento uniforme cuyo grado de velocidad fuese la mitad del grado de veloci-
dad máximo alcanzado al final del movimiento uniformemente acelerado pre-
cedente [Galileo, 1638: 292].

Para probar eso, Galileo se vale del siguiente diagrama:

G--------------A

 


E-------------F-------------B

Donde AB representa el tiempo durante el cual un cuerpo se acelera en


caída libre desde el instante A = 0 hasta B; la línea BE representa la velocidad
que va alcanzando el cuerpo en caída libre desde la velocidad en el punto
92
La matemática y las ciencias empíricas

B = 0, hasta la velocidad E que alcanza al final. Ahora bien, si por definición,


v = d/t, entonces d = vt. De tal forma que la distancia recorrida por el cuerpo
en caída libre está representada por el área del triángulo EAB, ya que es la
sumatoria de multiplicar cada instante por su respectiva velocidad, algo así
como la suma de todas las líneas horizontales que puedan trazarse paralelas
a EB y limitadas por AB y AE. De esa forma, el área del triángulo EAB repre-
senta la distancia recorrida por el cuerpo en caída libre en el tiempo AB. Por
otro lado, al ser F = E/2, entonces FxAB es el área del rectángulo FGAB, que
representa la distancia recorrida por un móvil a la velocidad constante F
durante el tiempo AB. Así pues, para probar el teorema 1, proposición 1,
Galileo tiene que probar que el área del triángulo EAB es igual al área del
rectángulo FGAB. Para ello, Galileo valiéndose únicamente de las propieda-
des geométricas de esas dos figuras, comienza por advertir que comparten el
trapecio FIAB y sólo queda por mostrar que los triángulos EIF y AGI son
semejantes, lo cual se demuestra de acuerdo con los Elementos de Euclides
(libro 1, prop. 26) al advertir que tienen, al menos, dos ángulos iguales (el
recto y los opuestos por el vértice) y un lado igual (ya que EF = FB), y como
FB = GA, entonces EF = GA. Por tanto, ambas áreas son iguales y el teorema
queda probado.
Un corolario del teorema anterior dice que un cuerpo en caída libre re-
corre en los tiempos 1, 2, 3, 4,.., espacios que guardan la proporción de los
números nones: 1, 3, 5, 7,… Este resultado maravilló al mismo Galileo y lo
convenció que las leyes de la naturaleza pueden encontrarse trabajando ma-
temáticamente. La prueba matemática es bastante sencilla y consiste en
mostrar que si el dibujo anterior se extiende hacia abajo en la misma medi-
da AB, la distancia recorrida por el cuerpo en caída libre en el segundo tiem-
po AB estaría representada por tres rectángulos como FGAB; ya que si fuera
a la velocidad E con la que empieza, recorrería una distancia representada
por el doble del rectángulo FGAB, y con el nuevo incremento de velocidad
recorrerá otro rectángulo como FGAB por el razonamiento que se hizo para
el teorema 1. Por lo tanto, en total serían tres rectángulos como FGAB. De la
misma forma, puede mostrarse que en el siguiente espacio de tiempo AB, el
cuerpo en caída libre recorrerá una distancia representada por cinco rectán-
gulos como FGAB, y así sucesivamente.
Como podemos ver, Galileo centra su atención en un fenómeno: el mo-
vimiento espacial de los cuerpos. Una vez enfocado en eso, Galileo da los
siguientes pasos:

1º. Define el movimiento uniforme y el uniformemente acelerado en


términos de tiempos, distancias y velocidades.
2º. Intenta que su definición de movimiento uniformemente acelerado
corresponda con la caída de los cuerpos sobre la tierra.
93
La matemática y las ciencias empíricas

3º. Geometriza esos conceptos al representarlos mediante líneas rectas.


4º. Una vez que el tiempo, la distancia y la velocidad son líneas rectas,
las combina para formar figuras.
5º. Trabaja las figuras usando los teoremas de la geometría de Euclides
obteniendo de ahí las leyes del movimiento uniforme y del movi-
miento uniformemente acelerado.

Aquí tenemos, otra vez, como en el caso de Arquímedes, el manejo de


magnitudes diferentes (velocidad, tiempo y distancia) que son representa-
das todas por líneas rectas de una misma figura; de tal suerte que eso posibi-
lita relacionarlas entre sí encontrando varias regularidades. Al hacer eso,
Galileo genera ciertas entidades abstractas llamadas velocidad (v), distancia
(d) y tiempo (t); las cuales cumplen las nociones comunes de Euclides y tam-
bién todo lo referente a las figuras geométricas.
Lo que tenemos aquí es, al parecer, la axiomatización matemática de un
fenómeno empírico: el movimiento de los cuerpos, análoga a otras axioma-
tizaciones matemáticas como la del azar. Decimos que esto es una axiomati-
zación matemática en tanto que, a semejanza del estudio matemático de los
juegos, el trabajo de Galileo comenzó básicamente aislando los elementos
de que están compuestos los movimientos espaciales (tiempo y distancia),
definiendo esos elementos y después reconstruyendo dichos movimientos
mediante algún recurso explicativo de los mismos que, en este caso, es la ve­
locidad.
Ahora bien, de manera análoga a lo que vimos con respecto al trabajo de
Arquímedes, el estudio matemático de probabilidades se considera como
parte de la matemática, mientras que la teoría de Galileo se considera una
teoría física o, en todo caso, como matemática aplicada. Veamos por qué
es esto.
Creo que, a semejanza de la teoría de Arquímedes, al trabajar Galileo
con sus entidades abstractas (v, d, t), las leyes que rigen el comportamiento
de éstas son irrefutables por la experiencia, ya que sólo tienen que ser fieles a
sus propias definiciones. No hay manera que v ≠ d/t, o cualquier otra rela-
ción que no esté de acuerdo con las definiciones establecidas. Sin embargo,
dado que Galileo intentaba con su definición de movimiento uniformemen-
te acelerado explicar la caída real de los cuerpos sobre la tierra, podría darse
el caso de que la caída real de los cuerpos se comportara de otra manera.
Con respecto a esto último, podemos observar que los cuerpos sólidos, como
las piedras y los palos, caen al suelo si no se lo impedimos de alguna forma.
Frente a ese hecho, Galileo propone que se trata de un movimiento unifor-
memente acelerado que define de forma precisa como aquel que en tiempos
iguales obtiene iguales incrementos en su velocidad. Esta definición puede
94
La matemática y las ciencias empíricas

comprobarse en la práctica o refutarse.6 Sucedería esto último si se dieran en


la experiencia, por ejemplo, las siguientes situaciones: a) los objetos empíri-
cos caen a una velocidad constante, o b) los objetos caen cada vez más lenta-
mente. Si se diera cualquiera de estos casos u otros diferentes a la definición
de Galileo, ésta tendría que modificarse; es decir, si dejamos el mundo de las
entidades abstractas creadas por Galileo y analizamos la “aplicación inten-
cional” de su teoría, al no ser en ese caso hipotético adecuada la teoría, ten-
dríamos que modificar ésta.
Así pues, la diferencia más notoria de los trabajos matematizados de Ar-
químedes y Galileo con respecto a la aritmética y la geometría es que a estas
últimas disciplinas sólo les interesa estudiar sus propias entidades abstractas,
mientras que Arquímedes y Galileo, al pretender que de sus teorías pudie-
ran desprenderse afirmaciones que pudieran corroborarse en la experiencia,
intentaron que sus axiomas y definiciones no fueran arbitrarios, sino que
recogieran la esencia de los fenómenos que estudiaron; y, en ese sentido, sus
teorías son refutables.

4. La matematización de las teorías económicas

Veamos ahora un trabajo de matematización un poco diferente, ya que se


refiere a la transformación de una teoría no matematizada en una matema­
tizada.7 Me refiero al trabajo de Cournot (1838) con el que se inicia el tra­
tamiento matemático de la economía. Cournot cita sólo a Smith, a Say y a
Ricardo como los expositores de la teoría económica de su tiempo. Pero, in-
dudablemente la obra de Smith (1776) es la que sienta las bases que usaron
los otros dos teóricos. Como sabemos, y sin entrar en detalles, Say (1803) y
Ricardo (1817) no hicieron sino desarrollar la teoría de Smith. A ésta, Say
añade una apología de la figura del empresario como factor fundamental de
la producción en un medio capitalista (idea que adoptará Cournot), y aportó
su famosa ley que dice que la oferta crea su propia demanda.8 Ricardo,
por su parte, perfeccionó la idea de que el trabajo es lo que le aporta valor a
las mercancías, y se centró, sobre todo en la distribución de la riqueza, tema
al que Cournot no le dedicó ninguna atención. Por tanto, empezaremos por
exponer brevemente la teoría de Smith, que es la que antecede a la obra de
Cournot como la teoría económica no matematizada vigente en su época.
6
El asunto de la refutación de una teoría empírica, aunque Popper (1934, inc. 6) lo planteó como condi-
ción indispensable para toda teoría científica, en la práctica es un tema bastante complejo, como bien lo expli-
có, entre otros, Kuhn (1962).
7
Puede verse un análisis más detallado y amplio de esto en Ávila (2013).
8
Ley que criticó fuertemente Keynes (1936) a partir de la experiencia de la crisis mundial de 1929.

