Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
DE LA MATEMÁTICA
tics de Reuben Hersh (ed.) Springer,
presentan algunos ejemplos de cómo es posible que la EUA, 2006 y “Matematizar una teo-
matemática abstracta nos diga algo del mundo concreto. ría como una forma de interpretarla:
el caso de la teoría de Keynes”, Pers-
pectivas, vol. 6, núm. 2, 2012.
9 786078 563357
UNA VISIÓN CUASIEMPIRISTA DE LA MATEMÁTICA
UNA VISIÓN
CUASIEMPIRISTA
DE LA MATEMÁTICA
EDICIONES ACADÉMICAS
Primera edición: noviembre de 2017
ISBN: 978-607-8563-35-7
Esta obra fue recibida por el Comité Interno de Selección de Obras de Colofón
Ediciones Académicas para su valoración en la sesión del primer semestre de
2017, se sometió al sistema de dictaminación a “doble ciego” por especialistas en
la materia, el resultado de ambos dictámenes fueron positivos.
Índice
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
7
Introducción
1
En este trabajo reservo el término teoría para referirme a las explicaciones que llevan a cabo las diferen-
tes ciencias que tratan sobre algún aspecto del mundo empírico. De manera que a lo que comúnmente, dentro
de la matemática, se nombra con las expresiones “teoría de conjuntos”, “teoría de probabilidades”, etc., me re-
feriré con las expresiones “estudio matemático de los conjuntos”, “estudio matemático del azar”, etc., ya que
estos estudios son diferentes de las teorías empíricas, aun en una visión cuasi-empirista de la matemática
como la que defiendo en este y otros trabajos. En el capítulo iv ahondaré en las diferencias y semejanzas entre
una teoría empírica y un estudio matemático.
9
Introducción
10
Introducción
11
Capítulo I
Una cuestión de enfoque
2. El enfoque matemático1
1
Este inciso es una actualización de Ávila (2006).
14
Una cuestión de enfoque
cir, no es la filosofía la que puede resolverla. O tal vez, como dice Hersh
(1979: 34), la razón es el hecho de que “no hay muchos filósofos profesiona-
les que conozcan de análisis funcional, topología algebraica o procesos esto-
cásticos”. Esto es reafirmado por Amor (1981: ii) cuando dice, comentando
el trabajo de Hersh: “Ésta es una reflexión de un matemático activo, y no de
un filósofo no matemático, por lo que se trata de una reflexión auténtica
acerca de la matemática real”.
Tal vez la mayoría de los filósofos, incluyendo a los filósofos de la mate-
mática, no sepan tanta matemática como los matemáticos profesionales;
pero ¿qué debemos entender por “saber matemática”? Maurice Frechet
(1958: 21), matemático profesional, dijo en una ocasión que “los matemáti-
cos mismos no saben, por ejemplo, todo lo que es el análisis matemático”; y
Keneth Ribet (en Lemonick, 1993: 13) sostuvo que “el número de matemáti-
cos que podrían entender completamente los argumentos de Wiles acerca
del teorema de Fermat podrían caber en un auditorio”. Por consiguiente,
¿cuál es el significado de la expresión “saber matemática”? Tal vez no es sufi-
ciente ser un matemático; tal vez sería necesario ser un creador de una parte
de la matemática; pero, tal vez ni eso sería suficiente debido al carácter in-
acabado de la matemática y a su misma complejidad. Por supuesto, es nece-
sario que el filósofo de la matemática conozca esta disciplina para que pueda
hablar de ella. Lo que no queda claro es qué tanto necesita saber acerca de la
matemática para llevar a cabo un análisis filosófico de esa disciplina o de al-
guna parte o aspecto de ella.
A los matemáticos por cierto, en general, no les interesa responder
la pregunta ¿qué es la matemática? La mayoría de ellos usa la matemática, la
desarrollan, o la perfeccionan en algún sentido. Sólo unos cuantos se han
detenido a reflexionar sobre la matemática misma, y lo han hecho con dife-
rentes herramientas. No obstante, parece que casi todos ellos piensan, como
ya lo hemos dicho, que es un asunto interno de la matemática misma. En
palabras de Cavailles (1938: 172): “No hay definición, ni justificación de los
objetos matemáticos, excepto la matemática misma”.
Pero si ése es el caso, ¿cómo es posible reflexionar acerca de la matemá-
tica desde la matemática misma?; justamente haciendo metamatemática.
Es generalmente aceptado que la matemática es recursiva; es decir, la matemá-
tica puede retrabajar matemáticamente sus propios resultados. Sin embargo,
si no sabemos qué es la matemática, sería difícil precisar cómo podemos
hacer matemática de la matemática. En cualquier caso, creo que podemos de-
cir, al menos, que es posible hacer matemática de forma axiomática y no-
axiomática.
En ese sentido, puede haber metamatemática axiomática y no-axiomáti-
ca. Es característico de esas dos formas que ambas inician a partir de ciertas
15
Una cuestión de enfoque
La presuposición común era que la matemática debía ser provista de una fun-
damentación absolutamente confiable. Las divergencias eran acerca de la estra-
tegia sobre qué tenía que ser sacrificado con tal de llegar a la meta. Pero la meta
nunca fue alcanzada y hay pocos que todavía esperan alcanzarla.
Así pues, veamos ahora como ven esas cuestiones los filósofos. Witt-
genstein (1921, 4.112), por ejemplo, sostiene que “el objeto de la filosofía es
la aclaración lógica del pensamiento. No es una teoría, sino una actividad.
Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones”. Frente las afir-
maciones de que la matemática y la filosofía de la matemática pueden ser
estudios rivales, Wittgenstein (1958: 123-125) sostiene lo siguiente:
Un problema filosófico tiene la forma: ¿no se salir del atolladero? Deja todo
como está. Deja también la matemática como está, y ningún descubrimiento
matemático puede hacerlo avanzar. No es cosa de la filosofía resolver una con-
tradicción mediante un descubrimiento matemático.
18
Una cuestión de enfoque
3. El enfoque histórico
4. El enfoque psicológico
2
Esto se explicará con más detalle en el inciso iii.1.
20
Una cuestión de enfoque
Por otro lado, están los que defienden un “monismo metafísico”, los cua-
les creen que sólo hay un mundo: el sensible espacio-temporalmente deter-
minado; es decir, creen en
la tesis metafísica que ve el mundo como compuesto sólo por cosas individua-
les, conocibles por la percepción del exterior y/o del interior. El psicologismo
basado en tal teoría se encarga de la tarea de investigar las relaciones causales
entre los contenidos mentales individuales y las entidades físicas [Mohanty,
2003: 115].
3
Examinaremos con más detalle la obra de estos autores en el inciso v.2.
21
Una cuestión de enfoque
que rodean a una entidad abstracta son irrelevantes para definir sus caracte-
rísticas abstractas. Los números pudieron aparecer primero en China o en
Egipto, y los niños pueden sumar a tal o cual edad; pero eso no modifica un
ápice lo que es un número aritmético ni ninguna de sus leyes. De hecho, la
psicología y las ciencias cognitivas requieren identificar primero aquello de
lo que hablan y, si esto es abstracto, requieren una definición que no puede
provenir de la experiencia, sino de una reflexión puramente racional, es de-
cir, filosófica.
De manera que el “monismo metafísico”, al parecer, no puede explicar
satisfactoriamente el mundo abstracto de la matemática; pero, por otro lado,
el “dualismo metafísico” tiene el reto de explicar cómo se conectan los mun-
dos 1, 2 y 3. Algo que Benacerraf (1973) puso en términos muy claros con
respecto a la aritmética. En pocas palabras, aunque diferentes a las de él, Be-
nacerraf dice que nosotros tenemos relaciones causales con los dos primeros
mundos porque pertenecemos al primero y el segundo es parte de nosotros
mismos; pero con el mundo abstracto no tenemos contacto. ¿Cómo es, pues,
que lo conocemos? De manera que un trabajo epistemológico netamente fi-
losófico no se pregunta cómo es que los hombres concretos llegan a las ideas
matemáticas, sino cómo es que podemos tener acceso al conocimiento de lo
no empírico si al parecer no hay una relación causal entre la experiencia y lo
abstracto.
La respuesta de un filósofo que esté situado en el “dualismo metafísi-
co”, como es nuestro caso, consiste en llevar a cabo una reconstrucción ló-
gica mediante la cual nos diga cómo es que cualquier ser humano puede
llegar, por ejemplo, a la noción de número; es decir, a partir de qué nocio-
nes más primitivas y mediante qué procesos mentales es posible construir
la noción de número. Este trabajo epistemológico se realiza a la par que el
trabajo ontológico mediante el cual se clarifica qué es un número. De ma-
nera que la reconstrucción lógica de los números de la aritmética debe ser
al mismo tiempo ontológica y epistemológica; es decir, que nos aclare qué
son los números y cómo podemos llegar a ellos. Ejemplos de este tipo de
respuestas son las que han dado Husserl (1891) y Ávila (2011), y la que pro-
pondré aquí mismo en el capítulo ii para los números y otras ramas de la
matemática.
Una reconstrucción lógica propone qué son los números una vez que los
hemos identificado, es decir, señalado. Podemos señalar muchas cosas sin
saber qué son realmente. Por ejemplo, puedo señalar una nube sin saber que
es realmente: luego viene su estudio. De la misma forma, puedo señalar los
números como aquello con lo que trabaja la aritmética, sin todavía saber
qué son realmente.
