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Margaret Schönberger

Gran especialista en el tratamiento de las psicosis infantiles, Margaret


Schönberger nació en Sopron, Hungría, en una familia de la burguesía judía
intelectual. Inició estudios de pediatría en Budapest, donde conoció a Sandor
Ferenczi, y después se instaló en Viena, para orientarse hacia el psicoanálisis.
Analizada por Helene Deutsch y después por August Aichhorn, con el cual creó un
centro de orientación infantil, fue más tarde controlada por dos analistas vieneses,
Robert Wälder (1900-1967) y Grete Bibring (1899-1977). En 1933 participó en los
trabajos de la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV), mientras se iniciaba
en el psicoanálisis de niños en el marco del seminario de Anna Freud. En 1936 se
casó con Paul Mahler, un ingeniero químico con el que emigró primero a Gran
Bretaña, en 1938, y dos años más tarde a los Estados Unidos, siguiendo así la
trayectoria clásica de los freudianos de su generación, expulsados de Europa
central por el nazismo. En Nueva York inició otro análisis con Edith Jacobson,
cuando supo que su madre había sido deportada a Auschwitz. A partir de 1949 se
consagró a la etiología de las psicosis y al autismo, publicando varias obras
colectivas sobre el tema. En 1957 creó con Manuel Furer un centro de ayuda e
investigación sobre el desarrollo de los procesos de individuación y separación, el
Masters Children Center, y un centro terapéutico para el tratamiento de psicosis
infantiles, The Masters Therapeutic Nursery.

En ambas instituciones, los niños eran recibidos junto con sus madres. Aunque
influida por los trabajos de Melanie Klein; Mahler se inspiro primero en la teoría de
René Spitz, y después en la de Donald Woods Winnicott. Siguió fiel a la corriente
Annafreudiana y a las tesis de la Ego Psychology (psicología del YO), es decir, a
la tradición vienesa del psicoanálisis, reprochándoles a los Kleinianos su
dogmatismo y su exceso de imaginación, que los llevaban -decía- a "inventar" una
vida fantasmática del lactante.

A partir de sus observaciones, elaboró la noción de separación- individuación para


definir un proceso intrapsíquico que se produce entre el cuarto y el trigésimo sexto
mes de vida. La separación es la emergencia del infante fuera de la fusión
simbiótica con la madre, y la individuación es la aceptación por el niño de sus
propias características individuales. De allí la idea de un "nacimiento psicológico
del individuo", que lleva al surgimiento de una autonomía del yo tal como la define
la Ego Psychology.

Lo mismo que muchos freudianos exiliados en los Estados Unidos, Margaret


enfrentó el problema de la integración del psicoanálisis en el “American way of
life”. No vaciló en teorizar su propio proceso, con ayuda de los conceptos que ella
misma había forjado a lo largo de su experiencia clínica: "Creo que en los casos
positivos la emigración es seguida por una segunda individuación, un nuevo
nacimiento psicológico y quizás una nueva visión del mundo. Para mí, la
emigración ha sido lo siguiente: nos arrancó a mí y a mis ideas soñolientas
de esa cápsula psicológica que era entonces Viena, me expuso a un
ambiente extraño cuya novedad agravaba las vulnerabilidades de la
transición. Pero una vez dominadas la angustia y la inseguridad iníciales, me
llevó a volverme productiva y a hacer surgir mi teoría del desarrollo."
Margaret Mahler muere en otoño de 1985.
Según el libro Margaret Mahler: Una biografía del psicoanalista, el cual detalla
la vida y obra de Mahler; se centra en la vida y la ambición de ella, su trabajo
psicoanalítico. Sus experiencias con el Instituto de Filadelfia y su investigación
definitiva a través de la observación de los Niños de la Clínica.

No ofrece una bonita foto de Margaret como persona. Era egoísta, egocéntrica y
manipuladora, respetuosa y agradecida con sus superiores y compañeros,
mientras que insensible, rencorosa y cruel con sus empleados. Ella se casó más
tarde en la vida y no tuvo hijos. El matrimonio terminó en un divorcio.

Durante sus años más productivos, fue respetada por la comunidad psicoanalista.
Más tarde su trabajo fue rechazado por nuevas teorías, ahora es estudiado para
mostrar el crecimiento del campo de estudio.

El autor refiere haber trabajado para Mahler y que en un principio se llevaba bien
con ella, especialmente al trabajar como ayudante no remunerado, pero también
menciona una pelea en la cual quedo muy dolida por Margaret misma que la
obligo a alejarse de ella. Según la autora, Margaret murió solo, sin muchos amigos
a consecuencia de su mala relación con los demás. Hecho que mucha gente
confirma ya que en su testamento, ella le dio la mayor parte de su herencia a los
Gray Panther haciendo mención que no había nadie más a su lado.

Alma Bond es una destacada escritora con 13 libros en su haber. El libro está bien
documentado y bien editado, se encuentra en los mejores de audiencia en las
personas interesadas en la historia de la psicología infantil, las primeras feministas
en el campo de la medicina, y los interesados en las historias de los sobrevivientes
del Holocausto.

Alma H. Bonos. Revisor MWSA (agosto de 2009).

Libro EE.UU. Mejores Libros Noticias Premio Finalista y el Libro Prólogo Revista de la
finalista del Premio Año

McFarland & Company, Inc.