95
La matemática y las ciencias empíricas

El objetivo de Adam Smith es explicar por qué unas naciones son más
ricas que otras, para lo cual aclara primero qué entiende por “riqueza”.

La suma anual de trabajo de cada nación constituye el fondo que la provee ori-
ginalmente de todo lo que consume cada año para atender a las necesidades o
las comodidades de la vida, y que es siempre, o bien un producto inmediato de
aquel trabajo, o bien algo que con él se compra a otras naciones [Smith, 1776: 3].

Como consecuencia de esta definición, Smith deduce que “la abundan-


cia o la penuria de la provisión anual antedicha, en una nación determinada,
depende principalmente de la productividad del trabajo, sea cualesquiera el
suelo, el clima o la extensión del territorio” (Smith, 1776: 3).
Después de aclarar lo que él entiende por “riqueza” y de sacar la conse-
cuencia lógica de su definición, Adam Smith apunta un hecho empírico que
ha observado: “El mayor adelanto realizado en la capacidad productiva del
trabajo, y la parte mayor de la aptitud, destreza y discernimiento con que es
dirigido o aplicado en todas partes, parece haber sido consecuencia de la
división del mismo (Smith, 1776: 9).

Enseguida, Adam Smith apela a su conocimiento de la naturaleza huma-


na9 para establecer un principio no cuestionado en esa obra, es decir, un
axioma:

Esta división del trabajo de la que se derivan tantas ventajas, no es fruto de una
sabiduría humana que haya previsto y proyectado esa riqueza general que pro-
duce. Es consecuencia obligada, aunque lenta y gradual, de cierta tendencia de
la naturaleza humana que no busca una utilidad de tanto alcance: la tendencia
al trueque, a la permuta, al cambio de una cosa por otra [Smith, 1776: 17].

Ahora bien, dado que la división del trabajo es lo mismo que la especia-
lización de oficios, ésta podrá ser más amplia si hay más gente involucrada.
De tal manera que la dimensión del mercado (es decir el número de gente
que intercambia sus productos) determina hasta dónde se puede llevar a
cabo la separación de oficios. Esto lo expresa Smith con las siguientes pala-
bras: “La división del trabajo está limitada por las dimensiones del mercado”
(Smith, 1776: 21).
En resumen, a medida que el mercado es más amplio, la especialización
en oficios será más amplia, y a medida que ésta sea más amplia, habrá una

9
Recordemos que antes de escribir la Riqueza de las naciones (1776), A. Smith escribió la Teoría de los
sentimientos morales (1759), en donde analizó la naturaleza humana.

96
La matemática y las ciencias empíricas

mayor productividad del trabajo y, por consiguiente, una mayor riqueza. Así
pues, a partir de esta cadena deductiva, Adam Smith extrae las siguientes
consecuencias:

a) Dado que la tendencia al trueque es una tendencia natural, podemos


decir que el tamaño del mercado determina la riqueza de una co­
munidad.
b) Por consiguiente, cualquier circunstancia que amplíe el mercado (como
el comercio exterior) redundará en una mayor riqueza para todos los
implicados; y cualquier circunstancia que lo limite (como los arance-
les), provoca una disminución de la riqueza o, al menos, entorpece su
crecimiento. Por tanto, dice Smith, es falso lo que piensan los mercan-
tilistas de que hay que fomentar la exportación y restringir la impor-
tación para incrementar la riqueza de una nación (Smith, 1776: 391).
En igualdad de circunstancias, un país con comercio exterior tendrá
más riqueza que uno que no lo practique (Smith, 1776: 593).
c) En síntesis, el incremento de la riqueza general es producto de la ten-
dencia al trueque y del incremente del mercado.

Teniendo, pues, como antecedente la teoría económica descrita aquí,


Augustin Cournot, en sus Investigaciones acerca de los principios matemáti-
cos de la teoría de la riqueza (1838), pretende explicar, al igual que Smith,
cuáles son las causas de la riqueza de una nación, para lo cual, comienza por
dar la siguiente definición: “Conviene identificar absolutamente el sentido
de la palabra ‘riqueza’ con el que presentan estas otras palabras: “valores inter-
cambiables’ ” (Cournot, 1838: 23). Aquí podemos ver que Cournot no adopta
la definición de Smith, ni la de Ricardo en términos del trabajo encerrado en
las mercancías; sino que toma las mercancías directamente como riqueza.
Tampoco adopta la definición de Say, para quien el valor de las mercancías
radicaba en la utilidad que les confieren las personas, dándole así un toque
subjetivo, aunque Cournot sí adopta el punto de vista subjetivo en la toma
de decisiones de los empresarios. Este punto de vista subjetivo es adoptado
por Walras (1874) y toda la economía neoclásica.
Enseguida, Cournot aclara que por “valores intercambiables” entiende
todo lo que se demanda; es decir, todo lo que está en el mercado, donde la de-
manda es lo mismo que las ventas, “ya que para nosotros estas dos palabras
son sinónimas”, dice Cournot. De esa forma, la riqueza puede expresarse en
términos de una mercancía, ya que todas son intercambiables, dando pie, así,
a medir la riqueza en términos monetarios y no en términos de trabajo o de
utilidad. Si una nación produce sólo carros, podemos decir que su riqueza son
tantos carros, los cuales, por supuesto, puede intercambiar por otros bienes.
97
La matemática y las ciencias empíricas

Una vez que Cournot aclara lo que entiende por “riqueza” y por “de-
manda”, explica el papel que juegan sus definiciones: “La idea abstracta de
riqueza, tal como la hemos concebido, al constituir una relación perfecta-
mente determinada, puede ser objeto de deducciones teóricas, como todas
las ideas precisas” (Cournot, 1838: 32).
Pero la definición de riqueza, a pesar de que es ideal, no es arbitraria
para Cournot:

La teoría de la riqueza, según la noción que tratamos de dar, sólo sería una es-
peculación ociosa si se alejara demasiado de lo que son las riquezas dentro de
nuestros hábitos sociales […] Pero, como ya se ha dicho, la influencia de una
civilización progresiva es tal, que tiende sin cesar a aproximar las relaciones
reales y variables a una relación absoluta a la que nos hemos elevado por vía de
abstracción [Cournot, 1838: 33].

Con lo cual, Cournot acepta que está trabajando con entidades abstrac-
tas (ideales); pero acepta que la teoría matemática que está construyendo
tiene una “aplicación intencional”.
En seguida, Cournot enuncia explícitamente un axioma que expresa lo
que él piensa de la naturaleza humana: “Sólo invocaremos un axioma, o si se
quiere, sólo emplearemos una hipótesis: que cada hombre intenta extraer el
máximo valor posible de sus bienes o de su trabajo” [Cournot, 1838: 66]. De esa
forma, al parecer, Cournot intenta recoger algo que Adam Smith (1776: 395)
dijo cuando expresó que no importa que cada quien busque su propio pro-
vecho, porque la “mano invisible” logrará que todos se beneficien con ello.
De ese axioma enunciado por Cournot se desprende una conducta del
consumidor, según la cual, “la venta o la demanda, decimos, crece en general
cuando el precio desciende” (Cournot, 1838: 68). A partir de lo cual enuncia
la ley de la demanda en términos matemáticos de la siguiente forma: “La
venta o la demanda anual D es, para cada mercancía, una función particular
F(p) del precio p de la mercancía” (Cournot, 1838: 70):

D = F(p),

la cual es una función continua si consideramos un número grande de con-


sumidores; de manera que a cualquier variación en el precio de la mercan-
cía, habrá al menos un consumidor que varíe el monto de sus compras. Esta
función es decreciente porque al subir el precio, baja el consumo.
A partir de ahí, la teoría de Cournot no sólo habla de entidades abstrac-
tas (ideales), sino que éstas las expresa en términos matemáticos: la riqueza
mediante números que representan mercancías; y la demanda mediante
98
La matemática y las ciencias empíricas

una función numérica. “Matematizar una magnitud económica signifi-


ca proveerla de una metrización” (García de la Sienra, 2015: 88), donde
“metrizar” es una regla para aplicar las relaciones de “=” y “>” a ciertos
con­ceptos.
Ahora bien, Cournot adopta el punto de vista de los productores para
realizar el análisis matemático de los conceptos que ha definido; como lo
había hecho Say (1803) para su teoría no matematizada. Como sabemos, los
ingresos de cada productor son iguales a sus ventas multiplicadas por el pre-
cio de cada unidad. Pero, dado que las ventas son lo mismo que la demanda,
ya que una demanda que no es seguida de una venta no tiene significado,10
Cournot expresa el ingreso del productor de la siguiente forma:

Ingreso = Demanda × Precio:


I = D × p = pF(p)

Ahora bien, de acuerdo con el axioma de maximización, cada productor


intentará maximizar su función de ingreso. Esto, por supuesto, en el caso
más sencillo en el que no se consideran los costos. En esos términos, al exa-
minar el comportamiento de un monopolio, dado que él puede fijar el pre-
cio, se trabajará con la función I = pF(p). De tal manera que derivando la
función con respecto a p, igualando a cero la derivada, y finalmente despe-
jando p obtenemos el precio que maximiza el ingreso del monopolio; y que,
por consiguiente, le conviene fijar al monopolista. De esa forma, se determi-
na un precio y, aunado a él, un nivel de producción (D), lo cual se obtiene de
la función de demanda del consumidor. Por consiguiente, F(p) + pF’(p) = 0
determina el nivel de riqueza, ya que R = D.
En el caso de n productores, se obtienen n ecuaciones maximizadoras
que habrá que resolver conjuntamente. Cada productor tratará de maximi-
zar su ingreso y la competencia por incrementar las ventas (uno de los facto-
res del ingreso) hará que entre todos fijen un precio de equilibrio. Si trasfor-
mamos la función de demanda de D = F(p) en p = ƒ(D), la función de
ingreso será I = Dƒ(D), ya que en este caso la variable que puede modificar
cada productor no es el precio sino sus ventas. Así pues, derivando las fun-
ciones para cada productor, obtenemos n ecuaciones con n incógnitas: D1,
D2,…Dn; es decir:
ƒ(D1… Dn) + D1ƒ’ (D1…Dn) = 0
ƒ(D1… Dn) + D2ƒ’ (D1…Dn) = 0
………………………………………..
ƒ(D1… Dn) + Dnƒ’ (D1…Dn) = 0.