23
Una cuestión de enfoque
5. El enfoque lingüístico
La cuarta distinción conceptual que propongo aquí es entre los estudios lin-
güísticos empíricos, que suelen ver la matemática sólo como un lenguaje, y
los estudios de filosofía del lenguaje que se requieren para una indagación
filosófica sobre la matemática.
Los estudios lingüísticos empíricos acerca de los lenguajes matemáticos
primitivos y modernos se auxilian de otras disciplinas empíricas como la
arqueología y la historia. Por ejemplo, con respecto a los símbolos numéri-
cos, tenemos, entre otros estudios, La antropología de los números de Crump
(1990), Number Story de Higgins (2008), The Social Life of Numbers de Ur-
tón (1997), Hethnomathematics de Ascher (1991), A History of Mathematical
Notation de Cajori (1993) y Before Writing: from Counting to Cuneiform de
Schmandt-Besserat (1992). Estos estudios rastrean los vestigios y testimo-
nios que, al parecer, refieren a los números que hoy conocemos.
Según esos estudios, las primeras fuentes de la matemática consisten en
una serie de “burbujas” y tablillas de arcilla que, al parecer, contabilizaban
cantidades de ciertos bienes. De acuerdo con los estudiosos de esa era (Ca-
jori, 1928-1929; Bell, 1940; Struik, 1985; Powell, 1989; Ball, 1991; Ritter, 1993
y 1994;), los signos para contar se organizaban en una docena de sistemas
diferentes. En un principio, sólo eran distinguidos el uno, el dos y a todas las
demás cantidades se les llamaba “varios”. También se usaban símbolos dife-
rentes para representar las mismas cantidades de diferentes objetos o medi-
das. Por ejemplo, para contar árboles podían usar, hipotéticamente: γ, γγ,
γγγ,…, y para contar personas podían usar: λ, λλ, λλλ,…. Sólo tiempo des-
pués se unifican y generalizan los sistemas; de esa forma, en vez de tener di-
ferentes símbolos para tres objetos, por ejemplo, según de qué clase de obje-
tos se tratara, se usó un solo símbolo para todos ellos:
Indoarábigos 1 2 3 4 5 10
Mesopotamia
Egipto
(jeroglífico) ∩
(hierático) γ ψ >
China y Japón ~ ≈ ≈ †
Grecia (ático) Γ Δ
Roma I II III V X
Cultura Maya . .. … _ _
India -- = Ξ
Los símbolos indoarábigos que usamos hoy día son una estilización de
los caracteres hindúes: de = se pasó a 2, y Ξ, escrito rápidamente, se trans-
formó en 3. Por otra parte, en el cuadro puede apreciarse que para cantida-
des mayores, a veces desde el cuatro, cinco o diez, se adoptaron símbolos
diferentes. Esto, seguramente, debido a que resultaba poco práctico repre-
sentar, por ejemplo, el cien mediante la repetición de otros tantos símbolos
del usado para el uno.
Hasta aquí los estudios lingüísticos de corte empírico. Creo que con los
pocos, pero representativos, ejemplos que hemos expuesto aquí, puede verse
a qué se enfocan esos estudios y qué métodos usan.
Por otra parte, la filosofía del lenguaje aborda la cuestión de los símbo-
los desde otro ángulo. La filosofía del lenguaje parte de la simbología mate-
mática que le proporciona la lingüística, así como del uso que le dan los
matemáticos; a partir de lo cual lleva a cabo análisis lógicos para esclarecer
lo que está detrás del lenguaje matemático; es decir, la ontología que le sub-
yace. Tal como hemos empezado a sugerirlo desde el principio de esta obra,
la reflexión filosófica sobre el mundo abstracto de la matemática se lleva a
cabo mediante reconstrucciones lógicas, método que describiremos más
ampliamente en el siguiente inciso i.6. A la filosofía del lenguaje no le intere-
25
Una cuestión de enfoque
26
Una cuestión de enfoque
6. El enfoque filosófico
dos con ella; también niega que el número sea algo subjetivo, como piensa
que lo concibe Husserl, debido a la solidez y permanencia de sus caracterís-
ticas que lo hacen algo objetivo; finalmente, para Frege los números tampo-
co pueden ser multiplicidades de unidades, como las describe Euclides, por-
que ahí no cabrían el 0 y el 1.
En el tercer capítulo de la obra referida, Frege establece la diferencia en-
tre unidad y uno; desecha, pues, la definición de Euclides cuando éste dice
que “el número es una multiplicidad de unidades”, ya que las unidades pue-
den ser muchas y son diferentes entre sí, mientras que sólo hay un uno. De
esa forma llega en el capítulo cuarto a su definición en los siguientes térmi-
nos: “El número que corresponde al concepto F es la extensión del concepto
<<equinumérico al concepto F>>”, ligando así los números con los concep-
tos. A partir de ahí, Frege muestra cómo puede encontrarse cada número,
incluidos el 0 y el 1 mediante su definición, y también cómo pueden demos-
trarse algunas leyes numéricas a partir de su definición de número. Hasta
aquí la reconstrucción lógica de Frege.
Por su parte, lo que intenta Husserl en su habilitación y posteriormente
en Filosofía de la aritmética (1891) es trazar cuidadosamente el curso de ex-
periencias a través de las cuales llegamos a tener un concepto, particular-
mente el concepto de número. Husserl pensaba que para entender la esencia
de algo es necesario remontarse al origen de su significación en la con
ciencia.
Husserl inicia su reflexión distinguiendo entre conceptos simples y con-
ceptos complejos y afirma que “sólo podemos definir lo que está lógicamente
compuesto” (Husserl, 1891: 124). De manera que los conceptos de totalidad,
unidad, total, parte, número y otros son incapaces de una definición lógica
formal, criticando así a Frege. “Lo que podemos hacer en tales casos, consis-
te sólo en apuntar los fenómenos concretos a partir de los cuales abstraemos
esos conceptos” (Husserl, 1891: 125). En el origen del concepto, continúa
Husserl en su tesis doctoral, uno retiene lo que tienen en común y eso es lo
que constituye el concepto general” (Husserl, 1891: 315).
Ahora bien, Husserl continua su argumentación siguiendo a Euclides
(Elementos, libro VII, def. 1), al afirmar que “el número es una multiplicidad
de unidades”. De manera que “el análisis del concepto de número presupone
el concepto de multiplicidad” (Husserl, 1891: 15), y también, por cierto, el
de unidad. Husserl había dicho que el concepto de número era simple; pero
al tomar la definición de Euclides, resulta que hay otro concepto al parecer
más simple: el de multiplicidad, mediante el cual se define el concepto de
número, y el concepto de multiplicidad, a su vez, lo define mediante otros
dos conceptos: el de “algo” o “unidad”, y el de “combinación colectiva”.
De acuerdo con esto, y evitando la confusión de que el concepto de
29
Una cuestión de enfoque
33
Capítulo II
Algunos orígenes lógicos de la matemática
35
Algunos orígenes lógicos de la matemática
A={∏©ϕΞ}
B = {X ♦ ♠ }
C={©©}
36
Algunos orígenes lógicos de la matemática
A = { }
4
Como bien lo dijo Hurford (1987: 11), citado arriba en el inciso i.5.
37
Algunos orígenes lógicos de la matemática
De esa forma, podemos decir que a partir del proceso de contar objetos
se puede llegar a la construcción de ciertas entidades autónomas que pueden
ser manipuladas en si mismas, sistematizando así la manipulación de los re-
sultados de las cuentas. Pues bien, a eso es a lo que llamamos aritmética.
Decimos que la aritmética puede verse como una sistematización por-
que en vez de contar siempre que queramos saber cuántos objetos tenemos
en un momento dado, o cuantos tendríamos si juntamos tales y cuales gru-
pos de objetos, lo que podemos hacer es únicamente manipular los símbolos
38
Algunos orígenes lógicos de la matemática
que se han ideado para contar y así logramos saber múltiples cosas acerca de
los resultados de contar. Veamos esto mediante el siguiente esquema:
Objetos
Empíricos:
Estrellas
Estrellas
grandes
Grupos pequeñas
de objetos
Estrellas
Números
Matemáticos
Claro que tenemos que distinguir las figuras de los cuerpos empíricos, a
las que llamaremos figuras empíricas, de las figuras con las que trabaja la
geometría, a las que llamaremos figuras geométricas. Pero ¿qué es una figura
empírica? Es el contorno que limita espacialmente hasta donde, o de dónde
a donde, cada objeto material ocupa un pedazo o lugar en el espacio en don-
de se encuentra. La figura empírica es, pues, un límite que divide el espacio
en dos partes: una parte es el espacio que ocupa un objeto y la otra es el es-
pacio que no ocupa dicho objeto en un momento dado. No entraré aquí a la
discusión de si el espacio es algo empírico que captamos de alguna forma o
es, más bien, algo que nosotros le ponemos al mundo para ordenar los obje-
tos, como pensaba Kant (1781). De cualquier forma, la figura de un objeto em-
pírico es la línea que marca el límite del espacio que ocupa dicho objeto.
Por ejemplo, si tenemos los siguientes objetos,
la figura empírica del primero es la línea que divide el conejo del blanco que
está a su alrededor. La figura empírica del segundo es la línea que divide el
planeta del blanco que está a su alrededor. El espacio, para tener una idea
visual del mismo, es toda la hoja blanca donde se encuentran esos dos obje-
tos y otras cosas (letras en este caso).
Como puede apreciarse con el primer objeto, y con cualquier otro que
esté a nuestro alrededor, sobre todo si es un objeto de la naturaleza, es decir,
no artificial, es que la figura empírica correspondiente es bastante compleja.
