Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
- Los fariseos, ¿a quiénes enviaron al encuentro de Jesús? ¿Con qué intención lo enviaron? ¿Qué
virtudes de Jesús reconocieron? ¿Qué pregunta le hicieron a Jesús?
- ¿Cómo reaccionó Jesús? ¿Contestó a la pregunta de los fariseos con un “sí” o con un “no”?
¿Qué se hizo mostrar? ¿Qué les preguntó Jesús a los enviados respecto al denario?
- En definitiva, ¿qué contestó Jesús a la pregunta de los fariseos y herodianos?
C. Ubicación
Este texto hace parte de la VI parte del Evangelio; donde se narran los acontecimientos vividos por
Jesús y sus oyentes acerca de la venida próxima del Reino de los Cielos. La realización de este Reino
tendrá como condición fundamental la justicia “A Dios lo que es de Dios”.
- Ideas fundamentales:
Al pueblo judío no le gustaba pagar impuestos a los romanos como se les exigía desde el año 6
después de Cristo. Fue una vergüenza que el pueblo elegido de Dios tuviera que pagar impuestos
a los paganos impuros, y más aún: el emperador romano se hacía tratar como un dios. Muchos
pensaban que por fidelidad al Unico y Verdadero Dios, no se debía aceptar la autoridad del
emperador ni se le debían pagar los impuestos. En la práctica, los partidarios de Herodes estaban
a favor de entregar el tributo al César. Los grupos revolucionarios estaban radicalmente en contra,
lo consideraban como una gran ofensa a Dios, único soberano del pueblo de Israel. Los fariseos
adoptaban una postura intermedia: entregaban los impuestos a regañadientes.
Los enviados de los fariseos no le preguntaban a Jesús si es lícito no pagar, sino, si al pagar los
impuestos no se está pecando.
Vinieron con una mala intención. Si Jesús respondía que había que pagar, ellos podían acusarlo
diciendo que El aceptaba al César como un dios, y que además era un mal ciudadano, ya que
reconocía como legítimo el gobierno invasor, pero si Jesús decía que no había que pagar, entonces
podían acusarlo como subversivo ante las autoridades romanas, como de hecho lo hicieron ante
Pilato (Lc 23,2), Para tener testigos y acusadores influyentes ante los romanos, los fariseos se
hacían acompañar de algunos partidarios de Herodes, que eran una facción claramente pro-
romana.
Pero Jesús los decepciona en sus malas intenciones. No contesta ni sí ni no, sino con la
exhortación: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Jesús no se identificó
con ninguna de las posturas frente a la cuestión de los impuestos.
La respuesta de Jesús contiene sólo dos mandamientos: de dar al César lo que es del César y de
dar a Dios lo que es de Dios. Todo el peso recae sobre la exhortación de dar a Dios lo que es de
Dios. Lo que realmente importa no es el César ni los impuestos, sino la Voluntad de Dios. Lo
importante es que el hombre reconozca a Dios como único Señor. Al emperador le pertenecen las
monedas del impuesto, pero no la sumisión como señor absoluto.
Los fariseos y herodianos le preguntan a Jesús por el tributo al emperador. Y Jesús les recuerda el
tributo que deben a Dios: una vida santa . La verdadera cuestión era que los que vinieron a
preguntar querían escaparse de las exigencias de Dios que Jesús les predicaba. El Señor los llama
“hipócritas”, porque quieren salir de ellas trasladando el problema al terreno político. Porque no
quieren escuchar la predicación de Jesús, lo tratan de eliminar acusándolo de enemistad con el
poderoso de este mundo.
Jesús ni separa los campos político y religioso, ni los mezcla. Los distingue con claridad, y luego
subordina la política a la religión. Enseña que toda decisión política tomada por un hombre
cristiano, sea éste ciudadano o gobernante, debe ser previamente iluminada por la fe cristiana. La
política, que debe ser la búsqueda del bien común, también es algo que pertenece a Dios, porque
Dios no se desentiende del bien de sus hijos. Toda autoridad proviene, en última instancia, de Dios,
y a El, todos se le deben subordinar
- ¿Quién acudió a Jesús para preguntarle algo? ¿Qué le preguntó? ¿Con qué intención le preguntó
a Jesús el doctor de la Ley por el mandamiento más grande?
- ¿Qué contestó Jesús? ¿Cuál es el mandamiento más grande? ¿Cómo hay que amar a Dios?
¿Cómo hay que amar al prójimo?
- ¿De qué manera une Jesús los dos mandamientos? ¿Qué importancia tienen respecto a los demás
mandamientos?