10
Lo cual supone la ley de Say (1803) de que la oferta crea su propia demanda.

99
La matemática y las ciencias empíricas

De esa forma, tal como lo muestra Cournot, se determina un precio me-


nor que en el monopolio y un nivel de producción (D = D1 + D2…+ Dn), es
decir, de riqueza, mayor que en el monopolio.
Así pues, de forma similar a los trabajos de Arquímedes y Galileo, el tra-
bajo de matematización de Cournot consistió en: a) definir matemáticamente
ciertos términos como “riqueza” y “demanda”; b) proponer un axioma sobre
el comportamiento humano que puede expresarse mediante la maximiza-
ción de una función, y c) deducir matemáticamente el comportamiento de
una economía de mercado.
De esa forma Cournot creo una teoría económica matematizada; pero,
no podríamos decir que Cournot matematizó la teoría de Smith. Cournot
no partió de las definiciones y axiomas de Smith para expresarlos en térmi-
nos matemáticos; sino que propuso sus propias definiciones y axiomas. El
concepto de riqueza de Smith estaba dado en términos del trabajo encerra-
do en las mercancías, concepto que completaron Ricardo (1817) y Marx
(1867) al decir este último que se trataba del trabajo socialmente necesario
para producir cada mercancía. Tal vez a Cournot le pareció difícil matemati-
zar eso y optó por cambiar el concepto de riqueza de Smith por uno más fá-
cil de representar en términos numéricos. Por cierto, sin evadir la dificultad
referida, ha habido quienes, como Morishima (1990) y García de la Sienra
(1989), matematizaron el valor trabajo. Al parecer, por la misma razón,
Cournot cambió la tendencia al trueque por la maximización de las utilida-
des como explicativa de las fuerzas que determinan la riqueza de una nación.
Así pues, la intención de usar matemáticas por parte de Cournot lo obli-
gó, como lo confiesa él mismo (1838: 23 y 24), a adoptar definiciones y axio-
mas susceptibles de formulación matemática; lo cual, al parecer, vino a
determinar que creara en realidad una teoría diferente a la de Smith, Ricar-
do o Say. Por supuesto, éste no tiene porque ser siempre el caso cuando se
matematiza una teoría no matematizada. Yo defendería la idea de que al ma-
tematizar la teoría de Keynes, en Ávila (2000) y (2012), no propuse una nue-
va teoría económica; sin que lo único que hice fue escribir en un lenguaje
matemático la teoría de Keynes, sin modificar ni sus supuestos, ni su
argumentación, ni sus conclusiones.
Ahora bien, tomando en cuenta la matematización de Cournot y la mía
propia, aunque no me extenderé en esta última, creo que podemos decir, al
menos, lo siguiente. La matematización de una teoría no matematizada con-
siste en traducir los conceptos y las principales afirmaciones sobre éstos a un
lenguaje matemático, lo cual puede tener las siguientes consecuencias:

a) La matemática puede obligarnos a una traducción, o a otra, depen-


diendo de las herramientas matemáticas con las que se cuente.
100
La matemática y las ciencias empíricas

b) La matematización puede motivar que se prefieran conceptos más fá-


cilmente matematizables a otros de difícil matematización.
c) Eso puede motivar también que dejemos de lado aspectos de la teoría
que no podamos matematizar.
d) Todo lo cual implicaría, tal vez, que al matematizar una teoría, en rea-
lidad, la estemos cambiando.
e) No obstante, la nueva teoría puede tener sus ventajas, sobre todo en
términos de cálculo y predicciones.
f) De cualquier forma, el cambio de teoría no es forzoso a la hora de ma-
tematizar una teoría, lo cual puede verse en los trabajos de García de
la Sienra (1989), Morishima (1990), y Ávila (2000) y (2012).

5. Conclusión sobre las teorías matematizadas

De acuerdo con los ejemplos examinados aquí, ¿qué podemos sugerir acerca
del proceso de crear una teoría matematizada? Al parecer, que al iniciar el
tratamiento matemático de algún dominio empírico se realizan, al menos,
las siguientes tareas:

a) Se aíslan los elementos principales del fenómeno en cuestión.


b) Se definen dichos elementos en términos matemáticos, intentando
que la definición corresponda aunque sea de forma ideal a los fenó-
menos observados. De esa forma, Arquímedes define implícitamente
“peso de un cuerpo” a partir de la observación de las balanzas; Galileo
define explícitamente “movimiento uniformemente acelerado”, pre-
tendiendo que su definición corresponda a la caída libre de los cuer-
pos tal como se observa en la naturaleza, y Cournot define explícita-
mente “riqueza” habiendo observado que el desarrollo de la sociedad
tiende a asemejar la riqueza a la forma ideal como él la define.
c) A partir de las definiciones, cuando éstas se prestan para ello, o de
forma complementaria a ellas, se enuncian ciertos axiomas que descri-
ben el comportamiento de las entidades de las que hablan las defini-
ciones. De esa forma, Arquímedes da sus postulados; Galileo, a partir
de sus definiciones, enumera sus axiomas del movimiento uniforme;
y Cournot añade su axioma del comportamiento individual maximi­
zador.
d) Se deducen matemáticamente afirmaciones a partir de las definicio-
nes, axiomas y algunos conocimientos matemáticos previos. Así es como
Arquímedes obtiene sus proposiciones sobre los pesos y los brazos de
una balanza; Galileo obtiene sus teoremas sobre la caída libre de los
101
La matemática y las ciencias empíricas

cuerpos, apoyándose al igual que Arquímedes en la geometría de Eucli-


des, y Cournot obtiene sus conclusiones sobre los ingresos de un mo-
nopolio apoyándose en el cálculo diferencia e integral.
e) De las afirmaciones deducidas matemáticamente, algunas eran ya co-
nocidas con anterioridad y otras fueron obtenidas justo a partir de las
teorías matematizadas.

En resumen, una teoría está matematizada, de origen o posteriormente,


si sus conceptos principales están dados en términos matemáticos, lo cual
implica que se está suponiendo que los fenómenos empíricos se comportan
como las entidades matemáticas que los representan. Siendo así, la teoría
trabaja con entidades abstractas y sus leyes son irrefutables empíricamente.
Pero, dado que toda teoría empírica tiene una aplicación intencional, si los
fenómenos empíricos a los que se pretende aplicar la teoría no se comportan
como los describen los términos matemáticos que usa la teoría, esta tendrá
que cambiar en algún sentido.
Por otra parte, los estudios puramente matemáticos como los de la arit-
mética y la geometría son irrefutables empíricamente porque no tienen
“aplicaciones intencionales” y sólo hablan de las entidades abstractas que
esos mismos estudios han definido.
Así pues, mi respuesta a la pregunta de cómo es posible que lo abstracto
de la matemática se aplique exitosamente en el mundo concreto de la expe-
riencia, la he tratado de contestar aquí diciendo que en realidad no todo el
mundo abstracto de la matemática se aplica al mundo concreto; sólo algunos
elementos matemáticos se comportan como algunos fenómenos empíricos.
Cuando esto sucede, entonces puede darse una explicación de esos fenóme-
nos en términos matemáticos. Al parecer, esta coincidencia es bastante fre-
cuente porque el mundo abstracto de la matemática se originó en gran parte
a partir de nuestra manipulación del mundo concreto, como lo ejemplifica-
mos en el capítulo ii.