En el segundo caso, también se trata de un objeto natural, pero está visto
desde una distancia considerable. En este caso, la figura empírica se nos pre-
senta como más simple. Por supuesto, a medida que nos acerquemos al pla-
neta Tierra, que es el objeto en cuestión, la figura empírica se vuelve mucho
más compleja.
Por otra parte, la geometría trabaja sólo con figuras simples prescindien-
do de cualquier objeto que pudiera estar dentro de la figura. Podríamos de-
42
Algunos orígenes lógicos de la matemática
cir que viendo los objetos empíricos a una distancia considerable, la geome-
tría se queda sólo con la línea que divide cada objeto del resto del espacio. Se
trata, pues, de una doble abstracción: a) se abstraen (es decir, se ignoran) los
detalles de dicha línea recogiéndola de la manera más simple posible, y b) se
abstrae el objeto encerrado en la figura empírica.
no podemos decir que
el objeto B sea igual o ni siquiera que tenga la misma
figura que el objeto C, ya que con los objetos empíricos nunca podemos de-
cir que sean iguales. Un árbol, por ejemplo, nunca puede ser igual a otro,
aunque sea de la misma especie y tenga el mismo tamaño y edad. Ni siquiera
una hoja es igual a otra hoja del mismo árbol. Por consiguiente, las figuras
de los árboles o de las hojas también serán un poco diferentes, como las hue-
llas de las manos de dos hombres por parecidos que éstos sean. Pero con
43
Algunos orígenes lógicos de la matemática
tamaños y también otras como el peso o el calor (es decir, todo lo que
es susceptible de ser más o menos), nos lleva a escoger una de ellas
para medir las otras de su misma especie. Por ejemplo, se elige un pie
y con eso podemos medir qué tan largo es un cuarto o, con otras pa-
labras, cuántas veces cabe un pie en lo largo del cuarto.
Para hacer esto último; es decir, para medir algo referente a la longitud,
lo que tenemos que hacer es: d1) abstraer de un cuerpo concreto o abstracto
cualquier otro aspecto que no sea su longitud; d2 ) seleccionar una longitud
más pequeña que la que se va a medir, y d3 ) contar cuántas veces cabe la
magnitud pequeña en la grande. Como puede apreciarse, esto supone un
proceso de abstracción, otro de selección, y otro de superponer una magni-
tud en otra para contar.
Si tenemos el siguiente objeto del que quiero saber qué tan largo es:
5
Usualmente mencionada desde la Edad Media como Órganon (del griego όργανον, “método”) es un con-
junto de obras de lógica escritas por Aristóteles y compiladas por Andrónico de Rodas siglos más tarde.
46
Algunos orígenes lógicos de la matemática
Tenemos ahí —dice Émile Borel (1938, t. IV, frac. II)— un ejemplo de un fenó-
meno muy frecuente en la historia de la matemática; una ciencia nace de consi-
deraciones muy simples, como aquellas que están en la base del estudio del
juego de cara o cruz, para desarrollarse después hasta ser susceptible de aplica-
ciones en dominios donde intervienen fenómenos muy complejos.
Así pues, del estudio matemático de los juegos de azar se logró abstraer
una estructura que fue precisándose y haciéndose cada vez más general has-
ta abarcar algo más que los juegos de azar. A la estructura abstracta se le de-
nominó “estudio6 de probabilidades”, debido a que la probabilidad fue el
6
Más generalmente se le suele nombrar como “teoría de probabilidades”; pero por lo dicho en la nota 1,
aquí le llamamos “estudio de probabilidades”.
49
Algunos orígenes lógicos de la matemática
50
Algunos orígenes lógicos de la matemática
veces los dos elegirán impar. Pero B también ganará cuando los dos elijan
par; es decir 20% × 40% = 8%. Por consiguiente, B ganara 48% + 8% = 56%
de los partidos.
En este sencillo juego se pueden apreciar ya los elementos de los juegos
de azar y psicología que se van a aislar y a definir, así como el recurso expli-
cativo de dichos juegos. En primer lugar, cada juego tiene un conjunto de
reglas para jugarlo; todo juego se puede jugar infinitas veces; cada vez que se
juega se llama partida; cada partida puede consistir en una o varias eleccio-
nes; los juegos pueden ser jugados por dos o más jugadores de acuerdo con
las reglas de cada juego; cada jugador intenta ganar a costa de los demás o
cooperando con ellos; desconoce las elecciones de los otros jugadores, pero
puede suponer qué elecciones harán; de acuerdo con todo eso, cada jugador
planea una estrategia ganadora. El concepto clave es el de estrategia, el cual
permite reconstruir el juego haciendo las veces de la psicología de los juga-
dores. Este concepto se maneja a través de otros dos: el de utilidad y el de
maximización, dado que una estrategia se define como el camino que elige
un jugador con la intención de maximizar su utilidad esperada.
La primera presentación axiomática del estudio de los juegos fue Theory
of Games and Economic Behaviour de John von Neumann y Morgenstern.
Esta obra fue publicada por primera vez en 1944 y en la edición de 1947 in-
cluye también la primera axiomatización del concepto de utilidad. El objeti-
vo de Von Neumann y Morgenstern era
Para estudiar los juegos de estrategia, estos autores comienzan por des-
tacar las características de los juegos más simples de dos personas en los
cuales cada jugador tiene que hacer una o más elecciones; en los que cada
uno de ellos intenta obtener el máximo de utilidad con sus elecciones; en los
que se reparte un botín dado, y en los que cada jugador conoce la situación
del otro jugador, pero no las elecciones que tomará. Para ese tipo de juegos,
Von Neumann probó el teorema del minimax. Este teorema dice que esos
juegos están definidos desde la primera jugada; es decir, siempre se puede en-
contrar una estrategia segura si los jugadores juegan racionalmente.
Con respecto a la psicología de los jugadores, los autores adoptan un
supuesto simplificador: suponen que al diseñar una estrategia ganadora, los
jugadores actúan racionalmente; es decir, tienen un patrón coherente de
preferencias sobre los resultados de sus elecciones. Dicho patrón es el que
51
Algunos orígenes lógicos de la matemática
Si “>” significa “es preferido a”; y p y 1-p son dos probabilidades que sumadas
dan 100%, entonces:
1) ∀x ∃yz ((x > y) v (z > x))
2) ∀xy ((x > y) v (y > x) v (x = y))
3) ∀xyz (((x > y) & (y > z)) ® (x > z))
4) ∀xy ∃p ((x > y) ® (x > px + (1-p)y))
5) ∀xyz ∃p (((x > y) & (z > x)) ® (x > pz + (1-p)y)).
3) Para cada jugador k = {1, 2, 3,…n} una función f k = f k(π), con π en Ω, que
representa la función de pagos de la partida π para el jugador k.
4) Una partición Ar en Ω para cada r = {1, 2,….v, v +1} que representa el esque-
ma de información de un árbitro; y donde ar de Ar es la información actual
del árbitro que precede a la movida Mr.
5) Una partición Br en Ω para cada r = {1, 2,….v}; donde Br consiste de n + 1
conjuntos Br(k), k = 0, 1, 2, 3,…n, enumerados en este sentido; Br representa
un esquema de asignaciones, donde Br(k) es la asignación actual de la movi-
da Mr.
6) Una partición Cr(k) en Br(k) para cada r = {1, 2, 3,….v} y cada k = {1, 2,…n};
Cr(k) representa un esquema de elección, donde cr de Cr(k) es la elección
actual del jugador k en el movimiento Mr.
7) Una partición Dr(k) en Br(k) para cada r = {1, 2, 3,….v} y cada k = {1, 2,…n};
que representa el esquema del jugador k, donde dr de Dr(k) es la información
actual del jugador k en el movimiento Mr.
8) Un número pr(cr) para toda r = 1, 2, 3,…v; y toda cr de Cr(0); donde pr(cr)
representa la probabilidad de la elección actual cr en el movimiento Mr.
1) Ar es una subpartición de Br; es decir, los esquemas de información del árbi-
tro en la movida Mr incluyen las asignaciones de esa movida.
2) Cr(0) es una subpartición de Ar; es decir, los esquemas de elección de una
movida de oportunidad, o de la suerte, Mr, incluyen los esquemas de infor-
mación del árbitro en esa movida.
3) Cr(k) es una subpartición de Dr(k), para k = 1, 2, 3,…n; es decir, los esque-
mas de elección de una movida personal Mr de un jugador k incluyen los
esquemas de información del jugador k en esa movida.
4) Dentro de Br(k), Ar es una subpartición de Dr(k), para k = 1, 2, 3…n.
5) Para toda r = 1, 2, 3,…v, y toda ar de Ar, que sea un subconjunto de Br(0);
para toda cr de Cr(0) que sea un subconjunto de esa Ar, pr(cr) > 0, y para la
suma extendida sobre ellos ∑pr(cr) = 1.
6) A1 consiste en un conjunto Ω vacío.
7) Av + 1 consiste en un conjunto de un elemento.
8) Para r = 1, 2, 3,…v, Ar + 1 se obtiene de Ar superponiendo a este con todos los
Cr(k), k = 1, 2, 3,…n.
9) Para r = 1, 2, 3,…v, si ar de Ar y cr de Cr(k), k = 1, 2, 3,…n, son subconjuntos
del mismo dr de Dr(k) entonces la intersección ar ∩ cr no debe ser vacía.
10) Para r = 1, 2, 3,…v, para k = 1, 2, 3,…n, y para toda dr de Dr(k): debe
existir algún cr(k) de Cr que sea un subconjunto de Dr.