Caja Editores 611, Jefferson, Carolina del Norte 28640


Los primeros pasos ontogenéticos en la
óptica de Mahler

Margaret Mahler proporciona un enfoque peculiar del desarrollo precoz, que tiene
numerosos puntos de coincidencia con el pensamiento de Erich Fromm. Esta
investigadora eligió una metodología de estudio complementaria. Consciente de
las limitaciones del modelo de reconstrucción transferencial, Mahler diseñó un
estudio de seguimiento de la relación madre-hijo a lo largo de los dos primeros
años de vida. Ella y su equipo de colaboradores privilegiaron la observación de
todo el espectro de conductas motoras, partiendo del supuesto de que, durante el
período pre verbal, la tarea de comunicación de los eventos intrapsíquicos recae
sobre las esferas mimética, motriz y gestual. Mahler piensa que la observación de
estas conductas permite inferir fenómenos que en estadios posteriores se
manifiestan verbalmente. En su enfoque, al igual que en el de Spitz, prima la
observación sobre la escucha y reconstrucción psicoanalítica. Esto le permite
llegar a una hipótesis general que puede resumirse muy bien con sus propias
palabras:

"el nacimiento biológico del infante humano y el nacimiento psicológico no


coinciden en el tiempo. El primero es un acontecimiento espectacular, observable
y bien circunscripto; el último es un proceso intrapsíquico de lento desarrollo.
Denominamos al nacimiento psicológico del individuo proceso de separación-
individuación. Este consiste en el establecimiento de un sentimiento de separación
respecto de un mundo de realidad, y de una relación con él, particularmente con
respecto a las experiencias del propio cuerpo, y al principal representante del
mundo tal como el infante lo experimenta, el objeto primario de amor" (Mahler,
1975).

Este proceso de separación-individuación continúa durante toda la vida. Aquí es


donde el pensamiento de la autora entronca con la visión más vasta postulada por
Fromm en "El miedo a la libertad" quien, inexplicablemente, no es mencionado en
la bibliografía de la obra de Mahler. Para esta investigadora las manifestaciones
más explícitas de dicho proceso suceden en el período comprendido entre el sexto
mes y la mitad del segundo año de vida. Sostiene que "la separación y la
individuación se conciben como dos desarrollos complementarios: la separación
consiste en la emergencia del niño de una fusión simbiótica con la madre, y la
individuación consiste en los logros que jalonan la asunción por parte del niño de
sus propias características individuales" (Mahler, 1975).

Este proceso se inicia con dos fases previas, que reseñaremos brevemente. La
primera de ellas es abusivamente denominada fase de autismo normal o
fisiológico. Su duración se extiende hasta el primero o segundo mes de vida
extrauterina. Está caracterizada por una relativa ausencia de catexia de los
estímulos externos, y corresponde, a grandes rasgos, al narcisismo primario de
Freud y al estadio anobjetal de Spitz. Se interpreta que en ella el niño está
defendido de los estímulos del mundo externo por la barrera que Freud había
postulado, fundándose en el discutido principio de Nirvana.

Como se ve, la autora recurre al modelo basado en la supuesta prevalencia de


una tendencia a retornar al Nirvana prenatal. Sin embargo, al inicio de su obra
afirma que el proceso de separación-individuación ocurre "en el ámbito de una
disposición evolutiva para el funcionamiento independiente y de una complacencia
en tal actividad", y poco más adelante sostiene que la tendencia a la individuación
es un impulso innato, que lleva a la separación como requisito necesario. Estos
criterios se hallan allí apenas esbozados, pero nos servirán como fundamento de
la revisión evolucionista de los aportes de Mahler que propondremos más
adelante.

Durante la fase del presunto "autismo normal" el estado somniforme predomina


sobre los períodos de vigilia, y el aparato psíquico puede ser concebido como un
"sistema monádico cerrado, autosuficiente en su realización alucinatoria de
deseos" (Mahler, 1975). La tarea de la fase autística sería mantener el equilibrio
homeostático del organismo en el nuevo ambiente extrauterino. Sin embargo,
Mahler acepta que el neonato llega al mundo con un "equipo de autonomía
primaria", y que existen períodos de responsividad o de inactividad alerta ante el
mundo exterior, a los que sitúa en continuidad con la fase simbiótica siguiente y
las posteriores.

Poco a poco el niño sería sacado de este aislamiento primario por la maternación,
que obtiene el desplazamiento libidinal desde el interior del cuerpo hacia su
superficie y luego hacia el mundo exterior (el pasaje de lo intero a lo exteroceptivo
de Spitz). Como se ha dicho en la primera parte, no resulta pensable que un solo
estímulo externo, por privilegiado que sea, logre éxito oponiéndose a una
supuesta tendencia básica de la materia: la de volver a lo inerte. Aquel estímulo
podría ser efectivo sólo si la respuesta se sustentase en otra tendencia natural, de
dirección diametralmente opuesta a la de la pulsión de muerte. Esto es lo que
resulta lícito sospechar a partir de la afirmación de la autora, en el sentido de que
el niño nace con un equipo reflejo revelado por conductas adaptativas muy
precoces. Como quiera que sea, desde este sí-mismo psicofisiológico primario,
autista según Mahler (y al que podríamos considerar como un equivalente
ontogenético de la bioconciencia de Teilhard), comienza a desarrollarse, a partir
del segundo mes de vida, "una oscura conciencia del objeto que satisface las
necesidades" (Mahler, 1975). Este hecho marca el comienzo de la fase siguiente,
denominada por nuestra autora "fase simbiótica", en la que el bebé y su madre
constituyen una unidad que, desde el punto de vista del niño, se supone
omnipotente.
1. Fase autística normal (Primeras semanas)