102
Capítulo V
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

1. Mi visión frente a otras propuestas filosóficas

A pesar de que a los matemáticos, en general, no les interesa qué es, de dón-
de viene, qué presupone, o para qué sirve lo que hacen, como dijo alguna
vez Russell (1918), a la filosofía sí le corresponde averiguar las condiciones
de posibilidad del quehacer matemático, así como su lugar en el mundo del
conocimiento. Al preguntarnos cuáles son las condiciones de posibilidad de
un discurso que habla de cosas como números, figuras perfectas, conjuntos
y cosas aun más raras (todas las cuales, ciertamente, no son cosas que poda-
mos ver, oler, gustar, o tocar), nos estamos preguntando ¿cómo es posible
que existan tales cosas, si es que existen de alguna forma? y ¿cómo es posible
que los seres humanos las conozcan, las estudien, las trabajen en sí mismas
e, incluso, las usen para explicarse el mundo empírico?
Como dijimos al principio del libro, cualquier filosofía de la matemática
tiene el reto de explicar básicamente tres cosas: a) ¿cómo es posible que exis-
ta algo tan abstracto como la matemática?; b) ¿cómo podemos conocer lo
abstracto?, y c) ¿cómo es posible que lo abstracto de la matemática se aplique
exitosamente en el mundo concreto de la experiencia? En la historia de la
filosofía de la matemática ha habido varias respuestas a esas tres cuestiones
que, a mi juicio, deben contestarse globalmente. A continuación analizare-
mos algunas de ellas.

A) El platonismo. Esta postura, aunque con sus diferencias internas, sostie-


ne que la matemática es tan abstracta como los universales en general, la
cual, al igual que éstos, no es arbitraria, sino que recoge la esencia del mun-
do concreto y lo hace de forma a priori.
Esta postura, llamada platonismo, sostiene que la matemática en general
y, por consiguiente, sus elementos, como los números o las figuras, por ejem-
plo, existen independientemente de los seres humanos, los cuales sólo tie-
nen que irlos descubriendo. En la historia del pensamiento filosófico acerca
de la matemática esa idea se remonta al menos a lo que conocemos de la
escuela pitagórica. A partir de Burkert (1972) se piensa que la imagen que
teníamos de los pitagóricos y de Pitágoras mismo fue la labor de los neo-pla­
tonistas y neopitagóricos, los cuales construyeron una leyenda alrededor de
esa figura histórica y de su escuela. No obstante, hay todavía algunos estu-
103
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

diosos, como Kahn (2001) y Riedweg (2005), que defienden la idea de que
algo debe ser cierto de Pitágoras mismo para haber generado semejante le-
yenda. De cualquier forma, la idea que rescata Aristóteles es que los pitagó-
ricos pensaban que el número estaba detrás de todas las cosas.

Pareciéndoles que estaban formadas todas las cosas a semejanza de los núme-
ros, y siendo por otra parte los números anteriores a todas las cosas, creyeron
que los elementos de los números son los elementos de todos los seres, y que el
cielo en su conjunto es una armonía y un número [Aristóteles, Metafísica,
Lib. 1, V].

Pero ¿qué significa que los números son anteriores a los seres humanos?
¿Tal vez que son parte de la estructura del mundo? Nicómaco, un neopitagó-
rico, lo expresó en los siguientes términos:

¿Cuál de esos métodos debemos aprender primero?… la aritmética, no sólo


porque decimos que existió antes de todo lo demás en la mente del Dios crea-
dor como un plan ejemplar y universal, de acuerdo al cual, como un ejemplo
arquetípico, el creador del universo puso orden en sus creaciones materiales e
hizo que ellas alcanzaran sus propios fines, sino también porque es primera en
nacimiento [Nicómaco, s. i, a.C, Lib. 1, cap. iv].

A raíz de la crisis que provocó la aparición de los números irracionales


y, según Popper (1957) a sugerencia de Platón, se puso el énfasis más bien en
la geometría e incluso en los Elementos de Euclides la aritmética aparece
geometrizada en medio del libro.1 Al parecer, esta idea dio sus frutos en las
obras de Arquímedes y Galileo como pudimos apreciarlo en el capítulo an-
terior. Galileo dijo: “El universo está escrito en lenguaje matemático, siendo
sus caracteres triángulos, círculos y figuras” (Galileo, 1623: 29). Lo anterior
concuerda también con Descartes cuando éste dice que el mundo está com-
puesto sólo por dos sustancias: la extensa y la pensante, añadiendo que la
primera debe ser estudiada mediante la geometría.
De cualquier forma, ya sea referente a la geometría o a la aritmética, esta
concepción acerca de la matemática en general implica en términos actuales
que las entidades matemáticas y sus relaciones pueden ser vistas como la
estructura general del mundo.2 En palabras de Bigelow (1989: 13): “La mate-
1
Para ver esto, puede consultarse Ávila (2011, inciso 4.1).
2
Esta postura, aunque suele llamársele platonismo por concebir las entidades de la matemática a la mane-
ra como Platón entendía las Ideas, en realidad no corresponde a la forma como Platón mismo concebía la
matemática. Para éste, tal como lo explica en la Republica, la matemática es hipotética y no describe la esencia
del mundo; sino que sólo sirve como ejercicio para acostumbrase a trabajar con lo abstracto.

104
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

mática es la teoría de los universales”. Esto significa que la matemática es


posible, o tiene sentido, como el estudio de aquello que persiste debajo de
los cambios.
El problema con esta postura es que supone que la matemática recoge la
esencia del mundo empírico, lo cual es aventurado afirmar. Pero, ciertamen-
te, es una forma de responder a las preguntas (a) y (c); al decir que lo abs-
tracto es lo que no cambia detrás de los movimientos que vemos; y al expli-
car por qué se aplica la matemática en el mundo de la experiencia: se aplica,
afirma esta postura, porque recoge la esencia del mundo, es decir, las leyes
fijas. Por otra parte, esta postura no explica la aparición de las geometrías
no-euclidianas, ni el manejo de las magnitudes no aditivas, ni tampoco ex-
plica cómo es que conocemos a priori esa estructura del mundo, es decir, no
responde a la pregunta (b).

B) El empirismo. Esta postura también sostiene que la matemática es parte


de nuestro conocimiento del mundo; pero, a diferencia del platonismo, los
empiristas piensan que la matemática es a posteriori, igual que las ciencias
empíricas. En esta postura se encuentra, tal vez en primer lugar, Aristóteles
que dice que la matemática se aplica al aspecto cuantitativo del mundo.
Yo mismo sostuve algo así. En Ávila (1975) pensé que la matemática era
parte de nuestro conocimiento del mundo al igual que las ciencias empíri-
cas, la filosofía, la religión e, incluso, el arte. Todas ellas, a semejanza de las
ciencias empíricas, diferían entre sí, pensaba entonces, sólo por su objeto de
estudio. Bajo ese supuesto, propuse que el objeto de estudio de la matemáti-
ca era la cantidad, o el aspecto cuantitativo de los fenómenos. De manera
que el estudio de las diferentes manifestaciones de la cantidad había origina-
do las diferentes ramas de la matemática. Propuse que lo numerable era el
origen de la aritmética y el álgebra; lo extenso había sido interpretado me-
diante la geometría y la topología; el estudio conjunto de ambos aspectos de
la cantidad había dado origen a la geometría analítica y al cálculo, y el estu-
dio del aspecto cuantitativo de los fenómenos sociales había dado origen a la
estadística y al estudio matemático de las probabilidades. Con base en eso,
propuse que podíamos ver la aritmética y el álgebra, por ejemplo, como las
leyes que se han postulado para explicar el comportamiento del aspecto cuan-
titativo de todo lo que es o puede ser numerable. Y así, de forma análoga,
podían explicarse las otras ramas de la matemática.
Después de Aristóteles, dentro de la postura empirista se encuentra de
manera destacada J. S. Mill (1843). Recordemos, pues, algunas de sus ideas
tomadas básicamente del libro III, capítulo xxiv, § 5 y siguientes. Para em-
pezar, Mill cree que hay verdades que se alcanzan por deducción y otras por
inducción. Las verdades por inducción parten de nuestras sensaciones cor-
105
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

porales y nuestros sentimientos mentales, y constituyen las premisas origi-


nales en las que se apoyan las deducciones. De acuerdo con eso, sentimos
que un galón de agua es igual en algo a un galón de aceite y diferente a diez
galones de agua. De igual forma, siento que dos manzanas son iguales en algo
a dos peras y diferente a tres manzanas. A eso en lo que se igualan el galón
de agua y el de aceite y las dos manzanas con las dos peras, así como en lo
que difieren el galón de los diez galones y las dos manzanas de las tres es a lo
que llamamos cantidad, dice Mill. Por lo tanto, la cantidad continua y dis-
creta es una cualidad que distingo por los sentidos. De esa forma 2 es todo
par de cosas, 3 es todo trío de cosas, etc. Por tanto, ¿qué es lo que denota el
nombre de un número? Una propiedad de un agregado de cosas, responde
Mill.
Por cierto, los griegos de la Grecia clásica pensaban que todo par es un
dos y todo trío es un tres. Fowler (1999: 13) dice que “el sentido verdadera-
mente concreto del arithmoi griego es dado por la secuencia: par, trío, cuar-
teto, quinteto…”. En ese sentido, “no hay un único 2 o 3; cualquier par de
unidades es un dos” (Mueller, 1981: 59). Por consiguiente, arithmos indica
en cada caso un número específico de cosas concretas. Sin embargo, Platón
estableció la diferencia entre los números puros (o aritméticos) y los empíri-
cos (Platón, Republic, Book VII, Sect. 525d-526a).
De manera que, apoyándose en la distinción que propuso Platón, Frege
(1884) tuvo razón al criticar a Mill, ya que el par que percibimos no es el 2
aritmético. Pero, por otra parte, Mill tenía razón al afirmar que diferencia-
mos perceptualmente entre un par y un trío en base a una cualidad de los
agregados de cosas. A esta cualidad, ser par, ser trío es a lo que en Ávila
(2011) llamo “números pre-matemáticos”.
J. S. Mill (1843) reconoce que es necesario que 1 = 1; es decir, que toda
unidad sea igual a cualquier otra para que se cumplan las leyes de la aritmé-
tica. Pero, en el mundo de la experiencia, las unidades son diferentes unas
de otras. De manera que si sostenemos que en la matemática 1 = 1, eso im-
plica, como lo reconoce Mill, que la matemática habla de objetos imagina-
rios o posibles, los cuales son copias de los objetos sensibles. En ese sentido,
para Mill, las leyes de la aritmética son generalizaciones de la experiencia de
separar y juntar.
Estas ideas son retomadas por la postura empirista moderna en la obra
de Kitcher (1984), quien dice que aprendemos la estructura matemática de
la realidad observando los resultados de nuestras acciones de combinar y
separar objetos. Piensa, de forma cercana a Mill, que la matemática se obtie-
ne al pensar en un sujeto ideal que interactúa con las posibilidades de la
realidad; por eso podemos decir que las verdades matemáticas obtienen su
verdad de la estructura de la realidad. Esto lo lleva a suponer que podemos
106
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