[Von Neumann y Morgenstern, 1947, inc. 10.1.]
53
Algunos orígenes lógicos de la matemática
lógica de los estudios de las probabilidades y los juegos en tanto que discipli-
nas matemáticas. Es de naturaleza puramente lógica, lo que significa que no
es ni empírica ni matemática, ya que no recurre a datos o teorías empíricas
ni tampoco a pruebas matemáticas. Propone una forma de alcanzar episte-
mológicamente la probabilidad y los juegos matemáticos a partir de definir
matemáticamente ciertos fenómenos empíricos y reconstruirlos en términos
puramente matemáticos. Ciertamente, en este caso, se parte de fenómenos
empíricos, pero inmediatamente se convierten en abstractos y matemáticos al
definirlos en términos matemáticos. Estas entidades abstractas tienen rela-
ciones bien definidas entre sí y con otras entidades matemáticas, como los
números, los conjuntos, las funciones, la esperanza matemática, o la progra-
mación lineal, entre otras. Eso nos da una ontología y una epistemología de
esos estudios, ya que nos dice qué son los estudios matemáticos de probabili-
dades y de juegos, y cómo podemos llegar a ellos.
Así pues, hasta el momento hemos propuesto tres formas de llegar a di-
ferentes ramas de la matemática. En síntesis, estamos proponiendo que la
aritmética es el resultado de sistematizar el proceso mental de contar; la geo-
metría es el resultado de idealizar una propiedad de los cuerpos empíricos:
su figura, y los estudios de las probabilidades y los juegos son el resultado de
axiomatizar matemáticamente ciertos fenómenos empíricos: el azar y las situa-
ciones en las que hay intereses en conflicto.
La aritmética y la geometría siempre se han considerado disciplinas pu-
ramente matemáticas diferentes a las teorías empíricas en tanto que las pri-
meras son irrefutables empíricamente y estas últimas no. No obstante, a prime-
ra vista, parece que las “axiomatizaciones matemáticas” propuestas aquí son
parecidas a cualquier teoría empírica. Sin embargo, para ver hasta qué pun-
to, o en qué sentido, son iguales o diferentes, preguntémonos ¿cómo sería una
teoría empírica del azar?, ¿cómo sería una teoría empírica de las situaciones
en conflicto? y ¿en qué sentido estas teorías serían diferentes a los estudios
matemáticos de las probabilidades y los juegos?
Una teoría empírica no matematizada de los fenómenos que hemos lla-
mado azarosos podría empezar por estudiarlos y observar su comportamien-
to mediante múltiples experimentos, como tirar una moneda muchas veces
de una o de otra forma. A partir de ahí, podría intentar caracterizar dicho
fenómeno como algo que tiene un evento inicial y un evento final entre va-
rios resultados posibles, de forma similar a como los define el estudio mate-
mático. No obstante, supongamos que el resultado de uno o de varios de esos
experimentos no es ninguno de los que se han definido como posibles. Por
ejemplo, al tirar una moneda no resulta ni cara ni cruz, sino algo totalmente
aleatorio y cada vez diferente, como caer parada o no caer, etc. En este caso
tendríamos que modificar nuestra explicación teórica de esos fenómenos.
55
Algunos orígenes lógicos de la matemática
El trabajo ordinario que llevan a cabo los matemáticos en ocasiones los con-
duce a la creación o el descubrimiento de nuevos objetos matemáticos o, in-
cluso, nuevas ramas de la matemática. En este sentido, el trabajo de Georg
Cantor es central, ya que, por un lado, él inició el estudio matemático de los
conjuntos y, por otro, fue el descubridor de una nueva clase de números que
llamó transfinitos.
Hemos podido ver en los incisos anteriores de este capítulo que diferen-
tes ramas de la matemática pueden tener diferentes orígenes lógicos; de ma-
nera que frente al estudio matemático de los conjuntos podemos preguntar-
nos si su origen es similar al de alguna otra rama de las que hemos analizado
aquí, o si, más bien, debemos proponer un origen diferente a los de sistema-
tizar un proceso mental, idealizar una propiedad, o matematizar un fenó-
meno empírico. Para contestar eso, trataremos de entresacar su origen lógi-
co a través de repasar su origen histórico, de forma análoga a como lo
hicimos en el inciso anterior con el estudio matemático de los juegos.
8
Esto puede verse en Foundations of measurement (1971) de Krantz, Luce, Suppes y Tversky.
56
Algunos orígenes lógicos de la matemática
57
Algunos orígenes lógicos de la matemática
que advertir que este axioma no recoge la idea de Cantor de tener conjuntos
aun cuando no tengamos un predicado.
La proposición (b) se suele expresar mediante el llamado axioma de
extensionalidad: “Si x y y sólo toman conjuntos como valores (x)(y)(z) ((z
є x ↔ z є y) → x = y))”, el cual da las condiciones de identidad para conjun-
tos. Cantor mismo no trabajó la relación de igualdad entre conjuntos y se
concentró, más bien, en las relaciones de equivalencia y similaridad; pero
de su definición intuitiva de conjunto y del manejo que hace de ella se des-
prende que si un conjunto es cualquier colección de ciertos objetos m, no
pueden darse conjuntos diferentes de los mismos objetos m, a menos que
se hable, como Cantor mismo lo hace en otra parte, de conjuntos ordenados.
Una vez que Cantor definió los conjuntos o agregados encontró que
entre ellos podían definirse ciertas operaciones como la unión (U), la inter-
sección (∩); y ciertas relaciones, como “ser subconjunto de” (⊆). También
descubrió que la unión es conmutativa y “ser subconjunto de” es transitiva:
“Si A2 es subconjunto de A1 y A1 es subconjunto de A, entonces A2 es subcon-
junto de A” (Cantor, 1895, inc. 1).
Ahora bien, para Cantor dos aspectos centrales en el estudio de los con-
juntos (los cuales lo llevaron al descubrimiento de los números transfinitos)
son lo que él denominó el ordinal y el cardinal de un conjunto. A continua-
ción, sin pretender seguir un orden histórico, sino más bien tratando de ha-
cer una reconstrucción lógica, veremos primero qué entiende Cantor por
ambos conceptos:
ros cardinales transfinitos” (Cantor, 1897, inc. 1). Este concepto, sin embar-
go, resultó muy problemático. Cantor pensaba en 1883 que si un conjunto
puede bien ordenarse eso ayudaría a la aceptación de que podemos pensarlo
como un todo. Es decir, que tal vez no sería difícil para la razón pensar un
conjunto como teniendo a todos sus elementos reunidos si de hecho pode-
mos ordenar esos elementos. O, visto de otra forma, si tenemos a ciertos
elementos reunidos en una real “existencia simultánea”, tarde o temprano
podemos ordenarlos (carta a Dedekind de 1899 en Heijenoort, 1967: 113).
A la formulación explícita de que todo conjunto puede bien ordenarse se le
ha llamado el principio de buen orden, pero Cantor mismo nunca llegó a
probarlo.
Por otro lado, Cantor afirmó que “los números ordinales forman cuan-
do se arreglan en orden de magnitud un conjunto simplemente ordenado”
(Cantor 1897, inc. 14), lo cual implica que para dos números ordinales cua-
lesquiera Ā y Ē se cumple que Ā < Ē, o bien, Ē < Ā, o bien, Ā = Ē. Es decir, se
cumple la ley de la tricotomía para esos números, lo cual parece natural de
pensarse porque los números ordinales son los representantes del orden
creado por “<”, ya que “los números ordinales quedan definidos por el orden
o posición que ocupan en una lista” (Dauben, 1983, p. 89).
El número ordinal del conjunto que contiene un número cualquiera, di-
gamos el 1, o el 5, es 1. El ordinal del conjunto que contiene dos números
naturales es 2, etc. Los números ordinales de conjuntos finitos que conten-
gan números u otros objetos cualesquiera son los mismos números natura-
les. Por consiguiente, para Cantor los números naturales, vistos como ordi-
nales, son números que siempre están asociados a conjuntos. Ahora bien, si
los números naturales están simplemente ordenados por la relación <, e in-
cluso como puede mostrarse están bien ordenados, entonces podemos decir
que forman un conjunto y tienen un ordinal. Cuando este ordinal no corres-
ponde a un conjunto finito, no debe ser igual a ningún número natural, y
Cantor lo llamó el primer ordinal transfinito que simbolizó con la letra w. El
siguiente ordinal es w + 1, luego w + 2, etc. Dado que esta sucesión carece de
un elemento último, queda definido un nuevo ordinal transfinito que es el
primero mayor que todos los otros y se simboliza así: w + w o 2w. A partir
de éste, se vuelven a sumar unidades para construir una nueva lista infinita.
De ese modo, por aplicación alternada de estos dos principios se generan
todos los ordinales transfinitos.
Una vez definidos así los ordinales transfinitos, Cantor trabajó en la arit-
mética de estos nuevos números estudiando sus operaciones y leyes. La rela-
ción básica es la de igualdad entre ordinales. Dos ordinales son iguales si
corresponden a conjuntos similares. A su vez, dos conjuntos A y E son simi-
lares (en símbolos A ≈ E) si pueden ponerse en correspondencia biunívoca
60
Algunos orígenes lógicos de la matemática
los elementos de A con los elementos de E. Entre sus leyes mencionaré úni-
camente como ejemplo que la suma de ordinales transfinitos no es conmu-
tativa: w + 1 ≠ 1 + w. Si anteponemos 1 a la lista infinita de naturales, igual-
mente puede ponerse en correspondencia biunívoca esta nueva lista con la
de los naturales, ya que haríamos corresponder el nuevo 1 con el 1, el si-
guiente 1 con el 2, el 2 con el 3 y así sucesivamente sin que eso tuviera fin,
porque ninguna de las dos listas tiene un último elemento; de tal suerte que
1 + w = w, mientras que w + 1 ≠ w, ya que después de aparear w con w toda-
vía queda el 1 que añadimos al primer w. De manera que w + 1 tiene un últi-
mo elemento y w no lo tiene. Por ello, w + 1 tiene un ordinal diferente al que
tiene w. Recordemos que el ordinal tiene que ver con el número de elemen-
tos y también con el orden de los mismos.