Primeras semanas de vida intrauterina, durante las cuales el neonato o el infante pequeño parece
ser un organismo casi puramente biológico, con respuestas instintivas a los estímulos que son
reflejas y ocurren en el nivel del hipotálamo. Durante esta fase sólo podemos hablar de aparatos
primitivos y no integrados del yo y de mecanismos de defensa puramente somáticos, que consisten
en reacciones de desbordamiento y descarga, cuyo fin es el mantenimiento del equilibrio
homeostático.

La posición de la libido es predominantemente visceral y no hay discriminación entre dentro y


fuera, animado e inanimado. Al comienzo, debido a que son muy altos los umbrales para estímulos
externos, el infante parece estar en un estado de desorientación alucinatoria primitiva negativa, en
el cual la satisfacción de necesidades pertenece a su propia órbita autística y omnipotente".

Catexia propioceptiva-enteroceptiva.- Catexia del interior del cuerpo, experimentada en forma de


tensiones o sensaciones que nacen de dentro y se descargan por la tos, escupiendo, vomitando,
retorciéndose, llorando, etc., que prevalecen durante las primeras semanas de vida".

Narcisismo primario.- "Estado que prevalece durante la primera semana de vida, en que la
satisfacción de necesidades no se percibe como proveniente del exterior, y en que no hay ninguna
conciencia de que exista un agente maternante. Es afín a la 'omnipotencia infantil absoluta' de
Ferenczi. Este estadio va seguido por otro de oscura conciencia de que uno mismo no puede
proveer a la satisfacción de las necesidades".

Psicosis autística infantil.- "En el síndrome de autismo infantil hay una fijación o una regresión a
la fase autística de la más temprana infancia, es decir, el niño no parece percibir en absoluto a su
madre como representativa del mundo exterior. Hay un muro helado entre el niño autista y el
ambiente humano. El autismo psicótico constituye un intento de lograr la diferenciación y la
deanimación; sirve para contrarrestar las múltiples complejidades de los estímulos externos y las
excitaciones internas que amenazan aniquilar al yo rudimentario del niño autista. El mantenimiento
de la mismidad es el rasgo cardinal del síndrome de la psicosis autística".

La simbiosis psíquica no puede asimilarse al concepto de simbiosis que tiene la


biología. En el contexto psicológico, se refiere más bien a ideas como las de
estado de indiferenciación o de fusión. La simbiosis es más un estado
intrapsíquico que un hecho conductual, y por ende no es necesaria la presencia
física permanente de la madre para que se viva como tal. La fase simbiótica sería
otro modo de ver el estadio preobjetal de Spitz, y se extendería hasta los cuatro o
cinco meses. Durante ella se ha vuelto menos prevalente el narcisismo primario.
Además, gracias al pasaje de lo interoceptivo a lo sensorio perceptivo, puede
constituirse el precursor evolutivo de los límites del yo corporal, mientras que
aquellas sensaciones internas más primitivas representan la base de los
sentimientos de sí mismo y de identidad.
2. Fase simbiótica normal (1 a 5 meses)

La simbiosis normal se anuncia por el levantamiento de la fuerte barrera innata contra los estímulos
que protegió al infante pequeño de los estímulos internos y externos, hasta la tercera o cuarta
semana de vida. Puesto que en el infante humano está atrofiado el instinto de autoconservación, el
yo tiene que asumir el papel de manejar la adaptación del ser humano a la realidad. Sin embargo,
el yo rudimentario del infante pequeño no es adecuado para la tarea de organizar sus estímulos
internos y externos de manera de asegurar su supervivencia; la vinculación psicobiológica entre la
madre que cría y el bebé es lo que complementa el yo indiferenciado del infante. En circunstancias
normales, la empatía por parte de la madre es el sustituto, entre los seres humanos, de los
instintos en que se apoya para su supervivencia el animal altricial. La simbiosis normal se
desarrolla en forma concomitante con el descenso de la barrera innata contra los estímulos, a raíz
de la experiencia que se repite de una manera predecible, en que un agente maternante exterior
alivia las necesidades, el hambre y la tensión que viene de dentro, es decir, funciona como yo
auxiliar (Spitz)".

La simbiosis se refiere a un estadio de interdependencia sociobiológica entre el infante de 1 a 5


meses y su madre, un estado de relación preobjetal o de satisfacción de necesidades, en el cual
aún no se han diferenciado las representaciones intrapsíquicas del sí-mismo y de la madre. Desde
el segundo mes el infante se comporta y funciona como si él y su madre fueran una unidad dual
omnipotente dentro de un límite único y común (la 'membrana simbiótica')".

Catexia sensorio-perceptiva.- Catexia del sensorio y la periferia del cuerpo, particularmente de


los órganos perceptivos sensoriales: tacto, visión de cerca, audición. El paso a la catexia sensorio-
perceptiva es importante en el desarrollo, y ocurre a las 3 o 4 semanas de edad (reemplaza a la
catexia propioceptiva-enteroceptiva hasta entonces predominante).

