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Pensar globalmente y actuar localmente

Al echar una mirada a nuestro alrededor nos damos cuenta que como humanidad tenemos grandes
desafíos globales: la crisis alimentaria, el cambio climático, la lacerante pobreza, la falta de empleo, el
narcotráfico y las adicciones a las drogas, la migración, la creciente violencia, las guerras, el sin sentido
de la vida, los problemas de salud como el SIDA, la corrupción, la ineficiencia de los sistemas
políticos, en fin, podríamos llenar sin mucha dificultad todas las páginas destinadas a este artículo para
seguir enumerando retos que la vida social nos presenta hoy en día.

Son tantos, tan grandes y profundos, que muchas veces nos sentimos impotentes ante ellos. La
perplejidad nos paraliza y entonces caemos en la tentación de creer que no podemos hacer nada para
solucionarlos. O peor aún, creemos que para vencerlos tenemos que seguir enfrentándolos de la manera
en que lo hemos hecho siempre.

Llevamos varios siglos tratando de resolver nuestros problemas desde el poder. Muchos grupos
revolucionarios comprometidos con sus hermanos han utilizado la estrategia de las dos fases: llegar al
poder y después transformar el mundo. Lo evidente es que después de llegar al poder poco se ha
podido hacer para transformar el mundo. Y aunque muchos ciudadanos han sacrificado su presente por
la promesa de un futuro mejor, el futuro se ha vuelto cada vez más agreste.

Pero como “el hombre es el único ser que tropieza dos veces con la misma piedra”, seguimos
creyendo que las cosas cambiarán desde arriba. Ya no debemos esperar a que los cambios
fundamentales vengan desde arriba, que provengan de los líderes electos, de las instituciones o
gobiernos. Al más puro estilo evangélico, debemos creer que los cambios deben de venir desde abajo,
desde las personas concretas que vivimos en las diferentes sociedades. Es la imagen del grano de
mostaza o la levadura en la masa.

El Sufi Bavazid dijo acerca de si mismo:

De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerzas para
cambiar el mundo”.

A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber
logrado cambiar a una sola alma, transforme mi oración y comencé a decir: “Señor, dame la gracia
de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque solo sea a mi familia y a mis amigos.
Con eso me doy por satisfecho”.

Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he
sido. Mi única oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mi mismo”. Si yo
hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.

Hoy en día muchas personas están apostando a que los grandes cambios globales se realicen desde
abajo. Es por eso que se dice “Piensa globalmente y actúa localmente”. ¿En qué consiste esto? en que
debemos tener conciencia de los grandes retos globales que nos aquejan como humanidad, y al mismo
tiempo, saber que si vivimos cotidianamente de manera responsable estaremos siendo parte de la
solución, pero si no lo hacemos, seguiremos siendo parte del problema, y este, seguirá creciendo sin
medida.
En una ocasión, Dominique Lapierre, que ha creando las llamadas Ciudades de la Alegría para luchar
contra la pobreza, le dijo a la Madre Teresa lo poco que podía hacer su organización para resolver los
problemas de la gente, que sentía que era como una gota en el océano, y la Madre Teresa le respondió:
“es cierto que es como una gota en el océano, pero si la gota falta el océano la echará de menos”.

Termino compartiéndote los diez mandamientos de la vida responsable que elaboraron los miembros
del Club de Budapest, una organización ciudadana que promueve el pensamiento responsable y cree
que cada ser humano pude ser un factor esencial para cambiar el mundo.

Los diez mandamientos de la vida responsable:

1. Vive de un modo que satisfaga tus necesidades sin mermar la oportunidad de los demás a
satisfacer las suyas.

2. Vive de una forma que respetes el derecho de todas las personas, cualquiera que sea el lugar
donde vivan, su origen étnico, sexo, nacionalidad o sistema de creencias.

3. Vive de forma que salvaguardes el derecho a la vida y a un medio ambiente sano de todos los
seres que viven y crecen en el planeta tierra.

4. Persigue la felicidad, la libertad y la realización personal teniendo en consideración los intereses


similares del resto de los miembros de tu comunidad, país y cultura, así como de todos los
pueblos, países y culturas de la comunidad global.

5. Haz todo lo que puedas para ayudar a aquellos menos privilegiados que tú a vivir sin hambre y
penurias, tanto si viven en la puerta de al lado, como en la parte contraria del mundo.

6. Únete a gente de ideas afines para preservar o restaurar la integridad del medio ambiente, de
forma que pueda generar y regenerar los recursos esenciales para la vida humana y su bienestar.

7. Ayuda a los jóvenes y a los niños a descubrir formas sostenibles de pensar y actuar por sí
mismos.

8. Pide a tu gobierno que mantenga relaciones pacíficas y cooperativas con otras naciones y
culturas, reconociendo las aspiraciones legítimas de tener una vida mejor y un mejor medio
ambiente para todos los pueblos, países y culturas del mundo.

9. Promueve negocios que produzcan productos y ofrezcan servicios que satisfagan tus
necesidades y las de otras personas sin dañar el medio ambiente ni ampliar la brecha entre ricos
y pobres de tu comunidad y de todo el mundo.

10. Da preferencia a los medios de comunicación que proporcionen información de confianza.

P. Gerardo Gordillo Zamora MSpS

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