Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ideas fundamentales:
A los judíos, miembros del pueblo elegido, no les era fácil imaginar que Dios pudiese asociar
también a otros pueblos a su alianza. Y hasta algunos cristianos de origen judío, no podían
entender que los paganos, venidos más tarde, tuvieran en la Iglesia la misma situación y los
mismos derechos que ellos. Su actitud está reflejada en la queja de los obreros de la primera hora,
que se sienten discriminados al recibir lo mismo que los contratados más tarde. La parábola,
originalmente se dirige a los cristianos de origen judío, y les invita a cambiar de mentalidad. Pero,
por supuesto, se dirige también a todos aquellos que se sienten con más derechos y se ponen
celosos porque otros reciben el mismo trato que ellos.
Esta parábola se refiere a la recompensa que pueden esperar los que dejan todo para seguir a
Jesús. El Señor había dicho que la recompensa es la vida eterna y será siempre pura gracia, un
don, un regalo gratuito. El premio se debe únicamente a la bondad de Dios. La recompensa que
Dios dará no es fruto de los propios esfuerzos, todo lo que se es y se tiene, no es resultado de
méritos propios, sino es puro regalo de Dios: la vida, la salud, la fuerza para trabajar y, ante todo, la
fe cristiana.
En la parábola el propietario da el mismo salario a todos, a pesar de que han trabajado horas
distintas. Todos recibieron un denario, una moneda de plata, tanto los que trabajaron mucho como
los que trabajaron poco. Lo que Dios ofrece a todos es la felicidad del Cielo.
En la historia de Salvación los primeros fueron los miembros del pueblo elegido, muchos de ellos,
particularmente muchos fariseos, se creían con especiales privilegios ante Dios, pero Jesús abrió la
puerta del Reino de Dios a los pecadores y paganos.
Como en la parábola del “hijo prodigo”, el hermano mayor se niega a compartir la alegría del Padre
y de su hermano menor, también aquí los obreros de las primeras horas, por la insistencia en sus
méritos y por su envidia, se convierten en últimos. El cristiano de verdad se alegra por la bondad
infinita de Dios que acoge también al que se arrepiente en el último segundo, como el “buen
ladrón”, crucificado al lado de Jesús.
- Ideas fundamentales
En el Evangelio, Jesús habla de dos actitudes bien diferentes ante la invitación de Dios Padre a
trabajar en su viña, es decir en su Reino. Los unos no aceptan la invitación al principio, pero luego
se arrepienten y cumplen; los otros dicen en seguida que sí, pero después no hacen nada, así que
no se trata de una comparación simple entre buenos y malos, sino entre los que dicen que son
buenos, pero no lo son, y los que habiendo sido rebeldes, después han cambiado la vida.
En la parábola, los dos hijos, el uno aparentemente desobediente y el otro obediente, acaban
haciendo lo contrario de lo que habían dicho, enseña que los que piensan ser buenos no tienen
comprado ya el cielo, y los que obran mal no están ya condenados. Mientras se viva en este
mundo, se puede cambiar, ¡ojalá para mejor!.
En estos dos hijos, se representa, por un lado, a los pecadores: los publicanos y las prostitutas; por
otro, a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo judío. Los publicanos eran los encargados de
cobrar los impuestos a los judíos para los romanos, que con sus tropas ocupaban el país. Solían
aprovechar la oportunidad para asegurarse un alto porcentaje para sí mismos, extorsionando
muchas veces a la gente. Fueron colaboradores del enemigo romano tan odiado. También estaban
las prostitutas, siempre utilizadas y siempre aborrecidas por los mismos que las utilizan.
No fueron los que parecían ser los más piadosos los que respondieron al llamado de la conversión.
En el Evangelio tenemos varios relatos de conversiones de gente tenidos de muy baja categoría,
pero que al encontrarse con Jesús abandonaron su mala vida, por ejemplo: Zaqueo, la mujer
pecadora, el “buen ladrón”; todos ellos no entran al Reino por ser pecadores, sino porque se han
convertido a Dios.
Los sumos sacerdotes judíos y los ancianos del pueblo fueron los más representativos de los que
decían que cumplían y querían cumplir con la voluntad de Dios, pero no hicieron caso ni a San Juan
Bautista, ni al mismo Jesús. En vez de seguirlo, se le opusieron, y algunos llegaron a ser los
responsables de su crucifixión.
Jesús les hace decir a los que se creían muy piadosos, que ellos son los hijos desobedientes, y los
compara con las personas que eran consideradas del más bajo nivel; les hace ver que los
pecadores más grandes se convirtieron en la primera oportunidad que tuvieron, en cambio, ellos
tuvieron dos oportunidades: la predicación y el ejemplo, y no supieron aprovechar ninguna de las
dos.
Hay una gran tentación: la de creerse muy religioso, casi ya santo. Los que se creen ya perfectos
piensan que el llamado al cambio de vida está dicho para los demás, y como no advierten sus
propios defectos, o los justifican en seguida, tampoco intentan llegar a ser mejores.