Unidad dual.- "Unidad simbiótica entre la madre y el niño, imbuida por el niño de cualidades
omnipotentes, en la cual existe un vago sentimiento de la mitad simbiótica del sí-mismo (el 'yo
externo' de Spitz)".

Ruptura del cascarón.- "Proceso de salida del estado simbiótico de unidad con la madre, en el
sentido intrapsíquico. Es la 'segunda' experiencia de nacimiento, el nacimiento psicológico, el
proceso por el cual comienza a ser catexiado el mundo de 'lo otro que no es la madre'. El infante
que ha eclosionado ya abandonó el vago estado crepuscular de simbiosis y está más
permanentemente alerta y receptivo para los estímulos de su ambiente, mas bien que sólo para
sus propias sensaciones corporales, o para las que emanan de dentro de la órbita simbiótica".

Psicosis simbiótica infantil.- Aquí, "se ha alcanzado la fase simbiótica del desarrollo, aunque
fuertemente distorsionada; el niño trata a la madre como si esta fuera parte de él mismo, es decir,
no existe exterior a su sí-mismo sino fusionada con él. El niño es incapaz de integrar una imagen
de la madre como un objeto distinto y totalmente externo, y en cambio parece mantener imágenes
(introyectos) fragmentadas buenas y malas del objeto. Alterna entre el deseo de incorporar y de
expulsar. Si no se administra terapia, se produce una interferencia insuperable en cualquier
progreso hacia la separación- individuación, es decir, existe una fijación o regresión a la fase de la
simbiosis patológica. Los mecanismos de restitución que crean la variada sintomatología
constituyen intentos de restablecer y perpetuar una unidad simbiótica madre-hijo de carácter
delusional y omnipotente; debido a los continuos estados abismales y al pánico que producen, el
paciente se ve forzado a recurrir a una retirada secundaria que le permite refugiarse en un autismo
(secundario), casi estabilizador. Los 'berrinches', así como una conducta autoagresiva, dominan
muy a menudo el cuadro clínico".
La fase de separación-individuación, que consta de cuatro subfases perfectamente
distinguibles entre sí, comienza aproximadamente a los cuatro o cinco meses con
lo que Mahler define como "ruptura del cascarón", es decir, la salida de la ilusión
de un límite común con la madre y el comienzo de la diferenciación de ésta.

Ya en 1960 Greenacre hacía remontar la conciencia de separación al hecho


mismo del nacimiento, y a los correspondientes cambios fundamentales en las
características del medio. Pero uno de los logros más importantes en la
diferenciación de la madre es el logro de la libidinización del cuerpo por la acción
estimulante y continente de ésta (es decir, el desplazamiento hacia la percepción
del propio cuerpo como separado, que comentábamos anteriormente). Esta
libidinización se trasladará luego a los objetos del medio, y en primer lugar a la
madre, puesto que, como ya hemos afirmado no puede haber verdadera relación
objetal hasta que no se ha logrado la separación respecto del objeto de amor.

¿Cómo explica Mahler el pasaje hacia la percepción exteroceptiva, y la


consiguiente investidura libidinal del cuerpo y del objeto primario de amor?

En este sentido sostiene que "el proceso de ruptura del cascarón es, a nuestro
parecer, una evolución ontogénica gradual del sensorio -el sistema perceptual
consciente-, que permite al infante tener un sensorio más permanentemente alerta
cuando está despierto" (Mahler, 1975). Con esta postura, se atribuye a la
maduración fisiológica un papel también relevante en dicho paso.

A partir de esta ruptura del cascarón, y de la consiguiente diferenciación, se


suceden las distintas subfases que conforman la fase de separación-individuación
propiamente dicha.

La subfase de diferenciación y desarrollo de la imagen corporal.-

Al llegar a los seis meses comienza a experimentarse una novedosa autonomía,


demostrable -para la mirada especialmente perceptiva de Mahler- por la
comprobación de conductas tales como "tirar el cabello, la nariz o las orejas de la
madre, poner comida en la boca de ésta, o poner el cuerpo tenso para poder
apartarse de la madre y poder contemplarla mejor" (Mahler, 1975). Estas
conductas ya no son una adaptación plástica a la manipulación parental, sino una
progresiva intervención en la postura con la motricidad propia. El niño comienza a
diferenciar su propio cuerpo del de su madre. Aparece la pauta de verificación
visual y táctil del rostro de la madre y la reacción de ansiedad ante extraños, ya
descripta por Spitz. El pasaje a la etapa siguiente puede verse dificultada si las
necesidades inconscientes de la madre favorecen conductas que tiendan a
mantener el estado de omnipotencia simbiótica.