adquirir de la observación y la manipulación de las cosas ordinarias una


pequeña porción del conocimiento matemático, y que, a partir de eso, cons-
truimos las poderosas teorías generales que integran la matemática actual.
El problema de esta postura es que sostiene que la matemática es a pos-
teriori, al igual que las ciencias empíricas y, en ese caso, sería refutable, lo
cual no es el caso. De manera que al no aceptar el mundo abstracto, no res-
ponde a la pregunta (a). Esta postura responde a la pregunta (b) al decir que
la matemática se compone de idealizaciones del mundo concreto. Pero, aun
cuando aceptemos que el origen de la matemática se encuentra en nuestras
experiencias, el procesamiento de esas experiencias es ciertamente diferente
al que se hace en las ciencias empíricas, ya que éstas intentan explicar las
experiencias y en ese sentido son refutables, mientras que la matemática no
intenta eso, y por ello es irrefutable. De cualquier forma, la postura empiris-
ta propone una respuesta a la pregunta (c), al decir que la matemática se
aplica al igual que las ciencias fácticas o empíricas.

C) El formalismo y el logicismo. Estas posturas son fundacionales y sostie-


nen que la matemática es sólo una lógica especial o, en todo caso, que es ló-
gica en su mayor parte. Para Hilbert (1925), el fundador del formalismo, to-
das las proposiciones que constituyen la matemática pueden traducirse a un
lenguaje lógico reconstruyéndose las pruebas matemáticas como simples in-
ferencias lógicas que tienen la forma lógica de un modus ponens, aunque
utilizando también todo lo que modernamente se denomina lógica propo­
sicional y cuantificacional (véase Hilbert, 1925: 381; Heijenoort, 1967). Hil-
bert usó el término “juego de fórmulas”; pero, para él, estas reglas no son
arbitrarias sino que corresponden a las reglas del pensamiento. De igual for-
ma, por cierto, le llamó Frege a su Conceptografía. No obstante, hasta donde
sé, para Hilbert, los conceptos básicos de la matemática, es decir, los axio-
mas, no tienen que ser de naturaleza lógica.
Esto, a diferencia de Frege, el fundador del logicismo, quien sí pretendió
definir el concepto de número en términos puramente lógicos (1884) y lue-
go deducir de ahí las leyes de la aritmética (1893-1903). Como se sabe, am-
bos programas fracasaron: el de Hilbert por los trabajos de Gödel, y el de
Frege, entre otras cosas, por la paradoja de Russell, los problemas con la teo-
ría de conjuntos y las objeciones de Benacerraf (1965 y 1973). Lo primero
es, al parecer, insalvable; lo segundo, aunque se trató de corregir por parte
de Russell, Quine y otros, hay pocos teóricos hoy día que defiendan una
postura logicista.3
Recogiendo el pensamiento logicista, Wittgenstein, en su primera etapa,
afirmó lo siguiente:
3
En Ávila (2014) llevé a cabo una revisión de la vigencia de la propuesta fregeana.

107
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

La matemática es un método lógico. Las proposiciones de la matemática son


ecuaciones y, por consiguiente, pseudo-proposiciones. Las proposiciones mate-
máticas no expresan ningún pensamiento […] Utilizamos las proposiciones
matemáticas sólo para inferir de proposiciones que no pertenecen a la matemá-
tica, otras proposiciones que tampoco pertenecen a la matemática [Wittgens-
tein, 1918, 6.2 a 6.211].

Esta misma postura es defendida por H. Field (1980) al afirmar que la ma­
temática es superflua en las teorías empíricas, ya que sólo facilita la de­
ducción.
El problema con afirmar que la matemática es sólo lógica es que, al ha-
ber fracasado Frege y los neofregeanos (como les llama Kitcher, 1984) en
definir el concepto de número en términos puramente lógicos, tendríamos
que aceptar que al menos algunos de sus conceptos básicos no son de natu-
raleza lógica.
Por otra parte, según vimos arriba en el capítulo iv, ciertamente una teo-
ría empírica podría expresarse sin las matemáticas; pero, cuando se expresa
en términos matemáticos, podemos afirmar en contra de la idea de Field,
que se está introduciendo una presunción: la presunción de que el fenóme-
no que describe la teoría puede metrizarse; es decir, que se comporta como
los números u otras entidades matemáticas. De manera que una teoría ma-
tematizada dice algo más que esa misma teoría sin elementos matemáticos:
dice que algunos de los conceptos de esa teoría se comportan como algunas
entidades matemáticas, y entonces todo lo que dice la matemática de esas
entidades puede decirse de los concepto de la teoría en cuestión.
La lógica es, como la matemática, una disciplina muy peculiar que habla
de entidades abstractas (las conectivas). La lógica, o las lógicas, son a mi jui-
cio diversas formas de sistematizar determinados procesos argumentativos.4
La lógica clásica recoge gran parte de las argumentaciones que se hacen en
la vida ordinaria, en las ciencias empíricas y en las matemáticas; pero al ser
limitada, se ha hecho necesario diseñar otras lógicas. A la matemática y a la
lógica se les suele identificar como ciencias formales a diferencia de las em-
píricas. Eso indica que hay algunas semejanzas entre ellas; pero eso no las
hace iguales. De hecho, podemos distinguirlas en tanto que la lógica trata
con las argumentaciones en general; mientras que la matemática usa cierta-
mente determinada argumentación; pero sus objetos y sus objetivos son di-
ferentes, como vimos arriba en el capítulo ii.
Por otra parte, tal vez podríamos decir con Estrada-González (2009: 183)
que la lógica pura “puede ser pensada como el estudio de ciertas estructuras

4
Puede verse una exposición más amplia de cómo entiendo la lógica en Ávila (2016, cap. 6)

108
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

matemáticas”; pero el hecho de que tanto la matemática como la lógica ten-


gan cierta estructura, como también la tienen el juego de cartas o un edifi-
cio, no significa que sean lo mismo. No creo que podamos decir que la ma-
temática es el estudio de las estructuras en general, a pesar de que contiene
muchas estructuras. Más bien, tendríamos que decir que podemos ordenar
la matemática, o describir sus diferentes partes como diversas estructuras.
Pero, al hacer esto, estamos haciendo un ejercicio de metamatemática y sólo
eso: nos da una imagen matemática de la matemática.
De manera que esta postura responde a la pregunta (a) al decir que lo
abstracto de la matemática es posible en tanto que es pura lógica. Aunque
no responde a las preguntas (b) y (c) en tanto que no dice nada de cómo ac-
cedemos al conocimiento de lo abstracto de la matemática o de la lógica; ni
tampoco por qué se aplica exitosamente la matemática (o la lógica) en el
mundo empírico; más bien dice que no se aplica, que no dice nada del mun-
do empírico.

