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Victor Piedra
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Los siervos de Dios

Los concilios evangélicos cuando se refieren a una persona como siervo de Dios, caen en un error,
pues administran las interpretaciones de temas bíblicos, usando como base el formato que se
usaba antes de la venida de Jesucristo. Y aunque no estoy promoviendo una división ideológica
entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, si conviene notar que hubo necesidad de un Pacto
Nuevo, en el cual, a diferencia del otro, encontramos nuevos elementos (herramientas) de
interpretación, que traen luz acerca de aspectos que para los antiguos era solo un misterio, sirva
de ejemplo el hecho de que, en el Nuevo Pacto, Dios, en lugar de multiplicar mandamientos los
resume:

“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Mateo: 22:37-40

Ni el antiguo pacto, ni la legislación que lo regía, están vigentes, y no es que caducasen, sino mas
bien que fueron cumplidos (completados) con la vida perfecta de Cristo, y a la misma vez,
convertidos en ineficientes por la condena que se ejecutó sobre El, claro está, todo según el
mismo diseño y plan de Dios, quien, por la resurrección de Jesucristo, revela lo ineficiente de la
ley, en cuanto al perdón de pecados y la Redención Eterna, se refiere. Todo esto debe estar tan
claro, como el hecho de que ese pacto era única y exclusivamente para una nación política (no
una raza) ni la eternidad.

El Nuevo Pacto es Universal, es también inclusivo, ya que todos los escogidos que vivieron antes
de que lo nuevo se estableciera, son también directos beneficiarios de la Justificación de Dios, a
través del sacrificio perfecto, en el cual todos son salvados por Jesús, recibiendo así los beneficios
de la Gracia, ya que sin la obra de Jesucristo absolutamente nadie podría ser salvo.

Antes de Jesucristo, había una diferenciación de personas entre el pueblo israelita, en la cual se
distinguían algunos hombres, por el llamamiento a fungir un oficio y por la elección divina
implícita en dicha designación. Así pues, encontramos a profetas como Elías, Samuel y a jueces
como Sansón y Gedeón, los cuales habían sido separados de una forma exclusiva para el servicio
de Dios en favor del pueblo. Aunque como nación, todos eran israelitas, unos pocos eran los que
recibían el reconocimiento de: varón de Dios.

Ahora, siendo que la cultura religiosa en Israel tendía a ser el culto a Jehová, (y digo tendía,
porque no siempre los israelitas eran fieles a ese culto e incorporaban culto a los demonios y
religiones paganas) uno podría pensar que estos varones de Dios eran reconocidos dentro del
pueblo en puestos de autoridad y honor, pero usted y yo sabemos que esto no fue así, ejemplos
de ello lo son Isaías y Jeremías que terminaron sus días como mártires.
En el cristianismo todos somos siervos de Dios, las palabras proféticas de Joel, que son citadas
por Pedro en Pentecostés, presentando ese momento como el cumplimiento del anuncio del
profeta:

“Y sucederá que después de esto,


Derramaré Mi Espíritu sobre toda carne;
Y sus hijos y sus hijas profetizarán,
Sus ancianos soñarán sueños,
Sus jóvenes verán visiones.
Y aun sobre los siervos y las siervas
Derramaré Mi Espíritu en esos días.”
Joel 2: 28-29

El Espíritu Santo de Dios sobre sus hijos, es la muestra o señal fidedigna igualdad de condiciones
delante de Dios, con la regla de la fe y la gracia:

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza
de su gloria.”
Efesios 1:13-14

Un fenómeno que podemos usar como comparación, y que aconteció con Israel, no todos los que
tenían la ciudadanía terrenal, eran considerados como herederos de la celestial, como Jesús y
Pablo enseñaron:

“y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo
que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.”
Mateo 3:9

“Pues no es judío el que lo es exteriormente” Romanos 2:28

Asimismo, con el cristianismo sucede algo que se proyecta de forma paralela a lo que les sucedía
a los israelitas, y es que en este mundo muchos llenan edificios y llevan el sobrenombre de
cristiano, pero no son escogidos de Dios, no son siervos de Dios:

“Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.”


Mateo 22:14

“Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.


Así que, por sus frutos los conoceréis.
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Mateo 7:19:23

Resumiendo, un siervo de Dios es aquel escogido por Dios para salvación, en esto media la
regeneración, o sea el nuevo nacimiento, a través de la unción del Espíritu y la Palabra.

Una señal de ser siervo de Dios es que tanto el mundo secular como el religioso nos aborrece.
Jesús se encargó de dejar esto muy claro:

“El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.


Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron
Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?”
Mateo: 10: 24-25

Siervos de y por Cristo.

En los evangelios encontramos un pasaje en Juan 13, que en tiempos contemporáneos es muy
mal entendido, en algunos casos resumido a un rito que no tiene ningún valor espiritual, y deja
de lado una verdad fundamental, me refiero a lo que realmente significaba ser un siervo en
tiempos de Jesús y de como influyó en las mentes de los discípulos la idea central, ya no de
meramente lavar los pies de otro, sino las implicaciones del por qué alguien tendría que hacerlo.