Lo que resultó más problemático de aceptar fue la idea cantoriana básica
de que todo conjunto puede bien ordenarse. En 1897, Burali-Forti publicó
su famoso artículo (Heijenoort, 1967), que ha sido ampliamente comentado
y muy diversamente interpretado. Russell, por ejemplo, lo leyó como el des-
cubrimiento de una contradicción en la teoría cantoriana. Sin embargo, de
acuerdo a las investigaciones de Copi (1958) y Moore (1981), lo que en rea-
lidad intentó Burali-Forti fue probar mediante una reducción al absurdo, en
contra de las afirmaciones de Cantor, que la ley de la tricotomía no vale para
los ordinales transfinitos, porque si valiera llegaríamos a una contradicción.
Por otro lado, Cantor argumentó en su carta a Dedekind de 1899 (Heijeno-
ort, 1967), también mediante una reducción al absurdo y por idénticas razo-
nes a las de Burali-Forte, que la multiplicidad de todos los ordinales es in-
consistente y, por lo tanto, no es un conjunto o totalidad que pueda pensarse
teniendo una real “existencia simultánea” de todos sus elementos. Breve-
mente, la prueba puede enunciarse como sigue: si la serie de todos los ordi-
nales tiene un número ordinal Ω, al ser éste un ordinal debe estar también
en la serie de todos los ordinales, al igual que Ω + 1, y para todo ordinal
Ω < Ω + 1. Pero, por otro lado, al ser Ω el ordinal de la serie, será el mayor
de la serie y, entonces, se llega a la contradicción de que simultáneamente
Ω < Ω + 1 y Ω ≥ Ω + 1. De ahí Burali-Forti concluye que no vale la tricoto-
mía para los ordinales transfinitos, mientras que Cantor concluye que los
ordinales transfinitos no forman un conjunto, ya que negar la tricotomía
implicaría que dichos ordinales no pueden ordenarse y, en ese caso, no se-
rían los representantes de un orden. Además, “no sólo se sigue la compara-
bilidad –o tricotomía- del principio de buena ordenación; sino a la inversa,
al asumir la comparabilidad, podemos probar el principio de buena ordena-
ción” (Fraenkel, 1973: 122). De tal suerte que, en ese sentido, Burali-Forti
estaría argumentando también en contra del principio del buen orden.
No obstante, en 1904, Zermelo presentó la primera prueba de dicho
61
Algunos orígenes lógicos de la matemática
decir, el conjunto de todos sus subconjuntos. Él pensaba que א1 (es decir, el
número transfinito que sigue inmediatamente a אo) era el cardinal del con-
junto de los reales y también era el cardinal del conjunto potencia del conjun-
to de los números naturales; que el cardinal del conjunto potencia del con-
junto de los reales era א2 y así sucesivamente. A esto Cantor le llamó la
hipótesis del continuo, que lo inquietó grandemente, pero nunca pudo pro-
barla. En 1938, como lo dijimos arriba, Gödel probó que la hipótesis del
continuo era consistente con los otros axiomas de la teoría de conjuntos de
Zermelo-Fraenkel. En 1963, Paul Cohen probó que era independiente, inclu-
so añadiendo el principio de elección: “Es decir —como lo había señalado
Fraenkel— que el problema que tanto preocupó a Cantor en realidad no te-
nía solución con los recursos matemáticos disponibles” (Fraenkel, 1973: 66).
Por lo tanto, podemos decir que la hipótesis del continuo juega en una teoría
cantoriana axiomatizada de los números transfinitos un papel análogo el que
juegan el principio de elección en la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraen
kel y el axioma de las paralelas en la geometría de Euclides; es decir, que
modificándolo podríamos generar otros estudios no cantorianos de los nú-
meros transfinitos.
Ahora bien, con respecto a la serie de los אs, Cantor dice:
Si consideramos una clase A, existe sin duda una propiedad poseída por todas
las clases coordinables con A y con ninguna otra clase: a saber, la propiedad de
ser coordinable con A. Esta propiedad es llamada número cardinal o número
de elementos o potencia de A. O, en términos más abstractos, el cardinal de
A es el conjunto de todos los conjuntos coordinables con A [Tarski, 1941,
inc. 26].
Sintetizando, podemos decir que en relación con los conjuntos, Cantor sos-
tiene lo siguiente: a) da una definición de Ẫ en términos de abstracciones;
b) su definición sugiere que un conjunto está formado a partir de sus elemen-
tos, y c) enuncia una ley que dice que (Ẫ = Ễ) ↔ (A ~ E). El punto (a) fue
atacado por Frege y otros por el psicologismo que implica. El punto (b)
fue atacado también por Frege y, como vimos en este mismo inciso, es in-
adecuado de acuerdo con el uso que el mismo Cantor hizo de Ẫ. Con res-
pecto al punto (c) no ha habido mayor problema; de hecho, de ahí y de las
ideas de Padoa es posible obtener la definición de Russell; de tal suerte que
modernamente, por ejemplo en Fraenkel (1973), se define Ẫ buscando que ve
rifique la ley mencionada en (c). Podemos decir, pues, que el número cardi-
nal cantoriano puede expresarse (como de hecho se hace en las obras de
Russell, 1919 y Quine, 1951) en términos equivalentes a la definición de núme-
ro dada por Frege (1884).
Frege, Russell, Dedekind y Cantor definieron los números en términos
de conjuntos, y lo así definido se comporta como los números aritméticos.
Esto, por supuesto, si adoptamos una definición de “conjunto” que no impli-
que contradicciones. Pero si hay varias formas de definir los conjuntos, al
decir que los números son conjuntos en realidad lo que hicieron esos auto-
res es describirlos mediante un lenguaje entre varios posibles. Esto sería
64
Algunos orígenes lógicos de la matemática
A) Para alcanzar los números de la aritmética, dado que los hemos defi-
nido como el resultado de contar, se requieren los siguientes pasos:
66
Algunos orígenes lógicos de la matemática
manera que, al parecer, no podemos decir que algo es matemático sólo por
ser la sistematización de un proceso mental, o la idealización de algo empí-
rico, o la axiomatización de algo, o la creación de un lenguaje preciso. Pero
entonces, ¿qué es lo propiamente matemático? A ciencia cierta, no lo sé; de
hecho, todo este libro intenta aportar algunos elementos que tal vez nos ayu-
den a sugerir una respuesta a esa difícil pregunta.
Ahora bien, de cualquier forma como hayan surgido, o puedan surgir,
las diferentes partes de la matemática, hoy día tenemos algo que tiene ciertas
características, algunas de ellas curiosamente compartidas con la filosofía.
Eso sugiere que la matemática y la filosofía están más cerca de lo que se sue-
le pensar, de lo que yo mismo solía pensar antes de la presente investigación.
Así pues, para seguir acercándonos a la matemática, expondremos en el si-
guiente capítulo algunas de sus características.
68
Capítulo III
Algunos rasgos de la matemática
1. El carácter deductivo
será, porque es ahora” (V 296). “Por ser igual a sí mismo” (V 298). “El
ser es y el no ser no es”: (P ⇔ P) y (¬P ⇔ ¬P). “Y así prosigue inmu-
table en el mismo lugar, porque la poderosa Necesidad le mantiene
en los lazos del límite que aprisiona su contorno”. De hecho, sólo en el
mundo abstracto es posible usar el signo “=”. En matemática pode-
mos decir que 2 = 2 o que 2 = 1 + 1. Wittgenstein dijo que esta conec-
tiva caracterizaba a la matemática. Aunque en realidad es posible
usarla también en lógica y otras disciplinas abstractas. En el mundo
concreto, por el contrario, nada permanece igual a sí mismo porque
está cambiando constantemente.
—P rincipio de no contradicción. Una vez que hemos definido algo, por
ejemplo P, en el mundo abstracto, no es posible que no sea P: ¬(P &
¬P). “Los ignorantes creen que ser y no ser es lo mismo y no lo mis-
mo”: creen que P & ¬P. “Creen que los no seres sean” (V 294).
— Principio del tercero excluido. En el mundo abstracto, algo es o no es.
Parménides dice: “Es o no es” (V 296)… “Que sea o no sea”… “O ha
de existir absolutamente, o no ser del todo”… “Rechazando un cami-
no por impensable, habrá que considerar el otro como real”.
Matemática ⇒ Filosofía
⇑ ⇐ ⇓
2. El carácter no deductivo
O como dice William Byers (2007: 10) refiriéndose a su libro How Mathemati-
cians Think: “Este libro ofrece una visión de la matemática en la cual la lógi-
ca, lo lógico, es sólo una dimensión de una pintura más amplia”.