D) El intuicionismo. El padre del intuicionismo, Brouwer (1882-1966), sos-


tiene que la matemática es una creación de la mente humana. Los números,
como los personajes de los cuentos de hadas, no son más que entidades
mentales, que no existirían si las mentes humanas no pensaran en ellos. Para
Brouwer la ciencia matemática se identifica con la conciencia que el sujeto
tiene de sus propias construcciones mentales, las cuales tienen su funda-
mento último en dos intuiciones irreductibles: la sucesión determinista de
los números naturales y la sucesión libre de objetos arbitrariamente elegi-
dos. Esta postura, al ser constructivista, implica una lógica diferente en la
que, por ejemplo, la ley del “tercer excluido” no es válida. Heyting, discípulo
de Brouwer, se encargó de diseñar esa lógica. Al parecer, Brouwer adopta
una postura subjetivista, según la cual las entidades matemáticas son simila-
res a las hadas de los cuentos; en ese sentido, se está situando en el segundo
mundo popperiano de los contenidos mentales.
La postura intuicionista tiene, creo, sus raíces en la filosofía de Kant.
Para éste el conocimiento universal y necesario de la ciencia empírica y de la
matemática, al no poder depender de nuestras persepciones sensibles siem-
pre cambiantes, se basa en nuestra estructura mental, la cual es fija. Para
Kant (1781) la matemática se basa en nuestras estructuras de la sensibilidad:
tiempo y espacio; de manera que el tiempo da pie a la aritmética y el espacio
a la geometría. Pero, para Kant, ni el tiempo ni el espacio están ahí en el
mundo; más bien, nosotros le ponemos eso al mundo para conferirles un
orden a nuestras sensaciones. Así pues, lo fijo, lo que no cambia, no está,
para Kant, en el mundo empírico exterior a nosotros como sujetos cognos-
centes, sino que está en nosotros mismos, en nuestras estructuras mentales.
109
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

Me parece que las ideas de Kant y el intuicionismo coinciden en gran


parte al afirmar que las leyes inmutables de la matemática no expresan la
esencia del mundo como lo piensa el platonismo descrito arriba; tampoco
son sintéticas a posteriori como dice el empirismo; ni son meros juegos for-
males, como lo piensa el formalismo. Para Kant y el intuicionismo, la mate-
mática no expresa algo del mundo empírico; refleja, más bien, la estructura
de nuestra mente. Si preguntamos acerca de qué habla la matemática, el in-
tuicionismo y Kant dirían que habla de nuestra mente. De ahí que no son los
sentidos, sino la intuición interna la que juega un papel central en el conoci-
miento matemático. Mediante ella, Kant quiere mostrar que son posibles los
juicios sintéticos a priori. Por su parte, para Brouwer la intuición es la herra-
mienta mediante la cual se van contruyendo las entidades matemáticas;
dentro de lo cual se parte de la intuición básica acerca de los números na­
turales.
El problema con la posición de Kant es que no tendrían cabida las geo-
metrías no euclidianas ni otras aritméticas, y presupone que nuestras estruc-
turas mentales son fijas y universales, lo cual, en todo caso, tendría que pro-
barse. Porque si la geometría (euclidiana) se basa en la estructura de nuestra
sensibilidad, ¿de dónde salen, o en qué se apoyan, las geometrías no-eucli-
dianas? Por otra parte, el intuicionismo rechaza abiertamente muchos ele-
mentos matemáticos, como los números transfinitos, lo cual casi ningún
matemático en la actualidad rechaza. No obstante, el mérito de esta postura
es que atribuye el origen de la matemática a la estructura de nuestra mente;
y, seguramente, la matemática depende en parte de nuestras capacidades y
limitaciones mentales.
De manera que esta postura no responde a la pregunta (a) al considerar
los elementos matemáticos no como elementos abstractos independientes
de los seres humanos; sino, al parecer, como habitantes del segundo mundo
popperiano; es decir, como habitantes de nuestra mente. Al parecer, sí res-
ponde a la pregunta (b) al proponer que mediante la intuición accedemos al
conocimiento de lo matemático. Pero, no responde a la pregunta (c) porque
no explica por qué la matemática, que corresponde a la estructura de nues-
tra mente, se aplica exitosamente en el mundo empírico.

E) Otras posturas. Por supuesto, hay otras posturas que no entran en nin-
guna de las clasificaciones anteriores. Exploraré aquí sólo una muy original:
la matemática vista como una gramática, defendida por Wittgenstein y ana-
lizada, entre otros, por Axel Barceló (2000 y 2012).
De acuerdo con mi lectura directa de Wittgenstein y, en este punto, del
trabajo de Barceló, Wittgenstein mantuvo a través de todas sus etapas su
creencia en la importancia del lenguaje en el análisis filosófico. Esta idea fue
110
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

heredada de Frege y Russell principalmente, a la cual, a mi entender, añade


su fe en que el lenguaje recoge la ontología del mundo. En el Tractatus dice
que “la proposición es una figura de la realidad” (4.021), “…es la descripción
de un hecho atómico”(4.023), y en la Gramática filosófica sostiene que “si un
enunciado es gramaticalmente correcto significa que lo que dice es posible”
(Barceló, 2012).
Por otro lado, sobre la matemática, Wittenstein sostiene, al parecer, a
través de todo su trabajo que se compone de cálculos: sus oraciones son
ecuaciones y su método es el de sustitución. “Todos los problemas matemá-
ticos se resuelven calculando, contando, dibujando o probando un teorema
en un sistema formal; y son finalmente problemas de decidir si una expre-
sión encaja o no en una categoría matemática” (Barceló, 2000); o, con otras
palabras, la matemática habla sólo de la matemática.
Ahora bien, con respecto al lenguaje, en el Tractatus analiza la lógica
que le subyace como el espacio de lo posible; y en la etapa intermedia, anali-
za la gramática del lenguaje. La gramática, a su vez, es la característica es-
tructural, sintáctica, del lenguaje.
Así pues, si Wittenstein en su etapa intermedia ve la matemática como
una gramática, eso significa que tiene que conciliar la idea de la matemática
como puro cálculo con la idea de la gramática como la estructura del len-
guaje. Esto lo intenta al decir que el cálculo es una regla que gobierna la
práctica lingüística; de manera que la proposición matemática es una regla
gramatical de su cálculo. Barceló (2012) explica cómo Wittgenstein articula
la hipótesis de la matemática como gramática para ofrecer una nueva expli-
cación de la aplicación de la matemática, en contraposición a la dada por el
logicismo y el empirismo lógico.
Para el empirismo logicista la matemática es puramente lógica y a priori,
y el conocimiento del mundo físico es empírico y a posteriori. Esta corriente
resuelve la aplicación de la matemática, por ejemplo en Russell (1919: 169),
diciendo que ésta es una ciencia universal que se aplica en todas las instan-
cias posibles. Por ejemplo, que la expresión matemática “4 + 4 = 8” es acerca
de todas las sumas posibles, como cuando la aplicamos al caso de sumar 4
manzanas + 4 manzanas, resultando 8 manzanas. Esto implica, como bien
lo resalta Barceló (2012), que podemos inferir una proposición sintética de
una proposición analítica, lo cual es sumamente problemático, por decir lo
menos.
Para Wittgenstein, por el contrario, si bien el cálculo aritmético sumi-
nistra la solución, no justifica la predicción física. Se trata sólo de una posi-
bilidad gramatical. Las proposiciones matemáticas son reglas gramaticales:
nos dicen qué tiene sentido predecir. “Los cálculos aritméticos son reglas
gramaticales de cualquier lenguaje natural que contenga expresiones numé-
111
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

ricas” (Barceló, 2012, n. 25). La aplicación de un cálculo correcto resulta en


un enunciado gramaticalmente bien formado.
Esta postura es interesante y novedosa, pero encuentro principalmente
el siguiente problema: al ver la matemática como una gramática especial
para las expresiones del lenguaje natural que contengan expresiones mate-
máticas, y la gramática como la estructura del lenguaje, lo que se está dicien-
do es que la estructura de esas expresiones recoge el fenómeno físico en
cuestión, lo cual implica, creo, la fe de Wittgenstein en que el lenguaje reco-
ge la ontología.
A diferencia de esta postura, lo que defiendo en este libro con respecto a
la aplicación de la matemática es que una estructura matemática no siempre
se aplica: no se aplica en todos los casos en los que sumemos objetos físicos,
por ejemplo. El calculo matemático puede ser correcto, y la expresión lin-
güística puede estar gramaticalmente bien formada; pero el fenómeno físico
puede no coincidir con ninguna de las dos cosas. Por ejemplo, puedo decir
que matemáticamente 3 + 2 + 1 = 6, y 3 + 1 + 2 = 6, donde 6 = 6, y el cálculo
es correcto. Por otra parte, puedo decir que si a tres litros de agua le añado 2
cucharadas de azúcar y luego un limón producen una limonada dulce; y si a
los mismos tres litros de agua le añado primero un limón y luego 2 cuchara-
das de azúcar producen una limonada no dulce; de manera que el primer
resultado es diferente al segundo. No obstante, todas estas expresiones lin-
güísticas están gramaticalmente bien formadas. Por consiguiente, lo adecua-
do del cálculo y lo correcto gramaticalmente hablando de la expresiones no
garantiza que podamos aplicar el cálculo a ciertos fenómenos físicos.
A pesar de eso, la postura de Wittgenstein responde a la pregunta (a)
¿cómo es posible que exista algo tan abstracto como la matemática? Existe,
dice, como la gramática general del lenguaje. Tiene una respuesta también a
la pregunta (c) ¿cómo es posible que lo abstracto de la matemática se aplique
exitosamente en el mundo concreto de la experiencia? Se aplica, dice, por-
que el cálculo es una regla que gobierna la práctica lingüística. Sin embargo,
creo que no responde la pregunta (b) ¿cómo conocemos lo abstracto? Ya que
toma la estructura del lenguaje como algo ya dado: “En el método gramati-
cal de Wittgenstein las categorías no dependen directamente de las reglas
para construir frases aceptables; sino que procede de frases aceptables ya
dadas, mediante sustituciones permitidas” (Barceló, 2000, cap. 3, inc. III).