- Ideas fundamentales:
Para ponerlo a prueba, un doctor de la Ley, le pregunta a Jesús por el mandamiento más grande de
la Ley de Moisés. Los escribas contaban 613 mandamientos, de estos, 365 prohibiciones y 248
preceptos. Se preguntaban: ¿todos tienen el mismo valor? ¿O hay algunos que son más
importantes y otros menos? ¿Hay uno que es el más importante de todos?. La respuesta de Jesús
es clara. No solamente uno de todos los mandamientos es el más importante, sino también abarca
a todos los demás. Sin el amor no se cumple ninguno de todos los mandamientos. Sin el amor
todos quedarían vacíos.
Cuando en la Biblia se habla de corazón, se quiere indicar lo que está en el centro del hombre, el
punto donde se resuelven las decisiones, el lugar donde están todas las intenciones. Para hablar
de los pensamientos la Biblia no señala la cabeza sino el corazón. Amar a Dios con todo el corazón
significa entonces que Dios debe ocupar todos nuestros pensamientos, debe estar en el centro de
todo nuestro ser, de donde salen todas las opciones.
Cuando los antiguos decían “alma” querían expresar lo que nosotros llamamos “vida”. Decir que
debemos amar a Dios con toda el alma, significa que todo debe estar inundado del amor a Dios.
¿Cómo es posible amar a Dios con todo el ser, si a Dios no se ve? Por una persona humana que se
puede ver todos los día a veces se siente mucho, en cambio por Dios la mayoría de veces no “se
siente” nada.
No basta amar sólo con los sentimientos. Hay que amar también con la cabeza: el amor verdadero
tiene que ver también con la inteligencia y con la voluntad. Tiene que ver con el reconocer, elegir,
comunicarse y ser fiel. Por eso se puede hablar de una amor a Dios que esté por encima de todos
los demás.
Jesús agregó otro mandamiento, también presente en la Ley de Moisés: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo” De éste dice Jesús que es semejante al primero.
El amor a Dios comienza por amar al prójimo que es criatura de Dios. Para amar verdaderamente a
Dios se debe amar todo lo que El ama. Y Dios ama a todos sus hijos. Por todos ellos Cristo
derramó su sangre en la cruz. Dios está presente en cada hermano, especialmente en el más
necesitado. El que ama al prójimo, ama a Dios.
Los dos mandamientos del amor a Dios y al prójimo, que en el Antiguo Testamento se encuentran
muy distanciados, Jesús los vinculó estrechamente.. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo
que es imagen de Dios. Por eso sice San Juan: “El que dice: ‘Amo a Dios’, y no ama a su hermano,
es un mentiroso... el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (Jn 4,20s)
El amor al prójimo, y al más lejano, supone necesariamente un sano amor a sí mismo, una sana
autoestima, que no tiene nada que ver con egocentrismo. Solamente el que sabe que es amado,
puede amar a otros.
A. Proclamación y silencio
- Es importante proclamar el texto en forma clara, dando importancia a lo que se lee y con pausas
entre cada acción relatada-
- Dejar tiempo para que cada uno lo lea nuevamente en silencio
- Elementos fundamentales
Este texto Bíblico refleja la situación de la joven iglesia de la época en que se redactó el Evangelio
según San Mateo. Muchos escribas, o maestros de la Ley, y fariseos se habían convertido en los
adversarios más intransigentes de la fe cristiana.
Jesús, en el sermón de la montaña, proclamó la verdadera justicia, aquí enfrenta la falsa justicia, la
hipocresía. La palabra “hipocresía” viene del mundo del teatro. El hipócrita es el actor que se
esconde detrás de una máscara. No todos los fariseos eran hipócritas, hubo gente muy seria y
sincera entre ellos, pero el comportamiento de muchos fariseos estaba en contradicción con lo que
enseñaban.
Habían hecho de la ley un yugo “insoportable” para los demás, mientras que el yugo de Jesús es
suave y su carga liviana (11,28). Interpretaban las leyes para los demás muy rigurosamente, pero
los escribas, especialistas en ellas, siempre encontraban alguna excusa para no cumplirlas. No
buscan la voluntad de Dios sino se buscan a sí mismos. Actúan como sobre un escenario para ser
vistos y alabados. Jesús, por el contrario, invita a hacer el bien en lo escondido (6, 1-18).
Las filacterias (o distintivos religiosos) eran cajitas en las que llevaban escritos algunos pasajes
cortos de la ley. Cumplían así en forma simbólica el precepto del A. T. que dice que los
mandamientos de Dios deben ser llevados atados a la mano y sobre la frente para tenerlos siempre
presentes (Dt 6,8). La misma finalidad tenían los flecos del manto (orlas o adornos). Sabemos
que Jesús mismo también los usaba, como vemos en la escena de la mujer que se acerca a tocar
los flecos de su manto para quedar curada (9,20). A los fariseos no se les critica esta costumbre,
sino el hecho de que los hayan agrandado para ser aplaudidos. Igualmente, lo malo no es ocupar
uno de los primeros lugares si uno es invitado, lo malo es ir buscándolo, lo mismo que ir detrás de
títulos y honores con el afán de sobresalir.