“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”
Juan 13:15

El lavar los pies era la función de los siervos o sea esclavos, si, me entendió, dije esclavos.
Quien sufría la esclavitud, no era por poseer una condición de humildad, sino que había sido
reducido a la fuerza a renunciar a sus derechos civiles y humanos. Sus funciones eran designadas
e impuestas a la fuerza si fuese el caso. Quien tuviera que hacer o sufrir algo a ese nivel, lo hacía
porque no tenía derechos ni opciones.
Tal vez la referencia del historiador Robin Lane Fox en su libro: "Pagans and Christians in the
Mediterranean World", nos aumente la idea de lo que era ser un esclavo (siervo) en tiempos de
Jesucristo, cito:

-“Entre los Romanos, la homosexualidad era una conducta aceptada y ellos sometían a los
esclavos y extranjeros a dichos vejámenes y aberraciones, ya que la ley no castigaba tales
atrocidades. La promiscuidad antes del matrimonio, combinada con abusos sexuales hacia
prostitutas y esclavos eran común.
El tratamiento que se le daba a los esclavos (siervos) en tiempos de Jesús fue espantoso,
degradante e inmoral.
El poder del dueño sobre los esclavos (dominica potestas) era absoluto. A los ojos de la ley
romana, las vejaciones que los siervos sufrían, como tortura, degradación humana, castigo
injustificado, incluso el asesinar a un esclavo por ser viejo o estar enfermo, no eran crímenes, pues
se consideraba que los esclavos eran simplemente propiedad de sus dueños. Por ser considerados
propiedad, ellos mismos no se tenían derecho a poseer propiedades, hacer contratos, casarse,
testificar en una corte, a menos que fuesen torturados para confesar algún crimen atribuido por
sus dueños. La muerte de un dueño de esclavos no los liberaba de su condición.

La forma en que la cultura romana veía a los esclavos era una de desprecio. Los siervos eran el
tipo de gente que se percibían como inferiores. La amabilidad mostrada hacia los siervos era muy
rara y vista como un signo de debilidad.”-

No me cabe la menor duda que los discípulos, que estaban en el aposento alto participando de
la fiesta de los panes sin levadura, y que conocían de primera mano la ley imperante tocante a
los siervos o esclavos, reaccionaron conforme a su tiempo. No olvidemos que aun los mismos
discípulos ignoraban la dimensión de la obra de Dios en Cristo, pues siendo judíos su mentalidad
estaba sujeta a muy poca revelación, ellos esperaban un Mesías Judío, un libertador del Imperio
Romano, que llevaría a la nación a su gloria anterior, muy lejos estaban en su esperanza de ver
lo que se avecinaba.
Por esa misma razón reaccionaron negativamente a que Cristo lavase los pies de ellos:

¿Cómo puede ser libertador este, si mas bien quiere ser un esclavo? Además, nos dice que
nosotros debemos comportarnos como esclavos, ¿No tenemos suficiente ya con estar
dominados por los romanos?
Pero, aunque la invitación a lavar los pies en ese contexto para sus discípulos solo significaba
esclavitud, en el Nuevo Pacto lo que Cristo quería enseñar era mas potente:

La renuncia personal a tener privilegios y derechos sobre los demás, como característica esencial
de ser hijo de Dios.

Por eso el lavar los pies a alguien hoy en día, nunca puede significar humildad y mucho menos
tiene que ver con renuncia a los privilegios y derechos sobre los demás, es solamente un rito sin
valor espiritual.

Muchos ajenos al cristianismo han visto con malos ojos el hecho de que ni Cristo, ni los apóstoles,
hablaron contra la esclavitud imperante en sus tiempos. Y bien eso es cierto, si examinamos y
entendemos lo que sucedió en ese aposento alto, entenderemos por qué.

Los discípulos de Cristo adoptan el conocimiento de igualdad, adoptan la regla de servir unos a
otros en la base del amor fraternal, no esclavista u oportunista. Por lo cual, cualquiera que se
respete como auténtico seguidor de las enseñanzas de Cristo no podrá en ninguna forma tratar
a los demás como inferiores, mucho menos como propiedad o como súbditos. Otra característica
es que los siervos de Cristo no sufren de complejos de inferioridad, pues al aceptar la igualdad y
la regla de amor que respeta al prójimo, simplemente les libera el espíritu.
“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.”
Juan 13:17

¿Ya entiende el cómo muchos son simpatizantes del Evangelio, pero sin embargo no son parte
de la Iglesia?

Cristo no vino a tratar de discutir el hecho contundente que todos los seres humanos somos
iguales ante los ojos de Dios, ni vino a tratar de establecer algo que ya es una verdad establecida.
Simplemente nos enseña que los elegidos, los nacidos de nuevo, rigen sus vidas conforme a ese
principio:

“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de
ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo”
Mateo 20:25-27

Y si como de alguna forma el ser siervo fuese ya bastante duro de entender el señor nos deja con
esta palabra:

“Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien
vienen!
Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer
tropezar a uno de estos pequeñitos.
Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere,
perdónale.
Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento;
perdónale.
Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro:
Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.
¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego
le dice: ¿Pasa, siéntate a la mesa?
¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y
después de esto, ¿come y bebe tú?
¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos
inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.”
Lucas 17:1-10
Como cristianos elegidos por Dios para Salvación por la Gracia y la Fe, tenemos un tesoro, pero
en vasos de barro. Somos parte del Reino de Dios en la Tierra, en el cual los portentos, milagros
y maravillas del Poder Divino son parte integral de nuestras vidas. Vivimos entre dos esferas, la
terrenal, y la celestial, con las arras del Espíritu, hemos sido privilegiados de ser embajadores del
Reino de Cristo, reyes y sacerdotes suyos, somos parte de la nación celestial eterna del Cordero.
Se nos ha dado conocimiento de los misterios que otrora se desconocían y hechos partícipes de
poder de Dios.
No obstante todo eso, el requisito es renunciar en este mundo, renunciar a el dominio de el
hombre sobre el hombre, viviendo una vida de amor y respeto por los demás.

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