F) En conclusión, ¿qué podría ser la matemática? La matemática, según lo


sugerimos en el capítulo ii, parece ser una creación humana a partir del
mundo natural y, a veces, también a partir de sus propios personajes o nues-
tras capacidades. Lo que ha resultado de todo eso y, seguramente algo más,
es algo bello, inteligible y, a veces, incluso útil. Por supuesto, es más sencillo
112
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

y comprensible que el mundo empírico. Al parecer, la matemática es un


mundo abstracto con individuos, relaciones, familias, países, continentes,
huecos, crecimiento, conflictos, etc. En sus orígenes los seres humanos que
la fueron creando, tal vez, intentaban sistematizar ciertos procesos mentales
o simplificar el mundo empírico; pero, una vez que fueron creando ese mun-
do abstracto, bello y bastante armónico, al parecer, se enamoraron de él por
su belleza y simplicidad, y continuaron desarrollándolo sin importarles si
ese mundo abstracto correspondía o no al mundo natural. De esa forma se
hizo independiente del mundo empírico. Por ello, Wittgenstein y muchos
otros dicen que la matemática trata sólo de la matemática. De manera que a
la pregunta (a) ¿cómo es posible que exista algo tan abstracto como la mate-
mática? mi respuesta es: la matemática abstracta existe como una creación
humana que se independizó de sus orígenes y tiene vida propia.
Al hacerse independiente del mundo empírico, la matemática se desa-
rrolla siguiendo su propio impulso; pero cuando se interpretan algunos con-
ceptos o fenómenos empíricos mediante ciertos elementos matemáticos se
está suponiendo que dichos elementos empíricos se comportan como los
elementos matemáticos elegidos para ese propósito. Por ejemplo, cuando
Arquímedes interpreta los pesos de los cuerpos mediante números aritméti-
cos; o Galileo interpreta el tiempo y la distancia mediante líneas geométri-
cas. Por supuesto, la elección de elementos matemáticos puede fracasar por-
que la presunción de que lo empírico se comporta como lo matemático no
es válida; y en ese caso habrá que buscar otra forma de matematizar esos fe-
nómenos empíricos; o, incluso, renunciar a su matematización y describir
dichos fenómenos sin términos matemáticos. En ese caso, la matemática se
queda tal cual, pero la teoría tendrá que cambiar. Lo que acabo de decir, como
lo adelanté al final del capítulo iv, es que no siempre se aplica exitosamente
en el mundo empírico; sino sólo cuando coincide el comportamiento de lo
empírico con el comportamiento de lo matemático. No obstante, esta coin-
cidencia es muy frecuente porque la matemática, aun cuando es un mundo
abstracto que se ha independizado de la experiencia, tuvo en gran parte su
origen en nuestra manipulación del mundo empírico. De manera que a la
pregunta (c) ¿cómo es posible que lo abstracto de la matemática se aplique
exitosamente en el mundo concreto de la experiencia? mi respuesta es: lo
abstracto de la matemática se aplica en lo concreto sólo cuando ambos mun-
dos coinciden en algún sentido, lo cual no es tan raro dados los orígenes de
lo abstracto en el mundo concreto.
Tal como lo expuse en el capítulo ii, las diferentes partes de la matemáti-
ca tienen sus raíces en nuestra interacción con el mundo, en los productos
que ella misma ha creado y en nuestras capacidades y limitaciones mentales.
De manera que a la pregunta (b) ¿cómo es posible que conozcamos el mun-
113
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

do de la matemática? mi respuesta es: podemos conocer el mundo abstracto


de la matemática reconstruyendo los procesos lógicos mediante los cuales es
posible recrear lo abstracto.
Ahora bien, con respecto a las coincidencias de mi visión con otras pro-
puestas filosóficas, puedo decir que coincido con los empiristas en que el
origen de la matemática se encuentra, al menos en parte, en la experiencia;
coincido con el platonismo y con el empirismo en la idea de que, al parecer,
la matemática recoge algo de la estructura del mundo; coincido con Kant y
los intuicionistas en la idea de que, al parecer, la matemática recoge algo de
nuestras propias capacidades y limitaciones mentales; coincido también con
los formalistas en la idea de que la matemática es, al parecer, un mundo abs-
tracto que sigue sus propias reglas; finalmente, coincido con Wittgenstein en
que la matemática (cuando se ha vuelto abstracta, añadiría yo) trata sólo de
sus propias entidades.
En síntesis, creo que lo más novedoso de mi visión cuasiempirista es la
forma como propongo que pueden reconstruirse algunas ramas de la mate-
mática (capítulo ii) y la forma como propongo que se inserta la matemática
en las explicaciones empíricas (capítulo iv). Eso nos dice cómo es posible la
matemática y nos da, al menos tentativamente, una ontología y una episte-
mología de la matemática pura y aplicada. Es decir, nos dice qué podría ser
la matemática; en conclusión, la matemática podría ser la que he descrito aquí.

2. ¿Qué presupone mi visión de la matemática?

Si aceptamos la visión de la matemática presentada arriba, estamos presupo-


niendo, al menos, lo siguiente:

a) El dualismo metafísico; es decir, que además de lo espacio-temporal-


mente determinado, existe también lo abstracto, que no es ni empíri-
co ni mental; es decir, el tercer mundo popperiano, ya que propongo
que la matemática pertenece a ese mundo.
b) La posibilidad de un pensamiento puramente racional del que habla-
ban Parménides, Platón, Hegel, y otros; es decir, el que trasciende la
percepción de los sentidos y la pasa por alto para seguir el hilo de la
argumentación; y esto porque hemos afirmado en iii.1 que la mate-
mática usa esa clase de pensamiento.
c) La posibilidad de que el pensamiento abstracto se genere, al menos en
parte, a partir de nuestra interacción con el mundo concreto; porque
nuestras reconstrucciones lógicas de la aritmética, la geometría y los
juegos así lo plantean.
114
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

d) La posibilidad de que el pensamiento abstracto esté apoyado en nues-


tras capacidades y limitaciones mentales; porque hemos planteado
que la aritmética se puede generar a partir de nuestra capacidad para
contar, y la geometría se puede generar a partir de nuestra habilidad
de idealizar; y contar e idealizar requieren ciertos procesos mentales
específicos.
e) La posibilidad de que ese pensamiento sea diferente en algún sentido
al pensamiento que se lleva a cabo en las teorías empíricas; porque
hemos sostenido que las teorías empíricas son refutables y la matemá-
tica no.
f) La posibilidad de que existan entidades abstractas objetivas y atempo-
rales; es decir, el tercer mundo popperiano, o los pensamientos fre-
geanos; porque hemos afirmado que los números, las figuras geomé-
tricas y otros elementos matemáticos son entidades abstractas.
g) La posibilidad de que las entidades abstractas se basten a sí mismas;
es decir, que sigan sólo sus propias reglas; porque una vez que hemos
definido algo en matemáticas, lo demás es un trabajo puramente de-
ductivo, como lo explicamos en iii.1.
h) La posibilidad de que las entidades abstractas sean inmutables e in-
munes a la experiencia; porque hemos afirmado que la ley conmutati-
va de la suma, por ejemplo, no depende de la cultura o de las experien-
cias que pudiéramos tener al respecto.
i) La posibilidad de que lo abstracto recoja parte de lo concreto, y por
ello pueda aplicarse en lo concreto; porque en nuestras reconstruccio-
nes lógicas de algunas partes de la matemática así lo hemos propuesto.
j) La posibilidad de que el monismo metafísico esté equivocado, lo cual
es otra forma de expresar los puntos (a) y (f).

Entre los que piensan diferente a eso están los que si creen en el monis-
mo metafísico; es decir, “la tesis metafísica que ve el mundo como compues-
to sólo por cosas individuales, conocibles por la percepción del exterior y/o
del interior” (Mohanty, 2003: 115). Las ciencias empíricas se adhieren, en
general, a esta postura y algunas de ellas, las llamadas ciencias cognitivas, se
dedican a investigar las relaciones causales entre los contenidos mentales in-
dividuales y las entidades físicas; es decir, entre los mundos uno y dos pop­
perianos. Con respecto a eso, tendríamos que decir que estas disciplinas han
encontrado ciertamente varios datos interesantes relacionados con la ma­
temática.
Por ejemplo, Karmiloff (1992) afirma que se ha mostrado experimental-
mente que así como los niños identifican el color o la figura, también identi-
fican el número. Incluso, continúa Karmiloff, a los seis u ocho meses de edad
115
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