Esta subfase es también el período de emergencia de los fenómenos


transicionales que siguiendo a Winnicott describiremos más adelante, y ella
parece culminar aproximadamente con el establecimiento del segundo
organizador de Spitz.
La subfase de ejercitación motriz.-

Esta etapa está señalada por el predominio de la ejercitación motriz, en primer


lugar la que permite un cierto alejamiento de la madre, aunque todavía con
diversas limitaciones (arrastre, gateo), y luego la que corresponde a la
deambulación en bipedestación (locomoción vertical libre) en el segundo año de
vida. Se completa así la diferenciación corporal de la madre y se establece un
vínculo con ella a partir de los rudimentos de un Yo autónomo. Durante el primer
período, la distancia óptima parece ser la que permite al niño explorar el mundo un
tanto alejado, pero siempre en presencia de la madre. Ella continúa siendo una
"base de operaciones" a la que el niño vuelve en busca de abastecimiento
emocional y de reaseguro, proporcionados por el contacto físico. Si bien hay
interés en la exploración, la madre parece seguir teniendo prioridad emocional, y
los objetivos principales aparentan "establecer familiaridad con un segmento más
amplio del mundo, y percibir, reconocer y gozar de la madre desde mayor
distancia" (Mahler, 1975).

Con el logro de la locomoción autónoma, el niño accede súbitamente a un


segmento mucho más amplio de la realidad. Además, la bipedestación erecta
cambia el plano de su visión del mundo. Comienza así el período que Greenacre
definió en 1957 como idilio con el mundo, cuya importancia para el desarrolllo
humano debe ser enfatizada. El logro de la locomoción autónoma no sólo amplía
el mundo del niño, sino que afirma los pasos hacia su individuación y hacia el
logro de una identidad autónoma. Esto acrecienta la seguridad, la autoestima, y el
regocijo por las propias capacidades para el dominio de la realidad estimulando al
abandono de la omnipotencia simbiótica. El niño muestra por ello una mayor
tolerancia a la frustración, resultante de la seguridad adquirida.

Durante este lapso, que aproximadamente va desde los seis a los dieciocho
meses de edad, se invisten libidinalmente las diversas habilidades motrices, y
simultáneamente va resultando cada vez más placentero el evitar ser reabsorbido
por la madre en lo que sería una restauración de la simbiosis. Tal parece ser la
causa de los juegos de huida, en los que el niño se aleja aunque sin embargo
espera siempre que la madre lo persiga y lo atrape. Esto se debe a que el
resultado del avance evolutivo que estamos describiendo es el conflicto
ambivalente entre libertad y seguridad, que Fromm (1941) describiera e
interpretara brillantemente.

El desarrollo de esta subfase puede verse dificultado por una madre omnipotente
e infantilizadora, capaz de privar al niño de la posibilidad de ejercitación, o bien por
un desarrollo locomotor prematuro, llegado cuando el niño aún no está
emocionalmente preparado para la separación.

La subfase de acercamiento.-

Al logro de la locomoción autónoma se suma ahora el de la posibilidad de


representaciones mentales. Estos dos hechos constituyen para Mahler los
parteros del nacimiento psicológico del infante humano, y son la base de un primer
sentimiento de entidad autónoma y de identidad.

Estamos ya en la mitad del segundo año de vida (18 meses) y el niño se ha


transformado en un deambulador. Probablemente ante el aumento de la
conciencia de separación (que actualiza el conflicto ambivalente libertad-
seguridad), y como una forma de reflujo transitorio hacia el marco de seguridad, se
observa en este período una disminución de la tolerancia a la frustración que
caracterizaba a la subfase precedente. Ahora el niño ha probado los limites de sus
posibilidades, y sabe que necesita de los adultos. Desarrolla entonces una pauta
de verificación de la presencia de la madre y reacciona regresivamente a las
situaciones de frustración (pataletas y berrinches), sobre todo cuando ella está
presente. Al mismo tiempo muestra una clara conducta de acercamiento a la
madre, aunque no ya como "base de operaciones" sino como un objeto de amor
con quien compartir sus descubrimientos del mundo. Lo definitorio en esta subfase
es la gran necesidad de amor objetal, esto es, necesidad de que la madre
comparta su mundo, pero sin reabsorberlo. Por tal motivo, la manifestación de la
ambivalencia circunstancial pasa ahora por conseguir la participación de la madre
en todos los logros más novedosos (el infante deposita todo lo que descubre en el
regazo de la madre y espera la participación de ésta en su exploración), no
obstante lo cual se exageran al mismo tiempo conductas obstinadas de
independencia, como un intento de negar la necesidad de protección materna.

Estos cambios comportamentales (en los que se evidencia el afán de conquistar el


mundo y el conflicto ambivalente resultante), generan comportamientos
contradictorios en la madre, que pueden ser vividos como agresiones por el niño.
Consiguientemente, se hace más ostensible el miedo a perder el amor del objeto,
y por ende, se acrecienta la denominada ansiedad de separación. Tales
dificultades en el desarrollo sólo son superables gracias al equilibrio materno. La
precondición básica para la resolución adecuada de esta subfase es la
disponibilidad emocional de la madre para participar en los descubrimientos del
niño, a la vez que su tolerancia ante la ambivalencia de éste, que a veces la busca
y a veces la rechaza. Pero en este sentido debemos tener en cuenta que la madre
también está atrapada entre dos fuerzas opuestas: el deseo de retener al niño,
prolongando la experiencia prenatal, y el de continuidad filogenética, que implica
necesariamente la autonomía del propio ser.

Una etapa como ésta, que ha sido considerada como el apogeo del proceso de
separación-individuación, y que se caracteriza por el derrumbe definitivo de la
omnipotencia simbiótica, no puede sino manifestarse por un significativo temor a
perder el amor del objeto.