Ahora bien, para saber hasta qué punto la matemática es deductiva y
hasta qué punto no lo es, habrá que analizar la forma concreta en la que los
matemáticos hacen matemática. Al tratar de hacer esto nos encontramos
con varios textos interesantes empezando tal vez con los trabajos de Pappus
al fin de la tercera centuria de nuestra era, Polya (1957), Lakatos (1978), Davis
y Hersh (1981), Velleman (1994), Hersh (1997) y recientemente Byers (2007),
pasando por Descartes, Leibniz, Bolzano y Poincaré, entre otros. Ellos tra-
tan, en general, de los caminos conscientes y aún inconscientes que los ma-
temáticos han seguido tratando de resolver problemas: el razonamiento re-
gresivo expuesto magistralmente por Pappus, el método de análisis-síntesis
usado en el libro XIII de los Elementos de Euclides, la reducción al absurdo
usada por los eleatas, la inducción matemática, el razonamiento analógico, y
el recurso de dibujar una figura, entre otros. Al parecer, en todos esos traba-
jos, los matemáticos están guiados siempre, según Poincaré (1908: 52), por
un “sentimiento estético que todos los verdaderos matemáticos conocen
[…], porque las combinaciones útiles son, justamente, las más bellas”.
Aceptando, pues, que la matemática no es sólo deductiva, Reuben Hersh
(1997), coincidiendo con Lakatos (1978), propone una filosofía de la mate-
mática que tome en cuenta el trabajo real de los matemáticos y no sólo re-
flexiones fundacionistas a priori sobre la matemática tales como el platonis-
mo, el formalismo, el constructivismo o el neofregeanismo, como le llama
Kitcher. De acuerdo con Hersh, el fundacionismo es la corriente dominante
en filosofía de la matemática y tiene sus raíces en el pensamiento de Pitágoras
y Platón, el cual tiene un carácter idealista dogmático-religioso. De acuerdo
con esta corriente, la matemática es, o debe ser, básicamente deductiva; es
decir, constituirse en un sistema cerrado axiomáticamente que trata de cier-
tas entidades supramundanas que nunca cambian, son inaccesibles para los
sentidos, están fuera del espacio y el tiempo, y son independientes de los se-
res humanos. Las críticas de Berkeley en El analista (1734) a los conceptos
no suficientemente claros del cálculo, la aparición de las geometrías no eucli-
dianas y, sobre todo, el trabajo de Gödel sobre las limitaciones de los siste-
74
Algunos rasgos de la matemática
tal como lo expuse en i.2: la matemática es mucho más que eso. Igualmente
acepto que los matemáticos trabajan como Lakatos, Hersh y Byers lo descri-
ben; es decir, no sólo deduciendo, sino con intuiciones, imaginación y otros
recursos. Incluso puedo estar de acuerdo en que para probar algo necesita-
mos convencer al auditorio.
No obstante difiero de Hersh (1997) en los siguientes puntos:
1
Ahondaremos un poco en las propuestas de Lakoff y Nuñez (2000) y Kitcher (1984) en el último capítulo.
2
Si partimos de una ontología como la de Aristóteles, donde sólo existen cosas individuales agrupables en
diferentes categorías dependiendo de ciertas características que comparten, las posibilidades son que una
cosa individual entre o no en un grupo, que un grupo entre o no en otro grupo, etc.; es decir, requerimos
una lógica silogística como la que propuso el mismo Aristóteles. Pero si partimos de una ontología diferente, la
lógica también será diferente. Este punto puede verse más ampliamente en Ávila (2016, cap. 6).
77
Algunos rasgos de la matemática
3
En el inciso ii.2 propusimos otro origen para la geometría; pero eso no interesa para la idea que quiere
presentar Byers.
4
Este punto fue tratado ampliamente por Frege (1884), ya que pensó que no estaba resuelta la paradoja. Él
propone una solución mediante su definición de número, pero ésta ha sido muy criticada. Para esto, puede
verse Ávila (2014). De cualquier forma, esa discusión corresponde a la filosofía de la aritmética, ya
que a los matemáticos como tales no les ha preocupado dicha paradoja y siguen aceptando que 1 = 1, y que
2 = 1 + 1, sin problema.
78
Algunos rasgos de la matemática
5
No pienso que el formalismo esté equivocado como lo cree Byers y, por cierto, también, al parecer,
Hersh; creo que tiene su propia función en el trabajo metamatemático como lo veremos en el inciso iii.3.
79
Algunos rasgos de la matemática
3. El carácter recursivo
4. El carácter inacabado
83
Capítulo IV
La matemática y las ciencias empíricas
85
La matemática y las ciencias empíricas
1. Pesos iguales a distancias iguales (del punto de apoyo de una balanza de bra-
zos iguales) se equilibran, y a distancias desiguales se rompe el equilibrio y
hay una inclinación hacia el lado del peso que está a mayor distancia;
2. Si a uno de los dos pesos iguales se le añade algo, se rompe el equilibrio y el
peso añadido queda más abajo;
3. Si se quita algo a uno de ellos, se rompe el equilibrio y el peso no disminuido
queda más abajo;
4. Los centros de gravedad de dos figuras que coinciden, también coinciden;
5. Los centros de gravedad de dos figuras desiguales, pero semejantes, están si-
tuados semejantemente;
6. Si dos pesos se equilibran a cierta distancia, dos pesos equivalentes a aque-
llos también se equilibran a la misma distancia;
7. El centro de gravedad de una figura cuya superficie es cóncava está en el inte-
rior de la figura [Arquímedes, s. iii a.C.: 183-184].
2
Este inciso es una actualización y ampliación del inciso 5.3 de Ávila (2016).
86
La matemática y las ciencias empíricas
ma “peso de un cuerpo”. Una vez enfocado en eso, toma las siguientes deci
siones:
2ª. Representa los pesos con números, de manera que pueden sumarse y
restarse. Si A, B y C son pesos, y
A + B = C, entonces C – B = A
3ª. Mide los pesos mediante una balanza, con lo que relaciona los pesos
de los cuerpos con las longitudes de los brazos de la balanza.
A partir de ahí define cuándo dos pesos son iguales o uno es mayor que
el otro, dependiendo si se equilibran en una balanza de brazos iguales, o si la
balanza se inclina hacia el lado donde está el peso mayor. Con eso prueba
diversos teoremas valiéndose de las nociones comunes de Euclides que di-
cen, por ejemplo que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí”, o
que “si sumamos cantidades iguales a cantidades iguales los totales serán
iguales”. También utiliza la ley lógica manejada desde Zenón, llamada “reduc-
ción al absurdo”, al suponer lo contrario de lo que quiere probar, tal como se
puede ver en las dos pruebas de Arquímedes que expondremos a continuación.
A partir de los siete postulados, Arquímedes prueba 13 proposiciones
en el libro I; y después de nuevas definiciones prueba otras 10 proposiciones en
el libro II. Veamos, por ejemplo, las proposiciones 3 y 6 del libro I.
La proposición 3 dice: “Si se equilibran dos pesos desiguales a distancias
desiguales, el mayor estará a menor distancia que el menor” (Arquímedes,
s. iii a.C.: 185). La prueba consiste en suponer, en primer lugar, que las dis-
tancias fueran iguales; y, si ése fuera el caso, y se quitara el exceso de peso del
mayor, la balanza se inclinaría para el otro lado por el postulado 3, lo cual es
contrario al postulado 1, ya que quedarían pesos iguales a distancias iguales
y deberían estar en equilibrio. Por otro lado, si la distancia del peso mayor
fuera más grande y ahora se añadiere el faltante al peso menor, la balanza se
inclinaría para ese lado por el postulado 2. Pero eso iría en contra del postu-
lado 1, ya que quedarían pesos iguales y la balanza debería inclinarse para
el lado que tiene mayor distancia. De manera que si los cuerpos referidos de
hecho están en equilibrio, según la suposición original, entonces, concluye
Arquímedes, “el peso menor deberá estar forzosamente a mayor distancia”.
87
La matemática y las ciencias empíricas
La proposición 6 dice algo similar pero con mayor precisión: “Dos pesos
conmensurables se equilibran a distancias inversamente proporcionales a
ellos” (Arquímedes, s. iii a.C.: 186). La prueba se desarrolla a partir del si-
guiente diagrama:
L E G H D K
I-------------------I-------------I------I-------------I---------------I
↓ Δ ↓
(A) (B)
88
La matemática y las ciencias empíricas
neas rectas de diferente longitud,4 en ese caso dos pesos pueden ser propor-
cionales a dos distancias. Éste es un recurso muy útil cuando se está mate-
matizando algún fenómeno que contienen diferentes clases de magnitudes,
ya que permite relacionar unas con otras. Lo mismo hará Galileo al mate-
matizar el movimiento de los cuerpos, como lo veremos en el inciso iv.3.
Como podemos ver, los postulados 1, 2, 3 y 6 no hacen sino describir de
forma simplificada experiencias observables. Entendiendo por “observable”
la balanza física, sus brazos de tal o cual medida y la inclinación o equilibrio
de la balanza. Con base en eso, los postulados definen implícitamente lo que
se entiende por “pesos iguales”, “peso mayor” y “peso menor”, quedando así
definido lo que significa “peso de un cuerpo”. Estos postulados describen de
forma simplificada los hechos observables de medir y balancear, que con
toda seguridad eran conocidos en la práctica antes del trabajo de Arquíme-
des. Lo que hace éste mediante esos postulados es fijar las condiciones de
identidad para los pesos; también define la operación de añadir pesos, y de-
fine el orden de los pesos bajo la relación de “mayor que”. Las leyes que rigen
en general la igualdad, la suma y la relación de “mayor que” ya habían sido
fijadas por Euclides en su nociones comunes del libro I. Así pues, de esa for-
ma, Arquímedes esta diciendo que los “pesos” de los que habla son entida-
des abstractas, semejantes a los números y otras entidades matemáticas, entre
las que pueden darse esas relaciones. Recordemos que en el mundo concreto
nunca dos cosas pueden ser iguales; ni siquiera, una cosa es igual a sí misma
porque todo está cambiando constantemente. Por otro lado, los postulados
4, 5 y 7 definen los “centros de gravedad”.
