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h om b r e s , t e o r e m a s y l e y e s n at u r a l e s

Carlos M. Madrid Casado

Filosofía de la Cosmología
hombres, teoremas y leyes naturales

Pentalfa Ediciones
Oviedo 2018
Carlos M. Madrid Casado (español nacido en Ma-
drid, 1980) es licenciado en Matemáticas y doctor
en Filosofía por la Universidad Complutense de Ma-
drid. Funcionario del Estado que ejerce como profe-
sor de Matemáticas de Bachillerato. Ha sido profesor
de Estadística en la Universidad Complutense y ac-
tualmente es investigador asociado de la Fundación
Gustavo Bueno. Ha participado en congresos nacio-
nales e internacionales, pronunciando conferencias
en distintas universidades y en el Museo del Prado.
Entre sus últimas publicaciones destacan los libros
Laplace. La mecánica celeste o Fisher. La inferencia
estadística (ambos publicados por RBA).
Preámbulo
Ciencia y Cosmos

Corría el año de 1888 cuando Camille Flammarion publicó la fa-


mosa ilustración que abre este libro en su obra L’Atmosphère: Météo-
rologie Populaire editada en París. Este enigmático grabado presenta,
según reza la leyenda que lo acompaña, a un misionero medieval que
ha logrado alcanzar y rebasar el punto en que el Cielo y la Tierra se
encuentran. Aunque bastantes autores posteriores adjudicaron un ori-
gen renacentista a la ilustración, a día de hoy parece fuera de duda que
fue producto de la imaginación de Flammarion (inspirado, quizá, en
Arquitas de Tarento), quien, aparte de ser un destacado astrónomo que
contribuyó a popularizar su disciplina, fue un bibliófilo aficionado al
espiritismo y la hipnosis.
Esta imagen posee la virtud de exponer en toda su crudeza el em-
brollo filosófico en torno al cual gira este opúsculo, y que no es otro
que el binomio «Ciencia y Cosmos». En efecto, la imagen en cuestión
puede interpretarse, en dos sentidos, como paradigma del cosmólogo
y su quehacer. Un primer sentido sería que el cosmólogo es capaz,
como el personaje de la estampa, de superar el nivel de los fenóme-
nos y remontarse desde las apariencias falaces hasta el nivel de las
esencias, descubriendo el funcionamiento de los Cielos, el engranaje
oculto del Universo, su origen y evolución. El otro sentido estribaría
en que la cosmología como ciencia surge precisamente con la fractura
del casquete de estrellas fijas.
10 Carlos M. Madrid Casado

En origen, el término griego kósmos, que significa orden u orna-


mento, se aplicaba a la cara (así, hablamos de la cosmética), un ejér-
cito o, en general, una ciudad. Este significado pervivió en el término
latino mundus, ya que lo inmundo era lo sucio, aquello que tenía que
estar fuera del mundo. Lo más interesante es que el término Cosmos
no llega a referir a todo lo que los hombres observamos hasta Anaxi-
mandro, el primer hacedor de un mapamundi, que «ordenó» todas las
cosas visibles en una esfera terrestre y otra celeste. Con la geometría,
es decir, con la primera ciencia, nació precisamente el Cosmos. Un
Cosmos que fue sucesivamente «reordenado» por Ptolomeo o Copér-
nico, aunque la tan celebrada revolución copernicana queda en una
tormenta en un vaso de agua en comparación con la revolución que
operaron la astronomía y la astrofísica en el puesto de la Tierra en
el Cosmos ya en el siglo XX, cuando el casquete de estrellas fijas se
rompió definitivamente saltando en pedazos. Es, entonces, cuando se
alzó la cosmología científica.
A día de hoy se digiere acríticamente todo aquello que viene en-
vuelto en la aureola de la física teórica y, en especial, de la cosmo-
logía, la reina de las ciencias. Sin embargo, cuando los cosmólogos
contemporáneos explican sus teorías, rebasan en muchas ocasiones el
plano de los conceptos científicos y comienzan a usar ideas filosófi-
cas, que sobrepasan su campo de especialización, porque la realidad
no se agota en su parcela particular de trabajo. Sin saberlo, dejan de
hacer ciencia para comenzar a filosofar. La visión científica del mundo
que reclaman, aunque adornada de aparato matemático o terminología
precisa, no es sino un sucedáneo de filosofía, donde unos mitos han
sido sustituidos por otros igual de metafísicos, las creencias religiosas
por la creencia en la Teoría del Todo o en el Multiverso, por ejemplo.
Esta filosofía espontánea de los científicos hace necesaria una fi-
losofía comprendida como saber de segundo grado, que se nutra de
los saberes de primer grado, de los saberes científicos y técnicos de
nuestro presente, pero que sea crítica con ellos, es decir, que no se
limite a colorear las afirmaciones que hacen los cosmólogos, sino que
proceda a clasificarlas sistemáticamente, mostrando los compromisos
ontológicos y gnoseológicos que ocultan. No deja de ser paradójico
que se diferencie entre ciencias duras (las ciencias físico-matemáti-
cas) y ciencias blandas (las ciencias humanas) cuando, por ejemplo,
Filosofía de la Cosmología. Hombres, teoremas y leyes naturales 11