Jesús no prohibe referir las palabras “maestro”, “padre”, “jefe” a personas humanas, sino que el
evangelista, en aquel entonces, no quiso que los cristianos se presenten como los escribas y
fariseos, con los mismos títulos que ellos usaban. Por otro lado, las palabra bíblicas tienen un
sentido más profundo: en el fondo sólo Dios es Padre de verdad, sólo Cristo es el Maestro y Jefe;
sólo que a algunas personas humanas se les llama santas, aunque Dios es santo, porque en ellas
brilla algo de la Santidad de Dios, así también podemos denominarlas “padre”, “maestro”, “doctor”
o “jefe”, porque en cierto modo, representan o deben representar a Cristo.
- ¿Qué sentido tiene para mi vida el ser coherente entre lo que digo y hago? ¿En qué hechos se
manifiesta?
- En mi historia concreta, ¿qué es para mí servir? ¿Es por humildad que lo hago? ¿o es por soberbia?
- ¿Cómo puedo hacer para caer menos en las tentaciones de los fariseos de decir y no hacer?
- ¿Colaboro para que los pastores de la iglesia ejerzan su autoridad al servicio de los demás?
A. Proclamación y silencio
- Es importante proclamar el texto en forma clara, dando importancia a lo que se lee y con pausas
entre cada acción relatada-
- Dejar tiempo para que cada uno lo lea nuevamente en silencio
- Qué será semejante a las diez jóvenes que salieron al encuentro del esposo?
- ¿Cómo se caracterizan cinco de ellas, y cómo las restantes?
- ¿Por qué las unas se denominan necias, y las otras prudentes?
- ¿Por qué quedaron dormidas? Todas se durmieron, o solamente las necias?
- Qué pasó a media noche?
- ¿Por qué las prudentes no compartieron el aceite con las demás?
- ¿Por qué las prudentes podían participar en la fiesta?
- ¿Por qué las necias quedaron excluidas de la fiesta?
- Elementos fundamentales
Lo fundamental del Evangelio es la necesidad de estar preparados si no se quiere quedar excluido
de la felicidad eterna. El tema es el Reino de Dios que es comparado con la fiesta de bodas. En
los libros bíblicos de Sabiduría, se habla frecuentemente de personas “prudentes” y de otras que
son “necias”. El hombre que medita en la Palabra de Dios y vive de acuerdo con ella es el sabio,
el prudente; hace translucir en su persona y en su vida la Sabiduría de Dios. En cambio, aquel que
no se deja guiar por la Sabiduría de Dios, es el impío, el necio. Mientras que los sabios y
prudentes, como amigos de Dios, llegan a ser felices para siempre, los necios nunca llegan a la
felicidad, y su fin es la destrucción. Para Jesús, el sabio es todo el que escucha sus palabras y
las pone en práctica. Lo compara con un hombre que edificó su casa sobre roca. El necio es el
que escucha las palabras de Jesús, pero no las practica. Es como un hombre insensato que
edificó su casa sobre arena (Mt 7,24-27).
Entre los judíos, el matrimonio se rodeaba con muchos festejos, que se realizaban por separado en
las casas de ambos novios y duraban varios días. En la noche de la fiesta de bodas el novio se
dirige a la casa de su novia para llevarla al domicilio que tendrán como casados. El novio viene
acompañado por sus amigos, mientras que la novia sale a su encuentro con el cortejo de sus
amigas. Se forma una alegre procesión con cantos y bailes en la que todos llevan antorchas y
lámparas para iluminar el camino.
La parábola del Evangelio es clara: las diez muchachas jóvenes, cinco prudentes y cinco necias
que apenas viven el momento presente, representan dos tipos de cristianos. La lámpara es
símbolo de la existencia humana: con aceite o combustible, es vivida con fe y caridad; sin
combustible, es vivida sin sentido dejándola pasar, engañándose con la diversión vana. La
tardanza en llegar del novio es todo el tiempo de la vida de cada uno hasta que Jesucristo lo llame
a su presencia, a medianoche, en la hora de decisión. La fiesta de bodas es el encuentro
definitivo del cristiano con Jesucristo, el esposo de la Iglesia. La puerta cerrada que no se abre es
símbolo de la perdición eterna.