En conclusión, la teoría de Arquímedes es la idealización de una propie-
dad de los cuerpos (su peso) análoga a la idealización que llevó a cabo la
geometría preeuclídea de otra propiedad de los cuerpos (su figura). Digo
que el estudio que hace Arquímedes de los pesos de los cuerpos medidos
mediante una balanza es una idealización porque de los cuerpos abstrae (es
decir, ignora) el material del que están hechos, así como su figura, su tama-
ño, su color, etc., y sólo retiene su peso; y de la balanza abstrae el material
del que esté hecha, su color, su tamaño, etc., y sólo retiene su punto de apoyo
y la longitud de sus brazos, al extremo de los cuales cuelgan los objetos que
se van a pesar.
Ahora bien, la teoría de Arquímedes, aparte de ser explicativa de cierta
propiedad de los cuerpos empíricos, decimos que está matematizada porque
representa sus entidades abstractas (pesos) mediante números, y los brazos
de la balanza mediante líneas de las que habla la geometría. El carácter axio-
4
Tal como lo hace Euclides para las magnitudes en general en los libros V y VI y para los números en los
libros VII a IX.
89
La matemática y las ciencias empíricas
5
Este inciso es una actualización de una parte del inciso 5.3 de Ávila (2016).
91
La matemática y las ciencias empíricas
tiempos iguales, cualesquiera que éstos sean, son iguales entre sí” (Galileo,
1638: 266). Con lo cual, según dice, sólo precisa la vieja definición con la
expresión “cualesquiera” para referirse incluso a fracciones de tiempo.
Enseguida define el movimiento acelerado en los siguientes términos:
“Llamamos movimiento igualmente, esto es, uniformemente acelerado a aquel
que partiendo del reposo adquiere, en tiempos iguales, iguales incrementos de
rapidez” (Galileo, 1638: 288). Galileo pretende que esta última definición,
El tiempo en el cual un espacio dado es recorrido por un móvil que parte del
reposo con movimiento uniformemente acelerado, es igual al tiempo en el que
aquel mismo espacio habría sido recorrido por el mismo móvil con un movi-
miento uniforme cuyo grado de velocidad fuese la mitad del grado de veloci-
dad máximo alcanzado al final del movimiento uniformemente acelerado pre-
cedente [Galileo, 1638: 292].
G--------------A
E-------------F-------------B
95
La matemática y las ciencias empíricas
El objetivo de Adam Smith es explicar por qué unas naciones son más
ricas que otras, para lo cual aclara primero qué entiende por “riqueza”.
La suma anual de trabajo de cada nación constituye el fondo que la provee ori-
ginalmente de todo lo que consume cada año para atender a las necesidades o
las comodidades de la vida, y que es siempre, o bien un producto inmediato de
aquel trabajo, o bien algo que con él se compra a otras naciones [Smith, 1776: 3].
Esta división del trabajo de la que se derivan tantas ventajas, no es fruto de una
sabiduría humana que haya previsto y proyectado esa riqueza general que pro-
duce. Es consecuencia obligada, aunque lenta y gradual, de cierta tendencia de
la naturaleza humana que no busca una utilidad de tanto alcance: la tendencia
al trueque, a la permuta, al cambio de una cosa por otra [Smith, 1776: 17].
Ahora bien, dado que la división del trabajo es lo mismo que la especia-
lización de oficios, ésta podrá ser más amplia si hay más gente involucrada.
De tal manera que la dimensión del mercado (es decir el número de gente
que intercambia sus productos) determina hasta dónde se puede llevar a
cabo la separación de oficios. Esto lo expresa Smith con las siguientes pala-
bras: “La división del trabajo está limitada por las dimensiones del mercado”
(Smith, 1776: 21).
En resumen, a medida que el mercado es más amplio, la especialización
en oficios será más amplia, y a medida que ésta sea más amplia, habrá una
9
Recordemos que antes de escribir la Riqueza de las naciones (1776), A. Smith escribió la Teoría de los
sentimientos morales (1759), en donde analizó la naturaleza humana.
96
La matemática y las ciencias empíricas
mayor productividad del trabajo y, por consiguiente, una mayor riqueza. Así
pues, a partir de esta cadena deductiva, Adam Smith extrae las siguientes
consecuencias:
Una vez que Cournot aclara lo que entiende por “riqueza” y por “de-
manda”, explica el papel que juegan sus definiciones: “La idea abstracta de
riqueza, tal como la hemos concebido, al constituir una relación perfecta-
mente determinada, puede ser objeto de deducciones teóricas, como todas
las ideas precisas” (Cournot, 1838: 32).
Pero la definición de riqueza, a pesar de que es ideal, no es arbitraria
para Cournot:
La teoría de la riqueza, según la noción que tratamos de dar, sólo sería una es-
peculación ociosa si se alejara demasiado de lo que son las riquezas dentro de
nuestros hábitos sociales […] Pero, como ya se ha dicho, la influencia de una
civilización progresiva es tal, que tiende sin cesar a aproximar las relaciones
reales y variables a una relación absoluta a la que nos hemos elevado por vía de
abstracción [Cournot, 1838: 33].
Con lo cual, Cournot acepta que está trabajando con entidades abstrac-
tas (ideales); pero acepta que la teoría matemática que está construyendo
tiene una “aplicación intencional”.
En seguida, Cournot enuncia explícitamente un axioma que expresa lo
que él piensa de la naturaleza humana: “Sólo invocaremos un axioma, o si se
quiere, sólo emplearemos una hipótesis: que cada hombre intenta extraer el
máximo valor posible de sus bienes o de su trabajo” [Cournot, 1838: 66]. De esa
forma, al parecer, Cournot intenta recoger algo que Adam Smith (1776: 395)
dijo cuando expresó que no importa que cada quien busque su propio pro-
vecho, porque la “mano invisible” logrará que todos se beneficien con ello.
De ese axioma enunciado por Cournot se desprende una conducta del
consumidor, según la cual, “la venta o la demanda, decimos, crece en general
cuando el precio desciende” (Cournot, 1838: 68). A partir de lo cual enuncia
la ley de la demanda en términos matemáticos de la siguiente forma: “La
venta o la demanda anual D es, para cada mercancía, una función particular
F(p) del precio p de la mercancía” (Cournot, 1838: 70):
D = F(p),
10
Lo cual supone la ley de Say (1803) de que la oferta crea su propia demanda.
99
La matemática y las ciencias empíricas
De acuerdo con los ejemplos examinados aquí, ¿qué podemos sugerir acerca
del proceso de crear una teoría matematizada? Al parecer, que al iniciar el
tratamiento matemático de algún dominio empírico se realizan, al menos,
las siguientes tareas:
102
Capítulo V
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
A pesar de que a los matemáticos, en general, no les interesa qué es, de dón-
de viene, qué presupone, o para qué sirve lo que hacen, como dijo alguna
vez Russell (1918), a la filosofía sí le corresponde averiguar las condiciones
de posibilidad del quehacer matemático, así como su lugar en el mundo del
conocimiento. Al preguntarnos cuáles son las condiciones de posibilidad de
un discurso que habla de cosas como números, figuras perfectas, conjuntos
y cosas aun más raras (todas las cuales, ciertamente, no son cosas que poda-
mos ver, oler, gustar, o tocar), nos estamos preguntando ¿cómo es posible
que existan tales cosas, si es que existen de alguna forma? y ¿cómo es posible
que los seres humanos las conozcan, las estudien, las trabajen en sí mismas
e, incluso, las usen para explicarse el mundo empírico?
Como dijimos al principio del libro, cualquier filosofía de la matemática
tiene el reto de explicar básicamente tres cosas: a) ¿cómo es posible que exis-
ta algo tan abstracto como la matemática?; b) ¿cómo podemos conocer lo
abstracto?, y c) ¿cómo es posible que lo abstracto de la matemática se aplique
exitosamente en el mundo concreto de la experiencia? En la historia de la
filosofía de la matemática ha habido varias respuestas a esas tres cuestiones
que, a mi juicio, deben contestarse globalmente. A continuación analizare-
mos algunas de ellas.
diosos, como Kahn (2001) y Riedweg (2005), que defienden la idea de que
algo debe ser cierto de Pitágoras mismo para haber generado semejante le-
yenda. De cualquier forma, la idea que rescata Aristóteles es que los pitagó-
ricos pensaban que el número estaba detrás de todas las cosas.
Pareciéndoles que estaban formadas todas las cosas a semejanza de los núme-
ros, y siendo por otra parte los números anteriores a todas las cosas, creyeron
que los elementos de los números son los elementos de todos los seres, y que el
cielo en su conjunto es una armonía y un número [Aristóteles, Metafísica,
Lib. 1, V].
Pero ¿qué significa que los números son anteriores a los seres humanos?
¿Tal vez que son parte de la estructura del mundo? Nicómaco, un neopitagó-
rico, lo expresó en los siguientes términos:
104
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
107
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
Esta misma postura es defendida por H. Field (1980) al afirmar que la ma
temática es superflua en las teorías empíricas, ya que sólo facilita la de
ducción.