los bebés relacionan el número de sonidos con el número de cosas. Los ni-
ños de cinco años pueden subitizar (contar rápidamente) números peque-
ños y conservar el número aun cuando se muevan los objetos. Por lo tanto,
concluye que “los infantes son sensibles a las relaciones definidas por la co-
rrespondencia 1 a 1, y pueden ignorar las propiedades no numéricas de los
objetos” (Karmiloff, 1992: 99).
También se han encontrado indicios de ciertas habilidades numéricas
básicas en algunos animales, lo que le hace pensar a Butterworth (1999) que
los seres humanos y algunos animales tenemos un módulo matemático in-
nato. En ese punto, Butterworth adopta la idea de Fodor (1983) de que la men-
te humana y la de algunos animales nace con una serie de módulos cognitivos
que están especializados en procesar rápida y automáticamente determina-
da información que proviene de los sentidos. De acuerdo con Butterworth
(1999) dicho módulo, localizado en el lóbulo parietal izquierdo, sólo permi-
te categorizar el mundo en unidades, pares, tríos, cuartetos y, si acaso, quin-
tetos. Para ir más allá de eso se requiere aprender a contar, lo cual ya es un
proceso cultural consciente.
Por su parte, Lakoff y Núñez (2000) recogen los hallazgos anteriores
y otros propios para preguntarse de forma global ¿de dónde viene la matemá-
tica? A partir de allí, intentan explicar cómo ha sido posible la matemática.5
Con respecto específicamente al origen de los números, Lakoff y Nuñez
(2000) sostienen que surgieron gracias a ciertas habilidades innatas como son:

a) Tenemos la capacidad de subitizar, es decir, reconocer números pequeños


< 4.
b) Tenemos la capacidad y el hábito de simbolizar, incluso los bebés y algunos
animales lo hacen también.
c) Manipulamos símbolos sin entender su significado, como a veces manipula-
mos las cosas sin saber lo que eso significa.
d) Tenemos ideas innatas acerca de ciertos conceptos básicos como el número,
la cantidad, etcétera.
e) Tenemos la habilidad de ordenar, y contar presupone un orden 1º, 2º, 3º,
etcétera.
f) Tenemos la capacidad y el hábito de hacer metáforas conceptuales; es decir,
reemplazar lo abstracto con algo concreto: sustituimos la amabilidad por lo
cálido, lo importante por lo grande, los números por puntos, etcétera.

Las metáforas conceptuales —dicen los autores— hacen posible el pen-


samiento abstracto. Cada una de ellas es un mapeo unidimensional de las

5
Esta parte es una adaptación del capítulo 4 de Ávila (2016).

116
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

entidades de un dominio conceptual a las entidades correspondientes de


otro dominio conceptual. Tales metáforas conceptuales son parte de nuestro
sistema de pensamiento. Su función primaria es permitirnos razonar acerca
de dominios relativamente abstractos usando la estructura inferencial de
dominios relativamente concretos (Lakoff y Nuñez, 2000: 42).
Ahora bien, en relación con los estudios mencionados aquí, podemos
decir que, al parecer, Karmiloff no tiene una idea clara de lo que es un nú-
mero aritmético, por lo cual no diferencia un par del número 2, y afirma que
los bebés pueden identificar el número 2; pero, en realidad, lo que identifican
son pares, tríos, etc. El 2 aritmético es algo más abstracto. Lo mismo ten-
dríamos que decir de la idea de Karmiloff y también de Lakoff y Nuñez de
que los bebés subitizan; porque, en realidad, lo que hacen otra vez es reco-
nocer la unidad, el par o el trío.6
Con respecto a las otras ideas de Lakoff y Nuñez estoy de acuerdo con su
idea de que tenemos la capacidad y el hábito de simbolizar; ciertamente ma-
nipulamos símbolos sin entender su significado, como manipulamos las
cosas sin saber lo que eso significa. Con respecto a su idea de que tenemos
ciertas ideas matemáticas innatas, creo que es una suposición muy fuerte
que no está avalada suficientemente por los autores. Estoy de acuerdo en que
tenemos algunas habilidades innatas y otras las desarrollamos en nuestra
interacción con el mundo; pero de ahí a que tengamos la noción precisa de
“número aritmético” hay una gran distancia. Los bebés y algunos animales
reconocen la diferencia entre algo grande y algo pequeño, tal vez entre una
unidad y un par o un trío; pero el número aritmético es algo más abstracto.
Con respecto a la idea de Lakoff y Nuñez de que contar presupone la
noción de ordenar, creo que esta idea proviene de la concepción del número
de Dedekind y otros estructuralistas. De acuerdo con estos autores, los nú-
meros ordinales son los básicos. Pero de acuerdo con otros autores como Frege
(1884), Cantor (1895) y otros, los cardinales son la base; de manera que el
orden viene después. De acuerdo con estos últimos autores, no necesitamos
ordenar para contar: contamos y después podemos ordenar lo contado. Con
respecto a que pasamos de un terreno concreto a uno abstracto, considero
que no siempre que trabajamos con lo abstracto estamos trasladando a ese
terreno nuestro conocimiento de lo concreto. También razonamos con lo
abstracto y de ahí obtenemos conclusiones válidas sólo para lo abstracto.
Esto es justamente lo que hacen los matemáticos; así es, por ejemplo, como
surgieron los números transfinitos de Cantor (1895).
Con respecto al isomorfismo entre la matemática y el mundo, considero
que es una afirmación muy fuerte, ya que hay contraejemplos a varias leyes

6
Puede verse con más detalle esta distinción cuando se discutió la postura empirista en el inciso v.1.B.

117
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

matemáticas, como la conmutatividad de la suma aritmética, como ya lo


hemos dicho. Ciertamente podemos encontrar isomorfismos entre ciertas
partes de la matemática y algunos fenómenos empíricos; pero eso no nos
autoriza a afirmar que la matemática en general es una idealización de lo
empírico. Algunas ramas de la matemática probablemente surgieron tratan-
do de reproducir idealmente algunos fenómenos empíricos, como tal vez la
geometría a partir de las figuras de los cuerpos empíricos; pero hay otras
ramas de la matemática que difícilmente podríamos decir que se crearon
con la intención de reproducir idealmente lo empírico, como, por ejemplo,
las geometrías no euclidianas, por mencionar sólo un caso.
Así pues, con respecto a la conclusión de Lakoff y Nuñez, sostengo que
las ideas matemáticas no son verdaderas porque reflejen metafóricamente el
mundo empírico; ya que, como dijimos, hay muchos contraejemplos que las
podrían refutar. Es más, habría que aclarar en qué sentido las proposiciones
matemáticas son verdaderas, ya que ciertamente no lo son de igual forma
que las expresiones referentes al mundo empírico. Estas últimas son refuta-
bles empíricamente, y las matemáticas son irrefutables por la experiencia,
como lo hemos venido sosteniendo en este libro.
Hace tiempo yo mismo pensaba algo similar a la propuesta de Lakoff y
Nuñez, aunque de forma mucho menos elaborada. En Ávila (1989), pensé
que la matemática era un método de conocimiento mediante el cual se cons-
truían imágenes idealizadas de diversos dominios empíricos, racionales e,
incluso, matemáticos. Dicho método consistía al menos en los siguientes pa-
sos: 1) se aíslan los elementos que se consideran básicos en el dominio; 2) se
definen esos elementos; 3) se reconstruye el dominio en términos de los ele-
mentos definidos; 4) lo definido se desarrolla lógicamente. A eso, con algu-
nas precisiones, en la presente obra le llamo “axiomatizar matemáticamente”
un fenómeno empírico (véase antes el inciso ii.3).
En conclusión, las ciencias cognitivas al enfocarse en el pensamiento
matemático pueden decirnos si ciertas habilidades necesarias para la ma­
temática son innatas o no; también pueden decirnos si están ubicadas en
cierta región del cerebro. Pero, a mi juicio, creo que requieren, al menos,
dos cosas previas a sus indagaciones empíricas: a) una clarificación filosófi-
ca de los conceptos que manejan o corren el peligro de tener conclusiones
apre­suradas o confusas, como cuando no distinguen entre números con-
cretos (es decir, pares, tríos, etc.) y números abstractos, y b) tener claro
cuáles son los supuestos que están adoptando en sus planteamientos, como
cuando suponen que existe un isomorfismo entre lo concreto y lo abstrac-
to. Para ello, requieren dejar de lado su método empírico para llevar a cabo
una reflexión filosófica puramente racional como la que estamos haciendo
aquí. No obstante, hay que decir que las ciencias cognitivas indudablemen-
118
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?

te han aportado datos muy interesantes que nos ayudan a entender mejor la
matemática.
De manera que cuando estoy diciendo que mi visión de la matemática
presupone que el monismo metafísico está equivocado, eso no implica que
las ciencias cognitivas lo estén. He dicho aquí que estas disciplinas general-
mente se adhieren al monismo metafísico; pero mientras estudien cuestio-
nes empíricas, incluso sobre la matemática, no hay ningún problema en eso.
El problema surge desde el momento en que se acepte el mundo abstracto, el
tercer mundo popperiano, y se pretenda estudiarlo mediante métodos expe-
rimentales propios de las ciencias cognitivas. Mi punto es que al mundo abs-
tracto de la matemática hay que estudiarlo mediante reconstrucciones lógi-
cas como las que hemos realizado en esta obra; esto, por lo dicho, si queremos
saber qué son, ontológicamente hablando, los números, las figuras y otras
entidades matemáticas.

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Una visión cuasiempirista de la matemática,
de Alfonso Ávida del Palacio, se terminó de imprimir
en noviembre de 2017, en los talleres de Eddel Graph S. A. de C. V.
Publicado por Colofón. El tiraje consta de 500 ejemplares
El cuidado editorial estuvo a cargo del departamento de Colofón
Ediciones Académicas, un sello de Colofón S. A. de C. V.

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