- Ideas fundamentales
Dios ha rodeado con tanto amor a su pueblo elegido a lo largo de la historia, y sin embargo éste no
ha sabido corresponder de igual manera.
La parábola del Evangelio según San Mateo hace una acusación contra los viñadores. En aquella
época los grandes latifundios se alquilaban a los trabajadores a cambio de una parte de los frutos.
Los viñadores son los jefes del pueblo, que han rechazado reiteradamente a los enviados de Dios,
los profetas, apedreándolos y matándolos. Como queda claro en el versículo 45, los sumos
sacerdotes judíos y los fariseos entienden que la parábola se refiere a ellos y no al pueblo.
Por último el propietario, es decir Dios Padre, envía a quien piensa que merecerá más respeto, su
propio Hijo Jesucristo, pero esto excita más los instintos criminales de los viñadores. En vez de
cuidar la viña, pretenden quedarse con la propiedad. Según una norma del antiguo derecho, una
propiedad pasaba a ser del arrendatario si el propietario moría sin tener herederos; los viñadores
matan al hijo calculando que de esta manera ellos llegarían a ser dueños de la viña.
En la parábola, Jesús induce a los sumos sacerdotes y a los fariseos que se dicten su propia
condena: que se aplique la pena de muerte a los criminales y que se entregue la viña a otra gente
más honesta. Jesús parece aludir a la entonces próxima destrucción de la ciudad de Jerusalén y al
anuncio del Reino de Dios a los pueblos paganos. Ellos han rechazado a Jesús y están a punto de
matarlo, sin embargo, en el plan de Dios, ese mismo Jesús será la piedra angular de la nueva
construcción que Dios va a realizar.
La pregunta: “Qué hará el dueño de la viña cuando vuelva?” encontró pronto una respuesta en dos
acontecimientos: la Resurrección de Jesús y el nacimiento de la Iglesia cristiana. Los nuevos
viñadores son, en general, los cristianos, aquellos que viven las Bienaventuranzas del Sermón de la
Montaña.
Los hechos narrados en la Biblia son profecías que arrojan luz al presente. Así la infidelidad de los
que eran los distinguidos del pueblo de entonces, es figura de la infidelidad en la que pueden caer
los más distinguidos del pueblo cristiano hoy.
- Ideas fundamentales
Para muchos la invitación de Dios perturba sus planes y proyectos, les interesa más su trabajo y su
negocio. No creen solamente que pueden arreglárselas muy bien también sin Dios, sino que se han
creado sus propios dioses: dinero, fama, carrera, poder, placer a toda costa.
Estamos frente al misterio del Amor de Dios, El quiere que todos se salven, invita a todos, pero no
obliga a nadie.
Ya el profeta Isaías había imaginado que Dios “ofrecerá a todos los pueblos un banquete de
manjares suculentos, un banquete de vinos añejados” (Is 25,6). El banquete y las bodas son
expresiones que describen la felicidad de los últimos tiempos, cuando Dios haga la alianza definitiva
con su pueblo, y se comience a gozar de la paz y de la alegría sin fin.
En este banquete, primero los invitados se niegan a participar, ni siquiera consideran necesario
disculparse, piensan que tienen algo más importante que hacer, hasta maltratan y matan a los que
traen la invitación a la fiesta.
El rey que celebra las bodas de su hijo, es Dios Padre que invita a participar en la fiesta de su Hijo
Jesucristo. El primer grupo de servidores alude a los profetas de la Antigua Alianza que tantas
veces predicaron el mensaje de Dios sin encontrar eco; el segundo grupo de los servidores son los
Apóstoles cristianos, son enviados dos veces, y a dos grupos distintos: A la gente de la ciudad, es
decir a Jerusalén. La primera invitación a entrar en la sala de fiesta, a la Iglesia de Jesucristo, se
hizo a los judíos, pero la mayoría de ellos no la tuvieron en cuenta; al contrario, comenzaron a
perseguir a los cristianos, asesinándolos. El incendio y la destrucción de su capital Jerusalén, a
mano de tropas romanas, en el año 70, se interpretan como un castigo de Dios por todo eso.
La segunda invitación se dirige a quienes no habían sido invitados en el primer momento. Este
llamado a la gente de “los cruces de los caminos” alude sin duda a la entrada de los paganos a la
Iglesia, después de que Israel rechazó la invitación al Evangelio. Mateo sabía por propia
experiencia que la predicación del Evangelio fue mejor acogida entre los paganos que entre los
judíos.
Pero no es suficiente con haber aceptado la invitación. Por eso la parábola del comensal sin traje
de fiesta advierte a todos que nadie tiene ya asegurada la salvación. La pertenencia exterior a la
Iglesia no es suficiente para escaparse del juicio de Dios.
Es cierto que Dios ha llamado a todos a participar en el banquete del Reino, pero sólo serán
admitidos aquellos que llevan el traje apropiado, es decir: viven según su dignidad cristiana.