El problema con afirmar que la matemática es sólo lógica es que, al ha-
ber fracasado Frege y los neofregeanos (como les llama Kitcher, 1984) en
definir el concepto de número en términos puramente lógicos, tendríamos
que aceptar que al menos algunos de sus conceptos básicos no son de natu-
raleza lógica.
Por otra parte, según vimos arriba en el capítulo iv, ciertamente una teo-
ría empírica podría expresarse sin las matemáticas; pero, cuando se expresa
en términos matemáticos, podemos afirmar en contra de la idea de Field,
que se está introduciendo una presunción: la presunción de que el fenóme-
no que describe la teoría puede metrizarse; es decir, que se comporta como
los números u otras entidades matemáticas. De manera que una teoría ma-
tematizada dice algo más que esa misma teoría sin elementos matemáticos:
dice que algunos de los conceptos de esa teoría se comportan como algunas
entidades matemáticas, y entonces todo lo que dice la matemática de esas
entidades puede decirse de los concepto de la teoría en cuestión.
La lógica es, como la matemática, una disciplina muy peculiar que habla
de entidades abstractas (las conectivas). La lógica, o las lógicas, son a mi jui-
cio diversas formas de sistematizar determinados procesos argumentativos.4
La lógica clásica recoge gran parte de las argumentaciones que se hacen en
la vida ordinaria, en las ciencias empíricas y en las matemáticas; pero al ser
limitada, se ha hecho necesario diseñar otras lógicas. A la matemática y a la
lógica se les suele identificar como ciencias formales a diferencia de las em-
píricas. Eso indica que hay algunas semejanzas entre ellas; pero eso no las
hace iguales. De hecho, podemos distinguirlas en tanto que la lógica trata
con las argumentaciones en general; mientras que la matemática usa cierta-
mente determinada argumentación; pero sus objetos y sus objetivos son di-
ferentes, como vimos arriba en el capítulo ii.
Por otra parte, tal vez podríamos decir con Estrada-González (2009: 183)
que la lógica pura “puede ser pensada como el estudio de ciertas estructuras
4
Puede verse una exposición más amplia de cómo entiendo la lógica en Ávila (2016, cap. 6)
108
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
E) Otras posturas. Por supuesto, hay otras posturas que no entran en nin-
guna de las clasificaciones anteriores. Exploraré aquí sólo una muy original:
la matemática vista como una gramática, defendida por Wittgenstein y ana-
lizada, entre otros, por Axel Barceló (2000 y 2012).
De acuerdo con mi lectura directa de Wittgenstein y, en este punto, del
trabajo de Barceló, Wittgenstein mantuvo a través de todas sus etapas su
creencia en la importancia del lenguaje en el análisis filosófico. Esta idea fue
110
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
Entre los que piensan diferente a eso están los que si creen en el monis-
mo metafísico; es decir, “la tesis metafísica que ve el mundo como compues-
to sólo por cosas individuales, conocibles por la percepción del exterior y/o
del interior” (Mohanty, 2003: 115). Las ciencias empíricas se adhieren, en
general, a esta postura y algunas de ellas, las llamadas ciencias cognitivas, se
dedican a investigar las relaciones causales entre los contenidos mentales in-
dividuales y las entidades físicas; es decir, entre los mundos uno y dos pop
perianos. Con respecto a eso, tendríamos que decir que estas disciplinas han
encontrado ciertamente varios datos interesantes relacionados con la ma
temática.
Por ejemplo, Karmiloff (1992) afirma que se ha mostrado experimental-
mente que así como los niños identifican el color o la figura, también identi-
fican el número. Incluso, continúa Karmiloff, a los seis u ocho meses de edad
115
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
los bebés relacionan el número de sonidos con el número de cosas. Los ni-
ños de cinco años pueden subitizar (contar rápidamente) números peque-
ños y conservar el número aun cuando se muevan los objetos. Por lo tanto,
concluye que “los infantes son sensibles a las relaciones definidas por la co-
rrespondencia 1 a 1, y pueden ignorar las propiedades no numéricas de los
objetos” (Karmiloff, 1992: 99).
También se han encontrado indicios de ciertas habilidades numéricas
básicas en algunos animales, lo que le hace pensar a Butterworth (1999) que
los seres humanos y algunos animales tenemos un módulo matemático in-
nato. En ese punto, Butterworth adopta la idea de Fodor (1983) de que la men-
te humana y la de algunos animales nace con una serie de módulos cognitivos
que están especializados en procesar rápida y automáticamente determina-
da información que proviene de los sentidos. De acuerdo con Butterworth
(1999) dicho módulo, localizado en el lóbulo parietal izquierdo, sólo permi-
te categorizar el mundo en unidades, pares, tríos, cuartetos y, si acaso, quin-
tetos. Para ir más allá de eso se requiere aprender a contar, lo cual ya es un
proceso cultural consciente.
Por su parte, Lakoff y Núñez (2000) recogen los hallazgos anteriores
y otros propios para preguntarse de forma global ¿de dónde viene la matemá-
tica? A partir de allí, intentan explicar cómo ha sido posible la matemática.5
Con respecto específicamente al origen de los números, Lakoff y Nuñez
(2000) sostienen que surgieron gracias a ciertas habilidades innatas como son:
5
Esta parte es una adaptación del capítulo 4 de Ávila (2016).
116
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
6
Puede verse con más detalle esta distinción cuando se discutió la postura empirista en el inciso v.1.B.
117
En conclusión, ¿qué podría ser la matemática?
te han aportado datos muy interesantes que nos ayudan a entender mejor la
matemática.
De manera que cuando estoy diciendo que mi visión de la matemática
presupone que el monismo metafísico está equivocado, eso no implica que
las ciencias cognitivas lo estén. He dicho aquí que estas disciplinas general-
mente se adhieren al monismo metafísico; pero mientras estudien cuestio-
nes empíricas, incluso sobre la matemática, no hay ningún problema en eso.
El problema surge desde el momento en que se acepte el mundo abstracto, el
tercer mundo popperiano, y se pretenda estudiarlo mediante métodos expe-
rimentales propios de las ciencias cognitivas. Mi punto es que al mundo abs-
tracto de la matemática hay que estudiarlo mediante reconstrucciones lógi-
cas como las que hemos realizado en esta obra; esto, por lo dicho, si queremos
saber qué son, ontológicamente hablando, los números, las figuras y otras
entidades matemáticas.
119
Bibliografía
Copi, I. (1958), “The Burali-Forti Paradox”, Phiosophy of Science 25, pp. 281-
286.
Courant, R., y H. Robbins (1941), What is Mathematics?, 2a ed., Nueva York,
Oxford University Press, 1996.
Cournot, A. A. (1838), Investigaciones acerca de los principios matemáticos
de la teoría de las riquezas, versión española de Juan Carlos Zapatero,
Madrid, Alianza Editorial, 1969.
Davis, P., y R. Hersh (1981), The Mathematical Experience, Boston, Birk-
häuser.
Dauben, Joseph (1983), “George Cantor y la teoría de conjuntos transfini-
tos”, en Investigación y Ciencia, España.
Dedekind, R. (1963), Essays on the Theory of Numbers, traducción de W. W.
Beman, Nueva York, Dover Publications.
Estrada-González, L. (2009), “The Geometry Analogy and the Idea of Pure
Logic”, en W. A. Carnielli, M. E. Coniglio y I. M. L. D’Octaviano (eds.),
The Many Sides of Logic, Londres, College Publications, pp. 171-185.
Euclides (s. iii, a.C), The Thirteen Books of the Elements, traducción de Sir
Thomas L. H. Great Books of the Western World of the Encyclopedia Bri-
tannica, tomo II, William Benton Publisher, 1952, pp. 1-396.
Field H. (1980), Science without Numbers, Oxford, Basil Blackwell.
Fodor, J. A. (1983), Modularity of Mind, Cambridge, MA, mit Press.
Fowler, D. (1999), The Mathematics of Plato’s Academy: A New Reconstruc-
tion, Nueva York, Oxford University Press.
Fraenkel, A. (1973), Foundation of Set Theory, 2a ed. revisada y aumentada
por Bar-Hillel y Levy Azriel con la colaboración de Van Dalen, Amster-
dam, North-Holland Publishing Company.
Frechet, M. (1958), Las matemáticas y lo concreto, traducción de Gustavo
Machado, México, unam.
Frege, G. (1879), Begriffsschrift, en Heijenoort (1967), y en Frege (1972) pp. 1-82.
——— (1882), “Sobre la justificación científica de una conceptografía”, en
Frege (1972), pp. 209-214.
——— (1884), Die Grundlagen der Arithmetik, traducción de Austin, en The
Foundations of Arithmetic (1950), Oxford, Blackwell and Mott. Versión
española en Frege (1972).
——— (1893), The Basic Laws of Arithmetic, traducción de Mongomery Furth,
Berkeley, University of California Press.
——— (1895), “A Critical Elucidation of Some Points in E. Schroöder Vorle-
sungen über die Algebra der Logik”, en Frege (1984), pp 210-228.
——— (1918), “El pensamiento: una investigación lógica” en Ensayos de se-
mántica y filosofía de la lógica, de Gottlob Frege, traducción de Luis
M. Valdés Villanueva, España, Tecnos.
123
Bibliografía
124
Bibliografía
128
Una visión cuasiempirista de la matemática,
de Alfonso Ávida del Palacio, se terminó de imprimir
en noviembre de 2017, en los talleres de Eddel Graph S. A. de C. V.
Publicado por Colofón. El tiraje consta de 500 ejemplares
El cuidado editorial estuvo a cargo del departamento de Colofón
Ediciones Académicas, un sello de Colofón S. A. de C. V.