la cosmología resulta ser mucho más especulativa que la historia; por


cuanto, con una convicción en ocasiones desbocada, aspira a expli-
carnos el origen, la evolución y el destino del Cosmos a partir de unas
pocas observaciones indirectas.
Un recorrido ontológico por la cuestión titular «Ciencia y Cosmos»
mostraría cómo las tres ideas de la metafísica tradicional (el Ego, el
Mundo y, en su caso, sea para afirmarlo o negarlo, Dios) aparecen in-
volucradas en ella. Pero las páginas que siguen optan por un recorrido
gnoseológico (aunque la gnoseología no es sino la continuación de la
ontología por otros medios, y viceversa). En lugar de la combinatoria
Ego-Mundo-Dios, la cuestión se plantea por medio de la combinatoria
Materia-Forma, a través de la cual es posible recuperar la combina-
toria epistemológica Sujeto-Objeto. Por el camino, como es natural,
saldrán a relucir múltiples tópicos de la filosofía y la metodología
actuales de la ciencia.
El principal escollo a salvar es que el análisis en profundidad del
estatuto gnoseológico de la cosmología no es independiente de la idea
de Ciencia que se sostenga. Cuando se aborda un tema como el del
binomio «Ciencia y Cosmos», antes de responder a preguntas como
cuál es el cometido de la Ciencia en el conocimiento del Cosmos,
es imprescindible acotar estas ideas para no recaer en la metafísica.
Hay muchas ideas de Ciencia, como hay muchas ideas de Cosmos.
Un planteamiento gnoseológico pide empezar clasificando las ideas
de Ciencia y luego, posteriormente, en función de ellas, las ideas de
Cosmos o de lo que es la cosmología (un planteamiento ontológico
procedería, en cambio, al revés).
Por ello, el presente opúsculo cuenta con dos partes bien diferencia-
das. En una primera parte, dedicada a la filosofía general de la ciencia,
se estudian qué ideas de Ciencia están accesibles en el presente. En
nuestro caso, la idea de Ciencia por la que tomaremos partido no será
otra que la del materialismo filosófico elaborado por Gustavo Bueno
y las sucesivas oleadas de su escuela. Así, daremos algunas pinceladas
para mostrar cómo se aplica la teoría del cierre categorial –la teoría de
la ciencia propia del materialismo filosófico– a las matemáticas (los
«teoremas» del título) y a la física (las «leyes naturales»). A nuestro
entender, la novedad de estas coordenadas filosóficas radica no sólo
en superar el teoreticismo de la mayoría de filósofos de la ciencia,
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subrayando el papel de los aparatos e instrumentos (algo que la teoría


del cierre comparte con los filósofos cercanos al nuevo experimenta-
lismo y, en especial, con la última corriente de historiadores cultura-
les de la ciencia), sino sobre todo en regresar desde la gnoseología a
la ontología, no rehusando a confrontar los contenidos de la ciencia
moderna con las ideas desprendidas de la tradición filosófica (Todo,
Parte, Verdad, Identidad, Causa, Hombre, &c.).
La segunda parte del opúsculo, dedicada a la filosofía especial de la
ciencia, se centra en la cosmología, examinando con detalle su géne-
sis y estructura. Tras realizar un bosquejo histórico del desarrollo de
la cosmología, de Einstein al Big Bang, nos detendremos en explicar
los graves problemas científicos y filosóficos que la cosmología tiene
abiertos (inflación, materia y energía oscuras, &c.). El opúsculo se
cierra, finalmente, extrayendo una serie de conclusiones que afectan
a lo que podríamos llamar el mito del Cosmos. Pero espacio y tiempo
habrá para poner las cartas boca arriba.
Índice

Preámbulo. Ciencia y Cosmos 9

Parte I. Del estrato científico al estrato filosófico 13


Capítulo 1. Filosofía(s) de la Ciencia 15
Capítulo 2. Una clasificación de filosofías de la física y de las matemáticas 19
Capítulo 3. Adecuacionismo: pintores y monos platónicos 27
3.1 Platonismo y Logicismo 27
3.2 De Galileo y Einstein al realismo estructural 32
Capítulo 4. Descripcionismo: recolectores y hormigas positivistas 45
4.1 Formalismo 46
4.2 Del Círculo de Viena a Van Fraassen 47
Capítulo 5. Teoreticismo: pescadores y arañas popperianas 51
5.1 Intuicionismo 52
5.2 Del falsacionismo al giro historicista y sociológico 54
Capítulo 6. Materialismo formalista 77
Capítulo 7. Gnoseología analítica de las matemáticas 95
Capítulo 8. Gnoseología sintética de las matemáticas 103
Capítulo 9. El cierre de las matemáticas 107
Capítulo 10. A vueltas con la milagrosa efectividad de las matemáticas 119
Capítulo 11. Kant y los «extraterrestres» de Hollywood 133
Capítulo 12. Circularismo: arquitectos y abejas materialistas 141
12.1 De la academia al laboratorio, pasando por el taller 146
12.2 Excursus por la antropología de laboratorio 164
12.3 Nuevo rumbo en filosofía de la física 184
Capítulo 13. Gnoseología analítica de la física 187
Capítulo 14. Gnoseología sintética de la física 195
Capítulo 15. El cierre de la física 201
Capítulo 16. Revoluciones y contrarrevoluciones en física 215
Capítulo 17. La construcción «hiperrealista» del mundo 231

Entreacto. Crónica de un debate inconcluso 263

Parte II. Del estrato filosófico al estrato científico 265


Capítulo 18. Filosofía(s) de la Cosmología 267
Capítulo 19. Breve historia de la cosmología:
de Laplace a Einstein y el Big Bang 271
Capítulo 20. Problemas científicos abiertos 311
Capítulo 21. Problemas filosóficos abiertos 323
21.1 La capa básica de la cosmología 325
21.2 La capa metodológica de la cosmología 334
Capítulo 22. A vueltas con el principio antrópico 345
Capítulo 23. El mito del Cosmos 357
Capítulo 24. El fundamentalismo científico 367

Conclusión. La vuelta del revés del mapamundi 373

Referencias bibliográficas 379

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