Es también característica de este período la mayor conciencia del propio cuerpo,


quizás sostenida por la adquisición del control esfinteriano, y los conflictos
derivados de ella.
La subfase de consolidación de la individualidad, y de comienzo de la
constancia.

Objetal emocional.-

Esta es la última subfase descripta por Mahler. Se inicia aproximadamente con el


tercer año de vida. En este período se alcanza una estructuración más definitiva
del Yo, que en los sujetos sanos adquiere carácter vitalicio. Con el
perfeccionamiento de la posibilidad de representaciones mentales, se produce una
internalización más definida de las exigencias parentales, las cuales constituyen
los precursores del Super-Yo. Pero al mismo tiempo, la creciente individuación
induce conductas de resistencia activa a las exigencias de los padres que se viven
como intrusivas en esta individualidad precoz (crisis de negativismo).

Con el ya mencionado logro de las representaciones mentales (que preludian la


función semiótica), la comunicación verbal se desarrolla y reemplaza lentamente a
los otros modos de comunicación. Se perfeccionan también el sentido del tiempo y
el espacio, con la consiguiente posibilidad de tolerar la frustración por períodos
crecientes. Aparece el juego simbólico, la imitación diferida, y el juego "como sí".
Pero la consecuencia más importante de este logro es la internalización de la
figura de la madre, y la posibilidad de una constancia objetal emocional de ésta
aún durante su ausencia física. Este hecho capital le posibilita al niño una
creciente autonomía, puesto que ahora ya no teme perder a la madre protectora
que lo acompaña en todo lo que hace. La internalización de la imagen materna
desemboca así en la mayor tranquilidad con la que se puede explorar el mundo
externo, alejándose aún de los adultos con los cuales ha comenzado a suplantar a
la madre ausente. La relación objetal madura y donativa se desarrollará luego de
algún tiempo a partir de estos precursores.

Mientras tanto, el mundo exterior se ha vuelto cada vez menos caótico al lograrse
la comprensión de la persistencia del objeto más allá del control sensorial. Ello
permite a quien está entrando en el tercer año de vida, un sentimiento estable del
mundo y de su propia entidad en él (límites del Yo).

Para finalizar, Mahler piensa que este período no es una subfase del proceso de
separación-individuación en el mismo sentido que las anteriores "puesto que tiene
su extremo abierto por el lado de la mayor edad". Estos logros se siguen
perfeccionando durante toda la vida.

3. Fase de separación-individuación (5 meses - 2 años y medio)

Fase del desarrollo normal que comienza alrededor de 4 a 5 meses de edad, en el apogeo de la
simbiosis y superponiéndose con ésta. El infante muestra una creciente capacidad de reconocer a
su madre como una persona especial, de catexia a inspeccionar el mundo no materno, y de
apartarse muy levemente, y más tarde muy decididamente, de la madre. Es una fase del desarrollo
que dura de los 5 meses a los 2 y medio años, y sigue dos carriles separados pero intervinculados:
uno es el de la separación, que lleva a la conciencia intrapsíquica de la separación, y otro es el de
la individuación, que lleva a la adquisición de una individualidad distinta y única. Se han
identificado cuatro subfases del proceso de separación-individuación. Aunque estas se
superponen, cada subfase tiene sus propias agrupaciones características de conductas, que la
distinguen de la precedente y de las siguientes. Las cuatro subfases son: 1) Diferenciación, 2)
Ejercitación, 3) Acercamiento, y 4) Consolidación de la individualidad y comienzo de la constancia
objetal emocional.

Reacciones a la separación.- "Estas varían de índole e intensidad en el curso progresivo del


proceso de separación-individuación. Durante la diferenciación, observamos como característica
una bajada de tono en caso de separaciones breves, que a veces culmina, sin embargo, en llanto
desesperado; durante el periodo de ejercitación, hay un relativo olvido de la presencia de la madre;
durante el acercamiento, ocurren una multitud de reacciones, tales como la búsqueda, el llanto, o
una marcada ignorancia de la madre. Durante la cuarta subfase, por lo general se toleran mejor las
separaciones breves".

Precursores de defensa.- "Durante el proceso de separación- individuación encontramos


conductas primitivas que pueden considerarse como precursoras de los posteriores mecanismos
de defensa. Por ejemplo, apartar el cuerpo del de la madre, no mirarla, cambiar de dirección
alejándose de ella, ignorar su presencia o su partida, son conductas que llevan a mecanismos de
negación y rechazo. Encontramos también una identificación primitiva con la madre -'hacer de
mamá'- en su ausencia, y una independencia prematura (falso yo) cuando hay una deficiencia de
maternación. Estos mecanismos son relativamente inestables: van y vienen. Sirven tanto a la
adaptación como a la defensa. La elección de estos mecanismos depende de las características
del niño y de la respuesta selectiva de sus progenitores".

3.1. Subfase de diferenciación (5-9 meses)

Se manifiesta de los 5 a los 9 meses de edad. Comienza a disminuir la dependencia corporal total
de la madre, a medida que la maduración de funciones locomotrices parciales produce el primer
intento de apartarse de ella. Las conductas características que posibilitan la demarcación del yo
respecto del no-yo son la exploración visual y táctil del rostro y el cuerpo de la madre; el apartar el
cuerpo del de la madre para explorar un mundo más amplio y poder mirarla; la verificación entre la
madre y otros. El placer que producen las incipientes funciones del yo y el mundo exterior se
expresa en estrecha proximidad con la madre. Al mismo tiempo, parece ocurrir la diferenciación de
una imagen corporal primitiva, pero distinta.