El incidente que ocupa la mayor parte del relato es la llegada del novio a medianoche. Es el
momento oscuro de situaciones difíciles (violencia, muerte, inseguridad). El relato dice que todas
las vírgenes, también las prudentes, se habían quedado dormidas. No se reprocha a nadie porque
se haya quedado dormido. Algunos confunden la virtud cristiana de vigilancia con una ansiedad
enfermiza ante el fin del mundo, supuestamente inminente. En cambio, el Evangelio enseña que la
espera del Señor no tiene nada que ver con una actitud histérica sino de esperanza.
Las vírgenes necias no son rechazadas por haberse dormido, sino porque no tenían suficiente
aceite en sus lámparas, la culpa está en que no se prepararon para su misión. Lo que distingue a
una vírgenes de las otras no es si están en vela o duermen, sino si están preparadas para salir al
encuentro del novio. Una vez que llega el Esposo – Cristo, ya es demasiado tarde para ir
adquiriendo disposiciones que no se han cultivado durante la vida. Hay cosas que no se pueden
improvisar. Es inútil tratar de ser cristianos maduros en el último momento si no se ha hecho todo el
recorrido previo. Y la preparación que los unos han adquirido a lo largo de mucho tiempo, no se
pueden transmitir ni prestar a otros. La preparación de cada uno es personal e insustituible. Por
eso, aunque la vírgenes prudentes sean las más generosas del mundo, en la parábola no pueden
prestar su aceite, su preparación a las demás.
En el momento decisivo, las prudentes tienen sus lámparas llenas de aceite: han escuchado y
meditado el Evangelio, han vivido según la Palabra de Dios, están preparadas para salir al
encuentro del Señor Jesucristo. Pero aún no es tarde para comenzar la preparación.
- De acuerdo con la situación de incertidumbre que estamos viviendo, ¿cómo me preparo en la vigilancia
en cuanto a conversión y esperanza para afrontar con paz los signos de nuestro tiempo?
- ¿Pienso que es el momento de decidirme por Jesucristo, viviendo una espiritualidad, fruto de la oración
constante, la confesión frecuente, del amor a la Eucaristía y del deseo de estudiar la Palabra en grupo?
- Soy consciente que mi conversión debe ser ya, radical y con obras?
C. Ubicación
Continúa el quinto y último discurso de Jesús en el Evangelio de Mateo. Nuestro texto de este domingo
hace parte de este discurso en el que Jesús explica el Reino de los Cielos con la exposición de la
Parábola de los Talentos.
- Ideas fundamentales:
Sorprende la dureza con que el Señor siempre tan misericordioso, hace echar al infierno al que
había escondido su talento, pues el peor pecado es el hacer nada. No hacer el bien. Hay más
pasajes del Evangelio que confirman que aquellos que hacen nada, sentirán la severidad de Dios.
El hombre que no vestía traje de fiesta, es arrojado fuera a las tinieblas (Mt 22, 11-14). Las
vírgenes necias que no llenaron con suficiente aceite sus lámparas no pueden participar en la fiesta
celestial. (Mt 25, 11-13). En la escena del juicio final, los que no fueron solidarios con sus
hermanos tendrán que irse al fuego eterno. (Mt 25,31).
Jesús hace ver que cada uno recibe una cantidad diferente de talentos según su capacidad; Dios le
da a cada uno los medios más que suficientes y los más indicados para que pueda alcanzar la
meta. Lo importante no es el medio, lo que cuenta es que llegue realmente a destino. Un talento
como medida eran unos 60 Kg. Alcanza para hacer mucho bien a otros.
Cuando el Señor pida cuentas, lo decisivo no es cuántos talentos cada uno posee en ese momento,
sino solamente lo que ha hecho con lo que se le confió. Cada uno tiene que recorrer su propio
camino cumpliendo su misión específica, incomparable con la de los demás. El Señor elogia a los
dos primeros servidores con las mismas palabras, aunque el uno entregó diez y el otro solamente
cuatro talentos. Al final de la vida, ante Dios no cuentan los talentos sino solamente cuánto se ha
hecho. Convertir dos talentos en cuatro, supone el mismo esfuerzo que duplicar cinco en diez. Por
eso también el premio es el mismo: el gozo del Señor, o sea, la felicidad eterna.
El tercer servidor no malgastó nada, lo devolvió todo íntegro a su dueño, pero su grave error
consiste en no haberse arriesgado. Quiso sólo conservar lo que tenía. Tuvo miedo. Claro que el
que hace algo puede equivocarse, pero el que no hace nada, ya está equivocado.
Ser fiel no es solamente conservar la fe o las costumbres religiosas, es extender el Reino de Dios
con los talentos recibidos. A Dios no le gustan los que solamente quieren conservar lo que tienen, o
solamente se ponen a rezar que Dios haga todo. Sí, hay que rezar porque todo depende de Dios,
pero también hay que trabajar como si todo dependiese de uno mismo. ¡A Dios rogando, y con el
mazo dando!.