Reacciones ante extraños.- "Una variedad de reacciones ante personas que no son la madre,
particularmente acentuadas durante la subfase de diferenciación, cuando ya se ha establecido
firmemente una relación especial con la madre, como lo evidencia la sonrisa especial que el niño le
dirige. Las reacciones ante extraños incluyen la curiosidad y el interés, y también la cautela y una
ansiedad leve o incluso fuerte. Esa ansiedad se calma al comienzo del periodo de ejercitación,
pero reaparece en diversos momentos a lo largo del proceso de separación- individuación".

3.2. Subfase de ejercitación (9-14 meses)

Dura desde los 9 meses hasta los 14 meses de edad. Durante este periodo el infante es capaz de
alejarse activamente de la madre y volver a ella, primero gateando y más tarde por el dominio de la
locomoción vertical. Es un periodo en el cual la exploración del ambiente, animado e inanimado, y
la ejercitación de capacidades locomotrices, están muy investidas de energía libidinal.

Reabastecimiento emocional o libidinal.- "Durante la subfase de ejercitación, el infante merodea


lejos de la madre, pero cuando se fatiga o se le agota la energía, busca restablecer el contacto
corporal con ella. Este 'reabastecimiento' lo revigoriza y restablece su interés anterior en la
ejercitación y exploración".
3.3. Subfase de acercamiento (15-24 meses)

Dura desde los 14 o 15 meses hasta más o menos 24 meses de edad e incluso más tiempo. Se
caracteriza por un redescubrimiento de la madre, que es ahora un individuo separado, y por una
vuelta a ella después de las correrías obligatorias del periodo de ejercitación. Al deambulador le
agrada compartir sus experiencias y posesiones con la madre, a la que percibe ya más claramente
como separada y exterior. La inflación narcisística de la subfase de ejercitación va siendo
paulatinamente reemplazada por una creciente comprensión de la separación, y, junto con ella, de
la vulnerabilidad. Son comunes las reacciones adversas ante separaciones breves, y ya no se
puede sustituir fácilmente a la madre, ni siquiera por adultos familiares al niño. Esto culmina a
menudo eran una crisis de acercamiento más o menos transitoria, que es de gran significación
evolutiva.

Crisis de acercamiento.- "Periodo que ocurre durante la subfase de acercamiento en todos los
niños, pero con gran intensidad en algunos; en él se agudiza la comprensión del estado de
separación. La creencia del deambulador en su omnipotencia se ve fuertemente amenazada y éste
ejerce coerción sobre el ambiente mientras trata de restablecer el status quo, cosa que es
imposible. La ambitendencia, que se transforma a menudo en ambivalencia, es en general intensa;
el deambulador desea estar unido con la madre, y al mismo tiempo separado de ella. Alcanzan su
apogeo los berrinches, quejar y humor triste, y se producen fuertes reacciones a la separación".

Seguimiento y huída.- "Durante la subfase de acercamiento el niño sigue a veces cada


movimiento de su madre como una sombra (shadowing); no puede perderla de vista o permitir que
salga de su vecindad inmediata. A veces observamos la conducta opuesta: el niño huye, y espera
a que su madre lo alce en brazos anulando así, por breves momentos, la 'separación'".

Escisión.- Mecanismo de defensa que a menudo se encuentra durante la subfase de


acercamiento (una vez lograda una cierta medida del desarrollo del yo); el deambulador no puede
tolerar fácilmente los sentimientos simultáneos de amor y odio hacia la misma persona. El amor y
el odio no se amalgaman; la madre es sentida alternativamente como toda buena o toda mala. Otra
posibilidad consiste en que la madre ausente sea sentida como toda buena, mientras los otros se
vuelven todos malos. Por ende, el deambulador puede desplazar la agresión al mundo no-materno,
a la vez que exagera el amor por la madre ausente y anhelada, híper idealizándola. Cuando la
madre vuelve desquicia la imagen ideal, y los reencuentros con ellas son a menudo penosos,
porque la función sintética del yo joven no puede curar la escisión. En la mayoría de los casos se
hace posible una síntesis gradual del todo "bueno" y el todo "malo" por el yo en desarrollo.

3. 4. Subfase de individualidad y constancia objetal emocional (2 años en adelante)

Comienza hacia el final del segundo año y es de extremo abierto. Durante este periodo se logra un
cierto grado de constancia objetal, y se establece en medida suficiente la separación de la
representación del yo y del objeto. La madre se percibe claramente como una persona separada y
ubicada en el mundo exterior, y al mismo tiempo tiene existencia en el mundo interno
representacional del niño.
Fase autista (0-1 mes)

Organismo meramente biológico, la respuesta del ser humano en este nivel es


instintiva y refleja.

• Aparato egoico primitivo y no integrado.


• Mecanismos de defensa somáticos.
• Reacciones para mantener el equilibrio homeostático.
• Equivale al narcisismo primario de Freud.

Fase simbiótica (1-5 meses)

• Unidad dual con la madre.

Fase separación-individuación (5-36 meses)

Subfase de diferenciación (5-9 meses)

• Sensorio-física.

Subfase de ejercicio (9-15 meses)

• Culminación narcisismo grandioso-exhibicionista.

Subfase de reaproximación (15 meses-2 años)

• Primera diferenciación self - representaciones objétales.


• Angustia de separación.

Subfase de consolidación y constancia del objeto emocional.

• Diferenciación clara y relativamente duradera.


• Integración de imágenes parciales del self en la representación global del
self.
• Integración del objeto emocional-libidinal.
Una revisión evolucionista de los criterios de Mahler

A pesar de que Mahler y Spitz no se decidieron a abandonar todos los postulados


teóricos derivados de su formación psicoanalítica, resulta notorio que algunas de
sus observaciones los condujeron a sostener puntos de vista muy diferentes al
principio de Nirvana. Tales puntos de vista están apenas esbozados en sus
publicaciones, pero lo insinuado puede encontrar un significado más amplio si lo
analizamos desde la concepción evolucionista que sustenta esta obra.

La revisión que a partir de aquí proponemos se fundamenta en la apreciación


crítica publicada por uno de nosotros (Maffei 1989, 1991) sobre las fases de
autismo normal y de simbiosis postuladas por Mahler. Lo que intentamos es
entender los estadios propuestos en una perspectiva compatible con un modelo
evolucionista. Por extensión, esta revisión supone también una óptica divergente
con otros conceptos similares a los de Mahler, como son los de narcisismo
primario postulado por Freud y de estadio anobjetal de Spitz.

Ante todo sabemos que durante el embarazo el feto y la madre conforman una
sólida unidad simbiótica. Es por ello que parece justificado denominar a todo ese
período, etapa simbiótica primaria. El hecho traumático del parto rompe esta
estructura dual sólidamente afianzada, de manera que el llamado autismo normal
bien podría ser pensado como una inhibición "catastrófica" transitoria del proceso
evolutivo, resultante del brusco cambio en las condiciones del medio, con la
aparición de una multitud de nuevos estímulos internos y externos que el bebé
debe aprender a procesar.

De manera que el nacimiento puede considerarse como una crisis evolutiva más,
en el sentido en que las hemos definido en la primera parte, porque implica una
serie de cambios acelerados al servicio de la continuidad del desarrollo, que
conducen a un nivel de organización más complejo. Los cambios corresponden a
la interrupción de la etapa simbiótica primaria, y consisten en las reacciones de
adaptación a las nuevas circunstancias vitales que supone la pérdida de aquélla.

Pero esta experiencia traumática no va a frenar durante mucho tiempo la


tendencia metahomeostática que impulsa al ser humano a dirigirse hacia el
mundo. Dicha tendencia es, por otra parte, correlativa al equipo reflejo con que
emergemos de la etapa intrauterina. Recordemos lo mencionado al hablar de
psicología prenatal, en referencia a que dicho equipo reflejo y sensorial se
encuentra -desde un principio-, dispuesto para la adaptación al mundo externo, y
no para el aislamiento con respecto del mismo.

Winnicott reconoció también la existencia de una tendencia innata al desarrollo,


que según se ha postulado en la primera parte, sería lo perturbado en los
procesos psicopatológicos.

Como hemos dicho, el niño nace con un poderoso impulso a abrirse al mundo,
para cuyo logro cuenta con instrumentos tan incipientes como eficaces, que han
sido designados por Hartmann como equipo de autonomía primaria y por Piaget
como ejercicios reflejos. Pero el parto implica un cambio tan profundo y extenso en
las condiciones vitales, que dichos instrumentos resultan transitoriamente
inhibidos.

Según una ya aludida observación de Maslow, cuando un ser humano no puede


controlar el ambiente intenta ajustarse a él, y si también fracasa en esta tarea, se
enferma. Esta sería la razón por la cual el recién nacido recurre a la adecuación
homeostática adaptativa, ya que la tendencia al control metahomeostático se
encuentra inhibida por la situación de "shock". Por tal motivo el bebé intenta
mantener todo el tiempo posible el estado de reposo, aceptando el nivel mínimo
de estímulos que puede procesar. De confirmarse esta interpretación, no habría
necesidad de recurrir a conceptos tales como el de barrera o caparazón autística
del bebé normal, ya que la fenomenología observada durante el período postnatal
podría considerarse sólo como un paréntesis evolutivo, en el que, de todas
formas, pueden constatarse indudables signos de que se está ensayando un
tanteo sensorial precoz del medio. Por ejemplo, ya desde la primera semana de
vida extrauterina hay fijación de la mirada en un punto luminoso (siempre que el
mismo no sea intenso), así como posibilidades de discriminar la voz materna,
respondiendo a ella con determinados aprendizajes.
Bibliografía.

• Recopilación: Pablo Cazau, Enseñanza Media y Superior en Psicología,


Buenos Aires, Mayo 1998.
• Mahler Margaret, Pine Fred, y Bergman Anni, "El nacimiento psicológico del
infante humano" (Simbiosis e individuación), Buenos Aires, Marymar, 1977.
• Mahler, Margaret (1984). Estudios 1: Psicosis infantiles y otros trabajos.
Buenos Aires: Paidós.

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